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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

Archivo de abril, 2012

Canciones para empezar bien la semana: ‘Sixteen Saltines’, de Jack White

Hoy por hoy, pocos lo ponen en duda: Jack White es uno de los artistas más influyentes que ha dado la música en muchos años. Un talento excelso y prolífico al que respetan por igual los críticos más furibundos y el público masivo. Y un hombre que merecería estar en un hipotético podium formado por los tres artistas más influyentes del rock americano de la última década junto a Dave Grohl y Josh Homme. Y no sólo por su trabajo con The White Stripes, sino también por sus fantásticos discos con The Raconteurs y The Dead Weather, sus innumerables colaboraciones con otros artistas (Danger Mouse, Alicia Keys, Tom Jones…) y su faceta como productor.

Estos días el nombre de Jack White copa los medios por la reciente publicación de su debut en solitario, Blunderbuss. Cuando se cumple un año de la disolución del dúo que le dio la fama, Jack White se desmarca con un disco sobresaliente que le mantiene en la cresta de la ola. Su primer single, Sixteen Saltines, consta de varias frases que parecen dedicadas abiertamente a su antigua compañera de andaduras, Meg, a la que no ha vuelto a ver desde entonces. En concreto, el estribillo («¿Quién está celoso de quién?”) parece referirse directamente a la lucha de egos que, se presupone, estalló en el seno del grupo. Mal rollo. Pero en lo que a nosotros concierne, otro riff explosivo perfecto para arrancar esta semana y que, precisamente, recuerda más que otros temas del disco al añorado dúo. Si estáis de puente, disfrutadlo. Si no, también.

She’s got stickers on her locker
And the boy’s number’s there in magic marker
I’m hungry and the hunger will linger
I eat sixteen saltine crackers then I lick my fingers

Well every morning I deliver the news
Black hat white shoes and I’m red allover
She’s got a big mailbox, that she puts up front
Garbage in garbage out, she’s getting what she wants

Who’s jealous who’s jealous who’s jealous who’s jealous of who?
If I get busy then I couldn’t care less what you do
But when I’m by myself I think of nothing else
Than if a boy just might be getting through and touching you

Spike heels make a hole in a lifeboat
Jumpin’ and waving, I’m talking and laughing as we float
I hear a whistle, that’s how I know she’s home
Lipstick, eyelash, broke mirror, broken home

Force fed, force mixed ‘till I drop dead
You can’t defeat her, when you meet her you’ll be what I said
And Lord knows there’s a method to her madness
Bustin’ those jokes as I float in a sea of sadness

She doesn’t know but when she’s gonna sit and drink up a few
I’m sure she’s drinkin two, but wondering what for and who
And I’m solo rollin’. I’m one side off the boat.
Looking out, throwing up, a lifesaver down my throat
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Las marcas, ¿al rescate de la cultura?

Olvídense los madrileños de lo que conocíamos como el teatro Alcázar: a partir de ahora pasará a llamarse teatro Cofidís, sumándose así a otros que ya cambiaron su denominación, como el teatro Haagen Dazs (en la imagen, otrora teatro Calderón) o el teatro Movistar, al que muchos siguen llamando Rialto. Un patrocinio que también ha afectado a salas de conciertos como la la sala San Miguel (nacida con esa denominación en el interior del palacio de Vistalegre) o la Marco Aldany, que antes fue la sala Heineken y hace aún más tiempo, Arena.

Años atrás, cuando esta última sala cambió su denominación por la de la conocida marca de cerveza, recuerdo haberme empeñado en seguir escribiendo en el periódico «Sala Arena» cada vez que incluía uno de sus conciertos en la página de agenda. No tardaron en llegar las llamadas de los responsables de la firma quienes, no sin cierta indignación, me pedían encarecidamente que escribiese correctamente el nombre de la sala, pues la firma holandesa había invertido una sustanciosa cantidad de dinero para figurar en todas partes. «Se llama sala Heineken, no sala Arena», me decían. Durante un tiempo, espoleado por su insistencia – también por mi animadversión a tan insípida cerveza- y por cierta dosis de rebeldía juvenil de baratillo, me negué a ello y seguí escribiendo la antigua denominación. Como si sirviese para algo. Al cabo de no mucho tiempo yo también acabé llamándola Sala Heineken. Casi todo el mundo lo hizo. Y no pasó nada.

