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Mi hijo tiene el moco verde, ¿no necesitará antibiótico?

– Gonzalo, tu sobrina tiene el moco verde…

– Y…. ¿qué me quieres decir con eso?

– Pues que ya vale, ¿no? Quiero decir que tiene pinta de infectado y ya va siendo hora de darle un antibiótico.

– Ay!! Hermanita, ¡¡Qué paciencia hay que tener!!

Una de las preguntas más frecuentes en las consultas de pediatría versa sobre el color de los mocos de los niños. Los p/madres asumen que cuando a uno de sus hijos le cambia el color de los mocos es signo de «mala evolución» y, en la mayoría de los casos, esto se traduce en la creencia de que es necesario iniciar un antibiótico.

En este blog ya publicamos una entrada sobre los mitos y leyendas de los catarros y los mocos pero, debido a lo recurrente del tema, hemos querido escribir un post sobre qué son los mocos y cómo valoramos los pediatras este síntoma para que entendáis que el color nos da muy poca información de la causa de la infección que tiene el niño.

El moco, la primera defensa de las vías respiratorias

El moco es una sustancia espesa y pegajosa que segregan las «mucosas» del cuerpo. Estos tejidos del cuerpo son aquellos que están en contacto con el ambiente, como por ejemplo, la nariz y el resto de vías respiratorias. Estás mucosas tienden a secarse por estar en contacto con el aire por lo que una de las principales funciones del moco es mantenerlas hidratadas y lubricadas para que permanezcan sanas.

Pero además, el moco nos protege atrapando polvo y otras impurezas que flotan en el aire y, sobretodo, impiden que microorganismos como los virus y las bacterias entren en contacto con nuestro cuerpo y nos contagiemos de algunas infecciones. Es decir, actúan como un muro. Este sistema de defensa supone la primera línea de batalla contra los microorganismos que intentan infectar nuestro cuerpo. Pero además, el moco contiene leucocitos, las células del cuerpo que nos defienden contra las infecciones, lo que aumenta su poder como elemento barrera.

Por tanto, en circunstancias normales, todos producimos moco sin que signifique que hayamos enfermado. Pero cuando algunas sustancias entran en contacto con nuestras vías respiratorias nos ponemos a producir más moco del habitual para defendernos. No siempre tiene que ser contra microorganismos, los alérgicos saben de sobra que cuando llega la época del polen moquear es algo habitual…

¿Y qué pasa cuando nos cogemos un catarro?

Los catarros son las infecciones de las vías respiratorias superiores (nariz y garganta) y están provocadas por virus.

Para defendernos de este tipo de microorganismos el cuerpo, entre otras cosas, produce moco. Como ya os hemos explicado éste servirá de primera línea de defensa, por un lado atrapando al virus que lo provoca, y por otro, transportando a las células que finalmente eliminaran al virus de nuestro cuerpo.

Durante un catarro, además de moco, podemos tener otros síntomas inespecíficos de cualquier infección viral como fiebre, dolor de cabeza y malestar general. En general estos síntomas desaparecen en 4-5 días mientras que los mocos pueden durar 2-3 semanas.

¡¡Pero es que mi hijo siempre está con mocos!!

Un niño pequeño que acude a guardería se contagia de unos 8-10 catarros al año, normalmente concentrados entre septiembre y mayo (meses fríos). Si tenemos en cuenta que cada catarro puede durar unos 20 días, esto significa que nuestros hijos pueden llegar a estar 200 días al año con mocos, lo que nos dará la impresión de que no dejan de tenerlos durante todo el invierno.

Pero recordad que los mocos no son malos, simplemente son molestos.

Muy bien señor pediatra, pero es que a mi hijo, cuando se pone malo, el moco le cambia a color verde

En eso tenéis razón, a medida que el catarro evoluciona el moco cambia de aspecto. Inicialmente es fluido y trasparente, luego blanquecino para cambiar posteriormente a espeso y amarillo y, al final, a verde. Ésta es la evolución natural de un catarro simplón provocado por un virus y que el moco cambie de color es normal, ya que refleja que nuestras defensas están haciendo su trabajo. Esos leucocitos que habíamos dicho que se encontraban en el moco producen unas sustancias llamadas «enzimas» que sirven para eliminar a los microorganismos que invaden la nariz. Estas enzimas oxidan el hierro, lo que da lugar al color verde que tanto os preocupa.

Por tanto, da igual cuál sea el bicho que esté produciendo el catarro ya que la aparición de moco verde no nos orienta sobre el microorganismo en cuestión. Por ello, el cambio de color en el moco no implica que haya que mandar un antibiótico. En otras circunstancias como son las alergias o ambientes cargados de polución es normal que el moco no cambie de color porque no hay microorganismo que combatir.

