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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

Archivo de la categoría ‘Obituarios’

Despedida y cierre (sin bises)

Hoy, cinco años después de echar a andar, Entrada Gratuita echa el cierre. Lo hace con un cierto poso de tristeza, pero también con la convicción de que todo blog tiene un ciclo vital. Un nacimiento, un desarrollo y un fin.

En los últimos meses, mi trabajo en 20 Minutos y mis proyectos personales no me han dejado demasiado tiempo para actualizar este sitio todo lo que merece, y hace tiempo que venía dándole vueltas a la posibilidad de decir adiós de una manera digna. Por ello, cuando desde la dirección de este diario se me ha propuesto el cierre del blog por el descenso en el tráfico no me ha parecido un contratiempo, sino algo que tenía que llegar antes o después. No se me ocurre mejor manera de hacerlo que cuando se cumple un lustro de su alumbramiento.

Ha sido un auténtico placer compartir con vosotros mi pasión por la música, que al fin y al cabo es lo que nos trajo aquí. He disfrutado y aprendido mucho durante este tiempo. Atrás quedan 521 entradas, casi 15.000 comentarios y un sinfín de canciones que han puesto y seguirán poniendo banda sonora a nuestras vidas. Y por todo ello sólo puedo tener palabras de agradecimiento. Tanto a 20 Minutos por confiar en mí para elaborar este blog como, sobre todo, a vosotros, los lectores y melómanos que me habéis acompañado en esta pequeña aventura.

Seguiré llevando la sección de música en la edición impresa de 20 Minutos. Podéis seguirme en Twitter (@danicabezas1) o, si os apetece, echarle una escucha a mi banda, Le Traste.

Gracias por todo y hasta pronto.

Dani Cabezas

Adiós a Michael Davis (recordando a MC5)

Cuando fallece un artista al que admiras, como periodista experimentas una sensación agridulce y extraña: por una parte disfrutas escribiendo sobre su vida y su carrera; por otra, eres consciente de que se trata de una muy mala noticia. Cuando se juntan, como este fin de semana, dos pérdidas tan tristes como las de Enrique Sierra y la de Michael Davis de MC5, uno se enfrenta además a un pequeño dilema: sobre cuál de los dos escribir. No hay duda de que la popularidad del primero es, en nuestro país, infinitamente superior, lo que provoca que su nombre haya inundado los medios españoles durante este fin de semana. Incluso es posible que muchos lectores no conozcan a MC5. Ambas cosas me han llevado en última instancia a decantarme por ellos. Entremos en materia, pues.

Haga el lector un esfuerzo de teletransportación para situarse a sí mismo en el Detroit de octubre 1969. Concretamente, en el estadio Grande Ballroom, donde una de las más prometedoras bandas del momento está a punto de hacer su aparición. Ni siquiera tienen un disco en la calle, pero ya han sido portada de la Rolling Stone por lo incendiario y salvaje de su sonido. El momento es singular: los Beatles acaban de hacer su última y memorable actuación sobre el tejado de Apple, las protestas contra la guerra de Vietnam crecen en número y el movimiento hippie toca techo con Woodstock, al tiempo que algunos de sus sectores comienzan a radicalizar sus postulados: sólo unos pocos días antes del concierto, la Familia ideada por Charles Manson había asesinado a Sharon Tate y otras cuatro personas en Los Angeles. La contracultura florecía, afectando de manera muy especial a la creación artística, fuera cual fuera su naturaleza. Y la música, como no podía ser de otra manera, estaba allí para poner banda sonora a la historia.

MC5 era una salvaje banda de ryhtm and blues que se atrevió a llevar al límite su propuesta, anticipándose varios años a la explosión del punk en cuanto a actitud y sonido. Rob Tyner, Wayne Kramer, Fred Smith, Michael Davis y Dennis Thompson cargaron su música de contenido político -en parte, por la labor de su gurú, el poeta posteriormente encarcelado Joh Sinclair, fundador del partido marxista Panteras Blancas- y lo trasladaron de forma directa y cruda a la atónita audiencia. El resultado de aquel concierto quedó plasmado para siempre en un disco de debut, Kick Out the Jams, en cuyos surcos se percibe como en pocos la peligrosidad que debería ser inherente a toda banda de rock. El grito de guerra que dio inicio al recital, «kick out the jams, motherfuckers!» provocó un veto salvaje al grupo por parte de las autoridades: su disco no se pudo vender en las grandes superficies y su carrera quedó marcada para siempre.

