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La fascinación del ilustrador Daniel Danger por las casas encantadas

Creo que el ilustrador Daniel Danger compartiría habitación, y no sin gusto, con el fantasma del novelista de terror H.P. Lovecraft, donde podrían jugar a los exorcismos de su dios cefalópodo Cthulhu. Estoy seguro de que Danger se correría una buena juerga con Edgar Allan Poe en una mansión que apestara a decadencia y suciedad espiritual. Lo pasarían de cine B pintando cuervos y gatos negros.

Hi, here's my best selling print.

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Danger hace ilustraciones que recrean la casa encantada con siniestro detallismo, el espacio gótico por excelencia: casas perfectas para sentir el frío aliento en la nuca, mansiones cuyas paredes parecen rasgadas por la uña rota de un enterrado vivo, sombras expectantes que aguardan en las escaleras hacia el dormitorio de los niños, sótanos en los que reverberan bestias inmundas.

Es oriundo del patíbulo por excelencia de las brujas de Norteamérica: Nueva Inglaterra. Providence, la ciudad que forjó las pesadillas lovecraftianas está en esa misma región. A vuelo de cuervo topamos con Boston, capital que alumbró a Poe, y en la frontera, Baltimore, donde murió el genio gótico puede que emborrachado hasta el colapso por unos truhanes que querían persuadirle de que votara a un candidato político; antes de que los hackers manipularan elecciones se utilizaba a los alcohólicos.

Así que Danger es un hijo de la misma brujería que sus predecesores: un amante obsesivo de las casas derrumbadas por el virus de la expansión urbana, vagabundo por puentes ferroviarios adormecidos, murciélago que revolotea sobre ramas que lo engullen todo, amigo de fantasmas y fobias antiguas. Fascinado, como todos, con la casa que levita en la última calle del vecindario. Dirige además Tiny Media Empire, un estudio de diseño gráfico en Boston, enfocado a serigrafías de bellas artes y carteles oficiales limitados para películas y bandas de música. Vende sus obras en Internet. Aquí tenéis sus cementerios…

WHAT EVEN IS SLEEP ANYMORE ?

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Santiago Caruso, ilustrador del poder situado más allá de lo real

'Ravenous Eye', 2016 © Santiago Caruso - santiagocaruso.com.ar

‘Ravenous Eye’, 2016 © Santiago Caruso – santiagocaruso.com.ar

En uno de los relatos menos desoladores del escritor Thomas Ligotti, al que mencioné hace poco en este blog, el protagonista imagina tres formas extremas de muerte que, si no me falla la memoria, son:

  • Las últimas horas de la tarde de un otoño perpetuo.
  • Un cuerpo congelado en la negrura, una noche perpetua de invierno.
  • Una sensación de picor eternamente prolongada.

De tener la ocasión de optar, no sé ustedes, pero yo elegiría cualquiera excepto la tercera. Nada peor que un terrible picor que lleve tus uñas y luego, cuando las has desgatado, tus dientes, a desgarrar la carne a jirones.

He regresado al asunto mientras paseaba, nada tranquilo, entre los paisajes de delirio supremo del artista argentino Santiago Caruso (1982). También en su obra hay un impulso negro, una constancia de gusano, un desamparo sin puerta de salida. Sus personajes parecen estar destinados a la última opción de la trilogía mortífera de Ligotti.

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Thomas Ligotti, un escritor de terror nihilista para envenenar el verano

Ilustración de CHris Mars usada en la cubierta de Ligotti publicada por Penguin © Chris Mars

Ilustración de Chris Mars usada en la cubierta de Ligotti publicada por Penguin © Chris Mars

Lecturas para cubrir el verano de extrañamiento y temblar por la evidencia de que la única lucidez es negra y el único futuro, pesimista. Dos píldoras iniciales:

  • Se ha descubierto el pastel: somos biorrobots copiadores de genes que viven a la intemperie en un planeta solitario en un universo físico frío y vacío.
  • Es mejor inmunizar tu consciencia contra cualquier pensamiento alarmante y horrendo para que todos podamos seguir conspirando con el fin de sobrevivir y reproducirnos como seres paradójicos: marionetas que pueden andar y hablar por sí solas…, juguetes humanos que mantienen mutuamente la ilusión de ser reales.

Lleve usted un libro de Thomas Ligotti en el equipaje vacacional. Logrará combatir la dictadura del optimismo. Incluso se inmunizará contra el cacareo.

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Libros que no existen pero que deberían existir

Una de las ediciones del "Necronomicón"

Una de las ediciones del «Necronomicón»

Una de las consultas que siguen recibiendo con regularidad los empleados de las 70 bibliotecas de la Universidad de Harvard  indaga si entre los 150 millones de objetos que guarda el complejo existe alguna copia de un libro titulado Necronomicón (en griego Nεκρονομικόv), una obra de saberes arcanos cuya lectura conduce a la muerte inevitable, acaso precedida de locura.

