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Cuando en los jardines se plantaba albahaca para despertar el deseo sexual de la persona amada

Científicamente está por demostrar el poder afrodisíaco de numerosos alimentos, especias y compuestos que se presentan como potenciadores de la libido y en los que, alrededor de éstos, hay más leyenda y mitos que demostraciones empíricas, soliendo influir a menudo en ello el efecto placebo o el efecto ‘a mí me funciona’ .

Cuando se plantaba albahaca en los jardines para despertar el deseo sexual

Una de las plantas a la que se le otorga un gran poder afrodisíaco es la albahaca y esa creencia nos viene de siglos atrás, cuando en la cultura musulmana se tenía el convencimiento de que era una planta que atraía el amor (o deseo sexual) gracias a su potente olor.

Por tal motivo muchas eran las casas en las que en su jardín se plantaban, o colocaban macetas en el alfeizar de la ventana, con el fin de atraer y retener a los amantes.

Pero otra de las razones eran las medicinales, debido a que con la albahaca se realizaban infinidad de medicinas y ungüentos, pues se tenía el convencimiento de que su olor penetraba en el cerebro y curaba la dolencia.

De hecho, el término albahaca proviene del árabe hispánico ‘al-ḥabáqa’ (ḥabáqa era el nombre genérico que le daban a todas las plantas medicinales).

La creencia de que eran plantas afrodisíacas fue tal que, incluso, durante muchísimos siglos estuvo prohibida su utilización en la cocina de los conventos religiosos e incluso plantar en sus jardines.

 

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No, al zumo no se le escapan las vitaminas. Deborah García Bello te desmiente este mito y muchos más en su nuevo libro

‘Tómate el zumo rápido, que le escapan las vitaminas’ es una de las frases que, posiblemente, nos han dicho y repetido nuestras madres y abuelas a la hora del desayuno a lo largo de nuestra vida. Pero no, a un zumo de naranja recién exprimido nunca se le van a escapar las vitaminas (en este caso la Vitamina C) por la sencilla razón de que ésta no se queda frotando o pululando sobre ese jugo de fruta sino que está disuelta en el líquido (lo que es conocido como ‘hidrosoluble’) y es imposible que se evapore en cuestión de minutos, tal y como nuestras mayores nos aseguraban, siendo éste uno de los mitos más famosos que existen y que más personas creen a pies juntillas.

No, al zumo no se le escapan las vitaminas. Deborah García Bello te desmiente este mito y muchos más en su nuevo libro

Quienes sois lectores habituales de este blog conocéis mi empeño por intentar destripar mitos y bulos que corren por la red o que han llegado hasta nosotros a través del boca a boca generacional. Este es el motivo por el que me haya alegrado tanto de la aparición de un nuevo libro que se dedica a desenmascararlos y explicar de una manera sencilla, pero muy rigurosa, las razones lógicas (y sobre todo científicas) sobre una gran cantidad de hechos que habitualmente damos como válidos y que realmente son invenciones (la mayoría sin fundamento) que llevan décadas entre nosotros.

¡Que se le van las vitaminas! de Deborah García BelloEl libro en cuestión se titula ‘¡Que se le van las vitaminas! (Mitos y secretos que solo la ciencia puede resolver)’ escrito por Deborah García Bello (@deborahciencia), una de las divulgadoras españolas de mayor proyección en los últimos años (lleva ganados unos cuantos premios por su labor), a la que admiro enormemente además de profesar un cariño muy especial (me siento muy orgulloso de contar entre mis amistades con personas de tan extraordinario nivel profesional y personal).

Dividido en 24 capítulos, nos explica y pone al descubierto una serie de mitos que llevan mucho tiempo compartiéndose como ciertos y es que muchos de ellos no nos ha tocado más remedio que creérnoslos debido a lo que se conoce como ‘argumento de autoridad’, o sea, la identidad de aquella persona que nos lo transmitió (en muchos casos nuestros propios progenitores –como es el caso de la mencionada pérdida de vitaminas del zumo-, pero en otros porque venía avalado por la opinión de un experto –como un ganador de Premio Nobel- que aseguraba algo que después ha sido desmentido).

Otro de los grandes enemigos de la salud y que provoca que acabemos creyéndonos mitos sin fundamento alguno es el ‘A mí me funciona’ (conocido como ‘amimefuncionismo’) o lo que es lo mismo: personas que aseguran que algo les va bien (como puede ser el caso de la recomendación de que Vitamina C va bien para curar el refriado, un mito ampliamente desmentido pero que sigue estando muy presente).

