¡Que paren las máquinas! ¡Que paren las máquinas!

¡Que paren las máquinas! El director de 20 minutos y de 20minutos.es cuenta, entre otras cosas, algunas interioridades del diario

Hay futuro para la prensa, aunque sea imperfecto

Los editores de prensa miembros de AEEPP celebramos hoy y mañana en Madrid nuestro congreso anual. Llevaba estas notas para la inauguración, aunque he añadido algunas otras cosas:

«Bienvenidos.
Voy a ser muy breve. Porque tenemos unas primeras sesiones de trabajo muy intensas y no conviene que acumulemos retraso en la agenda.
Como sabéis todos, los editores estamos pasando por tiempos difíciles, por la coyuntura económica y por la transformación radical que está sufriendo nuestra actividad. Pero creo que, pese a las dificultades, hay que ser optimistas.
Hemos tenido que hacer todos un esfuerzo enorme de adaptación al nuevo hábitat. No sólo de transformación de nuestras empresas sino de refundación de nosotros mismos, de aprender nuevas habilidades, de formarnos continuamente, de reinventarnos.
Pero creo que, en general, lo estamos haciendo bien, estamos afrontando todos esos procesos como una oportunidad, y la estamos aprovechando para crear modelos nuevos, productos nuevos, innovadores, diferentes, adaptados al nuevo entorno.
Hemos descubierto, además, que el nuevo mundo de la comunicación, del periodismo, de la edición de prensa es un mundo inmenso donde hay muchísimos territorios por explorar, donde todo está por hacer. Un mundo casi infinito para probar, para inventar, para crear.
Este es nuestro noveno congreso de editores. Me acuerdo del primero, en 2004, en Valencia. Nuestro mundo de hoy se parece poco a aquel, y sólo ha pasado una década. Dentro de otra década, habrá otro mundo que también se parecerá poco a este.
Concebimos nuestros congresos, como bien sabéis, como una puesta a punto, una puesta en común de lo último en nuestro sector. Sobre los lectores y sobre los anunciantes. Sobre los soportes y sobre las tecnologías. Sobre las normativas y sobre los modelos.
El programa que hemos preparado este año responde a esos estímulos. Y el eslogan del congreso, «Hay futuro, aunque sea imperfecto», responde a esa convicción. Tenemos futuro, estamos ya en el futuro. No es un futuro fácil ni cómodo, pero de esas dificultades y parece que hostilidades del nuevo habitat nacen nuestras fortalezas.
Y una cosa más, y ya acabo. No somos una industria más, no somos una actividad más. La prensa es un pilar básico de nuestra sociedad. Por muchos motivos, pero dejadme que os recuerde dos importantísimos. Uno: Somos transmisores de conocimiento. Y dos: Somos, mediante el ejercicio libre del periodismo, los garantes de la pluralidad, de la libertad de prensa, del debate público… y por tanto uno de los grandes garantes del funcionamiento de la democracia».

6 comentarios

  1. Dice ser Imparcial

    «Somos transmisores de conocimiento. Y dos: Somos, mediante el ejercicio libre del periodismo, los garantes de la pluralidad, de la libertad de prensa, del debate público… y por tanto uno de los grandes garantes del funcionamiento de la democracia”.

    La prensa que conocemos hoy, ha estado, está y estará sujeta a la línea editorial, o lo que es lo mismo: a su ideología política. No sé si son garantes de algo, lo que si sé es que son garantes de sus propios intereses económicos y políticos. Al fin y al cabo es una empresa, y lo demás es accesorio.

    Gracias y un saludo.

    23 mayo 2014 | 13:51

  2. Dice ser krisium

    «Hay futuro para la prensa, aunque sea imperfecto»

    Tu sueldo depende de ello arsenio XD.

    23 mayo 2014 | 13:58

  3. Dice ser Al Sur de Gomaranto

    Yo ya no veo la botella
    ni medio llena, ni medio vacía,
    si es que ya no hay botella,
    alguno se la llevó
    Seguro que sería un político,
    que se bebió el contenido
    y en el campo la tiró,
    no tuvo la deferencia
    de ir a depositarla
    en ningún contenedor,
    de los muchos puntos limpios
    con los que han sembrado las calles,
    no tienen ni ese detalle
    y tampoco dan ejemplo.
    El futuro para la prensa,
    cuando la censura llegue
    lo veo demasiado obscuro
    tan negro como lo es
    para cientos de mineros,
    para millones de parados
    y para todos los viejos.
    ahora hay elecciones
    a ver si con nuestros votos
    arreglamos todo esto.