Los libreros, que en el fondo, según sospecho, desearían conducir a los curiosos a un ejemplar, suelen contestar con buena educación y humor alertando sobre el carácter ficticio de la obra, creada por el autor de cuentos y novelas H.P. Lovecraft y algunos de los escritores de su círculo de soñadores de entidades pretéritas que, de tan precisa que resulta la descripción que nos han legado, terminan pareciendo bichitos de fantaciencia japonesa para adornar estanterías de lofts hipsters: un pulpo montado en una estructura triangular, por ejemplo.

Lovecraft, un tipo de mandíbula saliente que temía a todas las mujeres con la excepción de sus tías maternas y flirteó con peligrosos confabuladores que pretendían establecer un Reich en los EE UU, atribuyó el Necronomicón al poeta loco yemení Abdul Alhazred, dató la obra en torno al año 700 antes de nuestra era y situó ejemplares en cinco bibliotecas, cuatro reales y una que debería serlo, la universitaria de Miskatonic en lo menos deseable ciudad imaginada de Arkham.

El Necronomicón ha sido emulado por varios autores. Algunos simulacros son muy tontos y otros son deliciosos, en especial el escrito en duriac. Hay cierta propensión a convertir la obra en parte del atrezzo de un concierto heavy o en un tratado biológico sobre pólipos.

A partir de la bella idea del libro dentro del libro, trazamos una relación, una sola de las muchas posibles, de obras literarias que no existen pero que deberían existir:

El libro de Holmes

El libro de Holmes

Manual práctico de apicultura, con algunas observaciones sobre la segregación de la reina (Sherlock Holmes, 1903-1904). Retirado a una humilde granja de Sussex, el exdetective Sherlock Holmes se dedica a la vagancia y, sobre todo, a la apicultura. Holmes es visitado por Watson antes del comienzo de uno de los postreros casos que investigará la pareja, El último saludo (Arthur Conan Doyle, 1917). Orgulloso de la «ociosa holganza» del campo, Holmes muestra a su amigo el manual que ha redactado sobre abejas y apicultura: «Lo he escrito yo solo. Contemple el fruto de noches de meditación y días laboriosos, en los que vigilé a las cuadrillas de pequeñas obreras como en otro tiempo había vigilado el mundo criminal de Londres».

 La dinámica de un asteroide (Profesor James Moriarty). Si Sherlock Holmes escribió sobre apicultura, su archienemigo, «el Napoleón del crimen«, es autor de un libro que, según el detective, «asciende a tan enrarecidas alturas de las matemáticas puras que no hay ningún periodista científico capaz de reseñarlo». En la saga de Conan Doyle también se le atribuyo al temible Profesor Moriarty un tratado sobre el binomio de Newton.

Teoría y Práctica del Colectivismo Oligárquico (Enmanuel Goldstein) «Estos tres superestados, en una combinación o en otra, están en guerra permanente y llevan así veinticinco años. Sin embargo, ya no es la guerra aquella lucha desesperada y aniquiladora que era en las primeras décadas del siglo XX. Es una lucha por objetivos limitados entre combatientes incapaces de destruirse unos a otros, sin una causa material para luchar y que no se hallan divididos por diferencias ideológicas claras», señala uno de los capítulos de esta obra —conocida también como El Libro—, citada por George Orwell en la novela 1984. El autor, Emmanuel Goldstein, es una antítesis del Gran Hermano, pero también podría tratarse de una creación de éste para dirigir el odio de los esclavizados habitantes del mundo distópico. El escritor ficticio es físicamente muy parecido a Trostky y tiene un nombre que remite a la anarquista lituana Emma Goldman. Los dos capítulos que aparecen desarrollados en la novela de Orwell se refierena la ignorancia como fuerza y la guerra como paz.

"Tlön, Uqbar, Orbis Tertius"

«Tlön, Uqbar, Orbis Tertius»

A First Encyclopaedia of Tlön. vol. XI. Hlaer to Jangr (autor desconocido).»También son distintos los libros. Los de ficción abarcan un solo argumento, con todas las permutaciones imaginables. Los de naturaleza filosófica invariablemente contienen la tesis y la antítesis, el riguroso pro y el contra de una doctrina. Un libro que no encierra su contralibro es considerado incompleto», propone este tomo sobre la civilización edificada por Jorge Luis Borges en el relato Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, basado en múltiples obras posibles por su cabal desatino. El cuento formó parte de Ficciones (1944), un compendio de libros ficticios. Una frase para no olvidar: «Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres».

La rosa ilimitada, La perfección ferroviaria y veinte libros más (Benno von Archimboldi). En 2666, la novela que escribió mientras se moría, el gran Roberto Bolaño desarrolla la figura de un escritor y el intrincado, tóxico y dulce placer del abismo. Benno von Archimboldi, un ladrón de identidades, es el centro de un enigma que se inicia en la Europa Central del nazismo y culmina en su espejo, Santa Teresa —como Bolaño bautiza a Ciudad Juárez (Méxixo)—, donde el campo de la muerte es el desierto y el holocausto se comete contra mujeres. En el millar de páginas del libro, la obra de Archimboldi, y su sombra esquiva, es investigada por cuatro filólogos fanáticos.

