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El ladrón de las llaves del hotel es Bruce Springsteen

Llaves de hotel robadas por Bruce Springsteen

Llaves de hotel robadas por Bruce Springsteen

Era tan intensa la sensación de sueño convertido en realidad que, durante la década de los años setenta, Bruce Springsteen robaba las llaves de cada hotel en el que dormía cuando estaba de gira. Conformaba con las llaves y sus chapas plásticas un mapa sentimental y tangible de inocentes souvenirs. Le permitían comprobar con certeza que aquello no era una película y que, al fin, vivía en la carretera, el único concepto metafísico que los yanquis han aportado a la humanidad.

El músico del millón de millas y los 40 años sobre la tarima; el bardo de mármol; el cantante quintaeesencial de los EE UU, el país-continente miserable y grande, donde el sirope de arce y la sangre inocente se sirven el mismo plato, vuelve a surcar el mundo en una gira de extenuantes conciertos de rock-estadio. La llaman Wrecking Ball (Baile demoledor) y es la primera de Springsteen y su máquinaria pesada, la E Street Band, sin el saxofonista Clarence Clemons, que murió el año pasado y será sustituido en los shows, en un movimiento que huele a búsqueda post mortem de la lágrima instantánea, por su sobrino Jack Clemons.

En España hay anunciadas cuatro seis descargas: Sevilla (13 de mayo, Estadio Olímpico), Las Palmas (15 de mayo, Estadio de Gran Canaria), Barcelona (17 y 18 de mayo, Estadio Olímpico), San Sebastián (2 de junio, Estadio Anoeta) y Madrid (17 de junio, Estadio Santiago Bernabéu). Las entradas, que ya están agotadas para Barcelona cuando escribo esta entrada, no son baratas (entre 65 y casi 100 euros sin gastos de emisión) para tratarse de recintos donde entrarán decenas de miles de personas, habrá recaudaciones de siete dígitos y la mayoría de los asistentes sólo logrará adivinar las facciones del Boss por los monitores de vídeo.

Aprovechando el regreso a la carretera de Springsteen, que en septiembre de este año cumplirá 63, le dedicamos esta entrega de Cotilleando a… con la intención de enumerar algunos detalles y menudencias no demasiado aireados.

Primera casa de Springsteen

Primera casa de Springsteen

1. Más gringo que Kool-Aid, más guappo que De Cecco. Las líneas que se cruzan en el diseño genético de Bruce Frederick Joseph Springsteen son medulares en la construcción del melting pot yanqui. Del lado paterno, mitad holandés y mitad irlandés. Del materno, 100 por cien italiano.

2. En el nombre del Padre. Creció en el credo católico, iba a misa todos los domingos y fue educado por monjas.  Hace unas semanas Springsteen dijo que de niño tuvo una «vida espiritual muy activa», aunque el catolicismo se lo puso «muy difícil sexualmente». El sentido de la expiación por los pecados cometidos y la posibilidad de redimirse mediante una vida recta, es decir, la moral judeocristiana, se palpa en gran parte de sus canciones.

3. Hogar de la bicicleta. Creció en Freehold (Nueva Jersey), una pequeña ciudad (7.500 habitantes en 1950), mayoritariamente blanca (72 por ciento de la población) y muy aburrida. Atracción principal: el Museo de la Bicicleta.

En el anuario del instituto

En el anuario del instituto

4. La mejor época para ser joven. Al joven Springsteen le tocó crecer en el mejor de los tiempos: Elvis, los Beatles, los Rolling Stones… Su estilo tiene algo de cada uno, con el añadido de la fiebre de tigre Little Richard, el toque sincopado de Chuck Berry, la chulería de Eddie Cochran y el áspero desgarro del soul, pero cuando le han preguntado quién es el más importante siempre ha respondido lo mismo: «Elvis. Está todo en él. No hay más. Todo empieza y acaba con él. Escribió el manual de instrucciones. Él es todo lo que hay que hacer y todo lo que no hay que hacer en este negocio».

5. Bob Brain Dylan. Springsteen también ha matizado: «Elvis es el cuerpo, pero Bob Dylan es la mente».

6. Un Rey con guitarra japonesa. Los padres de Springsteen eran complacientes con el fanatismo del chico y le dejaron quedarse hasta tarde para ver en la televisión en la tercera aparición de Presley en el show de Ed Sullivan, en enero de 1957, cuando la censura obligó a los realizadores a no bajar del plano medio para dejar fuera de cuadro la revolucionaria rotación pélvica del Rey. Bruce pidió de inmediato que le regalasen una guitarra, porque quería «ser como Elvis». Le compraron una de juguete y tuvo que esperar a los 15 años para tener otra más o menos competente, una Kent japonesa que pagó con 60 dólares que le adelantó su madre en concepto de » préstamo a devolver».

Una de las fotos de la sesión de "Born To Run". La chapa de Elvis es visible en la bandolera (foto: Eric Meola)

Una de las fotos de la sesión de "Born To Run". La chapa de Elvis es visible en la bandolera (foto: Eric Meola)

7. Saltando la tapia. La fijación por El Rey no se redujo con el paso del tiempo. Una madrugada de abril de 1976 Springsteen (26 años) saltó la tapia de Graceland, la mansión de Presley, con la intención, según dijo, de «regalarle» una canción (al parecer, Fire). El gorila de seguridad que interceptó al intruso y le llevó a la calle no creyó una sola palabra. El año anterior Springsteen había editado su primer disco de éxito, Born to Run. En la foto de la portada aparece con una chapa del Club de Fans de Elvis en la bandolera de la guitarra.

8. Un poco bajo. Antes de que la música fuese el camino inevitable, pensó seriamente en dedicarse al béisbol. Dicen que no era mal jugador, aunque le perjudicaba la estatura (1,76 según la versión oficial, pero parece bastante más bajo pese a los botones), un poco más corta  que el estándar en el deporte. Ha organizado alguna que otra pachanga con sus músicos y técnicos, agrupados en el equipo The E Stree Kings, pero de softball, variante light del béisbol: se juega con pelota blanda y lanzamientos mucho menos poderosos.

The Castiles

The Castiles. A la derecha, Springsteen

9. Jabón de Castilla. El primer grupete con el que grabó Springsteen fue The Castiles, un quinteto de Freehold en el que logró insertarse como guitarrista y cantante. Habían tomado el nombre del jabón de Castilla (Castile soap en inglés) y eran muy malos.

10. Primero Doctor, luego Jefe. En su siguiente aventura musical, el trío Earth, le adjudicaron el seudónimo de Doctor y luego el de Boss (Jefe), porque siempre era quien se encargaba de repartir la paga entre los músicos. Al principio se mosqueaba mucho porque le parecía peyorativo,  pero terminó por aceptarlo y ahora se siente muy a gusto con el mote.

 11. Jugando al loco para no ir a Vietnam. Se libró por los pelos de participar en la Guerra de Vietnam. El servicio militar era obligatorio entonces en los EE UU, pero Springsteen suspendió el examen físico que le hicieron en la oficina de reclutamiento a los 18 años. Nunca ha sido muy explícito al respecto, pero en 1984 contó en una entrevista que decidió no alistarse en el último momento, cuando iba en el autobús camino de la prueba. Adujo una contusión que había sufrido en un accidente de moto un año antes y se comportó «de manera absurda, como si estuviera loco» ante los médicos.

Bruce ensaya en la casa paterna en 1970. Su hermana Pam, de 8 años, le escucha bajo las sábanas

Bruce ensaya en la casa paterna en 1970. Su hermana Pam, de 8 años, le escucha bajo las sábanas.

12. Ante el ojeador. Tras mucho fatigar los clubes de Nueva Jersey y Nueva York (y vagabundear por los bares de striptease, que le encantaban), en 1972 consiguió una audición con uno de los cazatalentos más respetados del mundo, John Hammond (el hombre que había logrado fichar para Columbia a Billie Holiday, Leonard Cohen y Bob Dylan). Springsteen le cantó una sola pieza, It’s Hard To Be a Saint In The City y Hammond, convencido de haber encontrado al «nuevo Dylan», gestionó un contrato. Los dos primeros álbumes del fichaje apuntaban buenas maneras, pero adolecían de producción adecuada, sonaban blandos y no consiguieron más que algunas buenas críticas.

13. Buen compositor, mal intérprete. Una leyenda negra comienza a perseguir a Springsteen: sus canciones son éxitos cuando son interpretadas por otros. Blinded By the Light es número uno en ventas en la (horrorosa) versión de Manfred Mann Earth’s Band, Because the Night se convierte en himno cantada por Patti Smith e incluso las Pointer Sisters ganan millones con FireSpringsteen se tortura y tarda años en superar la inseguridad. Llegó a estar tan paranoico que decidió retirar a última hora la canción que le habían encargado los Ramones, Hungry Heart, y quedársela para él. Aunque con el tiempo se abrió a la colaboración con otros músicos (Lou Reed, Graham Parker y Donna Summer entre ellos), sus cercanos afirman que le sigue doliendo no haber interpretado nunca un tema que haya sido el más vendido en los EE UU.

Cubiertas deTime y Newsweek, 27 de octubre de 1975

Cubiertas deTime y Newsweek, 27 de octubre de 1975

14. La leyenda. El 27 de octubre de 1975 los dos semanarios de referencia de información general de los EE UU, Time y Newsweek, salieron a la calle con Springsteen en portada. La coincidencia -que nunca se había dado hasta entonces con un músico de rock- respondía a dos factores: la intensa y millonaria campaña promocional de Columbia, que invirtió 250.000 dólares para vender al músico como «el futuro del rock and roll» (lema acuñado por el crítico John Landau, que sería en el futuro mánager, coproductor y consejero personal de Springsteen) y el disco Born To Run, cargado de música sincera, elegíaca y urbana, con letras que narraban la soledad de la vida en la ciudad, la eterna promesa de cada noche y la fascinación por la carretera, la huída y el romance. A partir de entonces, y pese a una carrera con bastantes patinazos creativos y artísticos, Springsteen se convierte en un fenómeno de masas y, sobre todo, en el cronista oficioso de los blue-collar, la mano de obra que sostiene a los imperios y que recibe a cambio indiferencia e injusticia.

Bruce Springsteen en su Chevy Bel Air descapotable de 1957

Bruce Springsteen en su Chevy Bel Air descapotable de 1957

15. Boss perverso. En 1988 Springsteen tuvo que afrontar una demanda de dos de sus empleados, un técnico de guitarras y otro de baterías, que le acusaron de infringir el derecho laboral al no pagar horas extra e imponer discrecionalmente sanciones injustas e ilegales (por ejemplo, una semana de empleo por un fallo en el aire acondicionado de un camerino). El Boss tuvo que tragarse el orgullo de la idea de «somos una Gran Familia» que proclama, declarar ante el juzgado y avenirse a un acuerdo con los demandantes antes que soportar la mala prensa del proceso y una más que probable sentencia condenatoria.

16. Fanático del archivo. En el archivo de la discográfica Sony-Columbia hay más de 5.000 bobinas con grabaciones en directo y en estudio de Springsteen, un fanático de que los micrófonos (66 en cada concierto) nunca estén cerrados y todo quede registrado. Todos los conciertos desde 1980 están clasificados y grabados en perfecta calidad.

"Badlands" (Terrence Malick, 1973)

"Badlands" (Terrence Malick, 1973)

17. Pantalla inspiradora. Ha compuesto unas cuantas canciones basadas o inspiradas en películas. Point Blank es también un clásico de 1967 de John Boorman, Atlantic City es el título de un film de 1980 de Louis Malle, Badlands parace cantada tras la visión de la película de Terrence Malick de 1973 y Thunder Road se titulaba una cinta sobre un veterano de guerra enajenado que dirigió en 1958 Arthur Ripley.

18.Y canción inspiradora. La película Extraño vínculo de sangre (1991), el debut como director de Sean Penn, está basada en la canción de Springsteen Highway Patrolman.

19. Si Dylan no puede, el Boss está bien. Springsteen ha sido tentado en varias ocasiones por el cine. El director Paul Schrader, colaborador de Martin Scorsese (escribió el guión de Taxi Driver), consideró al Boss para interpretar el papel del misterioso Paul Gallier en Cat People (1982), pero el papel se lo llevó Malcom McDowell. El músico también hizo pruebas para la versión cinematográfica de la ópera rock Hair que dirigió Milos Forman en 1979, que optó por Treat Williams. Springsteen hace un cameo en Alta fidelidad (2000), pero el director-actor John Cusack sólo le ofreció actuar después de que fallase su primera opción: Bob Dylan.

