Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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El País oculta sus vergüenzas; de El Mundo, ni hablamos

Ya no saben qué hacer. Con el EGM, todos los diarios ganan lectores en sus páginas propias y los pierden en las ajenas. Afortunadamente, el lector puede ser técnicamente inculto, y desconocer las reglas y la metodología del Estudio General de Medios (EGM), pero lo que siempre nos acaba demostrando es que de gilipollas no tiene ni un pelo.

Hace tiempo que el lector no acepta el gato por liebre. Y -¡ojo!- no hay nada más fácil que dejar de leer (o sonreir) cuando presumes que te están tomando por tonto.

¿A quien tratan de engañar los diario de pago, con su largo declive de ventas en quiosco y con su ascenso en reparto gratuito?

Al lector, desde luego que no.

¿Al anunciante? ¿A la agencia de medios?

Resulta tan pueril el modo en que los grandes diarios tradicionales, antiguos o de pago tratan la evolución del número de sus lectores y de los lectores de sus competidores que no se qué pensar.

El País de hoy (que ha perdido el 2,8 por ciento de sus lectores, según el EGM publicado ayer), dice en sus segundo titular lo siguiente:

Los diarios de pago pierden el 1,7% y los gratuitos descienden el 6%

Ocultan que El Pais ha perdido el 2,8% de sus lectores, muy cerca del 3% y muy lejos del 1,7 % que atribuye arteramente «a los de pago«. Y, como a río revuelto, ganancia de pescadores y de pecadores, El Pais declinante se compara con el descenso del 6% de los gratuitos, a los que mete a todos en el mismo saco. Claro que el diario gratuito Qué!, del Grupo Vocento, ha perdido un 8% de su8s lectores y el diario ADN, del Grupo Lara, ha perdido una décima más que El Pais (2,9 %).

Más cierto hubiera sido, por ejemplo, poner un titular como éste:

El Pais pierde un 2,8% de sus lectores y 20 minutos pierde el 1%

Ya no hablamos de su pretencioso y engañoso gran titular:

EL PAIS afianza su dominio con 2.022.000 lectores

Dominio… ¿sobre quién?

No será sobre el líder absoluto de los diarios de información general que sigue siendo 20 minutos, por quinto año consecutivo, y que tiene 330.000 lectores diarios más que El Pais

¿Dominio en qué y sobre quién?

—-

Yo apoyo a Garzón

No es la primera vez que apoyo, en público y en privado, al juez Garzón. Recientemente lo hice en este mismo blog con el título:

«Acoso a Garzón: ¿venganza política y/o corporativa?»

Y acompañaba el comentario con este magnífico dibujo de nuestro Eneko.

El 22 de octubre de 2008, publiqué en estee blog una anécdota personal sobre el juez Garzón y el dictador Pinochet. El brindis que el profesor Juan Marichal hizo en mi casa en presencia de Baltasar Garzón me emocionó. ¡Vaya! Me puso la carne de gallina.

¡Qué lástima no haber grabado aquella escena y aquellas sabias palabras de mi querido maestro!

Esto fue lo que pulbiqué entonces:

«He aquí una de las imagenes más recientes que guardo de Juan Marichal, en mi casa, con el juez Baltasar Garzón y conmigo, antes de partir de España con destino aMéxico, donde ahora vive rodeado de su familia.

Recuerdo, con esta foto, el brindis inolvidable que hizo el profesor Marichal , hace unos años, con motivo de la reciente detención entonces del dictador Pinochet, gracias a la decisión y el coraje que demostró el juez Garzón a la hora de defender los derechos humanos y de perseguir los crímenes contra la Humanidad.

Las sentidas palabras de Juan Marichal nos emocionaron a todos hasta ponernos los pelos de punta. Es uno de esos personajes que nos reconcilian con lo mejor de la condición humana.

Larga vida al profesor Marichal y ¡enhorabuena! por la condecoración recibida con tanto retraso.»

El 3 de septiembre de 2008, cuando Garzón se jugó el tipo, cumpliendo sus compromisos con la Justicia universal que persigue los crímenes contra la humanidad (que nos prescriben nunca) sin atender a las amnistías políticas oportunistas, publiqué aquí otro comentario titulado:

La rentreé de Garzón: ¡Olé tus webs!

Aunque los fascistas de Falange, los demás franquistas emboscados en el Tribunal Supremo (ahí sí que lo dejó Franco «todo atado y bien atado») y algunos colegas envidiosos o resentidos de cuando compartieron ministerio con el biministro Belloch) consigan echar a Garzón de su ya histórico Juzgado nº 5 de la Audiencia Nacional, su esfuerzo descomunal por hacer avanzar la Justicia en España habrá valido la pena.

Gracias, Baltasar.

Y un fuerte abrazo.

¿Quien c…o es ese tal Varela?

No te rindas.

El País de ayer:

El País de anteayer:

Delibes, feliz. Ni reyes ni Zapateros ni Rajoys.

Si el gran Miguel Delibes levantara la cabeza y viera que a su capilla ardiente y a su entierro en Valladolid acudieron miles de personas pero que, entre ellas, no hubo ningún gran líder político ni representante alguno de la Familia Real estoy casi seguro de que sonreiría feliz.

Así de sencillo lo hubiera querido el gran escritor castellano. Nada de oropeles ni fanfarrias.

Ni reyes ni políticos: pueblo llano.

Ahora, la Casa Real anda organizando homenajes a Delibes, a toda prisa, porque algún asesor se habrá percatado de que nuestros reyes y príncipes (que cobran por representar a todos los españoles en ocasiones como ésta) han quedado en ridículo. Vamos, que han metido la pata.

También Zapatero y Rajoy han quedado a la altura del betún. Claro que seguramente ninguno de ellos habrá leído (y/o entendido) a Delibes.

Los políticos no tienen obligación de representar a nadie en los entierros de personajes tan ilustres como Delibes (pagarán su precio en votos) pero la Familia Real sí tiene esa obligación.

Ninguna de las excusas que han dado tiene valor. Se les ha visto el plumero.

Esto les pasa por no leer.

Otra vez será.

Acoso a Garzón: ¿Venganza política y/o corporativa?

En los últimos días, he recibido varias llamadas de lectores y amigos preguntando donde podían apuntarse y firmar para manifestar su solidaridad con el juez Baltasar Garzón.

De pronto, he tenido sensaciones cruzadas, perturbadoras, nostálgicas y agriduldes. Como en los tiempos de la ominosa dictadura de Franco, volvemos a la recogida de firmas (¡ahora en libertad!) a favor o en contra de algo o de alguien. Me sucedió algo parecido a lo del 11 de marzo de 2004 (el 11-M) cuando, como en los tiempos de Franco, tuve que sintonizar, de pronto, la BBC para saber lo que estaba pasando en España. El gobierno democrático español nos engañaba, como en la Dictadura. Para arañar desesperadamente unos votos, el Gobierno Aznar atribuía persistente y falsamente a la ETA la matanza provocada por los terroristas islamistas en los trenes de Madrid. En el sexto aniversario de aquella tragedia descomunal no puedo evitar aún un sentimiendo doble de tristeza y decepción.

«Hay circunstancias – le dijo el sabio Unamuno al general fascista Millán Astrayen las que callarse es mentir». Considero el actual acoso politico/judicial contra el juez Garzón una de esas circunstancias. Por eso, también yo quiero apuntar mi nombre y estampar mi firma en esa lista de demócratas solidarios con el juez Garzón, indignados por el acoso (¿político y/o corporativo?) que está sufriendo en los últimos meses, especialmente desde que golpeó el avispero de corrupción del PP en el caso Gürtel.

¿Pretende el PP repetir, con el mismo triste éxito, el caso Naseiro?

Por si acaso, lo primero que voy a hacer es ampliar e imprimir esta viñeta de nuestro Eneko (publicada en 20 minutos el pasado 17 de febrero) y ponerle un marco para no olvidar el origen de los tropiezos y las desdichas de Garzón. Hace poco, leí la declaración de una persona principal, cuyo nombre no recuerdo, que confirmaba públicamente su solidaridad con Garzón «a pesar de Garzón». Me gustó.

El propio Javier Pradera dice en su artículo («Garzón ante sus jueces«), copiado y pegado más abajo, que «al mejor escribano se le escapa un borrón», versión castellana del célebre latinajo «aliquando bonus dormitat Homerus» («En ocasiones, hasta el gran Homero se duerme»).

¿Acaso es Garzón un juez perfecto?

De ninguna manera. No existe tal cosa en nuestra judicatura ni en profesión alguna. Cometió errores en el pasado (¿por venganza, afán justiciero, vanidad, desaforada independencia?) como el que le recordó ayer mismo Margarita Robles, vocal del Consejo General del Poder Judicial, recusada por Garzón, al anunciar que se abstendrá de votar en este caso. Robles añadió que Garzón debió abstenerse «y no lo hizo» en la instrucción del «caso Gal«. Y no le falta razón a la vocal de CGPJ.

