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Catorce científicas e inventoras que quizás no conozcas

Por Mar Gulis

Si piensas en científicas o inventoras, ¿serías capaz de dar varios nombres? Sea cual sea tu respuesta, en este post vamos a descubrir a mujeres que han hecho historia por sus descubrimientos y avances científicos. Sin ellas, puede que no estuviésemos aquí, que no existiesen algunos de los objetos que nos rodean, que no contáramos con la atención sanitaria que recibimos o que no tomáramos ciertos alimentos.

La primera persona que vio un coronavirus al microscopio fue una mujer

Empecemos hablando de mujeres que hicieron grandes aportaciones en el ámbito de la salud. June Dalziel Hart (1930-2007), conocida como June Almeida, fue una viróloga escocesa, pionera en nuevos métodos de identificación y captación de imágenes de virus. Fue la primera persona en ver un coronavirus al microscopio. Con motivo de la pandemia de COVID-19, su nombre volvió a resonar, ya que investigadores chinos utilizaron sus técnicas para identificar el virus. Sin su trabajo, no hubiera sido posible una identificación tan temprana.

Por su parte, la genetista estadounidense Mary-Claire King (1946) identificó los genes responsables del cáncer de mama (BRCA1 y BRCA2) y aplicó la secuenciación de ADN para identificar a víctimas de violaciones de los derechos humanos. Y en su mismo país, la analista de datos de la NASA Valerie Thomas (1943) diseñó el transmisor de ilusión: un dispositivo óptico utilizado para la reproducción de imágenes de forma remota que emplea espejos parabólicos. Hoy, esta técnica se utiliza también en cirugía y en el cine 3D.

Si nos remontamos un poco en la historia, durante la Primera Guerra Mundial encontramos a la física rusa Alexandra Glagoleva-Arkadieva (1884-1945), que diseñó una instalación de rayos X para buscar restos de metal y balas en soldados heridos. Más tarde, su invención sería reutilizada para ayudar en partos.

Y un poco más atrás en el tiempo, tenemos a la médica neerlandesa Aletta Henriëtte Jacobs (1854-1929), que en 1881 realizó el primer estudio sistemático de la anticoncepción. Jacobs defendió los derechos reproductivos y sexuales de la mujer, y llegó a instalar el primer centro de planificación familiar de los Países Bajos para mujeres en situación de vulnerabilidad.

Del estudio de la caña de azúcar al agar-agar

En alimentación, la botánica Janaki Ammal (1897-1984) se centró en el estudio de la berenjena, hortaliza que le dio nombre entre sus colegas -Janaki Brengal-, y de la caña de azúcar. Fue la primera científica en cruzar esta planta con el maíz para conseguir variedades de alto rendimiento que pudieran cultivarse en su país, la India. Por su parte, la bioquímica Kamala Sohonie (1912-1998) investigó los efectos de las vitaminas y los valores nutritivos de las legumbres, el arroz y otros alimentos consumidos por los sectores más pobres del país. Además, fue la primera mujer india en recibir un doctorado en una disciplina científica.

¿Y qué sería la cocina actual sin el agar-agar? La microbiológa estadounidense Fannie Hesse (1850-1934) descubrió esta sustancia como agente gelificante de los medios de cultivo de microorganismos.

Mary Elizabeth Hallock-Greenewalt (1871-1950) ideó el órgano de color

Las máquinas llegaron para quedarse

Si hablamos de máquinas y de sus inventoras, también hay nombres para conservar en la memoria. ¿Has oído hablar del órgano de color? Fue ideado por la estadounidense de origen sirio Mary Elizabeth Hallock-Greenewalt (1871-1950) y lo llamó Sarabet. Este instrumento emitía luces de colores con intensidades y matices sincronizados con la música de un fonógrafo asociado, de un modo similar a cómo hacen ahora muchos dispositivos electrónicos. Hallock-Greenwalt también era pianista e inventó un tipo de música visual, que llamó Nourathar, de las palabras árabes nour (luz) y athar (esencia).

