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¿Cuándo debería introducir los sólidos a mi bebé?

Desde hace años se sabe que la leche, sea esta materna o artificial, cubre de forma adecuada las necesidades de un niño sano hasta los seis meses de vida. Sin embargo, a partir de esa edad, la leche no es suficiente, por lo que resulta necesario que el bebé empiece a comer otros alimentos que cubran sus requerimientos nutricionales, dando paso a lo que conocemos como alimentación complementaria. De forma práctica, esto quiere decir que llega un momento en la vida de todo niño en el que se tiene que enfrentar a nuevas texturas ya que, salvo la leche, la gran mayoría de los alimentos que comemos los humanos son sólidos o semisólidos. La forma tradicional de comenzar con la alimentación complementaria desde hace cientos de años ha sido con purés o triturados en los que se mezclaba todo junto, ya fueran diversas frutas o verdura con carne o pescado. Y así, con purés y papillas, podían pasar meses hasta que a alguno de sus familiares se le ocurría que quizá había llegado el momento de ofrecerle algún alimento algo menos pasado por la minipimer y con una textura más sólida. Con un poco de suerte, el niño lo aceptaba de buena gana y antes de los dos años de edad habían conseguido que comiera «comida de mayores». Pero si la suerte no hacía acto de presencia, era (y es) muy frecuente ver como algunos niños no comían otra cosa mas que una simple crema de verduras preparada en casa en la que no podía haber ni una sola hebra de una triste judía verde. Tampoco era de extrañar que a estos niños les costara Dios y ayuda tragar cualquier otro alimento que no tuviera la textura de un puré. Esta alteración en la que se tiene «miedo» a probar nuevos alimentos se conoce como neofobia. Desde hace unos veinticinco años, existe otra forma de ofrecer la comida al niño ha ganado presencia y adeptos en todas partes del mundo. Se llama Baby Led Weanig (BLW) y seguro que ya la conocéis (nosotros publicamos un post sobre ella hace ya tiempo, link). Este método propone ofrecer a los niños desde los inicios de la alimentación complementaria, alimentos que sean capaces de masticar y tragar en forma de trozos enteros, respetando siempre su sensación hambre y saciedad y siendo ellos los encargados de agarrar los alimentos y llevárselos a la boca. El BLW parece que adelanta a los niños a lo que la forma tradicional consigue llegar un poco más tarde: que los niños coman como adultos. Creo profundamente que la forma de dar de comer a niño debe ser elegida por los padres de tal forma que se sientan cómodos a la hora de preparar los alimentos y ofrecérselos a sus hijos. Tan válido puede ser el BLW como la forma tradicional si ambos, al final, nos llevan al mismo sitio. Pero no perdamos el Norte, que este post trata de cuándo es necesario empezar con los sólidos en los niños. En el caso del BLW está claro que es desde el principio, pero ¿y en el método tradicional? ¿Cuándo deben los padres empezar a ofrecer sólidos o semisólidos a los niños?

El niño mayor que sólo quería purés y papillas

Decía hace unos párrafos que con mala suerte es probable que un niño que estaba siendo alimentado de forma tradicional rechazara los alimentos nuevos que no habían sido preparados en forma de puré o papilla. Sería un niño que come sin problemas una crema de calabaza pero que a la hora de ofrecerle una calabaza cocida la escupe o se la saca de la boca. También aquel que toma con gusto un papilla con naranja, manzana y plátano pero que no hay quien le convenza para que ingiera esos manjares sin triturar y por separado. Y no me estoy refiriendo a un niño menor de un año. Ese niño con rechazo a las texturas es muy probable que tuviera más de doce meses, incluso dos, tres o cuatro años. Podríamos pensar que tampoco pasa nada. Que si al final toma los mismos alimentos en forma de puré o papillas y que, de forma milagrosa, tolera cuatro o cinco alimentos con otro tipo de texturas, dará igual, ya que la ingesta de calorías y nutrientes no tiene por qué ser muy diferente a la de un niño que ya come de todo. Por desgracia, esto no es así. Está demostrado que los niños que toman durante mucho tiempo toda su alimentación en forma de purés desarrollan de forma más frecuente aversión tanto por alimentos nuevos (neofobia) como por texturas nuevas, además de estar más predispuestos a desarrollar obesidad en la vida adulta. Como os podéis imaginar, a la larga, estos aspectos tendrían una gran influencia en el tipo de alimentación que estos niños realizarían de mayores así como en su salud y calidad de vida.

