Ni libre ni ocupado Ni libre ni ocupado

Elegido Mejor Blog 2006.Ya lo dijo Descartes: ¡Taxi!, luego existo...

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Taxis, hombres y viceversa

FOTO: Wikimedia

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Aquel usuario de mi taxi no era excesivamente guapo (labios de besugo, ojos como faros de un Mini Cooper, pelo lamido a izquierdas) pero hacía lo posible por potenciar su potencial. Primero, se notaba musculado, depilado hasta donde alcancé a ver, bronceado, e hidratado. Segundo, vestía a la última moda choni/cool (pantalones ceñidos y remangados verde pistacho, Nikes nuevecitas, camiseta blanca de pico y americana azul eléctrico, gafas de sol Feat. Pitbull y diamantes CR7 en ambos lóbulos). Tercero, se esforzaba en hablarme sosegado y educado, aunque se notaba que las buenas formas no eran su fuerte: «¿Podría usté llevarme a la calle Infantas, por favó?», pero al instante me demostró un lenguaje menos forzado, como si el BMW Serie 6 que pasó a nuestro lado descorchara de un golpe sus bajos instintos:

—¡Buá qué coche, chaval! Y mira qué llantazas calza. Yo acabaré pillándome uno, ¿que no? Me lo estoy currando un huevo.

—¿Ahorrando? —pregunté intrigado.

—Qué va. Estoy sin curro y aún vivo con mis viejos, pero me lo estoy currando muy en serio para entrar a saco en Mujeres, Hombres y Viceversa: mucho gimnasio, mucha dieta, cremitas para tener la piel chachi, buena ropa, subo selfis al tuiter para ganar fologuers, ya sabes…

—Pero la ropa, las cremas, el gimnasio… debe costarte un dineral.

—Por ahora me están ayudando mis viejos. Ojo: que no son ricos ni nada ¿eh? Son mazo humildes y tal. Vivimos en un piso cutre ahí donde me has cogido, en Aluche, pero les he prometido que pienso devolvérselo todo y comprarles una casa nueva cuando triunfe en la tele.

—Te veo convencido.

—Lo estoy, nano.

Lo de «nano», tratándose de un tipo de Aluche, me dejó roto, descompuesto, en blanco, sin nada más que decir. Y el opositor a tronista aprovechó el silencio para hacerse una tanda de selfies desde el asiento trasero de mi taxi.

Mientras tanto, un tal José María Eirín-López, a la sazón investigador en biología evolutiva (cuyo estudio para encontrar sustitutos naturales a los antibióticos fue destacado por la revista Nature como uno de los mayores logros de 2008) ha tenido que emigrar a EEUU por la falta de ayudas aquí, en nuestra peculiar España.

Carta de ruptura estándar

FOTO: @simpulso

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Ayer subió en mi taxi una histórica lectora de este blog. En realidad no tenía intención de coger un taxi, pero al salir del trabajo, andando en dirección al autobús de vuelta a casa, se fijó en el rótulo ‘nilibreniocupado’ del maletero de mi taxi y decidió montarse y hacer el trayecto conmigo. El caso es que hablando de todo un poco llegó a confesarme que estaba atravesando un mal momento con su novio, hasta el punto de haber tomado la firme decisión de romper cuanto antes con él. El caso es que no se atrevía a hacerlo en persona: se sentía indefensa a su lado, o más bien anulada, y sabía que haciéndolo cara a cara acabaría reculando y cediendo a su terreno. Había intentado escribirle una carta, pero que no conseguía dar con el punto y la rabia exacta que merecía. Por eso me pidió la echara una mano. Que escribiera yo una carta en su nombre a partir de los detalles que después, cervezas mediante, me acabó contando. Quiero decir que al final accedí a su petición. Accedí a cambio de que me dejara publicar la carta en este blog. «Hazlo», me dijo, «total, sé que Javi no lee blogs ni nada más allá de revistas de coches; el Marca, a lo sumo».

Por tanto, aquí la carta:

……………………………………………………….

Basta, Javi, basta, se acabó.

