Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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Manolo Escobar, sueño español y alegría del pobre

Huyó de la miseria almeriense y, con su talento y bonhomía, salió de pobre en Cataluña. Ayer murió como el andaluz/catalán más querido de España.

Las 20 coplas de oro de Manolo Escobar. Las llevo en mi coche... y en el itunes.

Las 20 coplas de oro de Manolo Escobar. Las llevo en mi coche… y en el itunes.

En los años 40, en plena represión franquista, un ventero de El Ejido (Almería) recogió a un maestro republicano represaliado y le dio parada y fonda a cambio de que educara a sus 10 hijos. El de en medio, con 4 hermanos mayores y 5 menores, tenía madera de superviviente. Se llamaba Manolo García Escobar y sacó buen provecho de aquellas clases domésticas clandestinas. El joven Manolo Escobar aprendió la lección (ética republicana, laúd, piano y las cuatro reglas) y se hizo un hombre cabal.

Eran años de hambre y emigración. Sin igualdad de oportunidades, el sueño español (salir de pobre) solo podía alcanzarse como torero, futbolista o cantante. Algunos niños pobres de entonces fueron enviados a seminarios o a cuarteles para asegurarles comida caliente. Manolo, maleado por el Barrio Chino de Barcelona, escogió el camino del arte y la farándula. Sin complejos, pero con toneladas de disimulo y de gracia, acertó de pleno.

La Dictadura quiso sacar provecho de sus éxitos y le jaleaban en el No-Do. Pero Manolo Escobar nunca fue franquista. Solía decir, con gran sonrisa socarrona, que no se metía en política. Jamás actuó en El Pardo ante el ominoso dictador ni en el Palacio de La Granja donde acudía la flor y nata del Régimen. Ridiculizaba a carcajadas a los censores franquistas que le prohibieron una rociera porque “…a la Virgen le asomaba una enagua blanca, una enagua blanca…”

Como almeriense y emigrante, siempre he presumido de él, he cantado sus canciones de oro y, por malas que fueran, he celebrado sus películas. En la segunda mitad de los 60, Manolo Escobar ya era un charnego que, desde Cataluña, había cautivado a España entera. Bueno, a decir verdad, no cautivó a toda España.

En mis círculos de amistades antifranquistas, lo que en los últimos años 60 equivalía a miembros y simpatizantes del Partido Comunista y unos pocos del PSOE, no estaba bien visto presumir de Manolo Escobar por muy almeriense que yo fuera. Disimulé cuanto pude mi admiración por el cantante favorito de mis padres para poder ser aceptado en aquellos círculos tan intransigentes.

Si algún día era pillado in fraganti canturreando eso de que “no se compra ni se vende el cariño verdadero” me ganaba una bronca de los comisarios comunistas para que me concentrara en las lecciones de Materialismo Dialectico de Politzer en lugar de caer en esas “ridículas canciones de la pequeña burguesía que alienaban a la clase obrera”. Pero la clase obrera que yo veía camino de la Universidad estaba cambiando el arado por el andamio al son de Manolo Escobar. Las coplas de Manolo, cargadas de sentimentalismo, ternura y algunos tópicos del desarrollismo reinante, eran una fuente de alegría para los pobres.

Un día me planté y salí del armario. Les dije a mis colegas clandestinos (dando voces) que me encantaban Manolo Escobar, la copla y el flamenco y que odiaba los tanques soviéticos que habían invadido Checoslovaquia. Fui proscrito y, enamorado como estaba de una yanqui, fui considerado -¡cómo no!- sospechoso agente de la CIA.

Si, como dice Rilke, la infancia es la patria del hombre, mi patria está llena de coplas de Manolo Escobar.

60 coplas de oro de Manolo Escobar

60 coplas de oro de Manolo Escobar

Algo de esto le conté a Manolo la primera vez que compartí mesa y mantel con él (y otros paisanos de la Casa de Almería en Madrid como Barrionuevo, Chencho Arias, etc.). Se partía de la risa. Pero no se mojaba en nada referente a la política. Viniendo de tierras de moriscos, este alpujarreño de la costa sabía lo que era disimular en público, incluso en los estertores de la Dictadura.