    23 mayo 2014 | 15:45

  4. Dice ser panchenko

    realmente no son necesarios tantos medios. en la union de republicas socialistas sovieticas existia el pravda, y con ello se transmitia la actualidad a millones y en los ricones mas reconditos. lo importante es que la informacion llegue a la poblacion sin distorsiones ideologicas, ya que el partido es la expresion mas pura del socialismo, y este a su vez es el devenir natural de la voluntad de los pueblos.

    zapatero es el guia,
    lenin el salvador.

    23 mayo 2014 | 18:11

  5. Dice ser Brizna

    Me desconcierta tu visión de la realidad actual del periodismo en papel. Quizá mañana vea el prisma con menos pesimismo y te doy la razón.

    23 mayo 2014 | 20:07

  6. «Cuenta una bella leyenda judaica que en un pasado distante toda la humanidad vivía unida y hablaba la misma lengua. Habiendo dominado las técnicas de construcción y descubierto su propio poder creativo, los hombres decidieron construir una torre tan alta, que su parte superior llegaría hasta el cielo y así podrían ver al creador. Irritado con la arrogancia humana, dios resolvió confundir la lengua de los hombres con diferentes idiomas, para que de esta forma la gigantesca construcción no prosperase. Al no entenderse más, los trabajadores de la obra no pudieron coordinar sus esfuerzos y la torre acabó desmoronándose, fruto del caos que se instauró.

    La leyenda sobre la Torre de Babel tiene mucho que enseñarnos, aunque las lecciones no son sobre la vanidad humana, el poder de dios ni el origen de los idiomas modernos, sino sobre algo mucho más concreto: el funcionamiento de nuestra sociedad.

    De la misma forma que en la Torre de Babel, la humanidad, incluso sin saberlo, realiza una gran obra colectiva y coordina sus esfuerzos para ello: los coches producidos en Brasil son vendidos en Argentina, llevados hasta allí en barcos fabricados en Japón, pero que pertenecen a armadores griegos, que emplean marineros filipinos. No hay en el mundo un único bien material que no sea fruto de los trabajos conjugados de miles de hombres y mujeres.

    También como en la leyenda, la mayoría de los participantes de esa inmensa obra llamada sociedad “habla la misma lengua”, es decir, comparte ciertas ideas y valores, tiene una misma “visión de mundo”. Por compartir las mismas ideas, las personas acaban teniendo también un comportamiento parecido. A estas ideas o conjunto de ideas que moldean el comportamiento humano, las llamamos ideologías.

    ¿Para qué sirven las ideologías?
    El papel de las ideologías es garantizar el funcionamiento de la sociedad. Entonces, ¿qué ocurriría, por ejemplo, si los trabajadores ignorasen las leyes sobre la propiedad privada y decidieran tomar para sí las fábricas, los bancos y los latifundios? ¿O si las mujeres se rebelasen contra el machismo y comenzaran a reaccionar violentamente ante cualquier situación de opresión? ¿O si los homosexuales se organizaran para darles palizas a los neonazis en la Avenida Paulista? Está claro que si eso ocurriese, el orden burgués establecido se colapsaría y la sociedad, tal y como la conocemos, se desmoronaría sobre sí misma como una enorme Torre de Babel.

    Para que eso no se dé, para que la dominación capitalista siga su curso con tranquilad, es necesario que las personas acepten pasivamente las condiciones de explotación y opresión a las que están sometidas. ¿Y cómo conseguir eso sin recurrir permanentemente a la violencia? Pues a través de las ideologías.

    Se crea así la ideología de que la propiedad privada es sagrada y que los grandes empresarios, banqueros y petroleros son héroes nacionales; la ideología de que las mujeres son propiedad de sus maridos y a ellos les deben respeto y obediencia; la ideología de que la homosexualidad es una enfermedad y por eso, si los homosexuales son apaleados en la calle, es porque algo malo han hecho.

    Así, poco a poco, con numerosas ideas pequeñas, aparentemente sin conexión entre sí, se forma en la cabeza de los trabajadores una “visión de mundo” que no se corresponde con sus intereses, sino con los intereses de los capitalistas. Las ideas que justifican la dominación burguesa se hacen predominantes en toda la sociedad. Se reproducen exhaustivamente en la Televisión, en las escuelas, en las páginas de los periódicos, en la familia, en el trabajo, entre los amigos. Los trabajadores, por el simple hecho de vivir en sociedad, absorben estas ideologías y actúan en consonancia con ellas, incluso sin percibirlo. Cuando una ideología es aceptada por todos, se forma una especie de “lenguaje común”, que todos reconocen, entienden y reproducen en su cotidiano.