Ya no quiero ni puedo ni debo seguir con esto. Han sido dos años de mentiras, tú en tu mundo y yo agarrándome a ese mundo como una simple turista o peor: como una garrapata. Eres tan hermético y tan jodidamente egoísta que ahora incluso dudo de que llegaras a quererme de verdad, o al menos la décima parte de lo que yo te quise. Sí, hablo en pasado: te quise. Porque al fin he conseguido darle la vuelta a tu espejo y proyectar ese amor hacia mí misma. Al fin he conseguido verme como soy, como era antes de ti, y no como he intentado ser contigo: una madre y un cuerpo en exclusiva. Ahora sé que valgo más de lo que tú podrías pagar en siete vidas. Al principio, tonta de mí, pensaba que esa luz al final del túnel donde me metiste era la salida, la esperanza de que al fin cambiarías, pero no. La luz eran los focos de tu puto Seat León, que has mimado y querido más que a nada en este mundo. ¿Recuerdas el verano pasado que nos quedamos sin ir a Roquetas porque te fundiste el sueldo en unas llantas nuevas (a tu imagen y semejanza: de perfil bajo)? Pues no te preocupes, Javi. No seré yo quien se interponga entre vosotros. A partir de ahora, podrás follarte a tu León siempre que quieras.

Me dí cuenta tarde, ya lo ves, pero al menos mi ceguera tiene cura: la receta es perderte de vista. Así que chao, hasta nunca. Ah, y no me pases a buscar esta tarde para ir al concierto de Placebo. Pagué yo las entradas y tú no existes, así que iré con mi amiga Claudia.

Lo que sé de Israel

Hace tiempo viajé a Israel para dar una charla sobre blogs y literatura on line invitado por el Instituto Cervantes de Tel Aviv. Huelga decir que en los tres días que duró mi estancia me trataron fantástico, y que tuve la ocasión de hablar honestamente con israelís y judíos de todas las partes del mundo (argentinos, franceses, incluso rusos), así como con un buen número de españoles destinados a la Embajada y al Instituto en cuestión.

Por una parte, llamó mi atención que algunos de los españoles becados en la Embajada eligieran Tel Aviv como destino, movidos principalmente por su condición sexual (según me contaron, aproximadamente el 25% de los habitantes de Tel Aviv eran abiertamente gays). De hecho, lo normal era cruzarte con tipos musculados y embutidos en camisetas de tirantes paseando por su inmensa playa (muy al estilo de Miami), o en las terrazas, en extraño contraste con algún que otro judío ultraortodoxo de sombrero, traje negro y sendos rizos a ambos lados de la cara.

Llamó mi atención la sensación de seguridad que se vivía en la ciudad. Podías caminar a altas horas de la noche sin temor a que pasara nada. Llamó mi atención el altísimo nivel de vida que podía intuirse por la cantidad de hotelazos de cinco estrellas, casoplones particulares, cochazos y hasta taxis (muchos eran Mercedes de alta gama). Llamó mi atención el miedo de quienes no eran judíos hacia los servicios secretos del Mosad (me contaron historias terroríficas de personas que desaparecían, o eran encerradas y aisladas durante años, sin pruebas ni derecho a un abogado). Pensé que exageraban, pero cuando ya me disponía a abandonar Tel Aviv, yo mismo fui retenido e interrogado en el aeropuerto por una agente del Mosad. Viajaba solo, con mi barba de tres días, lo cual, supongo, levantó sus sospechas. Me cachearon de muy malos modos, abrieron con destornilladores las tripas de mi ordenador, y me interrogaron en una sala durante más de dos horas, mirándome a los ojos y gritando. De nada les sirvió mi carta firmada y sellada por la Embajada de España que explicaba los motivos de mi estancia, o el intento de mediación por parte de la persona de la Embajada que me acompañó al aeropuerto. Después de aquello me enteré que, en mi mismo vuelo a Madrid, se quedaron retenidos dos turistas españoles por el simple hechos de llevar en sus maletas un pañuelo palestino.

Ante semejante cúmulo de vejaciones (y el miedo y la impotencia que llegué a sufrir), y sintiéndolo mucho por la buena gente que había conocido allí, me juré no volver nunca a más a Israel.

