4 cosas que a los pediatras no nos preocupan de la fiebre

Fuente: Pexels

La fiebre es sin duda alguna el síntoma que más preocupación genera a los padres y madres con hijos pequeños. Todos los días, en todo el mundo, en todas los servicios de pediatría, este síntoma es el motivo de consulta más frecuente.

En muchas ocasiones esa fiebre va acompañada de otros síntomas, como los mocos y la tos de los catarros o la diarrea y los vómitos de una gastroenteritis, pero en otras tantas, la fiebre suele ser lo único que le pasa al niño.

En realidad, una gran mayoría de esas consultas al pediatra son porque los padres están preocupados por la fiebre de sus hijos, amenudo porque piensan que les puede pasar algo malo.

Y aunque existen enfermedades graves que pueden provocar fiebre, en la inmensa mayoría de las ocasiones que un niño está malo es debido a que tiene una infección por un virus que se curará sola con unos cuidados básicos y un poco de paciencia.

Para reforzar esta idea, hemos decido escribir un post en el que os contamos cuatro cosas que como pediatras no nos preocupan de la fiebre, pero que sin embargo generan muchas visitas al médico.

La fiebre alta

Cuando un niño se contagia de una infección, su sistema inmunológico reacciona contra el microorganismo con el que ha entrado en contacto.

Parte de esa reacción inmunológica de defensa consiste en que los leucocitos segregan una serie de moléculas que actúan contra los microbios o sirven como señal para que otras células acudan al lugar de la infección. Estas moléculas llevan por nombre citoquinas y muchas de ellas actúan a nivel del termostato corporal haciendo que se eleve la temperatura. Esto, a la postre, se ve reflejado en que al niño le suba la fiebre.

Sin embargo, y a diferencia de lo que piensan muchas familias, que la fiebre sea alta (o incluso muy alta) no es un reflejo de que la infección subyacente sea más grave. De hecho, como nos gusta decir en la consulta, hay infecciones muy graves que solo elevan la temperatura unas pocas décimas y otras de carácter leve que hacen que el termómetro marque 40ºC o más.

Por otro lado, muchas gente piensa que la fiebre «alta» (lo ponemos entre comillas porque, ¿a qué llamamos alta?, al memos en pediatría ese concepto no existe) es sinónimo de que el niño necesita antibiótico y, de nuevo, esto es un error. Como hemos explicado, la fiebre es un reflejo de que el sistema inmunológico se está defendiendo de una infección, pero que la fiebre se más o menos alta a los pediatras no nos da más información para acabar pautando un antibiótico. Esta decisión estará motivada por el resto de síntomas que acompañan a la fiebre y la exploración del niño. Todo en conjunto nos hará sospechar (o no) una infección bacteriana que son las únicas que requieren antibiótico.

En resumen, la fiebre alta no es un síntoma que a los pediatras nos preocupe. Lo que está claro es que la fiebre puede causar incomodidad en mayor o menor grado, pero que un niño se encuentre con malestar cuando le sube la fiebre o que no quiera comer o que solo quiera brazos de sus papás no es algo excepcional, de hecho es algo que vemos con mucha frecuencia.

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La fiebre que no baja

Otro de los motivos por los que acuden los padres a la consulta del pediatra es porque en el contexto de un cuadro febril le han administrado un antitérmico a su hijo y la fiebre no ha bajado lo que ellos consideran suficiente.

Es cierto que estas medicinas, como el paracetamol o el ibuprofeno, están dentro del grupo de los antitérmicos, por lo que con ese nombre lo que cabría esperar es que la fiebre bajara. Sin embargo, esto no es del todo cierto .

Si somos muy estrictos, la fiebre no es imprescindible tratarla. Con esto queremos decir que si durante los días que dura una infección que provoca fiebre no damos un antitérmico a nuestro hijo, el cuadro clínico tendrá la misma evolución que si se lo hubiéramos dado. Y entonces, ¿por qué tratamos la fiebre? Pues porque es molesta. A nadie le gusta estar con 39ºC, medio tiritando en el sofá y con dolor de cuerpo.

Por tanto, el objetivo al tratar la fiebre es mejorar el estado general del niño, que se encuentre mejor. Está claro que la fiebre, en la mayoría de los casos, también bajará, pero esto no ocurre siempre, o por lo menos no tanto como os gustaría. Además, los antitérmicos tienen un efecto máximo de acción a las 2-3 horas de haberlos administrado por vía oral y su potencia para bajar la fiebre, en el mejor de los casos, es de un par de grados centígrados.

De esta forma, alguien que tiene 39,5ºC y se toma un antitérmico, es muy probable que a las dos horas todavía tenga algo más de 38ºC. Ahora, también es muy probable que se encuentre mejor que antes de tomarse el antitérmico.

Además, como sucedía con la fiebre alta, que la fiebre no baje tampoco nos da más información a los pediatras sobre la gravedad de la infección o la necesidad de un antibiótico.