Personalmente, siempre me pareció una pena que no se llegase a grabar una versión de estudio de aquel álbum. Seguramente muchas de sus redondas canciones habrían marcado más aún si cabe a varias generaciones y hubieran sonado más en muchos reproductores. Pero el hecho es que escuchar Kick out the jams sigue siendo, hoy por  hoy,  un auténtico viaje en el tiempo:

Tan solo un año después de aquello, y ya desvinculados de John Sinclair, MC5 grabaron el que para un servidor es su mejor álbum, Back in the U.S.A. Mucho más domesticados en todos los sentidos -también en su sonido, lo que les hizo perder cierta pegada- MC5 presentaban una colección de canciones sobresaliente (High School, Tonight, Call me animal, Teenage lust…) que, sin embargo, no obtuvo respuesta del público. Tampoco lo hizo el que se convirtió en su último trabajo, el igualmente influyente y algo más experimental High Times, que puso punto y final a su carrera.

Muchos años después, algunos tuvimos la suerte de disfrutar de su reunión -ya sin su vocalista, fallecido en 1994- como DKT/MC5, en la que volvieron a demostrar su buen estado de forma a pesar de los años junto a cantantes de la talla de Lisa Kekaula (Bellrays) o Handsome Dick Manitoba (The Dictators). Allí estaba también Michael Davis, que nos dejó el pasado viernes a los 68 años de edad, dejando tras de sí una corta pero espectacular carrera y unas frenéticas líneas de bajo.

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Muere el líder de Anal Cunt

Quizá la mayoría no tenga la más remota idea de quién era Seth Putnam. Quizá a muchos un grupo como Anal Cunt les suene a chino, tanto o más que la palabra grindcore. Incluso puede que otros piensen que los que disfrutan escuchando a una música como la que él cantaba son un atajo de descerebrados.

Seth Putnam, fallecido el pasado domingo a los 42 años víctima de un fulminante ataque al corazón, lo era. De otra forma, pocos encontrarían explicación a algunos de sus highlights al frente de una de las bandas más controvertidas de todos los tiempos. Desde el propio nombre del grupo (Coño Anal o Coito Anal), escogido de entre una lista de las palabras más malsonantes que se le ocurrieron, a los hirientes  títulos de las canciones («Hitler was a sensitive man», «I made your kid get AIDS so you could watch it die», «You’re pregnant so I kicked you in the stomach», «Recycling is gay» y un largo etcétera) pasando por sus letras abiertamente homófobas, xenófobas y probablemente todo lo que acabase en ófobo, sin olvidar algunas de sus excentricidades, como grabar un Ep de 11 minutos con 5.643 canciones en su interior.

Punan era, según su portavoz y encargado de dar la noticia de su muerte, Grim Kelly Kim, «uno de los músicos más infames que el metal extremo ha visto». Un hombre que se propuso crear «la antimúsica» y que, desde 1988 llevaba al frente de una banda por la que han pasado multitud de músicos (entre otros, ilustres como Phil Anselmo, de Pantera), a muchos de los cuales dedicó, tras su salida de la banda, todo tipo de lindezas en forma de canciones, como hizo en «Mike Mahan Has Gingivitis», «Tim is gay» o  «Shut up, Mike». Desde 2004 sufría graves problema de salud, fruto de un coma en el que cayó tras una sobredosis. Él mismo se llegó a burlar del trance en canciones posteriores como «Ha ha, you’re In A Coma».

Quizá lo más acertado sea caer en la cuenta de que Putnam se reía de todo y de todos, especialmente de aquellos que veían en él una especie de anticristo. Su propósito en la vida fue hacer el cafre y montar una broma de mal gusto de proporciones épicas. Y a la vista está que lo consiguió. Muchos como yo nunca disfrutamos realmente de su música, pero nos echamos unas risas con sus salidas de tono en forma de títulos de canciones. Hoy descansa en paz. O no.

