El hombre que inventó a Raymond Carver

Gordon Lish (Hewlett, Nueva York, 1934)

Gordon Lish (Hewlett, Nueva York, 1934)

Alguna de las muchas potenciales versiones que pueden redactarse sobre cada peripecia humana considerará a Gordón Lish un mezquino, un censor, el hombre que se atrevió a manipular los manuscritos de Raymond Carver (1938-1988).

Pero la verdad es otra y es de una belleza casi insoportable.

Lish fue el carveriano. Se atrevió, en su condición de editor y amigo, a recomponer los cuentos torpes de Carver, reducirlos, cambiarles el final, depurarlos de adjetivos y sentimentalismo, lograr que fuesen esenciales, abiertos, crudos, ejemplares en técnica y fondo como reconocieron durante años los lectores y los departamentos de literatura de las universidades.

Pero no era a Carver a quien leíamos. Era a Lish.

Alessandro Baricco lo ha contado con detalle, comparando ambas versiones una vez que se dieron a conocer los manuscritos originales.

The New Yorker publicó (en inglés) el original editado por Lish de uno de los cuentos más aclamados de Carver, De qué hablamos cuando hablamos del amor. Revisar el documento de trabajo sólo permite una conclusión: el segundo no sabía escribir finales, abusaba de las palabras y no tenía ni la más remota idea de la tensión emocional. No era, ni por asomo, el escritor de prosa destilada de la soledad y el suburbio. No era el nuevo Chejov.

En el artículo Carver no era carveriano, Edmundo Paz Soldán resume: «Lo carveriano es en buena medida una creación de Lish. Carver no era un minimalista; sus personajes no eran lacónicos, y sus silencios no lo eran tanto; había desolación, pero también una mirada sentimental que Lish eliminó sin compasión».

Es decir, nos vendieron a un escritor que había sido inventado por otro. A Borges le hubiese encantado esta parábola del hombre y sus múltiples sombras.

Hoy quiero recomendar al otro Gordon Lish, el que firma con su propio nombre.

"Perú" y "Epígrafe"

«Perú» y «Epígrafe»

A pesar de que se trata de un escritor de ficción reconocido desde los años ochenta, en el mercado español no había nada suyo. Tuvo que llegar una editorial independiente, Periférica, para traernos a este autor cuyas obras no dejan prisioneros, no consienten la apatía.

Primero fue Perú, una torva narración sobre un niño que mata a otro niño.

Este año llegó Epígrafe, donde Gordon Lish inventa a un personaje, llamado Gordon Lish, que se dedica a escribir en estado de catarsis una serie de epístolas mortificantes tras la muerte de su mujer.

Ambas novelas son de lo mejor de la literatura estadounidense de los últimos cincuenta años. Empiecen a leer y, pueden creerme, terminarán agarrotados, enganchados al libro como a una placenta. No se sale de Perú o Epígrafe siendo la misma persona.

Lish merece bastante más crédito como novelista que por ser el inventor del minimalismo carveriano.

Ánxel Grove

6 comentarios

  1. Dice ser María Guilera

    En su momento me entristeció que Carver fuera otro. Luego pensé que quizá Otro no lo fuera sin Carver.
    Leeré a Lish y quizá resulva el enigma.

    29 agosto 2011 | 19:12

  2. Dice ser segun

    boquiabierto me he quedado (no son extensos mis conocimientos). por supuesto que los leeré. Mil gracias!

    29 agosto 2011 | 20:36

  3. Dice ser nosferatu

    espléndida nota que es de agradecer; este blog ha sido un hallazgo

    http://yonosferatu.tumblr.com

    30 agosto 2011 | 00:30

  4. Dice ser laura

    Say it isn’t so, Joe…

    My heart just broke…

    🙁

    ‘Bought my first Raymond Carver in Seattle, Wash. On the way back home on the train, I read and re-read Cathedral. The little paperback never left my hands. I fell in love with his stories. Oh. My. Gawd.

    30 agosto 2011 | 02:33

  5. Dice ser EDUIN

    No importa mucho como se llama como se llaman quien o quienes lograron esa maravilla que son los cuentos de Raymond Carver. En cualquier caso Gordon Lish nunca hubiera aparecido si no hubiera escrito Raymond Carver.

    ¿Es que hemos olvidado que The Waste Land de T.S. Eliot es producto de las eliminaciones y arreglos hechos con E. Pound? Basta con leer el resto de T.S. Eliot para captarlo. ¿Y esto quita mérito a Eliot?

    En cualquier caso el producto de cada uno de los cuentos de Raymond Carver es un hito de finura humana, profundidad y acierto. No conviene pues leer esos «borradores» que distorsionan completamenete estas obras de arte. O si se quiere hacer esa lectura, hacerla para llegar a la admiración de cómo aparece del modo más inesperado y en el lugar nunca pensado la obra de arte.

    El hecho es que aquí están. El resto es ruido.

    31 agosto 2011 | 21:07

  6. Dice ser Carpe-diem

    Prefiero a Carver en estado «puro»…

    Y el que quiera leerle, le recomiendo: Principiantes ( Anagrama )…

    02 septiembre 2011 | 00:09

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