Ya sea por el controvertido «caso GAL», por su heróica persecución del terrorismo de ETA o de Al Qaeda, por su lucha contra el narcotráfico, contra el tráfico ilegal de armas, contra los crímenes de lesa humanidad de los dictadores argentinos o del general Pinochet y por un largo etcétera de logros conseguidos por Garzón para la causa de la Justicia (con mayúscula), el acoso actual del Partido Popular y de determinados jueces de su área de influencia contra este juez tan relevante es desvergonzado y esperpéntico.

Existe la sospecha extendida de que toda esta persecución contra Garzón trata simplemente de tapar la corrupción del caso Gürtel y, también, de paso, enterrar las ansias de Justicia de las víctimas del franquismo, que aún tienen los restos de sus seres queridos esparcidos por las cunetas.

Con todos mis respetos, los jueces (sobretodo los del Supremo) no sólo deben ser imparciales sino también parecerlo.

Ya veremos.

«¿Es el dedo con el que nombró a Rajoy?»

Alguien podrá pensar -y no le faltará razón- que el ex presidente Aznar no me cae bien. Sin embargo, hace años que dejé de afilar un hacha personal contra él. Tenía mis legítimas razones: por venganza. Afortunadamente, hace tiempo que le perdoné. La venganza sólo hiere a quien la desea. Y aquel miserable -creía yo- no merecía tanta atención.

Al terminar la entrevista preelectoral que le hice a Aznar en TVE, un par de días antes de su primera victoria, salí del estudio de Prado de Rey con cierto desasosiego. No sabía muy bien por qué. No era por razones ideológicas ni políticas, pues media España estaba ya harta de los escándalos de corrupción de los últimos años de Felipe González.

La alternancia en el Poder me parecía saludable. En 1996, no voté a Felipe González pese a que le profeso admiración y afecto. Desde luego, en aquel momento, Felipe merecía perder el Poder. Sin embargo, tuve, de pronto, la impresión de que su competidor, José María Aznar no merecía sucederle en el cargo. Mi desconfianza hacia aquel candidato presidencial carecía de base política: era puramente personal, física.

No me gustó su forma de mirarme ni de sonreirme. No me fiaba un pelo de ese hombre. Me recordó al ex presidente Richard Nixon: sencillamente no le compraría un coche usado a José María Aznar.

Las cámaras de televisión (especialmente en directo, sin montaje) no engañan: emiten lo que reciben. Y el lenguaje corporal es el 80% del mensaje. Las palabras apenas alcanzan al 20%. (Pueden comprobarlo si repasan la entrevista que le hice a José María Aznar en 1996 en la web www.rtve.es).

Por eso mismo, la imagen de Aznar con el dedo corazón estirado, buscando el culo de los airados estudiantes, nos dice más sobre personaje que todos sus discursos. ¿Quién recuerda ya lo que dijo en la Universidad de Oviedo?.

Ese dedo le perseguirá ya toda su vida, junto a su foto con el ominoso George W. Bush en las Azores, antes de lanzar la invasión y la matanza ilegal contra Irak.

Ya no podrá engañarnos más haciéndose pasar por un líder de la derecha civilizada. Derecha sí, pero no civilizada. La derecha civilizada española siempre presumió de buenas maneras, de cierta urbanidad. ¡Si Cánovas, Maura o Dato levantaran la cabeza!

La derecha actual, en cambio, saca lo más guarro de sus entrañas para responder a los insultos universitarios. Llaman «criminal de guerra» a Aznar, uno de los invasores de Irak, y el invasor les manda, gestualmente, a tomar por culo. ¿Dónde se ha visto tal cosa?

La derecha actual llama «hijos de puta» a sus colegas de partido. Así lo hizo la lideresa Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid y aspirante a sustituir con su dedo al dedo de Aznar.

¿Adonde vamos a ir a parar?.

¿Hay alguien en la derecha educada capaz de reeducar a Aznar y a Esperanza Aguirre? Después de ocho años en el Poder, sería saludable para la democracia que se produjera la alternancia entre la derecha y la izquierda. Pero, por el camino que llevamos, Zapatero podría jubilarse en La Moncloa. Los votos no los dirige el estomago ni la cartera, la crisis económica ni la expansión. Estoy convencido -por experiencia- de que no votamos con el cerebro. Lo hacemos -mal que le pese a algunos- con el corazón. La política -dicen los estudiosos del cerebro- ocupa el mismo lugar que la religión o el deporte: está en el rincón privilegiado de las emociones, no del razonamiento. Votamos -y me alegro- con el corazón. Con el corazón, sí. Pero no, precisamente, con el dedo corazón, señor Aznar. Ese puede usted destinarlo a menesteres más nobles que el culo de sus detractores.

El titular de este post no es mío: lo escuché a no se quién en la radio y lo adopté para archivar con él la foto del dedo ya indestructible de Aznar en este blog que tengo tan abandonado.

Como con las portadas de El Jueves, también yo tenía otro titular con el que archivar la foto, pero me pareció de mal gusto, impropio para lectores de la derecha civilizada.

Era éste:

¿A qué huele el dedo de Aznar?

Menos mal que, por urbanidad, lo quité.

El dedo

Juan Cruz en El Pais (20 2 10)

Aznar es muy inteligente. Ha levantado el dedo corazón de la mano izquierda y todo el mundo se ha puesto a mirar hacia ese dedo. Cuando en realidad tendríamos que estar mirando lo que dijo.

Pepa Bueno (TVE-1) lo subrayó enseguida: lo que había sucedido no era tan sólo que unos estudiantes maleducados impidieran hablar al presidente, ni que éste levantara el dedo corazón de su mano izquierda. Lo interesante es lo que dijo, mientras pudo hablar, en medio de su melodrama patrio. A Zapatero lo llamó pirómano. Y dijo que hacían falta muchas brigadas de bomberos para recoger los escombros de este país fundido. Dijo «fundido». Y dijo que Zapatero lo había hecho escombros. Tiene derecho el español sentado a preguntarse qué ha tenido que ocurrir en esa cabeza para que anide en ella ese odio que parece una lengua de fuego. El dedo sirve para enmascarar el odio, porque ahora hablamos del dedo y no del odio.

Wyoming (La Sexta) se lo tomó a broma, que es su función en El intermedio. Quizá los bomberos que busca Aznar están, dijo el excelente humorista, posando desnudos para los calendarios. Fernando Garea ha recogido en su blog de ELPAÍS.com una frase de Carlos Fuentes (de su novela La voluntad y la fortuna) que explica muy bien el ceño fruncido del Aznar tronante. Dice Fuentes, acerca de uno de sus personajes: «Sólo será visto como un buen presidente si sabe ser un buen ex presidente».

Fernando Vallespín (Hoy, CNN +, con Gabilondo) fue por el mismo lado en su ponderado silencio sobre el exabrupto: «Un gobernante ha de mantener unos mínimos». Esos mínimos pueden haber sido destruidos por el famoso dedo. Pero lo cierto es que si uno atiende al discurso con el que el ex presidente chorreó a Zapatero, Aznar ha decidido dejarse los mínimos en casa. Dijo Esteban González Pons, el portavoz del PP, que en lugar de insultarle tendrían los estudiantes que admirarle, porque él nos solucionó el pasado y podría solucionarnos el presente. Quería Pons que no miráramos al dedo. Pero el dedo está enhiesto; ya no lo podrá borrar nadie. Es una firma que borra más que un incendio.

FIN

«Por la libertad se puede y debe aventurar la vida»

Con perdón, desde la orilla de Mediterráneo, ahí va una conferencia de un servidor y una nota de prensa de autobombo.

(La Asociación de la Prensa de Almería me ha regalado una estatuilla de mármol blanco de Macael, reproducción de la que hay en una plaza de mi tierra, y un libro/joya de Nicolás Salmerón sobre «La Prensa y la Dictadura«)

La lectura de esta charla es libre, como siempre. Gracias. Faltaría más.

«Vanidad de vanidades, todo es vanidad«

(Koelet o Eclesiastés).

TEXTO DE LA CONFERENCIA (sin las morcillas improvisadas)Premio a la Libertad de Expresión

29 de febrero de 2010, en Alhama, Almería.

José A. Martínez Soler

“Por la libertad se puede y debe aventurar la vida”

(Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, Libro II, Cap. LVIII.)

Buenas noches, (Subdelegado del Gobierno, Rector Magnífico, Alcaldes, Concejales, etc.), queridos paisanos y forasteros:

Dicen que “nadie es profeta en su tierra”. Como veis, no es el caso de Almería que es “un océano de generosidad”, según el poeta andalusí Al Qastilli. Por eso, mis primeras palabras tienen que ser de gratitud hacia mis colegas y paisanos de la Asociación de la Prensa de Almería, por distinguirme con este Premio a la Libertad de Expresión.

Primero, porque ya soy profeta en mi tierra.

Segundo, porque encierra dos palabras mágicas (Libertad y Expresión) tan fundamentales y maravillosas que, cuando se prohíben, producen escalofríos de miedo y de muerte y, cuando se ejercitan, dan sentido pleno a la dulzura y al afán de vivir.