Y entonces, ¿qué puedo hacer para que mi hijo se encuentre mejor?

Cuando un niño tiene mocos se encuentra incómodo y le cuesta respirar. Hay que tener en cuenta que la nariz es la parte más estrecha de la vía aérea y si un moco tapa la mitad de la nariz significa que entrará la mitad del aire. Por esto es muy importante que limpiemos los mocos de nuestros hijos con frecuencia cuando les notemos taponados.

Para realizar esta limpieza nasal lo más adecuado es realizar lavados con suero fisiológico. Recordad que hay que poner al niño de lado y hacerlo con un poco de mala leche. El objetivo es que metáis el suero por un orificio con la suficiente fuerza como para que salga por el otro (tragándose lo mínimo indispensable) y solucione el atasco. Simple fontanería. Podéis realizar la maniobra tantas veces como veáis la nariz taponada de vuestro hijo, incluso una vez antes de cada toma en el caso de los niños más pequeños. Este video de YouTube explica la técnica estupendamente y pone un ejemplo con un niño chiquitín.

https://youtu.be/7iBW-yOzaP8

En otras muchas ocasiones nos comentáis que por mucho que laváis los mocos a vuestros hijos no sale nada. Esto se debe a que en ocasiones la mucosa de la nariz está inflamada pero no produce moco. Esta situación es muy bien conocida por las personas alérgicas pero también es frecuente en catarros. En estos casos, el lavado excesivo de la nariz puede provocar más inflamación así que no os empeñéis en sacar el moco que no existe. Con una adecuada hidratación será suficiente.

Además de mocos, un catarro produce fiebre y malestar general por lo que es conveniente administrar un analgésico/antipirético.

Y los jarabes, ¿sirven de algo?

Muchos padres no se creen que los pediatras no conozcamos ningún jarabe para lo mocos. Dudan de nosotros y piensan que nos guardamos bajo manga algún remedio milagroso solo para nuestros hijos. Por desgracia, esto no es verdad. Si realmente existiera un jarabe efectivo, lo indicaríamos encantados y así estaríamos todos más contentos.

Si los mucolíticos no funcionan, menos aún los antihistamínicos para tratar los mocos de un catarro. Es que además no tienen ninguna lógica científica, ¿por qué iba un jarabe para la alergia (antihistamínico) funcionar contra los mocos de un catarro que están provocados por un virus? La respuesta se contesta por sí sola…

Y antes de acabar y de que nos lo preguntéis: no, la leche tampoco produce mocos.


Para finalizar y a modo de resumen os dejamos esta infografía que hemos compartido en redes sociales y pertenece a nuestra sección de #Pedicosejos.

Mocos y Catarros-2.png

El copyright de la imagen de cabecera de este post pertenece a Whatchumean a través de una licencia CC BY-NC-ND 2.0.

Antibióticos: mitos y leyendas

Los antibióticos son uno de los grandes avances de la medicina del siglo XX. Cuando un niño tiene una infección por una bacteria, los pediatras le prescribimos un antibiótico porque estos fármacos curan este tipo de infecciones. Sin embargo, alrededor de ellos existen muchas creencias sin ninguna base científica, lo que provoca que sean carne de cañón para que los padres se confundan sobre cuáles son las indicaciones y para qué se usan.

Hoy en el blog  escribimos sobre los antibióticos desmintiendo todos esos mitos y leyendas instalados en la cultura popular.

1. Si mi hijo tiene «infección» necesita un antibiótico. FALSO

Las infecciones son enfermedades causadas por bacterias, virus, hongos o parásitos. De todas ellas, solo en las infecciones causadas por bacterias los antibióticos son efectivos, ya que no son medicinas diseñadas para combatir al resto de microorganismos.

2. Si mi hijo tiene una infección por una bacteria necesita un antibiótico. VERDADERO (A MEDIAS)

Como hemos dicho en el punto anterior, los antibióticos son fármacos que eliminan bacterias y por tanto son el tratamiento de estas enfermedades. Sin embargo, hay infecciones causadas por bacterias que se solucionan sin antibiótico como es el caso de la mayoría de las gastroenteritis causadas por bacterías.

