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El blues nunca fue una monarquía

Restos de la cabaña de Muddy Waters

Restos de la cabaña de Muddy Waters

Quizá sólo sea necesario un tablón podrido de madera y esos árboles bíblicos, marchitos como esqueletos, para definir el blues, una música, una forma de vida, que, como dice el historiador del género Ted Gioia, «procede de otro mundo», un lugar donde el hombre no es distinto al perro porque ambos tienen una misma posibilidad de redención: el aullido.

La cabaña —que, huelga decirlo, ya no existe— estaba en medio de una gran plantación algodonera, la Stovall, no lejos de Clarksdale, en el estado de Misisipí. La familia Stovall, dueña de tierras, hombres, mujeres y destinos, terminó cambiando el algodón por la promoción inmobiliaria en Chicago.

Algo inconcebible o algo bendito, una furia geodésica o una divina peste en el agua de las fuentes, debe tener el lugar, porque allí, un villorio que a principios del siglo XX andaba por las 10.000 almas, nacieron  Eddie Boyd, Willie Brown, Eddie Calhoun, Sam Cooke, John Lee Hooker, Son House, Ike Turner y Junior Parker. En uno u otro momento del primer tercio de la centuria, en el pueblo vivieron también Robert Johnson, Muddy Waters y Howlin’ Wolf. Conozco grandes capitales sobradas de amor propio cuyos elencos de héroes locales perderían por paliza cien de cada cien partidos.

Si hay una capital mundial del blues, está en Clarksdale, donde el divino Misisipí traza meandros porque quiere retrasar en lo posible el desagüe en el Golfo de México. No es necesario que sepas que un poco al oeste discurre un río para que sientas su poder. Cuando vibra con el viento, la corriente levanta polvo a millas de distancia. Si se desborda el cauce, ya puedes montarte en el mejor caballo.

En la cabaña vivía el hombre que toca la guitarra y canta esta canción, grabada allí mismo, frente a la madera seguramente ya podrida por entonces y los esqueletos disfrazados de árboles, en 1942.


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El hombre que se convirtió en «el Caruso del silbido»

Retrato autografiado de Guido Gialdini

Retrato autografiado de Guido Gialdini

En las escasas fotos que se conservan de él, Guido Gialdini (¿1878-?) posa bien vestido y con la cabeza alta, con la actitud de un prestigioso cantante de ópera. De perfil distinguido y labios finos, había ganado fama internacional por ser un prodigio del silbido: era capaz de silbar cualquier melodía que escuchara, de ejecutar con precisión valses de Strauss, arias de ópera, canciones folclóricas o sincopados ragtimes.

El nombre italiano era sólo artístico. En realidad se llamaba Kurt Abramowitz y había nacido en Alemania, en Berlín. Tras una breve carrera como comerciante, en los primeros años del siglo XX comenzó a ser consciente de su talento y consiguió abrirse un hueco en la música silbando para otros artistas, haciéndo pequeños solos y arreglos en canciones de música ligera.

En años en que todavía convivían el gramófono y el fonógrafo (un aparato inventado por Edison y que reproducía sonidos grabados en un cilindro de cera), la incipiente industria musical se fijó en la destreza de Abramowitz y registró sus versiones silbadas. Poco antes de que estallara la I Guerra Mundial ya era una estrella de los espectáculos de variedades, se hablaba de él como «el Caruso silbador» y existen recortes de prensa que registran giras y conciertos en el resto de europa, en los EE UU en 1910/11 y a finales de 1911 hasta en Australia.

En sus grabaciones —todas ya libres de derechos y algunas fácilmente localizables en Internet— lo acompaña una gran orquesta. Sopla con ligereza, haciéndo arabescos invisibles con el aire que surge de su boca. A ratos podría pasar por un theremín, si no fuera porque el instrumento pionero de la electrónica no se inventaría hasta 1919.

Poco más se sabe de la vida y la trayectoria profesional de Abramowitz. Su rastro se pierde por completo en los años treinta. De origen judío, tiene peso la teoría de que murió en el campo de concentración nazi de Auschwitz durante la II Guerra Mundial.

Helena Celdrán

Cien años de Sister Rosetta Tharpe, la mujer que cantaba diciendo ‘amén’

Sister Rosetta Tharpe (1915-1973). Foto: James J. Kriegsmann, 1938

Sister Rosetta Tharpe (1915-1973). Foto: James J. Kriegsmann, 1938

Algunas efemérides deberían obligarnos al encierro. Algunas efemérides, tan distintas a esas que señalan los acontecimientos nacionales para recordarnos que somos vasallos, merecen carácter sagrado e íntimidad.

Hace unos días, el 20 de marzo, se cumplieron cien años del nacimiento de Sister Rosetta Tharpe (1915-1973), que ha sido llamada la abuela del rock and roll. El título, se podría argüir, contiene una paradoja: una cantante de góspel, la música cristiano-evangélica más pura, es presentada como profeta de la música del diablo, como definieron al rock en sus primeros años desde los púlpitos y las congregaciones más ofuscadas por tanto brío sexual. Se trata de una contradicción sensata porque, como sabemos los pecadores, dios y el diablo caminan de la mano.

Sister Rosetta cantaba diciendo ‘amén’ y, al tiempo, era una fiera indómita, todo sudor y brutalidad, instinto y delirio. Podrían borrar de los anales a Chuck Berry, Little Richard, Elvis Presley y Bo Diddley. La Hermana Rosetta los predice, contiene y supera.