Pero al judío de Israel le tranquiliza esto. El judío de Israel vive instalado en una especie de psicosis permanente alimentada por el propio Estado de Israel. Por ejemplo todos los Israelís, sin excepción, hombres y mujeres, están obligados a formarse militarmente durante dos años durísimos. De hecho, después de su «servicio militar», suelen concederse un año sabático para viajar por el mundo y «desintoxicarse de la salvaje instrucción militar» (palabras textuales de quien me lo contó). Era habitual ver a chavales jóvenes con fusiles de asalto por las calles de vuelta del cuartel, o incluso pequeños autobuses de línea conducidos por militares con la intención de preservar la seguridad de sus ocupantes.  También tienen prohibido cruzar y conocer la realidad de Gaza, a no ser que cuenten con pasaporte diplomático. Aunque es cierto también, yo lo viví, que son tremendamente críticos cuando les llegan noticias de la  la muerte de niños palestinos. Critican y les apena mucho la contundencia desmesurada de su propio ejército. Así que, por lo que pude ver, son mucho más humanos y sensibles los judíos de Israel que el Estado de Israel, es decir, sus dirigentes respaldados por las grandes potencias (EE.UU. principalmente). No confundamos esto.

¿Qué nos queda?

FOTO: Wikipedia

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Control de daños. Amar es lo opuesto a devolver el dolor cuando te sientes dolido. Sólo intentas repelerlo, crear una capa a prueba de bombas alrededor de ella. Pensar en construir y no quedarte anclado en las grietas que vivimos. Ahora muchas parejas discuten por culpa de una crisis que no han provocado. Escasea el trabajo, y el poco que queda apenas da para malvivir. Pero no hay derecho a filtrar la lluvia de fuera en la cueva de dentro. No podemos permitir que los impagos cuarteen los labios que besan, o enfríen los brazos dispuestos al abrigo. Sólo los cuerpos emiten el calor que importa, no olvides esto. Es el único calor que se queda en la memoria. Y el resto, el frío de quienes ganan dinero inyectando frío, es temporal, aunque dure mucho tiempo y desespere. Puede parecer que las paredes que separan el amor de la intemperie cada vez sean más finas, y se acabe colando ruido en la paz que soñaste. Pero hay hojas y ramas y musgo para fortalecer el muro. Y no hay tormenta eterna si el refugio es bueno. También podemos ocupar la casa de ese hijoputa que nos echó de casa, o dormir en el taxi (hablo, por ahora, en sentido figurado, pero hay que estar atentos, al acecho). Y lo más importante: tenemos talento y nos tenemos. Y siempre podemos mudarnos a un país sin wifi, no lo descartes. Pero juntos. Pase lo que pase, siempre juntos. Porque sin ti, sin mí contigo, sin tu vaso a la mitad llenando la mitad del mío, ¿qué nos queda?

¿Qué es tenerlo TODO en la vida?

Y surcando en mi taxi los túneles de El Pardo el hombre prosiguió:

-Podría decir que lo he conseguido todo en la vida.

-Me alegro mucho por usted-dije.

-No fue fácil.

-Por cierto, ¿qué significa TODO?

-Ya sabes, éxito profesional, una buena casa, un buen coche, dos hijos estupendos…

-¿Por ese orden?

-Salud. Es importante la salud. Me machaco en el gimnasio e intento comer sano. Disciplina, ya sabes.

-¿Está casado? -pregunté.

-Divorciado. Pero me llevo muy bien con mi ex. Y vive cerca, eso es un lujo. Nos arreglamos sin problema con los niños.

-¿Sin problema?

-Quince días ella, y quince días no.

-Pero ya no viven todos juntos…

-Bah, mejor eso que tener dos padres o dos madres, ¿no crees? Imagina unos niños criados por dos maricones. Yo no sé qué clase de niños podrían salirte de ahí. Degenerados, sin duda. Qué ascazo. Deberían prohibirlo.

-¿De veras?

-Por cierto, este fin de semana es la fiesta esa de los maricones, ¿verdad? Esa que salen medio en pelotas con carrozas… como monos de feria. Tenía previsto salir el sábado al centro, pero mira, mejor me quedo en casa. No vaya a ser que me contagien algo raro.

-¿Y dice usted que lo tiene todo?

-¿Perdón?

-¿También incluye el «odio» en su arsenal de virtudes?

-No me digas que estás a favor de los maricones.

-¿A favor? ¿Acaso uno puede estar en contra del azar?

