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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

Archivo de la categoría ‘Tecnología e Internet’

Russian Red y el idiotizado universo Twitter

Es, con mucho, la polémica más ridícula de la que he sido testigo en mucho tiempo. Y una vez más, vuelve a tener como protagonista a Twitter, esa red social en torno a la cual parece que gira todo últimamente, cuando en la mayor parte de las ocasiones lo único que realmente gira son narcisistas alrededor de su propio ego.

La cantante Russian Red escribió ayer un tuit algo confuso: «La manera de combatir la falta de belleza es la extrema delgadez.». Y claro, el tsunami no se hizo esperar. Un aluvión de críticas acusándola de alentar la anorexia se fueron sucediendo rápidamente y, en poco tiempo, la historia ya se había convertido en Trending Topic, ese indicador de nada por el que tantos suspiran. De poco sirvieron los posteriores tuits de la cantante madrileña: «La belleza es entenderse con el cuerpo. Saber llevarse. La falta de belleza es lo contrario», trató de explicarse primero.«¿Por qué habéis entendido todo lo contrario de lo que estoy diciendo?», respondió después, casi implorando clemencia. Y finalmente insistió: «No, no y no a la anorexia por Dios, ya». Fue su último tweet antes de verse obligada a cerrar su cuenta.

Sin entrar a valorar a Russian Red en el aspecto musical o personal, creo que no hay que ser demasiado inteligente para darse cuenta que su intención no era promover la anorexia, sino todo lo contrario. Como mucho, redactó mal su tuit, pretendió ser irónica o no supo explicarse con la claridad que, por lo visto, se le presupone a un personaje público. Pero claro, la carnaza mola y lapidar a alguien es la hostia de divertido desde que el mundo es mundo. Sobre todo si luego sacan tu ingenioso tuit metiéndote con un famoso en un periódico digital: «Mira, mamá: salgo en el periódico», escribía un orgulloso tuitero junto a un enlace a otro diario, que reproducía en su artículo algunas de los descalificaciones que había recibido la cantante en su web social, entre otros el suyo. Bravo por tu momento de gloria, chaval.

Para comprobar que el mundo está lleno de idiotas basta con dar una vuelta por la calle. Y con Internet pasa lo mismo: están todos ahí, pululando en el ciberespacio, agazapados tras un grasiento teclado. Aunque quizá sean aún más preocupantes los titulares de algunos diarios a propósito de la polémica. Dos ejemplos: La Vanguardia o El Ideal hablan hoy en sus respectivas webs de «el tuit de Russian Red que alentaba a la anorexia».  Claro que sí. Para qué analizar, comprender y explicar las cosas tal y como son si se puede uno sumar al sabio populacho virtual, que como es muy numeroso seguro que tiene razón. ¿No iba de eso la democracia?

La ocasión viene al pelo para compartir algunas de las sabias reflexiones que arrojaba ayer en una entrevista la periodista Soledad Gallego-Díaz:

«Los periodistas están tan preocupados escribiendo en sus tabletas, que no escuchan. Están en una conferencia de prensa y están transcribiendo lo que oyen. Si estás transcribiendo lo que oyes, no te das cuenta de lo que estás oyendo. Y sobre todo no tienes el instante ese en que se te enciende la bombilla y dices “lo que me está contando este señor es absurdo”. (…) «La inmediatez de la web tiene un efecto depredador sobre las capacidades de los periodistas».

A la gran Soledad se le olvidó decir que, a menudo, la inmediatez de la web también tiene un efecto depredador sobre las capacidades de la gente en general.

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‘Marley’, la historia de un icono global

Ayer tuve la oportunidad de ver el documental Marley, que se ha estrenado simultáneamente en salas de cine y en la plataforma de streaming Filmin. Un trabajo dirigido por Kevin Macdonald (La legión del águila, El último rey de Escocia) que se aproxima de manera bastante fiel y equidistante a la figura de uno de los iconos globales más importantes de la música del siglo XX y que resultará interesante tanto a los poco iniciados en su carrera como a los que conocen en profundidad la trayectoria vital de la gran figura de la música jamaicana.