Allen's Grocery, Cotton Plant Arkansas (Foto. Wikimedia Commons)

Allen’s Grocery, Cotton Plant Arkansas (Foto. Wikimedia Commons)

 1. El lugar. Desde el cielo puedes saberlo todo sobre Cotton Plant, Arkansas (EE UU): un apaisado enclave rural en medio del vacío, dos carreteras comarcales, los trazos implacables de los plantíos de algodón y maíz… El villorrio y sus mil almas de 1915 tenían solo dos opciones para combatir la monotonía de tiralíneas de la pradera, multiplicada por un cielo plomizo y la mampostería de ladrillos rojos de las casuchas: dejarse llevar por la tiranía de las cadenas de la subsistencia o dedicarse a rezar.

2. El río. Unos cien kilómetros en línea recta hacia el este fluye, ya muy lentamente porque olisquea la desembocadura en el Golfo y desea retrasarla, el fabuloso Misisipi, el río-útero de todas las músicas. Un caminante de principios del siglo XX que bordeara el cauce hacia el sur podría cruzarse, si la suerte le era dada y concurría a los más indecentes garitos de madera y mal whisky casero del camino, con Charley Patton, el aullador, o Robert Johnson, el amigo del diablo.

3. La Vieja Religión. Los padres de la niña Rosetta Nubin, nacida el 20 de marzo de 2015 en el pueblecito de Cotton Plant, eran braceros sin tierras propias. Del padre, Willis Atkins, sólo es conocida su afición por cantar mientras, dobladas las lumbares, se desgarraba las manos para arrancar las cápsulas de algodón. La madre, Katie Bell Nubin, también cantaba, pero sobre todo en los oficios de la Church Of God in Christ, un credo pentecostalista que niega la predestinación y admite que la sonrisa, el himno y el grito son arrebatos de vida consagrada, vehículos para estar entrenado ante la Gran Tribulación. La mujer, a la que llamaban Mama Bell, tocaba la mandolina y la guitarra. Cuando dejaba descansar uno de los dos instrumentos, Rosetta rascaba y golpeaba las cuerdas. A los seis años ya acompañaba a la madre tocando la guitarra.

Sister Rosetta canta y su madre, Katie Bell, sostiene la guitarra. Foto: Charles Peterson

Sister Rosetta canta y su madre, Katie Bell, sostiene la guitarra. Foto: Charles Peterson

4. El himno. El primer libro que se imprimió en la América colonial británica fue The Whole Booke of Psalmes Faithfully Translated into English Meter (1638), una recopilación de himnos religiosos. La obra fue un best seller primario y prendió el fuego por el canto como forma comunitaria de rezo. Cuando la tradición se cruzó con las usanzas seculares de los esclavos traídos de África para ser explotados por los buenos cristianos calvinistas nació el góspel, del vocablo anglosajón gōdspel, palabra de dios, una transformación extremista de los himnos religiosos basada en la percusión insistente, las exhortaciones impulsivas, las palmas perfectas y los bailes improvisados. El patrón es de llamada y respuesta y la escala, pentatónica, implacable, moderna. Allí donde los cristianos blancos se mecen en arrullos, los negros gimen hasta la éxtasis. El germen del jazz, el funk y el hip-hop nació en las capillas.

5. El milagro de la voz y la guitarra. Mama Bell y su hija hicieron durante años el circuito de las congregaciones pentecostales —la  Church Of God in Christ permitía el apostolado femenino—. Eran actuaciones en parte sermón y en parte descarga góspel. Llegaron a ser tan conocidas que se anunciaban con semanas de antelación. Los carteles claveteados en los postes del telégrafo anunciaban a Rosetta como «el milagro de la voz y la guitarra». En 1934 se fueron a vivir a Chicago. Rosetta se casó a los 19 años con un pastor,  Thomas Thorpe, pero el matrimonio no resultó y se separaron. Sin explicar nunca la razón, ella adoptó como nombre artístico una transformación del apellido del marido: Sister Rosetta Tharpe. En 1938 se establecieron en Nueva York.

 6. ¿El primer rock and roll? Después de grabar algunos discos con grandes orquestas que disimulaban la fiereza de su voz y verse obligada por contratos ladinos a cantar en los circuitos de night clubs —lo que originó un cierto escándalo entre los puristas de la música religiosa—, Sister Rosetta se decidió por volver a la simpleza del góspel y en 1944 grabó Strange Things Happening Every Day, un espiritual sin aderezos, dominado por la guitarra y el grito. En 1945 la canción se convirtió en el primer tema góspel en colarse en las controladísimas listas de éxitos raciales —también los hit parade eran segregacionistas— de la revista Bildboard. El tema, sincopado, evasivo, apasionado, bailable, sensual, incluso ambiguo, está entre los citados como posibles precursores de un género que aún no tenía nombre pero estaba naciendo de la adherencia del blues, el rhythm & blues, el country y el bluegrass: el rock and roll, la música más importante del siglo XX.

7. Palmas instintivas de los ingleses. Adorada por Elvis Presley, Little Richard, Johnny Cash y Jerry Lee Lewis («esta mujer canta rock and roll…, bueno, canta música religiosa pero ¡es rock and roll: tiembla, salta, golpea la guitarra!»), Rosetta Tharpe gozó de una gran fama tras la II Guerra Mundial. En 1951 se casó con su agente, Russell Morrison, y cantó tras la ceremonia, todavía en traje de novia, ante 25.000 personas que habían pagado entrada para la boda y el concierto. Durante los años de fuego del rock and roll, el estilo que había ayudado a crear, su popularidad cayó en picado, pero logró sobreponerse gracias a las giras por Europa, donde el interés por la música negra de los EE UU fue intensa en los primeros años sesenta. En 1964 participó en un programa de televisión grabado en una estación de tren abandonada en Manchester. Algunos dicen que fue la primera vez que el gélido público inglés supo de manera instintiva cómo seguir el ritmo de un góspel con las palmas. Rosetta, con su abrigo de paño claro de los domingos, los dejó atónitos y en estado de gracia.