Entonces, ¿cuándo le introduzco los sólidos a mi hijo?

Llegados a este punto, parece importante que, independientemente del método empleado para alimentar a un niño, los sólidos y semisólidos deban introducirse pronto para que éste no desarrolle una aversión a las texturas y nuevos alimentos. Pero no penséis mal porque no se trata de pasar de un día para otro del cuenco de puré a una menestra de verduras o de una papilla de frutas a una macedonia. Aquí lo importante es que el niño reciba esas nuevas texturas antes de que llegue a un punto de no retorno. En su último documento sobre alimentación complementaria, la Asociación Española de Pediatría recomienda aumentar de forma progresiva la consistencia de los alimentos, comenzando con texturas grumosas y semisólidas, no más tarde de los ocho o nueve meses de edad. Además, hay que tener en cuenta que a partir de los doce meses, no debería haber ningún inconveniente para que los niños comieran los mismos alimentos del resto de la familia, evitando siempre aquellos con alto riesgo de atragantamiento como los frutos secos enteros.

¿Y cómo lo hago? ¿Por dónde empiezo?

Un buen comienzo es triturar menos el puré de verduras o la papilla de frutas. Es muy probable que las primeras veces el niño lo rechace, así que no perdáis la esperanza e insistid a lo largo de varios días. En cuanto a las verduras, también se pueden cocer durante más tiempo del normal para que queden muy blanditas y sea el niño el que las deshaga en la boca con poco esfuerzo. En cuando a las frutas, cuando están muy maduras son muy fáciles de chafar con un tenedor para luego ofrecérselas a vuestros hijos sin que hayáis tenido que triturarlas. Algo parecido pasa con las legumbres, que cuando están bien cocidas se pueden aplastar si no queréis ofrecérlas enteras. Con el paso del tiempo, el niño irá cogiendo práctica y le será más sencillo comer cualquier tipo de alimento y textura. Es comprensible que tengáis miedo a que el niño se atragante, pero recordad que los episodios de atragantamiento no son más frecuentes en los niños pequeños que toman sólidos de aquellos que toman triturados.

Alimentos prohibidos por riesgo de atragantamiento

Lo que sí que tenéis que tener muy en cuenta es que hay una serie de alimentos que no podéis ofrecer a vuestros hijos pequeños ya que corren el riesgo de atragantarse al no poder masticarlos. De forma general serán todos aquellos que penséis que el niño no puede aplastar con las encías o con la lengua contra el paladar. De forma práctica, si veis que sois incapaces de machacar un alimento con vuestros propios dedos, no se los deis a vuestros hijos. Hay muchos ejemplo a evitar, tantos que seguramente cualquier lista se olvidaría de alguno. Sirva esta como ejemplo de qué es lo que no debéis ofrecer a vuestros hijos:
  • Frutos secos enteros.
  • Manzana o zanahoria cruda.
  • Uvas, tomates cherry, aceitunas, cerezas o cualquier alimento redondo y pequeño sin cortar en cuartos.
  • Carmelos duros, gominolas o chicles.
  • Palomitas de maíz.
  • Salchichas.
La Asociación Española de Pediatría recomienda esperar hasta los tres años para que los niños puedan empezar con este tipo de alimentos, sin embargo, algunos pediatras prefieren esperar hasta los cinco o seis años para ello. De lo que no cabe duda es que, mientras sean pequeños, cuando vuestros hijos los coman deben estar supervisados.
En resumen, la introducción temprana de sólidos y semisólidos en la alimentación de un niño es necesaria para evitar conductas en las que los triturados se convierten en el único alimento que éste es capaz de comer. Además, con ello estamos potenciando un tipo de alimentación más variada y saludable como factor protector contra la obesidad en la etapa adulta. La introducción de estas texturas más grumosas puede hacerse de forma progresiva, nunca más tarde de los ocho o nueve meses, evitando los alimentos con alto riesgo de atragantamiento. El objetivo debería ser que el niño comiera la misma comida que un adulto a partir de los doce meses de edad.

