Nos robaron la isla, también, pero ya estoy preparado para el búnker, ya sabría qué llevarme: latas de conserva hasta el fin de los días, vino joven para verlo envejecer, ninguna foto. El espejo retrovisor de mi taxi, cristasol y un trapo, un reloj parado en las ocho y treinta y tres, el cuadro de El Grito, cien mil folios y quinientos bolis Bic. Esos cedés que tú y yo sabemos, esas pelis que tú y yo sabemos, esos libros. Dos macetas con flores de plástico, mi pato de goma Made in Hong Kong y, por supuesto, tú conmigo y tu guitarra.
Y seríamos felices en el búnker, aún más que ahora. Yo escribiendo para ti; tú soñando por los dos. Contándonos historias inventadas. Y a salvo, por fin, de las inclemencias del tiempo (pagaríamos el búnker al contado), sin planes de pensiones ni llamadas a deshoras del 1004, sólo amor. Sin cielos ni celos, sólo amor. Arreglando el mundo sin salir del búnker, jugando al Comunismo tu boca y la mía.
Y por la ventanita del búnker observaría cómo se matan los hombres (se acabarán extinguiendo, no lo dudes), cómo arrasan los campos y mientras tú, abrazándome desnuda, sintiendo los dos el calor del cuerpo a cuerpo. Y tapando la ventana sería de noche cuando tú quisieras. Y contaríamos el paso del tiempo en arrugas, como anillos de árbol. Y mis hijos y tus hijos seguirían escribiendo por mí, cantando por ti y a salvo. Ajenos al mundanal ruido. Mirando por la ventana mientras piensan: los presos son ellos.
Es cierto que Lorca, y también Cernuda, nunca quisieron mucho al pastor de cabras, pero despertó las simpatías y la amistad de todos los demás. Lo que no es cierto es que Miguel Hernández se alistara debido a la muerte de Lorca. Ya se había posicionado ideológica y socialmente antes de ese suceso. Para el 35, además, ya había abandonado su credo religioso, por represor y reaccionario, desvinculándose tanto de Almarcha, como de Sijé; aunque mantuviera profunda amistad y cariño con este último, como lo demuestra esa maravillosa elegía… Y antes de eso ya había escrito «La tragedia de Calisto», en la que se mofa de sus profesores de la Compañía de Jesús… La ayuda de Almarcha, es innegable, pero no viene a cuento magnificarla, y olvidas que también había un abogado que le facilitaba lecturas de su biblioteca particular, por ejemplo. Lo que el vicario hizo no fue sino fomentar algo innato e inusitado. Quiero decir, que su autodidactismo y su especial disposición están por encima y más allá, de quienes avistando al listo trataron de captarlo. Captación que Hernández rechazó de plano y abiertamente. Por otro parte, y en cuanto a su alistamiento y militancia… se va forjando a fuego lento pero decidido, mucho antes de la muerte de Lorca. Su compromiso vienen de antes, de toda una vida, en la que tienen que ver tanto sus orígenes, como el recorrido, y no sólo un hecho deleznable y aborrecible, por muy clasista que uno sea.
*En Orihuela, había ya entonces treinta y tres iglesias, para diez mil habitantes, y mucho cacique, y más pobres que caciques, así que difícil esquivar el contacto y la caridad de quienes siempre han sabido elegir el árbol al que arrimarse.
01 mayo 2013 | 14:33
https://www.youtube.com/watch?v=yLRGXbKQZOk Deberiais de contratar a este chico se llama Salvador Raya hace noticias tutoriales..
01 mayo 2013 | 15:32
@ AGATA no hay de qué. Me he sentido con el derecho de decirte lo que te he dicho y me alegro de habertelo dicho. Y me alegro de tu reacción. En este mundo estamos para ayudarnos, aunque no conozcamos de nada a la persona que tenemos en frente, pero es nuestro deber.
Cuando quieras echamos ese ratito en el bunker que a mí ya me va haciendo falta desahogarme, reirme, llorar, charlar….mi cabeza es ahora mismo una maraña sin solución!!!!!!!
02 mayo 2013 | 10:05
Me gusta.
http://en-otra-dimension.blogspot.com
03 mayo 2013 | 03:41
Que bonito..! Con estas entradas ganas adeptos si o si.
03 mayo 2013 | 12:22