Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
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en iRegina, su réplica digital

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¡A por ellos, J.D. Salinger!

J.D. Salinger está en pie de guerra. Tras firmar en 1951 El Guardián entre el centeno, que pasó a velocidad meteórica a figurar entre los clásicos de las letras norteamericanas contemporáneas, se atrincheró en su casa para dar esquinazo a un acoso mediático que no podía soportar.

Ni una biografía no autorizada firmada por su hija, ni textos sobre su idilio con una joven aspirante a escritora lograron pulverizar el mutismo pétreo de un Salinger que lleva huyendo seis décadas de la fama como de las ratas.

Pero ahora, cuando el gigante Amazon ha dado el soplo de las intenciones de la editorial sueca Nicotext de publicar en septiembre 60 Years Later: Coming Through the Rye, que firma un tal J.D. California, un Salinger enfurecido pide a un juez que impida la salida de una obra que ya se publicita como secuela de El Guardián entre el Centeno:

 

 

Y yo, queridos, animo a Salinger a que sea implacable con el tal J.D. California, porque en este año que nos está viniendo cargadito de deleznables secuelas (la de Drácula por su bisnieto; la de Los Miserables, de Victor Hugo…) lo de ’60 años después de El Guardián entre el centeno’ me parece una total y absoluta tomadura de pelucón.

Así que no me extraña que a Salinger semejante desvergüenza le haya puesto en pie de guerra y, con ello, no le haya quedado otra que sobreexponerse de nuevo al cañón de la luz pública a pesar de su evidente fotofobia social.

En su día la presión vino porque la publicación de El Guardián entre el centeno cayó como un obús sobre una sociedad estadounidense que, anestesiada a golpe de convencionalismos, dejaba atrás las dos guerras mundiales aferrándose a los valores del Sueño Americano, adormeciéndose en una idílica rutina con hogares perfectos y modales impecables. En ella, el joven Holden Cautfield narra en primera persona su visión del mundo, de la hipocresía y del elitismo que le rodean, del sexo, del alcohol y de las drogas mientras en lugar de regresar a su casa tras haber sido expulsado del internado elitista en el que estudiaba decide hacer una escala de tres días en Manhattan.

La clave de su éxito estriba no sólo en lo que cuenta Salinger, sino especialmente en el punto de vista: el de un adolescente rabioso, perdido, salvaje y desencantado. Ni censuras ni opiniones veladas: Holden te lo suelta todo a bocajarro.

Poco después de su publicación llegaron las censuras por su lenguaje ofensivo y continuas alusiones a las prostitución, luego las prohibiciones y, con ello, se disparó el interés por El guardián entre el centeno y, por tanto, por su autor: un J.D. Salinger implacablemente rabioso de su privacidad.

A pesar de eso treinta años después de su publicación en 1951, El guardián entre el centeno era tanto el libro más prohibido, como el segundo más estudiado como lectura obligatoria en los institutos estadounidenses. En la década de 1990 fue el nº 13 en la lista de libros más leídos en su país según la Asociación de Bibliotecas Americanas y en el año 2005 se mantuvo entre los diez primeros… A eso le llamo yo un buen CV bibliófilo…

En cuanto a Reginaexlibrislandia es un libro del que vendo una media de seis ejemplares al mes, fundamentalmente porque es una de las lecturas recomendadas y/o obligatorias para estudiantes de bachillerato, amén de un título de fondo para el que siempre hay hueco en mis anaqueles reginos.

Además de recomendaros encarecidamente la lectura de lo que hay quien ha venido a pedirme en mi librería como ‘El guardián entre la cebada’, os insto a llegar a él y a Salinger vía celuloide. Sí, queridos, porque en El Complot, protagonizada por Julia Roberts y Mel Gibson, éste encarna a un taxista un tanto peculiar que tiene una curiosísima obsesión bibliófila con El Guardián entre el centeno: cada vez que entra a una librería ha de hacerse con todos los ejemplares que tengan. Y si lo que queréis es visionar un guiño a Salinger como escritor fugaz, de culto y ermitaño, no os perdais Descubriendo a Forrester, con un grandísimo Sean Connery:

 

Y a vosotros, reginaexlibrislandianos de pro, ¿qué os parece la noticia de la secuela de El guardián entre el centeno? ¿Leísteis el original? ¿Os gustó? ¿Lo recomendaríais? ¿Qué le diríais a Salinger si pudiérais hablar con él? ¿Ganará en los juzgados?

«Joeee, mama, ¿Y eso me lo tengo que leer YO?»

Con lo dada que soy yo a somatizar por la epidermis no podía ser de otra manera: hoy echo el cierre con el sarpullido puesto. Y la verdad es que no sé qué me escuece más, si la erupción cutánea en sí o su causa: una intolerancia congénita a según qué estados carenciales de interés bibliófilo en terceros.

Aunque la cosa me enerva, me escandaliza y me entristece es cierto que hay casos en que aún podemos atajar el mal. Y como el de ésta tarde me da a mi en el pelucón que ha sido uno de ésos, los picores son molestos, sí, pero tolerables con la ayuda de algún remedio casero.

