Ni libre ni ocupado Ni libre ni ocupado

Elegido Mejor Blog 2006.Ya lo dijo Descartes: ¡Taxi!, luego existo...

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Crisis? What Crisis?

…y circulando delante del mío hay dos, tres, cuatro taxis libres, imposible que nadie le levante la mano al quinto, pienso, por eso decido girar por Príncipe de Vergara (a ver si con un poco de suerte consigo ser el primero de la calle) y en efecto ahora no no veo a ningún otro, ¡soy el primero!, pero justo se cierra mi semáforo, me paro, y de la calle que cruza, Diego de León se llama, vienen otros tres, cuatro taxis libres, y dos de ellos giran en mi misma dirección, y ya no soy el primero, me cago en la puta, y como a la vista queda que en esta calle tampoco me levantará la mano nadie, en cuanto se abre mi semáforo sigo la estela de los otros dos y vuelvo a girar esta vez por Ortega y Gasset con la intención de quedarme, al menos, en la parada de taxis del Vips, pero al llegar resulta que la parada se encuentra al triple de su capacidad (¿cuántos taxis habrá?, ¿20?, ¿25?) y delante, para más inri, un Agente de Movilidad está echando a todos los taxis que se encuentran fuera de la parada, en doble fila, así que no sólo no puedo quedarme, sino que ahora han comenzado a circular otros 15 ó 20 taxis libres delante del mío y claro, me rindo, desisto: giro por Velázquez detrás de otros cinco taxis libres y me meto en el túnel en dirección al Aeropuerto y media hora después (pequeño atasco en la A-2) consigo llegar a la Bolsa de Taxis de la T-4 y me meto en la única fila de taxis que queda libre de un total de 24 filas (a 60 taxis por fila suman 1.400 taxis, todos ellos delante del mío, esperando su turno), y ahí me quedo algo más de 4 horas (sí, he dicho 4), y cuando al fin me llega mi turno se monta un guiri cargado de maletas y me tiende un papel con su destino: Meliá Barajas, y le llevo, claro, qué remedio, y al llegar me paga los 16€ que marca el taxímetro, mis primeros 16€ desde que salí de casa (hace ahora exactamente 6 horas)…

NOTA: ¿A ti también te afecta la crisis? Tranquilo. Gobierno y PP están trabajando en ello. Codo con codo. Y tal.

Tímidos S.A.

Me gustan los tímidos porque le dan importancia a las personas. Sienten respeto por los demás o miedo por lo que puedas pensar de ellos. Se meten hacia dentro porque piensan que el cuerpo (en todas sus variantes gestuales) es ridículo por naturaleza. Y no les falta razón.

Como aquella entrañable mujer de la calle Alcalá que, nada más montarse en mi taxi, me indicó su destino con la voz temblante y agachando la cabeza. Cada vez que yo sacaba un tema de conversación ella me contestaba con monosílabos, o se reía tapándose la boca, o se tocaba el pelo, o manoseaba compulsiva (o simpulsiva) -mente los puños de su camisa. Estoy seguro que en todo el trayecto ni siquiera se atrevió a pensar, a mantener un simple monólogo interior (por si acaso mi sentido arácnido captaba su frecuencia). Noté en seguida que lo estaba pasando mal, la pobre. Y reconozco que yo también contribuí a su malestar (para documentarme en favor de este post, post supuesto…).

Luego está el imposible lenguaje visual del tímido taxial que me habla gracias al anonimato de mi espalda. Aquel que nunca me mira a los ojos del espejo retrovisor sino que habla como si la voz del taxista fuera omnisciente y saliera de cualquier parte del habitáculo (de los altavoces, quizás). Y si por alguna razón nuestros ojos se cruzan (por curiosidad, por descuido, por sentir el riesgo o por un simple bache en el pavimento) no tardan más de cero segundos en repeler mi mirada y en lanzar un suspiro delatador o una gota de sudor improvisada que se deslice por su también tímida frente.

Me gustan los tímidos porque jamás se marcharán sin pagar. Me gustan los tímidos porque, ocupados en su miedo, no podrán permitirse hacerte daño.

Y si algún día consigues que un tímido te mire fijamente a los ojos sólo podrá ser porque al fin se ha enamorado de ti. Y será para siempre.

O hasta que las drogas os separen.

Estrés, escuatro, escinco, etc…

El cabrón del Fíat Punto se detiene en doble fila sin intermitentes ni nada, ahí, con su par de huevos; y freno, y aprovecho un hueco para darle gas y meterme entre otros dos coches y el primero me pita, y el segundo me enseña su dedo corazón mientras dice algo que no entiendo, moviendo su bigote arriba y abajo, como las morsas, y me encantaría debatir con ellos sobre lo divino y lo humano del complejo concepto de ser taxista en Madrid pero ya les he dejado atrás, se han parado en un semáforo que yo he podido pasar en ámbar aunque unos metros después me levante la mano una mujer y me detenga, claro, es mi trabajo, y mi tensión sube cuando al abrir la puerta va la tía y me dice que si puedo ayudarle a meter las bolsas del Carrefour en el maletero y le pregunto si no llevará alguna botella que pueda romperse y me dice que no, siempre dicen todos que no hasta que algo se rompe y luego me toca a mí limpiar la puta tapicería de vinagre o cerveza o detergente, así que abro a regañadientes el maletero mientras el coche de detrás me pita y me mira con cara de mala hostia y trato de evitarle mientras meto una a una las siete bolsas con la tía mirándome sin mover un dedo, huevazos los suyos, y nos montamos, y me dice que le lleve a escasas dos manzanas, entrando por la próxima calle, y por la radio suena la voz chirriante de Esperanza Aguirre y se me acaba de encender la reserva con un pitido de lo más jodido: piiiiii y pienso en la gasolinera más cercana y luego pienso también en sacar la cabeza por encima de esta puta ciudad al menos para respirar un poco de aire puro y entonces la mujer me dice que pare ahí mismo, antes incluso de su destino corto quetecagas, que se acaba de acordar de que tiene que recoger unas monturas de la óptica, y el taxímetro apenas se ha movido unos céntimos, y me paga con monedas pequeñas y otra vez a sacar las bolsas justo cuando suena el móvil y suelto la última bolsa y miro la pantalla: mi ex, que me dice que acaba de dejarlo con su novio y que si puedo acompañarla a sacar sus cosas de la casa de él, que a ella le da yuyu, y digo que vale, que en veinte minutos estoy ahí pero que antes tengo que echar gasolina y ya de paso parar en alguna farmacia porque sólo me quedan dos Trankimacines.