Y tercero porque recibo este Premio en Alhama, la patria de don Nicolás Salmerón, un lugar emocionante, como ningún otro, para cantar las excelencias de la libertad de expresión y para reafirmar nuestro compromiso con su defensa a ultranza.

Tengo en mi casa una carpeta de viejos recortes sobre la libertad de expresión, que estremecen por su tremenda actualidad. Anteayer, por ejemplo, almorcé con nuestro colega Daniel Anido, director de la SER, condenado a un año y pico de cárcel junto con su jefe de informativos, Rodolfo Irago, por publicar –según dicta la propia sentencia- “una información veraz y relevante”. Se atrevieron a revelar un caso de corrupción política: las presuntas afiliaciones irregulares de 78 militantes del PP de Villaviciosa de Odón, previas a las elecciones autonómicas de 2003 que concluyeron con el escándalo del “tamayazo”.

Desde aquí – la cuna de Salmerón, uno de los mayores defensores de la libertad de expresión en la historia de España– envío un abrazo de solidaridad a estos dos periodistas que padecen, en la España democrática, una persecución injusta, simplemente por cumplir con su deber al investigar casos de corrupción, al practicar y defender la libertad de expresión, que es un derecho de todos los ciudadanos y no sólo de los periodistas o de los jueces.

Estos dos periodistas, perseguidos hoy por una justicia arcaica y tenebrosa, van a recibir el Premio a la Libertad de Expresión, que les ha concedido la Asociación de la Prensa de Cádiz, el próximo 5 de febrero, coincidiendo con el 200 aniversario del Decreto sobre Libertad de Imprenta de 1810.

¡Enhorabuena compañeros de la SER!

Y es que, amigos, en lo que a la defensa de la libertad de expresión se refiere, debemos estar en posición de alerta permanente, si no queremos perderla y volver a las tinieblas de la censura previa.

Cada vez que menciono la “censura previa”, que tanto sufrimos durante la ominosa Dictadura de Franco, me vienen a la memoria las excelsas palabras de Muñoz Torrero, un prohombre liberal de las Cortes de Cádiz –obispo electo de Guadix– que fue perseguido, encarcelado y torturado por los secuaces del absolutista Fernando VII por su defensa de la libertad de imprenta. Le persiguió el mismo rey felón que manó fusilar a Los Coloraos en Almería en 1824.

La previa censura –dijo Muñoz Torreroes el último asidero de la tiranía que nos ha hecho gemir durante siglos”.

Pues bien, de esa carpeta de viejos recortes, he rescatado uno que me costó el empleo. Como director fundador del diario El Sol, publiqué en mi periódico, el 8 de julio de 1990, un artículo titulado “Tengo un sueño…” que provocó mi despido fulminante, pues fue la última gota en la batalla que mantenía con la propiedad para garantizar la libertad de expresión de mis lectores, redactores y colaboradores.

Leeré aquí algunos párrafos. Y pido perdón por esta larga autocita:

Tengo un sueño…

“Tengo un sueño, como Martín Lutero King, en el que veo a mis hijos y nietos comportándose como si fueran libres. Viven en la patria de Gracián, de Quevedo y de Cervantes, un país todavía llamado España, donde el miedo a decir y a escribir lo que se siente sólo es un recuerdo literario del pasado. Cuando se cruzan por la calle con algún conocido ya no dicen como antes: “Vaya con Dios vuesa merced” o simplemente “adiós”. En mi sueño se saludan con un respetuoso “Libertas habemus” o “somos libres”.

Hubo un tiempo en el que los más piadosos monjes se cruzaban el saludo cuaresmal (“Morire habemus”) y se decían pertinazmente que eran polvo y en polvo se iban a convertir. Ahora estoy seguro de que aquel recuerdo, siquiera fugaz, de tener que morir (el mismísimo miedo a la muerte) les hacía sentirse vivos y les llenaba de gozo en su valle de lágrimas. Quizás por pura comparación entre el ser y el no ser.

Lo mismo me pasa con la libertad. Es un placer tan dulce como la sensación de vivir, y se goza más con ella cuanto más se teme su ausencia o se recuerda su existencia.

Tengo un sueño en el que veo a los niños recitando, de memoria (voluntariamente), un pasaje de Cervantes, el más hermoso de cuantos se han escrito en lengua castellana. Dice así:

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra, ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.

Luego, en clase de Historia, repasan, llenos de perplejidad, la epístola satírica de Quevedo al poderoso conde-duque de Olivares:

“No he de callar, por más que con el dedo,

ya tocando la boca, o ya la frente,

silencio avises o amenaces miedo,

¿No ha de haber un espíritu valiente?

¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?

¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”

Hoy, sin miedo que el libre escandalice,

Puede hablar el ingenio, asegurado

De que mayor poder le atemorice”.

Tengo un sueño en el que mis descendientes guardan un respetuoso silencio, unas veces por sabiduría y otras por ignorancia: pero nunca por miedo. Oigo a los niños preguntar si Quevedo y Cervantes también eran espíritus libres, en aquel oscuro siglo de las luces. Y observo que los mayores no entienden por qué Gracián, Feijoo, Jovellanos, Salmerón, Unamuno, Azaña y tantos otros, que soñaron con regenerar y adelantar la civilización en España, se atormentaban tanto hurgando en nuestras heridas históricas.

Tengo un sueño en el que los nuevos ricos no me toman por tonto por no haber ganado mil millones en un fin de semana. Como persona (y también, con perdón, como periodista) hablo de buscar la verdad, apasionadamente, y la belleza y la justicia y, en mi sueño, nadie me llama trasnochado, ingenuo o utópico.

Los intelectuales (¡Dios, qué alegría!) no tienen pánico a disentir en público ni a romper el marco establecido para aventurarse por el camino espléndido de la innovación. Les da igual no salir en la foto del gran poder, porque hay una sociedad vertebrada con muchos otros poderes más pequeños que, juntos, suman tanto o más que el grande. Saben, como los inquisidores de la España negra, que la disidencia es escrita. Pero escriben sin pavor, como si fueran libres. Y nadie les persigue por ello como judaizantes o herejes sospechosos. Tampoco temen perder su empleo.

(…)

La primera vez que me acerqué, con el corazón encogido, a la tumba del reverendo Martin Lutero King recordé su sueño (“I have a dream”) y miré alrededor. Negros y blancos compartían autobuses, barrios, escuelas y se cogían de la mano por las calles de Atlanta. No estuvo tan loco el reverendo King cuando rompió el maleficio de un fatalismo histórico y soñó con la utopía de la igualdad de razas.

También yo tuve un sueño de libertad y de igualdad en los estertores de la dictadura franquista. Mientras mis secuestradores, un escuadrón paramilitar franquista armado de metralletas y porras, me interrogaba y torturaba en el Alto de los Leones, soñé con poder escribir (y hablar), algún día, como lo estoy haciendo ahora mismo.

—-

Y ya es hoy aquel mañana de ayer machadiano. No fue una utopía. Somos libres (“Libertas habemus”) pero no lo ejercemos ni lo recordamos persistentemente como debiéramos. ¿Miedo, prudencia, tolerancia, indiferencia?

(…)

Hay que escribirlo y recitarlo cien veces: somos libres, podemos ser libres, sí, pero no siempre lo fuimos. Y si no defendemos, con uñas y dientes, y ejercemos sin miedo nuestra libertad, entonces, merecemos perderla.”

Y terminaba así mi artículo

“También yo tengo un sueño en el que los españoles hemos perdido el miedo a la libertad, “el don más precioso a los hombres dieron los cielos”.

Cuando el dueño del diario El Sol leyó este artículo, cambió inmediatamente el rumbo de su yate y regresó a Madrid para decirme que él era “el amo de la burra” y me despidió. Luego despidió sucesivamente a otros cinco directores y apagó El Sol, la cabecera más hermosa de los siglos XIX y XX, la que fundó Ríos Rosas en 1842, Ortega y Gasset y Nicolás María de Urgoiti en 1917 y un servidor, con un equipo espléndido, en 1990.

Nunca supo aquel editor que el principal accionista de su “burra” era el lector y que, en su favor, trabajaban los redactores, los anunciantes, los administrativos, los de talleres, los vendedores de prensa y toda la cadena humana que da vida a un periódico.

Nunca supo que llevar un diario bajo el brazo es llevar abierto el escaparate del alma. Y que dos peatones que se cruzan con el mismo periódico en las manos están unidos por un hilo de plata. Si al astro rey le quitas el oxígeno se apaga. Al tercer diario El Sol le quitaron la libertad de expresión, su oxígeno, el lubricante de su espíritu, y se apagó en 1992.

No quiero abusar de esta ocasión, tan emocionante para mí, contando batallas de abuelo cebolleta de la última década del siglo pasado. Pero no hace tanto tiempo que mis jefes en TVE me dijeron que viniera de Nueva York –donde trabajaba como corresponsal- para hacer las entrevistas a los candidatos presidenciales en las elecciones generales de marzo de 1996. «¡Pobre de mí!», pensé. Me compraron un traje nuevo y me lanzaron al estudio frente a grandes figuras como Felipe González y José María Aznar (en ese orden, claro).