Sister Rosetta Tharpe a finales de años treinta. Photo: Roxie Moore

Sister Rosetta Tharpe a finales de años treinta. Photo: Roxie Moore

8. Tumba sin lápida. La carrera de la fogosa cantante y guitarrista fue interrumpida por un ataque al corazón en 1970. Superó el asunto pero desarrolló diabetes y tuvieron que amputarle una pierna. Murió tras un segundo infarto, el 9 de octubre de 1973, a los 58 años. La enterraron en una tumba sin nombre en Filadelfia, donde vivía desde 1957.

9. Túmulo tras un documental. Tras la producción y emisión en 2014 del documental dirigido por Mick Csáky Sister Rosetta Tharpe: The Godmother of Rock & Roll [dejo bajo la entrada un vídeo del metraje completo] hubo una cuestación pública para colocar un pequeño túmulo funerario en el lugar donde yacen los restos de la mujer que sabía como rezar gritando amén. Parece que necesitamos películas para saber que cometimos pecados.

10. Epitafio. Las palabras que inscribieron en la lápida, aunque tardías, son adecuadas: «Podía cantar hasta hacerte llorar y luego cantar hasta que bailaras de alegría. Ayudó a mantener viva la iglesia e hizo disfrutar a los santos«.

Jose Ángel González



Kraftwerk: los robots tienen ‘tumblr’ y se llama ‘Infinito infinito’

Captura de Endless Endless

Captura de Endless Endless

«Desde el silencio a cualquier lugar». El lema es la enseña frontal del microblog Endless Endless, un archivo virtual de los 45 años de carrera de uno de los grupos más inteligentes y faltos de complejos de la historia del pop, Kraftwerk, una unidad de producción alemana que funciona con efectiva sabiduría.

Endless Endless —que duplica en la cabecera la palabra inglesa para ilimitado, infinito, interminable, dando a entender que incluso los conceptos absolutos tienen derecho a ser una espiral, un loop— es un Tumblr que aprovecha la elasticidad y dinamismo de la plataforma de blogs readymade (hay en el mundo 222 millones en este momento) como visita guiada audiovisual a la carrera del grupo que fundó la música electrónica de consumo rápido y, según un acertado resumen del diario The Guardian, es la banda más influyente en activo y la que más y mejores productos ha dado al pop desde los Beatles.

Aunque el grupo tiene una bien montada página web oficial en la que es posible entretenerse durante horas —no dejen de visitar la sección Kling Klang Machine, un generador de música interactivo—, Endless Endless tiene la gracia de libro de recortes de todo microblog bien administrado: la navegación es sencilla y el contenido es celestial. No podría ser de otra forma cuando hablamos de Kraftwerk, el grupo más copiado y sampleado de la historia, como se puede comprobar en el vídeo de abajo, en el que la huella de los alemanes aparece, con o sin cita, en temas de entre otros, Madonna, R.E.M., Coldplay, David Bowie, Pink Floyd, Jay Z, Will Smith, New Order, Franz Ferdinand…

El tumblr de los musikarbeiter («trabajadores de la música», como prefieren ser llamados) contiene clips musicales, tanto de discos oficiales como de grabaciones en directo; citas, entrevistas e ideario; centenares de imágenes y vídeos , y toda suerte de referencias y anecdotario sobre las andanzas de los muchos músicos que han intervenido en el colectivo fundado en Dusseldorf por  Ralf Hütter y Florian Schneider —el segundo lleva varios años separado del grupo, en un silencioso retiro—.

Fotos tomadas en Barcelona en 1981 por Anton Corbijn

Fotos tomadas en Barcelona en 1981 por Anton Corbijn de los ‘dummies’ de, desde la izquierda, Wolfgang Flür, Florian Schneider y Ralf Hütter (Fuente: Endless Endless)

La más agria (y estúpida, por malinterpretada) polémica en la historia del grupo no aparece por ninguno de los múltiples pasillos y recámaras del microblog: la publicación de una reseña en el semanario inglés New Musical Express donde el respetado crítico Barry Miles titulaba una reseña sobre un concierto de Kraftwerk con una frase cargada de bilis: «Esta es la música que tus padres lucharon para que no escuchases».

El presunto conservadurismo reaccionario de la electrónica fue aliñado a la semana siguiente con la republicación de una entrevista de 1975 del mítico periodista destroyer Lester Bangs a Hütter y Schneider en la que se jugaba con la idea de Kraftwerk y sus robots doppelganger como «solución final» para la música del futuro. La pieza apareció ilustrada con un desafortunado fotomontaje de los dummies y una imagen de los juicios de Núremberg contra la jerarquía nazi.

Pese al desliz de ocultar el incómodo y manipulado episodio (Hütter negaba la idea de «solución final» y tildaba a la sustitución de músicos por robots como «un paso más»), Endless Endless es uno de los mejores sitios web sobre un grupo fundamental, quizá los últimos realistas del sonido y su sombra, el silencio.

