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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

The Decemberists, un paso más allá

Barrocos, intrincados, teatrales, excesivos… Para bien o para mal, The Decemberists (estos tipos con pinta de amish rancios o de haber salido de otro siglo que veis en la foto) dejan indiferentes a muy pocos. En cierto modo es normal. Porque la banda de Portland (EE UU) destila la que probablemente sea una de las atmósferas más pretenciosas del folk-rock americano actual. Y eso a veces puede irritar un poco.

Para incidir un poco más si cabe en la tesis de que para escuchar un disco entero de The Decemberists hace falta tener un poco de paciencia, el grupo liderado por Colin Meloy acaba de publicar un álbum, «The Hazards of Love», en el que lleva su propuesta un paso más allá. A lo largo de una hora y 17 canciones, se marcan una ópera rock en toda regla. El disco narra la trágica historia de Margaret, una mujer que sufre el rapto por parte de un animal fantástico que cambia constantemente de forma. Tras innumerables aventuras y desventuras, Margaret acaba encontrando la muerte a manos de su verdadero amor. Todo como muy pomposo. Pero no se vayan todavía.

Para alguien como yo, a menudo más partidario de la concisión que del abuso de artificios, un disco tan abiertamente progresivo y ambicioso como este podría ser de un indigesto de tres pares de cojones. Pero no, no lo es. Y me explico.

«The Hazards of Love» es un carrusel de emociones. Un trabajo enormemente variado en su faceta instrumental que tan pronto sorprende al oyente con arrebatos de rock contundente como le lleva a la calma más absoluta a través de episodios de pura sutileza acústica, siempre guiado por las bellas e impredecibles melodías de Meloy. Una caja de sorpresas concebida para ser disfrutada de principio a fin en la que queda terminantemente prohibido el uso del random. Y un disco con algo de mágico, de los que a buen seguro citaremos en diciembre como uno de los más inspirados y sobresalientes ejercicios creativos del año.

… y Last fm se hizo de pago

Ya lo habéis visto en la noticia que hemos publicado esta mañana: la macro red sociomusical Last fm será de pago a partir del inminente 30 de marzo. Horror, pavor. Usuarios cabreados, insultos y airadas quejas en el blog de la plataforma. Y yo, una vez más, ejerzo de abogado del diablo y, en parte, comprendo la decisión. Me explico.

El pago obligatorio de la cuota no afectará a EE UU, Reino Unido ni Alemania. ¿Conspiración angloteutona contra el resto del mundo? Pues no. Puro pragmatismo. Porque en estos países, amigos, la inversión publicitaria en un negocio de estas características sí es rentable. Aquí (y en muchas otras partes del mundo) no lo es. Nadie debería sorprenderse, sabiendo de antemano lo que cuidamos, valoramos y promovemos la música en este país.

Más allá de eso, conviene dejar claro un punto: no todo va a ser de pago a partir del 30 de marzo. Se trata únicamente de la radio. El sistema de scrobbling, las recomendaciones, los eventos, las biografías de los grupos… Todo ello seguirá siendo gratuito. Por mi parte, lo que más escucho es mi propia música, y si no tengo un disco en concreto lo puedo encontrar en Spotify (siempre que este se mantenga en la actual gratuidad) o, en último término, buceando en el maravilloso mundo de las descargas directas. Así que no se cae el mundo, al menos de momento.

Por otra parte, hagamos un ejercicio de sinceridad. En caso de usar mucho la radio, ¿a alguien le parece mucho dinero 3 euros al mes por poder usarla sin restricciones? Decía alguien en los comentarios de la noticia que «para mí, Internet es sinónimo de gratis». Lo entiendo: nos hemos malacostumbrado. Pero me temo que habrá que hacerse a la idea. Porque es muy posible que tendamos precisamente a eso: al pago de pequeñas cantidades por servicios de calidad.

Tampoco suena tan mal.

