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¿Era el Hotel California un cruel sanatorio mental?

"Hotel California" (The Eagles, 1977)

«Hotel California» (The Eagles, 1976)

No importan la edad, la clase, la tribu. Uno escucha y, pese al derrame de tiempo y la explotación comercial, el golpe emocional sigue vivo: un viaje nocturno por el desierto, la cabeza pesada por la marihuana, una luz en la distancia, la decisión de parar a descansar en el edificio neocolonial pese a que hay un aire ominoso en el lugar

Puede ser el cielo o el infierno

No es necesario que te guste Hotel California, la canción editada en diciembre de 1976 por los Eagles. No requiere confirmación a estas alturas que se trata de uno de los temas inscritos en la memoria colectiva. Si alguien empieza a tararear la melodía hay coral confirmada; en cualquier acera puedes encontrar a músicos callejeros transformándola en reggae, danzón o chill-out; en los salones de karaoke es siempre un top

Pero no la menospreciemos por la universalidad o el sobe: hablamos de una epifanía épica escrita  y cantada en estado de gracia para resumir, como dijo el letrista Don Henley, «el tránsito de la inocencia a la experiencia».

La condición multimillonaria de la pieza no es capaz de ocultar el poder de seducción de la melodía levemente narcótica y las grandes imágenes de la muy inteligente y bien labrada letra, que podría ser una crónica del final de los ideales hippies o un editorial lírico sobre los estragos de las drogas duras —cuando el narrador pide vino, le dicen que no hemos tenido de eso por aquí desde 1969—.

Aunque la cubierta del álbum Hotel California corresponde al Beverly Hills Hotel, conocido como Pink Palace y muy frecuentado por la alta sociedad roquista y cinematográfica —la fotografía la tomaron David Alexander y John Kosh, que se alzaron 18 metros en una grúa para captar la cúpula neocolonial del hotel en el ocaso—, hay muchos locales que se atribuyen la inspiración y viven de los réditos comerciales de la inolvidable canción, entre ellos, por ejemplo, el Hotel California, de Todos Santos, en la Baja California mexicana.

Aunque los compositores —otros dos eaglesDon Felder y Glen Frey, estuvieron implicados en la música— nunca han deseado revelar detalles que trasladen a lo concreto las imágenes del tema, la verdad quizá sea bastante estremecedora. Mucho más, en todo caso, que la teoría simplona y sin base comprobable que atribuye a la canción, como a tantas otras, claves satánicas.

Pabellón de mujeres del Camarillo State Hospital en 1949 - Foto: The Camarillo State Mental Hospital History Blog

Pabellón de mujeres del Camarillo State Hospital en 1949 – Foto: The Camarillo State Mental Hospital History Blog

En la foto, de autor desconocido, han raspado los rasgos faciales de las mujeres: se entiende que desean proteger la intimidad de las retratadas, pero hay un sesgo torvo en las rayas, que parecen marcas de un estigma o producto de la acción morbosa de un psicópata criminal. Tomada en febrero de 1949, la imagen muestra uno de los dormitorios del Camarillo State Mental Hospital, un enorme complejo psiquiátrico que funcionó de 1936 a 1997 en un paraje desolado del muy fértil condado californiano de Ventura.

Espejos en el techo
Champán rosado helado
«Todos somos prisioneros de nosotros mismos», dice ella
Mientras en las habitaciones de los jefes
Preparan el festín
Usan cuchillos afilados
Pero no consiguen matar a la bestia

Edificio principal del manicomio de Camarillo (Foto: Wikipedia)

Edificio principal del manicomio de Camarillo (Foto: Wikipedia)

Es más que probable que el verdadero escenario de Hotel California sea el enorme manicomio de Camarillo, que llegó a albergar a 7.000 pacientes, víctimas de una admistración que se conformaba, en el mejor de los casos, con esconder a los distintos —rayándoles las facciones en un sentido no solamente figurado— y, en el peor, someterlos al hacinamiento, los tratamientos electroconnvulsivos, los malos tratos, el abandono, la experimentación con nuevas medicaciones y la cruel pseudo medicina psiquiátrica practicada por doctores tan locos comos los locos.

