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Las últimas fotos de la familia del zar Nicolás II antes de ser asesinada por los bolcheviques

Pierre Gilliard (1879-1962) - Los cinco niños Romanov con la cabeza afeitada tras un ataque de sarampión. Tsarkoje Selo, febrero 1917. © Musée de l’Elysée, Lausanne

Pierre Gilliard (1879-1962) – Los cinco niños Romanov con la cabeza afeitada tras un ataque de sarampión. Tsarkoje Selo, febrero 1917 © Musée de l’Elysée, Lausanne

La foto de los cinco hijos de la dinastía de los Románov con el pelo rapado —una medida higiénica contra una epidemia de sarampión que afectó a la familia— rebosa buen humor pero también está cargada de malos augurios y de una grotesca ventura. Un mes después de tomada la imagen, datada en febrero de 1917, hace ahora un siglo, el padre de los niños y adolescentes, Nicolás II, el último zar del Imperio Ruso, abdicó de la corona y renunció también a los derechos dinásticos de su único hijo varón, el tsesarévich (heredero) Alekséi Nikoláyevich.

Los Románov se dejaron detener sin oponer resistencia —no les quedaba otra: casi todas las unidades militares se habían sublevado contra el zarismo— y las autoridades civiles, todavía no del todo controladas por los aún minoritarios bolcheviques de Lenin, confinaron en primera instancia a la familia real en el suntuoso palacio de Tsárskoye Seló [visita interactiva], al sur de la capital rusa, que entonces era San Petersburgo.

Menos de un año y medio después, a tiros y tajos de bayoneta, todos los miembros de la familia serían asesinados —es el verbo adecuado: no hubo juicio previo, ni cargos, ni derecho a defensa, solamente una declaración política, casi con seguridad escrita a toro pasado, que justificaba el «fusilamiento» del zar (no de su familia) por «imnumerables crímenes» y ante la posibilidad de que «el verdugo coronado (pueda) escapar al tribunal del pueblo» con la ayuda de «bandas checoslovacas»—.

La fotografía de las cabezas rapadas —que parece un salto adelante temporal y recuerda a las no muy lejanas víctimas de los campos de exterminio de los nazis— fue tomada por el profesor de Francés de los hijos de los zares, el suizo Pierre Gilliard. Forma parte de la exposición De laatste dagen van de Romanovs (Los últimos días de los Románov), que se celebra en el Fotomuseo de La Haya (Holanda) hasta el 11 de junio. Es otro de los muchos eventos en torno al centenario de la Revolución Rusa, uno de los movientos sociales más importantes de la historia. Lee el resto de la entrada »

Del ‘pedómano’ al ‘cerdo calculista’, seis prodigios de vodevil

Barracas de feria, circos, grandes teatros y cabarets… ¿Quién no se ha visto tentado por la anomalía, la destreza inusual, la visión del raro que nos hace sentir la tranquilidad de ser supuestamente corrientes?

A lo largo de la historia se han subido a la tarima, expuestos a las miradas de los demás, los personajes más excéntricos: intérpretes, artistas de vodevil y personajes relacionados con el espectáculo que quisieron ser importantes o terminaron trabajando de por vida en un circo por una limitación física vista como espectáculo por la cruel sociedad del siglo XIX, época dorada de la curiosidad malsana por la deformación.

Le pétomane ('El pedómano')

Le Pétomane (El Pedómano)

Algunos se inventaron un personaje por falta de talento, otros desarrollaron una habilidad física aparentemente tonta o una destreza que los consumió, los hay que supieron aprovechar un impedimento para poder sobrevivir. Esta semana reunimos en la sección Cotilleando a… a media docena de personajes de vodevil, todos añejos. Algunos fueron desgraciados o se entregaron con intensidad a un solo fin que acabó con ellos. Todos demandaron la atención de los normales y el reconfortante aplauso final:

