Archivo de mayo, 2021

¿Por qué tienen tos los niños?

niño médico

Fuente: GTRES

Creo que no me equivoco si digo que todas las personas que hay en el mundo han tenido tos alguna vez. Y si no la han tendido todavía, estoy convencido de que toserán en algún momento a lo largo de su vida. Al fin y al cabo, la tos es un mecanismo fisiológico del que está dotado el cuerpo humano para aclarar las secreciones respiratorias, de tal forma que no nos convirtamos en un saco lleno de moco del que no nos podemos desprender.

Además, la infancia es la época de la vida en la que más infecciones respiratorias se producen, por lo que es habitual ver que un niño tose de manera frecuente mientras le asoman por la nariz un par de mocos transparentes, incluso aunque no tenga fiebre.

¿Pero, desde el punto de vista médico, qué significa la tos? ¿Cuáles son los mecanismo últimos por los que se produce? ¿Podemos sacar alguna conclusión acerca de qué le pasa al niño si la tos es seca o es productiva? ¿Existe algún tratamiento realmente eficaz para que los niños tosan menos? En este post encontraréis respuesta a todas estas cuestiones.

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La bronquiolitis ha vuelto

Moco

Fuente: Pixabay

Cuando te dedicas a la pediatría sabes que durante los meses fríos del año las consultas de los centros de salud y las salas de espera de las urgencias del hospital se ven ocupadas por niños de corta edad a los que les cuesta respirar, muchos de los cuales acabarán ingresando en el hospital para administrarles oxígeno. Durante esos meses ocurre la epidemia de bronquiolitis, una enfermedad provocada por el virus respiratorio sincitial (VRS), la cual tensiona hasta el límite la capacidad asistencial de los sistemas de salud infantiles; de hecho, la bronquiolitis es el motivo de ingreso más frecuente en pediatría.

Sin embargo, durante la temporada 2020-2021 parecía que el VRS se hubiera tomado unas vacaciones, al menos hasta hace unas pocas semanas. Esto de que no hayamos visto bronquiolitis durante los últimos meses es una constante que se ha repetido no solo en España, sino en todo el mundo. Pero es que el invierno 2020-2021 ha sido diferente, ya que desde marzo de 2020 nos encontramos en situación de pandemia por la COVID-19, y con ella se han implementado una serie de medidas para disminuir el contagio de esta enfermedad que también son efectivas para el resto de las infecciones respiratorias (distancia social, higiene de manos frecuente, uso de mascarillas…).

Fijaos si han sido efectivas que, tras el inicio del curso escolar y hasta unas semanas después de las navidades, los episodios de infecciones respiratorias (los típicos catarros) han sido anecdóticos comparados con otras temporadas, incluso este año no ha habido epidemia de gripe (otro virus que pone en jaque al sistema sanitario todos los años). Es como si el verano, época del año en la que no circulan tantos virus respiratorios y en la que los niños suelen encontrarse sanos como robles, se hubiera prolongado durante varias estaciones.

Como os decía, hasta marzo-abril de 2021 la incidencia de infecciones respiratorias ha sido mucho menor que los años pasados, pero desde hace varias semanas estos cuadros están en aumento, y entre ellos la bronquiolitis provocada por el VRS no podía faltar a su cita anual, aunque con retraso. Esta situación ya nos la habían anticipado nuestros colegas que viven en las antípodas, ya que en Australia fueron los primeros en comprobar que tras el inicio de la COVID-19, la epidemia de VRS se desplazaba a la primavera del año siguiente, momento en el que habitualmente ya no hay casos de bronquiolitis provocados por el VRS y empezamos a salir del túnel en el que se ve inmersa la asistencia sanitaria en pediatría cada invierno.

Durante las siguientes semanas es muy probable que los casos de bronquiolitis sigan aumentando, aunque no creo que el número de casos llegue al extremo de un invierno habitual. Mientras tanto, merece la pena hacer un pequeño repaso de en qué consiste esta enfermedad y su tratamiento.