La web The Camarillo State Mental Hospital History Blog recopila los pormenores conocidos de lo que sucedió durante más de medio siglo en el complejo. La lectura es sobrecogedora y aún lo es más si el interesado tiene la sangre fría de repasar el libro Keeper of the Keys [PDF íntegro, en inglés], de la enfermera Nadine Scolla, que trabajó en el hospital y narra en una crónica implacable cómo el complejo se convirtió en un almacén de almas donde encerraban a inmigrantes ilegales porque sencillamente no sabían hablar otra lengua que el español, adolescentes díscolos, mujeres rebeldes, personas melancólicas refugiadas en el alcohol o las drogas…

Por Camarillo pasaron también algunos notables castigados por la vida disoluta de la cercana ciudad de la noche de Los Ángeles, entre ellos la madre de Marilyn Monroe, la actriz alcohólica Gia Scala y el saxofonista e inventor del bebop Charlie Parker, a quien intentaron curar de su adicción a la heroína con electrochoques y administración masiva de hipnóticos y barbitúricos. Bird, que murió a los 34 años sin haber conjurado ninguno de sus demonios —porque, como dijo Julio Cortázar, quien le dedicó el relato El perseguidor, los yonquis «no son el cáncer social que denuncian los bien pensantes, sino que el cáncer es precisamente lo que los rodea y los hostiga»—, repasó con fiereza y buen humor los meses de internamiento en el tema Relaxin’ at the Camarillo (Descansando en Camarillo). Con mayor sarcasmo Frank Zappa escribió Camarillo Brillo sobre una paciente alucinada. Inserto abajo ambas canciones.

El Camarillo State Hospital poco después de ser inaugurado - Foto: The Camarillo State Mental Hospital History Blog

El Camarillo State Hospital poco después de ser inaugurado – Foto: The Camarillo State Mental Hospital History Blog

Bienvenidos al Hotel California
Un lugar adorable
Para rostros adorables
Todos ellos viven en el Hotel California
Qué agradable sorpresa (pero trae tu coartada)

Los Eagles —que acaso tenían buenas razones para no mencionar la verdadera inspiración (¿tuvieron amigos entre los internos?, ¿fueron ellos mismos, bastante viciosos, visitantes temporales?, ¿optaron por la corrección política para no alejar al público masivo que adoraba la música blanca del grupo?) nunca volvieron a repetir el satori de esta canción-epígrafe que extracta la amargura de la derrota generacional y podría ser también un colofón sobre la perpetua mortificación socio-médica contra aquellos a quienes llaman, con un giro sardónico en el tono de voz, enfermos mentales.

Nunca podré escuchar sin estremecerme la estrofa que cierra el tema como un atardecer eterno y abominable:

Lo último que recuerdo es cómo corrí hacia la puerta
Intentando encontrarme con quién yo era antes
«Tranquilo», dijo el vigilante nocturno,
«Estamos preparados para la admisión,
Puede usted registrarse cuando quiera,
Pero no podrá marcharse nunca»

Jose Ángel González

El olvidado Tom Wilson, productor (negro y ‘bon vivant’) de Dylan, la Velvet, Zappa, Nico…

Una docena de discos producidos por Tom Wilson

Una docena de discos producidos por Tom Wilson

No es un desatino afirmar que una vida entera podría sobrellevarse con la compañía única de estos doce discos. Son en apariencia de muy distinto espíritu: el Bob Dylan mata infieles de The Times They are A-changin’, quizá el único disco soviet del cantante; las simas desoladas de White Light/White Heat, la obra más negra de The Velvet Underground;  la melancolía urbana de una pareja de universitarios ilustrados, Wednesday Morning, 3 AM, de Simon & Garfunkel; la patafísica del primer disco de The Soft Machine; el jazz astral de Sun Ra; la demencia de Freak Out!, debut de The Mothers of Invention, vehículo de Frank Zappa; la tristeza helada de Chelsea Girl, de Nico; en fin, el single con la mejor canción de todos los tiempos, Like a Rolling Stone

Sólo hay una circunstancia que enlaza la docena de álbumes: todos fueron producidos por la misma persona, Tom Wilson (1931-1978), un negro nacido en Texas, licenciado cum laude en Economía en Harvard, conquistador, bohemio, cultivado, conservador —votaba por los republicanos— y bon vivant.

