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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

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Música y ruido

Nuestras ciudades son cada vez más grises, y no sólo por culpa de la polución. Poco después de prohibir los conciertos en los bares, la Concejalía de Medio Ambiente de Madrid, con la señora Botella a la cabeza, prepara una ordenanza cuyo articulo 41 prohibirá la música en la calle. A partir de ahora, ningún instrumento podrá sonar en la vía pública a no ser que cuente con un permiso especial. Tocar la guitarra en la calle, por ejemplo, podrá costarte una multa de 750 euros. Según el Ayuntamiento, el objetivo de la llamada Ordenanza del ruido es garantizar el descanso de los vecinos. Porque claro, todo el mundo sabe que ruido y música es la misma cosa.

Para responder a este disparate, ya se ha organizado una recogida de firmas a través de Internet a la que invito a todos a sumarse. Aunque quizá sería más efectivo demostrarles la verdadera diferencia entre música y ruido a base de una sonora protesta a las puertas del Consistorio.

España me pone (I): Madrid

No, no es este un post dedicado a ensalzar los valores nacionales, ni pretende ejercer de imán para las hordas de apasionados patriotas que campan por esta y otras tantas webs. Ni siquiera es un homenaje al saleroso presidente de Cantabria. Ésta es, simplemente, la primera de una serie de entradas que quiero dedicar a la música hecha aquí. Porque muchos estamos cansados de ver cómo día sí y día también se valora más lo que viene de fuera que el producto nacional.

Entiéndaseme bien. La idea no es reivindicar más atención para Los Planetas, Nacho Vegas, Bunbury o Fito Cabrales. Ellos, unos más y otros menos, cuentan con el favor del público y de buena parte de los medios. Ésta es una serie para dar cabida a algunas de las bandas más destacables del underground patrio, aquellas que difícilmente tendrían un hueco en un medio tan masivo como éste y que merecen toda nuestra atención y respeto. Desde grupos maqueteros hasta otros con un buen puñado de discos publicados, pero siempre desde la más absoluta (y a menudo precaria) independencia. Y por encima de todo, es una iniciativa para que vosotros compartáis vuestros descubrimientos conmigo y el resto de lectores para, entre todos, componer una bonita radiografía de lo que se cuece en este país.

Hoy, y por ser la ciudad en la que vivo, voy a hablaros de cuatro grupos de Madrid. Vamos allá.

MARGARITA

Suenan a dibujos animados, a psicodelia peligrosa, a punk esquizofrénico, pero también a frescura y buen rollo. A locura facturada concienzudamente. Margarita se han marcado un discazo de debut infeccioso, cautivador y lleno de sorpresas, Parque Mágico, del que os dejo un auténtico pildorazo histérico.

MULETRAIN

Arrolladores como pocos y poseedores de un directo espeluznante, Muletrain se formaron tras la separación de los legendarios Aerobitch. A punto de publicar su tercer álbum, su sonido es una apisonadora a medio camino entre el hardcore y el rock, facturado con precisión milimétrica y una contundencia envidiable.

CLINT

Desde Leganés, Clint proponen una seductora fusión de sonidos fronterizos a lo Calexico, lounge y música instrumental. Toda una delicia sonora de la que os dejo el tema que da nombre a su último disco, Los tipos duros también bailan, introducido por el propio Eastwood en la voz de Constantino Romero.

THE SINGER NOT THE SONG

Este es, con permiso del tema de los Rolling, el nombre del proyecto acústico en clave folk de Francisco, un joven residente en Madrid que acaba de publicar su primer EP, grabado en casa de un amiguete y descargable desde su myspace. Os dejo una de las cuatro canciones que lo integran, The song I sing when Im here.

¿Qué bandas underground de Madrid conoces? Deja su nombre, estilo y myspace en los comentarios.

Ilustración de María Gil.




Cierra La Riviera

Lo que faltaba. Teníamos pocas salas de conciertos en Madrid y cierran una de las más activas, La Riviera. La cosa no acaba ahí. El consistorio ha echado el cierre también a discotecas como el Moma (José Abascal), el But (Barceló), y una de las salas con mejor sonido de la ciudad (aunque con una programación muy alejada del rock), el Macumba, ubicado en la estación de Chamartín. Se rumorea además que locales como el Dink (en Malasaña), el Archy (Marqués de Riscal), el Déjate Besar (Hermanos Bécquer) y otros muchos pueden ser los siguientes en caer. Estás que te sales, Gállar.

Como podéis leer en la noticia, el cierre de La Riviera obedece a las reiteradas denuncias por falta de licencias, ruidos, ampliación de horarios o venta de alcohol a menores. Pero como también sabréis, todo ello coincide con el triste suceso del Balcón de Rosales y la posterior alarma social entre la opinión pública, lo que sin duda no ha hecho más que acelerar un proceso que, por dejadez o pura conveniencia, se venía demorando desde hace años. Ahora, y para que parezca que se actúa con celeridad y contundencia desde el Ayuntamiento, se coge y se hace todo a capón, sin tener en cuenta a los perjudicados. Los más inmediatos, los que tenían programados conciertos para este fin de semana: Sidonie, que trasladan su concierto de esta noche a la discoteca Joy Eslava (a la misma hora), y Stereolab, que se lo llevan el domingo a la mítica -pero mucho más pequeña- Sala Sol, lo que ha obligado a que ya no se vendan más entradas.

Por mi parte, seré plenamente sincero: me es bastante indiferente que se cierren discotecas. Las hay a pares y apenas las frecuento. Pero el problema que Madrid tiene con las salas de conciertos -que ya viene de largo- raya lo vergonzante y es impropio de una ciudad de más de tres millones de habitantes. Tras los cierres de Canciller, hace ya unos años, el derribo de Aqualung y el fulminante cierre de hoy de La Riviera, prácticamente nos hemos quedado sin salas de aforo medio, aquellas en las que caben entre mil y dos mil personas. Y yo me pregunto, si el cierre de La Riviera se prolonga, ¿dónde van a tocar los grupos que se encuentran a medio camino entre la sala Heineken (800 personas) y el Rockódromo (12.000 personas)?. Porque son unos cuantos, y arrastran a un público más que numeroso. Basta echar la vista atrás para ver la cantidad de conciertos que ha programado La Riviera durante el último año, colgando el cartel de «no hay entradas» con una asiduidad pasmosa.

Los problemas de licencias que puedan tener las salas no son de la incumbencia de los que amamos la música. Si hay motivos legales y de seguridad de auténtico peso para cerrarlas, que las cierren. Pero alguien tendrá que poner de su parte y promover que otras puedan ocupar su lugar con todas las garantías. Porque es un atentado cultural que una ciudad como ésta no apueste más que por los conciertos multitudinarios. Y es que, señores del Ayuntamiento, necesitamos mucho más que Rock in Rio para poder presumir de tener una ciudad en condiciones.

Hoy Madrid es un poco más gris.