En otra ocasión, cuando regresé de Cataluña, nos reímos juntos gracias al ingenio de otro paisano. Una pintada en el barrio gótico, cerca de la Catedral de Barcelona, pedía un obispo catalan (“Volem bisbe catalá”). Al día siguiente, apareció pintada la respuesta de un charnego: “Como somos mayoría, lo queremos de Almería”.

Manolo Escobar podía lucir con orgullo, y a la vez, la insignia de oro y brillantes del Barça, la de oro de Almería y la medalla de Andalucía. Mis compañeros de la 19 Compañía del CIR 5 de Cerro Muriano (Córdoba) eran casi todos de Las Norias, la pedanía donde nació Manolo Escobar. ¿Qué coplas íbamos a cantar si no? Manolo nos alegró la mili franquista, una de las experiencias más tristes y lamentables de mi vida.

Como la bajita y grandísima catalana Carmen Amaya (que exigía “pa amb tumaca” en el Waldorf de Nueva York) o Peret, el gigante de la rumba catalana, Manolo Escobar simboliza lo mejor y más potente de la Cataluña moderna e integradora, de la Cataluña universal. El otro gran Manolo (Vázquez Montalbán) lo sabía muy bien y defendió la copla andaluza/catalana incluso en su Crónica Sentimental de España en Triunfo, la biblia de la izquierda. Cuando leí a Vázquez Montalbán supe que no estaba solo. Y puede cantar el Porromponpero, sin miedo, fuera de la ducha.

Descanse en paz este andaluz/catalán universal.

Y “¡que viiiivaaaaa Eeespañaaaaa!”… Sobretodo en el Mundial de Brasil.

Gracias, Manolo, el sueño español de los 50 y 60, por toda la alegría y la ternura que te debemos.

 

Este no es el Arenys de mis sueños

No me lo puedo creer. Arenys de Munt ¡quién te ha visto y quién te ve! En este mi querido pueblo del Maresme, al que me unen tantos recuerdos juveniles, ayer votaron, en plan zarzuerelo (quizás tragicómico), si Cataluña debía ser un Estado separado de España.

El resultado, como era de esperar, ha sido favorable en más del 96,3 % de los votos a la independencia. Claro que sólo fueron a votar, en esta consulta informal, prácticamente los partidarios de la separación de Cataluña como Estado independiente (2.500 de una población de 8.000). El 67% no fue a votar.

No me preocuparían especialmente estas consultas semifestivas de los forofos nacionalistas independentistas si no fuera porque remueven las bajas pasiones del ser humano, los egoismos particulares, el miedo a lo diferente, el tribalismo de ellos y nosotros, las diferencias culturales de manera excluyente, no integradora, y, en el fondo, acarician un puntito de racismo que me remueve la tripas.

En esta página de El Mundo de hoy hay una foto racista que me asusta: es una pintada anónima que dice:

UN XARNEGO UNA BALAA-

Me asusta, entre otras cosas, porque yo creí que lo de «xarnego» era ya una antigualla de cuando yo estudiaba felizmente en la Universidad de Barcelona. Estaba convencido de que ese tinte racista ya se había superado en Cataluña. Me lo ha recordado ahora la segunda lectura de «Últimas tardes con Teresa» de mi admirado Juan Marsé, novela publicada en 1966 cuando yo vivía en una pensión de la calle Balmes de Barcelona.

En aquella época, como inmigrante almeriense, me sentí secretamente identificado, en algunos aspectos, con el xarnego Manolo, el Pijoaparte, el murciano pobre y orgulloso de Marsé. Recomiendo vivmente la lecura de esta novela a los racistas nacionalistas separatistas catalanistas y a los racistas nacionalistas separadores españolistas.

Me asusta la pintada contra los «xarnegos«. Uno de esos «xarnegos» amenazados es precisamente el honorable presidente de la Generalitat de Catalunya, José Montilla, elegido por la mayoría de los catalanes. Pero también me asusta y perturba la exhibición, igualmente amenazadora, de la bandera fascista de la Dictadura de Franco en mi querido Arenys de Munt.