En los años cincuenta, convencido de que ejercer la economía no era lo suyo, montó por su cuenta en Boston la discográfica de jazz Transition, donde tuteló las grabaciones de 22 álbumes de músicos jóvenes y vanguardistas como Sun Ra y Cecil Taylor —a quien descubrió y produjo en el inolvidable Jazz Advance—.

Las grandes discográficas de Nueva York no pasaron por alto el ojo y las dotes de Wilson y fue contratado como productor freelance. Aunque entre 1965 y 1968  hizo historia ayudando a llevar a término música diferente, rebelde y nueva de folk, pop y rock de vanguardia, Wilson murió en el olvido y prematuramente de un ataque al corazón a los 47 años.

Tom Wilson

Tom Wilson

Pese al tamaño y trascendencia de las obras que produjo [en esta web dedicada al personaje hay una discografía exhaustiva] y a los halagos de los músicos a quienes prestó servicio —John Cale, el más avanzado musicalmente de los miembros de la Velvet Underground, declaró que fue el «mejor productor» y consejero con el que trabajó el grupo y Zappa le consideraba «prodigioso» a la hora de leer la intención de la música con la que trabajaba—, Wilson permanece en un inmerecido segundo plano frente a los grandes magos del sonido de la época (Phil Spector, Brian Wilson, Berry Gordy…).

Entiendo que hay dos motivos para la omisión. Primero, se trataba de un negro trabajando para músicos blancos en un tiempo en que el pop y el rock estaban fuertemente segregados. Segundo, no era un productor intervencionista que gustase de dejar su impronta en la música. Al contrario, prefería poner sus dones al servicio del producto, asesorando sobre posibilidades, advirtiendo fallos y sugiriendo mejoras, orientando antes que mandando.

Era tal el respeto que mostraba por las canciones y los intérpretes que algunas crónicas malintencionadas le presentan como un tipo despreocupado que consumía buena parte del tiempo en la cabina del estudio hablando por teléfono con sus muchas noviasera un conquistador nato de gran atractivo: medía 1,90, siempre vestía impecablemente y tenía el don de la palabra— mientras los músicos lidiaban con el trabajo al otro lado del cristal.

Tom Wilson y Bob Dylan en el estudio, 1965

Tom Wilson y Bob Dylan en el estudio, 1965

La leyenda negra queda desmontada repasando los detalles de la relación de Wilson con el más famoso de sus clientes, Bob Dylan, a quien produjo desde el segundo álbum (The Freewheelin’ Bob Dylan, 1963) hasta el single Like a Rolling Stone (1965). Contratado por la discográfica Columbia —fue el primer productor negro en trabajar para la empresa—, Wilson nunca ocultó que no le gustaba demasiado la música de Dylan: «No me gustaba la música folk. Venía de grabar a Sun Ra y John Coltrane y el folk me parecía música de tontos y aquel chico tocaba como un tonto… Pero entonces escuché las letras«.

Aunque Wilson produjo los dos siguientes discos del cantautor bajo la fórmula canónica de voz, guitarra y armónica, en Bringing It All Back Home (1965) logró que grabase por primera vez con un grupo eléctrico («siempre pensé que Dylan podía ser el Ray Charles blanco»), en un giro que cambió para siempre la historia del rock, añadiendo tensión galvánica y sexual a la altura literaria de Dylan. La vuelta de tuerca fue perfeccionada en Like a Rolling Stone, la canción más importante de la historia, donde el añadido del órgano Hammond que pone cortinaje y cimiento a la saga rabiosa que Dylan grita fue una decisión personal de Wilson, que propuso la contratación del multiinstrumentista Al Kooper.