El lavavajillas es un electrodoméstico presente en muchas cocinas que comenzó a popularizarse en los años 50 de siglo XX. Josephine Cochrane (1839-1913), de Estados Unidos, fue la inventora de la primera máquina lavavajillas que resultó exitosa comercialmente. Eso sí, Hay que decir que estos primeros lavavajillas requerían gran cantidad de agua caliente y que las casas adaptaran su fontanería.

Josephine Cochrane (1839-1913) fue la inventora de la primera máquina lavavajillas que resultó exitosa comercialmente

Quienes trabajamos con ordenadores a diario utilizamos algún procesador de texto. Esto es gracias a la ingeniera informática estadounidense Evelyn Berezin (1925-2018), que en 1968 desarrolló la idea de un programa para almacenar y editar textos.

Y siguiendo con el almacenamiento de información, la inventora española Ángela Ruiz Robles (1895-1975) dio lugar a la Enciclopedia Mecánica, que podría considerarse el primer libro electrónico de la historia. Se trataba de un dispositivo en el que mediante pulsadores subían mecánicamente, o por aire comprimido, las diferentes lecciones; además, se podían aumentar de tamaño e incluso iluminar.

Cómo pensamos, nos sentimos o nos comportamos

El estudio de la mente humana también ha recibido importantes contribuciones de mujeres. Por ejemplo, la psicóloga estadounidense Mary Ainsworth (1913-1999) desarrolló la teoría del apego para explicar el vínculo entre niños y niñas y la primera figura, que actúa como cuidadora. La investigadora señaló la importancia de una relación sana para la salud emocional en la infancia por su impacto en la vida adulta.

Por su parte, la neurocientífica y psicóloga rusa Natalia Bekhtereva (1924-2008) desarrolló nuevos enfoques neurofisiológicos, como la medición de la actividad impulsiva de las neuronas humanas. Además, puso en marcha un método complejo para estudiar los mecanismos cerebrales del pensamiento, la memoria, las emociones y la creatividad.

Esta es solo una selección de mujeres que se han dedicado a la ciencia y la tecnología, pero la lista obviamente no termina aquí. A lo largo de la historia, ha habido numerosas científicas e inventoras, aunque sus nombres hayan quedado relegados a un segundo plano. Rescatarlas del olvido no solo contribuye a que las mujeres ocupen el lugar que se merecen en la historia de la ciencia, sino también a que cada vez haya más investigadoras y tecnólogas.

Mientras la igualdad real sea un espejismo, necesitamos el 8 de marzo

Por Concha Roldán (CSIC)*

La alemana Clara Zetkin propuso en 1910 la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora / Wikipedia

En 1975 la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer. Hasta entonces ya llevaba más de 50 años (desde 1911) celebrándose bajo la denominación de Día Internacional de la Mujer Trabajadora: la propuesta había sido realizada por la maestra alemana Clara Zetkin (1857-1933) en la II Internacional de Mujeres Socialistas celebrada en Copenhague en 1910, y fue aceptada por unanimidad.

Pero ¿por qué elegir el 8 de marzo para esta celebración? En 1857 y en 1908 se produjeron en Nueva York dos huelgas de trabajadoras textiles (los operarios textiles eran ya entonces en su mayoría mujeres muy mal remuneradas). Al parecer, ambas tuvieron lugar un 8 de marzo y la segunda de ellas ha pasado a la historia de la lucha por la igualdad de derechos de las mujeres, dramáticamente recordada por la muerte de 120 mujeres en el incendio de la fábrica, donde habían sido encerradas por los dueños.