Quizá la mayor virtud del mastodóntico trabajo de Macdonald sea precisamente esa: haber sabido alejarse del estereotipo de documental homenaje -muy habitual en el mundo de la música- que sólo tiende a ensalzar desproporcionadamente al artista y ocultar sus defectos. Marley los tenía. A pares (el filme obvia, entre otras cosas, los supuestos malos tratos a Rita Marley que ella denunció en su biografía o muchas de sus oscuras relaciones con algunos de los sectores más criminales del gueto). Y aún así, pocos se atreverían a poner en duda su condición de genio carismático, compositor brillante y líder nato. Un tipo que, en lo puramente artístico, llevó la música de su país a cotas de popularidad inimaginables años antes y que, para muchos, ejerció de líder espiritual. Aunque fuera pregonando el credo rastafari, esa confusa y algo retrógrada mezcolanza de afrocentrismo y judaísmo que adora al que fuera dictador etíope, Haile Selassie I, como rey de reyes, pero que al mismo tiempo alberga componentes de igualitarismo, paz social y amor al prójimo enormemente necesarios tanto en la Jamaica de ayer y hoy como en el mundo entero.

En el plano personal, y más allá de su indiscutible condición de leyenda, la de Marley es una historia de tenacidad. La de un hombre que vivió convencido de que triunfaría en la música -quizás en ello resida buena parte del secreto del éxito-, pero también la de un joven que creció en Santa Clara antes de mudarse a Kingston, donde sufrió las burlas de otros por ser mulato, lo que marcó de manera definitiva su manera de ver el mundo. Hijo de un militar británico blanco que dejó embarazada a su madre para posteriormente desaparecer sin dejar rastro, el joven Robert Nesta Marley era introvertido y seductor (tuvo once hijos de nueve mujeres distintas), pero también alguien que no se fiaba de su propia sombra, una manera de ser forjada en las durísimas callejuelas del barrio marginal de Trenchtown.

Marley navegó con habilidad en las aguas del mento, el calipso y el ska para protagonizar, junto a nombres como Jimmy Cliff o su compañero en los Wailers Peter Tosh, la transición hacia el reggae, el singular sonido que entre todos exportaron de la isla caribeña al resto del mundo. Lo hizo dejando para la historia canciones inmortales. Muchas más que las que todo el mundo conoce de su etapa con la multinacional Island. De hecho, es en los primeros trabajos de Marley y en composiciones como Soul Rebel, Trenchtown Rock o Judge Not donde se encuentra buena parte de la magia que luego desarrollaría en discos como Kaya o Exodus, que le llevaron al éxito internacional de la mano de las emisoras de radio occidentales.

A pesar del éxito, Bob Marley sólo consiguió a medias el que era su gran sueño: triunfar en África, el lugar que -como todos los rastafaris- consideraba su verdadero hogar. Lo intentó tocando en países como Nigeria o Zimbawe, invitado por sus respectivos y sangrientos dictadores. Y sin embargo, no cabe duda de que si la vida le hubiera dado más tiempo hubiera llegadoa un estatus mucho más elevado en el continente. Su lesión en un dedo del pie, causada por su gran pasión, el fútbol, descubrió un melanoma que fue empeorando a pasos agigantados (en buena parte, por los malos consejos que recibió), y el cáncer se extendió de manera fulminante hasta acabar con su vida en mayo de 1981.

Hoy, 31 años después de su muerte, su legado sigue tan vigente como entonces gracias a trabajos como este soberbio Marley. De obligado visionado para todo aquel que se diga amante de la buena música.

