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Volcanes bajo el mar

Por Adelina Geyer* (CSIC)

Los volcanes son unos de los fenómenos naturales más espectaculares de nuestro planeta. En los últimos 60 años se han registrado anualmente entre 50 y 80 erupciones, en las que el magma sale del interior de la Tierra a través de fracturas en el suelo dando lugar a exuberantes columnas eruptivas de varios kilómetros de altura o a espectaculares ríos de lava. Cuando pensamos en un volcán, solemos imaginarnos una gran montaña, como el gran monte Fuji (Japón), o el domo de lava Puy de Dôme (Francia). Pero olvidamos que el fondo de los océanos acoge también abundante actividad volcánica. De hecho, la gran mayoría del volcanismo en la Tierra, se estima que más del 80%, ocurre bajo el agua, tanto en zonas profundas (a kilómetros de profundidad) como someras (a algunos centenares de metros).

Vista del monte Fuji y la pagoda Chūrei-tō desde el florecido parque Arakurayama Sengen, en Fujiyoshida, prefectura de Yamanashi, en Japón central. Imagen: Reginald Pentinio / Flickr

La actividad volcánica de nuestro planeta, ya sea aérea (en la superficie terrestre) o submarina, se concentra primordialmente en los límites de las placas tectónicas. A lo largo de las zonas de dorsal o rift (límites divergentes) y las de subducción (límites convergentes) existen cambios de temperatura, presión o de composición química que permiten que las rocas del manto se fundan parcialmente y se genere magma. Este magma asciende hacia la superficie y, en ocasiones, se detiene a diferentes profundidades para acumularse en reservorios (cámaras magmáticas) que alimentan a los sistemas volcánicos. Además, un pequeño porcentaje de la actividad volcánica se origina dentro de las placas tectónicas (volcanismo intraplaca) sobre los denominados puntos calientes, zonas donde la temperatura del manto es anómalamente elevada.

Vista del volcán Puy de Dôme desde el Puy de Côme. El Puy de Dôme es, uno de los volcanes más jóvenes de la región Chaîne des Puys, en el Macizo Central, en el sur de Francia. Imagen: Clément Beckert

Coladas de lava bajo las aguas

Durante una erupción, el tipo de actividad y los materiales volcánicos generados dependen principalmente de la composición y el contenido de gas en el magma que asciende a la superficie. Además, para el caso del volcanismo submarino, otro factor principal es la profundidad de la zona de emisión de magma.

En la mayoría de las erupciones submarinas en aguas profundas, el magma suele ser de composición basáltica. El magma basáltico, de alta temperatura (1000 a 1200 °C), baja viscosidad (puede fluir con facilidad) y bajo contenido en gas, sale al fondo del océano en forma de fuentes y coladas de lava. Cuando estas entran en contacto con el agua fría (2 a 4 °C), la superficie exterior del magma se enfría rápidamente hasta convertirse en vidrio. Las lavas submarinas más comunes son las almohadilladas (pillow lavas), por sus formas más o menos esféricas o redondeadas, en forma de almohada. También son frecuentes los flujos de lava lobulados (lobate lavas), de superficie lisa o con una textura de caparazón de tortuga de vidrio fracturado por contracción, y los flujos laminares (sheet flows), que pueden presentar superficies lisas, alineaciones, pliegues, etc. La presencia de uno u otro tipo de coladas de lava no depende de la composición química, sino de las diferencias en la tasa de suministro de magma, la topografía subyacente y las condiciones del flujo.

Lavas almohadilladas en el fondo oceánico de Hawaii. Imagen: National Undersea Research Program (NURP) / Office of Oceanic and Atmospheric Research (OAR), USA

Un millón de montes submarinos

La acumulación de materiales volcánicos en el fondo del mar, especialmente de coladas de lava, da lugar a los denominados montes submarinos (seamounts). Se trata de los volcanes más abundantes de la superficie de la Tierra ─se han identificado más de un millón─, pero los menos estudiados. Los montes submarinos pasan por varias etapas de crecimiento, y es común observar en sus cumbres cráteres de tamaño muy variable: de pocas decenas de metros a unos kilómetros.

Durante la etapa de desarrollo de los montes submarinos en aguas profundas la alta presión hidrostática (presión del agua) favorece un tipo de actividad volcánica poco o nada explosiva. La presión es tan elevada que el agua no hierve de forma explosiva cuando entra en contacto con el magma. A medida que el edificio volcánico crece, el centro emisor de magma se vuelve más somero, por lo que la presión hidrostática disminuye. En este momento, comienza a haber una interacción explosiva entre el agua y el magma, similar a cuando caen gotas de agua en una sartén con aceite muy caliente. La actividad volcánica se vuelve más violenta, con fases eruptivas llamadas de tipo surtseyano (por el volcán Surtsey), que generan conos de toba ­─roca ligera formada por cenizas volcánicas­─ submarinos y superficiales. Si la actividad volcánica continúa, puede llegar a crearse una gran isla volcánica, como Tenerife o La Palma (Islas Canarias).