Por todo ello, recordad que tratamos la fiebre para mejorar el estado general del niño independientemente de que esta baje.

La fiebre que vuelve a subir

Tampoco es raro que durante un proceso febril los padres soliciten consulta con su pediatra en varias ocasiones sorprendidos porque después de que la fiebre haya bajado (con antitérmico o si él), ésta haya vuelto a subir.

La evolución natural de la fiebre durante una infección es precisamente esa: habrá ratos en las que el termómetro esté por encima de 38ºC y otras en las que esté por debajo. Y esto es algo que se va a repetir de forma cíclica durante el tiempo que el niño esté enfermo. Con suerte solo serán unas horas, pero en otros casos puede ocurrir durante varios días.

Como sucedía en los puntos anteriores, que la fiebre dure más o menos no da más información al pediatra, nisiquiera si la fiebre sube cada 4-6 horas o esta es más espaciada y el niño solo tiene un pico de fiebre al día. Para nosotros, la fiebre es un síntoma más que nos indica que el niño está enfermo, pero no nos revela si el niño está más grave o necesita algún tipo de cuidado especial.

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La fiebre con buen estado general

Por último, si un niño se encuentra bien, o todo lo bien que se puede encontrar si tiene fiebre, es buena señal. Las enfermedades que requieren atención urgente suelen ir acompañadas de dificultad respiratoria, manchitas en al piel que no desaparecen al pasar el dedo por encima o decaimiento/somnolencia muy llamativa.

La gran mayoría las infecciones por las que un niño tiene fiebre están provocadas por virus (con su fiebre alta, con su fiebre que no baja o con su fiebre que vuelve a subir), pero en general no afectan mucho al estado general salvo por la propia incomodidad que genera la fiebre o estar enfermo.

Por ejemplo, a los pediatras nos deja muy tranquilo que nos digáis que, a pesar de que el niño tiene fiebre, en casa ha estado jugando a ratos, os ha pedido de comer o, al verlos en la consulta, nos sonrían si les ofrecemos una pegatina o les hacemos una carantoña o al verles entrar corriendo en al consulta desde la sala de espera. En estos casos, si la exploración física no revela nada reseñable solemos esperar a ver cómo evoluciona la fiebre, además de recomendar un control clínico a los 2 o 3 días si esta persiste.

Esto último es de gran importancia. A menudo vemos a niños que acaban de empezar con fiebre, con muy pocas horas de evolución, incluso algunos que nos traen directamente de la escuela infantil porque a los padres les han avisado porque su hijo tiene fiebre y no les ha dado tiempo ni a darles un antitérmico para ver cómo reaccionan.

Esas consultas tan prematuras al pediatra, con fiebres de muy pocas horas de evolución y con niños que tienen buen estado general, suelen acabar siempre con la misma conclusión: hay que esperar a ver cómo evoluciona y darle un poco de tiempo para ver si hace foco (cuando aparecen otros síntomas en la historia clínica o la exploración) o si se trata de una fiebre que se va a ir sola al cabo de 24-48 horas.

Por ello, una de las recomendaciones más repetidas por los pediatras es que esperéis al menos 24-48 horas desde el inicio de la fiebre para ser valorados (con cita, guiño-guiño) por vuestro médico, siempre y cuando el niño se encuentre bien.


En resumen, a lo pediatras no nos asusta la fiebre. Sabemos que es un síntoma más de todos los que podemos observar cuando un niño está enfermo y solemos dar más importancia a otros datos de la historia clínica, como los síntomas que la acompañan o el estado general, y de la exploración física. Que la fiebre sea alta, que no termine de bajar o que vuelva a subir es lo normal cuando un niño tiene una infección y nuestro proceso diagnóstico no se modifica aunque esa sea la evolución que nos habéis contado al ver al niño.

Como hemos dejado patente a lo largo de todo el post, los niños que realmente nos importan, a los que sí que queremos ver rápidamente son aquellos que tienen mal estado general, les cuesta respirar o estan muy decaídos, es decir, cuando hay señales de alarma de que algo no va bien.

NOTA: una excepción a todo lo que habéis podido leer en este post son los niños menores de 3 meses. En estos casos, la probabilidad de una infección que requiere tratamiento antibiótico ante la aparición de fiebre es más alta. Por ello siempre os decimos que si un niño menor de 3 meses comienza con fiebre acudáis a vuestro pediatra o a Urgencias independientemente del estado general.

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1 comentario · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser Marcos

    Curiosa la recomendación de evaluación de fiebre a los 2-3 días. En nuestro centro de salud (BCN) nos dicen que nada de ir antes de 5 días, y en el gran hospital terciario de referencia nos dicen que a los 7. Que 5 son muy pocos para una infección vírica. Esto dicho a paciente de algo menos de 2 años.

    09 octubre 2023 | 11:22 pm

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