¿Qué tienen The Killers?

Ayer, la banda de Las Vegas abarrotó el madrileño Palacio de Deportes. 15.000 personas acudieron a ver al mormón Brandon Flowers y compañía, en un concierto para el que las entradas estaban agotadísimas hace más de un mes. Y hasta 100 eurazos que se pagaban en la reventa, oiga.

Y yo, cojo y me pregunto: ¿qué demonios tienen The Killers?

Les vengo siguiendo vagamente desde Hot Fuss, un disco con un par de temas frescos. Sam’s Town me fue ganando con las escuchas sin llegar a apasionarme, y Day and age ha pasado por mi vida sin pena ni gloria. Vale, están bien. Y ya.

No termino de entender qué es lo que ha cambiado en su propuesta para que, en su última visita a Madrid (hace cuatro años), tocaran en la sala Copérnico ante 400 personas y ayer fueran recibidos como si Depeche Mode se tratase. Al fin y al cabo hablamos de una banda con sólo tres discos en la calle.

Convénzanme de sus bondades como grupo, oh, apasionados fans de The Killers. Más allá de que sean la banda de moda.

La MTV me copia un post

Me ha pasado alguna vez: navegas por Internet y encuentras a un fulano que te ha copiado un post y, tal cual, lo sube a su blog o página web como si fuera suyo. Está feo. Jode un poco. Pero no es extremadamente grave.

Lo que sí me parece grave (y muy, muy cutre por su parte), es que lo haga la todopoderosa MTV. Y encima en una noticia de la sección de actualidad musical, a propósito del lanzamiento del nuevo disco de los catalanes The Unfinished Sympathy.

Aquí, la noticia de la MTV.

– Y aquí, mi post del pasado 25 de febrero

Ni siquiera se molestan en maquillarlo. Directamente cogen ambos párrafos, se marcan un Control+C, Control+V y… ¡a correr!

Los contenidos de 20minutos.es están protegidos por licencia Creative Commons. Esto significa que cualquiera puede reproducirlos en cualquier parte, pero siempre citando la fuente y enlazándola, cosa que en esta ocasión se han pasado por todo el forro. He intentado ponerme en contacto con ellos y no ha habido manera…


Dilema resuelto. El error no fue de la MTV, sino de Subterfuge, tal y como apuntabais en algún que otro comentario. Ellos fusilaron el post (no sólo de este blog, también la reseña de Mondosonoro) y se lo mandaron a media humanidad. Por lo visto les había gustado mucho. Sea como sea, por mi parte me vale con una disculpa y una rectificación, aunque en este caso sirva de poco. Al final, lo más importante es el fondo (en este caso un disco sobresaliente) y no la forma.

Lo mejor de Internet desde Napster

Sí, amigos. Hace unos días comentaba en un artículo las nuevas posibilidades que la Red ofrece a los melómanos. Hoy vuelvo a dar fe, con el conocimiento de causa que me confieren varias semanas de intenso uso y disfrute: Spotify es lo mejor que nos ha pasado desde Napster.

Para los que no todavía no sepan de qué demonios va todo esto, un par de líneas explicativas: Spotify es un reproductor de música online. Tal cual. Como el Windows Media o el Itunes, pero sin necesidad de tener la música almacenada en tu disco duro. Porque ésta ya está ahí. Cien por cien disponible. Para que la escuches, la vuelvas a escuchar, hagas una playlist con tus temas preferidos o cualquier otra cosa que te salga del higo hacer.

¿El precio? Una breve cuña publicitaria de vez en cuando (cada diez o quince canciones). Y aunque ya hay quien se queje de ello, me parece más que razonable. Es un regalo. Un precio ínfimo. Y el que no acierte a verlo es que no ha terminado de comprender la complejidad de una industria, la discográfica, que guste o no tiene mucho que decir en el futuro del negocio del que estamos hablando. Sólo cabe esperar que el número de anuncios no se dispare y la oferta (extensa, aunque aún limitada en muchos estilos), siga en imparable aumento. Estaremos atentos.