Erupción del volcán Surtsey (Islandia, 1963), que dio lugar al nombre del tipo de actividad surtseyana. Imagen: National Oceanic and Atmospheric Administration’s (NOAA), Office of Oceanic and Atmospheric Research (OAR), USA

Fuentes hidrotermales

Otro fenómeno relacionado con el volcanismo submarino es la actividad hidrotermal, tanto en los montes submarinos como a lo largo de las dorsales oceánicas. El agua de mar se infiltra por las fracturas de la corteza, se calienta con las rocas volcánicas y el magma que hay en profundidad, reacciona con las rocas de la corteza oceánica y vuelve a subir al lecho marino. En su camino, los fluidos hidrotermales realizan un intercambio químico con las rocas que atraviesan, dejando atrás unos elementos y recogiendo otros que traen de vuelta hacia la superficie y al océano. De esta manera, los fluidos hidrotermales transportan gases producidos por la interacción agua-roca o provenientes del magma, así como altas concentraciones de metales en solución.

Las soluciones hidrotermales surgen a través de fumarolas en el fondo del océano a temperaturas que alcanzan varias centenas de grados. Al emerger, las soluciones precipitan diversos minerales (pirita, calcopirita, etc.) que forman depósitos y sedimentos ricos en hierro y manganeso. Además, las altas concentraciones de sulfuro de hidrógeno en estas fumarolas sustentan un conjunto biológico único, que incluye bacterias oxidantes de sulfuro, que forman la base de una cadena alimentaria.

Una ‘fumarola negra’ emite chorros de fluidos cargados de partículas, predominantemente minerales de sulfuro, de grano muy fino. Las ‘fumarolas negras’ se forman a partir de depósitos de sulfuro de hierro, que es negro. Las ‘fumarolas blancas’ se forman por depósitos de bario, calcio y silicio, de color blanco. Imagen: National Ocean Service National Oceanic and Atmospheric Administration, U.S. Department of Commerce

Mucho queda por aprender del volcanismo submarino de nuestro planeta, pero los avances tecnológicos recientes como los ROV (vehículos operados remotamente) permiten tomar imágenes, vídeos e incluso recoger muestras para avanzar en el conocimiento de la dinámica y los productos de las erupciones submarinas.

¿Qué será lo siguiente que descubramos sobre el misterioso fondo del océano?

*Adelina Geyer es investigadora del CSIC en el Instituto de Geociencias de Barcelona (GEO3BCN – CSIC) y miembro del Grupo de Volcanología de Barcelona. Geyer divulga la ciencia de los volcanes para público general e infantil.

¿Cuál será la primera planta en colonizar el volcán de La Palma? Tenemos una candidata: la lechuga de mar

Por Alberto J. Coello (CSIC)*

Las erupciones volcánicas son uno de los eventos de la naturaleza más increíbles y peligrosos que pueden producirse. Hace poco fuimos testigos de la última, ocurrida en la isla canaria de La Palma y que ha dejado patente el efecto destructivo de estos fenómenos. Durante 85 días, el volcán de Cumbre Vieja expulsó inmensas coladas de lava a más de mil grados de temperatura que alcanzaron la costa, cubriendo más de 1200 hectáreas y arrasando edificaciones, campos de cultivo y ecosistemas. Esta erupción recuerda, en muchos aspectos, a otra que ocurrió hace cinco décadas, la del volcán Teneguía, en el sur de la misma isla y que hoy es un espacio natural protegido.

Volcán de Cumbre Vieja en erupción. / César Hernández

Aquella erupción de 1971 duró varias semanas y dejó coladas de lava que alcanzaron también el océano y ampliaron la superficie isleña. Cabía esperar que la destrucción en la naturaleza producida por el volcán dejase daños irreparables por el efecto de la lava, pero la realidad fue diferente. Las coladas de lava depositaron sobre la superficie de la tierra material capaz de albergar vida al cesar las erupciones.

La llegada de organismos vivos a zonas recientemente bañadas de lava es un proceso lento. De hecho, tras 50 años desde la erupción del Teneguía, la diversidad que podemos observar en esa zona es todavía baja. Muchas especies necesitan la acción de otras con las que establecer estrechas relaciones para poder sobrevivir. Por ello, los primeros organismos que llegan a esos nuevos territorios, conocidos como pioneros, son fundamentales para la explosión de biodiversidad que sucederá más tarde en esas zonas.