-Qué azar ni qué hostias. Vicio. Son viciosos. Le dan atodo. Y por suerte, gracias a dios, que tiene cura. ¿Conoces a Richard Cohen? Ahí está el ejemplo. El otro día en Intereconomía el mismo Cohen explicó cómo consiguió curarse. Te recomiendo que leas sus libros Coming out Straight,Understanding and Healing Homosexuality, donde explica que la homosexualidad viene dada por una infancia problemática, y cómo se curó gracias a la Iglesia de la Unificación que, por cierto, tiene sede en Madrid, en la calle Gómez Ulla. Así que SÍ SE PUEDE.

(Silencio)

Perdido en Ibiza

FOTO: Wikipedia

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Aquel verano en Ibiza sólo pretendía emborracharme y destruirme lento y buscar algún bar donde pincharan Ashes to Ashes de Bowie. Buscaba encontrarlo y quedarme en ese bar hasta el solsticio de invierno (o quedarme sin blanca; lo que antes llegara). Monté mi taxi en el ferry, vía Denia, y dormía en el taxi y me colaba en las duchas de los hoteles. A veces los turistas confundían mi taxi con los taxis de Ibiza e intentaban pararme en el parking del Space, o en Pachá, o en Es Paradis, o en el puerto deportivo, o en el tanatorio de San Rafael. Una noche en Cala Conta follé con una danesa de pechos dorados que no sabía pronunciar mi nombre. Recuerdo eso. Y también haber llorado entre unas rocas de Cala Gracio. Y canté More Than This en un karaoke imitando los gestos de Scarlett Johansson. Y compartí un porro con una vieja actriz porno retirada y reconvertida al budismo. Y recibí un botellazo de un taxista en el West de San Antonio (cinco puntos en la frente). Y me enamoré vagamente de una hippie de ojos verdes que vendía pulseras en Santa Eulalia. Y nadé desnudo en la piscina de un chalet inmenso y vacío hasta que vino la policía. Y le di un abrazo a un cura castrense durante diez segundos. Y apenas escribí nada más que frases inconexas en servilletas con la única intención de llamar la atención de las camareras. Servilletas que luego lanzaba al mar, o enterraba en las dunas, o simplemente perdía. También perdí el DNI en el baño de un antro gay, o en un cuarto oscuro, no recuerdo. Y nunca me he sentido más solo que en aquel verano. Y nunca me he visto más cercano al abismo o la locura incómoda.

Por eso ahora, cuando algunos critican mi actual estilo de vida, ahora que tengo mujer y voy a ser padre, ahora que bebo con límite y follo con amor y anoto los plazos de Hacienda, no es por haber madurado ni por culpa de la edad. Sino que simplemente no echo nada de menos aquello. No fui más feliz que ahora o tal vez, de haber seguido, conociendo mis tendencias al exceso y lo prohibido, ahora estaría muerto. Y apenas nadie me habría echado en falta.

Los idiotas sirven para equilibrar el cosmos

FOTO: Windell Oskay

FOTO: Windell Oskay

Tiempo. Para eso sirve el dinero realmente: para comprar tiempo. ¿Sabes en qué se diferencian los mediocres? Los mediocres no buscan ganar tiempo, sino matarlo. Gastan su dinero en mierdas que sólo sirven para no aburrirse. Configurar los menús de su nueva tele curva, descargar en su iPhone Apps de pago aunque no las usen, o se cansen rápido. Los trece segundos que tarda en plegarse la capota del deportivo sólo son lentos cuando llueve mucho. Tratamiento capilar en la peluquería: media hora. Hay que esperar a que la vitamina D penetre en el cabello y revitalice las escamas muertas. Pasar las páginas del ¡HOLA! y detenerse en un amplio reportaje en exclusiva de los modistos favoritos de Letizia. Leer cada pie de foto con cara de catedrático.

Por cierto, un inciso: el otro día acabé hablando de moda, nuevas tendencias y Cool Hunters con una usuaria de mi taxi y al final del trayecto, por sorpresa, la mujer me preguntó: «Disculpe la indiscreción, ¿pero es usted gay?». Yo, por probar, dije que sí, y al instante me dijo que no tenía nada en contra de los gais, (de hecho, muchos de sus amigos eran negros),  y sin embargo me tendió un billete de diez sujetándolo por la punta con dos deditos, como tratando de evitar tocarme, y al ir a darle el cambio me dijo que no no no, que para mí (para tampax, le faltó decirme) aunque se quedara mirando esos 1,5 euros de mi mano con cierta rabia. Y luego, además, cerró la puerta flojito, como solidarizándose con mi sensibilidad.