Muerte de una musa

Es posible que su nombre no resulte familiar a muchos y, sin embargo, la suya es una aportación destacable a la historia de la música. Y eso que ni siquiera se dedicó a ella. Suze Rotolo, la primera gran novia de Bob Dylan, ha fallecido a los 67 años de edad a causa de «una larga enfermedad», según ha informado su familia en un comunicado.

De ascendencia italiana, Rotolo conoció a Dylan en 1961, cuando ambos apenas eran unos adolescentes. Ella tenía 17 años, él 20. Rotolo inspiró algunas de sus primeras canciones de amor, como Boots of spanish leather, Don’t think twice, it’s alright o Tomorrow is a long time y mantuvo con el músico una relación entre apasionada y turbulenta: no era la clásica groupie, y se negaba a actuar como «la séptima cuerda de su guitarra». Llegó incluso a quedarse embarazada de él, aunque optó por abortar. Rotolo fue, además, una influencia clave en el despertar de la conciencia política del joven Dylan. Hija de comunistas perseguidos por el McCarthismo, dedicó buena parte de su vida a luchar por los derechos civiles.

Su juvenil rostro pasará a la historia por ilustrar la romántica e icónica portada del álbum de 1963 The Freewheling Bob Dylan, en la que ambos paseaban por las nevadas calles del Greenwich Village neoyorquino. Rompieron tres años después de conocerse, en 1964. Suze no volvió a hablar de Dylan hasta cuatro décadas más tarde, cuando participó en el documental de Scorsese No direction home.

Sirva este post como homenaje a todas esas personas que se esconden tras la inspiración. Porque sin musas, no hay arte.

Solomon Burke: se ha ido un grande

De un tiempo a esta parte tengo la sensación de que se mueren más leyendas de la música que nunca. Cabría pensar que tal percepción sólo obedece a que, desde que nació este blog, me veo en la obligación moral de dedicar un post a cada figura que fallece. Pero lo cierto que los grandes nombres que pusieron banda sonora a los años dorados de la música ya van cumpliendo una edad y pasando a mejor vida (injusticias divinas, pues hay quien debería ser inmortal). Sea como sea, el hecho es que la sección de obituarios no hace más que crecer.

Solomon Burke, maestro del soul , el rock and roll y el gospel, falleció ayer, víctima de un infarto, cuando viajaba en avión de Los Angeles a Amsterdam. Este sábado tenía previsto ofrecer un concierto en la capital holandesa para el que estaban todas las entradas vendidas. Tenía 70 años y 21 hijos.

La oronda figura Burke (pesaba alrededor de 200 kilos) estuvo desde su nacimiento en Filadelfia en 1940 estrechamente ligada a la religión. Cuando era apenas un niño ya predicaba en la Iglesia Unidad Para Toda la Gente, de la que sus padres eran responsables. De su fervorosa pasión por el gospel nació su primer disco, grabado con sólo 16 años, y del que vendió más de un millón de copias. Pero triunfar en la música no le apartó ni un ápice de su devoción: a lo largo de toda su vida, compaginó la música con su labor como obispo de la congregación. Incluso el papa Juan Pablo II se declaró en su día seguidor de su música.

Pese a que temas como Everybody Needs Somebody To Love forman parte de la memoria colectiva, Solomon Burke nunca llegó a alcanzar la fama planetaria de colegas de generación como Otis Redding, Ray Charles o Sam Cooke. Ello no le impidió entrar en el Rock and Roll Hall of Fame, alzarse con un premio Grammy y ganarse el sobrenombre de «rey del rock and soul». Hoy le recordamos por sus canciones, sus 35 álbumes y su indudable magnetismo. Se ha ido un grande.