El Mundo, calentando el ambiente, titula así, con carga editorial, su foto central de portada:

Bufonada independentista en Arenys

El País titula fría e infomativamente su foto central de portada:

Arenys vota sí a la independencia

Hace muchos años que no paso por Arenys de Munt. Aún tengo muchos parientes a ambos lados de la riera y en San Celoni (tíos, primos, etc,). En realidad, no voy por allí desde que murieron mis queridísimos chacho Frasco y mi tía Carmen, con quienes pasaba muchos fines de semana en mis tiempos de estudiante.

Con ellos, unas visitas balsámicas llenas de afecto, entroncaba con la historia de mi familia (mayoritariamente emigrantes económicos a Cataluña y Argentina y exiliados políticos a Francia). Allí reponía fuerzas físicas y morales, leía, comía (¡pollo con cava!), ayudaba en el campo (eran los aparceros de una finca), cabalgaba los caballos de los dueños y me sentía bastante feliz, altenando -claro- con los sinsabores y tristezas propios de la edad.

Cuando alguien -incapaz de identificar mi fuerte acento almeriense- me preguntaba en Barcelona de dónde era, yo solía responder que era de Arenys de Munt y soltaba, entre risas, algunas palabras en catalán. Conocía ese puebo como la palma de mi mano. Y me gustaba pasear por sus calles.

Mis recuerdos juveniles de Arenys de Munt, de Arenys de Mar, de San Celoni, de Mataró y de toda la maravillosa naturaleza que rodea el Montseny no pueden ser mejores. Por eso, me entristece tanto que unos fanáticos nacionalistas de ambos lados estropeen la imagen pacífica y alegre que guardo de esa tierra y de sus habitantes, cualquiera que fuera su origen.

En diciembre de 2007, en La Cartuja de Sevilla, me tocó hablar de los andaluces (sobre cómo nos ven y cómo nos gustaría que nos vieran). Copio y pego, a continuación, unos párrafos de aquella charla que escribí pensando en mis paseos por Arenys de Munt, cuando estudiaba en la Universidad de Barcelona allá por los años 1966 y 1967:

«Cuando me llegaban esos rumores racistas sobre el inmigrante andaluz me sublevaba interiormente:

-éramos muy buenos para la música, sabíamos llevar muy bien el ritmo, las palmas, llevábamos el baile en la sangre, aunque éramos perezosos para el trabajo, bastante pícaros, graciosos, con salero, no muy limpios, lentos para el estudio, poco eficientes, falsos, traicioneros, fuleros, éramos juerguistas y borrachines, olíamos a ajo, etc. etc. En ese cuadro siniestro, éramos también abiertos, acogedores, hospitalarios y –cómo no- bastante buenos para el sexo. Algo es algo.

(Por cierto, estas mismas características tergiversadoras y mistificadoras de la realidad se aplicaban también a los gitanos, incluso en Andalucía.)

Pero el senequismo andaluz lleva siglos enseñándonos el arte de la prudencia y la “taqiyya” árabe, el arte del disimulo. Con una beca del franquismo, practicaba yo entonces la “prudencia de los pobres”, que sabiamente cita García Montero.

Y me crecía con el recuerdo del orgullo de aquel jornalero andaluz que, en tiempos de la Restauración, devolvió el duro de plata al cacique, que intentó comprar su voto, y le replicó:

“En mi hambre mando yo”.

O aquel viejo almeriense, arrugado por el sol y la miseria, en un pueblo casi abandonado de la Sierra de los Filabres, que contradijo a un ministro socialista cuando éste le animó a trasladarse a la ciudad para recibir mejores cuidados.

“No tiene dios cojones –le dijo el viejo al ministro- de mandarnos el hambre que somos capaces de aguantar aquí nosotros”.

Sabemos hacer de tripas corazón y nos superamos. Hemos demostrado que tenemos capacidad de sufrimiento, de trabajo y de superación como el que más. Por todo eso, deberíamos poner un cartel en las escuelas andaluzas que dijera:

“No somos diferentes”.

En la Universidad de Harvard volví a oír los mismos rumores y chistes racistas –los mismos, sí- que había oído años atrás en la Universidad de Barcelona. Pero allí eran aplicados a los negros, a los judíos y a los hispanos. También a los polacos.