Teac 144 de Bruce Springsteen

Teac 144 de Bruce Springsteen

20. El disco simple, el mejor. Convertido en mito viviente, jaleado por fanáticos de todo el mundo que saludan cada uno de sus movimientos -incluso los erráticos-, héroe sin necesidad de ser heróico, incapaz de grabar un buen disco eléctrico desde Darkness on the Edge of Town (1978) y The River (1980), Springsteen es grande más allá de sí mismo: grita, suda, corre como un mono, cuenta malos chistes y baila con una chica del público en cada concierto, nos obliga a actuar como fisioterapeutas: «¡En qué buena forma está pese a los 62 años!». Le vi tocar en Barcelona en 1981 cuando era un dios menor y dos veces más en ceremoniales conciertos de masa y coreografía. Nunca más iré a verle. Me basta escuchar su mejor disco, Nebraska (1982), sórdido, acústico, económico, grabado en un humilde mezclador de cuatro canales, donde, poseído por el espíritu siniestro de su admirada Flannery O’Connor, Springsteen todavía me parece el habitante de un sueño, mezclando el sirope de arce con sangre y robando las llaves del Holiday Inn para perderse, carretera adelante, en el vientre de ramera de esa fábula llamada América.

Ánxel Grove

Los instrumentos musicales más extravagantes

Algunos extravagantes, otros desfasados e incluso uno de ellos inhumano. Estos artilugios escapan de las formaciones tradicionales, tienen apariencias y sonidos extraños. El Cotilleando a… de esta semana reúne cinco instrumentos musicales muy diferentes, diseminados en el tiempo, que no atienden a clasificaciones.

Douglas Yeo, uno de los mejores intérpretes de serpentón

Douglas Yeo, uno de los mejores intérpretes de serpentón

1. El serpentón. Parece ser que lo inventó Edmé Guillaume, un canónigo francés en 1590, cuando apenas había instrumentos de viento que funcionaran como bajos. Los coros tenían poca presencia en las notas más graves y en el entorno de la Iglesia no estaba bien visto introducir instrumentos de ambientes seculares. El clérigo tomó parte en la construcción del serpentón o bien lo encargó a un artesano al que describió las características que debía tener el nuevo sonido. Comenzó acompañando a las voces masculinas de las coros religiosos y después se introdujo en la música militar. Se convirtió también en el sustituto ideal del órgano para las pequeñas parroquias rurales que no tenían uno y aunque encontró su lugar en las orquestas del siglo XIX, pronto fue reemplazado por versiones más cómodas de tocar y de matices más sofisticados, como el figle o la tuba. Tras mucho tiempo en el olvido, en el siglo XX fue recuperado por Christopher Monk (1921-1991), un entusiasta de los instrumentos extintos que comenzó a hacer reproducciones de serpentones y cornetas. Se convirtió en un gran intérprete y en un estudioso en la materia. El jazz y las bandas sonoras siguen teniendo hueco para la gran tuba sinuosa, de profundo sonido de madera y aspecto prehistórico.

El arpa láser

El arpa láser

2. El arpa láser. Con una apabullante aura ochentera, sus rayos pueden ser de colores y alargarse varios metros, creando el efecto de ciencia ficción que acompaña a la perfección al sonido que produce. Aunque el término fue acuñado por Geoffrey Rose a mediados de los años setenta, fue el compositor francés de música electrónica Bernard Szajner quien la patentó en 1981. También pintor y amante de la luz, Szajner vio en el invento el vehículo ideal para unir música y espectáculo. El arpa retro-futurista tiene ,en lugar de cuerdas, rayos láser que producen notas cuando se bloquean con la mano cada una de sus ondas. Un sintetizador o un ordenador conectados al instrumento reproducen el sonido. El contacto con la piel y los ojos no es recomendable y los intérpretes suelen llevar gafas y guantes protectores. Hay cierta controversia en cuanto a la veracidad del invento: Jean Michel Jarre -compositor de bandas sonoras épicas- lo ha utilizado en muchos de sus conciertos y ha levantado sospechas sobre si realmente los rayos producían notas o era todo una parafernalia circense. Por otro lado, hay aficionados a la electrónica que proporcionan instrucciones en Internet sobre cómo fabricar un arpa láser y los ejemplos parecen demasiado numerosos como para que se trate de un engaño.

Léon Theremin con su invento

Léon Theremin con su invento

3. El theremín. El ruso Léon Theremin (1896-1993) se convirtió en un pionero de la música electrónica con un instrumento que a primera vista parece mágico, que no hace falta tocar físicamente para que suene. El intérprete parece una especie de director de orquesta, el sonido es vibrante y sinuoso. Dos antenas de metal, una para el volumen y otra para las oscilaciones de frecuencias, crean un campo electromagnético que puede ser manipulado con las manos para crear sonidos. El instrumento tuvo una gran repercusión en la Unión Soviética, interesada en nuevas aplicaciones para la electricidad: el inventor incluso mostró su creación a Lenin, que tras la actuación le pidió probarla y se mostró entusiasmado con los resultados. Más tarde, Léon Theremin fue acusado de espía por el régimen y escapó a Estados Unidos, donde incluso tocó el instrumento que lleva su nombre con la Filarmónica de Nueva York en 1928. El sonido misterioso que emite se aprovechó en los años cincuenta en las bandas sonoras de películas de terror y ciencia ficción, como Ultimátum a la Tierra (Robert Wise, 1951). Aunque cayó en el abandono cuando llegaron los sintetizadores, su encanto innato ha seducido a los Beach Boys, Led Zeppelin, los Rolling Stones y a Pink Floyd.

El 'katzenklavier' en una ilustración de 1883

El 'katzenklavier' (1883)

4. Katzenklavier (piano de gatos). Afortunadamente no se sabe de ningún ejemplar físico. Se supone que el instrumento consistía en un teclado con pequeñas celdas que contenían gatos. Las colas de los animales se unían a las teclas, de tal manera que al apretarlas se estiraba del rabo al gato, que emitía un maullido quejumbroso. Existen testimonios escritos: el primero es de un texto del siglo XVII que narra un anécdota del rey Felipe II cuando visitó en 1549 a su padre -el Emperador Carlos V- en Bruselas. Ambos se deleitaron con una procesión de carrozas que incluía una con un piano de unos 20 gatos, organizados por el tono de sus maullidos.  El jesuita alemán Athanasius Kircher (1601-1680) y el médico Johann Christian Reil (1759-1813) también hablan del invento con detalle, pero esta vez aplicado al campo de la medicina: se suponía que podía ayudar a los pacientes con déficit de atención a concentrarse.

El 'waterphone'

El 'waterphone'

5. El Waterphone. Inventado y patentado por Richard Waters en los años setenta, el waterphone (que podría traducirse por aguáfono) está inspirado en el cuenco tibetano y se puede tocar con las manos, con arco y con baquetas. El sonido, ambiental y new age, varía según la posición del agua y la cantidad de líquido que haya en el interior. El waterphone se ha empleado en bandas sonoras de películas como Poltergeist (Tobe Hooper, 1982), Matrix (Andy y Lana Wachowski, 1999) y Tigre y Dragón (Ang Lee, 2000). Miles Davis lo utilizó en Tutu (1986) y Aurora (1989), dos de sus últimos discos. Tom Waits también coqueteó con el invento. Waters los fabrica desde hace cuarenta años y asegura que el instrumento incluso ha sido utilizado con éxito para captar la atención de ballenas y otros cetáceos.

Helena Celdrán

Édouard Manet y los demonios de la crítica

Édouard Manet

Édouard Manet

Édouard Manet (1832-1883) nunca dejó de sentirse atraído -y rechazado- por los críticos y los organismos oficiales del arte. No era un bohemio, su ideal no era entregarse a las pasiones y vivir con lo puesto. Al mismo tiempo, era incapaz de resignarse a encajar en lo que muchos querían que hiciera. Lo afectaban profundamente las duras críticas sobre sus cuadros, pero volvía, con la cabeza agachada, a intentar ser aceptado de nuevo.

Al contrario que otros artistas de su generación, como Edgar Degas o Paul Cézzane, creía que exponer en el Salón de París (la exposición oficial de arte de la Academia de Bellas Artes de París) era a lo que debía aspirar un artista y relegaba a un segundo plano a los circuitos independientes. Pero las pinturas hablaban por él y lo defienden ahora como un creador inamovible: Manet no quería sacrificar nada para llegar a la fama.

Sus ideas políticas no eran un secreto: a pesar de pertenecer a una familia burguesa económica y políticamente muy bien situada, era republicano, de izquierdas y enemigo del Segundo Imperio Francés de Napoleón III. Era íntimo del escritor y padre del Naturalismo Émile Zola, del político Léon Gambetta (partidario de la eliminación de los títulos nobiliarios y del sufragio universal) y de Jules Ferry, también ferviente defensor de la República.

En la técnica, practicó el radicalismo eliminando los medios tonos sin pensarlo dos veces. Las figuras tenían sombras, pero Manet se dio la libertad de utilizarlas como le convenía y además estableció el derecho del artista a pintar con los colores y las tonalidades que más le gustaran, no los que se diera por supuesto que eran más convenientes. Esa premisa, básica pero poderosa, impulsó el impresionismo y cambió el rumbo de la pintura moderna.

Las constantes contradicciones de su carácter fueron una ventaja en su arte porque era capaz de combinar lo que parecía imposible: los maestros españoles y venecianos, Honoré Daumier, la fotografías y el grabado de su tiempo, Frans Hals, las xilografías japonesas… El señor, el dandi del siglo XIX que causaba revoluciones sobre un lienzo inventó un nuevo estilo fundiendo esos elementos no por pura extravagancia, sino por la necesidad innata de ser un hombre de su tiempo y a la vez ser fiel a sus más admirados héroes.

Con una selección de cinco cuadros que descubren sus inquietudes, el Cotilleando a... de esta semana es para el pintor Édouard Manet, al que se le pueden otorgar dos títulos aparentemente irreconciliables: fue el último maestro clásico y el primer maestro moderno.

'Le Déjeuner sur l'Herbe' ('El almuerzo sobre la hierba')

'Le Déjeuner sur l'Herbe' ('El almuerzo sobre la hierba')

1. «Holgazaneando sin vergüenza». La contemporaneidad de esta precoz pintura fue lo que levantó las iras del público. Manet quería a personas reales en la escena, lejanas a la perfección divina del Renacimiento. La luz sobre los personajes es descaradamente fotográfica y la escena tiene un enfoque real: el desnudo no se puede disfrazar en este caso de escena histórica o mitológica. La perspectiva caprichosa (la mujer del fondo está desproporcionada con respecto a las figuras en primer plano) y los colores nada canónicos terminaron con la paciencia de los críticos. Le Déjeuner sur l’Herbe (El almuerzo sobre la hierba), pintada entre 1862 y 1863, es un homenaje a Concierto pastoral del renacentista italiano Giorgione y a los grabados que Marcantonio Raimondi hizo a partir de la obra de Rafael El juicio de Paris. Pero ni con inspiraciones de tanto renombre se pudo evitar que el cuadro fuera directo al Salon des Refusés (Salón de los Rechazados), donde se exponían los trabajos que horrorizaban al jurado del Salón de París, con el consecuente ensañamiento de los críticos, que los atacaban con gusto. «Una mujer vulgar, de vida alegre, tan desnuda como se puede estar, holgazanea sin vergüenza entre dos dandis vestidos hasta los dientes. (…) Esto es  una vergonzosa úlcera abierta que no merece ser expuesta», dijo el crítico Louis Etienne.

'Olympia'

'Olympia'

2. La prostituta divina. Inspirarse en la Venus de Urbino de Tiziano no protegió a Manet del aluvión de críticas. Olympia (1863) es una provocación técnica de radicales manchas de color que chocan con el ideal de la pintura realista del siglo XIX. La mujer desnuda claramente no es una diosa, sino una puta parisina que irradia arrogancia en su mirada. Tras ella una mujer negra le entrega un ramo de flores, un regalo típico a las meretrices de alto copete. La orquídea, el gato y la zapatilla medio caída son símbolos lascivos que retan a la pureza de la Venus renacentista. La mujer real, recibiendo la crudeza de una luz blanca y tapándose los genitales con firmeza y dominio de la situación desató la indignación del público. Incluso tras morir Manet, cuando por fin el pintor se convirtió en una celebridad y se vendieron la mayoría de los cuadros que quedaban en su estudio, Olympia se quedó sin comprador, mirando desafiante a todo el que se le acercaba.