3. Hasta que no le mandan antibiótico a mi hijo, no se le va la fiebre. FALSO

La fiebre es un síntoma más de infección como pueden ser los mocos o la diarrea. En el caso de que la fiebre sea síntoma de una infección bacteriana, ésta desaparecerá al iniciar el antibiótico, mientras que si se debe a una infección por un virus, la fiebre continuará pese a la toma de antibiótico. Este es el motivo por el que muchos niños que inician un tratamiento antibiótico sin una indicación correcta persisten con fiebre.

4. Cuando el moco se pone verde es el momento de tomar un antibiótico. FALSO

Los mocos son un síntoma habitual en las infecciones respiratorias causadas por virus (link). Durante estas infecciones el moco suele cambiar de color (primero trasparente, luego amarillo y por último verde). Estos cambios no indican que la infección esté evolucionando peor o que se necesite antibiótico, simplemente es el proceso habitual en este tipo de infecciones, generalmente autolimitadas.

5. No es necesario completar el tratamiento antibiótico entero si la fiebre desaparece rápido. FALSO

Los tratamientos antibióticos deben realizarse durante los días indicados y administrando las dosis a las horas pautadas. Detrás de esta recomendación hay muchos estudios en los que se han probado diferentes opciones (cinco días, una semana, diez días; cada 8 horas, cada 12 horas…) hasta encontrar cuál es la más adecuada para tratar cada tipo de infección.

Así que, cuando los pediatras decimos a los padres que tienen que darle un antibiótico cada 8 horas durante una semana a su hijo no es porque nos apetezca fastidiar la dinámica familiar, es así porque es lo que está indicado. Además, los tratamientos incompletos aumentan las resistencias de las bacterias a los antibióticos, lo que puede dar lugar a un grave problema de Salud Pública.

6. Da igual el tipo de infección que tenga mi hijo porque al final siempre me mandan amoxicilina. FALSO

La amoxicilina es un antibiótico excelente y en pediatría se emplea en muchas ocasiones. Sin embargo, cada tipo de bacteriana tiene su antibiótico de elección concreto. De esta forma, el médico, en función del diagnóstico que realice (otitis, amigdalitis, infección de orina…) decidirá cuál es la mejor opción y no tiene porqué ser siempre la amoxicilina.

7. Muy bien señor pediatra, pero yo creo que es mejor el antibiótico ese de 3 días. FALSO

Como acabamos de decir, cada tipo de infección bacteriana tiene su antibiótico de elección. Desconfía del pediatra que te mande «el antibiótico de tres días» cada vez que tu hijo tiene tos, mocos o fiebre.

8. Tomar mucho antibiótico es malo porque llega el momento en que el cuerpo se acostumbra y deja de ser efectivo. FALSO

El cuerpo no se «acostumbra» al antibiótico, de tal forma que si la bacteria para la que se manda un antibiótico es sensible, éste será efectivo. Lo que es malo es tomar mucho antibiótico cuando no está indicado, por ejemplo, para tratar un catarro provocado por un virus. En estos casos, las bacterias que están en nuestro cuerpo sin producir enfermedad (como portadores) pueden generar resistencias dando lugar a un grave problema como ya hemos dicho.

9. Si me tomo un antibiótico necesitaré un probiótico para proteger la flora intestinal de mi hijo. FALSO (A MEDIAS)

Como ya hablamos en un post anterior (link), los antibióticos pueden dar lugar a diarrea. Sin embargo, influyen muchos otros factores (tipo de antibiótico, tipo de paciente…) por lo que la decisión de dar o no un probiótico debe individualizarse y, en todo caso, emplear solo los que han demostrado ser eficaces.

10. Si mi hijo tiene los mismos síntomas que la otra vez que me mandaron antibiótico, ¿para qué voy a ir al pediatra?. Mejor me paso por la farmacia y que me lo vendan directamente. FALSO

Los antibióticos son fármacos que requieren de una prescripción médica (receta) para poder comprarlos en farmacias. Una de las causas por las que las resistencias antibióticas están en aumento es debido al mal empleo de antibióticos. Por ello, debe ser un médico el que decida si esos síntomas (completados con una historia y exploración física) se deben a una infección que requiere antibiótico y no a una experiencia pasada en la que se prescribió un antibiótico.

11. La dosis que ha calculado el pediatra está mal, mejor le doy a mío hijo lo que pone en el prospecto. FALSO

La dosis que debe recibir un niño de un antibiótico depende de el peso que tenga y la infección que se quiera tratar. Los prospectos de las medicinas no suelen tener en cuenta el peso, por lo que no es recomendable seguir sus indicaciones. Tu pediatra te dará unas indicaciones de qué dosis le debes dar a tu hijo y cada cuántas horas. Si crees que se ha podido equivocar, es mejor que se lo digas para que vuelva a hacer la cuenta (los pediatras somos humanos y también cometemos errores).