¿Qué es la bronquiolitis?

La definición clásica de bronquiolitis hace referencia al ‘primer episodio de sibilancias y dificultad respiratoria en un niño menor de 2 años en el contexto de una infección viral’.

Esta definición contiene una serie de conceptos que son muy importantes:

  • Hace referencia al ‘primer episodio’. Por tanto, bronquiolitis solo se puede tener una vez en la vida. Los siguientes episodios en los que se auscultan sibilancias, aunque muy similares a una bronquiolitis, por definición no se pueden llamar así, por lo que deberíamos emplear otro término, en general bronquitis o broncoespasmo.
  • Se trata de menores de 2 años. Por tanto, las bronquiolitis son una enfermedad de niño pequeño. De hecho son más frecuentes por debajo del año de vida, sobre todo en los menores de 6 meses.
  • Aparecen en el contexto de una infección viral. Y aquí el VRS es el rey, ya que provoca el 80-90% de los cuadros de bronquiolitis.

El VRS es un virus que se transmite por gotitas, es decir, por contacto directo con las secreciones de un paciente infectado o cuando inhalamos las gotitas que salen de nuestra boca o nariz cuando hablamos, tosemos o estornudamos. Estas gotitas se quedan en suspensión en el ambiente unos pocos segundos, a diferencia de los aerosoles de los que todos habréis odio hablar en los últimos meses debido a que es la forma de transmisión más frecuente del SARS-COV-2, responsable de la enfermedad COVID-19.

Por tanto, la forma de prevenir el virus que más frecuentemente provoca la bronquiolitis es muy sencilla: lavado de manos frecuente y empleo de mascarilla en el caso de que estés acatarrado (este virus en niños mayores y adultos suele provocar solo catarros), además de evitar que los niños con cuadros respiratorios importantes acudan a la escuela infantil o al colegio.

¿Qué síntomas provoca la bronquiolitis?

El cuadro clínico de bronquiolitis es siempre muy similar. En primer lugar, el VRS coloniza la vía respiratoria superior, lo que da lugar a un cuadro catarral, en general con tos y mocos. Durante estos primeros días suele aparecer también fiebre.

Al cabo de dos o tres días, el virus avanza por la vía respiratoria y llega hasta los pulmones, en donde provoca inflamación en los bronquiolos que se acompaña de un aumento de las secreciones a dicho nivel. Esto provoca que cuando el niño coge aire le cueste respirar en mayor o menor medida y en la exploración física detectemos sibilancias en la auscultación.

Dependiendo de la gravedad del episodio, estos síntomas podrán ser tratados de forma ambulatoria o requerirán ingreso hospitalario, esto último mucho más frecuente en los niños por debajo de los tres meses de vida y con antecedentes personales importantes, como la prematuridad o las cardiopatías congénitas.

Si todo va bien, la parte más aguda de la enfermedad tiene una duración de unos siete días, para mejorar después poco a poco. De hecho, es muy frecuente que tras un episodio de bronquiolitis, estos niños arrastren una tos durante varias semanas.

¿Cuál es el tratamiento de la bronquiolitis?

Por desgracia, no existe ningún ensayo clínico que haya demostrado que existe un tratamiento farmacológico eficaz para la bronquiolitis, más allá del tratamiento sintomático de soporte.

Sé que muchos os estaréis llevando ahora las manos a la cabeza porque seguro que en alguna ocasión os han indicado para esta enfermedad salbutamol inhalado, aerosoles o corticoides vía oral. Como decía, no hay ningún estudio que haya demostrado que sean eficaces para tratar a estos niños, aunque a día de hoy todavía hay muchos pediatras que los emplean porque antiguamente era el tratamiento estándar.