'Le fifre' ('El fífero')

'Le fifre' ('El fífero')

3. Cómo mezclar pintura española y grabados japoneses. Pintó Le fifre (El pífano) en 1866 tras volver de España, hipnotizado por los cuadros de Velázquez. No fueron las Meninas ni la Venus del espejo lo que más impresionó al artista. El óleo Pablillos de Valladolid -que presenta a un cómico de mirada vivaracha- era para Manet «puede que la pintura más asombrosa jamás realizada». No podía quitarse de la cabeza «el modo en que la figura no está rodeada mas que de aire». Cuando volvió a París emuló esa sensación liviana con un niño que tocaba en la banda musical de la Guardia Imperial. La raya negra del pantalón del uniforme sirve para delimitar el contorno de la figura con una técnica semejante a la utilizada en la caligrafía japonesa. La suavidad de las formas y el original contraste de color que evita los semitonos es también característico de los grabados japoneses, que hicieron mella en el estilo de Manet. El cuadro, estilísticamente demasiado radical, no pasó el filtro del jurado del Salón de París.

4. Manet y Monet. Argenteuil(1874) muestra a un navegante aficionado intentando captar la atención de una mujer joven ataviada con un vestido de rayas y con rostro de indiferencia, común a muchos de los retratos de

'Argenteuil'

'Argenteuil'

mujeres que hizo el artista. La pequeña localidad de Argenteuil -en el Valle del Oise- era un destino habitual para la burguesía de París y lugar de residencia del pintor Claude Monet, que montó un estudio en una embarcación. Ambos artistas pasaban el día navegando y pintando y  Manet –que destestaba que lo confundieran con Monet porque sus apellidos se diferenciaran solo por una vocal- disfrutaba de la compañía de su amigo impresionista. Aunque de ideales artísticos cercanos,  Manet siempre tuvo claro que no pertenecería nunca al impresionismo por sus ansias de satisfacer las exigencias del famoso Salón de París.

Como no podía ser de otra manera, Argenteuil también fue denostado por los críticos, que no entendían la radical composición del cuadro,con personajes tan en primer plano que parecía que fueran a salirse del lienzo.

Hubo incluso viñetas en torno a la obra. Un caricaturista añadía este texto burlón a su sátira dedicada a la excesiva cercanía de las dos figuras:

– ¡Dios mío! ¿Qué es eso?
– Son Manet y Manette
– ¿Qué están haciendo?
– Creo que están en un barco.
– Pero ¿esa ballena gigante?
– Es el Sena.
– ¿Estás seguro?
– Bueno, fue lo que me dijeron por ahí.

'Un bar aux Folies-Bergère' ('El bar del Folies-Bergère')

'Un bar aux Folies-Bergère' ('El bar del Folies-Bergère')

5. Su última aportación al perpetuo Salón de París. Un bar aux Folies Bergère (El bar del Folies-Bergère) -pintado en 1882, un año antes de su muerte- es un reto para el espectador, que no sabe si lo que hay tras la muchacha de mirada vacía es un espejo. El cuadro, una locura visual que muestra el bar de un famoso cabaret parisino, ha sido visto por algunos expertos como una reformulación de Las Meninas de Velázquez. Frente al desmadre de las perspectivas, el pintor ilustra en los objetos dispuestos sobre la barra una galería de exquisita delicadeza: naranjas en un frutero de cristal, dos flores en una copa, botellas de diferentes diseños… El lienzo fue la última gran contribución de Manet a la visión moderna de la pintura. En 1883 una gangrena derivada de un grave problema circulatorio provocó que le cortaran una pierna. Unos días más tarde murió, a los 51 años. En la gran exposición póstuma que se celebró un año después los mismos que tardaron toda una vida en entender al artista lo elevaron a los altares. Sólo al final de su vida consiguió vencer la resistencia de la crítica, el gran demonio que no dejaba de atormentarlo, pero que nunca consiguió domar su revolución interior.

Helena Celdrán

Del ‘pedómano’ al ‘cerdo calculista’, seis prodigios de vodevil

Barracas de feria, circos, grandes teatros y cabarets… ¿Quién no se ha visto tentado por la anomalía, la destreza inusual, la visión del raro que nos hace sentir la tranquilidad de ser supuestamente corrientes?

A lo largo de la historia se han subido a la tarima, expuestos a las miradas de los demás, los personajes más excéntricos: intérpretes, artistas de vodevil y personajes relacionados con el espectáculo que quisieron ser importantes o terminaron trabajando de por vida en un circo por una limitación física vista como espectáculo por la cruel sociedad del siglo XIX, época dorada de la curiosidad malsana por la deformación.

Le pétomane ('El pedómano')

Le Pétomane (El Pedómano)

Algunos se inventaron un personaje por falta de talento, otros desarrollaron una habilidad física aparentemente tonta o una destreza que los consumió, los hay que supieron aprovechar un impedimento para poder sobrevivir. Esta semana reunimos en la sección Cotilleando a… a media docena de personajes de vodevil, todos añejos. Algunos fueron desgraciados o se entregaron con intensidad a un solo fin que acabó con ellos. Todos demandaron la atención de los normales y el reconfortante aplauso final:

1. Le Pétomane (El Pedómano). Con 30 años se convirtió en una de las estrellas del legendario Moulin Rouge de París. Por cada espectáculo el cabaret le pagaba, en 1892, 20.000 francos (3.050 euros). Le Pétomane (El Pedómano) era el cómico francés Joseph Pujol (1857-1945), un hombre con un control absoluto del ano que podía interpretar La Marsellesa con flatulencias. En sus números incluía versiones de temas como la canción napolitana O Sole Mio, apagaba velas a una distancia de varios metros, se convertía en una ocarina humana con la ayuda de un tubo de goma, imitaba tormentas, terremotos, sonidos de animales, instrumentos musicales… En realidad, no eran gases lo que el prodigio de la comedia emitía: al tener un esfínter elástico, era capaz de inhalar aire con el ano y luego soltarlo. A verlo acudieron incluso personalidades de la nobleza como el rey Eduardo VII de Inglaterra cuando era todavía príncipe de Gales o Sigmund Freud, a quien el espectáculo seguramente dio mucho que pensar). No se conservan grabaciones de las proezas de Pujol, aunque hubo varios imitadores, como un tal Mr. Lefires, del que sí hay documentos sonoros. Tras años de éxito, El Pedómano volvió a su Marsella natal asustado por el estallido de la I Guerra Mundial. Trabajó en la panadería que regentaba antes de saltar a la fama y abrió una fábrica de galletas en la ciudad de Tolón, también en la Costa Azul.

'Oofty Goofty', 'El hombre salvaje de Borneo'

'Oofty Goofty'

2. Oofty Goofty. Poco se sabe de la efímera trayectoria de este pseudo-troglodita también llamado El hombre salvaje de Borneo, que actuó en las ferias de San Francisco (California) a finales del siglo XIX. Parece ser que llegó desde Alemania a Estados Unidos como polizón en un barco. Otras versiones apuntan que fue un soldado berlinés que huyó de Alemania tras desertar. El misterioso personaje aparecía en escena metido en una jaula y con el cuerpo cubierto de una mezcla de alquitrán y pelo de caballo que le daba un aspecto primitivo. El público pagaba por ver al supuesto ser exótico y le daban entre los barrotes carne cruda: él la devoraba con ansia mientras gritaba «¡Oofty Goofty!». Hay versiones que afirman que el alquitrán no permitía que su piel transpirara, se puso enfermo y tuvo que cambiar de estrategia para ganarse el pan. Descubrió tras un incidente que no sentía dolor físico cuando lo golpeaban y se dedicó a recorrer la ciudad de San Francisco con un bate de béisbol en la mano, animando a los transeúntes a que le pegaran con el bate a cambio de un cuarto de dólar. También aceptaba patadas por menos dinero. El escritor y periodista estadounidense Herbert Asbury (1889-1963), que investigó al desdichado personaje, le siguió la pista y descubrió que el boxeador John L. Sullivan le fracturó tres vértebras causándole una cojera. Parece que Oofty Goofty murió pocos años después.

Charles Tripp

Charles Tripp

3. La maravilla sin brazos se convirtió en una de las figuras del espectáculo más populares de Canadá a finales del siglo XIX. Charles Tripp (1855-1930) era un caballero bien vestido que había nacido sin extremidades superiores y aprendió a utilizar los pies con destreza. En la adolescencia se convirtió en el cabeza de familia, manteniendo a su madre y su hermana con labores de carpintería y caligrafía. Tripp fue contratado por una feria ambulante en Nueva York: sólo tuvo que mostrar al cazatalentos cómo era capaz de peinarse, doblar su ropa y ponerse los calcetines sólo con las piernas. En sus espectáculos, con los que ganaba 200 dólares (unos 152 euros), mostraba sus destrezas como carpintero y calígrafo, hacía fotos, se afeitaba, dibujaba retratos y cortaba papel. Por un extra, firmaba fotos promocionales. Solía posar con otra estrella del elenco: Eli Bowen, un hombre que carecía de piernas y cuyos pies salían de la pelvis.

Hadji Alí regurgitando agua

Hadji Alí regurgitando agua

4. Hadji Alí, El Regurgitador. Bebía cantidades ingentes de agua y luego la expulsaba en un chorro de varios metros. Además, era capaz de tragar avellanas para luego regurgitarlas intactas y en cadena. El momento estrella de su número llegaba cuando tragaba agua y a continuación queroseno: dirigía el líquido inflamable que le salía de la boca hacia una pequeña casa de muñecas de madera. Después, sin ingerir nada, el agua le manaba de la garganta para apagar el incendio. El espectáculo quedó registrado en Politiquerías (James W. Horne, 1931), una película sonora protagonizada por El gordo y El Flaco y rodada en español. Hadji Alí nació en Egipto, no se sabe con certeza en qué año de finales del siglo XIX. Ya en la niñez descubrió su destreza para almacenar y después expulsar agua y comenzó a los 15 años a dar shows. En El Cairo un hombre de negocios italiano lo contrató para dar una gira por Europa. Según cuenta el propio Alí, actuó en 1914 para el zar Nicolás II de Rusia, que lo obsequió con una condecoración. Pronto El Regurgitador llegó a Estados Unidos y obtuvo un éxito discreto pero constante con sus actuaciones, que despertaban el interés de doctores y científicos. Murió en Inglaterra a causa de una insuficiencia cardiaca derivada de una neumonía en el año 1937.

Mabel Stark con Rajah, su tigre preferido

Mabel Stark con Rajah, su tigre favorito

5. La domadora de tigres estadounidense Mabel Stark (1889-1968) era anunciada en los años veinte como la primera mujer amaestradora de fieras. Tras ser enfermera y bailarina, comenzó a trabajar en un circo de Culver City (California) como amazona. Pronto mostró un interés desmedido por los felinos y en 1916 ya tenía su propio número de tigres. Entre ellos estaba Rajah, un ejemplar enfermo que ella había cuidado hasta que el felino se recuperó. Era su favorito: con él preparó un acto en el que luchaban, el tigre vivía en el apartamento de Stark y salían con frecuencia a jugar a la playa. Se convirtió en una sensación en 1922 con su espectáculo de seis felinos, cinco tigres y una pantera. Unos años después sufrió el primer ataque de las fieras. La domadora perdió el equilibrio y los animales se abalanzaron sobre ella hiriéndola gravemente. Hubo que darle cientos de puntos. Sufrió por lo menos dos ataques más y en uno de ellos casi perdió el brazo. Pero Stark siguió con su carrera, llegando a tener 18 grandes felinos sobre la pista. En 1968, tras recorrer medio mundo en diferentes circos y a los 78 años, se unió al Jungleland de California, un parque temático en la ciudad de Thousand Oaks, que al poco tiempo cambió de dueño. El empresario decidió despedir a Stark, poco después uno de los tigres se escapó y los encargados lo mataron de un disparo. Tal vez el suceso fue el detonante para que la veterana domadora se suicidara con una sobredosis de barbitúricos.