Entrevisté a los líderes políticos, como solía hacerlo en elecciones anteriores: les pregunté lo que me dio la gana, porque lo creía de interés para mis clientes, que eran los ciudadanos que debían votar a esos candidatos. Y se me cayó el pelo. La primera decisión de los nuevos jefes de TVE, nombrados por el vencedor, el flamante presidente José María Aznar, fue ponerme de patitas en la calle.

Nunca lo acepté como un simple despido laboral sino como una represión de la libertad de expresión de los periodistas y los espectadores de televisión.

¿Quién, en el futuro, se atrevería a preguntar libremente a los candidatos presidenciales, entrevistados en la televisión pública, sin temor a ser despedido por el vencedor, convertido en dueño de la tele? Nadie porque, además, desde entonces, ya no hubo en TVE más entrevistas a candidatos presidenciales.

Demandé a la televisión del Gobierno Aznar y gané el juicio por “despido improcedente”. Con la indemnización que ordenó el juez (y que mis hijos llamaron la “beca Aznar”) sembramos otra semilla de libertad: creamos, en el sótano de mi casa, la empresa editora del diario 20 minutos, el diario más leído de la historia de España. No hay mal que por bien no venga.

Pero las amenazas y restricciones a la libertad de expresión no vienen sólo del poder político o de los dueños de los medios de comunicación. Lo que se publica (y lo que no se publica: es decir el “no producto”) es la resultante de multitud de presiones (legítimas e ilegítimas) que llegan al periodista y/o al medio de comunicación y que obedecen a múltiples intereses. Entre ellos están, por supuesto, los dos polos me atraen y me empujan:

la pasión por la verdad y el instinto de supervivencia.

Debo reconocer que, en tantos años de ejercicio del periodismo, aún no me he tropezado con una fuente de información desinteresada. Todo lo que se publica tiene un precio. Y es natural. No hay nada gratis: no hay comida gratis, no hay sexo gratis, no hay noticia gratis. Ni siquiera el diario 20 minutos es gratis: el lector nos paga con su atención (¡oro puro!), que yo ofrezco a los anunciantes.

Por eso –y no sólo como periodista sino como profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Almería– me interesa tanto investigar y escrutar y, si es posible, descubrir cómo se determina el precio de las noticias, en este mercado tan opaco, gobernado por el intercambio de favores compensatorios entre fuentes, periodistas, editores, lectores y, naturalmente, anunciantes.

Ente colegas hablamos abiertamente de estas restricciones porque, quizás, los periodistas estamos más expuestos a ellas como intermediarios informativos entre la fuente y el lector. Por supuesto, todos (derecha, centro e izquierda) estamos de acuerdo en que no hay que cerrar periódicos (como hacía Franco) o emisoras de radio o televisión (como hace Hugo Chávez en Venezuela).

Todos estamos de acuerdo (incluido el PP y el PSOE) en criticar la sentencia estrafalaria contra los dos periodistas de la SER. Hay consenso total contra la censura del poder político. Y mucho más en casos graves de represión de la libertad de expresión mediante cárcel, torturas o asesinatos en dictaduras más o menos encubiertas. La lucha, desde luego, continúa…

No quiero ser aguafiestas, en esta celebración de la libertad de expresión, sino todo lo contrario: la celebro, ejerciéndola como si, de verdad, fuera libre. (Y esto que no salga de la provincia)

En las democracias del mundo occidental y desarrollado, también hay restricciones a la libertad de expresión, aparte de las naturales y lógicas que fijan las leyes. Son restricciones menores, pero mucho más sutiles y eficaces, que en los países en desarrollo y con dictaduras –como digo- más o menos encubiertas. También es cierto que tales restricciones se pueden percibir más ahora, en plena crisis económica y con no pocos empleos en peligro de extinción.

¿Qué ocurre cuando hablamos de la censura que ejercen los poderes económicos?

¿Quién puede enfrentarse a la llamada “cultura corporativa” del medio en el que trabaja, sin arriesgar su empleo, o a investigar operaciones irregulares del banco que da crédito a su editor o del mayor anunciante del medio?

Como dice el refrán español: «no muerdas la mano que te da de comer». Pero el refrán no añade que, en ocasiones, esa misma mano, que te da de comer, es la que tira de la correa, que te ha puesto al cuello, cuando no haces exactamente lo que quiere.

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(Al llegar a Alhama, con mi hijo mayor, Erik Martínez Westley, que está de paso por Almería)

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Recuerdo a mi padre -un hombre cabal que me inculcó los ideales salmeronianos de amor por la libertad, y de coherencia entre lo que se dice y lo que se hace- cuando, poco antes de morir, rozando ya los ochenta años, me trajo a Alhama y, frente a la casa de Don Nicolás, me habló de su vida y de su obra y se le saltaron unas lágrimas. Mi padre solía decirme:

“Hijo mío, cuando alguien te diga que sientes la cabeza no olvides que lo que, de verdad, te está diciendo es que la agaches.”

Aunque no soy ningún valiente, pocas veces –en mis treinta empleos- he tenido que agacharla. Y menos ante los poderes políticos y/o económicos. Claro que, en caso de apuro, mi mujer podía mantenerme. “Así, cualquiera”, dirán ustedes, y con razón.

También, por eso, me permito pregonar abiertamente que a mí me encanta la publicidad auténtica, la que hacen los anunciantes que buscan trasladar eficazmente sus mensajes comerciales a su público objetivo, a través de los medios de comunicación que consideran más adecuados a sus necesidades.

Vivo de la publicidad, la celebro y apenas me influye cuando escribo o cuando hablo. Sin embargo, hay otra publicidad pecaminosa –que Arsenio Escolar, el director editorial de 20 minutos, llama de “trabuco” o de “pesebre”- que detesto, porque roza la corrupción periodística.

“La publicidad de ´pesebre´ –declaró hace poco Arsenio Escolar ante un amplio auditorio en los desayunos del Hotel Ritzes aquella que ponen algunas empresas, y sobre todo instituciones públicas, en soportes ideológicamente afines. La de ´trabuco´ es la que ponen algunos otros, o los mismos, en medios no afines para que lo les disparen. Ninguna de ellas ha llegado a los diarios gratuitos, afortunadamente, y en esas partidas no vamos a notar mengua. Otros sí, otros la echarán en falta”.

Los periodistas no somos objetos –por eso no podemos ser completamente objetivos- ni somos almas puras, sino que vivimos en el mundo, como cualquier otro profesional, sometidos a multitud de presiones. Hay periodistas buenos, malos y regulares. (Luego, aparte, está Pedro Jota). Y la prensa nunca estuvo libre de corrupción. Por eso, debemos mantenernos en posición de alerta.

(Junto a un busto de Salmerón)

Don Nicolás, en una entrevista que le hicieron en 1907, (y que me pasó la alhameña María Carmen Amate) advirtió de algo que aún pervive entre nosotros. Dijo así:

“El más grave mal que tiene que lamentar España es la corrupción del periodismo”

Y don Nicolas –“el apóstol de la Democracia”, como le llamó Ríos Rosas– conoció de cerca el periodismo de su tiempo: fue precisamente un luchador incansable por la libertad de imprenta, impulsor de tres periódicos, perseguido por sus escritos y que llegó a firmar un libro como “un periodista viejo”.

El poeta almeriense Alvarez de Sotomayor dijo que Salmerón era “el sembrador de la semilla de nuestra ansiada libertad”. De hecho, la Constitución Federal de la Primera República de 1873, que presidió Salmerón, garantizaba a los ciudadanos “el derecho al libre ejercicio de su pensamiento y a la libre expresión de su conciencia”. ¡Qué palabras tan bonitas!

Un siglo y pico más tarde, en 2010, ¿debemos los periodistas acogernos a la cláusula de conciencia o bien debemos sintonizar nuestra conciencia con la “cultura corporativa” o los intereses del medio de comunicación para el que trabajamos?

Con esas trabas nos tropezamos en la hermosa aventura de ganar, día a día, minuto a minuto, mayores cotas de libertad de expresión. Vale la pena correr el riesgo. El premio es enorme, descomunal, pues se mide con la satisfacción de la obra bien hecha. “Libertas habemus”: ¡qué gran placer, qué gusto!

La libertad de expresión es la esencia que adereza la dulzura de vivir, que nos acerca a la felicidad. A veces, yo la rozo con la punta de los dedos. Casi nunca la alcanzo.

Y para terminar, un par de citas, y perdón por la pedantería:

Una de don Manuel Azaña:

“La libertad no hace mejor al hombre; lo hace simplemente hombre.”

Otra de autor anónimo, por el momento:

“La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos”

Y termino ya con esta otra frase, que comparto, de Alexis de Tocqueville:

“Creo que en cualquier época yo habría amado la libertad, pero en los tiempos que corren me inclino a adorarla”.

Muchas gracias.