Pese a que, de entrada, toda iniciativa destinada a fomentar la preservación de espacios culturales me parece digna de aplauso, tengo serias dudas respecto a esta nueva manera de «salvar» las salas, los teatros o los cines a base de patrocinios. Un buen amigo que trabaja en el mundo del celuloide me dice que estas operaciones le recuerdan «a películas y novelas de ciencia ficción en las que todo va encaminado al apocalipsis, como Blade Runner».  Otro, pintor, opina que » todas estas inicitativas son una prueba evidente del trato a la cultura y al patrimonio en España». Y un tercero, que trabaja en una conocida discográfica multinacional,  se muestra convencido de que estas son «la unica salida para financiar un espacio cultural que de otra manera no se sostiene».  Yo, por mi parte, no puedo evitarlo: Me incomoda la invasión del espacio público por parte de la publicidad. Me irrita la estrategia de los encargados del departamento de márketing de turno que, sentados en una mesa, intentan que su marca se asocie a fomentar la cultura, por éticamente reprobables que sean sus políticas de empresa. Simplemente no me gusta. Será que una parte de mí, la más ingenua, sigue pensando que la cultura se puede y se debe sostener exclusivamente por el interés que genera en los miembros de una sociedad.

Igual sólo es cuestión de recibir otras cuantas llamadas más y acabar por acostumbrarme a los tiempos que nos ha tocado vivir.

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Canciones para empezar bien la semana: «No one does it like you», de Department of Eagles

«Hace un frío que pela», me dice mi chica esta mañana, al volver de sacar a los perros. El más friolero de ellos temblaba como una hoja.

Cuando el aire arrecia, me doy el homenaje de ir a trabajar en coche, bien acompañado por la música. Antes de arrancar, con el iPod en la mano, ya tenía muy claro qué disco quería escuchar hoy.

Descubrí a Department of Eagles indagando en los proyectos paralelos de los miembros de esa banda fundamental e inclasificable que es Grizzly Bear. Su guitarrista y cantante, el inquieto Daniel Rossen, formó Department of Eagles junto a Fred Nicolaus en 2000, cuatro años antes de unirse a Grizzly Bear. Debutaron en largo en 2003 con The White and the Moon, al que siguió, en 2007, The Cold Nose. Es, sin embargo, su tercer y último trabajo hasta la fecha, el sobrecogedor In ear park (2008), el que más hondo me ha llegado. También uno de los que más vueltas ha dado en mi cabeza en los últimos tiempos. En él, Rossen da rienda suelta a lo que ya desarrolla en Grizzly Bear, aunque aportándole un aura por momentos más cálida y accesible. Por momentos llega incluso a recordar a Beatles y Beach Boys, aunque siempre manteniendo intacta su afición por los desarrollos impredecibles, sorprendentes, únicos.

Hoy arrancamos la semana con uno de los temas más luminosos del álbum, No one does it like you. Una auténtica maravilla a la que acompaña, además, un vídeo mágico.

Out in the morning come
You don’t need to ask an alibi
And in the morning comes
You don’t need to be so honest

And in the morning come
You don’t need to ask an alibi
And in the morning comes
You don’t need to breathe so easy

I laughed so hard I fell down
I cursed these lanes I walked on

No one does it like you
No one does it like you
I tried so hard
But no one does it like you
No one does it like you
But I tried so hard

I tried so hard
I tried so hard


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Courtney, Dave y el circo rosa del rock

Hay ocasiones en que la frontera entre la información relacionada con el mundo de la música y la referente al del corazón se desdibuja casi completamente. Ayer, infinidad de medios digitales se hicieron eco de la nueva y delirante polémica entre la viuda del desaparecido Kurt Cobain, la siempre desequilibrada Courtney Love, y el líder de Foo Fighters y ex batería de Nirvana, Dave Grohl. A través de su cuenta en Twitter -una cuenta, por cierto, privada a la que ha tenido acceso el sitio web gawker.com-, Love ha acusado a Grohl de haber intentado seducir a su hija, Frances Bean Cobian, de 19 años. La líder de Hole asegura, además, que Grohl padece algún tipo de «patología» obsesiva con Kurt, y deduce que es él con quien realmente le hubiera gustado acostarse, de ahí que, por ejemplo, fichara en su día para tocara Foo Fighters a un batería que guarda un gran parecido con el propio Cobain.

No, no se ha confundido el astuto lector. Este no es un nuevo post de mi compañera Rosy Runrún y su blog sigue esteando en el mismo sitio de este mismo diario. Pero hay que saber hacer de todo: quién sabe qué tipo de habilidades requerirá el periodismo del mañana.

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Spotify habilita el ‘embed’

Ya tocaba. Spotify ha puesto hoy en marcha una de las opciones más demandadas por sus usuarios: bajo el nombre de Spotify Play Button, la plataforma sueca permitirá colgar directamente en webs o blogs toda su música. Vamos, lo que viene a ser el embed de toda la vida. ¿Tiene eso algo de especial? Sí, lo tiene.  La noticia es especialmente relevante porque significa un paso de gigante en la expansión de Spotify.  Pensad, por ejemplo, en lo importante que es para Youtube la posibilidad de que sus vídeos puedan verse en cualquier web. Teniendo en cuenta que Spotify ha aterrizado recientemente en mercado tan gigantesco como EE UU, todo indica que se trata de una apuesta en la dirección correcta.

