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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

Archivo de la categoría ‘Discos infravalorados’

Discos infravalorados (III): ‘B.SO. 1999-2000’, de Nuevenoventaicinco

Hace tiempo que tenía una asignatura pendiente conmigo mismo: recuperar una de mis secciones preferidas de este blog y hacerlo, además, con uno de mis discos de cabecera: B.S.O. 1999-2000, de los madrileños Nuevenoventaicinco. Hoy es el día.

Nuevenoventaicinco cambiaron mi vida. Me convencieron de que se podía cantar en castellano una música eminentemente anglosajona como el hardcore punk, quizá la que más me influyó durante mi adolescencia, y hacerlo además de manera soberbia, única, sublime. En este país, pocos han logrado canalizar como ellos sentimientos como la rabia juvenil, el desengaño, la alienación o la mentira del sistema, y convertirlos en una música real y sincera, facturada magistralmente desde lo más profundo de las entrañas.

La máquina

Desde la incial Mente gris hasta la sobrecogedora Adiós, B.S.O. 1999-2000 es un puñetazo directo a las entrañas. Un viaje emocional que logra al mismo tiempo conmover y hacer pensar. Un álbum que, pese a su tímida acogida inicial, acabó convirtiéndose en un disco de culto entre los amantes del género.

Cuando el reconocimiento llegó, fue demasiado tarde: Nuevenoventaicinco se habían separado. Su fallido intento de reunión dio como fruto un memorable concierto en Madrid y cuatro canciones que hubieran formado parte de un segundo disco que nunca llegó a ver la luz, y que hoy se pueden encontrar en una reedición del álbum que también incluye su primera maqueta. Tras la ruptura, tres de los miembros de Nuevenoventaicinco formaron Zoo, hoy igualmente extintos tras publicar dos discos notables.

Mente girs

Hoy, recordamos a Nuevenoventaicinco por lo que fue: una banda visionaria que creo escuela y de la que muchos seguimos esperando una reunión que, parece, nunca llegará. Quizás es mejor despedirse de las cosas y recordarlas así, como fueron. Intactas y reales.

Adiós

Discos infravalorados (II): ‘Jardín de los Callados’, de Alma Vacía

Si te gusta el rap, es posible que estés de acuerdo conmigo; si no te gusta, quizá también: pese a que el hip hop español vive días dorados en cuanto a presencia mediática se refiere, la escena está abarrotada de bandas que rozan la mediocridad más absoluta. Sólo un reducido número de ellas dan la talla. Y no necesariamente son las que triunfan.

Hoy traigo a colación un disco que no lo hizo. O al menos, no hasta el punto que merecía haberlo hecho. Bienvenidos a la segunda entrega de Discos Infravalorados.

Con miembros de bandas tan legendarias de la old school como DNI, los vallecanos Alma Vacía volvieron a juntarse en 1998 tras publicar un primer álbum un par de años antes, «Cadena de locos», que pasó sin pena ni gloria por la mayoría de aficionados al rap de este país. Con «Jardín de los callados», todo apuntaba a que llegaba la hora de que se hiciera justicia para Paco Camaleón, Dahani y Ars.

Cantando al pasado el presente

«Jardín de los callados» es una obra maestra del rap en castellano. Rimas inteligentes y combativas, bases poderosas y un flow demoledor eran sus sólo algunos de sus puntos fuertes. El disco arranca, tras un inquietante preludio, con «Cantando al pasado el presente», una feroz revisión, en apenas cinco minutos, de algunos de los capítulos más oscuros de la historia de España, para después venirse arriba con la soberbia «Poder terrenal» -uno de los momentos álgidos del disco- y terminar de rizar el rizo con un puñetazo en la cara, la demoledora «1, 2, 3 del 93 al 98» . Cuando te quieres dar cuenta, el disco ha llegado a su ecuador con «El cuentacuentos» y «Abrumando a varas de mando». Hay cera para todo (y para casi todos), pero de la que se da con estilo.