«Aportaron la idea», dicen con acierto los responsables del microblog, «de que la música vive fuera de la longitud y la forma que se ofrecen en los formatos grabados para almacenarla, lo que significa que puede, de hecho, ser interminable».

Jose Ángel González

Los ‘new british’, el arte de la paquetería inglesa (vía app)

Captura de New British

Captura de la animación de apertura de The New British

«Una revista multiplataforma para disfrutar de la vida moderna british y explorar la cultura underground«.

No he tenido más remedio que usar tres palabrejas en cursiva para intentar mantener el grado de orgulloso escupitajo con que se presenta al mundo la publicación neofotográfica The New British, fundada por Kez Glozier y Neville Brody.

El primero, editor en jefe, es un jovencillo multimediático metido en el vídeo, la moda y el oficio de intentar asustar a los burgueses como él.

El segundo, director de arte, nació en 1957, fue diseñador de envoltorio para grupos de protoelectrónica heterodoxa (Cabaret Voltaire), trabajó en medios que nacieron al amparo del indie y terminaron en la mitad de la gran corriente (The Face, Arena) y ahora es un emperador con estudios de diseño en Londres, Barcelona y París bajo el nombre de Brody Associates —denominación comercial que culmina con el terminante y temible ‘asociados’, el bang con el que también te liquida la abogacía—.

Multiplataforma, supongo que ya lo sospechaban, implica que la corporación Apple es el canal de distribución monopolístico. La revista, gratuita por ahora, sólo se puede conseguir dejando el rastro de tu artilugio electrónico —y de paso, el de tu localización y modo de vida— en los espaciosos archivos orwellianos de iTunes.

British tampoco requiere demasiado desarrollo: insularidad, fish and chips con el aceite que guardaba la tía Martha desde la muerte de la Reina Victoria y un marcado acento cockney para tribalizarte y justificar al proletario que nunca pudiste ser porque, cariño, te has quedado en rústico.

Underground debe ser lo que nos intentan vender en el vídeo teaser.

La revista vía app ofrece una «resuelta visión de la vida en la Gran Bretaña de hoy», no se trata «sólo de un magazine, sino un articulado y abrasivo movimiento subcultural«. Les juro que no he inventado la declaración de intenciones. Los entrecomillados son reales.

¿Ejemplo de contenidos del número cero, que ya está listo para ser descargado? Una investigación —algunos términos se venden muy baratos— sobre el «ritual de la noche de los viernes y todo lo que representa, música, estilo, diversión, tanto formal como informal». Se trata de una «reacción a lo que sucede para ofrecer una visión fresca aunque a veces perturbadora de la experiencia british actual» porque resulta «inminente» la «transición generacional». Sigo jurando.

© Bruce Gilden (Captura de The New British)

© Bruce Gilden (Captura de The New British)

Sinead O'Connor, Dublín, 1987 © Anton Corbijn (Captura de The New British)

Sinead O’Connor, Dublín, 1987 © Anton Corbijn (Captura de The New British)

Además de unas cuantas fotos —las más notables las nada novedosas (1987) de Anton Corbijn de Sinead O’Connor posando como una jorobada en un escenario desolado de Dublín y unos cuantos retratos feístas de ven aquí que te fusiló con el flash y te subo los rojos de Bruce Gilden— y textos de extensión reducida motivada quizá porque los iPads son antigutenberg.

La revista multiplataforma incluye un vídeo documental dirigido por Glozier sobre la nueva, dicen, gran aportación british a la cultura contemporánea: el shuffling, un estilo de baile callejero que, al parecer, es 100% inglés cuando, según se puede ver, parece un breakdance para cuerpos de escasa elasticidad.

The New British regenta todo tipo de e-apéndices: Facebook, Twitter, Instagram

La heroicidad del corsario Francis Drake, la beatlemanía, el Swinging London, las Spice Girls…, los ingleses siempre tuvieron mucho arte con los envoltorios.

Jose Ángel González

¿Era el Hotel California un cruel sanatorio mental?

"Hotel California" (The Eagles, 1977)

«Hotel California» (The Eagles, 1976)

No importan la edad, la clase, la tribu. Uno escucha y, pese al derrame de tiempo y la explotación comercial, el golpe emocional sigue vivo: un viaje nocturno por el desierto, la cabeza pesada por la marihuana, una luz en la distancia, la decisión de parar a descansar en el edificio neocolonial pese a que hay un aire ominoso en el lugar

Puede ser el cielo o el infierno

No es necesario que te guste Hotel California, la canción editada en diciembre de 1976 por los Eagles. No requiere confirmación a estas alturas que se trata de uno de los temas inscritos en la memoria colectiva. Si alguien empieza a tararear la melodía hay coral confirmada; en cualquier acera puedes encontrar a músicos callejeros transformándola en reggae, danzón o chill-out; en los salones de karaoke es siempre un top

Pero no la menospreciemos por la universalidad o el sobe: hablamos de una epifanía épica escrita  y cantada en estado de gracia para resumir, como dijo el letrista Don Henley, «el tránsito de la inocencia a la experiencia».

La condición multimillonaria de la pieza no es capaz de ocultar el poder de seducción de la melodía levemente narcótica y las grandes imágenes de la muy inteligente y bien labrada letra, que podría ser una crónica del final de los ideales hippies o un editorial lírico sobre los estragos de las drogas duras —cuando el narrador pide vino, le dicen que no hemos tenido de eso por aquí desde 1969—.