La noticia se suma a la alianza, el pasado mes de septiembre, de la plataforma del círculo verde con Facebook. Aquella integración desató no pocas quejas, pues implicó que para difrutar de la vertiente social de Spotify había que darse obligatoriamente de alta en Facebook. Muchos usuarios se quejaron también de la falta de privacidad, ya que la red social publicaba sí o sí todo lo que el usuario escuchaba. Pocos días después, y ante el aluvión de quejas, Spotify  habilitó la posibilidad de «escucha privada».

Todo parece indicar que Spotify se está llevando el gato al agua en la trepidante carrera por dominar el mercado de la música en streaming. Mientras dicha competencia sea en beneficio del usuario, bienvenido sea. Ahora sólo queda exigir un reparto justo de los beneficios con los verdaderos responsables de que haya música en el mundo: los artistas. Pero esa es otra historia.

Como muestra, un botón. Aprovechando que mañana arranca gira en Madrid, os dejo con lo nuevo de Maika Makovski, Thank you for the boots.

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Canciones para empezar bien la semana: «Turn it around», de The Men

Desde Brooklyn, Nueva York, llega uno de los cuartetos que más está dando que hablar en las últimas semanas: The Men. Lo hacen con un tercer álbum, Open your heart, en el que han dejado de lado los sonidos más duros y hardcore de su anterior trabajo, Leave home -que presentaron en nuestro país el pasado mes de febrero-, en favor de una propuesta mucho más orientada al rock noventero. Rock fiero, cargado de ruido y guitarras poderosas, pero infinitamente más asequible y plagado de melodías que el de su anterior referencia, publicada apenas hace unos meses, y en el que recuerdan más que nunca a las propuestas de bandas como Sonic Youth, Jesus Lizard o incluso The Thermals. Eso sí, que no se asuste ninguno de sus fans de su anterior faceta: En Open your heart sigue habiendo numerosos arrebatos de furia (¿un par de ejemplos? escucha Animal o Cube, dos de los temas más sobresalientes del álbum), pero también hay sitio para ejercicios de lo más variado, como la serpenteante, instrumental y reposada Country song, cuyo título habla por sí misma, las muy psicodélicas y de aires kraut Oscillation y Presence (los corte más largos del álbum) o los momentos abiertamente power pop de Open your heart o Please Don’t Go Away.  Un álbum de rock sin concesiones, que engancha desde la primera escucha y cuyo primer corte, este Turn it around, nos sirve para arrancar la semana con la energía necesaria:

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Canciones para empezar bien la semana: «Transylvania», de Creature with the Atom Brain

A lo largo de mi vida, he descubierto bandas de las formas más dispares. En mi niñez, mi hermano mayor me transmitió su amor por The Cure, Pixies o Guns n’ Roses. En la adolescencia, la fuente principal eran los amigos del barrio, que me pasaban aquellas cintas decoradas de los grupos de punk del momento. Unas cintas que no tardaron en convertirse en cds vírgenes tostados. Todo cambió con la estrepitosa llegada de Internet, que abrió un nuevo universo se abrió ante nuestros ojos: cualquier disco estaba al alcance de un clic. Pero por encima de todo, me doy cuenta de que una de las principales maneras que he tenido de conocer nuevas bandas ha sido al verlas en directo como teloneros de otros grupos.

El caso de la banda que hoy nos ocupa, los belgas Creature With the Atom Brain, no es exactamente ese, pues di con su espectacular Transylvania buceando por Spotify. Y sin embargo, estoy convencido de que muchos son los nuevos fans que, estos días, nuestros protagonistas recaban gracias a su condición de teloneros en la gira de Mark Lanegan, al que muchos (muchos) tuvimos ocasión de ver anoche en Madrid. Ellos fueron los encargados de abrir un concierto sobresaliente, sobrio pero hipnótico, que sirvió de perfecto aperitivo para la posterior salida al escenario de Lanegan, al que acompañaron varios de los músicos de CWTAB como parte de su banda.

La música de Creature With the Atom Brain es oscura y adictiva. Lo suyo es el rock sucio y ruidoso, plagado de referencias a la psicodelia, con puntuales concesiones a la experimentación pero siempre teniendo en mente las canciones. Formados en Amberes en 2004, hasta la fecha han publicado dos discos, I am the Golden Gate Bridge, en 2008, y el citado y más que recomendable Transylvania (2009), además de los EPs previos (y más salvajes) The Snake y Kill the Snake. Ahora ultiman los detalles de su inminente nuevo trabajo, The birds fly low, que ve la luz este recién estrenado mes de abril.

Transylvania, el tema que dio título a su anterior álbum, fue uno de los que más brilló en su repertorio de ayer. Hoy nos sirve para arrancar esta semana tan corta. Que la empecéis con buen pie:

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