Bibliografía

  • Recomendaciones de la Asociación Española de Pediatría sobre la Alimentación Complementaria 2018 (Link).
  • Learning to eat: birth to age 2 y (Link).
  • The Feeding Infants and Toddlers Study 2008: opportunities to assess parental, cultural, and environmental influences on dietary behaviors and obesity prevention among young children (Link).
  • The timing and duration of a sensitive period in human flavor learning: a randomized trial (Link).

¿Es necesaria la «leche de crecimiento» o leche Tipo 3?

Hay un mantra que os hemos repetido en más de una ocasión desde que abrimos este blog que viene a decir algo así: «los niños están preparados para tomar leche de vaca entera a partir de los 12 meses». Esto es así porque el tubo digestivo de los niños a esa edad es capaz de digerir y asimilar la carga proteica de este alimento. De hecho, como ya os contamos en otro post, ya desde los 9-10 meses de edad los niños son capaces de digerir pequeñas cantidades de leche de vaca entera (entorno al 30% del total del día, más o menos lo que vendría siendo un yogur).

Sin embargo, muchos habréis visto en el supermercado una leche «especial» que suele llevar en su nombre la coletilla «de crecimiento» y/o el número 3, y habréis pensado que quizá es la leche adecuada para dar a vuestros hijos tras cumplir su primer año de vida. ¿Pues sabéis qué? Nada más lejos de la realidad. Y aunque estas leches de fórmula están diseñadas para niños mayores de un año de vida, no quiere decir que sean necesarias. A ver si conseguimos explicarlo bien para que no caigáis en la tentación de comprarlas en el supermercado… Así que, empecemos por el principio.

¿Qué son las leches/fórmulas de crecimiento?

Según la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (ESPGHAN), las «fórmulas de crecimiento» o «leches de crecimiento» son leches diseñadas para los niños de uno a tres años. Hablamos de leche diseñada ya que ha sido modificada desde la leche de vaca original para dar lugar a un producto que intenta cubrir las necesidades de nutrientes de estos niños.

Esta misma sociedad cree que el nombre de estas fórmulas debería cambiarse ya que al incluir la palabra «crecimiento» en su designación crea la falsa impresión en los padres de que son necesarias para un adecuado desarrollo de los niños. El nombre propuesto seria «Fórmulas para chicos jóvenes», del inglés Young Child Formula.

Este tipo de leches existen en el mercado desde hace más de dos décadas y en España podemos encontrar más de 30 productos comerciales que encajarían en esta categoría.

¿En qué varía su composición de la leche de vaca?

A diferencia de las leches de fórmula de inicio (para menores de 6 meses) o de continuación (de 6 a 12 meses) en las que su composición debe ajustarse a unas proporciones de hidratos de carbono, proteínas, lípidos y demás nutrientes, por ley no existe una recomendación oficial de cómo deberían ser estas leches de «crecimiento», por lo que cada marca hace un poco lo que le apetece o cree que es mejor. Esto se debe a que el consumo de alimentos pasados los 12 meses varía ostensiblemente de unos niños a otros y por tanto habría que «diseñar» una leche diferente para cada niño dependiendo de la alimentación que recibe. Esto difiere de los niños menores de 12 meses en los que la leche es el alimento principal. Pero analicemos punto por punto la composición de esas leches para ver las diferencias con la leche de vaca entera.

