
Fuente: Dos Pediatras en Casa G.O
Últimamente algunos padres nos comentan que se han comprado un pulsioxímetro para tenerlo en casa para poder medir la saturación de oxígeno de sus hijos. Muchas veces esto se traduce en consultas a Urgencias cuando, en el contexto de un catarro, mocos y toses o un caso de broncoespasmo, el aparatito en cuestión se pone a pitar y parece que al niño le pasa algo.
Es cierto que la saturación de oxígeno es una medida indirecta de la cantidad de oxígeno que tenemos en sangre y, por ende, de cómo funciona nuestros sistema respiratorio (pulmones y corazón).
Sin embargo, la medición de la saturación de oxígeno no deja de ser un dato más que usamos los pediatras en el contexto de una historia clínica y una exploración física para valorar la dificultad respiratoria de un niño en concreto. Con esto queremos decir que no siempre medimos la saturación en todos los pacientes que vemos con un cuadro respiratorio, ya que la saturación no es lo más importante en la valoración de estos niños. De hecho, es frecuente ver a niños a los que les cuesta respirar, pero en los que la saturación de oxigeno es todavía es normal, ya que la bajada de oxígeno en sangre es un signo tardío de dificultad respiratoria que aparece cuando los mecanismos de compensación que pone en marcha el cuerpo humano cuando se demanda más oxigeno en la sangre se agotan. Es decir, antes de que la saturación baje, en la exploración física son evidentes otros signos de dificultad respiratoria como el aumento de la frecuencia respiratoria (que el niño respire más veces por minuto) o el uso de musculatura accesoria de la caja torácica (los músculos del cuello o los que hay entre las costillas).
Por otro lado, también es habitual ver a niños sin dificultad respiratoria, pero en los que la saturación está baja, en general por un error de medición (por ejemplo, porque el pulsioxímetro está mal colocado y no capta bien la onda de pulso) o simplemente porque tienen el dedo frío o hay vasoconstricción periférica (como ocurre cuando tienen fiebre).
A pesar de lo fácil y barato que es comprar uno de estos dispositivos a través de plataformas de venta on-line, no creemos que sea imprescindibles que tengáis un pulsioxímetro en el botiquín en el caso de que vuestros hijos sean unos niños sanos, ni siquiera en aquellos con broncoespasmo de repetición. Lo que sí que debéis hacer como padres y madres es aprender a valorar la dificultad respiratoria con vuestros ojos y no con un aparatito que, en muchas ocasiones, pita y falla sin que la medida sea correcta. de lo contrario, es muy probable que en más de una ocasión os veáis yendo a Urgencias cuando el niño realmente esté como una pera limonera y no tenga nada más que un catarro.
En algunos casos muy seleccionados -niños con enfermedades crónicas como prematuros que necesitan oxígeno, niños con fibrosis quística o cardiópatas- sí que estaría indicado que tuvieran en casa un pulsioxímetro, pero siempre bajo la indicación de su pediatra de referencia, el cual les habrá enseñado a utilizarlo de forma adecuada en el contexto de la enfermedad de sus hijos.

Fuente: Dos Pediatras en Casa G.O
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