Aunque la cubierta del álbum Hotel California corresponde al Beverly Hills Hotel, conocido como Pink Palace y muy frecuentado por la alta sociedad roquista y cinematográfica —la fotografía la tomaron David Alexander y John Kosh, que se alzaron 18 metros en una grúa para captar la cúpula neocolonial del hotel en el ocaso—, hay muchos locales que se atribuyen la inspiración y viven de los réditos comerciales de la inolvidable canción, entre ellos, por ejemplo, el Hotel California, de Todos Santos, en la Baja California mexicana.

Aunque los compositores —otros dos eaglesDon Felder y Glen Frey, estuvieron implicados en la música— nunca han deseado revelar detalles que trasladen a lo concreto las imágenes del tema, la verdad quizá sea bastante estremecedora. Mucho más, en todo caso, que la teoría simplona y sin base comprobable que atribuye a la canción, como a tantas otras, claves satánicas.

Pabellón de mujeres del Camarillo State Hospital en 1949 - Foto: The Camarillo State Mental Hospital History Blog

Pabellón de mujeres del Camarillo State Hospital en 1949 – Foto: The Camarillo State Mental Hospital History Blog

En la foto, de autor desconocido, han raspado los rasgos faciales de las mujeres: se entiende que desean proteger la intimidad de las retratadas, pero hay un sesgo torvo en las rayas, que parecen marcas de un estigma o producto de la acción morbosa de un psicópata criminal. Tomada en febrero de 1949, la imagen muestra uno de los dormitorios del Camarillo State Mental Hospital, un enorme complejo psiquiátrico que funcionó de 1936 a 1997 en un paraje desolado del muy fértil condado californiano de Ventura.

Espejos en el techo
Champán rosado helado
«Todos somos prisioneros de nosotros mismos», dice ella
Mientras en las habitaciones de los jefes
Preparan el festín
Usan cuchillos afilados
Pero no consiguen matar a la bestia

Edificio principal del manicomio de Camarillo (Foto: Wikipedia)

Edificio principal del manicomio de Camarillo (Foto: Wikipedia)

Es más que probable que el verdadero escenario de Hotel California sea el enorme manicomio de Camarillo, que llegó a albergar a 7.000 pacientes, víctimas de una admistración que se conformaba, en el mejor de los casos, con esconder a los distintos —rayándoles las facciones en un sentido no solamente figurado— y, en el peor, someterlos al hacinamiento, los tratamientos electroconnvulsivos, los malos tratos, el abandono, la experimentación con nuevas medicaciones y la cruel pseudo medicina psiquiátrica practicada por doctores tan locos comos los locos.

La web The Camarillo State Mental Hospital History Blog recopila los pormenores conocidos de lo que sucedió durante más de medio siglo en el complejo. La lectura es sobrecogedora y aún lo es más si el interesado tiene la sangre fría de repasar el libro Keeper of the Keys [PDF íntegro, en inglés], de la enfermera Nadine Scolla, que trabajó en el hospital y narra en una crónica implacable cómo el complejo se convirtió en un almacén de almas donde encerraban a inmigrantes ilegales porque sencillamente no sabían hablar otra lengua que el español, adolescentes díscolos, mujeres rebeldes, personas melancólicas refugiadas en el alcohol o las drogas…

Por Camarillo pasaron también algunos notables castigados por la vida disoluta de la cercana ciudad de la noche de Los Ángeles, entre ellos la madre de Marilyn Monroe, la actriz alcohólica Gia Scala y el saxofonista e inventor del bebop Charlie Parker, a quien intentaron curar de su adicción a la heroína con electrochoques y administración masiva de hipnóticos y barbitúricos. Bird, que murió a los 34 años sin haber conjurado ninguno de sus demonios —porque, como dijo Julio Cortázar, quien le dedicó el relato El perseguidor, los yonquis «no son el cáncer social que denuncian los bien pensantes, sino que el cáncer es precisamente lo que los rodea y los hostiga»—, repasó con fiereza y buen humor los meses de internamiento en el tema Relaxin’ at the Camarillo (Descansando en Camarillo). Con mayor sarcasmo Frank Zappa escribió Camarillo Brillo sobre una paciente alucinada. Inserto abajo ambas canciones.

El Camarillo State Hospital poco después de ser inaugurado - Foto: The Camarillo State Mental Hospital History Blog

El Camarillo State Hospital poco después de ser inaugurado – Foto: The Camarillo State Mental Hospital History Blog

Bienvenidos al Hotel California
Un lugar adorable
Para rostros adorables
Todos ellos viven en el Hotel California
Qué agradable sorpresa (pero trae tu coartada)

Los Eagles —que acaso tenían buenas razones para no mencionar la verdadera inspiración (¿tuvieron amigos entre los internos?, ¿fueron ellos mismos, bastante viciosos, visitantes temporales?, ¿optaron por la corrección política para no alejar al público masivo que adoraba la música blanca del grupo?) nunca volvieron a repetir el satori de esta canción-epígrafe que extracta la amargura de la derrota generacional y podría ser también un colofón sobre la perpetua mortificación socio-médica contra aquellos a quienes llaman, con un giro sardónico en el tono de voz, enfermos mentales.

Nunca podré escuchar sin estremecerme la estrofa que cierra el tema como un atardecer eterno y abominable:

Lo último que recuerdo es cómo corrí hacia la puerta
Intentando encontrarme con quién yo era antes
«Tranquilo», dijo el vigilante nocturno,
«Estamos preparados para la admisión,
Puede usted registrarse cuando quiera,
Pero no podrá marcharse nunca»

Jose Ángel González

Kandinsky, Munch, Mondrian, Saint-Exupéry…, de dominio público desde 2015

"Vampyr II" - Edvard Munch, 1895

«Vampyr II» – Edvard Munch, 1895

El tremendo óleo de Edvard Munch Vampyr II es, desde el uno de enero de 2015, de dominio público.