Tom Wilson y Nico durante la grabación de "Chelsea Girl"

Tom Wilson y Nico durante la grabación de «Chelsea Girl»

En mayo de este año la industria musical estadounidense oficiará otra de las ceremonias anuales de elevación de luminarias al Rock and Roll Hall of Fame, esa especie de museo de cera donde se honra a los músicos y otros implicados en el rock por su condición de cajas registradores. Entre los nueve nuevos miembros de la necrópolis hay dos manejadores-productores: Brian Epstein, el muy sagaz agente que hizo de los Beatles el producto más rentable de la música pop —a veces con malas artes, como ocultar los pecados privados de los miembros de la banda— y Andrew Loog Oldham, el artero vendedor de los Rolling Stones como grupo peligroso cuando sus integrantes eran niños pijos. Tom Wilson, que, a diferencia de los dos anteriores, jamás manipuló a sus protegidos, no aparece entre los centenares de figuras de toda calaña del museo. Otra vez lo han olvidado.

Ánxel Grove

La lider de las Shaggs regresa con el segundo disco más estúpido de la historia

"Redy! Get! Go!"

«Redy! Get! Go!»

Dorothy Dot Wiggin regresa con el álbum Ready! Get! Go!. Tiene 61 años y ha permanecido en silencio los últimos 44, desde que en 1969 participara como líder, cantante y guitarrista de The Shaggs en Philosophy of the World, quizá el disco más idiota de todos los tiempos. El álbum de retorno, apadrinado por Alternative Tentacles, la productora del anarco-punk Jello Biafra, podría disputar ahora la posición del segundo más idiota de la historia.

Las Shaggs, uno de esos grupos venerados por su rareza, nacieron de una sesión de quiromancia. El padre de las hermanas Wiggin fue avisado en una lectura de las palmas de la mano de que sus hijas serían estrellas del rock. Convencido de la certeza de la predicción, las saco del colegio y montó con las tres muchachas adolescentes un trío al que bautizó con una referencia a los peinados shaggy, a lo perro lanudo, que lucían las chicas.

"Philosophy of the World" (1969)

«Philosophy of the World» (1969)

Sin más conocimientos que tres acordes y haciendo de la disonancia un estilo, grabaron Philosophy of the World, una colección de temas que de tan insensatos lograban hacer gracia por la inocencia desvergonzada con que las chicas cantaban, siempre desafinando, canciones que no pretendían ser paródicas, sino éxitos pop.

Los ricos quieren lo que tienen los pobres / y los pobres quieren lo que tienen los ricos / los flacos quieren lo que tienen los gordos / y los gordos quieren lo que tienen los flacos, dicen en la pieza central que da título al álbum. Los padres nos entienden / Debemos recordarlo /  A los padres les importamos / Los padres siempre están ahí, añaden en Who are Parents?

El disco, cuya primera tirada fue de mil ejemplares, se convirtió en objeto de culto cuando el iconoclasta Frank Zappa lo mencionó en una entrevista como uno de sus álbumes favoritos. «Las Shaggs son mejores que los Beatles», declaró. Kurt Cobain, a quien también le agradaba hacerse el enterado en plan yo-sé-algo-que-tú-no-sabes, definió al trío como «auténtico».

No hizo falta mucho más que los halagos de ambas celebrities para que el disco, reeditado en los años ochenta, fuese considerado como un trabajo protopunk y un ejemplo de música outsider ajena a cualquier tipo de norma. La pasión y el espanto jugaron a la polaridad: algunos decían que era un obra precursora mientras otros lo consideraban el peor disco de todos los tiempos. Tras la entrada inserto un vídeo con el álbum completo para que los lectores entren en el debate si lo desean.

El regreso de Dot Wiggin ha sido pulido con la ayuda de músicos profesionales pero no hay demasiado cambio. El single, Banana Bike suena así:

La película podría tener el mismo título que la protagonizada a diario por los políticos: la solvencia de la ineptitud.

Ánxel Grove

¿Cómo no querer a Carole?