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Google rinde homenaje a Robert Moog

De entre los muchos doodles interactivos que el gigante de los buscadores ha puesto en marcha en los últimos tiempos, pocos han sido tan musiqueros y trabajados como el que nos hemos encontrado este miércoles en nuestra página de inicio. Hoy se cumplen 78 años del nacimiento de Robert Moog, creador del sintetizador Moog. Y con motivo de tan señalada efeméride, la portada de Google se convierte en un sintetizador en el que el usuario puede tocar y grabar sus propias melodías y añadirle un sinfín de efectos, casi como si se encontrara ante uno de aquellos prodigiosos cacharros. En vídeos como éste podéis cómo funciona.

Para quien el nombre de Robert Moog le suene a chino, cabría decir que su aportación a la historia de la música ha sido absolutamente fundamental. Nacido en Nueva York en 1934, en 1964 presentó al mundo, junto al compositor Herb Deutsch, el Moog Modular Synthesizer, un instrumento electrónico capaz de generar un número prácticamente infinito de sonidos diferentes. Aunque durante sus primeros años de vida apenas se utilizó para componer jingles publicitarios, no tardó en llamar la atención de los músicos más avezados. Jean-Jacques Perrey y Gershon Kingsley fueron los primeros en grabar un disco con el moog, «The In Sounds From Way Out!» de 1966 (un álbum a cuyo título rendirían homenaje mucho después Beastie Boys). Otros, como la compositora Wendy Carlos, también hicieron sus pinitos tocando, con aquel extraño aparato, algunas de las piezas más conocidas de la música clásica.

Las inmensas posibilidades de aquel prodigioso aparato llamaron la atención de algunas de las bandas más inquietas del momento, que comenzaron a experimentar con la música electrónica en su versión más primitiva. Serían, sin embargo, los grandes grupos del momento, como The Rolling Stones, Simon & Garfunkel o The Doors los encargados de popularizarlo. De entre los más recordados usos del Moog, el que hicieron los Beatles en Because. Johnn Lennon había comprado el sintetizador durante un viaje a Nueva York y George Harrison fue el encargado de tocarlo. Podéis escucharlo en el puente del segundo 01:34 y al final del tema, a partir del 02:15.

Con la llegada del rock progresivo, ya en los 70, formaciones como Yes o artistas como Jean Michel Jarre contribuyeron enormemente a dar a conocer un instrumento que, además, contaba ya con una versión más pequeña, el mini-moog, de precio mucho más accesible. Pero fue a finales de la década de los 70 y a principios de los 80, con la llegada de la música electrónica propiamente dicha de la mano de Kraftwerk y, sobre todo, con la explosión del techno pop de grupos como The Human League, Ultravox o Depeche Mode, cuando el Moog se hizo con un papel absolutamente protagonista en la música popular. Su sonido invadió las radiofórmulas y definió toda una época.

Hoy por hoy los sintetizadores han evolucionado enormemente. Y sin embargo, quizá ninguno de ellos habría visto la luz de no ser por la aportación de Robert Moog. Infinidad de géneros, desde la psicodelia al metal, del rock progresivo a, por supuesto, la electrónica, le deben mucho. Y en un día como hoy, en el que hubiera cumplido 78 años de no ser por su triste fallecimiento en 2005, Google le rinde un más que merecido homenaje. Este blog no podía ser menos.

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Spotify habilita el ‘embed’

Ya tocaba. Spotify ha puesto hoy en marcha una de las opciones más demandadas por sus usuarios: bajo el nombre de Spotify Play Button, la plataforma sueca permitirá colgar directamente en webs o blogs toda su música. Vamos, lo que viene a ser el embed de toda la vida. ¿Tiene eso algo de especial? Sí, lo tiene.  La noticia es especialmente relevante porque significa un paso de gigante en la expansión de Spotify.  Pensad, por ejemplo, en lo importante que es para Youtube la posibilidad de que sus vídeos puedan verse en cualquier web. Teniendo en cuenta que Spotify ha aterrizado recientemente en mercado tan gigantesco como EE UU, todo indica que se trata de una apuesta en la dirección correcta.