Han pasado 70 años desde la muerte del pintor, legalmente llamada post mortem auctoris, y ha concluido el periodo de vigencia de los derechos de autor según la legislación que aplica más o menos toda la Unión Europea. El cuadro puede, por tanto, ser utilizado y difundido con absoluta libertad.

El año que acaba de comenzar viene bien surtido de herencias artísticas que pasan a pertenecer al legado común.

En 1944, hace 70 años, murieron el poeta de la abstracción Vasily Kandinsky, que pintaba como haciendo música; Piet Mondrian, que soñó con desentrañar el color de la «retícula cósmica» y desde hace años se lleva mucho en tapicerías y cortinas; el futurista Filippo Marinetti, propulsor de la idea de que la verdad está en la máquina y temerario compañero de viaje del neofascismo italiano, y el paladín del swing blanco Glenn Miller, quien todo lo merece por el mero título de sus canciones, que te hacen bailar sólo con mencionarlas: Chattanooga Choo Choo, Moonlight serenade, Pennsylvania 6-5000

Las obras de los cuatro son de dominio público.

'Circles Within A Circle" - Vasily Kandinsky, 1923

‘Circles Within A Circle» – Vasily Kandinsky, 1923

En lo literario destacan dos figuras de caráter legendario, Flannery O’Connor, criadora de pavos y reina del gótico sureño, ese subgénero desapegado, irónico y descarnado en el que no ha sido superada por ninguno de sus ilustres imitadores, de Faulkner a McCarthy pasando por García Márquez —todos los postulados del realismo mágico estaban en la obra de O’Connor—, y Antoine de Saint-Exupéry, el autor de Le petite prince (El principito), traducido a 250 idiomas y tercer libro más vendido de todos los tiempos (tras Historia de dos ciudades, de Dickens, y El Señor de los Anillos, de Tolkien).

Para los amantes de la narrativa pulp también se libera de derechos de autoría, aunque sólo en Canadá —en la UE habrá que esperar diez años más—, la obra de Ian Fleming, creador del personaje literario de James Bond y, como 007, bon vivant y mujeriego.

"Aften på Karl Johan" - Munch, 1892

«Aften på Karl Johan» – Munch, 1892

El asunto es menos simple de lo que sugieren estas apresuradas notas.

En los EE UU, por ejemplo, ninguna obra pasará a ser de dominio público hasta 2019, porque en 1978 se extendió de 70 a 95 años el periodo de explotación de regalías y se permitió, en una decisión deleznable que sólo defiende a las empresas que mercantilizan los bienes culturales, que se aplicara con carácter retroactivo a obras que ya estaban en los catálogos de dominio público y dejaron de estarlo, volviendo los derechos a sus legítimos propietarios.

Según las normas estadounidenses vigentes ninguna obra por encargo es propiedad del creador o compositor, sino del empleador —empresa editora o de publicación—, que será dueño de los derechos durante los 95 años siguientes a la fecha de edición. La locura de este proteccionismo corporativo motiva que los defensores del dominio público emitan cada uno de enero un listado de las obras que hubiesen entrado en la categoría de estar vigente la ley que estuvo en vigor hasta 1978.

El uno de enero de 2015, por ejemplo, entrarían en dominio público novelas como Desayuno con Diamantes (Truman Capote), películas como Vértigo y canciones como el himno del rock Johnny B. Good (Chuck Berry)… Hay, desde luego, muchas otras: todas las obras publicadas y editadas en 1958.

Podrían ser de dominio público en los EE UU (Imagen: Duke University's Center for the Study of the Public Domain)

Podrían ser de dominio público en los EE UU (Imagen: Duke University’s Center for the Study of the Public Domain)

La extraordinaria y atribulada historia es seguida con atención y narrada con ánimo reivindicativo por el Centro de la Univesidad de Duke para el estudio del dominio público, uno de esos departamentos universitarios que los yanquis saben cómo manejar como nadie [aquí está el informe sobre este año, con suficiente hipervinculación como para dedicarle meses a la lectura]. Las universidades españolas, cavernícolas como casi siempre, ni siquiera consideran que el asunto tenga interés.

Más información detallada, en ingles, puede encontrarse en el libro The Public Domain: Enclosing the Commons of the Mind, de James Boyle, que, como buen militante del procomún, deja bajar el libro gratis.

Entretanto, si les parece que hay clientela editen El Principito —ojo: encargando a alguien la traducción o buscando una traducción libre de regalías— o vendan pósters y postales de obras de Kandinsky, Munch y Mondrian. Son de todos.

José Ángel González

Un ingenioso videoclip cargado de referencias cinéfilas

El videoclip está lleno de pequeñas imperfecciones (intencionadas) que trasladan al espectador al estilo de la animación de entre finales de los años sesenta y principios de los setenta. También los colores y el desarrollo de las ideas tienen ecos de aquella psicodelia y a ratos traen a la memoria la película de dibujos animados de los Beatles Yellow Submarine (George Dunning, 1968).

En tres minutos, el vídeo de la canción All Over —del grupo estadounidense Cruisr, que acaba de debutar con un EP y ha elegido el tema como su primer single— sobrecarga al espectador con una avalancha de referencias pop, todas relacionadas con el cine. La asociación de ideas y las constantes metamorfosis hacen que la pieza sea irresistible.