    Como resultado, explotados y oprimidos comienzan a hacer una cosa aparentemente absurda, pero que es la regla en nuestra sociedad: comienzan a actuar contra sí mismos, contra sus propios intereses de clase; comienzan a defender al enemigo y a combatir a sus aliados; se dividen. De este modo, los padres culpan a los profesores por el bajo rendimiento escolar de sus hijos, la población pobre defiende a un gobierno de empresarios y banqueros con miedo a perder las ayudas, los trabajadores esquirolean la huelga porque se convencen de que luchar no resuelve nada.

    ¿Qué esconden las ideologías?
    Tomemos algunas ideas bastante simples y ampliamente expandidas en nuestra sociedad: “El hombre es egoísta por naturaleza”, “Siempre van a haber ricos y pobres”, “Las mujeres fueron hechas para el trabajo doméstico”, “Una persona siempre va a querer pasar por encima de la otra”, “Los prejuicios ya vienen desde que nacemos”, etc.

    ¿Cuál es el sentido de estas ideas? Resulta evidente que todas apuntan en la misma dirección: aceptar las cosas tal y como son. ¿Y cómo nos convencen de ello? Afirmando que todo lo que existe es natural e inevitable, que intentar cambiar la realidad es ir “contra la naturaleza”. Así, para justificar un mundo de injusticia y sufrimiento, las ideologías “naturalizan” la realidad social, es decir, llevan a las personas a creer que la desigualdad, la explotación y la opresión son tan naturales como la lluvia, el viento o el movimiento de las mareas. Las ideologías esconden el gran secreto de la dominación burguesa: el hecho de que la sociedad es una construcción humana y que por lo tanto no hay nada de “natural” en ella; que el mundo en que vivimos es el resultado de la cooperación de los individuos y justamente por ello puede ser cambiado por esos mismos individuos.

    La propaganda ideológica
    ¿Pero cómo se esparcen las ideologías por la sociedad? ¿Cómo absorbemos y reproducimos con tanta facilidad ideas tan absurdas? Si existe democracia, ¿cómo alguien puede controlar lo que yo pienso? Para responder a estas preguntas, es preciso entender cómo funciona la propaganda ideológica.

    Todos sabemos lo que es propaganda. MediaMarkt hace anuncios animados, con personas hablando alto y rápido, y con énfasis en los precios. Nike centra su propaganda en el increíble desempeño de los atletas que usan sus artículos. El Santander hace propaganda de los beneficios que sus clientes pueden tener con esta o aquella inversión. En todos estos casos, el propósito es claro y evidente: ¡compre, use, aplique su dinero! No hay ninguna dificultad en reconocer que estamos ante una muestra de propaganda. Si a alguien no le gusta, puede cambiar de canal o pasar la página de la revista.

    Pero la propaganda ideológica es un poco más complicada. Como hemos dicho, el principal objetivo de las ideologías es hacer que las personas actúen contra sí mismas. Por eso la burguesía no puede decir abiertamente: “acepta la explotación”, “acepta la opresión”, como si dijera “bebe Coca-Cola”. Una propaganda así desvelaría la dominación ideológica y provocaría aún más revuelta. Por eso la principal característica de la propaganda ideológica es que es disfrazada, sutil, encubierta, subliminar.

    Cuando un artículo sobre una huelga de profesores comienza hablando de los alumnos que se quedaron sin aula, nos encontramos ante una muestra de propaganda ideológica. El objetivo no es informar o esclarecer lo que ocurre, sino enseñar hasta qué punto las huelgas perjudican a la población.

    El periodista no dirá eso abiertamente, sin embargo todo el texto estará diseñado para que provoque esa sensación en el lector. Cuando tras el asesinato de Bin Laden nos bombardearon en los programas dominicales con reportajes especiales sobre la tropa de élite que mató al líder de Al-Qaeda, nos encontramos ante una muestra de propaganda ideológica. Aquí el recado es: ¡los EEUU son invencibles, para ellos no hay misión imposible, no osen desafiarlos! Como es sabido, la mejor forma de implantar una idea en la cabeza de una persona es hacerle creer que llegó por si misma a esa conclusión.