La noticia se suma a la alianza, el pasado mes de septiembre, de la plataforma del círculo verde con Facebook. Aquella integración desató no pocas quejas, pues implicó que para difrutar de la vertiente social de Spotify había que darse obligatoriamente de alta en Facebook. Muchos usuarios se quejaron también de la falta de privacidad, ya que la red social publicaba sí o sí todo lo que el usuario escuchaba. Pocos días después, y ante el aluvión de quejas, Spotify  habilitó la posibilidad de «escucha privada».

Todo parece indicar que Spotify se está llevando el gato al agua en la trepidante carrera por dominar el mercado de la música en streaming. Mientras dicha competencia sea en beneficio del usuario, bienvenido sea. Ahora sólo queda exigir un reparto justo de los beneficios con los verdaderos responsables de que haya música en el mundo: los artistas. Pero esa es otra historia.

Como muestra, un botón. Aprovechando que mañana arranca gira en Madrid, os dejo con lo nuevo de Maika Makovski, Thank you for the boots.

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Reflexiones sobre el cierre de Megaupload

Ha sido una noche movida en la Red. Y lo que nos queda. A estas alturas, pocos quedarán ya que no se hayan enterado del cierre de Megaupload y de las reacciones que está suscitando. Entre el debate por la posible aprobación de la muy totalitaria y peligrosa ley SOPA y la noticia con la que hemos amanecido, existe la sensación de que estamos ante un momento que marcará de forma decisiva el futuro de Internet tal y como lo conocemos. Es el momento de reflexionar sobre todo ello.

– El cierre de Megaupload no sólo no contribuirá a acabar con las descargas, sino que muy probablemente provocará que surgan nuevas y más depuradas webs o sistemas para compartir archivos. Tal y como muy acertadamente señala Enrique Dans en su blog, este no es más que un nuevo ejemplo de lo complicado que resulta ponerle puertas al campo. La experiencia de Napster así lo demuestra. Por otra parte, ¿qué ocurre con la gente que tenía alojados en Megaupload contenidos que nada tienen que ver con los derechos de autor y que ahora mismo han pasado a manos del FBI? La hay. Yo era uno de ellos.

– Dicho lo anterior, una cosa debe quedar clara: los responsables de Megaupload han amasado una fortuna a costa del trabajo de otros, alojando publicidad en su web y cobrando suscripciones por permitir el acceso a contenidos protegidos con derechos de autor. Que el FBI les acabase cerrando el chiringuito parecía cuestión de tiempo. ¿Se ha hecho justicia o estasmos ante el principio de un estado policial en la Red? Juzguen ustedes mismos, pero una cosa es compartir archivos sin ánimo de lucro y otra hacerse de oro con ello. Y el matiz es importante.

– Sé que hoy por hoy es políticamente incorrecto pensar así, pero ya lo he dicho en otras ocasiones: pretender no pagar nunca por nada es insostenible y propio de un país en el que la cultura se valora muy poco. La frase: «si puedo tener algo gratis, para qué pagar» define al español medio. Y ello provoca que se valore cada vez menos el esfuerzo que cuesta grabar un disco, rodar una película o escribir un libro. Evidentemente la industria ha mantenido políticas deleznables, entre otras con los precios. Soy, de hecho, el primero que ha bajado cientos de discos a través de Megaupload, Soulseek y otras plataformas, y defiendo el derecho a poder hacerlo. También el primero que se alegrará el día que caigan algunos de los dinosaurios que han monopolizado el negocio de la música durante décadas. Pero procuro retribuír, en la medida de mis modestas posibilidades, a aquellos artistas que me aportan cosas. Yendo a sus conciertos o comprando sus discos, en el caso de la música. Como sea. Porque creo que es lo más ético. No deja de ser curioso, por otra parte, que muchos de los que enarbolan la bandera del «cultura libre para todos» sean personas que en su vida han estado interesadas por la cultura más allá de la basura para las masas que ofrecen los canales convencionales.