"Tapestry" (Carole King, 1971)

«Tapestry» (Carole King, 1971)

Recuerdo con perfecta objetividad la sensación primera cuando escuché Tapestry: alivio y paz. Hoy pueden parecer emociones simples, pero en febrero de 1971 tenían calado revolucionario. La habitación estaba demasiado cargada y las anfetaminas habían enloquecido a demasiados. Era imposible no querer a Carole King en aquel tiempo atolondrado.

¿Recuerdas cuando las carpetas de cartón de los vinilos te chivaban, antes de que sonase la música, las vibraciones que encerraba el disco? Ésta es el paradigma: la casa en Laurel Canyon, barrio de los buscadores (Crosby, Stills and Nash, Joni Mitchell, Frank Zappa, Buffalo Springfield, Eagles, Jackson Browne…), el tapiz bordado por ella, el gato Telémaco, los pies descalzos, los rizos libres, la simpleza del jean y el jersey de lana… Ye dije, alivio y paz.

El disco, 41 años después, sigue conservando todos los valores —maravillosas canciones, producción comedida, intimidad, atmósfera de sueño posible…—. Ni siquiera la condición sagrada de las ventas (25 millones de copias en todo el mundo, 15 semanas seguidas en el número uno de los hit parade —un disco low y de sensibilidad femenina en 1971 era una rareza inesperada—) ha contaminado la pureza inicial.

Carole King y Gerry Goffin

Carole King y Gerry Goffin

El background es puro material de archivo que ya no conserva sentido alguno y que no debes mencionar a no ser que te importe poco ser señalado como el abuelo que cuenta batallas en la fiesta, pero entonces no podías esquivarlo.

Carole King, que tenía 29 años cuando grabó Tapestry, había compuesto, diez años, antes Will You Love Me Tomorrow (The Shirelles), Halfway to Paradise (Tony Orlando), Chains (The Cookies),  The Locomotion (Little Eva), Take Good Care of My Baby (Bobby Vee) Some Kind of Wonderful (The Drifters) y decenas más de canciones para enamorarse.

En aquel entonces King trabajaba con Gerry Goffin, su marido. Se casaron de penalty a los 17 años y tuvieron que dejar el instituto, pero eran tan buenos componiendo que ganaban más dinero en un mes que sus cuatro padres juntos en varios años.

La pareja de teenagers prodigio se separó en 1968 con formas amistosas. Tenían dos hijos y seguían consultándose uno al otro opciones musicales, pero Goffin empezó a enloquecer y sometía a King a un calvario de dominación que incluía ceremonias morbosas.

Todo cambió cuando ella se trasladó a Laurel Canyon, el suburbio bohemio de Los Ángeles, y  se atrevió a cantar. Tapestry, donde colaboran Joni Mitchell y James Taylor, sigue tocado por la bendición de esa nueva vida.

Encontré hace unos días este miniconcierto de King en la BBC. Está grabado poco después de la edición del disco. Dediquen media hora a verlo y luego traten de responder a la pregunta que me hago desde 1971: ¿cómo es posible no querer a Carole?

Ánxel Grove

Canciones contra el «embrutecimiento» de los EE UU

"Song Cycle" (1968), "Discover America" (1972) y "Clang of the Yankee Reaper" (1976)

"Song Cycle" (1968), "Discover America" (1972) y "Clang of the Yankee Reaper" (1976)

La reedición de estos tres discos está anunciada para hoy por la discográfica independiente inglesa, Bella Unionhogar de  Beach House, Midlake, The Dears, Howling Bells, Fleet Foxes, Dirty Three, M Ward, The Flaming Lips…—.

El autor, que podría ser padre e incluso abuelo del resto de los músicos del prolijo catálogo de la indie de moda, es Van Dyke Parks. En febrero cumplió 69 años y el sábado dirige en el muy respetable Barbican de Londres a la Britten Sinfonía. Como cantantes invitados participarán Robin Pecknold (Fleet Foxes) y Daniel Rossen (Grizzly Bear).

Van Dyke Parks

Van Dyke Parks

Hay una unánime admiración reciente por Parks. En los últimos años han pedido sus servicios como productor y arreglista Rufus Wainwright, Saint Etienne, Scissor Sisters, Laurie Anderson, Inara George y Joanna Newsom.