Vale, hay otros programas, reproductores y plataformas. Y muchos cuentan con funciones similares a las de Spotify. Para gustos los colores. Pero hasta el momento ninguno me ha parecido tan sencillo, intuitivo y cómodo (menos es más, como casi siempre). Y sólo Spotify ha tenido la visión de llegar a un acuerdo con Lastfm, de manera que todo lo que escuches en Spotify se manda a tu perfil. Una sabia manera de ganarse el favor de diez millones de usuarios que, como yo, llevan una buena temporada enganchados a la red de la música por excelencia, y a la que le faltaba lo que precisamente ofrece Spotify. Una jugada maestra.

Algunos dicen que éste es el futuro: no la posesión de música a base de descargas, sino el libre acceso a ella desde cualquier lugar. Veremos si los tiros van por ahí. Por el momento, disfrutémoslo.

Larga vida a los conciertos cortos

– Arriba los grupos que dejan con ganas al personal. Porque lo bueno, si breve, dos veces bueno. Siempre.

– Arriba los grupos que pasan de los bises (o como mucho hacen uno). Porque es un recurso tan efectista como sobado. Y ya huele.

– Abajo los grupos que creen que tienen que ofrecer dos horas de concierto para que la gente se vaya contenta a su casa. No, no y no. Sois un tostón.

– Abajo, por extensión, los insaciables fans que se cabrean si su grupo del alma toca menos que eso. Poneos el disco en casa si os habéis quedado con ganas.

Por todo esto, yo clamo: larga vida a los conciertos cortos.

José González. Te va a gustar

Si eres un inculto musical, te va a gustar José González, cantautor sueco de padres argentinos y protagonista de hoy en Entrada Gratuita. ¿Por qué? Porque ya escuchaste una de sus canciones en un anuncio de la tele, ese aparato que en su día te descubrió a decenas de grupos de los que ahora eres fan (aunque sólo sea de un pequeño fragmento de una canción). ¿Que no recuerdas el anuncio? Sí, hombre, sí. El de las bolitas de colores.

Si no te gusta el folk, te va a gustar José González. Aunque aborrezcas a Russian Red y otras propuestas similares, tan de moda últimamente. Porque el minimalismo de sus canciones es diferente. Quizás porque tocaba en un grupo de hardcore punk. Quizá porque tiene influencia de flamenco y eso se nota en su manera de tocar. Por lo que sea, pero es especial. Además, hace versiones de temas que nada tienen que ver con el folk y que probablemente conozcas, como «Teardrop», de Massive Attack o «Love will tear us all apart», de Joy Division.

Si te va el rollo acústico, sincero y sin aditivos, te va a gustar a José González. De hecho, en ese caso probablemente ya estés familiarizado con una trayectoria que, aunque corta (dos discos y un puñado de EPs), ya ha dejado una extensa colección de temas memorables, compuestos, ejecutados y cantados con un talento fuera de lo común. Pasión y melodía en estado puro.


Cabe la posibilidad de que, con esto y con todo, no te guste José González. De ser así, casi mejor, porque ya no queda ni una entrada para verle mañana en Madrid (Joy Eslava), en el que será el último concierto de su gira española.

Músicos que se llevan a matar

The Flaming Lips y Arcade Fire han protagonizado el penúltimo episodio de disputa pública en el rock (la antepenúltima aquí reseñada fue la pelea entre John Lydon de Sex Pistols y Kele Okereke de Bloc Party). El líder de Flaming Lips, Wayne Coyne, hizo recientemente unas polémicas declaraciones a Rolling Stone sobre el grupo canadiense: “Hemos tocado algunos shows con Arcade Fire y puedo asegurar que tratan a la gente, a su equipo y a su público como a la mierda”, aseguró Coyne. «Tienen buenas canciones, pero son gilipollas». Ahí queda eso.