Las leches de crecimiento aportan más o menos la misma energía que la leche de vaca, es decir, las calorías que aportan por cada 100 mL es similar entre ellas. Por el contrario, la cantidad de proteínas que contienen varía enormemente de unas marcas a otras y, en general, la cantidad que aportan es menor (en torno a la mitad) que la contenida en la leche de vaca. Otra de las grandes diferencias de las leches de crecimiento es que contienen gran cantidad de azúcares respecto a la leche de vaca, en algunas de ellas casi el doble, lo que las convierte en una fuente extra de azúcares añadidos. Como sabéis, este tipo de azúcares añadidos no son nada saludables y su consumo excesivo de forma regular puede condicionar obesidad y diabetes en la etapa adulta.

En cuanto a las sales minerales, su composición no es muy diferente respecto a la leche de vaca, mientras que sí que podemos encontrar mayor cantidad de elementos traza (hierro, cobre, zinc, magnesio…) así como de vitaminas (casi todas ellas), es decir están «enriquecidas».

¿Y qué nos dice la ciencia de la posible utilidad de estas leches?

El posible beneficio de este tipo de leches lo podríamos encontrar en el suministro de algunos nutrientes que a menudo faltan en la dieta de los niños europeos a estas edades. Estos son básicamente tres: el hierro, la vitamina D y los ácidos grasos poliinsaturados, como el omega 3, los cuales se encuentran en escasa cantidad en la leche de vaca.

Para comprobar si estas leches de crecimiento son realmente útiles para suplir ese posible déficit de nutrientes, debemos evaluar si los estudios clínicos realizados con ellas demuestran con suficiente evidencia que consiguen corregir estos déficits como para recomendarlas de forma habitual. Por desgracia, existen pocos estudios de calidad que hayan evaluado los posibles beneficios de estas leches por lo que hacer un recomendación para que se utilicen de manera rutinaria no es posible.

Respecto a la vitamina D, los pocos estudios que existen han encontrado que el consumo regular de las leches de crecimiento aumenta las concentraciones de esta vitamina en sangre respecto a los que solo toman leche de vaca «sin fortificar». Sin embargo, este aumento en los niveles de vitamina D también lo podemos encontrar en niños que consumen leche entera de vaca fortificada exclusivamente con vitamina D, por lo que recurrir a las leches de crecimiento no sería la solución.

En cuanto al hierro, algún estudio ha demostrado que las fórmulas de crecimiento aumentan las reservas de hierro del cuerpo respecto a la leche de vaca, aunque la traducción clínica de esto es incierta, es decir, no tiene por qué tener ningún beneficio real más allá del dato de laboratorio.

También hay que ser justos y decir que no existe ningún estudio que haya demostrado que este tipo de leches sea malo para la salud. Sin embargo, de manera teórica, su alto contenido en azúcares no sería nada beneficioso para el niño y podría condicionar enfermedades en la edad adulta. Además, estas leches son muy caras respecto a la leche de vaca normal, lo que puede suponer un alto coste para las familias de los niños que deciden utilizarla sin realmente obtener ningún beneficio.

En conclusión, ¿qué debería hacer?

Teniendo en cuenta todo lo anterior, el consumo de leches de crecimiento no supone una ventaja real respecto al consumo de leche de vaca entera. Las mal llamadas leches de crecimiento podrían ser útiles como parte de una estrategia dirigida en un niño concreto para aumentar su consumo de vitamina D, hierro y ácidos omega 3 y siempre supervisadas por un pediatra que las utiliza como parte de una dieta diseñada para ello.

Los que sí que es importante que entendáis es que la mayoría de esos déficits a los que nos hemos referido en niños europeos se deben a dietas selectivas y poco nutritivas. Deficiencias que se podrían compensar con dietas saludables y variadas, o en el peor de los casos, con leche entera de vaca normal fortificada exclusivamente con hierro y vitamina D sin tener que recurrir a una leche de crecimiento.