Una calle para Enrique Urquijo

Que le pongan a una calle el nombre de un músico o un grupo siempre debería considerarse una noticia positiva. Muchos nos alegramos cuando Leganés dedicó una a ACDC (aunque no son pocos los que lo consideraron una simple excusa para que el alcalde se hiciera la foto) y otra a Rosendo (quien hace poco confesaba a este diario su curiosa teoría al respecto). Habrá quien sostenga la muy sesuda tesis de que un músico no merece una calle, y menos si es -o fue- un drogadicto, un vago, un hedonista o todo a la vez. Pero conincidiréis conmigo en que es más honorable ser cualquiera de esas cosas que un auténtico hijo de puta, y todos sabemos que nuestras calles están llenas de nombres de personajes que lo fueron sin pudor alguno. Y encima ni siquiera nos dejaron un legado en forma de canciones.

El 17 de noviembre de 1999, un vecino de la calle Espíritu Santo, en el madrileño barrio de Malasaña, hallaba en su portal el cuerpo sin vida de Enrique Urquijo, cantante y alma de Los Secretos y una de las más emblemáticas voces de la movida madrileña. Cabría pensar que la depresión y las drogas, que se habían convertido en una constante en su vida, podían hacer intuír el fatal desenlace. Pero parece que no era así. Sus amigos aseguraron entonces que estaba ilusionado y rebosante de proyectos. Entre otros, grabar un disco para niños con poemas de Gloria Fuertes que nunca llegaría a ver la luz. Enrique tenía 39 años, y dejaba para el recuerdo toda una colección de canciones inolvidables, de inconfundible poso melancólico y romántica pesadumbre.

Ahora, el distrito madrileño de Vicálvaro rinde homenaje al músico, y lo hace poniendo su nombre a una calle, en un gesto que ha agradecido tanto la familia como aquellos que recogieron firmas para que el fallecido cantante recibiese tal honor. Larga vida a Enrique Urquijo, aunque para que sus fans le mantengan en el recuerdo ni siquiera  sea necesario poner su nombre a una calle.

Paul Gray, R.I.P.

Algún tipo de mal parece cernirse últimamente sobre algunas legendarias figuras del metal en todas sus vertientes. A las muertes recientes de Peter Steele, líder de Type O Negative y Ronnie James Dio, de Rainbow, Black Sabbath y los propios DIO, se le sumó ayer la de Paul Gray, bajista de Slipknot, cuyo cuerpo fue hallado en la habitacion de un hotel de su ciudad natal, Des Moines, en el estado de Iowa (EE UU). Tenía sólo 38 años, y aunque todo apunta a una sobredosis, aún se desconocen las causas de su fallecimiento.

Cuando un músico fallece, la consternación se extiende como la pólvora entre sus fans. En muchos casos, muchas de esas muertes se producen en plena flor de la vida, lo que contribuye a otorgarles un cariz verdaderamente dramático. También, y en muchos casos, a forjar una leyenda, especialmente si la carrera de un determinado artista que desaparece de manera repentina se encuentra en lo más alto de su popularidad.

Nunca fui un gran fan de Slipknot. Y sin embargo, no cabe duda de que la muerte de su bajista y enmasacarado miembro fundador es una noticia verdaderamente triste, y más aún si se tiene en cuenta su juventud. Apenas hace un par de años que Slipknot publicó su último trabajo, «All Hope Is Gone», en una fecha muy cercana a la boda de Gray se casó con Brenna, su mujer. Actualmente, ambos esperaban su primer hijo.

Por parte de sus fans, sólo queda quedarse con su aportación a la música y a sus propias vidas. Pero nadie como los que conocían a Paul para guardarle en su memoria como se merece. Ayer, los miembros de la banda ofrecieron una rueda de prensa en la que, sin máscaras y casi sin poder contener las lágrimas, recordaron a Paul.

Descanse en paz, Paul Gray. Y gracias por la música.

Ha muerto Malcolm McLaren

Músico, empresario, manager, productor, diseñador de moda… quizá un visionario. O un caradura. Quién sabe. Lo indiscutible es que Malcolm McLaren pasará a la historia como uno de los personajes más destacados de la música popular del siglo XX, en gran parte por su labor como manarepresentante de los Sex Pistols, a los que prácticamente creó de la nada para llevarlos a las más elevadas cotas de popularidad.