– Una última reflexión: comprendo y comparto gran parte de la postura de los que llaman a un levantamiento contra el cierre de Megaupload, pero ¿cómo es posible que con la que está cayendo sólo reaccionemos en masa cuando nos quitan la posibilidad de ver películas y descargarnos discos gratis? Recortes sociales, deshaucios diarios, desempleo asfixiante, políticos corruptos, beneficios multimillonarios para los banqueros…

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Deezer desembarca en España

Los que de un tiempo a esta parte venimos defendiendo el streaming -aún con sus asignaturas pendientes- como la gran apuesta para el futuro de la música tenemos hoy una nueva razón para estar de enhorabuena. Deezer, la plataforma musical líder en la vecina Francia, llega a España para postularse como la gran alternativa a Spotify, más asentada que nunca gracias a su reciente alianza con Facebook.

Deezer es la gran pionera en ofrecer música en streaming de manera gratuita. Comenzó a funcionar en 2006 bajo el nombre de BlogMusik, aunque tras una serie de litigios con las discográficas tuvo que reinventarse y renacer, en 2007, bajo el nombre que hoy perdura. La misma presión por parte de los grandes sellos provocó que lo que en un principio era un sistema similar a Spotify – escucha gratuita a cambio de publicidad entre canciones- se transformara en una plataforma de pago obligatorio. Un hábil campaña de Deezer, consistente en diversos acuerdos con Orange y Facebook, entre otros, provocó que los usuarios no abandonaran el barco. Hoy en día, Deezer cuenta con 20 millones de usuarios registrados, de los cuales casi uno y medio son de pago.

El usuario de Deezer puede optar por una de sus tres modalidades:  la gratuita Discovery Mode, que permite escuchar 30 segundos por canción y las diferentes emisoras de radio, el modo Premium -, que da acceso libre desde el ordenador a sus más de 13 millones de canciones por 4,99 euros, y el más completo Premium +, que ofrece además la posiblidad de escuchar la música en el móvil por 9.99 euros. Un sistema similar al de Spotify y al mismo precio, con la diferencia de que, al registrarte en Deezer, recibes una suscripción Premium + de prueba durante dos semanas.

A los que ya usamos Spotify, lo que nos interesa de Deezer son las diferencias. ¿Qué ofrece Deezer que no tenga ya el sueco círculo verde? Principalmente, tres:

– Para usar Deezer no es necesario descargar programa alguno, pues funciona como una web cualquiera y con cualquier navegador. A priori podría ser una ventaja, aunque en ocasiones puede no serlo tanto. Un ejemplo: hace un instante no me dejaba acceder a la web, cosa que nunca me ha ocurrido con Spotify. La incidencia, eso sí, se ha resuelto en cuestión de un minuto, e ignoro si ha sido cosa de mi propia conexión.

– Los usuarios de Deezer pueden subir sus propias canciones a la plataforma, característica más que apetecible de cara a liberar espacio en nuestro disco duro. Estas no estarán disponibles para otros usuarios, pero sí para uno mismo desde cualquier ordenador al acceder con su nombre y contraseña.

La radio. Es uno de los puntos flacos de Spotify. En Deezer, las centradas en estilos concretos como el indie rock o la electrónica son igual de limitadas, pero existe la llamada Radio Inteligente, parecida a la de Lastfm, que permite al oyente descubrir nuevas propuestas parecidas a un grupo en concreto. Todo un acierto.

¿Has probado Deezer? ¿Qué te parece?

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Entrada Gratuita da el salto a Spotify

Hace tiempo que vengo pensando en la posibilidad de poner en marcha algún tipo de iniciativa que lleve este blog a Spotify. Hace unos días decidí sacar un rato y elaborar un perfil de Entrada Gratuita en la plataforma de música en streaming. Es pues un honor presentároslo en sociedad con este pequeño post informativo.

En el Spotify de Entrada Gratuita os encontraréis, en un principio, siete listas que se irán actualizando puntualmente. Son las siguientes:

El disco de la semana. Como su propio nombre indica, el álbum más destacado de cada semana. Arrancamos con Undo, lo nuevo de The Roots.