Bisset y el cerdo Toby

Bisset y el prodigioso cerdo Toby

6. El cerdo calculista. He dejado para el final al único protagonista animal de esta selección. Cuando supe de la existencia de Toby pensé al principio que aquello era un bulo, pero incluso hay testimonios escritos de la época que atestiguan que todo, por increíble que suene, es verdad: ese cerdo era un portento. En 1782 un zapatero escocés llamado Samuel Bisset, aficionado a amaestrar animales, compró en Dublín un lechón con el objetivo de enseñarle trucos. Ya lo había conseguido con caballos, perros, pájaros, tortugas, gatos, pavos, liebres… No había animal que se le resistiera. Le habían dicho sin embargo que el cerdo era especialmente dificil. Toby fue un reto para él: tras más de seis meses apenas había conseguido nada, pero insistiendo casi durante año y medio logró que se volviera dócil y aprendiera. Sabía realizar operaciones matemáticas como resolver ecuaciones, deletrear señalando fichas de cartón con letras, decir la hora y distinguir entre las personas casadas y solteras que acudían al espectáculo. Incluso se agachaba rindiendo pleitesía a Bisset, que no parecía haber utilizado técnicas violentas para instruirlo. El amaestrador se llevó a la mascota de gira y causaron sensación en Inglaterra. Todo iba sobre ruedas hasta que el Bisset recibió una grave paliza. Hay varias versiones sobre el ataque y todas llevan a la muerte del dueño de Toby a consecuencia del ataque. El animal, huérfano, pasó a manos de un negociante que siguió sacándole partido. La fama del cerdo calculista fue comentada por los periódicos e intelectuales de la época y hasta el escritor y visionario William Blake  lo cita en un poema.

Helena Celdrán

Diez utopías perversas

George Orwell y la primera edición de '1984'

George Orwell y la primera edición de '1984'

«Estarás hueco. Te vaciaremos y te rellenaremos de… nosotros». Quizá en la frase de 1984, la novela de George Orwell (1903-1950), esté resumido el pavor primario de la distopía, la utopía perversa, uno de los subgéneros literarios que mejor se amolda al angustioso siglo XX y al vacío (por exceso) XXI.

Traducida a casi cien lenguas, del libro emana buena parte de la nomenclatura del pánico que padecemos: la vigilancia que nunca cesa, el doblepensar (creer con determinación en ambos polos de una contradicción: por ejemplo, la guerra como vía hacia la paz), la neolengua de revelación y ocultación de los líderes, la Policía del Pensamiento, la Habitación 101(donde habita el peor de los horrores de cada uno), la reescritura de la historia y, claro, el Big Brother (Gran Hermano), líder, dios pagano y juez supremo.

Jack London y 'Talón de hierro'

Jack London y 'Talón de hierro'

Aunque su pegada ha sido la más intensa, la obra de Orwell, editada en 1932, no fue la primera ficción distópica. El socialista ortodoxo -y algo simplón- Jack London (1876-1916) había narrado en El talón de hierro, publicada 24 años antes, la tiranía sobre los EE UU de un cónclave oligárquico.

En 1921, el ruso Yevgeni Zamyatin (1884-1937) publicó -en inglés, en su país no pasó la censura- Nosotros, novela que anticipa 1984, a la que algunos han llegado a considerar una copia cercana al plagio de la primera: un estado totalitario regido por el Benefactor controla la vida entera de sus ciudadanos -que no tienen nombre, sino unas siglas- y les transmite instrucciones de comportamiento mediante La Mesa, un antecedente claro de las telepantallas del Gran Hermano de Orwell.

La literatura distópica tiene centenares de buenas pesadillas para perderse y temblar. Hoy seleccionamos diez de ellas. No hay ánimo comparativo ni pretensión de establecer un ranking: son solamente una decena de novelas que sueñan futuros peores que nuestro presente, lo cual, tal como están las cosas, tiene bastante mérito.

Alfred Jarry y 'Ubú Rey'

Alfred Jarry y 'Ubú Rey'

1. El proto Berlusconi. No se trata de una distopía al uso, sino de una chanza profética, casí obscena en su acertada predicción de la realidad del porvenir. El patafísico francés -podría ser de Júpiter- Alfred Jarry (1873-1907) publicó en 1986 Ubú Rey, una obra de teatro sobre un tirano  déspota, vulgar, glotón, deshonesto y cobarde. El retrato es hiperrealista dando una pirueta en el tiempo: Silvio Berlusconi es el Ubú soñado por Jarry.

El autor fue tan acerado con su pluma como radical contra su cuerpo: bebía absenta («mi diosa») con prodigalidad. Murió a los 34 años de una meningitis tuberculosa. Los amigos que le cuidaban reclamaron que formulara un último deseo. «Un mondadientes», pidió desde el lecho de muerte.

Aldous Huxley y 'Un mundo feliz'

Aldous Huxley y 'Un mundo feliz'

2. Un Estado Mundial sin dolor (pero sin amor). El uso perverso de la sicología y las tecnologías de reproducción asistida («cultivos humanos») son avanzados por el inteligente Aldoux Huxley (1894-1963) en Un mundo feliz, una novela de 1932 que dibuja una sociedad sin dolor, injusticia ni guerra, pero también sin amor, lazos afectivos y curiosidad intelectual -los conocimientos son inducidos por hipnopedia-. El Estado Mundial del libro no anda muy lejos de la globalización económica y cultural

Huxley falleció en 1963. En su lecho de muerte, incapaz de hablar (tenía un tumor cancerígeno en la lengua), escribió una nota a su esposa con un último deseo: «LSD, 100 miligramos, intramuscular».

Karel Čapek y 'La guerra de las salamandras'

Karel Čapek y 'La guerra de las salamandras'

3. Hitler era un animal anfibio. El escritor checoslovaco Karel Capek (1890-1938) profetiza las guerras étnicas y aventura el avance de los fanatismos, el nazismo y el ultranacionalismo en la fantástica sátira distópica La guerra de las salamandras (1936).

Sólo los últimos cuatro capítulos de los 26 del libro describen la guerra planetaria entre los humanos y las salamandras. El resto está dedicado al descubrimiento de las salamandras, su explotación  como mano de obra y la rebelión de los animales, una vez han adquirido inteligencia y logran organizarse.

Capek fue un antinazi beligerante y la Gestapo le consideró el «enemigo públigo número dos» de Checoslovaquia. Una neumonía ahorró al escritor, el día de Navidad de 1938, el dolor de ver a su país anexionado a la Alemania de Hitler. La fecha es recordada cada año por los seguidores de Capek colocando en su tumba en Praga pequeños robots (el autor fue el inventor de la palabra).

Ray Bradbury y 'Farenheit 451'

Ray Bradbury y 'Farenheit 451'

4. Bradbury quemaría los e-book. La dictadura del hedonismo -una realidad palpable a día de hoy en Occidente-, la represión de la tristeza y la persecución de la duda, anticipadas por Ray Bradbury (1920) en Fahrenheit 451 (1953) a través del viaje de iniciación del bombero quema-libros Guy Montag y su rebelión progresiva contra una sociedad alienada por las paredes parlantes de la televisión y donde está castigado preguntar por qué.

A Bradbury nos lo entregó a los lectores el Ejército de los EE UU, donde estaba dispuesto a alistarse en la II Guerra Mundial pero fue rechazado por miopía severa.

Se ha mostrado contrario a que sus libros sean publicados en e-book («huelen como gasolina ardiendo»), pero no ha logrado detener a los editores.

Pese a que las novelas de Bradbury están repletas de proféticos anuncios tecnológicos, está seguro de que Internet reduce la capacidad de conversación de las personas. «Tenemos demasiados teléfonos móviles. Tenemos demasiado Internet. Tenemos demasiadas máquinas».

Frederik Pohl y 'Mercaderes del espacio'

Frederik Pohl y 'Mercaderes del espacio'

 5. Un mundo corporativo. En un planeta superpoblado, son las megacorporaciones las que dictan la ley, sustituyen al poder político y estratifican la sociedad en productores, ejecutivos y consumidores, cuentan Frederik Pohl (1919) y Cyril M. Kornbluth (1923-1958) en Mercaderes del espacio, una distopía de 1953 que esquematiza el enorme poder de la publicidad y la tiranía económica que padecemos hoy.

El protagonista es un copy de una agencia encargado de diseñar una campaña para atraer nuevos pobladores a las colonias de Venus.

La novela está llena de palabras nuevas que han devenido en estándares léxicos: soyaburger (hamburguesa de soja), tri-di (tridimensional), R and D (research and development, investigación y desarrollo), muzak (musiquilla ambiental)…

Uno de los mejores y más prolíficos escritores de ciencia ficción del siglo XX, Pohl es también un pensador profundo y un analista con ojo fino sobre la sociedad y sus usos. Dos de sus pensamientos: «Nadie está nunca preparado para nada», «nada es suficientemente bueno como para que exista alguien que no lo odie».

Richard Matheson y 'Soy leyenda'

Richard Matheson y 'Soy leyenda'

6. La caza del distinto. Las pandemias virales y la persecución del enfermo y el diferente son los temas centrales de la imprescindible Soy leyenda (1954), de Richard Matheson.

El protagonista, aparentemente el último ser humano normal, vive aislado en una casa-fortaleza de Los Ángeles que de noche es asediada por el resto de los habitantes de la ciudad, que se han convertido en vampiros a consecuencia de una infección.

No se trata sólo del primer libro moderno sobre chupasangres, sino de una reflexión profunda en torno a la soledad humana y la desesperación del distinto en una sociedad basada en las reglas de la caza del hombre y que no está dispuesta a escuchar ningún argumento.

Matheson, hijo de inmigrantes noruegos en los EE UU, es un escritor bregado en los guiones de la serie de televisión The Twilight Zone. Es también el autor de El increible hombre menguante (1957).

Anthony Burgess y 'La naranja mecánica'

Anthony Burgess y 'La naranja mecánica'

7. Rehabilitación postcorrectiva del carácter. El escritor inglés Anthony Burgess (1917-1993) avisa sobre la rehabilitación de los violentos mediante técnicas invasivas de remodelación del carácter en La naranja mecánica (1962).

Aunque la novela no es, ni por asomo, la mejor del prolífico Burgess, la obra fue muy polémica por la descripción explícita de la ultraviolencia de una pandilla de jóvenes drugos, activados por el consumo de leche plus, un combinado con drogas psicoactivas.

Las técnicas postcorrectivas a las que es sometido el protagonista anticipan el uso perverso de las terapias conductistas del comportamiento.

El libro está inspirado en un suceso real ocurrido en 1944, cuando la esposa de Burgess fue atacada y violada en Londres por cuatro soldados estadounidenses. Estaba embarazada y abortó tras el suceso.

Philip K. Dick y '¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?'

Philip K. Dick y '¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?'

8. Cuando los andy empiezan a sentir. ¿Qué distingue a los humanos de las máquinas?, se pregunta Philip K. Dick (1928-1982) en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968), la novela en la que está basada la película Blade Runner (1982).

Tras la guerra nuclear Terminus, el mundo es un erial y las Naciones Unidas invitan a los supervivientes a establecerse en colonias en otros planetas con el incentivo de dar a cada viajero un andy, un androide. La rebelión de los más avanzados tecnológicamente, hasta el punto de sentir, es la trama del libro.

La novela, mucho más compleja que la famosísima película, es una indagación en la identidad personal, lo equívoco del concepto de realidad y la fuerza del inconsciente colectivo en las decisiones de los humanos.

Dick, un escritor que vivió al límite y tuvo experiencias extrasensoriales, construyó una de las obras literarias más complejas y extraordinarias del siglo XX. Otra de sus distopías, El hombre en el castillo (1962), juega con la idea de que los nazis ganaron la II Guerra Mundial.

JG Ballard y 'Rascacielos'

JG Ballard y 'Rascacielos'

9. Los pequeños Hitler de las sociedades tecnificadas. El gran JG Ballard (1930-2009), quizá el más distópico de los escritores, habla en Rascacielos (1975) de un edificio inteligente, diseñado y habitado por la élite acaudalada, que termina por condicionar la forma de pensar y actuar de sus vecinos.

La comunidad de esnobs y yuppies se enfrenta por defender sus derechos al uso de las piscinas o el gimnasio. La consiguiente estratificación en clases divide al rascacielos en repúblicas de pisos malos y pisos buenos.

Como en otras novelas de su extensa producción, Ballard concluye que la sociedad tecnificada convierte a sus siervos en personas de comportamiento hitleriano.

El escritor fue el más prolífico (y certero) diseñador de utopías negras: en Vermilion Sands (1971) habla sobre la vida articial en los resorts de lujo, en Crash (1973) desarrolla el tema del fetichismo sexual provocado por los automóviles, en Millenium People (2003) avanza el clima de violencia implosiva de las sociedades occidentales…

William Gibson y 'Neuromante'

William Gibson y 'Neuromante'

10. Las puertas de la nueva percepción. La novela Neuromante (1984), de William Gibson (1948), proclama la virtualización de la vida, el sexo y los sentimientos.

Antesala del cyberpunk, la obra predice la anulación de las tendencias incómodas mediante la administración de drogas y está protagonizada por un hacker.

El libro, que popularizó, entre otro glosario, los términos ciberespacio y matrix, convirtió a Gibson en un personaje de enorme influencia en el arte y el pensamiento presentes.

No es una gran novela, pero abrió las puertas de la percepción del siglo XXI.