Así que ya sabéis, antes de lanzaros a comprar este tipo de leches y seguir las recomendaciones de la publicidad que nos inundan por todos lados, consultad con vuestro pediatra si vuestro hijo necesita este tipo de leche, pero ya os digo que lo más normal es que no sea así. Lo normal es que vuestro hijo sea un niño sano que no requiera ningún tipo de leche especial.


Seguro que muchos de vosotros estáis pensando que por qué solo hablamos de leche de vaca cuando hay opciones de otros orígenes en el mercado, tanto animal como vegetal. Es verdad que existen leches de cabra y oveja, pero son más difíciles de encontrar pero nos servirían igual para mayores de 12 meses de edad. Respecto a las mal llamadas «leches vegetales» (soja, almendras…) hemos preferido dejar para más adelante un post entero hablando de ellas y de la conveniencia de utilizarlas o no en niños.


Las recomendaciones que has podido leer en este post están extraídas del documento de posicionamiento de la ESPGHAN sobre Young Child Formula (Link, está en ingles).

Los derechos de imagen de la foto de cabecera de este post pertenecen a Jim Champion bajo una licencia CC BY-SA 2.0.

Intoxicación alimentaria, un clásico del verano

Aunque las intoxicaciones alimentarias pueden ocurrir a lo largo de todo el año, son más frecuentes en verano y pueden echar por tierra las vacaciones que habías planeado para toda la familia.

No es raro que las páginas de sucesos de los periódicos se llenen de noticias de este tipo relatándonos que en nosedonde cuatro miembros de la familia Guzmán han caído intoxicados por una tortilla de patatas en mal estado o que en el festival MadArenaCool, varios jóvenes han tenido que ser atendidos por haber comido en un chiringuito que carecía de las medidas básicas de higiene para procesar alimentos.

Quien más quien menos, todos hemos pasado alguna vez en nuestra vida una intoxicación alimentaria. Sabemos que suelen ser de carácter leve y se resuelven en cuestión de unas horas o pocos días. Sin embargo, no están exentas de riesgos y la deshidratación -su complicación más frecuente– requiere de ingreso hospitalario para su tratamiento. Por sus características, los niños son más propensos a intoxicarse por lo que debemos estar ojo avizor para evitar conductas que podrían provocarlas.

En este post te contamos todo lo que tienes que saber sobre las intoxicaciones alimentarias junto con unas medidas básicas de prevención que todos deberíamos aplicar.

¿Qué produce una intoxicación alimentaria?

Las intoxicaciones alimentarias se producen cuando una persona come o bebe algo que está contaminado principalmente por bacterias (en ocasiones por algún virus). La causa de la contaminación es la presencia de una alta cantidad de bacterias o de sus toxinas en el alimento que ingerimos.

Por tanto, es la ingestión de una gran cantidad de estas bacterias (o toxinas) de golpe lo que produce el cuadro clínico, ya que no somos capaces de destruirlas con nuestros mecanismos de defensa (jugos ácidos del estomago, sistema inmune…) sin que ésta ingestión nos produzcan algún síntomas.

Las bacterias que más frecuentemente están implicadas en las intoxicaciones alimentarias son Escherichia coli, Campilobacter y Salmonella. Y entre los virus, el Norovirus es la estrella.

¿Porqué se contamina un alimento?

La presencia de bacterias en una escasa cantidad en un alimento antes de ser cocinado o ingerido puede ser algo habitual sin que esto condicione una intoxicación, ya que el propio cocinado y los mecanismos de defensa de nuestro cuerpo son capaces de eliminar esa pequeña cantidad de microorganismos y hacer seguro que nos comamos ese alimento. Sin embargo, ante ciertas circunstancias, las bacterias pueden reproducirse y aumentar su numero hasta niveles peligrosos.

Entre las condiciones que provocan una mayor capacidad de reproducción de las bacterias se encuentran la humedad, el calor y el tiempo.