1. Le Pétomane (El Pedómano). Con 30 años se convirtió en una de las estrellas del legendario Moulin Rouge de París. Por cada espectáculo el cabaret le pagaba, en 1892, 20.000 francos (3.050 euros). Le Pétomane (El Pedómano) era el cómico francés Joseph Pujol (1857-1945), un hombre con un control absoluto del ano que podía interpretar La Marsellesa con flatulencias. En sus números incluía versiones de temas como la canción napolitana O Sole Mio, apagaba velas a una distancia de varios metros, se convertía en una ocarina humana con la ayuda de un tubo de goma, imitaba tormentas, terremotos, sonidos de animales, instrumentos musicales… En realidad, no eran gases lo que el prodigio de la comedia emitía: al tener un esfínter elástico, era capaz de inhalar aire con el ano y luego soltarlo. A verlo acudieron incluso personalidades de la nobleza como el rey Eduardo VII de Inglaterra cuando era todavía príncipe de Gales o Sigmund Freud, a quien el espectáculo seguramente dio mucho que pensar). No se conservan grabaciones de las proezas de Pujol, aunque hubo varios imitadores, como un tal Mr. Lefires, del que sí hay documentos sonoros. Tras años de éxito, El Pedómano volvió a su Marsella natal asustado por el estallido de la I Guerra Mundial. Trabajó en la panadería que regentaba antes de saltar a la fama y abrió una fábrica de galletas en la ciudad de Tolón, también en la Costa Azul.

'Oofty Goofty', 'El hombre salvaje de Borneo'

'Oofty Goofty'

2. Oofty Goofty. Poco se sabe de la efímera trayectoria de este pseudo-troglodita también llamado El hombre salvaje de Borneo, que actuó en las ferias de San Francisco (California) a finales del siglo XIX. Parece ser que llegó desde Alemania a Estados Unidos como polizón en un barco. Otras versiones apuntan que fue un soldado berlinés que huyó de Alemania tras desertar. El misterioso personaje aparecía en escena metido en una jaula y con el cuerpo cubierto de una mezcla de alquitrán y pelo de caballo que le daba un aspecto primitivo. El público pagaba por ver al supuesto ser exótico y le daban entre los barrotes carne cruda: él la devoraba con ansia mientras gritaba «¡Oofty Goofty!». Hay versiones que afirman que el alquitrán no permitía que su piel transpirara, se puso enfermo y tuvo que cambiar de estrategia para ganarse el pan. Descubrió tras un incidente que no sentía dolor físico cuando lo golpeaban y se dedicó a recorrer la ciudad de San Francisco con un bate de béisbol en la mano, animando a los transeúntes a que le pegaran con el bate a cambio de un cuarto de dólar. También aceptaba patadas por menos dinero. El escritor y periodista estadounidense Herbert Asbury (1889-1963), que investigó al desdichado personaje, le siguió la pista y descubrió que el boxeador John L. Sullivan le fracturó tres vértebras causándole una cojera. Parece que Oofty Goofty murió pocos años después.

Charles Tripp

Charles Tripp

3. La maravilla sin brazos se convirtió en una de las figuras del espectáculo más populares de Canadá a finales del siglo XIX. Charles Tripp (1855-1930) era un caballero bien vestido que había nacido sin extremidades superiores y aprendió a utilizar los pies con destreza. En la adolescencia se convirtió en el cabeza de familia, manteniendo a su madre y su hermana con labores de carpintería y caligrafía. Tripp fue contratado por una feria ambulante en Nueva York: sólo tuvo que mostrar al cazatalentos cómo era capaz de peinarse, doblar su ropa y ponerse los calcetines sólo con las piernas. En sus espectáculos, con los que ganaba 200 dólares (unos 152 euros), mostraba sus destrezas como carpintero y calígrafo, hacía fotos, se afeitaba, dibujaba retratos y cortaba papel. Por un extra, firmaba fotos promocionales. Solía posar con otra estrella del elenco: Eli Bowen, un hombre que carecía de piernas y cuyos pies salían de la pelvis.