Las coladas de lava de la erupción del Teneguía en 1971 cercanas a la costa, en la Punta de Fuencaliente, donde se aprecian individuos de la lechuga de mar (los verdes más brillantes con toques amarillos). / Alberto J. Coello

Pioneras tras la lava

Una de esas especies pioneras que podemos encontrar en abundancia creciendo sobre los depósitos de las coladas de lava del Teneguía es la lechuga de mar o servilletero (Astydamia latifolia). Esta especie de la familia Apiaceae vive en las costas de todas las islas del archipiélago canario y llega a alcanzar incluso la costa de Marruecos. Es una planta de hojas suculentas de un color verde muy brillante y con unas flores amarillas muy vistosas, que forma unos reconocibles paisajes de hasta kilómetros de extensión.

A pesar de que la Punta de Fuencaliente, al extremo más al sur de La Palma, no cuenta con un gran número de especies, la lechuga de mar es la más abundante, lo que deja patente su capacidad colonizadora en estos ambientes. De hecho, los análisis genéticos de esta especie han revelado que se ha movido múltiples veces entre las islas de todo el archipiélago. Esta gran capacidad colonizadora parece guardar relación con las estructuras de sus frutos.

La lechuga de mar (Astydamia latifolia) en El Cotillo, Fuerteventura. / Alberto J. Coello

Por un lado, presentan un ala que les permite moverse fácilmente por el aire, lejos de la planta en que se formaron. Por otro, cuentan con tejido corchoso, de tal manera que, una vez caen en el agua del océano, pueden mantenerse a flote y conservar la viabilidad de las semillas tras ser expuestas a la salinidad del agua. La capacidad que tiene la lechuga de mar de sobrevivir al agua marina es fundamental para especies que, como ella, viven en zonas de litoral. Esto le permite moverse entre islas con bastante más facilidad que otras plantas que no cuentan con este tipo de estructuras.

Con todo ello queda claro que la lechuga de mar posee una capacidad de supervivencia y colonización enormes, lo que la convierte en una importante especie pionera de nuevos ambientes como el que podemos encontrar tras las erupciones volcánicas en Canarias, y parece una gran candidata a ser de las primeras plantas en crecer sobre la lava de Cumbre Vieja. Solo el tiempo desvelará si estamos en lo cierto, pero los antecedentes permiten apostar por ella. De lo que no hay duda es que habrá vida después del volcán.

 

*Alberto J. Coello es investigador del Real Jardín Botánico (RJB) del CSIC. Este texto es un extracto del artículo ‘Habrá vida después del volcán’ publicado en El Diario del Jardín Botánico.

Los Indianos de La Palma: el carnaval migrante

Por Consuelo Naranjo Orovio y Mar Gulis (CSIC)*

De no ser por la pandemia, hoy 15 de febrero la localidad canaria Santa Cruz de La Palma se habría llenado de gente vestida de blanco, con trajes de lino y sombreros, como ocurre cada lunes de carnaval. En su camino al ayuntamiento para esperar a la Negra Tomasa, protagonista del carnaval palmero, la multitud cubriría la ciudad de un manto blanco al sacudir con sus propias manos botes de polvos de talco. Y ritmos procedentes de Cuba, como las habaneras, las guarachas o las guajiras, sonarían en cada esquina. Más o menos así se podría resumir la fiesta de Los Indianos de La Palma, una curiosa tradición que rememora el pasado migratorio de España.

Celebración de Los Indianos en la Plaza de España en Santa Cruz de La Palma. / Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma - Wikipedia

Celebración de Los Indianos en la Plaza de España en Santa Cruz de La Palma. / Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma – Wikipedia

El origen de esta celebración se remonta a la corriente migratoria hacia Cuba, que tras el final del imperio español en 1898 no terminó, sino todo lo contrario. El flujo continuo de emigrantes, así como las relaciones comerciales y familiares que se mantuvieron, ayudaron a conservar la herencia hispana como parte importante de la cultura e identidad cubanas y viceversa. La fiesta de Los Indianos representa el momento en el que los habitantes de la capital isleña, tras divisar los veleros que llegaban de Cuba, iban a recibir a los llamados ‘indianos’, algunos de los cuales regresaban con fortuna. Quienes atracaban en La Palma vestían con la indumentaria blanca característica cubana y otras costumbres traídas desde el otro lado del Atlántico.