Novedades: Una selección de lo más interesante que ha salido a la venta en los últimos días, tanto en nuestro país como en el resto del mundo.

Lo mejor de 2011: El año toca a su fin. Es momento de recuperar algunas de las mejores canciones de entre las que han visto la luz este año.

España me pone. Una lista para descubrir las bandas españolas más inquietas del momento. No tenemos nada que envidiar a lo que viene de fuera.

Joyas de otro tiempo. Emparentada directamente con la sección de este blog del mismo nombre, aunque significativamente más extensa: música anterior a la década de los 60 para los que tengan ganas de descubrir viejas maravillas musicales.

Canciones para empezar bien la semana: en la que recopilo las canciones de las que, cada lunes, os hablo en este blog.

La lista de los lectores: Quizá lo mejor de Spotify es la posibilidad de compartir canciones. Esta es una lista colaborativa, abierta a todos, en la que podréis subir los discos para que los escuchemos el resto de suscriptores.

Para suscribiros a las listas, podéis hacer clic en el enlace de cualquiera de ellas o en el siguiente botón. Espero que os guste.

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Los nuevos hipsters de la música

Hace unos días, un amigo me envió un interesante reportaje de una popular web de Internet y nuevas tecnologías, thenextweb.com, en el que un autodenominado geek de la música compartía con los lectores sus vehículos preferidos para descubrir nuevas y estimulantes propuestas musicales. El tipo, llamado James Aviaz (en la foto), citaba sus plataformas preferidas para tal menester: por un lado, las muy conocidas radios online Lastfm o Pandora (esta última accesible exclusivamente desde EE UU de un tiempo a esta parte). Por otro, las menos populares -al menos a este lado del charco- Rdio, Tastekid, Flookon o Songza. Aviaz también se refería en el artículo a webs como The Hype Machine o la australiana We Are Hunted, que le permiten saber qué es lo más cool del momento y, por supuesto, a sitios webs imprescindibles para todo melómano como Pitchfork y las redes sociales que todos conocemos, Facebook y Twitter, amén de otras muchas webs que le permitían estar siempre al tanto de lo nuevo y más prometedor de la escena underground.

En mi caso, y a pesar de que he usado y sigo usando algunas de esas plataformas (gracias a las cuales he descubierto auténticas joyas), no deja de ser curioso que mi principal vía para conocer nuevos grupos -o al menos, grupos que me acaban gustando realmente- siga siendo la misma que hace años: conciertos, publicaciones musicales de referencia y, principalmente, amigos en cuyo criterio musical confío plenamente. La gente como el tal Aviaz, tanto en el mundo anglosajón como en su versión patria (y algo más garrula) responde al típico perfil de hipster musical: alguien que conoce cientos de miles de nombres de nuevos grupos pero que no es capaz de dedicar a cada uno más de una escucha, no sea que mientras lo hace se pierda la aparición repentina de algún que otro grupo imprescindible. Son aquellos que hace no tanto acumulaban en sus discos duros centenares de gigas de música descargada a través de Napster, eMule o Soulseek que nunca llegaron a escuchar, pero que les permía decir «¡claro!» cuando se les preguntaba si conocían lo nuevo de tal o cual banda. Gente que ha crecido y vive con la percepción de que la música es un bien de usar y tirar, pues es más importante la tendencia efímera que las propias canciones. Existen. Y dan grima.

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GarageBand da el salto al teléfono móvil

Soy usuario de Mac desde hace unos cuatro años, cuando adquirí el Macbook desde el que escribo estas líneas. Desde entonces, no recuerdo una sola vez que el ordenador se me haya colgado, ni haber tenido virus alguno. Ambas circunstancias ya justificarían por sí solas el desembolso (unos 900 euros) que hice en su día por este pequeño y prodigioso cacharro. Y sin embargo, ninguna de las dos ventajas que me ofrecía la máquina de Steve Jobs fue decisiva a la hora de decidirme por ella.