12. Como me han mandado 6,7 ml cada 8 horas y en la caja viene una cuchara de 5 ml, le daré a mi hijo un cucharada y media. FALSO

Como hemos dicho, las dosis están calculadas para cada niño en concreto. Si en la caja del antibiótico no viene una jeringa que te permita administrar la cantidad concreta de antibiótico, antes de irte de la farmacia compra una.


Y para acabar, os dejamos con un tuit muy instructivo de una compañera farmacéutica, Laura Gandía Cerdá (@LauraGandiaCerd). En él os explica claramente qué cosas hay que tener en cuenta antes de tomar una antibiótico.

¿Hay que tomar probióticos si se toma un antibiótico?

Ya hemos comentado en este blog la utilidad de los probióticos en caso de una diarrea (gastroenteritis aguda) en pediatría pero algunos nos habéis preguntado por la utilidad de éstos para prevenir la diarrea que en ocasiones causan los antibióticos. A continuación podrás leer toda la información que necesitas para salir de dudas.

¿Qué es la diarrea asociada a antibióticos?

En ocasiones los pediatras indicamos un antibiótico a un niño como parte del tratamiento de una infección por una bacteria con el objetivo de erradicar dicho microorganismo de nuestro cuerpo. Sin embargo, uno de los efectos secundarios del empleo de estas medicinas es que las bacterias «buenas» que conviven con nosotros también pueden desaparecer al tomar un antibiótico. 

En condiciones normales nuestro intestino esta lleno de esas bacterias «buenas» que nos ayudan con la digestión de los alimentos entre otras cosas. Puede ocurrir que al tomar un antibiótico estas bacterias desaparezcan del intestino lo que finalmente provoca un disbalanbce de la flora intestinal que acaba dando lugar a una diarrea, incluso semanas después de haberlo tomado.

¿Siempre que se toma un antibiótico da lugar a una diarrea?

No todas las personas tienen diarrea con la toma de antibióticos. Se cree que hay una serie de factores que predisponen a padecerla como son el tipo de antibiótico, la duración del tratamiento, la edad, hospitalización y episodios previos.

Esto justifica que algunas personas no hayan tenido nunca diarrea al tomar un antibiótico y a otras les ocurra siempre.

Los antibióticos más relacionados con este tipo de diarrea son amoxicilina (con o sin ácido clavulánico), cefalosporinas y clindamicina.

Entonces, ¿Cuál es el papel de los probióticos?

Teniendo en cuenta que un antibiótico puede alterar la flora intestinal, la toma de probióticos regularía la inflamación intestinal que se produciría mientras ésta se recupera con el objetivo de que la diarrea no aparezca o sea de menor duración. Los probióticos en conjunto han demostrado disminuir la aparición de la diarrea asociada a antibióticos en un 50%, sin embargo no todos los probióticos son útiles.

¿Qué probióticos son útiles para prevenir la diarrea asociada a antibiótico?

Como pasa con la gastroenteritis aguda, solo algunos probióticos son útiles para prevenir la diarrea asociada a antibióticos, en concreto:

  • Lactobacillus GG
  • Sacharamyces boulardi

Ambos han demostrado en diversos estudios disminuir a la mitad el riesgo de padecer una diarrea tras la toma de antibióticos.

¿Pero es necesario tomar siempre probióticos en caso de tomar antibióticos?

Pese a que estos dos probióticos han demostrado ser eficaces, el pediatra deberá valorar en qué pacientes está indicado ya que como hemos comentado al principio no todos lo niños que tomen antibiótico desarrollarán la diarrea. La valoración individual de los factores de riesgo de cada paciente debe dar la clave al pediatra para indicar la toma del probiótico o no. Lo que no se debe hacer es prescribir otros probióticos que no hayan demostrado ser eficaces en la prevención de la diarrea.

¿Y qué pasa con el yogur?

Al igual que el kefir, el yogur es un alimento que contiene probioticos. Sin embargo, ninguno de los dos ha demostrado ser útil en prevenir la diarrea asociada a antibióticos por lo que no debemos tomarlos con esa intención.


En resumen, y como sucedía con los probióticos en caso de gastroenteritis aguda, ni todos sirven ni hay que tomarlos siempre. Debe ser tu pediatra el que lo indique tras valorar el riesgo individual de cada paciente.

La información que has leído en este post ha sido extraída de la Guía Clínica de la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Infantil titulado » Probiótico para la prevención de la diarrea asociada a antibióticos en niños» y que puedes consultar en este Link.