Hadji Alí regurgitando agua

Hadji Alí regurgitando agua

4. Hadji Alí, El Regurgitador. Bebía cantidades ingentes de agua y luego la expulsaba en un chorro de varios metros. Además, era capaz de tragar avellanas para luego regurgitarlas intactas y en cadena. El momento estrella de su número llegaba cuando tragaba agua y a continuación queroseno: dirigía el líquido inflamable que le salía de la boca hacia una pequeña casa de muñecas de madera. Después, sin ingerir nada, el agua le manaba de la garganta para apagar el incendio. El espectáculo quedó registrado en Politiquerías (James W. Horne, 1931), una película sonora protagonizada por El gordo y El Flaco y rodada en español. Hadji Alí nació en Egipto, no se sabe con certeza en qué año de finales del siglo XIX. Ya en la niñez descubrió su destreza para almacenar y después expulsar agua y comenzó a los 15 años a dar shows. En El Cairo un hombre de negocios italiano lo contrató para dar una gira por Europa. Según cuenta el propio Alí, actuó en 1914 para el zar Nicolás II de Rusia, que lo obsequió con una condecoración. Pronto El Regurgitador llegó a Estados Unidos y obtuvo un éxito discreto pero constante con sus actuaciones, que despertaban el interés de doctores y científicos. Murió en Inglaterra a causa de una insuficiencia cardiaca derivada de una neumonía en el año 1937.

Mabel Stark con Rajah, su tigre preferido

Mabel Stark con Rajah, su tigre favorito

5. La domadora de tigres estadounidense Mabel Stark (1889-1968) era anunciada en los años veinte como la primera mujer amaestradora de fieras. Tras ser enfermera y bailarina, comenzó a trabajar en un circo de Culver City (California) como amazona. Pronto mostró un interés desmedido por los felinos y en 1916 ya tenía su propio número de tigres. Entre ellos estaba Rajah, un ejemplar enfermo que ella había cuidado hasta que el felino se recuperó. Era su favorito: con él preparó un acto en el que luchaban, el tigre vivía en el apartamento de Stark y salían con frecuencia a jugar a la playa. Se convirtió en una sensación en 1922 con su espectáculo de seis felinos, cinco tigres y una pantera. Unos años después sufrió el primer ataque de las fieras. La domadora perdió el equilibrio y los animales se abalanzaron sobre ella hiriéndola gravemente. Hubo que darle cientos de puntos. Sufrió por lo menos dos ataques más y en uno de ellos casi perdió el brazo. Pero Stark siguió con su carrera, llegando a tener 18 grandes felinos sobre la pista. En 1968, tras recorrer medio mundo en diferentes circos y a los 78 años, se unió al Jungleland de California, un parque temático en la ciudad de Thousand Oaks, que al poco tiempo cambió de dueño. El empresario decidió despedir a Stark, poco después uno de los tigres se escapó y los encargados lo mataron de un disparo. Tal vez el suceso fue el detonante para que la veterana domadora se suicidara con una sobredosis de barbitúricos.

Bisset y el cerdo Toby

Bisset y el prodigioso cerdo Toby

6. El cerdo calculista. He dejado para el final al único protagonista animal de esta selección. Cuando supe de la existencia de Toby pensé al principio que aquello era un bulo, pero incluso hay testimonios escritos de la época que atestiguan que todo, por increíble que suene, es verdad: ese cerdo era un portento. En 1782 un zapatero escocés llamado Samuel Bisset, aficionado a amaestrar animales, compró en Dublín un lechón con el objetivo de enseñarle trucos. Ya lo había conseguido con caballos, perros, pájaros, tortugas, gatos, pavos, liebres… No había animal que se le resistiera. Le habían dicho sin embargo que el cerdo era especialmente dificil. Toby fue un reto para él: tras más de seis meses apenas había conseguido nada, pero insistiendo casi durante año y medio logró que se volviera dócil y aprendiera. Sabía realizar operaciones matemáticas como resolver ecuaciones, deletrear señalando fichas de cartón con letras, decir la hora y distinguir entre las personas casadas y solteras que acudían al espectáculo. Incluso se agachaba rindiendo pleitesía a Bisset, que no parecía haber utilizado técnicas violentas para instruirlo. El amaestrador se llevó a la mascota de gira y causaron sensación en Inglaterra. Todo iba sobre ruedas hasta que el Bisset recibió una grave paliza. Hay varias versiones sobre el ataque y todas llevan a la muerte del dueño de Toby a consecuencia del ataque. El animal, huérfano, pasó a manos de un negociante que siguió sacándole partido. La fama del cerdo calculista fue comentada por los periódicos e intelectuales de la época y hasta el escritor y visionario William Blake  lo cita en un poema.

Helena Celdrán