Ánxel Grove

La desolación de Billie Holiday

Billie Holiday a los 18 años

Billie Holiday a los 18 años

El desamor, la fatiga, la desolación, la soledad, la mala fortuna de caer siempre en la casilla equivocada del juego. Billie Holiday (1915-1959) cantaba con el único estilo personal que podía emanar de su pecho. Cada canción que escogía era un himno a ella misma.

Víctima de una madre que no sabía tener a una hija a su cuidado, violada por un vecino a los 11 años, prostituta a los 13 (junto a su madre) hasta que la policía cerró el burdel… Holiday inició su carrera artística en los bares del Harlem neoyorquino. En 1931, descubierta por el productor y cazatalentos John Hammond, su fama comenzó a crecer y no la abandonó hasta la muerte. Cantaba como lo haría un instrumento de jazz con cuerdas vocales: Improvisaba en cada actuación. Hacia cambios constantes en las canciones, que nunca interpretaba igual dos veces.

Esta semana el Cotilleando a… es para Billie Holiday, la trágica dama del blues que nunca supo a quién o a qué entregarse para no sufrir.

Eleanora

Billie -Eleanora Fagan- con dos años

1. Hija no deseada. Sarah Julia Harris (Sadie) tuvo a Eleanora Fagan con 20 años. Se había quedado embarazada y su familia la rechazó. Se puso a trabajar en un hospital de Filadelfia como limpiadora a cambio de que la atendieran en el parto. En la partida de nacimiento de la niña figuraba el nombre de Frank De Veazy (que la madre escribió mal en los papeles, poniendo DeViese). Sin embargo, sostuvo de por vida que el padre de Eleanora era Clarence Holiday, un hombre que nunca se casó con Sarah, pero que visitó con frecuencia a ella y a la niña. La madre desorientada buscó refugio en casa de su hermana mayor. Eleanora se crió olvidada por su madre, que la dejaba largas temporadas con Martha Miller, la madre del marido de la hermana: era una niña-carambola, olvidada en una esquina. Billie Holiday supo desde bien pronto lo que significaba no sentirse querida. Tanto era el dolor que el abandono le causaba, que más tarde cubrió el relato de su infancia con datos confusos y falsos.

2. El personaje. Cambió su nombre artístico por Billy en homenaje a Billie Dove (1903-1997), una actriz estadounidense de los años veinte a la que admiraba. El apellido es el de Clarence Holiday, su supuesto padre, también músico. John Hammond, el productor que la descubrió recuerda el día en que escuchó la voz de Billie en el Covan’s, un club de Nueva York: «La manera en que cantaba alrededor de una melodía, su asombroso sentido armónico y el sentido que daba a las letras eran difíciles de creer en una chica de 17 años». Él tenía tan solo cinco años más, pero fue el responsable de su debut como artista, acompañada de la orquesta de Benny Goodman, cantó Your Mother’s Son-In-Law y Riffin’ the Scotch. Esta última está lejos de ser sólo una colección de fraseos que homenajean a la música escocesa: habla de un desengaño amoroso. El compositor Johnny Mercer hizo la letra a medida de la intérprete, que empezó a desarrollar el personaje de la mujer traicionada casi de manera espontánea, como si intuyera las malas experiencias que llegarían más tarde. La voz era danzarina y joven, diferente al espesor de tristeza que le añadiría con el tiempo.

Con Louis MacKay, su último marido

Con Louis MacKay, su último marido

4. Hombres nocivos. My Man no fue solo una de sus canciones más representativas, sino una realidad. Su relación con el saxofonista Ben Webster fue el principio de su fascinación por los hombres que la perjudicaban. Webster era guapo y talentoso, pero tenía estallidos de violencia cuando bebía. Ella se sentía atraída por la oscuridad de esos momentos e incluso lo provocaba cuando iba borracho. Unos años después James Monroe -buscavidas, traficante de drogas, playboy… – que veía en Billy una  solución económica, se casaría con la cantante. Necesitaba ser dominada por el hombre al que amaba y esa dependencia malsana se acentuó con la muerte de su madre en 1945: el miedo a la soledad disparó sus inseguridades. El trompetista Joe Guy -el siguiente en la lista de desastres- se aprovechó de esa situación. Al final de la vida de la artista fue el turno de Louis MacKay, marido y mánager, el único que hizo todo lo posible por sacarla de las drogas, pero manipulador y mafioso.

En 1958, un año antes de morir, en una sesión de fotos con Ray Ellis, líder de la Ellis Orchestra

En 1958, un año antes de morir, en una sesión de fotos con Ray Ellis, líder de la Ellis Orchestra

5. Autodestrucción. Antes de saltar a la fama, con 17 años, consumía marihuana y alcohol rodeada de instrumentistas de los que aprendía lecciones vitales y musicales. El ambiente festivo y emocionante de esos comienzos se mezclaron con la falta de cariño y la incertidumbre, que Billy había combatido con alcohol desde los comienzos de su carrera. La heroína fue otro de los parches para el dolor: una droga directamente relacionada con los músicos de be-bop y jazz, que comenzó a consumir de manera discreta y ocasional en 1944. Un año después todos sabían ya de la adicción, que comenzaba a perjudicar sus actuaciones: le costaba seguir el ritmo en los devaneos entre relajantes y eufóricos de cada viaje. Joe Guy le proporcionaba la droga que necesitaba y controlaba el dinero de Holiday, mientras ella se dejaba llevar por los supuestos cuidados del amante, con el que se casaría. Ambos fueron detenidos por posesión de drogas, pero ella se declaró culpable para exculpar a su marido. La condenaron a un año y un día en un reformatorio de mujeres, aunque salió libre tras unos meses por buena conducta.

En 1949

En 1949

6. Racismo. A pesar del limitado repertorio que ella se imponía, basado en el blues de la mujer devastada, Holiday quedó cautivada en 1939, en el ascenso de su fama, por una canción con letra del simpatizante marxista Abel Meeropol (que firmaba como Lewis Allan) sobre los linchamientos de negros en el sur de Estados Unidos. Strange Fruit, hablaba de los ahorcamientos, de los cuerpos suspendidos de los árboles como «frutas extrañas«. Cuando le propuso a Columbia grabar el tema, recibió una negativa. La compañía tenía miedo de las reacciones en los estados del sur y de algunos sectores de su propia empresa, pero sí permitió a la artista liberarse del contrato de exclusividad por un día. Commodore records, una discográfica pequeña especializada en jazz, grabó la canción. En directo, ella interpretaba el tema con preparación previa. Los camareros de los locales pedían a todos los clientes que guardaran silencio y el escenario se oscurecía, dejando sólo una luz sobre la cara de la artista. Los blancos de clase media que formaban el grueso de su público se enfrentaban así al horror de los linchamientos: Escena pastoral del galante sur / Los ojos abultados y la boca torcida / Aroma de magnolias, dulce y fresco /Y  de pronto el repentino olor de la carne quemada.

En 1939

En 1939

7. Deterioro. Con tan solo 40 años se había autodestruído. Consumía heroína y alcohol, pero irónicamente era el tabaco lo que estaba limitando su capacidad para sostener los tonos. Ella lo solucionaba dejando que su voz vibrara y la textura rota daba un semblante todavía más profundo a sus canciones. Su registro seguía limitándose, pero Holiday se zafaba de los daños refugiándose en los registros graves. All or Nothing at All (1958) y I’m a Fool To Want You, del mismo año, son ejemplos del error convertido en virtud.

8. El final. Un año antes de morir actuó en el popular festival de jazz de Monterrey (que celebraba su primera edición)  ante un público de 6.000 personas. Apenas se sostenía en pie. En la gira europea en la que se embarcó después fue abucheada. El alcohol había sido un asesino silencioso que pasó desapercibido, al contrario que los escándalos por drogas. Estaba ida, se balanceaba en el escenario, los amigos se iban alejando de ella, ya no le quedaba ni un dólar en el banco… Cuando la ingresaron en el hospital Metropolitan de Nueva York fue arrestada por posesión de drogas y dos policías vigilaban su habitación como si fuera a escapar. Murió allí, desahuciada en cuerpo y espíritu, a causa de una cirrosis.

Helena Celdrán

Los secretos de Dickens: moralista, infiel, mentiroso, racista….

Charles Dickens, mayo de 1852

Charles Dickens, mayo de 1852

La fiebre de las efemérides es como uno de esos amigos que sale del subsuelo en tu cumpleaños tras haber permanecido en la Antártida los 364 días anteriores.

La más reciente gran efeméride ha traido de regreso a quien nunca se había ausentado: Charles Dickens (1812-1870), de cuyo nacimiento se celebró el bicentenario hace unos días.

El término inglés dickensian (dickensiano), dice el diccionario, es aquello que no alcanza las condiciones mínimas de vida o trabajo que garanticen la dignidad humana, pero también puede aplicarse a las trabas burocráticas, la lentitud de la justicia, la vida urbana regida por la cobardía y el individualismo…

En la última temporada de la serie The Wire -que a Dickens le hubiese encantado por su esplendor coral-, un editor de prensa que quiere ganar el Pulitzer antes que contar la verdad se empeña en promover el punto de vista «dickensiano» sobre cualquier tema. Cuando emitieron el último capítulo de la serie, el New York Times, con bastante acierto, tituló la crónica: «Sin  final feliz en la dickensiana Baltimore«.

Dickensiano, como kafkiano, borgiano, términos aceptados por la Academia, o ballardiano, que los académicos, no pidamos milagros en la casa de la artritis literaria, aún no saben lo que significa, son adjetivos que, además de explotar en significados variados, siempre entrevistos a través de los cristales de aumento de las obras de los  escritores, dicen lo obvio: la fusión de un cuerpo literario con la vida, la confusión de lo real con lo imaginado…

Es placentero -y un poco vertiginoso- pensar que los confusos jardines de Babilonia fueron borgianos siglos antes de que un escritor llamado Borges ganara horas a la noche lidiando con la tinta para describirlos con justicia o que la expoliación española de la colonias de ultramar diera lugar a una muy dickensiana madeja de rapiña y abusos sin que ningún Dickens estuviera allí para contarlo.

Dada la dickensmanía del bicentenario -injusta como toda celebración de pum, se acabó- y, sin pretender nada más que aportar unas pinceladas al dibujo de un personaje que a todos nos acompaña de forma contundente exista o no la efeméride, dedicamos este Cotilleando a… -nuestra sección de biopsias– a algunos de los secretos de Charles Dickens, moralista, mentiroso, infiel, mujeriego a la chita callando y con vergüenza, racista, engreído y enorme escritor que, sin ninguna modestia, se refería a si mismo como El Inimitable.

Dibujo de la prisión de Marshalsea, 1729

Dibujo de la prisión de Marshalsea, 1729

1. Hijo de un prisionero. John Dickens, el padre del escritor, empleado en la oficina de pagos de la Armada Real, era un hombre que no sabía administrar sus escasos ingresos y el siglo XIX en Inglaterra era muy peligroso para los deudores. Al señor Dickens lo encarcelaron en 1824 en la tenebrosa y húmeda prisión londinense de Marshalsea, fundada dos siglos antes para encerrar a los acusados de practicar la sodomía y el bestialismo. ¿Delito? Adeudar a un panadero 40 libras y diez chelines.

La mujer del reo y los tres hijos pequeños del matrimonio tuvieron que irse a vivir a la cárcel -injusticia habitual en aquel tiempo- porque no les quedaba nada tras los embargos judiciales.

El primogénito, Charles Dickens, que tenía 12 años, se quedó en casa de una amiga de la familia, tuvo que dejar los estudios y ponerse a trabajar diez horas al día, siete días a la semana, en una fábrica de betún para el calzado. Le pagaban seis chelines a la semana.

Aunque el padre logró salir de la cárcel a los tres meses (recibió la herencia testamentaria de su madre y pagó parte de las deudas), el fantasma de la insolvencia siguió acechando a la familia y Charles, que nunca perdonó a su madre que no trabajara ella, tuvo que seguir produciendo plusvalías: primero como empleado en un juzgado y luego, tras aprender por su cuenta taquigrafía, como cronista judicial y parlamentario para periódicos.

Sintió tanto la humillación de ser hijo de un deudor insolvente que sólo reveló la verdad a su íntimo amigo y editor John Forster, que hizo públicos los hechos cuatro años después de la muerte de Dickens.

Ellen Ternant

Ellen Ternan

2. La amante secreta. Dickens se casó joven, a los 24 años, con una chica tres años más joven, Catherine Thompson Hogarth, hija de un editor de prensa para el que trabajaba el escritor. Tuvieron diez hijos. Todos se marcharon de casa en cuanto les fue posible porque no soportaban el carácter del padre, una persona que exigía a los demás que fuesen como él creía ser, «perfecto».

