Ni libre ni ocupado Ni libre ni ocupado

Elegido Mejor Blog 2006.Ya lo dijo Descartes: ¡Taxi!, luego existo...

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Alergia primaveral

Me mandó parar la Policía Municipal más guapa de toda la ciudad: Ojos como las luces del techo de su coche. Cabello rubio reflectante. Labios antibalas:

– Se ha saltado un semáforo.

– ¿Qué semáforo?

– ESE semáforo – me dijo señalando hacia atrás.

– Ah. Es que soy alérgico.

– ¿Alérgico al color rojo?

– No. A las gramíneas.

– ¿Y?

– Que me paso el día estornudando, y no es posible evitar un estornudo, ni estornudar con los ojos abiertos. ¡Ahhchisss!, ¿lo ve?

– ¿Y?

– Que justo antes de estornudar, el semáforo estaba verde. 

– Documentación, por favor.

– ¿Me va a multar por ser alérgico a las gramíneas?

– No. Le voy a multar por saltarse un semáforo.

– ¿Cómo voy a saltarme un semáforo que no he visto?

En esto sacó su libreta y estornudé (sin querer) sobre ella.

– Perdón.

– Tápese la boca, por Dios… – me dijo arrancando del bloc su salivada hoja.

– Perdón.

En contra de todo pronóstico la Policía rompió a reír:

– Es la excusa más surrealista que he oído en mi vida, jaja…

– ¿Se está mofando de mi alergia? – pregunté.

– Ande, circule. Se lo ha ganado.

Sin mediar palabra reinicié la marcha.

A través del espejo pude comprobar cómo la Policía Municipal se metía en el bolsillo del pantalón de su uniforme la hoja recién arrugada y bañada en mi propia saliva. Ese gesto suyo me produjo una extraña excitación: Mis fluidos líquidos en su pantalón, a escasos centímetros de su pubis. Mi saliva atravesando la tela de su bolsillo, colándose por los poros de su piel, invadiendo quizás su cuerpo entero hasta inundar su garganta. Su saliva mezclada con la mía. Okupar su boca. Que sus labios saliven mi propia saliva y se relama y le guste mi sabor y llame por la emisora de su coche patrulla a Central y pregunte por el titular de mi matrícula y me busque y me encuentre y me detenga y me espose por el Artículo 69 a los barrotes de su cama.

Nota: Sé que no sucederá, pero el blog es mío y escribo y fantaseo lo que quiero.

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20salivas.es

El caso es que llevaba el 20minutos bajo el brazo, y nada más indicarme su destino lo abrió y comenzó a ojearlo con desinterés gratuito mientras masticaba un chicle a velocidad de esguince. Pasaba una página, luego otra y otra (con ese insoportable ruido de viento sobre mi nuca), se detenía apenas un par de segundos en algún titular que otro, me miraba, miraba a la calle, volvía al periódico (sin dejar de masticar), otra vez a mis ojos a través del espejo… pero no te creas que lanzaba miradas penetrantes, no. Eran más bien miradas de quien usa los ojos sin querer: dudo mucho que quisiera enfocarlos más allá de sus propias pestañas…

Bueno, pues justo antes de llegar a su destino va la tía y recorta un trocito de una página cualquiera del 20minutos, se saca el chicle de la boca, lo cubre con el trocito de papel y se lo mete en el bolsillo. Luego me paga y se marcha dejándome el resto del 20minutos sobre su asiento.

Lo más fuerte viene ahora: Cojo el 20minutos, lo abro por la página mutilada y ¿a que no sabes qué trozo había recortado?

Mi columna, joder… había recortado justo mi columna con mi foto y todo. La misma que me había currado apenas un par de días antes.

¿Pero sabes lo que te digo?, que en parte me gustó, me hizo sentir bien. Porque al fin y al cabo para mí la literatura es eso: cubrir palabras con muestras de saliva. Ahora mi columna estará en cualquier papelera pegada al chicle, a la saliva y al ADN de esa mujer (y puede que de muchas otras mujeres también). Tiene su toque poético, ¿no crees?