A día de hoy, las guías clínicas sobre bronquiolitis recomiendan que el tratamiento de la bronquiolitis se limite a un tratamiento sintomático:

  • Lavados nasales cuando tienen la nariz taponada.
  • Posición semiincorporada cuando están tumbados.
  • Tomas fraccionadas (más frecuentes, pero de menor cantidad).
  • Antitérmicos si hay fiebre o malestar.

En el caso de que estas mediadas de soporte no funcionen o el cuadro respiratorio progrese hasta provocar dificultad respiratoria, el ingreso hospitalario está asegurado, así que no dudéis en acudir a urgencias o a vuestro pediatra si el niño presenta mal estado general, deja de comer o presenta dificultad respiratoria (respira muy deprisa, marca las costillas al respirar…). En estos casos suele ser suficiente con la administración de oxígeno, aunque en algunos casos se requiere el ingreso en UCIP para su tratamiento.

Una reflexión final

He comenzado este texto hablando de lo raro que ha sido que el invierno pasado no viéramos cuadros de bronquiolitis. De hecho, muchos ya cantábamos victoria como si nos hubiésemos librado, al menos por un año, de esta epidemia. Desconozco si el aumento de casos que estamos viviendo ahora continuará hasta alcanzar un pico epidémico tan alto como el de cada invierno o se quedará en una epidemia de menor envergadura. Lo que está claro es que el VRS está entre nosotros.

Es difícil encontrar una explicación a por qué los casos de VRS se han desplazado al final de la primavera, sobre todo si tenemos en cuenta que las medidas higiénicas que nos protegen contra la COVID-19 siguen vigentes y que tan bien han funcionado contra las demás infecciones respiratorias al inicio del curso escolar, incluida la bronquiolitis provocada por VRS.

Quiero pensar que este aumento de casos no se debe a la relajación de estas medidas por parte de los padres en los más pequeños de la casa y que siguen (seguimos) siendo responsables a la hora de no llevar al colegio a nuestros hijos cuando están con fiebre o con un cuadro respiratorio importante, por mucho que se haya realizado un test de antígeno o una PCR para descartar que esa sintomatología la pudiera estar provocando el coronavirus.

Como padres, somos responsables de no llevar enfermos a nuestros hijos al colegio o la escuela infantil, en primer lugar porque no es el lugar más adecuado mientras un niño se encuentra mal, pero también porque no es solidario con el resto de los compañeros de su clase. Si lo seguimos haciendo igual de bien como en los últimos meses, estoy seguro de que los casos de VRS (y de otras infecciones respiratorias) disminuirán y llegaremos al verano libres de mocos.


Fuente: Dos Pediatras en Casa G.O

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¿Por qué es tan importante el hierro en la alimentación de los niños?

Hierro sartén

Fuente: Pixaby

El déficit de hierro, conocido como ferropenia, se trata de la carencia de origen nutricional más frecuente en la población mundial, la cual afecta fundamentalmente a los niños menores de 5 años de edad. Este es sin duda uno de los caballos de batalla de los pediatras y de los padres, ya que ese déficit de hierro depende mucho de la alimentación que reciben los niños, llegando a afectar al 3% de todos los niños.

En este post os explicamos qué es la anemia y la ferropenia y qué podemos hacer para prevenirlas.

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Ojalá no hubiera existido el primo cachas que tomaba zumos

Zumo

Fuente: Pixabay

Para entender lo que van a leer a continuación debemos hacer primero un viaje en el tiempo. Un viaje que nos sitúa a principio de los años 80 del siglo pasado. Una época marcada por el cambio y la apertura de la sociedad española al ritmo de la música de la movida madrileña y eventos como el Mundial de Fútbol de 1982, el cual se jugaba en nuestro país y que tenía por mascota a una graciosa fruta como emblema nacional: Naranjito. Sin embargo, en esa década sucedió algo que sigue grabado a fuego en el cerebro de muchos padres y madres que tenían hijos por aquella época y que se podría resumir en esta frase: si quieres que tu descendencia crezca sana y fuerte, lo mejor que puedes hacer es darle zumo de frutas.