La intoxicación alimentaria se producirá cuando, gracias a esas circunstancias, ingerimos una gran cantidad de bacterias.

Analicemos esas circunstancias por separado.

Todas las bacterias para reproducirse necesitan cierto grado de humedad y de calor. Como ya habréis podido entender, una de las medidas a seguir para evitar que un alimento se contamine es utilizar la nevera a una temperatura adecuada para que el alimento no se estropee y no dejar los alimentos (tanto crudos como cocinados) durante mucho tiempo a temperatura ambiente o expuestos al sol.

En cuanto al tiempo, un alimento se contamina si, además de humedad y calor, se le deja tiempo suficiente para que las bacterias se reproduzcan. En este sentido, será más probable la intoxicación si ingerimos un alimento que lleva varias horas fuera de la nevera que si está recién cocinado.

No hay que ser muy listo para darse cuenta de que humedad, calor y tiempo son tres circunstancias que suelen ocurrir en verano. Un ejemplo:

  • Comida en la playa: humedad y calor
  • Como vamos a la playa cocinamos la comida antes de irnos: tiempo.

Otro buen ejemplo que ilustra lo que no se debe hacer para no exponer a nuestros hijos a una intoxicación es preparar un biberón y dejarlo (con la leche ya preparada) en el calientabiberones para tenerlo calentito para la toma unas horas más tarde, ya que es muy probable que se contamine al darse las tres condiciones básicas (humedad, calor y tiempo). Por ello, los biberones deben ser consumidos de inmediato tras haber sido preparados, como te explicamos en este post.

Con esto que te hemos contado será fácil entender qué medidas debemos tener en cuenta para prevenir una intoxicación alimentaria como te contaremos al final de este post.

A estas tres circunstancias (humedad, calor y tiempo) habría que añadir, como es lógico, unos malos hábitos higiénicos como no lavarse las manos antes de manipular un alimento o al salir del baño.

¿Qué síntomas provoca una intoxicación?

Los síntomas que aparecen en una intoxicación alimentaria son similares a los de una gastroenteritis aguda. Suele aparecer vómitos, dolor abdominal y diarrea. Además pueden acompañarse de malestar general y, en algunos casos, de fiebre.

El periodo que va desde que se ingiere el alimento hasta que aparecen los síntomas puede ser muy corto (unos minutos u horas) o algo más largo (1 o 2 días). La duración del episodio es algo menor que una gastroenteritis, resolviéndose normalmente en 24-48 horas, aunque en algunos casos puede prolongarse varios días.

Como ocurría en las gastroenteritis, la deshidratación es la complicación más habitual en caso de que los vómitos no permitan una ingesta adecuada de líquidos.

¿Cómo saber si tengo una intoxicación?

Como ya hemos dicho, los síntomas son muy parecidos a los de una gastroenteritis aguda y, por tanto, el cuadro clínico no permite diferenciar si se trata de una cosa u otra.

Sin embargo, en la historia clínica suele haber un antecedente de una comida en un restaurante o una cena en casa con algo «en mal estado». Además, varios miembros de la familia o comensales suelen afectarse en un corto periodo de tiempo. Estas dos circunstancias suelen apuntar a la intoxicación como causa de los síntomas del paciente.

Por otro lado, en la gran mayoría de las ocasiones, el alimento contaminado no tiene mal aspecto. Tampoco suele tener un olor raro ni un sabor especial. Por ello, en muchas ocasiones es difícil identificar el alimento que dio lugar a la intoxicación. Sin embargo, ante un caso de intoxicación es adecuado informar a Salud Pública para que puedan investigar y, llegado el caso, evitar un brote.

¿Cuál es el tratamiento de una intoxicación alimentaria?

El tratamiento de una intoxicación es sintomático.

Para la fiebre y el malestar general un analgésico como el paracetamol suele ser efectivo.

