Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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‘¿Es Demian el niño demoniaco?’

Me pregunto cómo encajaría Herman Hesse, padre literario de Demian, la confusión bibliófilo-cinéfila que ha llevado a una mujer a identificar al genial escritor alemán con el mismísimo Satanás, padre del Damien de celuloide de la mítica película La Profecía, estrenada en 1976, que abría toda una saga centrada en el pequeño destinado a ser el Anticristo.

La cosa ha sido más o menos así: estaba yo literalmente metida en el escaparate de reginaexlibrislandia redecorándome las exterioridades, cuando una señora aporreó suavemente el cristal con los nudillos para indicarme que me necesitaba.

Tras un grácil giro junto a una balda que casi me cuesta el pelucón al más puro estilo María Antonieta, me materialicé junto a ella por entre mis enjambres de anaqueles:

 

– Regina: ¿Qué desea?- Clienta: Verá, busco el libro Demian, de Jeze, o Hes o algo así.

– R.: ¿Demian, de Herman Hesse?

– C.: ¡Ese! Sí, me lo apunté pero olvidé el papel. ¿Lo tiene?

– R.: ¡Sí, un segundo!

– C.: Pero, oiga, ¿no será el del niño demoniaco, no? ¡el de la película!

– R.: ¿Cómo? ¿Película?

– C.: Sí, el de la película esa del terror del hijo del demonio.

– R.: ¡Ahhh! Ja, ja, ja. ¡no, tranquila! Ese es Damien, el de La Profecía. El libro que quiere no tiene nada que ver…

– C.: ¡Menos mal! Es que, verá, se lo pidieron a mi hijo para Religión y como me acordé de la película esa me pareció un poco raro que le mandaran algo así… ¿me entiende?

– R.: ¿Para religión? Uy, eso es nuevo. En fin, pero tranquila, no tienen nada que ver. El que le pidieron es de un escritor alemán, Herman Hesse, y es una novela sobre un chico adolescente y su paso a la madurez, el relato de su crecimiento físico y espiritual. Nada de Satanás ni de asesinatos, no se preocupe. Es un libro maravilloso, no tiene nada de que preocuparse, ¡al contrario!

– C.: Uy, pues entonces, ¡entonces me lo leeré yo también!

– R.: Merece la pena, ¡a ver si le gusta!

– C.: Ya le contaré. ¡Adiós y gracias!

Y ella se fue con la edición de Alianza de Demian, de Herman Hesse, y yo volví a mi pecera para segur ‘atusándome’ el frontal regino con una divertida sonrisa en la cara, imaginando la cara del germano si llega a enterarse de que le confunden con el padre literario de la semillita de Lucifer y recordando la expresión de alivio de la dama cuando supo que sus peores sospechas sobre la lectura de su hijo eran infundadas…

… Claro que, así entre vosotros y yo, he de reconoceros que me ha impactado la elección bibliófila del profesor de ¿¿¿¿religión????

No me malinterpretéis, me entusiasma la idea porque precisamente Demian ha sido y será uno de mis libros de cabecera, pero pensándolo bien no me extraña que la buena señora, al saber que se trataba de una lectura ‘para Religión’, relacionara la historia de Emil Sinclair con la del maléfico Damien, de cuya primera parte os dejo el trailer:

 

Una vez más la Providencia Librera se revela gloriosamente imprevisible en mis confines reginos…

Y vosotros, reginaelxibrislandianos de pro, ¿leísteis Demian? ¿Os gustó? ¿Cómo llegasteis a la historia de Sinclair? ¿Qué más leísteis de Herman Hesse?

NOTA DE REGINA. El genio alemán H. Hesse esboza en Demian la lucha interna de Emil Sinclair, un joven que se rebela contra el entorno luminoso y armónico de su niñez, al que él sabe que ya no pertenece, para emprender la búsqueda intuitiva y dolorosa de una identidad y un destino propios en la sordidez del mundo de los adultos. Su guía y referente será el carismático Demian, que lleva el estigma de los capaces de ser ellos mismos. Maravillosa de principio a fin.