Sólo en los primeros seis segundos del vídeo Travis Bickle y la prostituta adolescente Iris (Taxi Driver) se transforman en el Doctor Hannibal Lecter y la agente del FBI Clarice Starling (El silencio de los corderos), que a su vez sufren una mutación y se convierten en los personajes interpretados por el travestido Jack Lemmon y Marilyn Monroe en Con faldas y a lo loco.

El concepto, el diseño y la dirección son de Chris Carboni, director, diseñador, animador e ilustrador neoyorquino, fundador de Carboni Studio. La «inteligente sencillez» de la letra de la canción y el ritmo pegadizo inspiraron al autor a crear «una narrativa» que conectara con el espectador con la misma facilidad que la música. El estudio se decidió por «visualizar la historia a través de romances cinematográficos notables, de lo icónico a lo oscuro», crear un collage de relaciones de amor, pasión, admiración pero también miedo, repulsión y odio entre las parejas de personajes.

Helena Celdrán

Captura del videoclip de Carboni Studio para la canción 'All Over' de Cruisr

Captura del videoclip de Carboni Studio para la canción ‘All Over’ de Cruisr

Captura del videoclip de Carboni Studio para la canción 'All Over' de Cruisr

Captura del videoclip de Carboni Studio para la canción ‘All Over’ de Cruisr

Captura del videoclip de Carboni Studio para la canción 'All Over' de Cruisr

Captura del videoclip de Carboni Studio para la canción ‘All Over’ de Cruisr

Captura del videoclip de Carboni Studio para la canción 'All Over' de Cruisr

Captura del videoclip de Carboni Studio para la canción ‘All Over’ de Cruisr

¿Por qué rompieron Miles Davis y John Coltrane?

John Coltrane (izquierda) y Miles Davis , 1960

John Coltrane (izquierda) y Miles Davis , 1960

En una esquina, el trompetista Miles Davis, capaz de reventar más veces que nadie la historia de la música —están contabilizadas al menos cuatro—. Sexy, escabroso, domador del silencio. Negro pero con posibles: hijo de un dentista. Durante muchos años tocó de espaldas al público. Cuando le preguntaron por qué, dijo: “Nadie se molesta por ver la espalda del director de una orquesta sinfónica”.

En la otra, John Coltrane, explorador estelar con el saxo tenor, hijo de padres sin blanca. Se apuntó en la Armada el mismo día que la bomba atómica cayó sobre Hiroshima. Decidió llamar a las puertas del cielo de una manera tajante: con la estridencia. No soplaba el saxo: lo pervertía. Cuando tocaba, buscaba a dios, pero lo hacía con ferocidad, porque el creador sólo escucha a quienes gritan.

Discos del quinteto de Miles Davis

Discos del quinteto de Miles Davis con John Coltrane

Ambos nacieron en 1926, se dejaron entumecer por la frialdad de la heroína y tocaron juntos entre 1955 y 1960.  La historia de los ochos discos en los que se mezclaron apuntala el dogma del respeto mútuo y el tránsito conjunto por senderos sin rumbo, porque en el jazz nada es definitivo y toda forma contiene su contrario, el vacío. El jazz no es taxativo como el rock, siempre basado en afirmaciones y estructuras sólidas. El jazz es volátil y, en ocasiones, informe: plantea siempre más preguntas que respuestas.

Los discos del primer Quinteto de Miles Davis —que a veces se ampliaba a sexteto— forman un cuerpo sagrado que culmina con Kind of Blue (1959). Los participantes, no siempre los mismos pero con Miles de oficiante estable y Trane de contrapunto, hicieron del jazz algo flotante y elástico, de discreta y apasionada elegancia.

Anuncian ahora la edición de un cuádruple disco con las últimas actuciones de Miles y Trane juntos. All of You: The Last Tour 1960 contiene grabaciones de una gira por Suecia, Alemania y Suiza. Según algunos es la prueba de que la alquimia se había agotado y los dos genios estaban a punto de divorcio. Se lllega a sugerir que ya no se soportaban.

Escuchen y juzguen esta versión de So What grabada el 22 de marzo de 1960 en Estocolmo.

Entre los códigos de tiempo 00:30 y 03:40,  la trompeta de Miles hace el solo, perfecto, de una eficacia doliente: una lección magistral del jazz modal que el quinteto había inventado y perfeccionado mezclando tonos brillantes y apagados. Luego entra el tenor de Trane, que avanza en principio por el mismo camino que había iniciado el líder del quinteto pero bien pronto se dispara y termina, en torno al 6:40, en una borrachera rapidísima y chirriante. Es como si el saxofonista estuviese tocando para sí mismo, ajeno a los demás músicos, un hereje flotando en el aullido multiforme y abierto del free jazz.

Dicen que la paradoja se daba cada noche y en cada tema: Trane en un planeta y Davis y los demás en otro. El público reaccionó mal y algunos críticos peor. Los adjetivos «horrorosos», «aburridos», «absurdos» e incluso «obscenos» fueron aplicados a los solos del saxofonista, al que llegaron a acusar de tocar mal para precipitar que Davis le expulsara.

Al terminar la gira y regresar a los EE UU ocurrió el desenlace: Trane y Davis rompieron para siempre. Sin gran discordia pero de forma tajante: jamás tocarían juntos de nuevo.

