Dices que consumes drogas para estirar los días, para alargar las noches; que el speed, que el M, que la coca te mantienen despierto, atento y sin embargo ajeno a todo, dentro y fuera de todo, en modo mute aunque a veces el botón no funcione o se quede encasquillado.
Dices que sólo quieres darlo todo y justo ahora, disfrutar del instante o más bien, palabras textuales, tomarte unas vacaciones de ti mismo. Viajar a ser posible en business si la coca es buena, separar los pies del suelo y saber que no habrá cuerda capaz de contener tu ascenso al cielo de la nada; sentirte helio, intocable, inmortal, hasta que el cuerpo diga basta o ya no queden más billetes que enrollar. Un contacto directo con esa alma tuya que se esconde cuando no vas colocado. Jugar a ser un príncipe en el reino de tus santos cojones.
Y días sin dormir. Dos días, tres dias. Convertir el futuro en una suma de presentes continuos. Llenar el tiempo de ritmos progresivos y matices y luces que parpadean. Y al próximo cubata invito yo. Y si me invitas a una raya serás mi mejor amigo. Y sentiré tu abrazo y el sonido de tus palmadas en mi espalda en Dolby Surround Pro Logic. Y hablaremos de todo en profundidad y yo seré el centro de mi universo, y tú te serás el centro de tu universo, y nadie escuchará a nadie aunque sintáis el mismo efecto, gramo a gramo.
Pero yo te miro a través del espejo de mi taxi, miro tus ojos como platos, tu mandíbula de chicle y no puedo evitar decirte: a mí no me engañas. Sólo buscas evitar tu ruido. ¿Vivir rápido? ¿Para qué?