FIN

(Con Covadonga Porrúa, presidenta de la Asociación de la Prensa de Almería)

De: ASOCIACIÓN DE PERIODISTAS ALMERÍA [mailto:asociacion@periodistas2005.com]

Enviado el: sábado, 30 de enero de 2010 12:17

Para: Jose Antonio Martinez Soler

Asunto: CONFERENCIA

Enlace: http://www.periodistasfape.es/almeria/vistafape/noticias.html?D.k=129852

—-

En la fiesta del patrón de los periodistas, celebrado en Alhama de Almería

«POR LA LIBERTAD SE PUEDE Y SE DEBE AVENTURAR LA VIDA», CONFERENCIA DE JOSÉ A. MARTÍNEZ SOLER

Unánime aplauso solidario con los periodistas de la SER, Anido e Irago, condenados por publicar información veraz y de relevancia

JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ SOLER / ASOCIACIÓN DE PERIODISTAS DE ALMERÍA 30/01/2010

El doctor en Ciencias de la Información, profesor de la Universidad de Almería y consejero – delegado del Grupo «20 minutos», José Antonio Martínez Soler, Premio Libertad de Expresión de la Asociación de Periodistas – Asociación de la Prensa de Almería (AP-APAL), fue el encargado de pronunciar la conferencia del acto institucional de la fiesta de los Periodistas, en honor de su patrón, San Francisco de Sales.

Alhama de Almería, tierra de Nicolás Salmerón, fue el marco adecuado para que Martínez Soler hablara de «Por la libertad se puerde y se debe aventurar la vida».

Fue un recorrido emocionante por la vida del conferenciante en defensa de la libertad de expresión, con un mensaje solidario para los periodistas de la SER, Anido e Irago, condenados por publicar «información veraz y de relevancia«. Ofrecemos el texto de la conferencia.

José Antonio Martínez Soler, tuvo momentos de gran emotividad en su exposición cuando recordó los consejos salmeronianos, relativo a Nicolás Salmerón, de su padre; cuando refirió su cese en El Sol por un artículo titulado «Tengo un sueño«; cuando fue despedido de TVE, (nunca lo acepté como un simple despido laboral sino como una represión de la libertad de expresión de los periodistas y los espectadores de televisión, afirmó Martínez Soler) o cuando recordó a Daniel Anido, director de la SER, condenado a un año y pico de cárcel junto con su jefe de informativos, Rodolfo Irago, por publicar según dicta la propia sentencia- «una información veraz y relevante».

El periodista almeriense, rubricado por los aplausos de los asistentes dijo: Desde aquí -la cuna de Salmerón, uno de los mayores defensores de la libertad de expresión en la historia de España- envío un abrazo de solidaridad a estos dos periodistas que padecen, en la España democrática, una persecución injusta, simplemente por cumplir con su deber, al investigar casos de corrupción, al practicar y defender la libertad de expresión, que es un derecho de todos los ciudadanos y no sólo de los periodistas o de los jueces.

El consejero delegado del grupo 20 minutos y profesor de la Universidad de Almería hizo una defensa a ultranza de la libertad, insistiendo en la necesidad de estar en posición de alerta permanente, si no queremos perderla y volver a las tinieblas de la censura previa.

La libertad de expresión, insistió, es la esencia que adereza la dulzura de vivir, que nos acerca a la felicidad. A veces, yo la rozo con la punta de los dedos. Casi nunca la alcanzo.

Fuente: JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ SOLER / ASOCIACIÓN DE PERIODISTAS DE ALMERÍA

Tags Claves: conferencia, josé Antonio Martínez Soler, 20 minutos, libertad, Aido, Irago, El Sol, TVE, universidad, Almería, Alhama,Nicolás Salmerón,

Imágenes Asociadas:

Defender la libertad de expresión

Documentos Asociados:

TEXTO DE LA CONFERENCIA DE JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ SOLER SOBRE «POR LA LIBERTAD SE PUEDE Y SE DEBE AVENTURAR LA VIDA», PRONUNCIADA EN ALHAMA DE ALMERÍA, EL 29 DE ENERO DE 2010

Feliz 2010: 20 minutos, 10 años

Década nueva, vida nueva. Hoy me levanté decidido a perder 5 kilos de peso durante 2010. Como suelo hacer cada primero de año, esta mañana me desperté tarde pero cargado de buenas intenciones. Afortunadamente, nunca dejé rastro por escrito de mis severos propósitos anuales de enmienda.

Cada primero de enero, me despejo dando un paseo en solitario para revisar, al cabo de un año, todos mis incumplimientos. Tengo suerte. Ya que no recuerdo muy bien lo que me prometí en secreto, no puedo culparme de mis presuntos fracasos. De esta manera, el sentimiento judeo-cristiano de culpa queda a salvo. Tengo la impresión de que, desde hace dos años, acuso a la crisis económica de casi todo lo malo que me pasa.

(Foto de boda con el novio, en el centro, y mi hijo Erik, que hizo de Best Man, algo así como padrino)

Hoy, por primera vez, voy a dejar por escrito mi compromiso de perder 5 kilos y lo hago, además, ante tantos testigos como lectores tenga este blog (si es que aún los tiene). Por tres razones de distinta envergadura, llevo casi un mes dándole vueltas a esto de perder peso. Lo digo en serio. Y no se cómo hacerlo.

La primera razón es por mi salud física; es decir, al conocer el resultado de la revisión médica anual que nos hacen a todos los empleados de 20 minutos. Como no fumo y apenas bebo, los médicos me recomendaron perder, al menos 5 kilos, para no rozar los límites de la obesidad en los que me muevo desde que empezamos a perder ingresos por publicidad y a recortar los gastos. Con la crisis empezamos también a perder el buen humor y, en mi caso, las ganas de actualizar el blog.

La segunda razón es por mi salud mental. Acostumbro a comer más de lo necesario para combatir el estrés; como por inercia, quizás por rutina; como sin pensar lo que como ni por qué lo hago; como para no pensar; como para premiarme por falsos éxitos; como por vicio, no por placer; como por comer.

(Foto de los novios, Rebecca y Jorge, publicada por The Washington Post)

La tercera razón –me da vergüenza reconocerlo- es económica. Creo que también tiene algo que ver con mi complejo agrario o de postguerra contra el despilfarro. La prueba del nueve –o, como se dice ahora, la prueba del algodón- la tuve hace un par de semanas cuando traté de abrocharme en vano el pantalón de mi traje oscuro de invierno, ese que utilizo para bodas, funerales, recepciones oficiales o similares. No hubo forma.

Incrédulo ante lo que veían mis ojos me dije:

Si me lo puse hace apenas unos meses para la cena de Estado que los Reyes ofrecieron al presidente de Rusia, ¿cómo es posible que no pueda abrocharme hoy el botón de la cintura ni cerrar por completo la cremallera de la bragueta?

Una voz amiga me recordó que aquella cena en el Palacio Real fue de riguroso frac, que tuve que alquilar –como siempre- por 60 euros.

¿Cuándo fue, entonces, la última vez que utilicé este magnífico traje, casi nuevo, que uso en muy contadas ocasiones?

(Junto a un expendedor de diarios gratuitos en la Avenida de Pensilvania de Washington D.C, unas horas antes de la boda)

Haciendo memoria, recordé una visita que hice a Noruega, hace un par de años, por razones funerarias. Hacía mucho frío y llevé mi traje oscuro de invierno.

Fue en noviembre de 2007, cuando asistí en Oslo al funeral por Tinius, el principal dueño de 20 minutos. Ahora recuerdo que esa fue la última vez que puede ponerme el traje oscuro sin problemas.

En vísperas de la boda en Washington de un madrileño, grandísimo amigo de la familia, con una yanqui, no tuve más remedio que salir corriendo hacia unos grandes almacenes -de los que se anuncian en 20 minutos- y comprarme un traje nuevo para estrenar en tal ocasión.

La boda de Rebecca Bloch y Jorge Díaz Pardo, en plena nevada, mereció foto a toda página en The Washington Post.

Puedo decir que estrené mi traje nuevo en una espléndida boda que bien mereció el gasto. Pero también reconozco que me compré el traje un poco estrecho o apretado con el compromico interior, aún secreto, de adelgazar después de las fiestas de Navidad y Año Nuevo.

Y así llego al día de hoy: la hora de la verdad.

(Frente a la Casa Blanca, en esta ocasión blanquísima, con mi hijo Erik)

Recuerdo que, al fundar 20minutos.es, Virgina Pérez, directora editorial adjunta de nuestra web, se comprometió en público a dejar de fumar. Cada día nos contaba en su blog los progresos (o retornos) que hacía en su lucha particular contra el tabaco. No voy a hacer yo lo mismo con la aventura de perder 5 kilos de peso en todo un año. Pero, al menos, dejo escrito aquí mi compromiso público, para que conste y para que el 1 de enero de 2011 me muera de vergüenza si no lo he conseguido.

Entretanto, FELIZ AÑO 2010 (y 2011) a todos. Es el año redondo (20 y 10) del Décimo Aniversario del diario 20 minutos y del Quinto Aniversario de nuesntra web 20minutos.es.

Que se cumplan vuestros mejores deseos, al menor coste posible.