¡Que se le van las vitaminas! de Deborah García BelloA través de su libro, Deborah nos habla, entre otros, de mitos alrededor de la homeopatía, las vacunas, la radiación de antenas o Wi-Fi, las estelas dejadas en el cielo por los aviones o las cremas solares (por cierto, en esa entrada aparezco citado en las fuentes de consulta).

Tanto si estas interesado en el tema como si conoces a alguien que se traga todo tipo de bulos y mitos,  ‘¡Que se le van las vitaminas!’ de Deborah García Bello es un libro que debes comprar, porque, sinceramente, te va a abrir los ojos respecto a muchos temas de los que estabas convencido que eran ciertos.

 

¡Que se le van las vitaminas! de Deborah García Bello
Editorial: Ediciones Paidós
ISBN: 9788449334061
https://www.planetadelibros.com/libro-que-se-le-van-las-vitaminas/262247
http://dimetilsulfuro.es

 

 

 

Lee y descubre más historias como esta en el apartado ‘Destripando Mitos, Leyendas Urbanas y Supersticiones’ de este blog

 

 

 

Fuente de la imagen: pixabay / planetadelibros / Alfred López

Reseña del libro: ‘Los libros de autoayuda ¡vaya timo!’ de Eparquio Delgado [#UnoAlMes]

'Los libros de autoayuda, ¡vaya timo!' de Eparquio Delgado #UnoAlMesEn los últimos años hemos tenido un aluvión de libros llamados de ‘autoayuda’ en el que la base de su fundamento está en el ‘buenrrollismo’, el ‘tú puedes’ o en el ‘la solución a tus problemas está en ti y en tu pensamiento positivo’. Pero, lamentablemente, la inmensa mayoría de los autores de muchas de esas publicaciones basadas en la ‘psicología positiva’ nada tienen que ver con esta ciencia y carecen de estudios o formación especializada, utilizando en muchos casos los mismos clichés y pautas que aparecen en la mayoría de esos libros.

Eparquio Delgado, a través de ‘Los libros de autoayuda, ¡vaya timo!’, analiza la metodología usada en ese tipo de publicaciones, desenmascarando las trampas que muchos de sus autores hacen a la hora de escribir el manual de turno y cómo la inmensa mayoría se apoya en pseudociencias, que al igual que estas el ‘a mí me funciona’ es la base de su éxito y resultados.

Evidentemente el título del libro es contundente y generalizar no suele ser bueno, pero cabe destacar que el ‘¡vaya timo!’ que acompaña al título no es más que el nombre de la colección de libros de corte escéptico publicados por la editorial Laetoli.

A través del libro que recomiendo en esta ocasión en la sección #UnoAlMes el amigo Eparquio Delgado () separa el grano de la paja de los libros de autoayuda y la gran proliferación que hay de estos. También hace hincapié en el fenómeno ‘coaching’, explicándonos cómo en esta profesión tan de moda actualmente (y tan llena de ‘vendehumos’) se esconde muchísimo intrusismo por parte de supuestos ‘coaches’ que carecen de formación alguna.

En el siguiente vídeo (de una hora de duración) podréis visionar la interesante presentación realizada por Eparquio Delgado de «Los libros de autoayuda ¡vaya timo!» en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

 

Lee mis otras recomendaciones literarias de la sección #UnoAlMes

 

Los libros de autoayuda, ¡vaya timo! de Eparquio Delgado
Editorial Laetoli
ISBN 9788492422693
www.laetoli.es/vaya-timo/120-libros-de-autoayuda-vaya-timo-9788492422693.html
www.eparquiodelgado.com

¿Cuál es el origen de la homeopatía?

¿Cuál es el origen de la homeopatía?La homeopatía (considerada por unos como un modo de medicina alternativa, por otros como una pseudociencia inofensiva que lo único que produce en aquel que lo toma es el ‘efecto placebo’ y por una gran parte de personas como una soberana tomadura de pelo) fue creada por el médico alemán Samuel Hahnemann a mediados de la última década del siglo XVIII, en la que investigó y buscó métodos alternativos a la medicina convencional de la época, la cual todavía era muy precaria y con la que no estaba conforme. Cabe destacar que ese tipo de medicina con la que Hahnemann tenía discordancias era en aquel tiempo la que se basaba en realizar e intentar curar a través de los famosos desangrados/sangrías (pues se tenía el convencimiento que el exceso de sangre en las personas los hacía enfermar) y las purgaciones (o vaciado intestinal mediante laxantes) y en el que el resultado final para el paciente solía ser mucho peor que la propia enfermedad por la que había sido tratado. Sin contar que, por aquel entonces, se producían más fallecimientos que curaciones.