Estudiante de arte, McLaren fundó en 1975 la tienda de moda Let It Rock (luego rebautizada como SEX) en el King’s Road londinense. Lo hizo junto a su paraja, la también diseñadora Vivienne Westwood, cuya contribución a la estética de la new wave fue clave. Antes había sido, durante un breve lapso de tiempo, agente de la banda de glam y protopunk New York Dolls. Tras la meteórica carrera y posterior desaparición de los Sex Pistols fue manager de Adam Ant y Bow Wow Wow. Ya en los 80, grabó sus propios discos, cuya repercusión se limitó prácticamente al Reino Unido.

Hoy, Malcolm McLaren ha fallecido a los 64 años, víctima de un cáncer contra el que luchaba desde hace tiempo. Y desde aquí, le deseamos que descanse en paz. Gracias por todo.

«El punk destruyó más que lo que creó, pero ésa era su filosofía». (Malcolm McLaren).

Adiós a Doug Fieger

Muchos de vosotros os preguntaréis quién demonios es Doug Fieger. No es raro. Así, de primeras, pocos identificarían el nombre. Unos cuantos más le ubicarían al especificar que fue el cantante de The Knack. Y muchos, muchos más terminarían de caer en la cuenta si se especifica que fue el compositor de la inolvidable «My Sharona». El caso es que Fieger es nuestro triste protagonista de hoy: ayer, a los 58 años de edad, fallecía en su residencia de Los Angeles tras cinco años de infructuosa lucha contra el cáncer.

Nacido en Detroit en 1952, Fieger formó The Knack en 1978. Con su primer disco, Get the Knack, lograron un éxito espectacular, en gran medida gracias al mencionado hit, coescrito junto al guitarrista de la banda, Berton Averre. Pese a publicar otros seis discos y convertirse en uno de los referentes de la new wave, nunca pudieron repetir el arrollador éxito de su debut.

My Sharona se inspiró en una novia que tuvo Fieger. «Nunca conocí una chica como ella», declaró durante una entrevista en 1994. «Ella inducía a la locura. Tenía una presencia muy fuerte, una gran despreocupación y mucha seguridad en sí misma. También usaba un perfume asfixiante que me volvía loco».

Sólo por las veces que he disfrutado, cantado y bailado «My Sharona» en garitos de todo pelaje, el bueno de Fieger ya merece, por mi parte, un reconocimiento en forma de humilde obituario. Descanse en paz. Por nuestra parte, y en su memoria, sólo nos queda darle al play, subir el volumen y disfrutar de ese riff memorable. Todos a una: My my my my Sharona!

Ausente

He estado fuera estos días, y pido disculpas. Porque como no podía ser de otra manera, durante mi ausencia por estos mundos virtuales de dios (con minúscula), han sucedido cosas que tienen que ver con la actualidad musical más rabiosa. Es así: basta que te vayas para que pasen cosas extrañas. O al menos las encuentras extrañas al volver.

Cuando mi amigo David me llamó para contarme que había muerto Antonio Vega, sentí una sensación extraña. Es evidente que es un personaje clave en la música de nuestro país y su salud iba de mierda en peor. Era cuestión de tiempo y todos lo veíamos. Y sin embargo, a la hora de escribir algo sobre él no me surge sacar a relucir sus excepcionales virtudes como compositor. Porque, sin paños calientes y salvo excepciones, a mí la música de Antonio Vega siempre me la trajo bastante floja. Es así. Decir otra cosa sería tirarme el rollo.

La loa al finado es algo que gusta y se estila mucho en este país. Hasta de Jesús Gil hablaban bien cuando falleció aquellos que poco antes le hubieran puesto un regalito debajo del coche (a mí, la verdad, me resultó gracioso desde el primer día que le vi en aquel jacuzzi).

En el caso de Antonio Vega, una persona que ha sufrido y padecido calamidades (ni más ni menos que las de tu vecina, que igual si la preguntas flipas), lo que de verdad lamento y creo que debe quedar en el recuerdo, tanto de los que le conocieron como de los que amaban y aman su música, es el hecho de que se nos va alguien con una sensibilidad especial, única en su manera de entender la música. Y eso siempre es una mala noticia.

Descanse en paz, Antonio.