Para los Occidentales: Feliz año 2010

Para los Chinos: Feliz año 4707

Para los Musulmanes> Feliz año 1432

Para los Maya> Feliz año 5123

Para los Hebreos> Feliz año 5770

Para los Hindúes> Feliz año 5000 aprox.

Para los Celtas> Feliz año 2530 aprox.

En el avión de regreso de Washington a Madrid pude leer este artículo del Wall Street Journal, que copio y pego como buen resumen de la década que, afortunadamente, acabó ayer.

Bienvenida la nueva década. Peor que la pasada no podrá ser.

A 10-Year Dose of Reality

What Terrorism, War, Boom and Bust, Business Scandals and Susan Boyle Taught Us

By ALAN MURRAY

If you could travel back in time to 1999, you’d be struck by a remarkable air of unreality. The Cold War had ended, communism had been defeated, capitalism had triumphed, history was over. The Internet had conquered distance, melted borders, offered a cure for ignorance.

There was a vague sense that governments had become superfluous, business cycles had become obsolete, and some broad extension of Moore’s law had ensured an ever-accelerating rise in prosperity, ever-expanding wealth, and a Dow Jones average of 36000.

Then, as the millennium turned, reality set in. It didn’t happen at the stroke of midnight, as the Y2K alarmists feared. But it began soon thereafter.

In March 2000 the Internet bubble burst, destroying trillions of dollars of wealth and awakening us from a technology-induced dream. Then came September 2001 and the unthinkable collapse of the twin towers, bringing a sudden realization that the great clash of civilizations had not ended. Terrorism turned out to be as frightening as communism, and instead of a cold war, we were soon faced with two very ugly hot wars that spanned most of the decade.

Business leaders, who were popular heroes and graced the covers of magazines in the 1990s (Ted Turner, Andy Grove and Jeff Bezos all made Time’s «Person of the Year»), became villains in the new century. Scandals erupted at Enron, Worldcom, Adelphia, Parmalat. The video clip of Dennis Kozlowski’s company-financed birthday party for his second wife on the island of Sardinia, with half-naked gods and goddesses serving hors d’oeuvres and an ice sculpture of Michelangelo’s David spewing vodka from its member, became the symbol of corporate excess.

CEOs, whose job tenure once rivaled that of college professors, found themselves booted unceremoniously out the door. Carly Fiorina, Hank Greenberg, Phil Purcell, Hank McKinnell, Bob Nardelli and many more discovered that the corner office had an ejection chair, and someone else’s finger was on the button.

China was the great success story of the decade, with soaring economic growth enriching hundreds of millions of people and creating countless new urban skylines. But even that triumph exploded a comfortable myth — the once-easy assumption of Western thinkers that economic freedom would inevitably be followed by political and social freedom.

Meanwhile, the tectonic shifts of the global economic plates fed a relentless process of creative destruction, spawning dynamic new businesses in places such as Shanghai and Palo Alto, while cratering entire industries in places such as Detroit.

Americans reacted to the reality of the new decade by going on a shopping spree, using the inflated value of their houses to fund their profligacy. Ingenious financiers turned housing debt into an array of complex new instruments that provided the shaky foundation for a financial colossus that stood astride the globe.

Inevitably, the foundation gave way and the colossus collapsed. Soon proud old firms like Bear Stearns, Lehman Brothers, Merrill Lynch and Wachovia were gone or sold to rivals, and others had been thrown into the arms of government. A great recession ensued, and the world’s faith in free markets was shaken profoundly.

Unlike the Hollywood-scripted decade that preceded it, this one turned out to be more like the reality-television shows that proliferated during its span. They showed us that not everyone can sing, not everyone can dance, not everyone can stay on the island, and not every fairy-tale romance leads to happily ever after. The real world, after all, is made up of real human beings, and human institutions and history are inevitably infected with their weaknesses. Greed, envy, hatred, ignorance, corruption — these are all part of the game.

The first decade of the 21st century offered ample reminders that even with imperfections, human beings are capable of great triumphs. The aughts will be remembered for the greatest alleviation of poverty in the history of humankind, as the middle class swelled in China, India and elsewhere. It will be remembered for a long list of technological accomplishments — from the rise of Google and the emergence of Wikipedia to the creation of the elegant iPhone. In the U.S., it will be celebrated as the decade in which the nation took a huge step toward breaking free of its legacy of slavery and Civil War by electing a black president.

And the supersized dose of reality dumped on us during the decade is now informing a search for new answers, new approaches, new models, all based on a better understanding of human nature. For a time, at least, experience will trump hope. We won’t assume that technology can solve all problems, that markets will cure their own excesses, or that one person can overcome the failures of the many.

The hopeful embodiment of this new tone surfaced at the end of the decade, in the person of an unmistakably real woman named Susan Boyle. Never in a thousand decades would she have been cast for a leading role by Hollywood. Yet her performances became the stuff of the most watched video ever on YouTube — seen by more than 130 million people — and reminded us that you don’t need fantasy to create success. Reality will do just as well.

FIN

DECEMBER 21, 2009

(Write to Alan Murray at Alan.Murray@wsj.com)

¿Quién conoce a Carmen de Burgos?

El dictador Franco la tenía enfilada desde que cubrió la Guerra de Africa como primera mujer corresponsal de prensa en lengua española. Desde luego, la dictadura machacó y frivolizó su memoria con notable éxito y, hoy día, hay muy pocas mujeres y hombres que la recuerden.

Apenas unas 30 o 40 personas nos reunimos el viernes pasado, 9 de octubre, aniversario de su muerte, en el Cementerio Civil de Madrid para rendir homenaje a esta mujer almeriense tan singular: Carmen de Burgos, más conocida como La Colombine. Rodeada de tumbas de librepensadores ilustres, su biógrafa, Concha Núñez, hizo un perfil magnífico de nuestra gran desconocida. El general Franco, nada más ganar la Guera Civil, prohibió todos sus libros (más de 200) e incluyó su nombre en la lista de autores prohibidos por el régimen fascista.

Así, mi paisana Carmen de Burgos, espejo de periodistas independientes, se convirtió en la primera mujer de la lista de autores prohibidos por el dictador. En ese macabro cuadro de honor del fascismo, La Colombine iba precedida por hombres como Emile Zola, J.J. Rouseau, Voltaire y Gorki. ¡Casi na!

Hubo concentración silenciosa ante su abandonada sepultura con motivo del aniversario de su muerte (8 de octubre de 1932) y del Primer Centenario de sus crónicas de guerra (el desastre del Barranco del Lobo en 1909, que incendió la Semana Trágica de Barcelona y el ¡»Maura no»!). Pero, en ese raro placer que siente la izquierda laica por los cementerios civiles, también hubo lectura de poemas (Miguel Hernández, Pablo Neruda, que yo recuerde) y dulcísima música de cuerda, en una mañana espléndida de otoño. No podían faltar -¡cómo no!- claveles y cintas moradas, rojas y gualdas para tan insigne santa laica y republicana. (En esta foto me acompañan Federico Utrera, Miguel Naveros y María Jesús Orbegozo).

El acto mereció, al menos, la atención del diario La Voz de Almería que publicó esta crónica.

El periodista y escritor almeriense, Federico Utrera, es uno de los especialistas que, con sus libros y artículos como éste de La Voz, me tiene al corriente de las excelencias de La Colombine (1867-1932) y de sus andanzas como activista pionera en defensa de los derechos de la mujer.

En un resumen rápido (hay mucho más en Google) diré que Carmen de Burgos nació en Almería, vivió en Rodalquilar (Nijar) y una de sus novelas («Puñal de claveles») sobre el crimen del Cortijo del Fraile inspiró la obra «Bodas de sangre» de a Federico García Lorca.

Fue redactora del Diario Universal, del Heraldo de Madrid, de El País, de Nuevo Mundo, La Esfera, etc. Mamó el periodismo y la tipografía en la imprenta de su suegro, editor de un diario local. Cuando murió su hijo se separó de su marido y salió de Almería en busca de nuevos horizontes como maestra en Guadalajara, primero, y como periodista en Madrid y en la Guerra de Africa, después. Vivió, en lo que hoy llamaríamos pareja de hecho, con Ramón Gómez de la Serna durante 20 años y su casa madrileña estuvo siempre abierta a creadores de la época: Galdós, Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Casinos, Romero de Torres, Sorolla, etc.

En Wikipedia dicen que La Colombine «defendió la libertad y el goce de existir». Por lo que he leido de ella, debe ser verdad. Fue una «feminista temprana», adelantada en casi todo a su tiempo y defensora de los marginados. Triunfó en los paraninfos de La Soborna y de muchas universidades españolas y latinoamericanas. Gobernantes, intelectuales y artistas de todo el mundo la celebraron como una mujer sin par en su tiempo. Y murió, con las botas puestas, hablando ante el público.

Agradezco a Maria Serrano, presidenta de la Fundación Carmen de Burgos, que me invitara a este homenaje. Necesitaba yo, en plena crisis económica, un buen ataque de nostalgia y el recordatorio de que hay valores evidentes por los que luchar y mujeres a las que admirar como Carmen de Burgos, cuya vida y obra nos reconcilian con la condición humana.