«Joeee, mama, ¿Y eso me lo tengo que leer YO?»

Con lo dada que soy yo a somatizar por la epidermis no podía ser de otra manera: hoy echo el cierre con el sarpullido puesto. Y la verdad es que no sé qué me escuece más, si la erupción cutánea en sí o su causa: una intolerancia congénita a según qué estados carenciales de interés bibliófilo en terceros.

Aunque la cosa me enerva, me escandaliza y me entristece es cierto que hay casos en que aún podemos atajar el mal. Y como el de ésta tarde me da a mi en el pelucón que ha sido uno de ésos, los picores son molestos, sí, pero tolerables con la ayuda de algún remedio casero.

Veréis, la cosa empezó así: una madre y su hija adolescente adentrándose en reginaexlibrislandia. Mientras la retoña parlotea por el móvil, la señora me planta frente al pelucón un pedazo de papel diciendo:

– Clienta: ¿Tiene esos libros?- Regina: ¿A ver? Si, un segundo que se los traigo.

– C.: ¡Pero tienen que ser esos, en esas editoriales y todo!

– R.: Si, si, no se preocupe.

– C.: Es que son para la nena, ¿sabe? Y el profesor es un tiquismiqui. Como no le lleve justo los que ha pedido me la suspende sin más.

– R.: Bueno, imagino que si él ha elegido esos títulos en esas ediciones por algo será, así que vamos a por ellas.

– C.: Vale, aquí esperamos. NENA, ¿QUIERES DEJAR YA EL MALDITO TELÉFONO? VAMOS QUE LLEVAS TODA LA SANTA TARDE PEGADA…

– R.: Mire, aquí están: El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger, en Alianza; El misterio de la cripta embrujada, de Eduardo Mendoza en bolsillo; la Apología de Sócrates, de Platón, en Espasa-Austral, y Romeo y Julieta, de Shakespeare también en Espasa-Austral.

– C.: Uy, ¡qué maravilla, así no tengo que pasearme! Mira, nena, están todos tus libros.

– Chica: Joeee, mama, ¿Y eso me tengo que leer? Pues vaya planazo…

– C.: Al menos mientras te los estés leyendo dejarás un poquito el dichoso teléfono.

– R.: Bueno, igual te sorprenden y hasta te gustan

– C.: ¿Cuáles, uno de ÉSTOS? Bahh

– R.: Mira, éste, por ejemplo, va de un chico de tu edad al que expulsan de la escuela y decide pasarse unos días el solito en Nueva York gastándose todos sus ahorros antes de volver a casa a dar la noticia a sus padres…

– C.: ¿Éste, el blanco?

– R.: Si, ese, el de Salinger.

– C.: No se yo…

– R.: Y con el de Mendoza te vas a reír, y llorarás con el de Shakespeare

Y antes de que acabara la frase Shakira a pleno pulmón polifónico me puso el corazón en la punta del pelucón: el móvil de la muchacha. Mientras tanto, la madre alzó la vista al techo de reginaexlibrislandia como buscando por entre mis grietas un último resquicio de paciencia. Pagó y se fueron.

Pero tras su estela a mi me quedó la duda: ¿lograrán Salinger, Mendoza, Shakespeare o Platón encerrar a la criaturita en una gloriosa jaula de letras, esa de la que yo no escaparía ni por todo el oro de un jeque árabe?

¡Hagan sus apuestas! Y si no, díganme, regislandianos de pro, ¿qué libro les clavó en el sendero de las letras? ¿La lectura obligada de qué libro en la escuela empezó siendo un tormento para terminar como una fantasía alucinante?

«¡No leo un libro desde hace tres hijos!»

Si reginaexlibrislandia fuera un ring de boxeo hoy me hubieran dejado cao al primer asalto, queridos.

En apenas un segundo de conversación me atizaron un sopapo dialéctico de esos que no hay púgil librero que encaje: Tres, dos, uno… ¡PLAF! así que terminé noqueada y con el pelucón del revés en mi propio territorio.