Hay gente gilipollas por el mundo. Desconozco si mucha o poca (no hay datos concluyentes al respecto, y el CIS está a otras cosas). Pero el tiempo es oro, y la experiencia me dice que no merece la pena perderlo tratando de razonar con ellos. Por una parte, porque intentarlo sería como querer saltar cada vez más alto sobre una cama de pinchos oxidados. Y por otra, porque tiene que haber de todo para compensar el cosmos.

Imagina un mundo totalmente lúcido y cabal. Imagina un zoo con una sola especie.

Puta vida

FOTOGRAMA: Jodie Foster en Taxi Driver

FOTOGRAMA: Jodie Foster en Taxi Driver

Larysa es puta. Vino de Ucrania engañada por un falso agente de modelos y ahora curra a comisión para saldar su deuda con la misma mafia que la trajo. Tiene los ojos azules No Frost, cuerpo y piel de Barbie, y reconoce que jamás besa en la boca a sus clientes. Ejerce en Sor Ángela de la Cruz, cerca del Bernabeu, de lunes a domingo, de diez de la noche a seis de la mañana, junto con otras ocho o nueve chicas. Tomó mi taxi porque venía la policía directa hacia ella y justo yo pasaba por ahí. Así que levantó el brazo como si estuviera esperando un taxi. Nada más subirse la patrulla paró a mi lado y uno de los Nacionales me preguntó que a dónde iba. Yo dije que al centro, y se marcharon. Larysa me dio las gracias y me pidió dar vueltas a la manzana hasta que la poli se esfumara.

-¿Cuánto costará taxi? -me preguntó.

-Depende de las vueltas que demos.

-Ay, no… Y en lugar de pagarte taxi, ¿prefieres mamada?

-No, esto… Ya vengo mamado de casa.

-Vaya. Entonces para aquí. Vuelvo andando.

-No, espera. Hagamos algo.

-¿Paja? ¿Te enseño pechos? ¿Mirar cómo me toco?

-Tentador, pero no. Cuéntame algo.

-¿Qué?

-Respóndeme a una pregunta.

-Di.

-Cuando estás chupando o follando con el típico tío asqueroso y borracho, ¿en qué piensas?

-En acabar rápido. Y en mi hija. Tengo hija en Ucrania de cuatro años.

-¿Te has enamorado alguna vez de algún cliente?

-Vale. Pregunto yo a ti. Si compras frigorífico, ¿te has enamorado alguna vez de frigorífico?

-Pero un frigorífico no es una persona.

-Y cliente cuando folla con dinero tampoco persona. Solo es cliente y yo frigorífico. Abrir piernas y abrir puerta de frigorífico es misma cosa.

-¿No has pensado nunca en volver de nuevo a Ucrania?

-Si me escapo, amenazan matar a mi hija.

-Quiénes.

-No voy a decirte esta cosa.

-¿Y denunciarlos?

-¿Naciste ayer o qué te pasa?

-Disculpa. Tienes razón.

-Gracias a dios soy guapa y tengo cuerpo bonito. Pienso en esta cosa. Tengo más clientes que chicas feas. Aquí, aquí. Para aquí.

-Ok. Vete. Estamos en paz. No me des nada. -dije parando el taxímetro.

-¿En serio no quieres mamada?

-Ni en un millón de años.

-Gracias, guapo.

Y se marchó calle arriba, subiéndose la falda a cada paso.

El amor y otras drogas

FOTO: r2hox

FOTO: r2hox

Su situación era extrema, como si el suelo no fuera suficiente para tocar fondo y se empeñara en cavar un hoyo cada vez más profundo. Drogas, por supuesto. Mala salud. Y más drogas para olvidar la mala salud provocada por las drogas. Y la consiguiente ruina económica. Y una espiral de trapicheo para salir del paso. Y el peso de la ley soplándole la nuca. Un par de años más, llegó a pensar, y con suerte acabaría muerto.