Clara Zetkin luchó toda su vida por los derechos fundamentales de las mujeres y sus convicciones feministas fueron de la mano de un socialismo que para ella rimaba con el pacifismo. Por eso, cuando el partido socialdemócrata alemán secundó la entrada de Alemania en la Primera Guerra Mundial, tanto ella como su amiga Rosa Luxemburgo (1871-1919) y su discípula Alejandra Kollontai (1872-1952) se refugiaron en las filas del comunismo ruso, que criticaba la familia patriarcal burguesa y quería “trasladar el hogar a la sociedad instaurando guarderías y casas-cuna”. Pero el verdadero rostro del patriarcado asomó tras las filas progresistas cuando Kollontai empezó a hablar de liberación sexual, como explica Ana de Miguel. Las ideologías patriarcales cosificaban y siguen cosificando los cuerpos de las mujeres, y detrás de ello emerge continuamente la violencia de género, que incluye la mutilación genital, la prostitución, la violencia obstétrica, los vientres de alquiler, las granjas de mujeres, etc. Algunos refranes castellanos son ilustrativos de lo que digo: “la maté porque era mía”, “la mujer, la pata quebrada y en casa”, etc.

Las mujeres estaban vinculadas “por naturaleza” a las tareas domésticas y de cuidado, destinadas al servicio y goce de los varones. Esto es algo que subrayan la mayoría de los filósofos occidentales, desde Aristóteles hasta Nietzsche, pasando por Kant, Kierkegaard o Schopenhauer. Las mujeres eran excluidas del estudio, del desempeño de tareas en la vida pública, de los derechos, de la ciudadanía, sencillamente porque eran consideradas inferiores a los varones: el “sexo débil” o “segundo sexo”, como denunciara Simone de Beauvoir (1908-1986) en su conocido libro. De ahí que las economías y políticas capitalistas sigan teniendo un trato desigual con las mujeres: me refiero a la precariedad de los empleos, la brecha salarial o al denominado techo de cristal, que se ha convertido en techo de acero impenetrable para la mayoría de las mujeres.

‘Escritos sobre la igualdad y en defensa de las mujeres’, de Marie de Gournay, es uno de los títulos de la colección Clásicos del Pensamiento del CSIC

Como ya puso de manifiesto en nuestro país Celia Amorós (Hacia una crítica de la razón patriarcal), el tejido social –tanto en las sociedades occidentales como en las orientales– se nutre de un humus androcéntrico. Y la vuelta de las políticas conservadoras lleva aparejado el retorno de una ideología patriarcal, de forma que la igualdad real sigue siendo un espejismo (Amelia Valcárcel, Feminismo en un mundo global), a pesar de los aparentes avances jurídicos. En este sentido, he denominado al patriarcado en algunos de mis escritos como “Alien, el octavo pasajero”. A pesar de creernos que lo hemos erradicado, siempre resurge pregnante y viscoso a través de rejillas y hendiduras para terminar anidando dentro de nosotros/as mismos/as…

Desde la filosofía queremos reivindicar a las mujeres como sujetos autónomos e independientes, defender que #lasMujeresTambiénPiensan. Por eso la actual presidenta de la Red Española de Filosofía, María José Guerra, ha lanzado una campaña para dar a conocer a las pensadoras, para combatir la invisibilidad, la falta de reconocimiento y hasta de legitimidad de las mujeres filósofas, a las que se ha hurtado un lugar en las historias de la filosofía durante siglos. Además, las filósofas que nos consideramos feministas queremos reivindicar nuestra propia genealogía, denunciar la masculinización de la filosofía y construir un “canon feminista”. Sin duda, son muchos los feminismos y está bien que prolifere esa pluralidad, siempre y cuando –a mi entender – todas sigamos defendiendo “un feminismo”, en singular, en el sentido de Alisson Jaggar: “Lo común a las diversas formulaciones de la teoría feminista es su compromiso por terminar con la subordinación, marginación y dominación de las mujeres”.  Acaso esta sea la razón última por la que diferentes mujeres de 177 países hemos decidido secundar una huelga general.

 

*Concha Roldán es investigadora y directora del Instituto de Filosofía del CSIC.