Alguna vez llegué a leer entonces el poderoso monólogo de “El mercader de Venecia”, de Shakespeare, pero cambiando judío por andaluz: Fijaos cómo suena:

“Soy un andaluz”. ¿Es que un andaluz no tiene ojos? ¿Es que un andaluz no tiene manos, órganos, proporciones, sentidos, afectos, pasiones? ¿Es que no se alimenta de la misma comida, herido por las mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los mismos medios, calentado y enfriado por el mismo verano y por el mismo invierno que un catalán, un vasco o un inglés? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas, ¿no nos reímos?, Si nos envenenáis, ¿no nos morimos? Y si nos ultrajáis, ¿no nos vengaremos?

Si nos parecemos en todo lo demás, nos pareceremos también en eso. Si un andaluz insulta a un catalán, a un vasco o a un inglés, ¿cuál será la humildad de éste? La venganza. Si un catalán, un vasco o un inglés ultraja a un andaluz, ¿qué nombre deberá llevar la paciencia del andaluz, si quiere seguir el ejemplo del catalán, del vasco o del inglés? Pues venganza. La villanía que me enseñáis la pondré en práctica, y malo será que yo no sobrepase la instrucción que me habéis dado.”

Lo dicho: pese a la caricatura que han hecho de nosotros durante décadas, en lo esencial, no somos diferentes. Hay también, en la historia de Andalucía, reacciones aisladas, a veces violentas y bastante desconocidas, contra el fatalismo y la explotación. También sabemos enseñar los dientes.»

Sorprendente (por inusual) titular de portada en El País contra Zapatero.

Interesante (y oportuno) artículo del International Herald Tribune de hoy sobre las relaciones «rotas» entre El País y Zapatero, que nos ofrece algunas claves. (El ITH reparte cada día un suplemento/resumen de El Pais en inglés).

El País in Rare Break With Socialist President

By DOREEN CARVAJAL

Published: September 13, 2009

International Herald Tribune/New York Times

(El Pais

A caricature of President José Luis Rodríguez Zapatero by Fernando Vicente in the Sept. 6 issue of El País.)

PARIS — When loyal readers opened Spain’s leading daily newspaper, El País, last Sunday, some may have spilled their morning café con leche.

The 30-year-old, center-left newspaper — long a reliable supporter of the governing Socialist Party — published a huge, withering caricature portraying Prime Minister José Luis Rodríguez Zapatero at the helm of a sinking map of Spain, encircled by sharks marked unemployment and deficit.

El País says the Captain Zapatero cartoon — and searing critique of the Zapatero government’s economic policies — is simply part of its coverage of “el crisis.”

But others, inside and outside the government, suspect that the newly muscular coverage is a result of a backstage clash between the newspaper’s parent company, Grupo Prisa, and a rival, Mediapro, over digital television rights granted to Mediapro by the Zapatero government.

“Grupo Prisa felt like they were scorned and the other group benefited more,” said Victor Domingo, president of the Asociación de Internautas, an Internet rights group critical of the government dealings on digital television. “Now it’s a battle, and all of the group is more aggressive with the government.”

This contest of media “galácticos” pits rivals based in Spain’s two power centers — Mediapro is in Barcelona, Grupo Prisa in Madrid — against each other. Both have ties to the Socialist party and global aspirations.

Grupo Prisa is one of the largest media groups in the Spanish-speaking world. It owns El País, which has an average daily circulation of a little more than 402,000, and several television and radio stations. Battered by the downturn in advertising that has affected nearly every media company, Grupo Prisa recently negotiated an extension on a bridge loan of €2 billion, or $2.9 billion, and sold a 4.5 percent stake for $56 million to Talos Partners, a New York private equity firm.

Mediapro produces and distributes films and has financed three Woody Allen movies, among them the recent hit “Vicky Cristina Barcelona.” It is also the controlling shareholder in La Sexta, a television channel, and paid more than €1 billion for the coveted broadcast rights to the soccer clubs Real Madrid and Barcelona. It owns the rights to other soccer clubs as well.