Y es que en el año 1986 salía al mercado una línea nueva de productos: zumos procedentes de fruta 100% exprimida que se pasteurizaba para luego envasarse en unos modernos tetrabrick y así aumentar su tiempo de conservación. Creo que no es necesario recordarles que la imagen de la campaña de marketing de dichos productos era un chavalote alto y fornido que sujetaba en sus manos un ejemplar de dicho zumo y que parecía que lo bebía a todas horas. Lo que viene siendo un Popeye, pero con zumo en vez de espinacas. Ese adolescente era representado en los anuncios como el primo alto y fuerte de un niño más joven que él.

Hay que reconocer que la campaña de marketing asociada a este producto es magnífica. En 30 segundos de anuncio vemos como un niño delgaducho esta recibiendo las burlas de un niño más grande que él; burlas de las que se defiende diciendo que va a avisar a su primo, un primo que bebía zumo (‘pero mucho, mucho…’). A continuación se suceden los eslóganes típicos de este tipo de campañas publicitarias ‘…bebe fruta, bebe energía, puro zumo de frutas con toda la energía del sol…’, acompañadas de imágenes de frutas (naranjas y piñas). Después de que esas palabras se hayan instalado en nuestra cabeza, aparece el primo adolescente marcando músculo y con un tetabrick en la mano de la mencionada marca, lo que provoca que el niño abusador se achante y se vaya.

En esos 30 segundos de anuncio nos cuelan la idea de que tomar zumo es muy saludable y que conseguir que pasemos de ser un niño delgaducho y bajito a un adolescente cachas y guapetón que mide dos metros es cuestión de meterte unos cuantos zumos entre pecho y espalda. No quiero que piensen que esta campaña de marketing fue una iniciativa individual de esta marca, ya que mensajes publicitarios similares fueron lanzados a la sociedad desde otras marcas tanto, nacionales como internacionales.

Ahora, treinta y cinco años después, me aventuro a decir que esta campaña de marketing resultaría imposible que viera la luz. Sin embargo, los efectos de la campaña original, la de 1986, perduran hasta nuestros días. Los padres y las madres de aquella época, que a buen seguro son ahora abuelos y abuelas, siguen pensando que beber zumo (‘pero mucho, mucho…’) es saludable, como si fuera lo mismo que zamparse una naranja a bocados. De hecho, muchos de los que ahora son padres, y que eran niños en aquella época, piensan exactamente lo mismo.

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Legumbres y niños: todo lo que tienes que saber

Legumbres

Fuente: Pixabay

La alimentación infantil es una de las cosas que más quebraderos de cabeza provoca a los padres y las madres, sobre todo a partir de los seis meses de vida, momento en el que toca empezar a probar otras cosas distintas a la leche. Durante la alimentación complementaria, ese período de la vida en el que la leche sigue teniendo un papel muy importante, sin prisa pero sin pausa, se van incorporando los diferentes alimentos a la dieta de los niños, y entre todos los nutrientes nuevos las proteínas juegan un papel importante. Al llegar a los doce meses la leche deja de ser el alimento principal de la dieta del bebé, por lo que queda relegado a un papel complementario como fuente de nutrientes en la alimentación, y va a compartir dicho papel con otros alimentos dentro de lo que debería ser una alimentación sana y variada.

No nos equivocamos si decimos que la carne (pollo, ternera, pescado…) y el huevo son los alimentos en los que más piensa la gente cuando les preguntas por una fuente de proteínas para la dieta de sus hijos. En general, estos alimentos se incorporan pronto a la dieta de los niños durante esos meses que dura la alimentación complementaria, pero ¿y las legumbres? Mucha gente las relega a un segundo plano y tarda en introducirlas, a pesar de ser una excelente fuente de proteínas con la peculiaridad de que, al ser de origen vegetal, son muy saludables.

En este post os contamos los aspectos más importantes que debéis conocer sobre las legumbres y la dieta de los niños.

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