Veréis, la cosa empezó así: una madre y su hija adolescente adentrándose en reginaexlibrislandia. Mientras la retoña parlotea por el móvil, la señora me planta frente al pelucón un pedazo de papel diciendo:

– Clienta: ¿Tiene esos libros?- Regina: ¿A ver? Si, un segundo que se los traigo.

– C.: ¡Pero tienen que ser esos, en esas editoriales y todo!

– R.: Si, si, no se preocupe.

– C.: Es que son para la nena, ¿sabe? Y el profesor es un tiquismiqui. Como no le lleve justo los que ha pedido me la suspende sin más.

– R.: Bueno, imagino que si él ha elegido esos títulos en esas ediciones por algo será, así que vamos a por ellas.

– C.: Vale, aquí esperamos. NENA, ¿QUIERES DEJAR YA EL MALDITO TELÉFONO? VAMOS QUE LLEVAS TODA LA SANTA TARDE PEGADA…

– R.: Mire, aquí están: El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger, en Alianza; El misterio de la cripta embrujada, de Eduardo Mendoza en bolsillo; la Apología de Sócrates, de Platón, en Espasa-Austral, y Romeo y Julieta, de Shakespeare también en Espasa-Austral.

– C.: Uy, ¡qué maravilla, así no tengo que pasearme! Mira, nena, están todos tus libros.

– Chica: Joeee, mama, ¿Y eso me tengo que leer? Pues vaya planazo…

– C.: Al menos mientras te los estés leyendo dejarás un poquito el dichoso teléfono.

– R.: Bueno, igual te sorprenden y hasta te gustan

– C.: ¿Cuáles, uno de ÉSTOS? Bahh

– R.: Mira, éste, por ejemplo, va de un chico de tu edad al que expulsan de la escuela y decide pasarse unos días el solito en Nueva York gastándose todos sus ahorros antes de volver a casa a dar la noticia a sus padres…

– C.: ¿Éste, el blanco?

– R.: Si, ese, el de Salinger.

– C.: No se yo…

– R.: Y con el de Mendoza te vas a reír, y llorarás con el de Shakespeare

Y antes de que acabara la frase Shakira a pleno pulmón polifónico me puso el corazón en la punta del pelucón: el móvil de la muchacha. Mientras tanto, la madre alzó la vista al techo de reginaexlibrislandia como buscando por entre mis grietas un último resquicio de paciencia. Pagó y se fueron.

Pero tras su estela a mi me quedó la duda: ¿lograrán Salinger, Mendoza, Shakespeare o Platón encerrar a la criaturita en una gloriosa jaula de letras, esa de la que yo no escaparía ni por todo el oro de un jeque árabe?

¡Hagan sus apuestas! Y si no, díganme, regislandianos de pro, ¿qué libro les clavó en el sendero de las letras? ¿La lectura obligada de qué libro en la escuela empezó siendo un tormento para terminar como una fantasía alucinante?

¿Tienes «El guerrero entre la cebada», de Salinger?

A cada uno lo suyo, queridos, nada de intrusismos. Por eso y porque, además de reinona librera soy noctámbula, hipotensa y cafeinómana siempre dejé las primeras luces del día para los ruiseñores y demás seres que las disfruten.

De hecho, en reginaexlibrislandia de buena mañana hay más vida en el plumero que bajo mi pelucón, y mi relación con el mundo se limita a algún que otro gruñido ininteligible.

Pero El Señor (llamadlo X) en su infinita bondad me llenó ese lapso mañanero en el voy de la vigilia a sueño y vuelvo, y vuelta a empezar entretenida con tareas administrativas, pedidos de clientes y mares de café. Y así como voy amaneciendo a trompicones hasta llegar al mediodía parlanchina y espídica, en todo mi esplendor.

Sin embargo hoy una clienta me sacudió el sopor de una sola frase pasadas las diez de la mañana:

– Clienta: Buenos días, busco un libro- Regina: Mmm, bien, ¿cuál es?

– C.: Seguro que lo tiene, es un clásico: «EL GUERRERO ENTRE LA CEBADA»

– R.: ¿El guerrero entre la cebada?

– C.: Si, es muy famoso. Tiene que conocerlo.

– R.: Pues si le digo la verdad, no caigo… déjeme pensar… ¿Guerrero? ¿Cebada?

(Y aquí, misterios del universo, fue cuando se me encendió un neón púrpura en el cerebro: CENTENO, CENTENO, CENTENO…)

– R.: ¿Seguro que es «cebada«? ¿No podría ser «centeno«?- C.: Uy, pues quizás… ¿El guerrero entre el centeno?

– R.: Creo que se refiere a El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger.

– C.: ¡Si, si, ese, de Salinzer!

Se lo di, y se fue. La gracia del patinazo y mis esfuerzos por mantener a raya mis rasgos para no dejar escapar una risilla traicionera fueron como una descarga eléctrica. Y he de deciros que para mi sentirme de sopetón tan despierta a esas horas fue una experiencia total y definitivamente reveladora.

Y a vosotros, queridos, ¿os ha patinado alguna vez algún título?

Además, para terminar el día como lo empecé, a carcajadas, os dejo para seguir devorando la nueva novelita de Eduardo Mendoza: El asombroso viaje de Pomponio Flato… Una bacanal de risas a cada salto de linea, queridos, palabra de Regina.