Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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«Joeee, mama, ¿Y eso me lo tengo que leer YO?»

Con lo dada que soy yo a somatizar por la epidermis no podía ser de otra manera: hoy echo el cierre con el sarpullido puesto. Y la verdad es que no sé qué me escuece más, si la erupción cutánea en sí o su causa: una intolerancia congénita a según qué estados carenciales de interés bibliófilo en terceros.

Aunque la cosa me enerva, me escandaliza y me entristece es cierto que hay casos en que aún podemos atajar el mal. Y como el de ésta tarde me da a mi en el pelucón que ha sido uno de ésos, los picores son molestos, sí, pero tolerables con la ayuda de algún remedio casero.

Veréis, la cosa empezó así: una madre y su hija adolescente adentrándose en reginaexlibrislandia. Mientras la retoña parlotea por el móvil, la señora me planta frente al pelucón un pedazo de papel diciendo:

– Clienta: ¿Tiene esos libros?- Regina: ¿A ver? Si, un segundo que se los traigo.

– C.: ¡Pero tienen que ser esos, en esas editoriales y todo!

– R.: Si, si, no se preocupe.

– C.: Es que son para la nena, ¿sabe? Y el profesor es un tiquismiqui. Como no le lleve justo los que ha pedido me la suspende sin más.

– R.: Bueno, imagino que si él ha elegido esos títulos en esas ediciones por algo será, así que vamos a por ellas.

– C.: Vale, aquí esperamos. NENA, ¿QUIERES DEJAR YA EL MALDITO TELÉFONO? VAMOS QUE LLEVAS TODA LA SANTA TARDE PEGADA…

– R.: Mire, aquí están: El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger, en Alianza; El misterio de la cripta embrujada, de Eduardo Mendoza en bolsillo; la Apología de Sócrates, de Platón, en Espasa-Austral, y Romeo y Julieta, de Shakespeare también en Espasa-Austral.

– C.: Uy, ¡qué maravilla, así no tengo que pasearme! Mira, nena, están todos tus libros.

– Chica: Joeee, mama, ¿Y eso me tengo que leer? Pues vaya planazo…

– C.: Al menos mientras te los estés leyendo dejarás un poquito el dichoso teléfono.

– R.: Bueno, igual te sorprenden y hasta te gustan

– C.: ¿Cuáles, uno de ÉSTOS? Bahh

– R.: Mira, éste, por ejemplo, va de un chico de tu edad al que expulsan de la escuela y decide pasarse unos días el solito en Nueva York gastándose todos sus ahorros antes de volver a casa a dar la noticia a sus padres…

– C.: ¿Éste, el blanco?

– R.: Si, ese, el de Salinger.

– C.: No se yo…

– R.: Y con el de Mendoza te vas a reír, y llorarás con el de Shakespeare

Y antes de que acabara la frase Shakira a pleno pulmón polifónico me puso el corazón en la punta del pelucón: el móvil de la muchacha. Mientras tanto, la madre alzó la vista al techo de reginaexlibrislandia como buscando por entre mis grietas un último resquicio de paciencia. Pagó y se fueron.

Pero tras su estela a mi me quedó la duda: ¿lograrán Salinger, Mendoza, Shakespeare o Platón encerrar a la criaturita en una gloriosa jaula de letras, esa de la que yo no escaparía ni por todo el oro de un jeque árabe?

¡Hagan sus apuestas! Y si no, díganme, regislandianos de pro, ¿qué libro les clavó en el sendero de las letras? ¿La lectura obligada de qué libro en la escuela empezó siendo un tormento para terminar como una fantasía alucinante?