Para prevenir la deshidratación es conveniente tomar frecuentemente líquidos, mejor suero de rehidratación oral de venta en farmacias que, como ya os explicamos en otro post, lleva la cantidad de agua, sales y azúcar para rehidratarnos de forma adecuada en caso de enfermedad.

Es muy importante que en el caso de que sea un niño pequeño el que padezca la intoxicación, le ofrezcamos líquidos de forma frecuente y no esperemos a que nos lo pida. Los niños pequeños (al igual que las personas mayores) no tienen bien desarrollados los mecanismos de la sed y tienden a deshidratarse con más frecuencia. Además no suelen tener acceso autónomo al agua por lo que dependen de lo que les ofrezcamos nosotros para mantener un estado de hidratación adecuado.

¿Como se previene una intoxicación?

Para disminuir el riesgo de intoxicación alimentaria hay que seguir unos pasos básicos en cuanto a la manipulación y conservación de alimentos, teniendo en cuenta los principios básicos de higiene y las tres circunstancias que antes os hemos mencionado (humedad, calor y tiempo):

  • Antes de manipular cualquier alimento, lávate las manos.
  • Al volver de la compra debemos guardar los alimentos en el frigorífico y/o congelador que requieran frió para su conservación. Los alimentos crudos (como la carne o el pescado) deben guardarse tapados y por separado de los cocinados.
  • Las bacterias se destruyen con el calor del cocinado por lo que para prevenir una intoxicación cueza, guise, ase o fría los alimentos para que no queden crudos.
  • Debemos evitar los alimentos que tienen más probabilidades de contaminarse como la leche cruda, los huevos crudos y la carne/pescado poco cocinados o crudos. También debemos comer lo antes posible los alientos perecederos.
  • Una vez cocinados, no dejes más de dos horas los alimentos a temperatura ambiente antes de comerlos (mejor hacerlo de inmediato) y nunca, nunca, nunca los dejes expuestos al sol.
  • Una vez que hayamos terminado de cocinar, limpia adecuadamente las superficies que estuvieron en contacto con los alimentos (incluida la tabla de cortar).
  • Respecto a los biberones, no hace falta esterilizarlos, basta con un buen enjuague con agua caliente y jabón para que no queden restos de leche.

Como verás, todas estas medidas las puedes aplicar sin mucha dificultad en casa, sin embargo, algunas intoxicaciones se producen en un local comercial como un chiringuito o un restaurante. Ellos están obligados por ley a aplicar todas estas medidas (y muchas otras) para prevenir las intoxicaciones en sus locales, por lo que no debemos de dudar de la seguridad de comer en ellos. Sin embargo, si la higiene del local te genera dudas o piensas que no han podido cocinar y mantener el alimento de forma adecuada antes de su ingestión es mejor que cambies de local.

¿Cuando debo acudir al médico?

En caso de una intoxicación alimentaria, la gran mayoría de las personas podrán pasar el trago en casa. Sin embargo, en el caso de que pienses que tu hijo está deshidratado debes acudir al pediatra. Los síntomas que nos apuntan a la deshidratación son varios, por ejemplo que tu hijo tenga mucha sed, presente los ojos hundidos, llore sin lágrima, moje menos pañales o deje de hacer pis, presente mal estado general o vomite o tenga diarrea a un ritmo que no le permite tomar suficientes líquidos.


Si quieres saber más sobre cómo prevenir intoxicaciones alimentarias puedes consultar este documento de la Agencia española de consumo, seguridad alimentaria y nutrición.

NOTA: como habrás visto, la imagen de cabecera de este post es una tortilla de patata. No en vano, este es un alimento que frecuentemente es causa de intoxicación alimentaria. Esto se debe a que los huevos son uno de los alimentos que más fácilmente se contamina (en concreto por Salmonella, que suele estar en la cáscara del huevo). Además, la tortilla suele prepararse varias horas antes de ser consumida y muchas veces la dejamos por ahí a temperatura ambiente o la metemos en un tupper y la echamos a la mochila hasta que nos la comemos. Por tanto, es un buen ejemplo de alimento que potencialmente puede provocar una intoxicación.