    Así actúa la burguesía. No dice “la mujer es un objeto”. Simplemente muestra comerciales de cerveza que exhiben a la mujer como un objeto. Quién llega a la conclusión de que la mujer es un objeto es el telespectador. No escribe en los periódicos “es preciso acabar con los bosques alrededor de los ríos”. Simplemente muestra de qué forma el agronegocio, que acaba con los bosques alrededor de los ríos, es el “motor de desarrollo del país”. Quién llega a la conclusión de que acabar con los bosques es un mal necesario es el lector. No dice “vamos a acabar con los derechos laborales”. Simplemente dice que en los EEUU, el país más poderoso del planeta, casi no existen derechos laborales. Quién llega a la conclusión de que los derechos laborales son una traba para el desarrollo del país es el propio trabajador.

    Por eso, el hecho de que una persona tenga una opinión formada sobre un determinado asunto no significa de modo alguno que esa idea sea de ella. El noventa y nueve por ciento de las ideas que tenemos en la cabeza fueron implantadas sutilmente por la burguesía a través de la educación, de la prensa, de la familia, de la televisión, del cine, de la iglesia, etc, etc, etc. La fuerza de las ideologías está precisamente en el hecho de que los explotados defienden y reproducen las ideas de los explotadores, creyendo que esas ideas son suyas.

    Al ser repetidas incansablemente por toda la sociedad, las ideologías asumen la apariencia de “verdad absoluta”. ¿Qué decís de que las mujeres son iguales a los hombres? ¿Qué es eso de acabar con la explotación? ¿Cómo que socialismo? Cuando alguien cuestiona una ideología, parece realmente que está “hablando otra lengua”. Instintivamente, repelemos a ese tipo de persona y la separamos de nuestro entorno. O simplemente la ignoramos. La Torre de Babel no puede ser agitada.

    Ideología de la clase obrera
    Pero si una ideología es una determinada “visión de mundo”, un conjunto de ideas que sirve a determinados intereses, ¿podemos entonces decir que la clase trabajadora tiene una ideología? La respuesta es categórica: ¡sí!

    El socialismo científico, formulado en la mitad del siglo 19 por los filósofos alemanes Karl Marx y Friedrich Engels (por eso también es conocido como marxismo) es la ideología de la clase obrera, la ciencia de su liberación. El socialismo científico es un conjunto de ideas que interpreta correctamente el mundo que nos rodea, que revela las verdaderas razones de la opresión, de la desigualdad y de la explotación. Sin embargo, a diferencia de las ideologías burguesas, que penetran en la mente de los trabajadores por miles de medios invisibles e imperceptibles, el marxismo no llega a nuestras casas por las antenas de televisión, no se enseña en las escuelas, ni se escucha en las letras de las canciones de éxito. Es preciso buscarlo, descubrirlo. Y claro, como toda ciencia, el marxismo precisa de estudio.

    El obrero consciente que desee entender a fondo el mundo que le rodea debe comenzar por desconfiar de todas las ideas que parecen obvias y naturales, porque la mayor parte de ellas no pasa, muy probablemente, de mentiras bien contadas. Enseguida, debe tener, en relación a la sociedad, la misma curiosidad que tiene en relación a la máquina nueva que acaba de llegar a la fábrica: tiene que querer desvelarla, desmenuzarla, dominarla. Habiendo dominado el marxismo, ese obrero podrá interpretar los hechos de la realidad con la misma facilidad que un electricista experto interpreta el esquema eléctrico de un garaje residencial, que tiene una bombilla, un interruptor y un enchufe.

    La verdadera obra humana
    Las ideologías burguesas no son una fuerza invencible. Si la clase dominante tuviese tanta confianza en sus ideas, no habría hombres armados de plantón en comisarías, cuarteles y batallones, aguardando las órdenes para reprimir, dispersar y prender.

    Karl Marx, el viejo filósofo alemán, dijo en cierta ocasión que cuando una idea es absorbida por las masas organizadas, adquiere fuerza material, es decir, se convierte en un arma real.

    Cuando la crisis económica, política y social coloque en jaque a la dominación burguesa; cuando la represión contra los trabajadores, en vez de inhibirlos, provoque acciones aún más radicalizadas, la idea del socialismo penetrará en las grandes masas y hará tambalearse la monstruosa obra del capitalismo. Los trabajadores, en vez de hablar la lengua de la burguesía, comenzarán a hablar su propia lengua y se entenderán. La inmensa Torre de Babel, erguida sobre la espalda de los pobres y perseguidos, y solidificada con el cemento de la mentira, se desmoronará sobre las cabezas de sus incompetentes arquitectos. Y los trabajadores, libres de los escombros de la vieja construcción, comenzarán su propia obra: una sociedad sin opresión y explotación, el socialismo en el mundo entero».

    Written by Henrique Canary
    10 Febrero 2014

    24 mayo 2014 | 01:44

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