En sus años de juventud Hahnemann destacó por haber sido un gran estudiante, aprendiendo diversos idiomas que lo llevaron a leer innumerables obras de autores clásicos y de otras culturas, impactando en él la máxima ‘Similia similibus curantur’ (Lo similar se cura con lo similar) la cual decidió que fuese el principio básico de un nuevo tipo de medicina en la que se puso a trabajar e investigar: la homeopatía, dándola a conocer a través de un artículo titulado ‘Ensayo sobre un nuevo principio’ publicado en 1796.

Samuel Hahnemann, inventor de la homeopatíaEl término ‘homeopatía’ proviene de las palabras griegas homoios (similar) y pathos (sufrimiento), por lo que con esta palabra quedaba bien definido el concepto que aplicaba en su nueva doctrina: aquello que enferma a una persona sana debe ser lo mismo que la cure.

Probó en sí mismo los efectos que producía la ingesta de cinchona (planta de donde se extrae la quinina y que se usaba para tratar entre otras cosas el paludismo) comprobando que ésta le causaban unas fiebres altas similares a las que tenían aquellos que padecían malaria, por lo que esa similitud lo volvió a llevar a su concepto de ‘similia’ por el que regía sus conocimientos terapéuticos.

Pero Samuel Hahnemann quiso darle una vuelta de tuerca a ese aforismo, por lo que se planteo que si aquello que enfermaba a alguien estaba en estado puro lo que debía curarlo debería estar diluido.

Partiendo del erróneo concepto, que ya se tenía por aquel entonces, de que el agua tiene memoria comenzó a elaborar sus preparados, aplicándoles diluciones sucesivas, para que, después de un largo proceso, quedase en una proporción aproximada de 1:100. Son tantas las diluciones que se realizan que la mayor parte de los, mal llamados, medicamentos homeopáticos son simple y únicamente agua y, en la mayoría de casos, con un poquito de azúcar para darle sabor.

En los dos siglos que han pasado desde entonces, la medicina convencional ha evolucionado vertiginosamente, mientras que los conceptos de la homeopatía siguen siendo exactamente los mismos.

¿Cuál es el origen de la homeopatía?La mayor parte de la profesión médica y científica del planeta niega que la homeopatía pueda considerarse medicina, apuntando que el principio de la supuesta curación de los preparados homeopáticos se basa en el ‘efecto placebo’ y en el ‘a mí me funciona’ como argumento entre los defensores de esta medicina alternativa.

Cabe destacar los numerosos casos de ‘suicidios homeopáticos’ en los que personas voluntarias ingieren grandes cantidades de preparados homeopáticos no sucediéndoles absolutamente nada a sus organismos, siendo tan inocuo para ellos como el haber tomado simplemente agua.

Tal y como explica la web ¿Qué es la homeopatía?, la forma más habitual de preparación de una dilución homeopática es la siguiente:

Se coge 1 ml de la sustancia original (“tintura madre”) y se mezcla con 99 ml de agua. Se agita este preparado(*) y se obtiene una dilución de 1 CH (Centesimal de Hahnemann). A continuación, se coge 1 ml de este producto y se repite la operación; así se consigue una dilución de 2 CH. Cada vez que se realiza una de estas mezclas, la sustancia original queda diluida 100 veces más en el preparado final. Se supone que estos productos son más efectivos cuanto más diluidos están. Un simple cálculo permite saber que una dilución de 12 CH no contiene ya ninguna molécula del principio activo.

(*)Según las instrucciones de Samuel Hahnemann para realizarlo y ser más efectivo, cuando se agitaba el preparado debía ir golpeándose sobre una Biblia encuadernada en cuero.

 

 

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Fuentes de consulta: queeslahomeopatia.com / naukas 1 / naukas 2 / listadelaverguenza / ncahf / lacienciaesbella / charlatanes / magonia
Fuentes de las imágenes: Wikimedia commons / freedigitalphotos