Al separarme de la sencilla sepultura de La Colombine me topé con el mausoleo de don Nicolás Salmerón, otro insigne almeriense que dimitió como Presidente de la I República por no firmar una pena de muerte. Saqué una foto de esta leyenda con mi móvil para enseñarla a mis hijos. Mi padre me llevó emocionado ante el mausoleo de Salmerón cuando yo tenía apenas 15 años, en nuestra primera escala madrileña camino de Soria. Jamás olvidaré esa emoción salmeroniana, renovada el viernes pasado por el recuerdo de las virtudes cívicas de la grandísima periodista y paisana Carmen de Burgos.

To read or not to read, that is the question

Un famoso diario de pago ha convertido en gratuito y ahora los gratuitos on line nos quieren cobrar. ¿Es el mundo al revés?

No hace mucho que la televisión iba por el aire y el teléfono, por cable. En cambio, ahora es al revés. ¿Y qué? La tecnología lo pone todo patas arriba, unas veces para ganar guerras o dinero y otras también para mejorar nuestras condiciones de vida, de trabajo o de ocio.

Los viejos diarios no son inmunes a estos cambios tecnológicos y para sobrevivir no tienen más remedio que adaptarse a ellos.

El próximo 12 de octubre, el diario londinense «The Evening Standard» -con 182 años de historia- se repartirá gratis a todo aquel que lo quiera y que llegue a tiempo, antes de que se agote, al puesto del repartidor.

No es el primer diario de pago que se convierte en gratuito. Ya lo han hecho antes otros diarios norteamericanos, aunque no tan famosos como éste.

Parcialmente, sin apenas hacer ruido, ya lo están haciendo también por aquí, aunque de manera vergonzante, dada su arrogancia, nuestros más leidos diarios de pago. Si ustedes pasan por algunas facultades, u otros lugares públicos, verán montones de diarios de pago que se ofrecen gratis. Al parecer, los universitarios no los quieren ni regalados, tal como muestran, al final del día, los sobrantes de pago (que se ofrecen gratis sin gran éxito).

Por eso, la OJD, que certifica la distribución de pago, gratuita y «mixta» de diarios, controla el número de ejemplares que se venden y que se regalan. El EGM, en cambio, mide el número de lectores, hayan pagado o no por el diario. En realidad, si un ejemplar de pago tiene tres o cuatro lectores, sólo uno de ellos ha pagado por ese ejemplar. Los demás lo han leido gratis. Igual que hacen cada día en quince grandes ciudades con 20 minutos.

El diario El Pais, (pag 39, 3-10-2009) que es uno de los que, desde hace años, se ofrece gratis a los estudiantes, publica hoy la noticia de la conversión del London Evening Standard en gratuito.

Yo trabajo, desde su fundación y a mucha honra, en una empresa que edita el diario de información general más leído de la historia de España y que se reparte gratis y sin complejos desde que nació, con el siglo, el 3 de febrero del año 2000.

Mis colegas de pago se han empeñado, desde el primer día, en demostrar que para un anunciante no es lo mismo el lector que ha pagado por el diario que aquel que lo ha leido de balde. Tiran piedras contra su tejado. Les he dicho una y mil veces, en público y en privado, que lo importante no es pagar o no pagar sino leer o no leer. Lo diré en inglés, como Shakespeare, para que me entiendan:

«To read o not to read; that is the question».

El lector de 20 minutos ya nos paga -y bastante- con su atención, que es oro puro.

De todas formas, no me conviene que cunda el ejemplo del London Evening Standard en España. Prefiero que mis competidores de pago sigan creyendo erróneamente que lo importante es

«to pay or not to pay»

.

Allá ellos.

Este no es el Arenys de mis sueños

No me lo puedo creer. Arenys de Munt ¡quién te ha visto y quién te ve! En este mi querido pueblo del Maresme, al que me unen tantos recuerdos juveniles, ayer votaron, en plan zarzuerelo (quizás tragicómico), si Cataluña debía ser un Estado separado de España.

El resultado, como era de esperar, ha sido favorable en más del 96,3 % de los votos a la independencia. Claro que sólo fueron a votar, en esta consulta informal, prácticamente los partidarios de la separación de Cataluña como Estado independiente (2.500 de una población de 8.000). El 67% no fue a votar.

No me preocuparían especialmente estas consultas semifestivas de los forofos nacionalistas independentistas si no fuera porque remueven las bajas pasiones del ser humano, los egoismos particulares, el miedo a lo diferente, el tribalismo de ellos y nosotros, las diferencias culturales de manera excluyente, no integradora, y, en el fondo, acarician un puntito de racismo que me remueve la tripas.

En esta página de El Mundo de hoy hay una foto racista que me asusta: es una pintada anónima que dice:

UN XARNEGO UNA BALAA-

Me asusta, entre otras cosas, porque yo creí que lo de «xarnego» era ya una antigualla de cuando yo estudiaba felizmente en la Universidad de Barcelona. Estaba convencido de que ese tinte racista ya se había superado en Cataluña. Me lo ha recordado ahora la segunda lectura de «Últimas tardes con Teresa» de mi admirado Juan Marsé, novela publicada en 1966 cuando yo vivía en una pensión de la calle Balmes de Barcelona.

En aquella época, como inmigrante almeriense, me sentí secretamente identificado, en algunos aspectos, con el xarnego Manolo, el Pijoaparte, el murciano pobre y orgulloso de Marsé. Recomiendo vivmente la lecura de esta novela a los racistas nacionalistas separatistas catalanistas y a los racistas nacionalistas separadores españolistas.

Me asusta la pintada contra los «xarnegos«. Uno de esos «xarnegos» amenazados es precisamente el honorable presidente de la Generalitat de Catalunya, José Montilla, elegido por la mayoría de los catalanes. Pero también me asusta y perturba la exhibición, igualmente amenazadora, de la bandera fascista de la Dictadura de Franco en mi querido Arenys de Munt.

El Mundo, calentando el ambiente, titula así, con carga editorial, su foto central de portada:

Bufonada independentista en Arenys

El País titula fría e infomativamente su foto central de portada:

Arenys vota sí a la independencia

Hace muchos años que no paso por Arenys de Munt. Aún tengo muchos parientes a ambos lados de la riera y en San Celoni (tíos, primos, etc,). En realidad, no voy por allí desde que murieron mis queridísimos chacho Frasco y mi tía Carmen, con quienes pasaba muchos fines de semana en mis tiempos de estudiante.

Con ellos, unas visitas balsámicas llenas de afecto, entroncaba con la historia de mi familia (mayoritariamente emigrantes económicos a Cataluña y Argentina y exiliados políticos a Francia). Allí reponía fuerzas físicas y morales, leía, comía (¡pollo con cava!), ayudaba en el campo (eran los aparceros de una finca), cabalgaba los caballos de los dueños y me sentía bastante feliz, altenando -claro- con los sinsabores y tristezas propios de la edad.

Cuando alguien -incapaz de identificar mi fuerte acento almeriense- me preguntaba en Barcelona de dónde era, yo solía responder que era de Arenys de Munt y soltaba, entre risas, algunas palabras en catalán. Conocía ese puebo como la palma de mi mano. Y me gustaba pasear por sus calles.

Mis recuerdos juveniles de Arenys de Munt, de Arenys de Mar, de San Celoni, de Mataró y de toda la maravillosa naturaleza que rodea el Montseny no pueden ser mejores. Por eso, me entristece tanto que unos fanáticos nacionalistas de ambos lados estropeen la imagen pacífica y alegre que guardo de esa tierra y de sus habitantes, cualquiera que fuera su origen.

En diciembre de 2007, en La Cartuja de Sevilla, me tocó hablar de los andaluces (sobre cómo nos ven y cómo nos gustaría que nos vieran). Copio y pego, a continuación, unos párrafos de aquella charla que escribí pensando en mis paseos por Arenys de Munt, cuando estudiaba en la Universidad de Barcelona allá por los años 1966 y 1967:

«Cuando me llegaban esos rumores racistas sobre el inmigrante andaluz me sublevaba interiormente:

-éramos muy buenos para la música, sabíamos llevar muy bien el ritmo, las palmas, llevábamos el baile en la sangre, aunque éramos perezosos para el trabajo, bastante pícaros, graciosos, con salero, no muy limpios, lentos para el estudio, poco eficientes, falsos, traicioneros, fuleros, éramos juerguistas y borrachines, olíamos a ajo, etc. etc. En ese cuadro siniestro, éramos también abiertos, acogedores, hospitalarios y –cómo no- bastante buenos para el sexo. Algo es algo.

(Por cierto, estas mismas características tergiversadoras y mistificadoras de la realidad se aplicaban también a los gitanos, incluso en Andalucía.)

Pero el senequismo andaluz lleva siglos enseñándonos el arte de la prudencia y la “taqiyya” árabe, el arte del disimulo. Con una beca del franquismo, practicaba yo entonces la “prudencia de los pobres”, que sabiamente cita García Montero.