La cosa fue así: estaba yo a punto de comerme literalmente un montadito de facturas por revisar cuando frenó en seco ante mi mesa un cochecito flanqueado por bolsas de supermercado repletas y hábilmente enganchadas a todos los salientes imaginables del minivehículo, en cuyo centro dormitaba un bebé.

Detrás apareció una mujer de poco más de cuarenta años con un bolsón en cada hombro y, aferrada a su pierna, otra criaturita con dos coletas que apenas levantaba cuatro palmos del suelo reginaexlibrislandiano y para quien el mundo parecía empezar y terminar en su chupete.

– Clienta: (casi sin aliento) Pe-perdona… ¿me puedes ayudar?- Regina: Si, claro, dígame

– C.: Mi ahijado cumple 16 años y, además del dichoso jueguecito para la Play, quiero regalarle un libro, alguno que le guste de verdad y que no tire sin más.

– R.: Por lo que dice no es muy aficionado a la lectura…

– C.: No, y la verdad es que estoy perdida, muy perdida en esto de los libros.

– R.: ¿No ha leído alguno últimamente que le haya gustado?

Aquí ella me clavó una de esas miradas cargadas de impotencia y aderezadas con unas gotas de ironía que me obligaron a bajar la guardia.

Y entonces ZAS, me asestó el golpe:

– C.: ¿YO? ¿LEER? ¡HIJA MÍA DEJÉ DE LEER HACE TRES HIJOS! Primero vino Carlitos, el mayor, y aparqué la lectura lo que creía que iba a ser una temporadita, porque cuando no estaba con el niño estaba trabajando y demás. Luego llegaron éstos dos, y afronto la realidad: hasta dentro de unos años no podré volver a leer. Ya casi lo asumí.- R.: Ah, pues… claro…

– C.: Hace un par de años le regalé El Guardián entre el centeno y creo que le gustó, pero no sé de otro relativamente similar y que no sea demasiado ‘profundo’.

– R.: Pues se me ocurre Botchan, de Natsume Soseki, uno de los grandes de la literatura japonesa. Esta novelita en concreto se tradujo al castellano por primera vez hace unos meses, y es muy divertida y entrañable, la verdad. Este Botchan ha sido a muchas generaciones de nipones lo que Holden Caulfield a los de Occidente.

– C.: ¿Y de qué va?

– R.: Es de un joven tokiata de ventipocos años que, recién licenciado, va a trabajar de profesor en un instituto de provincias. La cosa está en que es un poco bobalicón y presuntuoso, y se rige por un código de honor un tanto peculiar. Además, el choque entre su presencia en lo que él considera un pueblucho atestado de paletos y la imagen que éstos se hacen de él -un pelagatos engreído de ciudad- es delirante. Cae allí como una cucaracha en un plato de arroz.

– C.: ¿A ver? Mmm, si, lo cierto es que algo así es lo que buscaba.

Entonces la melodía del Para Elisa a un volumen de escándalo la arrancó a ella de sus meditaciones y a mi de las mías. Pero no fuimos las únicas: el bebé empezó a llorar y, acto seguido, su hermanita, como poseída por el mismo demonio, estalló en lágrimas y gritos ininteligibles.

Sin saber muy bien cómo la madre atendió la llamada, serenó a sus dos criaturas y me hizo señas para que le cobrara Botchan y le hiciera el favor de colocárselo bajo el cochecito, todo al mismo tiempo y con una extraña mezcla de decidida resignación en sus ojos.

Y se fue. Pero el eco de su

¿YO? ¿LEER? ¡HIJA MÍA DEJÉ DE LEER HACE TRES HIJOS!

resuena aún ahora, casi diez horas después, bajo mi pelucón.

Me pareció una declaración demoledora, entre vosotros y yo.

Y vosotros, queridos reginaexlibrislanianos de pro… ¿conocéis algún caso similar, alguien que os haya abofeteado así con una verdad similar? ¿Habéis leído Botchan? ¿Qué os parece? Y los que aún no lo hayáis hecho… leedlo, no os arrepentiréis. Palabra de Regina.