Poder terrenal

En «Jardín de los Callados» no hay momentos flojos. «Temerarios», «Bote» o «El criminal del verso» son lecciones maestras de cómo facturar rap de alto nivel. El disco guarda además un lugar de excepción para dos perlas: la colaboración del dúo MFD2 con «Aplastando al mando» y un cierre de lujo a modo de micro abierto, «La cueva gesta», con la presencia de un buen puñado de MCs amigos. La producción, a cargo de Dahani, es un despliegue de buen gusto: sampleos romedores, guitarras y bajos tocados por él mismo con sorprendente destreza, bombos y cajas atronadores y un sinfín de recursos contribuyen a redondear un álbum cuyo hilo conductor es el inconformismo y el espíritu de rebelión ante una sociedad podrida. Apenas hay hueco para el habitual -y a menudo cargante- onanismo egocéntrico de otras propuestas de la escena. Porque, sencillamente, hay gente que no necesita escribir sobre lo bueno que es en lo suyo.

Temerarios

Apenas un par de años después de la edición del disco, Alma Vacía desapareció como banda. Sus miembros se incorporaron a Dharmakarma, una banda numerosa que dio a luz a un disco homónimo aún más ambicioso y que obtuvo una mayor repercusión.

Hoy, los fans del hip hop deberían venerar a Alma Vacía como uno de los grandes grupos del género en este país. O al menos, darle una oportunidad a un disco absolutamente imprescindible de nuestro rap.

Discos infravalorados (I): «Porcella» de The Deadly Snakes

Existen discos malos, regulares, buenos y soberbios. Eso todo el mundo lo sabe. Lo lógico y justo debería ser que los malos (y quizá también los regulares) cayesen irremediablemente en el pozo del olvido y, al mismo tiempo, que los buenos y soberbios acaparasen toda la atención por parte de los medios y el público. Pero no todo obedece a la lógica ni a la justicia, y menos aún en este caprichoso universo de la música. Eso también lo sabe todo el mundo.

Hoy quiero arrancar esta nueva serie con un disco soberbio. Mayúsculo. Un álbum facturado por seis canadienses amantes del rock and roll. Y del folk, y del pop, y del blues. Una colección de canciones (13 en la versión cd, 20 en el vinilo) de entre las que no sobra ni una sola. Un discazo para disfrutar, degustar y compartir.

Publicado en 2005 bajo el paraguas del sello independiente Paper Bag Records, «Porcella» fue la demostración definitiva de madurez por parte de una banda que venía del garage (su anterior referencia, «Ode to Joy», es una joya del género), pero que para este disco quiso marcarse una meta mucho más ambiciosa. Un álbum en el que cabe casi todo, y en el que todo fluye de manera asombrosamente armónica. Desde las enérgicas «Sissy Blues» y «The Banket» hasta la sublime «Gore Veil» (algo cercano a la perfecta canción pop), pasando por las igualmente redondas «High prices going down», «So young and so cruel» o «Work». Ante el oyente desfila una instrumentación de lo más pintoresca: cuerdas, trompetas, pianos de juguete y mellotrones se unen a las guitarras, las percusiones y las líneas de bajo en una auténtica delicia sonora que cautiva a la primera escucha, pero que no cansa con el paso del tiempo.

«Porcella» fue el álbum de despedida de una banda que, hablando sin paños calientes, se comió los mocos de manera absolutamente incomprensible, al menos teniendo en cuenta lo que podrían haber llegado a ser con un disco tan mágico en su haber. Me pregunto dónde estaban los medios -especializados y generalistas- para, más allá de tristes reseñas, rendirse a los pies de una banda tan arrebatadora y emocionante como The Deadly Snakes. ¿Hubieran seguido adelante si se les hubiera prestado la atención que sí se dio a otros grupos infinitamente más mediocres? Y yo mismo me respondo: ni lo sé, ni me importa. Qué más da, de hecho. Me basta con pensar que como grupo vivieron lo suficiente como para parir una obra maestra de la talla de «Porcella».