“Se oía hablar más de Cuba, de La Habana, de Caibarién, de Sancti Spíritus… que de Gran Canaria”, comentaba un anciano de La Palma, mientras trataba de recordar los nombres de todas las personas de su pueblo que habían partido a Cuba. La isla caribeña era, en el siglo XIX y gran parte del XX, el lugar de esperanza y promesa de una vida mejor para los isleños, como eran llamados los canarios allí. Con el paso de los años ‘hacer las Américas’ se convirtió para muchos en un viaje de ida y vuelta.

Indumentaria característica de Los Indianos. / Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma

Indumentaria característica de Los Indianos. / Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma

Pero, ¿por qué Cuba? La inmigración en Cuba alcanzó cifras muy altas a partir de las últimas décadas del siglo XIX. Esto obedeció a diferentes factores, algunos de ellos presentes en la isla desde los primeros años de siglo: política de colonización, miedo a la ‘africanización’ y deseos de ‘blanquear’ la población, así como la necesidad de mano de obra barata y abundante para realizar tareas agrícolas, en especial el corte de la caña (zafra). La demanda de trabajadores fue incrementándose a partir de la crisis del sistema esclavista, la expansión de la industria azucarera y el aumento de la capacidad productiva, fundamentalmente a partir de los años ochenta del siglo XIX. En los proyectos de colonización basados en la migración de trabajadores destacó la preferencia por los canarios por su proximidad cultural y familiar a Cuba y sus conocimientos agrícolas.

Como en otros países, el crecimiento económico provocó el desarrollo del mercado interno y la expansión del sector servicios, de manera especial en el medio urbano. Todo ello demandó nuevos trabajadores. El trabajo en el campo fue cubierto principalmente con la contratación temporal de jornaleros españoles. Muchos de los que participaron en esta migración, conocida con el nombre de ‘golondrina’, eran canarios, migrantes temporales que trabajaron aquí y allá, aprovechando que el tiempo de las cosechas era diferente en Canarias y en Cuba.

A partir de los primeros años de la década de 1910 comenzaron a llegar braceros antillanos, sobre todo jamaicanos y haitianos, que cubrieron la continua demanda de los centrales azucareros. Cuba sirve de ejemplo para ver la correlación entre crecimiento económico y entrada de migrantes.

Índice de correlación entre producción azucarera, cotización del azúcar y entrada de inmigrantes españoles, de 1900 a 1930 en Cuba.

Índice de correlación entre producción azucarera, cotización del azúcar y entrada de inmigrantes españoles, de 1900 a 1930 en Cuba.

En el total de la inmigración en Cuba, el grupo que registró más entradas a la isla fue el español. La inmigración española representó entre el 70% y el 80% de la inmigración total entre los años 1917 y 1921. Sin embargo, a partir de 1921, el flujo de inmigrantes descendió de forma brusca como consecuencia de la crisis económica provocada por la caída del precio del azúcar en el mercado internacional. Aunque en los años siguientes la migración a Cuba continuó, nunca llegó a alcanzar las cifras de las décadas anteriores.

‘Hacer las Américas’

El Atlántico fue el entorno en el que se configuró un nuevo mundo. Un mar que más allá de un espacio geográfico fue el escenario en el que se conformó un sistema de relaciones y de culturas en el que tanto migrantes, esclavizados africanos y personas libres conectaron pueblos distantes. Entre los puertos de África, Europa y América se transportaban mercancías, ideas y tecnología, pero también maneras de hablar y de bailar, así como formas de vivir, de pensar y de sentir. La búsqueda de la fortuna, la existencia de familiares, amigos y vecinos, o la necesidad económica animaron a centenares de miles de españoles a dejar su tierra y emigrar a Iberoamérica.

Las redes tejidas a ambos lados del Atlántico consiguieron que la familiaridad mitigara y redujera la lejanía. La tradición oral se encargó de construir un mito sobre América, sobre aquella ‘tierra prometida’ que simbolizaba el Nuevo Mundo. A la creación de este imaginario contribuyeron los relatos que contenían las cartas de aquellos que partieron, el dinero que algunos alcanzaban a reunir y enviar, y los llamados ‘indianos’ o ‘americanos’. Su regreso, y en ocasiones su riqueza, ayudó a construir el mito de ‘hacer las Américas’ y estimuló a emigrar a muchos jóvenes. En este mito, Cuba, Argentina, Brasil, Uruguay, México… y el joven español que un día decidió partir eran los protagonistas.

 

*Consuelo Naranjo Orovio es profesora de investigación del Instituto de Historia del CSIC y directora del proyecto europeo ConnecCaribbean, además de autora de Las migraciones de España a Iberoamérica desde la Independencia, de la colección de divulgación ¿Qué sabemos de?, disponible en la Editorial CSIC y Los Libros de la Catarata.