Hay constancia de que el marido fue infiel a su mujer en varias ocasiones, pero el gran amor de Dickens fue la actriz Ellen Lawless Ternan, a la que conoció en 1857, cuando él tenía 45 años y ella 18.

Fueron amantes durante 13 años, pero Dickens, al que gustaba su imagen pública como pilar de la sociedad y la moral victorianas, hizo todo lo posible para ocultar la relación: alquiló para Ternan una casa en las afueras de Londres y la veía en secreto.

Más tarde ordenó a Ternan que quemara todas las cartas que le había enviado.

El matrimonio con Catherine Hogarth terminó un año después de que comenzara la aventura, pero el divorcio era impensable para los Dickens, demasiado pendientes del qué dirán, y los cónyuges se separaron.

Seis años después de la muerte del escritor, Ternan, que tenía 37 años se casó con un pastor de 25. Tuvieron dos hijos y ninguno, ni tampoco el marido, supieron nada de la relación de Ellen con Dickens.

Los protagonistas de la historia fueron tan celosos con los rastros del adulterio que sólo en 1991 logró conocerse con detalle la verdad, revelada en el libro de la historiadora Claire Tomalin The Invisible Woman: The Story of Nelly Ternan and Charles Dickens. El libro afirma que la pareja tuvo un hijo en secreto, nacido en Francia y nunca reconocido por Dickens. Otros biógrafos del escritor rechazan esta tesis.

Grabado sobre el accidente de tren de Staplehurst

Grabado sobre el accidente de tren de Staplehurst

3. Héroe (pero mentiroso). El 9 de junio de 1865, Dickens, Ternan y la madre de ésta regresaban a Londres en un vagón de primera clase de un tren que procedía de Francia. En Stapelhurst (Kent), varias unidades del ferrocarril cayeron a un río, en un accidente en el que murieron diez personas y 40 resultaron heridas, entre ellas la amante del escritor. Una de las lesionadas fue la amante del escritor.

Dickens se comportó como un «héroe» ayudando a los moribundos y heridos, dijeron los diarios de la época.

El escritor, que sacó buenos réditos de la fama, no rechazó ninguna entrevista y escribió un relato inspirado en la catástrofe, se encargó de hablar con cada uno de los periodistas que se acercaron al lugar y las autoridades policiales para que ocultasen la identidad de sus acompañantes.

En su fuero interno Dickens resultó tocado por la experiencia y evitó volver a viajar en tren.

El 'Urania Cottage'

El 'Urania Cottage'

4. Una casa para mujeres de mala vida. Gustoso de presentarse como un filántropo preocupado por los «poco favorecidos», Dickens se embarcó en la promoción de una institución para «redimir» a las «mujeres caídas», eufemismo que ocultaba la mención directa a las prostitutas, madres solteras, víctimas de delitos sexuales y otras formas de deshonra para la puritana pero hipócrita sociedad victoriana.

Angela Burdett Coutts, heredera de una fortuna procedente de la banca, puso el dinero para la compra del Urania Cottage, en Shepherds Bush (Londres), y Dickens escribió en 1949 un formulario de invitación: «Sabéis lo que son las calles, lo crueles que son las compañías, los vicios que abundan, las consecuencias que pueden acarrear, sobre todo si sois jóvenes».

Dickens se encargaba de entrevistar a las aspirantes, a las que, aseguraba, sólo utilizaba para perfilar futuros personajes literarios, pero el fondo de la cuestión era discutible: tras pasar unos meses en el cottage, las mujeres (se calcula que unas cien fueron atendidas entre 1847 y 1859) eran obligadas a emigrar a Canadá o Australia, los acostumbrados basureros sociales del Imperio Británico.

Charles Dickens, aprox. 1860

Charles Dickens, aprox. 1860

5. Racista. «Los dos entraron en una habitación de paredes negras y sucias donde un viejo judío de aspecto repugnante estaba friendo salchichas». La descripción es del anciano Fagin, el director de la escuela de niños-ladrones de Oliver Twist.

En todos capítulos de la novela, Dickens menciona al personaje como El Judío (casi 300 veces). Cuando influyentes lectores de ascendencia judía se quejaron del trato racial nada ecuánime, el escritor insertó en su siguiente novela a un judío bueno.

No fue el único patinazo de un autor que gustaba de presentarse como «campeón» de los pobres y oprimidos y firme defensor de la justicia social.

En las American Notes que publicó tras el primero de sus dos viajes a los EE UU se burla de los modales y formas de un cochero negro, que se mueve, escribió, «como una versión demente de un cochero inglés».

Aunque se manifestaba como un firme defensor de la abolición de la esclavitud, a veces salía al exterior el conservador que anidaba en él. Apoyó al Sur en la Guerra Civil y en 1868 declaró que otorgar a los negros derecho al voto era «absurdo».

Algo parecido le sucedía con los habitantes de las colonias inglesas. En una carta a una amiga escribió: «Ojalá fuese el comandante en jefe en la India. Haría todo lo posible por exterminar a esa raza y borrarla de la faz de la tierra».

Ánxel Grove

Leonardo da Vinci: «Ciertos presuntuosos piensan que pueden ridiculizarme»

'La dama del armiño' (c.1485)

'La dama del armiño' (c.1485)

La reciente presentación en sociedad de la copia de La Gioconda que posee el Museo del Prado basta para reavivar la llama del pintor, escultor, filósofo, escritor e inventor que estudió con un ansia innata la anatomía, la arquitectura, la geología, la cartografía, la astronomía y cualquier ciencia que saliera a su encuentro. Sus obsesiones por el estudio de la perspectiva o el tratamiento del color dejaban lugar a otras, como su afán por conseguir que el ser humano volara.

560 años después de su nacimiento, cualquier novedad sobre Leonardo da Vinci (1452- 1519) sigue causando revuelo. Es el estandarte de la inteligencia, la curiosidad y la intuición, vivió en una época revolucionaria tanto para el arte como para la ciencia y pintó La Gioconda, La Última Cena, El Hombre de Vitruvio

Su mente no era capaz de adormecerse. «Como el hierro se oxida por el desuso y el agua estancada se pudre o se hiela con el frío, así se echa a perder nuestro intelecto a no ser que lo mantengamos en uso», decía en su Códice Atlántico.

La biografía y la obra están disponibles en Internet para todo aquel que desee saber algo más del genio: con Leonardo no tiene sentido ser completista. Este Cotilleando a… es sobre la persona tras el ser humano universal que deseaba saberlo todo, que estudiaba con la misma dedicación la anatomía de la pata de un caballo o los métodos más modernos de la época para extraer agua de los pozos.

'San Juan Bautista' (c.1509)

'San Juan Bautista' (c.1509)

1. Su apariencia física aumentaba el aura de inteligencia que poseía. Era delgado, alto, guapo, llevaba el pelo -una cuidada melena- más largo de lo que era habitual en su tiempo y vestía ropa de colores vivos. Cuidaba de que su casa siempre estuviera limpia y llenaba las paredes de cuadros. Sus coetáneos lo recuerdan «a menudo acompañado de música o de la lectura de hermosos libros».

2. Nada se sabe de la educación que recibió hasta que a los 15 años ingresó en el taller del pintor y escultor Andrea del Verrocchio (1435-1488). Leonardo era el hijo ilegítimo de un notario y una humilde campesina, había nacido en Florencia y se crió con su rico padre. Parece ser que aprendió matemáticas básicas, a leer y a escribir como para manejarse en la vida y dedicarse -por ejemplo- al comercio, pero recibió una educación no demasiado especializada.

3. Su período de aprendizaje en el exitoso taller de Verrocchio duró cinco años y pasó cuatro más  -hasta los 24- trabajando para su maestro. Fue entonces  cuando, junto con otros trabajadores del taller, fue acusado y más tarde absuelto de sodomía. Aunque se dice que era homosexual, no hay pruebas claras de que tuviera encuentros sexuales ni con hombres ni con mujeres. Nunca se casó ni se le conoce descendencia. No hay diarios, cartas ni documentos personales que esclarezcan la incógnita. Leonardo escribió mucho, pero casi nada sobre sus sentimientos.

'Estudio de la estructura de un ala' (1490)

Uno de los estudios de Leonardo sobre la estructura de las alas (1490)

4. Era consciente de su falta de conocimientos tradicionales. No saber latín le coartaba el acceso a los textos científicos. En la corte de Milán se relacionaba con intelectuales que dominaban el idioma a la perfección y eso aumentaba su frustración por no poder leerlo. Avanzados los treinta años, intentó aprender con libros que utilizaban los niños de la corte. Se conservan algunas traducciones que hacía como ejercicios, que muestran que el conocimiento de la lengua muerta terminó siendo relativamente bueno, pero nunca perfecto.

5. Despreciaba la capacidad de memorización y repetición de los intelectuales de la corte, que solían impresionar así a la audiencia. Leonardo creía en la idea renacentista del hombre que asciende de rango por los propios medios, sin una condición de noble que lo ayude desde el principio: «Sé bien que al no ser un hombre de letras, ciertas personas presuntuosas piensan que pueden ridiculizarme alegando que soy un iletrado. ¡Estúpidos! (…) Esos que se adornan con la labor de otros no derrotarán a mi ser. Dirán que, no habiendo aprendido, no hablaré con propiedad de lo que quiera dilucidar. ¿Acaso no saben que mis temas se  ilustran mejor con la experiencia que con más palabras?»

Diseño para un carro con guadañas (c.1487)

Carro con guadañas (c.1487)

6. Su memorándum estaba lleno de tareas relacionadas con la indagación en todo tipo de campos: «Preguntar al maestro Antonio cómo se aplica el conglomerado en los bastiones (…). Preguntar a Benedetto Portinari qué medios utilizan en Holanda para desplazarse por el hielo». Da Vinci tenía fama de molestar a sus amigos en busca de conocimientos. Preguntaba el por qué de todo como descubriendo el mundo en la infancia, pero demandando la profundidad en las respuestas como el adulto que era.

7. Su gusto por los mecanismos le llevó a diseñar armas, entre ellas hay carros con guadañas que trocean a su paso al enemigo. Se sentía atraído por la posibilidad de perfeccionar armas porque el reto técnico implicaba principios físicos. Desde un punto de vista humano, sin embargo, veía a las armas como objetos que esclavizaban al hombre y consideraba la guerra una abominación.

El único autorretrato de Leonardo (1512)

El único autorretrato de Leonardo (1512)

8. Hay testimonios que dicen que fue vegetariano. Sentía un profundo respeto por los seres vivos y la integridad de los animales, tanto que se cuestionó si era moral comerlos cuando no era absolutamente necesario para la salud. En escritos de la época se describen escenas de Leonardo comprando pájaros enjaulados para después liberarlos.

9. Estudiaba previamente todo lo que iba a pintar. El escritor y filósofo Giovanbattista Giraldi (1504-1573) relata de primera mano el proceso: «Cuando Leonardo quería representar una figura consideraba su cualidad y su naturaleza. (…) Iba a donde sabía que la gente de ese tipo se congregaba y observaba diligentemente las caras, las maneras, la ropa y el lenguaje corporal, anotándolo en un pequeño libro que siempre guardaba en el cinturón«.

10. Alternaba periodos de intensa actividad social con la soledad más absoluta. De la misma manera podía alternar días de trabajo sin pausa con otros de exclusiva contemplación. El escritor renacentista Matteo Bandello (1490-1560) fue un atento testigo de estos procesos: «He visto a Leonardo ir a trabajar por la mañana temprano y trepar por el andamio, porque La Última Cena está sobre el nivel del suelo, y trabajar allí desde la salida del sol hasta su puesta, sin bajar el pincel, continuando sin acordarse de beber o comer. Después podía haber dos, tres o cuatro días en los que no tocara el trabajo. Cada día podía pasar una o dos horas mirando la obra, considerándola y examinándola, criticando las figuras para sí mismo».

Helena Celdrán

Diez ‘momentos Kodak’: la anunciada muerte de la empresa fotográfica más importante de la historia

Anuncio de Kodak, 1900

Anuncio de Kodak, 1900

Lo inventaron o patentaron todo, desde la cámara portátil y barata y la película en rollo (que fue clave, a su vez, para el desarrollo del celuloide cinematográfico), hasta la point-and-shoot, el primer sensor de un megapíxel de resolución y la cámara digital.

Pintaron casi un siglo de memoria colectiva con los tonos cálidos de su temperatura color -el glorioso Kodachrome que, como decía la canción, «hace que el mundo parezca un día de sol»-.