Como era lógico, Arcade Fire no han tardado en contestar. Lo han hecho a través de un comunicado en el blog de Win Butler, cantante, que podéis leer en la web del grupo. Resumiendo, Butler apunta que ellos sólo coincidieron con el señor Coyne en una ocasión y que este no les hizo ni puñetero caso, por lo que difícilmente podría emitir un juicio de esas características.

Grupos y/o cantantes que no se aguantan. Una historia tan vieja como el propio circo del rock. Hay decenas de casos. Hoy recordamos cuatro de ellos:

Kurt Cobain vs. Axl Rose

Dos de los grandes iconos del rock de la pasada década se pasaron buena parte de su carrera dedicándose insultos mutuos cada vez que surgía la oportunidad. Que si Kurt y su mujer son unos drogadictos de mierda, decía Axl, que si Axl es un gilipollas sin talento, respondía Kurt… El origen de la enemistad tuvo su origen en la negativa de Cobain a telonear a Guns n’ Roses, una oferta que Axl (gran fan de Nirvana) le había trasladado en un principio. Tras años de dardos verbales, llegaron a las manos en el backstage de los premios MTV, en 1992. El personal de seguridad intervino a tiempo (afortunadamente para el esmirriado Kurt, que a buen seguro se hubiera llevado una buena somanta de palos).

Anthony Kiedis vs. Mike Patton

En pleno éxito de Red Hot Chili Peppers y Faith No More, el cantante de los primeros, Anthony Kiedis, acusó a Patton de imitar su manera de cantar (lo que no deja de ser irrisorio). Años después, cuando Faith No More se separaron, la coincidencia de los lanzamientos de «California» (de Mr. Bungle, el otro grupo de Patton) y «Californication» (de RHCP), desató una nueva polémica por lo parecido de los nombres. El sello de Mr. Bungle retrasó el lanzamiento del disco. Tras aquello, Red Hot impusieron no coincidir con Mr. Bungle como condición para tocar en cualquier festival, a lo que el grupo de Patton respondió con su particular sentido del humor, disfrazándose en directo de RHCP, simulando inyectarse heroína y haciendo versiones cutres. Hoy en día se siguen llevando igual de bien.

Jack White y Jason Stollsteimer

En diciembre de 2003, durante un concierto de Blanche en el Magic Stick nightclub de Detroit, el líder de White Stripes y el cantante y guitarrista de Von Bondies se enzarzaron en una pelea que acabó con el segundo en el hospital. Según Stollsteimer, White se abalanzó sobre él sin mediar palabra. En palabras de White, él actuó «en defensa propia». Jack fue arrestado y llevado ante el juez, que le obligó a pagar 570 dólares y asistir a clases para controlar su ira (como Marge en el mítico episodio de los Simpson). El altercado fue aireado públicamente por la agencia de management de los Von Bondies, lo que, en palabras de White, fue «una estrategia para vender más discos». Lo curioso del asunto es que, hasta poco antes del incidente, ambos se llevaban de perlas (de hecho, White había participado en la producción del primer disco de Von Bondies).

Fito Paez vs. Joaquín Sabina

Probablemente nuestro más cercano y popular caso de enemistad musical. Joaquín Sabina y el argentino Fito Paez nunca se llevaron bien. En 1998 grabaron juntos «Enemigos íntimos» y parecía que los rencores quedaban olvidados. Pero terminó siendo peor. «Sabina es un mentiroso profesional, es como una novia borracha», declaró Paez en 2006. Ahora, más de una década después de aquel disco conjunto, parece que se vuelven a entender, y han vuelto a colaborar en un disco en vivo de Paez que verá la luz el próximo abril. En la discográfica se frotan las manos: «el disco será de los que hacen época». Es lo que tiene la polémica: vende.