Algunos de los discos de John Coltrane grabados en los últimos cuatro años de su vida

Algunos de los discos de John Coltrane grabados en los últimos cuatro años de su vida

Aunque ya había grabado tres discos como solista antes de pasar por el quinteto, Trane nunca se había atrevido a componer música. Era inseguro y necesitaba un asidero espiritual que la ayudase a salir de la dependencia a la heroína, que casi lo había matado en 1957 de una sobredosis. También bebía demasiado y, al contrario que Miles, capaz de drenar la toxicidad y convertirla en aliada, cargaba con un cuerpo muy castigado. En 1960, cuando dijo adiós al quinteto, tenía 34 años. Moriría poco después de cumplir 40.

Quizá era consciente de que el tiempo apremiaba y no le quedaba demasiado para buscar aquello que buscaba, fuese lo que fuese: empezó a componer con furor, arañando como inspiración en cualquier forma de creencia espiritual («creo en todas las religiones», decía); renegó de cada verdad para acercarse a las cinco notas esenciales de las ragas de la India; intentó domar las «fuerzas emocionales»  contenidas en cada soplo; estaba convencido de que la música era medicinal tal como afirmaban los chamanes africanos; leyó el Corán, la Biblia, textos de budismo zen y cábala con la misma ecuánime sinceridad; grabó una pieza de 29 minutos basada en la sílaba sagrada Om y las enseñanzas del Bhagavad Gita y el Bardo Thodol

Consiguió lo que nadie antes había soñado, que el jazz pudiese tener una cualidad sacramental: A Love Supreme (1964) es el equivalente negro a una misa de Bach.

"Stellar Regions"

«Stellar Regions»

Casi todo lo que grabó antes de que el cáncer de hígado lo matase —el último concierto lo ofició, parece lógico que así fuese, en una iglesia humilde— estaba basado en el convencimiento de que la música universalis no es un concepto alquímico sino una verdad tangible a la que es posible acceder con determinados sonidos. Nadie entendió demasiado aquella forma de rezo y los críticos tardaron en asimilar los viajes de fiebre de Trane, estelar, dolido, suplicante, atonal, dirigido hacia habitantes de esferas diferentes a la terrenal… Nada le importaba cuando tocaba: cuando estás a solas y hablas con múltiples dioses debes inventar un idioma, una jerga acumulativa que sólo tú y ellos entenderéis.

La mejor constancia de los diálogos de Coltrane con todos los avatares de la divinidad apareció 27 años después de la muerte del músico. Lo encontró, se nos dijo, su viuda, Alice Coltrane (1937-2o07) mientras ponía orden en las cajas y archivadores donde Trane guardaba sus cosas. Editado en 1995, Stellar Regions, había sido grabado cinco meses antes de la muerte del artista. Intenten escucharlo con las luces apagadas y suban el volumen. Les convencerá de la posibilidad cierta de los viajes astrales del alma.

Miles Davis, que siguió dinamitando clichés hasta 1991, cuando un fallo cardiorrespiratorio lo tumbó a los 65 años, nunca habló de Trane o de las razones de la ruptura. Lo más cercano a una explicación la ofreció en unas escuetas declaraciones durante la última gira del quinteto, en 1960. Tras la actuación, en la que Trane había vuelto a tocar por su cuenta y de manera disonante, un periodista preguntó a Miles:

— ¿No te parece que Coltrane va demasiado lejos?

El mejor músico de jazz de la historia respondió:

— No. Soy yo quien no soy capaz de llegar tan lejos como él.

Jose Ángel González

Transforman en música las señales que emite una estrella moribunda

El radiotelescopio con 66 antenas es el mayor jamás construido sobre la Tierra. Desde 2011, Alma (Atacama Large Millimeter/submillimeter Array) capta desde el desierto de Atacama (al norte de Chile) las más débiles ondas de radio procedentes de cuerpos celestes lejanos y permite así el estudio sobre el origen y la evolución de galaxias, estrellas y planetas.

Hasta la fecha el más ambicioso proyecto astronómico basado en telescopios, en él colaboran Europa, los Estados Unidos, Canadá, Asia Oriental —principlemente China, Corea, Japón— y Chile. La principal misión de Alma desde su creación en 2011 es recabar datos e imágenes a partir de las radiaciones electromagnéticas de estrellas y planetas en el momento de su creación: el radiotelescopio puede ser el instrumento que por fin nos permita desvelar muchos de los misterios sobre el origen de la vida en la Tierra.

Alma Music Box (La caja de música Alma) es uno de los muchos proyectos colaborativos en los que participa el más grande de los telescopios, con la diferencia de que este sobrepasa lo científico para meter un pie en la música y convertirse casi en una acción artística que tiene más de poesía que de astronomía.

'Alma Music Box'

‘Alma Music Box’

Todo comenzó cuando el Observatorio Nacional de Japón se interesó en 2011 por las ondas de radio de R Sculptoris, una estrella moribunda en la constelación de Sculptor. No es cualquier estrella, a unos 1550 años luz de nuestro planeta y ocho veces más grande que el Sol, además de destacar por su intenso color rojo, los astrónomos descubrieron con su observación que alrededor de ella había una asombrosa espiral.

En un aparato parecido a los tocadiscos de vinilo, una colección de 70 discos negros reproduce las ondas que emite R Sculptoris. Las protuberancias sobre cada disco corresponden a los momentos en que las señales son más fuertes y a cada una se les asigna una nota musical. La melodía al estilo de una caja de música es inconexa y tiene silencios, corresponde al ritmo aleatorio con que la estrella libera las frecuencias.

Helena Celdrán

La estella R Sculptoris - Foto: Alma

La estella R Sculptoris – Foto: Alma