Pero en esto apareció la chica. Fue un día de mono de tantos, caminando como un zombi hacia el poblado. Verónica era voluntaria en el bus que expendía metadona. Estaba en la puerta del metabús, atendiendo a la fila de yonkis en proceso de rehabilitación. Nunca antes se había fijado en ella, pero esta vez sí. Le pareció un ángel emergido en medio del infierno y, sin pensarlo siquiera, en lugar de ir a pillar donde siempre y como siempre, se puso a la cola. Al llegar su turno, Vero le apuntó en el programa y le tendió la metadona mirándole a los ojos. Hacía años que nadie le miraba directamente a los ojos. Y entonces él se enamoró de ella. Y acabó acudiendo al metabus cada ocho horas: más por ver a Vero, por cruzar un par de frases y notar la calidez de su mirada y el suave tacto de sus guantes de látex al tenderle la dosis, que por salir del mundo de drogas. De hecho, en un principìo siguió alternando metadona y heroína hasta que al fin cayó en la cuenta de que su única heroína era Verónica, y su auténtico mono las ganas de verla. Entonces comprendió que la única manera de acercarse a ella era salir de las drogas y apuntarse después de voluntario. Tal vez, con un poco de suerte, podría acabar trabajando con ella de igual a igual, codo con codo, en calidad de extoxicómano, aconsejando a los adictos. Así que un buen día decidió dejar las drogas de forma radical. En las semanas que duró el proceso sufrió un mono indescriptible, pero sus temblores y sus vómitos tenían un motivo: Verónica. Nunca antes se había visto un enamoramiento más doloroso que el sufrido en las entrañas de aquel hombre.

Y al final lo consiguió. Consiguió desengancharse y acudir completamente limpio al poblado en busca de Verónica. Y en cuanto quedaron un momento a solas, confesó su amor por ella. Ella, al escucharle, se quedó petrificada. No sentía lo mismo, pero por miedo a que el hombre recayera, le dio cierta esperanza: «Conozcámonos mejor», le dijo.

Ahora Verónica no sabía qué hacer. Me contó esto en mi taxi, totalmente abatida. Noté sin embargo cierta contradicción en sus palabras. Por una parte, era evidente su falta de atracción hacia ese hombre. Por otra, me acabó confesando que nunca nadie había hecho antes algo así por ella. Y no le faltaba razón.

Yo, por mi parte, no pude ni supe darle ningún consejo. ¿Qué decir..?

Me multaron por huir del medievo

(JORGE PARÍS)

(JORGE PARÍS)

Hoy, literal, huí de Madrid en mi taxi dirección Valencia y a medida que me alejaba, fui notando una especie de salto en el tiempo: del medievo instalado en las calles del centro de la capital, al presente de mi vida y de mi entorno. Dejé atrás hordas de súbditos moviendo banderitas patrocinadas al paso de un monarca en blanco y negro, custodiado por señores sumisos con armas (de esas que sirven para matar seres humanos), y francotiradores en los tejados (por si alguien osaba no estar conforme). De hecho, oí en la radio que acabaron arrestando a un buen puñado por el simple hecho de gritar que Viva la República.

También escuché el discurso del monarca en cuestión y su alegato en favor de la «modernidad» y «los derechos de las mujeres», y lo hizo además delante de una de sus dos hermanas mayores (la imputada no, la otra), relegadas ambas al cargo de infanta, la cual no se acabó descojonando de la risa porque lo prohibía el protocolo. Mientras tanto, fans a pie de calle daban sus razones en favor del monarca: «Es muy guapo», decía una chica más joven que yo. «Su padre lo puso Franco pero éste, en fin, se le ve muy formal» dijo otra. Y en el besamanos, la Casa Real había elegido a representantes de esa España suya: Dos mil y pico, nada menos. Por protocolo, primero se arrodilló ante Felipe el Presidente del Gobierno y los ministros, después los presidentes de comunidades autónomas y diputaciones, en tercer lugar banqueros y grandes empresarios, y en cuarto Pau Gasol. No acudió, sin embargo, ningún «representante» de los más de cinco millones de parados, ni un solo desahuciado de su casa, ni un sin papeles de los miles que siguen jugándose la vida, o ni un mísero padre de entre esos dos millones y medio de niños que sufren malnutrición infantil. Se les traspapeló la invitación, supongo, o no tenían dirección donde mandarla.

 El caso es que en el kilómetro ciento y pico de mi huida, saltó el flash de un radar. Supongo, en fin, que huí demasiado deprisa. En unos días me llegará la multa. Ya os contaré la cuantía.