¿Qué otros casos de enemistad recuerdas en el mundo de la música?

Fabchannel echa el cierre

Hace un par de meses hablaba en este blog de una de las iniciativas musicales más interesantes surgidas en Internet en los últimos tiempos, Fabchannel. Un lugar para ver conciertos gratis en streaming, financiado exclusivamente a través de la publicidad y los sponsors. Una buena idea, tal y como comentaba aquel día.

Hoy recibo la noticia de que Fabchannel echa el cierre.

La nota de prensa es muy clara sobre las causas del fracaso. Los responsables de la web culpan de manera directa a los grandes sellos discográficos, «porque no han permitido que se grabe a sus artistas». Esto, junto a las dificultades que presenta el mercado de la publicidad online, especialmente en tiempos de crisis, han precipitado la desaparición de Fabchannel.

La falta de apoyo por parte de la mayoría de las multinacionales no hace sino confirmar una realidad que todos conocemos: los grandes conglomerados de la música se siguen resisitiendo al cambio, agarrándose al clavo ardiendo de un negocio que ya no es lo que era y oponiéndose a buena parte de los modelos que se escapen a su tradicional control. Fabchannel representaba una oportunidad. Quizá no un negocio redondo ni una máquina de hacer dinero (nunca será comparable ir un concierto que verlo en la pantalla de un ordenador), pero desde luego sí una plataforma completamente legal e interesante para todas las partes. Pero por lo visto no les debió resultar suficientemente rentable y decidieron oponerse rotundamente a cualquier colaboración con la empresa holandesa.

El problema viene a ser el de siempre: cuando todo se mide exclusivamente por el baremo de la rentabilidad económica, la cultura pasa a un plano secundario. Se desvirtúa. Y eso sólo puede terminar mal, ya no sólo para iniciativas como Fabchannel (que evidentemente sufre las consecuencias de no poder contar con artistas superventas en su archivo), sino también para aquellas sellos discográficos que no demuestren visión de futuro y capacidad de adaptación. Si no, al tiempo.


Podéis disfrutar de los más de 1000 conciertos gratuitos que ofrece Fabchannel hasta el próximo viernes 13 de marzo. A partir de entonces, la web pasará definitivamente a engrosar la lista de proyectos frustrados de la Red. Una pena.

Psapp. Unidos por los juguetes

Chico conoce chica. Se caen bien. Les une la afición por Tom Waits, The Cure, los juguetes y los gatos. Así que juntos deciden formar una banda.

Esta es la sencilla historia de Galia Durant y Carim Clasmann, o lo que es lo mismo, Psapp (pronúnciese sap), un grupo londinense difícil de encasillar. Y es que en sus canciones el dúo encaja, cual armonioso puzzle, electrónica experimental, sonidos reales, instrumentos de juguete (tambores, xilófonos, panderetas, cascabeles..), melodías de pop dulce y, sobre todo, mucha sensibilidad.

Como todo ello era casi imposible de definir en una sola palabra, a algún avispado que por allí pasaba se le ocurrió acuñar el término de turno para referirse a Psapp: toytronica. No iba muy desencaminado. Pero olvídense de prejuicios absurdos. Incluso de etiquetas, a ser posible: lo que hacen Psapp es música bonita. También entrañable, delicada y sutil. Pero sobre todo, bonita.

Como no podía ser de otra forma (a veces la justicia cósmica hace su trabajo), alguien se dio cuenta del gancho de las canciones de Psapp y decidió darles un empujón. Fueron los responsables de la exitosa «Anatomia de Grey», que escogieron Cosy in the Rocket como tema principal de la serie.

Tras un discreto paso por España hace un par de años, el dúo se vuelve a dejar caer por aquí. Lo hace para presentar las canciones de The Camel’s Back, su tercer largo. Hoy estarán en la sala Caracol (Madrid) y mañana en Razzmatazz 3 (Barcelona). No os los perdáis.