In mid-August, Mediapro was the chief beneficiary of a special “royal decree” approved on a fast-track vote by the Spanish cabinet that opened the way for digital over-the-air television available on a subscription basis.

Almost immediately, Mediapro seized the opportunity to introduce a pay digital channel, Gol Televisión, which sells subscriptions for programming dedicated to soccer.

That step, timed for the start in late August of the season for La Liga, the Spanish soccer league, was a direct foray into the territory of Grupo Prisa, which owns the satellite platform Digital Plus through its subsidiary, Sogecable. It has its own soccer channel as part of its premium-pay package, although it pays Mediapro €700 million for the rights to air matches.

Juan Luis Cebrián, Grupo Prisa’s chief and a former editor of El País, bristled at the government’s decision, loudly comparing it to the handiwork of a banana republic and accusing the Zapatero administration of “attempting to subdue the media” through a “war against those who are independent.”

He still does not mince words about how he views the government’s decision.

“This decree is for matters of extreme emergency,” Mr. Cebrián said during an interview from the Grupo Prisa headquarters in Madrid, adding, “I don’t believe that this law should be used to govern to favor friends.”

Mr. Cebrián said he supported the arrival of digital television, but he contended that “what is really grave is the favoritism in the industry.”

For his part, Jaume Roures, the chief executive of Mediapro, has given interviews to the Spanish business media denying that his company had received a gift from the Zapatero administration. In Spain, he said, “we have a tendency to look for political motives behind everything.”

In the aftermath of the dust-up, the Spanish competition regulator, the National Commission of Competition, announced this month that it was starting an antitrust review of Mediapro and Gol Televisión. Prisa lodged a complaint that the Catalan group was not reselling broadcasting rights for the Spanish soccer league in a fair way.

With corporate tensions building, critics are closely watching the coverage of the Zapatero government in El País.

They note, for example, that the newspaper has not only been tough on Mr. Zapatero but also took aim at the Socialist stronghold of Barcelona with stories about desperate immigrant women forced to take hormones to work harder in bordellos allegedly linked to a Barcelona city official.

This is not the paper’s first break with the Socialists. In 1995, El País published a front-page editorial questioning the ability of Felipe González Márquez, the president at the time, to govern amid corruption scandals and political turmoil after his 12 years in office.

Now, Javier Moreno Barber, the editor of El País, contends that the newspaper is taking a harsher look at the Zapatero administration in the face of the country’s greatest economic crisis since its civil war in the 1930s. Unemployment stands at 17.9 percent, and the country has a budget shortfall nearing 10 percent of output.

“We’re getting tougher on our local assessment of how the government is tackling the crisis,” Mr. Moreno said. “There’s no doubt about that. But I would deny it’s because of the problem we had this summer. We’re harsher now because we’re starting to see France and Germany are back on their feet.”

Still, the coverage leaves some longtime readers a little stunned. The critical business cover story that accompanied the Captain Zapatero caricature provoked a furious debate, with more than 600 readers posting comments online. One of the baffled readers was José Antonio Martínez Soler, executive editor of 20 Minutos in Madrid and a former El País journalist.

When his wife opened the newspaper to the caricature, she turned to him and said, “This is not my El País,” he recalled.

But Mr. Martínez Soler said he believed that the issue ran deeper and that the battle between Grupo Prisa and Mediapro over pay digital television was just a tipping point.

“It’s much more complicated,” he said. “El País never had the same relationship with Zapatero that it had with Felipe.”

He added that under the leadership and ownership of Jesús de Polanco, who died in 2007, Grupo Prisa had not had big problems with the Zapatero administration but that that had changed under Mr. Cebrián, who is not the owner and, he said, is not a diplomat.

At a news conference in late August, Mr. Zapatero weighed in with his reasoning for the fast-track television decree. The government, he said, had moved quickly so that Spain would not fall behind other European countries and also so that the industry would be made more diverse with the ability to offer alternative channels.

“The facts are incontestable,” he said, that more diversity would benefit “el país,” which in Spanish means the country. Then, realizing that people might think he was talking about El País, the newspaper, he quickly corrected who would profit: “The nation, of course.”

FIN