Si alguien se pregunta quién es este señor elegante, de finos modales e ironía, nacido Hattiesburg, en el estado de Misisipí, casi en el centro del triángulo de oro musical de los EE UU, entre las cunas del jazz (Nueva Orleans), el blues (Mobile y Jacksonville) y el rock and roll (Memphis), que eche un vistazo a quienes han acudido en busca de sus consejos y servicios como músico, arreglista, productor o compositor: Tim Buckley, Phil Ochs, Delaney Bramlett, U2, Randy Newman, Harry Nilsson, The Byrds, Frank Black, The Beau Brummels, Keith Moon, Carly Simon, Little Feat, T-Bone Burnett, Stan Ridgway, Victoria Williams, Bonnie Raitt, Peter Case, Sheryl Crow, Ry Cooder, The Everly Brothers…

Brian Wilson y Van Dyke Parks, 1967

Brian Wilson y Van Dyke Parks, 1967

Impresiona, ¿verdad? Y eso que falta la obra en colaboración por la que, muy a su pesar e injustamente, sigue siendo recordado casi en exclusiva, Smile, el disco maldito que compuso, cuando era un jovencillo entregado al LSD, junto al beach boy Brian Wilson.

Una decena de detalles que perfilan la personalidad de Parks:

1. Aprendió a tocar el clarinete a los cuatro años, estudió canto con Arturo Toscanini y a los ocho acompañó al físico Albert Einstein, que tocaba muy bien el violín, cantando el villancico Silent night (Noche de paz).

2. De niño interpretó un papel estelar en el musical de Broadway The Cold Wind and the Warm. En 1955 participó en el reparto de la comedia The Swan (El cisne, Charles Vidor, 1956), con Grace Kelly y Alec Guinness. También se le puede oír cantando en la banda sonora de la producción de Walt Disney Jungle Book (El libro de la selva, 1963).

3. A mediados de los sesenta tocó con Frank Zappa and The Mothers of Invention y con los Byrds. Le invitaron a unirse al grupo como músico estable —toca en la oda psicodélica Eight Miles High—, pero rehusó porque no le interesaban los «compromisos sociales y la fama inherente al hippismo».

Van Dyke Parks, foto de promoción, en torno a 1970

Van Dyke Parks, foto de promoción, en torno a 1970

4. Ha editado discos influidos por el calipso de Trinidad (Discover America, 1972), la música vernácula estadounidense (The clang of the yankee reeper, 1976), fondos para cuentos infantiles (Jump!, 1984) y un tratado sonoro sobre las relaciones entre su país y Japón (Tokyo rose, 1989).

5. También compuso las bandas sonoras de docenas de películas, entre ellas Popeye (Robert Altman, 1980) y Goin’ south (Jack Nicholson, 1978) y es autor de tres libros de cuentos para niños.

6. El diario The Village Voice dijo esto en una reseña de un concierto de Parks en 2010: «Mejor que un semestre en una licenciatura de Estudios Americanos».

7. En 2011 editó media docena de singles temáticos sobre, entre otros asuntos, los vertidos de petróleo y los atentados del 11-S.

8. «Las canciones que escribo ahora tienen un mayor poder de concentración y revelan un optimismo más informado y difícil de alcanzar que fiable. En el panorama del embrutecimiento de los Estados Unidos, todavía estoy comprometido con la canción, a la que veo como la fuerza política más potente para despertar la conciencia», ha declarado.

9. También: «Trabajo para parecer serio haciendo música que nunca es seria«.

Tarjeta de visita de Van Dyke Parks

Tarjeta de visita de Van Dyke Parks

10. Su tarjeta de negocios dice: «El Señor Van Dyke Parks pide perdón por su comportamiento durante la noche del [espacio para la fecha] y sinceramente lamenta cualquier daño o inconveniente que haya causado».

Finalmente —y es lo único que importa por muy adorable que resulte el personaje—, la música: amplia, descriptiva, paisajística, compleja… Dejo tras la entrada unos cuantos vídeos para que los lectores juzguen por sí mismos.

Ánxel Grove