Llegaron a controlar la venta del 90 por ciento de película y el 85 por ciento de todas las cámaras y son dueños de 1.100 registros industriales, entre ellos todos los básicos para la captura y procesado de fotos y vídeo que usan el resto de fabricantes.

La lista de productos que fabrican y comercializan provoca el vértigo de lo interminable.

Kodak. La marca no es un emblema corporativo. Es una palabra con sentido propio (luz, recuerdo, nostalgia, presencia…) que ha entrado en la vida privada de gran parte de la humanidad.

Aprovechando la solicitud de quiebra voluntaria de la empresa fotográfica más importante de la historia, emprendamos un Cotilleando a… Kodak.

George Eastman

George Eastman

1. La obsesión (y las malas artes) de un hijo de granjeros. George Eatsman (1854-1932), el fundador del imperio, no nació con la fortuna en el biberón. Era hijo de granjeros, sólo fue a la escuela hasta los ocho años, le recomendaron no continuar porque no estaba «especialmente dotado» para el estudio y vivió una infancia trágica: el padre muerto de una enfermedad degenerativa y una hermana fallecida de polio.

Trabajó como recadero en una empresa de seguros. A los 14 entró en un banco como empleado y se dedicó a abrir bien los oídos.

La obsesión por la fotografía del self-made-man Eastman nació de una casualidad. Cuando tenía 25 años planeó un viaje a la República Dominicana y quiso llevar una cámara para documentar el recorrido. Cuando compró el equipo se dió cuenta de que pesaba varias decenas de kilos, que necesitaría un caballo para transportarlo y que cada foto le saldría por unos 5 dólares, el equivalente al salario semanal de muchos empleados.

Aunque no llegó a hacer el viaje, el empeñó fue creciente: deseaba eliminar el farragoso sistema de hacer fotos con placas de cristal humedecidas con químicos abrasivos y peligrosos.

En el invento de la película en rollo, que con frecuencia se le atribuye, Eastman fue un mero vivales que compró (5.000 dólares) las patentes de un genio, David Houston (1841-1906), también granjero, primer desarrollador del film fotográfico moderno y de una veintena de las partes fundamentales de la cámara de fotos portátil.

Patente 388,850, 4 de septiembre de 1888

Patente 388,850, 4 de septiembre de 1888

2. «Me gusta la letra K». Aunque ya había montado una sociedad en 1880, la Eastman Dry Plate Company, el empresario ansiaba un anagrama poderoso, que no significase nada pero que no diera lugar al equívoco.

Acaso sin conocer al protagonista de las novelas afiebradas de Kafka, a Eastman le gustaba la letra ‘K’ («fuerte e incisiva») y encontró la marca Kodak jugando con su madre con unas fichas de Scrabble.

Algunos historiadores no pintan la historia con tonos tan casuales y sostienen que Eastman birló el nombre al desprendido inventor Houston, de cuyo estado de nacimiento, North Dakota, (NoDak, en una forma de contracción), puede derivar la marca.

Sea como fuere, Eastman siempre iba más rápido en la tramitación. Registró el nombre en 1888, al mismo tiempo que patentó y puso en el mercado la primera cámara Kodak: una caja negra de focal fija capaz de cargar un rollo de película de celulosa fotosensible donde cabían cien negativos cuadrados de 6,4 centímetros.

Aunque la Kodak Nº 1, como fue llamada, era aún cara para la época (25 dólares, más otros 10 de cada rollo de película), la cámara marcó el inicio del camino hacia la instantánea amateur y popular, democratizando la expresión fotográfica, hasta entonces en manos de las élites artisticas y adineradas.

Una niña retrata a un perro con una Kodak de fuelle. Años veinte.

Una niña retrata a un perro con una Kodak de fuelle. Años veinte.

3. «Usted apriete el botón. Nosotros hacemos el resto». Desde finales del siglo XIX la estrategia de Kodak fue abaratar las cámaras, hacerlas manejables y convertirlas en un objeto cotidiano al alcance de cualquier bolsillo y cualquiera que fuesen las habilidades fotográficas del usuario. El eslogan de la compañía, la frase con la que comienza este párrafo, era una invitación a hacer fotos por el simple placer de hacerlas.

Kodak tanteó con muchos modelos de cámaras hasta dar con la que sería su gran serie: las Brownie, que se fabricaron durante casi ocho décadas a partir de 1900.  Diseñadas por el gran Frank A. Brownell (1859-1939), costaban una miseria (un dólar), eran versátiles -las hubo de hasta seis tipos de película, entre ellas el film de 120, que todavía es hoy en día el estándar del formato medio– y volvieron loco al público.

Tres modelos de Brownie. Desde la izquierda, Starlet, Starflash y Starmite.

Tres modelos de Brownie. Desde la izquierda, Starlet, Starflash y Starmite.

La serie Star -que se fabricó entre 1957 y 1962- puso en circulación la cámara como objeto pop. En todos los sentidos: por el bello diseño plástico (con posibilidades combinatorias de colores y flashes) y por la enorme cantidad de unidades vendidas: sólo en los EE UU y sólo de los tres modelos que aparecen en la foto de la izquierda, unos 10 millones.

Practicamente todas las cámaras de juguete de la llamada lomografía por la que suspiran los modernos del mundo están inspiradas en las Brownie Star, cámaras que celebraban la alegría de hacer fotos y llamaban a capturar instantes felices. Hay una diferencia sustancial con el catálogo de Lomo: las Brownie eran populares (en precio) y no engañaban al consumidor (el bokeh de una lente de plástico no va a conseguir que una mala foto sea ni siquiera un poco mejor).

Anuncio de la Kodak Instamatic

Anuncio de la Kodak Instamatic

4. «Se carga como una pistola». El eslógan publicitario de dudoso gusto fue elegido por Kodak en 1963 para lanzar la que sería su serie de cámaras más vendida: las Instamatic, las primeras point-and-shoot compactas.

Baratísimas, pequeñas, sin necesidad de ajustes previos, adaptadas a un carrete con carcasa (de 126 milímetros) que se podía cargar en cualquier circunstancia, incluso bajo la luz directa del sol, sin temor a las peligros del velado, las Instamatic se hicieron con el mercado mundial. Cálculos conservadores cuantifican en 50 millones el número de unidades vendidas.

Aunque Kodak fabricó muchos modelos de Instamatic y todas las marcas de la competencia le pagaban jugosas ganancias por el uso del cartucho de 126 mm, la empresa no se detuvo en su avance.

En diciembre de 1975 uno de los ingenieros en la plantilla de la compañía, Steven Sasson, de 25 años, dió respuesta a la pregunta que le había formulado meses antes uno de sus jefes: ¿se podría construir una cámara con un sensor electrónico que recogiera información óptica?.

El prototipo de la primera cámara digital

El prototipo de la primera cámara digital

5. El futuro en 1975. Este aparato de la izquierda es la primera cámara digital de la historia. La diseñó y construyó Sasson para Kodak.

Utilizó un microchip sensor de imágen (CCD) que había desarrollado dos años antes la empresa Fairchil, una lente de un tomavistas Kodak y una carcasa construida para la ocasión.

El prototipo de la cámara, que pesaba casi cuatro kilos, grababa imágenes en blanco y negro en una cinta de casete y tenía una resolución de 0,01 megapíxeles (10.000 píxeles), tardó 23 segundos en capturar los datos de su primera foto, el retrato de una ayudante de Sasson. Sólo se veía la silueta de su pelo. «Nos queda bastante trabajo», dijo la modelo al ver la foto.

Aunque Kodak patentó el invento, la empresa, que siempre se había adelantado a la competencia, no apostó con decisión por desarrollar la tecnología digital aplicada a la captura de imágenes, convencida de que la transición de la fotografía analógica a la digital sería lentísima o ni siquiera llegaría a consumarse. Fue el principio del fin.

Cuando quisieron reaccionar (en 1986, por ejemplo, inventaron el primer sensor CCD en superar el umbral del megapíxel: 1,4, lo que permitía una copia impresa a calidad aceptable de 12,5 por 17,5 centímetros), los competidores asiáticos, sobre todo Canon y Sony, les habían comido el terreno. En 1999 Kodak tenía el 27 por ciento del mercado fotográfico mundial. Los porcentajes bajaron al 15 en 2003 y al 7 en 2010.

Intentaron una alianza con Apple para comercializar en 1994 la línea de cámaras digitales QuickTake, pero fue un batacazo: demasiado caras, mala resolución, compatibilidad exclusiva con ordenadores Mac. Se dejaron de fabricar a los tres años.

Sede central de Kodak en Rochester

Sede central de Kodak en Rochester

6. Crecimiento equivocado. El cuartel general de Kodak se ve desde el cielo: ocupa una enorme manzana en Rochester, en el estado de Nueva York. Es el mismo lugar -aunque ha sido ampliado varias veces- donde a finales del siglo XX George Eastman alquiló una planta para montar su negocio.

La corporación tiene delegaciones y filiales en casi todos los países del mundo. En un momento dado se llegó a conocer a la compañía como El Gigante Amarillo: 60.000 empleados sólo en la zona de Rochester. Ahora no quedan más que 7.000. En el mundo la plantilla ha pasado de 145.000 a 19.000.

La empresa funcionó como la seda durante casi un siglo. El dinero inundaba las arcas con creciente constancia. Incluso hace pocos años, en 2003, Kodak ingresó 3.000 millones de dólares (unos 2.300 millones de euros) solamente en indemnizaciones de fabricantes de teléfonos móviles y cámaras por uso indebido de patentes.

Película Kodachrome de 135 mm

Película Kodachrome de 135 mm

Dos años después, en 2005, todavía era líder de ventas de cámaras compactas digitales en los EE UU. En 2009 decidió dejar de fabricar la película Kodachrome, un valor seguro en el pequeño pero fiel y sostenido mercado de la fotografía analógica.

A día de hoy los activos de la corporación ascienden a 5.100 millones de dólares (3.900 millones de euros), pero la deuda es de 6.700 (5.100). El principal acreedor es el fondo de pensiones de los empleados, con una tercera parte de la deuda.

¿Causas? La primera: el teléfono móvil. Desde que en 1999 se puso a la venta el primer camera-phone, el Kyocera VP210, las fotos tomadas con móviles crecen mientras bajan las de cámaras. Un estudio del NPD Group señala que entre 2010 y 2011 el porcentaje de fotos realizadas con teléfonos pasó del 17 al 27 por ciento, mientras que las tomadas desde cámaras descendieron del 24 al 44.

Evolución de los logotipos de Kodak

Evolución de los logotipos de Kodak

La segunda: un modelo equivocado de reconversión. Desde 2005, Kodak se concentra en las líneas de impresoras domésticas y los servicios de impresión online, ambas demasiado saturadas y con competidores feroces, sin mencionar el problema primordial: los usuarios no imprimen las fotografías, cada vez se limitan más a mantenerlas en formatos digitales.

7. Una empresa tóxica. La imagen pública reciente de Kodak tampoco ha ayudado a mejorar sus resultados económicos.

La empresa ha sido señalada como una de las más contaminantes de los EE UU y ha tenido que afrontar varias sanciones administrativas por delitos medioambientales en los últimos veinte años.

En 1990 Kodak admitió haber violado las disposiciones de protección ambiental y, según organizaciomnes ecologistas, es la más contaminante del Estado de Nueva York, con más de dos millones de desechos químicos vertidos al agua y la atmósfera.

Antonio M. Pérez

Antonio M. Pérez

8. El hombre-jet. El señor de la foto -no realizada con Kodachrome, desde luego, pues fue él quien mandó al cementerio a la mítica película-, se llama Antonio M. Pérez, nació en Vigo (Pontevedra) en 1947, estudió Ingeniería Electrónica en la Universidad Politécnica de Madrid, tiene ciudadanía de los EE UU y es CEO de Kodak desde 2005.

Hace menos de un año pronunció una conferencia en Madrid sobre el «proceso de modernización» que estaba, dijo, aplicando en la empresa.

Sin soltar ni prenda de la bancarrota en ciernes y entre otras ocurrencias (Pérez suele fomentar el valor de la sonrisa), el pope del Gigante Amarillo declaró que la crisis de la empresa puede entenderse como una aplicación de la teoría del cisne negro sobre el miedo a lo desconocido. «Kodak se comportó con la cámara digital como Superman con la kriptonita: la escondió en el Polo Norte porque pensó que era algo malo. Pero los malos siempre la encuentran», precisó.

Aplaudieron mucho la salida comiquera los empresarios presentes y las dos ministras del último Gobierno de Zapatero que engalanaban el acto, la de Innovación y Tecnología, Cristina Garmendia, y la de Cultura, Ángeles González Sinde, que de cisnes negros sabe bastante.