Y me crecía con el recuerdo del orgullo de aquel jornalero andaluz que, en tiempos de la Restauración, devolvió el duro de plata al cacique, que intentó comprar su voto, y le replicó:

“En mi hambre mando yo”.

O aquel viejo almeriense, arrugado por el sol y la miseria, en un pueblo casi abandonado de la Sierra de los Filabres, que contradijo a un ministro socialista cuando éste le animó a trasladarse a la ciudad para recibir mejores cuidados.

“No tiene dios cojones –le dijo el viejo al ministro- de mandarnos el hambre que somos capaces de aguantar aquí nosotros”.

Sabemos hacer de tripas corazón y nos superamos. Hemos demostrado que tenemos capacidad de sufrimiento, de trabajo y de superación como el que más. Por todo eso, deberíamos poner un cartel en las escuelas andaluzas que dijera:

“No somos diferentes”.

En la Universidad de Harvard volví a oír los mismos rumores y chistes racistas –los mismos, sí- que había oído años atrás en la Universidad de Barcelona. Pero allí eran aplicados a los negros, a los judíos y a los hispanos. También a los polacos.

Alguna vez llegué a leer entonces el poderoso monólogo de “El mercader de Venecia”, de Shakespeare, pero cambiando judío por andaluz: Fijaos cómo suena:

“Soy un andaluz”. ¿Es que un andaluz no tiene ojos? ¿Es que un andaluz no tiene manos, órganos, proporciones, sentidos, afectos, pasiones? ¿Es que no se alimenta de la misma comida, herido por las mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los mismos medios, calentado y enfriado por el mismo verano y por el mismo invierno que un catalán, un vasco o un inglés? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas, ¿no nos reímos?, Si nos envenenáis, ¿no nos morimos? Y si nos ultrajáis, ¿no nos vengaremos?

Si nos parecemos en todo lo demás, nos pareceremos también en eso. Si un andaluz insulta a un catalán, a un vasco o a un inglés, ¿cuál será la humildad de éste? La venganza. Si un catalán, un vasco o un inglés ultraja a un andaluz, ¿qué nombre deberá llevar la paciencia del andaluz, si quiere seguir el ejemplo del catalán, del vasco o del inglés? Pues venganza. La villanía que me enseñáis la pondré en práctica, y malo será que yo no sobrepase la instrucción que me habéis dado.”

Lo dicho: pese a la caricatura que han hecho de nosotros durante décadas, en lo esencial, no somos diferentes. Hay también, en la historia de Andalucía, reacciones aisladas, a veces violentas y bastante desconocidas, contra el fatalismo y la explotación. También sabemos enseñar los dientes.»

Sorprendente (por inusual) titular de portada en El País contra Zapatero.

Interesante (y oportuno) artículo del International Herald Tribune de hoy sobre las relaciones «rotas» entre El País y Zapatero, que nos ofrece algunas claves. (El ITH reparte cada día un suplemento/resumen de El Pais en inglés).

El País in Rare Break With Socialist President

By DOREEN CARVAJAL

Published: September 13, 2009

International Herald Tribune/New York Times

(El Pais

A caricature of President José Luis Rodríguez Zapatero by Fernando Vicente in the Sept. 6 issue of El País.)

PARIS — When loyal readers opened Spain’s leading daily newspaper, El País, last Sunday, some may have spilled their morning café con leche.

The 30-year-old, center-left newspaper — long a reliable supporter of the governing Socialist Party — published a huge, withering caricature portraying Prime Minister José Luis Rodríguez Zapatero at the helm of a sinking map of Spain, encircled by sharks marked unemployment and deficit.

El País says the Captain Zapatero cartoon — and searing critique of the Zapatero government’s economic policies — is simply part of its coverage of “el crisis.”

But others, inside and outside the government, suspect that the newly muscular coverage is a result of a backstage clash between the newspaper’s parent company, Grupo Prisa, and a rival, Mediapro, over digital television rights granted to Mediapro by the Zapatero government.

“Grupo Prisa felt like they were scorned and the other group benefited more,” said Victor Domingo, president of the Asociación de Internautas, an Internet rights group critical of the government dealings on digital television. “Now it’s a battle, and all of the group is more aggressive with the government.”

This contest of media “galácticos” pits rivals based in Spain’s two power centers — Mediapro is in Barcelona, Grupo Prisa in Madrid — against each other. Both have ties to the Socialist party and global aspirations.

Grupo Prisa is one of the largest media groups in the Spanish-speaking world. It owns El País, which has an average daily circulation of a little more than 402,000, and several television and radio stations. Battered by the downturn in advertising that has affected nearly every media company, Grupo Prisa recently negotiated an extension on a bridge loan of €2 billion, or $2.9 billion, and sold a 4.5 percent stake for $56 million to Talos Partners, a New York private equity firm.

Mediapro produces and distributes films and has financed three Woody Allen movies, among them the recent hit “Vicky Cristina Barcelona.” It is also the controlling shareholder in La Sexta, a television channel, and paid more than €1 billion for the coveted broadcast rights to the soccer clubs Real Madrid and Barcelona. It owns the rights to other soccer clubs as well.

In mid-August, Mediapro was the chief beneficiary of a special “royal decree” approved on a fast-track vote by the Spanish cabinet that opened the way for digital over-the-air television available on a subscription basis.

Almost immediately, Mediapro seized the opportunity to introduce a pay digital channel, Gol Televisión, which sells subscriptions for programming dedicated to soccer.

That step, timed for the start in late August of the season for La Liga, the Spanish soccer league, was a direct foray into the territory of Grupo Prisa, which owns the satellite platform Digital Plus through its subsidiary, Sogecable. It has its own soccer channel as part of its premium-pay package, although it pays Mediapro €700 million for the rights to air matches.

Juan Luis Cebrián, Grupo Prisa’s chief and a former editor of El País, bristled at the government’s decision, loudly comparing it to the handiwork of a banana republic and accusing the Zapatero administration of “attempting to subdue the media” through a “war against those who are independent.”

He still does not mince words about how he views the government’s decision.

“This decree is for matters of extreme emergency,” Mr. Cebrián said during an interview from the Grupo Prisa headquarters in Madrid, adding, “I don’t believe that this law should be used to govern to favor friends.”

Mr. Cebrián said he supported the arrival of digital television, but he contended that “what is really grave is the favoritism in the industry.”

For his part, Jaume Roures, the chief executive of Mediapro, has given interviews to the Spanish business media denying that his company had received a gift from the Zapatero administration. In Spain, he said, “we have a tendency to look for political motives behind everything.”

In the aftermath of the dust-up, the Spanish competition regulator, the National Commission of Competition, announced this month that it was starting an antitrust review of Mediapro and Gol Televisión. Prisa lodged a complaint that the Catalan group was not reselling broadcasting rights for the Spanish soccer league in a fair way.

With corporate tensions building, critics are closely watching the coverage of the Zapatero government in El País.

They note, for example, that the newspaper has not only been tough on Mr. Zapatero but also took aim at the Socialist stronghold of Barcelona with stories about desperate immigrant women forced to take hormones to work harder in bordellos allegedly linked to a Barcelona city official.

This is not the paper’s first break with the Socialists. In 1995, El País published a front-page editorial questioning the ability of Felipe González Márquez, the president at the time, to govern amid corruption scandals and political turmoil after his 12 years in office.

Now, Javier Moreno Barber, the editor of El País, contends that the newspaper is taking a harsher look at the Zapatero administration in the face of the country’s greatest economic crisis since its civil war in the 1930s. Unemployment stands at 17.9 percent, and the country has a budget shortfall nearing 10 percent of output.

“We’re getting tougher on our local assessment of how the government is tackling the crisis,” Mr. Moreno said. “There’s no doubt about that. But I would deny it’s because of the problem we had this summer. We’re harsher now because we’re starting to see France and Germany are back on their feet.”

Still, the coverage leaves some longtime readers a little stunned. The critical business cover story that accompanied the Captain Zapatero caricature provoked a furious debate, with more than 600 readers posting comments online. One of the baffled readers was José Antonio Martínez Soler, executive editor of 20 Minutos in Madrid and a former El País journalist.

When his wife opened the newspaper to the caricature, she turned to him and said, “This is not my El País,” he recalled.

But Mr. Martínez Soler said he believed that the issue ran deeper and that the battle between Grupo Prisa and Mediapro over pay digital television was just a tipping point.

“It’s much more complicated,” he said. “El País never had the same relationship with Zapatero that it had with Felipe.”

He added that under the leadership and ownership of Jesús de Polanco, who died in 2007, Grupo Prisa had not had big problems with the Zapatero administration but that that had changed under Mr. Cebrián, who is not the owner and, he said, is not a diplomat.

At a news conference in late August, Mr. Zapatero weighed in with his reasoning for the fast-track television decree. The government, he said, had moved quickly so that Spain would not fall behind other European countries and also so that the industry would be made more diverse with the ability to offer alternative channels.

“The facts are incontestable,” he said, that more diversity would benefit “el país,” which in Spanish means the country. Then, realizing that people might think he was talking about El País, the newspaper, he quickly corrected who would profit: “The nation, of course.”

FIN