Lo que me llevó a comprar un Mac fue la inclusión, de serie en todos los equipos de la manzana, de un programa con el que poder grabar mi propia música de manera extremadamente sencilla e intuitiva, el GarageBand. Nunca fui ningún enamorado del software musical, por lo que aprender a manejar Nuendo, Protools o Cubase se me antojaba demasiado complicado. Pero aquel programita y su simpático icono de la guitarra parecían estar enfocado a inútiles como yo. De fácil manejo, pero capaz de proveer resultados más que dignos, GarageBand se ha convertido para mí en una herramienta indispensable a la hora de construír canciones en el ámbito casero.

Hoy, todos los amantes de GarageBand están de enhorabuena. Desde ayer, la plataforma está disponible para los teléfonos iPhone 4s, iPhone 4 y iPhone 3Gs en forma de app adquirible por 4 euros en la Apple Store. El programa llega, eso sí, con una interfaz más comprimida, adaptada a la pequeña pantalla de los teléfonos, aunque manteniendo intacta su esencia y la posibilidad de incluír infinidad de teclados, guitarras, bajos y baterías con un resultado más que notable. También con el objetivo de seducir a los que nunca hayan tocado un instrumento gracias a sus «smart instruments», que permiten elegir entre una extensa biblioteca de acordes predeterminados. El nuevo Garage Band para iPhone también da al usuario la posibilidad de conectar una guitarra con un adaptador que se vende aparte.

La tecnología ha hecho que el mundo de la música ya no sea lo que fue. A menudo, para mal. Otras veces, para mucho mejor.

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Y los videojuegos salvaron al rock and roll

En una ocasión, un músico cuyos tiempos de gloria pasaron hace ya años me confesó que la única fuente de ingresos que recibía puntualmente eran los royalties por haber cedido su música a un famoso videojuego. «Ni SGAE, ni nada. Los únicos que pagan son los del Guitar Hero», contaba. «Todos los meses, como un clavo».

Hace años que los videojuegos generan más beneficios que otras industrias culturales históricas como el cine o la propia música. Y los artistas, especialmente los que tuvieron la suerte de exprimir la gallina de los huevos de oro que fue la industria discográfica durante la segunda mitad del siglo XX, son muy conscientes de ello. Por eso, y salvo contadas excepciones,  las discográficas suelen poner todo tipo de facilidades. Y los artistas, encantados. Un ejemplo: en 2008, muchos se sorprendieron al leer la noticia de que Metallica había ganado más dinero licenciando sus temas para Guitar Hero que si hubieran sido número uno de ventas con Death Magnetic. Los tiempos parecían estar cambiando, y todo el mundo se quiso sumar al nuevo boom. Aparecieron decenas de títulos con la música como protagonista… y claro, la gente se cansó y la burbuja acabó por desinflarse.

Pese a ello, los videojuegos siguen siendo una buena fuente de ingresos para los músicos. La explicación es simple: los juegos son más caros y se piratean menos. Hoy en día sólo los muy melómanos somos capaces de pagar cinco euros al mes por un acceso ilimitado a Spotify, pero cualquier hijo de vecino abona religiosamente y sin rechistar 60 ó 70 euros por el juego de turno. La piratería afecta, pero es sustancialmente menor que la que aqueja al cine o la música. Y la imagen de la que goza la industria del videojuego entre el público es, hoy por hoy, bastante más positiva que la que  arrastra la del disco.

La reflexión viene al caso del lanzamiento, la próxima semana, de Fifa 2012. La nueva entrega de la saga tendrá una banda sonora de excepción en la que estarán The Hives, TV on the Radio, The Strokes, Cut Copy, Architecture In Helsinki o Crystal Castles, entre muchos otros, además de dos españoles: El Guincho y Macaco. Yo llevo años sin tocar la consola y siempre fui más de Pro Evolution (aquellos menús con bakalao chungo eran entrañables), pero he aquí una nueva y buena razón para apostar por un juego que promete. Los goles con buena música son más goles.

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