Ilustración de "Gargantúa y Pantagruel"

Ilustración de «Gargantúa y Pantagruel»

Decretum universitatis Parisiensis super gorgiasitate muliercularum ad placitumDe cagotis tollendis, y un montón de libros más igualmente sarcásticos y llenos de ventosidades (varios autores). François Rabelais construyó un complejo entramado bibliográfico para protegerse de las venganzas de la curia y justificar el humor escatológico, las burlas y las revelaciones escandalosas sobre el tamaño de los genitales de los sacerdotes. En Gargantúa y Pantagruel (1532-1564) inventó autores y libros con prolijidad. También atribuyó a autores reales, como Ignacio de Loyola, obras ficticias pero muy apropiadas: El dulce hedor de los españoles.

La langosta se ha posado (Hawthorne Abdensen). Dentro de la extraordinaria novela El hombre en el castillo (1962), del soñador contemporáneo Philip K. Dick, vive otra novela, La langosta se ha posado, en la cual el escritor Hawthorne Abdensen establece una historia alternativa distinta a la que sufren los protagonistas, de por sí distinta a la real: un mundo dominado por el Eje nazi-japonés, triunfante en la II Guerra Mundial. Alemania es dueña de buena parte del mundo, ha desecado el Mediterráneo para convertirlo en tierras de cultivo y ha matado a todos los negros de África. En la novela dentro de la novela es Inglaterra el país triunfante tras la contienda y se convierte, tras derrotar a los EE UU, en la gran superpotencia planetaria.

Quienes sientan curiosidad por los libros ficticios deben visitar el blog The Invisible Library (La biblioteca invisible), en inglés, donde hay una extensa relación de obras posibles, desde las docenas de ensayos sobre la práctica de la magia que J.K. Rowling ha enunciado en la serie de Harry Potter, hasta los maravillosos extravíos literarios imaginados por Vladimir Nabokov en casi todas sus novelas.

Cierro el paseo por estos jardines soñados con una cita del más memorioso de los escritores, Borges, por supuesto, quien en La Biblioteca de Babel supuso un lugar plagado de infinitos tomos en alguno de cuyos rincones «debe existir un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de todos los demás: algún bibliotecario lo ha recorrido y es análogo a un dios (…) No me parece inverosímil que en algún anaquel del universo haya un libro total; ruego a los dioses ignorados que un hombre —¡uno solo, aunque sea, hace miles de años!— lo haya examinado y leído. Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno. Que yo sea ultrajado y aniquilado, pero que en un instante, en un ser, Tu enorme Biblioteca se justifique».

Ánxel Grove

Los monstruos que viven en los papelitos amarillos

Personas pequeñas a las que no parece preocupar vivir a merced de unos monstruos gigantes. Microhistorias de una escena con trazos que apenas dejan un espacio vacío en el papel. John Kenn (Dinamarca, 1978) pilló lo primero que tenía a mano, unos pósit, para dibujar sus curiosos bichos. Las limitaciones de tamaño, textura o color no son un problema cuando tienes la necesidad imperiosa de contar algo.

John Kenn

John Kenn

Escribe y dirige shows de televisión para niños en su país natal, es padre de gemelos y dice no tener demasiado tiempo para nada.

Pero disponer siempre de un bloc de papelitos amarillos en su escritorio le permite «abrir la ventana a un mundo diferente».

En su blog los pone todos, como si fueran trofeos cazados al vuelo.

Son notitas que cuentan historias de barqueros rodeados por fantasmas, un monstruo de siete ojos observando escondido a un niño que coge setas en un monte, casas encantadas, castillos, bosques…

Algunos lo han comparado con Tim Burton,  con el truculento y exquisito dibujante Edward Gorey o con las criaturas de Maurice Sendak. Él menciona a  dos escritores: Stephen King -su mayor inspiración- seguido de H.P.Lovecraft.

John Kenn

John Kenn

En la oscuridad de los paisajes, las narices largas, las filas de dientes desordenados, los tentáculos y las babas hay, además de un claro aire infantil, un afán por despertar el miedo más primario, el que nos acecha de niños.

Todos tuvimos en nuestra infancia miedo a una imagen: un cuadro o un adorno ante el que no podíamos quedarnos a oscuras, de los que desviábamos la mirada. Hagan memoria. A mí me vienen a la mente la talla de un demonio en un armario estilo castellano y el souvenir horrendo de un trol noruego. Algunos de los monstruos de John Kenn me producen cierto desasosiego que me hace recordar lo que es tener miedo de los monstruos.

John Kenn

John Kenn

No ando desencaminada en mis sensaciones. Kenn confiesa que a veces se basa en pesadillas infantiles y se siente un poquito orgulloso de poder asustar a alguien, aunque sea por un segundo, sólo con un pósit. Por cierto, ya sé que la palabra castellanizada queda marciana, pero es así como figura en el diccionario de la Real Academia. Ya saben cómo se las gastan estos provocadores.

Helena Celdrán