«Dile a José Ángel que me espere, y busca también al de recursos humanos, ¿cómo se llama… ¿Víctor?, ¿Velasco? (…) Eso: Bruno. Pues que me esperen los dos en la sala de juntas. No, espera: mejor en la sala azul, en la otra planta. Prefiero que no se enteren los de gastos. Yo estoy llegando. Llego en cinco minutos. (…) ¿Que aún no tiene el balance de cuentas? ¿y a qué coño espera el hijoputa ese? Se lo pedí hace tres días, TRES DÍAS (…). Claro, pero como no lo tenga en mi mesa a las cinco, dime a ver qué coño les digo yo a los de arriba. (…) ¿Quieres que me coma yo el marrón por culpa del incompetente ese? (…) Me importa una mierda que sea el sobrino del jefe. Si no vale, pues a la puta ca… (…) Bueno, escucha, que lo haga el otro. (…) El becario, sí. Y así lo aprende para la próxima. (…) No, no. No te confundas. Yo aquí soy uno más. Si te pido las cosas ya sabes por lo que es. Sabes que si yo estoy jodido, tú estás jodido. ¿Te has enterado de lo de… ya sabes? (…) Eso es. Otros quince a la calle antes del verano. Así que o me ayudas en esto, o nos vemos los dos en la cola del paro. (…) Bien. Chao».
El usuario colgó el teléfono. Suspiró. Se ajustó la corbata. Luego me miró a través del espejo. Le miré yo a él. Cruzamos las miradas. Justo en ese instante comenzó a sonar por la radio «Born to be wild», de los Steppenwolf. Me gusta esa canción. Despegué la mano del volante y subí el volumen. El hombre siguió con los ojos la trayectoria de mi mano y ahí se quedó, con la mirada fija en el dial de la radio. Parecía gustarle también. Bajé la ventanilla. El viento lo despeinó.
Detuve mi taxi a las puertas de su oficina. Me giré hacia él.
-¿Qué te debo?- me preguntó peinándose con la mano.
-Ocho cincuenta. ¿Quiere el recibo?
-No. Esto no me lo paga la empresa. Salí tarde de una reunión, y ahora tengo otra, y no llegaba a tiempo… por cierto, ¿qué hora tienes?
-Ninguna. No llevo reloj.
Me pagó y salió del taxi con prisa. Guardé su dinero en el bolsillo y reanudé la marcha. Giré la próxima calle a la derecha. O a la izquierda. No lo recuerdo.
Recuerdo, eso sí, el color de su corbata. Era azul.