Al menos dos portales de Internet dedicados al análisis de la gestión empresarial y las inversiones, Streeinsider y The Motley Fool, colocaron a Pérez entre los peores directores generales del año 2011. «Si quiere usted invertir en una empresa donde la dirección estratégica del CEO consiste en cruzar los dedos y rezar para que los tribunales te hagan un favor, entonces quizá Antonio Pérez sea su CEO. Para el resto de nosotros, (…) es un testarudo decorativo que ha sido el mayor responsable de la caída de lo que una vez fue una gran compañía, Eastman Kodak», dice la segunda web.

Además de por su desnortada gestión, Pérez también es un habitual en los media en los EE UU por la prodigalidad con que usa con fines particulares el jet privado de Kodak. En 2006 lo utilizó para ir a la Casa Blanca con su esposa y asistir a una fiesta durante la retransmisión de la final de la Super Bowl. En octubre se desveló que también lo utilizó desde 2007 (justo cuando empezó la caída en picado de la empresa) para desplazarse de vacaciones a Vigo hasta cuatro veces al año.

Nota de suicidio de George Eastman

Nota de suicidio de George Eastman

9. «Mi trabajo está hecho. ¿Por qué esperar?». La fortuna personal del fundador de Kodak llegó a ser estimada en 95 millones de dólares (72 millones de euros), una de las mayores de los EE UU.

Cuando George Eastman se pegó un tiro en el corazón, el 4 de marzo de 1932, incapaz de soportar el intenso dolor de una larga y penosa estenosis espinal, había destinado otro tanto a obras filantrópicas. En 1919 había regalado la tercera parte de sus acciones en Kodak -por valor de 10 millones (7,6 millones de euros)- a los trabajadores de la empresa.

En la nota de suicidio escribió un mensaje lacónico: «A mis amigos. Mi trabajo está hecho. ¿Por qué esperar?».

De un carácter empresarial de otro tiempo: paternal y cuidadoso, no le faltaban maneras de zorro -no de otro modo se explican sus manejos con las patentes iniciales que le permitieron arrancar con ventaja-, pero tampoco era un arribista. Le encantaba la fotografía.

Su mansión, que donó a la Universidad de Rochester, es la sede del más antiguo de los museos del mundo dedicados a fotografía , la George Eastman House.

Productos de Kodak

Productos de Kodak

10. También el Oscar deja a Kodak.  ¿Qué pasará con Kodak? La cosa pinta mal. En una maniobra que se parece demasiado a los movimientos espasmódicos de un cadáver antes de la muerte, Pérez ha arreciado con las demandas judiciales contra la competencia. En las últimas semanas ha denunciado a Samsung, Apple y HTC, a los que acusa de haber violado patentes relacionadas con la transmisión de imagen digital.

Los analistas dicen que la supervicencia de la empresa pasa por buscar un comprador para sus patentes, que pueden costar entre 2.000 y 3.000 millones de dólares (entre 1.500 y 2.300 millones de euros), pero la gran duda es si Kodak podrá sobrevivir sin lo único que tiene.

Para cerrar el círculo negro, la gala de entrega de los Oscar del 26 de febrero podría ser la última en celebrarse en el Teatro Kodak, sede de la ceremonia final de los premios desde 2002.

No está claro que Kodak pueda seguir pagando los 75 millones de dólares al año (57 millones de euros) que desembolsa porque su nombre aparezca asociado al teatro, ubicado en la intersección de Hollywood Boulevard y la avenida Highland.

La ceremonia de 2013 podría trasladarse al centro de la Los Ángeles, a la suntuosa plaza LA Live y, en concreto, al Teatro Nokia, donde ya se celebran los Emmy. Para una marca que, como Kodak, tiene tanto que ver con el paisaje sentimental estadounidense, ¿qué mejor metáfora del inevitable final?.

 Ánxel Grove

Gustav Klimt, un pintor enganchado a sus musas

'Danae' (1907-8)

'Danaë' (1907-8)

Gustav Klimt (1862-1918) sabía mostrar en un solo cuadro el espíritu del esplendor que vivía Austria en 1900, pero renunció a ser un mero cronista de lo que el escritor austriaco Stefan Zweig llamó «la edad de oro de la seguridad burguesa».

No quiso saber nada de la fama oficialista y se entregó a las mujeres de sus pinturas, hechizadoras e irresistibles, ideales de femme fatale, pero con alma de ménades, de seres míticos ligados al placer y al exceso. Los hombres, en un plano secundario, no podían más que someterse a ellas, las dueñas de la escena.

La sociedad austrohúngara vivía en la armonía absoluta, un esplendor adormecido con manifestaciones artísticas tan correctas como bellas, siempre acordes con el historicismo. La obligada contención femenina era un reflejo más de la represión sexual de los vieneses, un caldo de cultivo ideal para Sigmund Freud, que desarrolló en esos años sus teorías sexuales sobre el origen de las neurosis.

'El beso' (1908), la obra cumbre de la 'etapa dorada' de Klimt

'El beso' (1908), la obra cumbre de la 'etapa dorada' de Klimt

Dando un paso más, Klimt se atrevió a mostrar la superioridad erótica de la mujer con el simbolismo sensual, las expresiones de descaro, los dorados y los motivos geométricos de las vestimentas y los tocados de sus personajes.

Dedicamos el Cotilleando a… de esta semana al pintor austriaco Gustav Klimt, de cuyo nacimiento se cumplen en 2012 150 años.

1. Nació en un suburbio de Viena, su padre era grabador de oro y su madre una cantante de ópera sin éxito. Era el segundo de siete hermanos (cuatro chicas y tres chicos) que vivían con apreturas económicas en casas cada vez más pequeñas. Cuando Gustav tenía 14 años los tres hermanos varones de la familia fueron admitidos en la Escuela de Artes y Oficios de Viena. Allí aprendieron a fabricar sus propios pigmentos para pintar, a confeccionar mosaicos y a trabajar metales. También descubrieron influencias artísticas en la cerámica griega, los relieves asirios, el arte egipcio y el folclore eslavo.

El interior del Burgtheater (1888), una de las obras tempranas de Klimt

El interior del Burgtheater (1888), una de las obras tempranas de Klimt

2. Junto a sus hermanos tuvo varios encargos para edificios públicos, como los frescos de la bóveda central del Burgtheater de Viena. Pintaban en el estilo predominante de la época, hiperrealista e historicista. Klimt siempre destacó la importancia de esta fase en el desarrollo de su lenguaje propio: el academicismo le permitió buscar una síntesis de los grandes maestros mientras comenzaba a introducir poco a poco elementos simbolistas.

3. En 1897 comenzó a dejar de ser complaciente. Fundó junto con otros artistas austriacos la Wiener Secession (Secesión de Viena), un movimiento artístico que correspondía al modernismo europeo y que se desvinculaba de la Asociación de Artistas oficial. Pronto fueron protagonistas de la producción artística más llamativa y refinada de Austria con cuadros, edificios, murales e incluso diseño de muebles y ropa.

Detalle de 'Goldfish'

Detalle de 'Goldfish'

4. Nuda Veritas (1899) contiene una cita reveladora del célebre escritor alemán Friedrich Schiller que Klimt añadió como preludio al cambio que iban a sufrir sus cuadros: «Si no puedes complacer a todos con tu arte, complace a unos pocos. Complacer a muchos es malo». El pintor, que hasta entonces había cultivado el estilo hiperrealista de sus comienzos -basado en el de su maestro Hans Makart– se liberó del esclavismo de la crítica.

5. El descubrimiento público de este cambio vino en forma de escándalo. Klimt trabajaba en un encargo del Ministerio de Educación y Cultura de Austria para decorar el vestíbulo principal de la Universidad. Al ser un pintor de confianza al que se le habían encargado ya tareas de gran importancia, quedaron en sus manos la facultad de Filosofía, la de Derecho y la de Medicina: todas provocaron un escándalo en el momento de su inauguración. El suceso llegó al congreso y decidieron por votación acusarlo de «pornografía» y «excesiva perversión». Quisieron trasladar las polémicas pinturas a la Galería de Arte Moderno y el pintor se negó, comprándole al gobierno sus propias obras en 1905. De los polémicos frescos sólo se conservan fotos y bocetos: terminaron destruidos por los nazis en 1945.

Emilie Flöge y Gustav Klimt en Attersee

Emilie Flöge y Gustav Klimt en Attersee

6. El revuelo social sólo sirvió para encender en el pintor una llama de disconformidad. Se desvinculó totalmente de los encargos públicos y desde ese momento sólo se mantuvo con los privados y las ventas de sus obras a la élite, que veía al artista con el carisma de la rebeldía. De este momento de ruptura es Goldfish (1901-1902), también llamada A mis críticos, una burla a la mojigatería austriaca que muestra a una chica pelirroja enseñando con impunidad el trasero en espera de la ofensa del espectador.

7. En su vida privada iba ataviado con sandalias y túnica, abogando por el atuendo informal para los hombres. Hay numerosas fotos de Klimt con su eterna compañera Emilie Flöge en sus anuales vacaciones en el lago, en Attersee (lugar del que el pintor hizo numerosos paisajes). Ella también lleva una túnica inspirada en los principios liberadores del pensamiento modernista, contrario a la opresión del corsé para moldear la figura femenina.

'Judith I' (1901)

'Judith I' (1901)

8. De 1901 es también el famoso cuadro Judith I, el primero en el que el pintor utiliza pan de oro. La Judith de Klimt sujeta la cabeza del general Holofernes, que ella misma embelesó para decapitarlo después y proteger así al pueblo de Israel de la invasión del ejército de Babilonia. Pero está claro que el pintor no tenía la historia bíblica en la cabeza, sino una perversión masoquista que hace al hombre caer muerto ante el poder sexual de la mujer, al estilo de la versión de Salomé que el escritor irlandés Oscar Wilde había convertido en obra de teatro en 1893. La modelo era Adele Bloch-Bauer, una dama de sociedad de una rica familia de banqueros que fue su amante y por la que sentía tanto fascinación como miedo. El escritor y crítico Ludwig Hevesi definió Judith I como «un veneno concentrado como el que se guardaba dentro de los recipientes antiguos más preciosos».

9. Siempre vivió en el mismo apartamento, con su madre y dos de sus hermanas. Se consideraba una persona «poco interesante» y en apariencia su rutina era poco llamativa. La visión hogareña que da de él una de sus hermanas contrasta con la certeza de que Klimt se obsesionaba artísticamente con todas las mujeres que posaban para él y acababa teniendo aventuras con muchas de ellas. «Yo mismo no tengo claras mis relaciones. Lo único que sé con certeza es que soy un pobre idiota», decía en una tormentosa carta a un amigo.

Mizzi Zimmermann

Mizzi Zimmermann

10. En la otra cara de la moneda está su íntima amistad con Emilie Flöge -a la que retrató cuatro veces- diseñadora y cara habitual de la bohemia vienesa. Emilie -humana, cariñosa y profundamente respetuosa con el poder creativo de Gustav- se resignó a ser la eterna compañera de un hombre que era incapaz de comprometerse y con el que, por lo visto, sólo tuvo una relación platónica, mientras el artista protagonizó múltiples escarceos amorosos con sus retratadas, muchas de ellas damas de la alta sociedad, e incluso tuvo varios hijos con ellas. Tras la muerte de Klimt hubo 14 demandas de pensiones alimenticias. Sólo tres de esos posibles 14 hijos fueron reconocidos. Uno era hijo de Maria Ucicka, una lavandera de Praga que posó para él. Mizzi Zimmermann era madre de los otros dos.

11. Zimmermann, bella modelo y amante del artista, inspiró embarazada del segundo hijo que tenía con Klimt el cuadro Hope I (1903). El embarazo, tema tabú durante siglos en la historia del arte, nunca se había retratado con tanto realismo. Mizzi dio a luz ese mismo año a Otto, un niño que murió repentinamente cuando tenía poco más de un año. El dolido padre retrató a su hijo muerto en un boceto y el suceso transformó el cuadro, al que añadió figuras oscuras en el fondo, representativas de la enfermedad y la desgracia, aguardando al retoño.

12. En febrero de 1918 sufrió un ataque que le paralizó la parte derecha del cuerpo: ya no podía pintar. En el hospital sólo requería la continua presencia de Emilie Flöge y detestaba que cualquier mujer pudiera verlo en un estado tan frágil y deplorable. Ese mismo mes, cuando Viena estaba sumida en una epidemia de gripe, sufrió una neumonía que lo mató.

Helena Celdrán