El copyright de la imagen de cabecera del post pertenece a Alissa Sison bajo una licencia CC BY-NC 2.0)

¿Cómo se prepara un biberón?, ¿es necesario esterilizarlo todo?

Ya hemos escrito en este blog que la lactancia materna exclusiva es lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud para alimentar a un niño sano hasta los 6 meses. Sin embargo, ya sea por motivos médicos o simplemente por una decisión personal, hay madres y padres que no dan el pecho a sus hijos o que abandonan en algún momento esta práctica y se pasan a las formulas artificiales, en general administradas con biberón, hasta que el niño está preparado para beber leche de vaca.

Estas madres (o padres) no son ni mejores ni peores que las que dan el pecho. Toda persona que decide traer un hijo a este mundo es maravillosa por haber tomado una decisión tan valiente. Si es vuestra primera vez, ya veréis cómo cambia la perspectiva de la vida y diréis  «¡¡Ostrás!!, no me imaginaba que esto fuera a ser así». Así que no permitáis que nadie os afee esta experiencia por dar de comer a vuestro hijo de una forma u otra. Ante todo, siempre respeto.

Pero no nos vayamos por los cerros de Úbeda, que aquí a lo que hemos venido hoy es a hablar de cómo se preparan los biberones y si es necesaria toda esa parafernalia que habéis leído en otros sitios o que os ha contado una amiga.

Ya os anticipo que, con un poco de sentido común y organización, es mucho más sencillo de lo que parece.

¿Qué leches artificiales existen para un bebé sano?

Básicamente hay dos: las Fórmulas de Inicio (o tipo 1) y las Fórmulas de Continuación (o tipo 2).

Las primeras, las de inicio, son aptas para dar a los bebés desde el nacimiento hasta los 6 meses de edad, mientras que las segundas están diseñadas para los bebes desde 6 meses hasta el año de vida.

Y os preguntaréis, ¿y a partir de los 12 meses?…. Pues lo que recomienda la Sociedad Pediátrica Europea de Digestivo, Gastroenterología y Nutrición es la leche entera de vaca. Vamos, que no hace falta comprar ninguna leche especial a partir de esa edad, cosa que ya os contamos en otro post. Por este motivo, solo habrá que preparar biberones con leche en polvo hasta los 12 meses de edad.

Por otro lado, habréis visto en el mercado muchas otras leches con nombres especiales: que si anticólicos, que si antiestreñimiento, que si antirreflujo, semihidrolizadas… La mayoría de ellas no han demostrado eficacia para apaciguar las patologías que mencionan en su nombre y, en cualquier caso, deberían ser indicadas siempre por un pediatra.

Antes de empezar, ¿debo esterilizarlo todo?, ¿y entre toma y toma?

No existe ninguna recomendación oficial por parte de la Academia Española de Pediatría al respecto de que sea necesario esterilizar los biberones antes o después de una toma. Se que esto va a cortocicuitar los esquemas mentales que muchos teníais, sobretodo teniendo en cuenta que esa recomendación te la habrá dado una amiga o tu propia madre. Pues, sintiéndolo mucho, no es necesario.

Sin embargo, lo que está recomendado es limpiar muy bien el biberón después de su uso, tanto el recipiente como la tetina. Emplea agua y jabón de fregar, asegurándote que no quedan restos de leche, luego acláralo bien y déjalo secar al aire. De vez en cuando, también puedes meter los biberones en le lavaplatos, siempre y cuando el fabricante no diga lo contrario. Allí se lavarán con agua muy caliente que, al fin y al cabo, es algo parecido a esterilizar.

¿Necesitas una explicación de porqué no es necesaria la esterilización?, pues muy sencillo. Las bacterias que pueden contaminar un biberón lo harán si hay leche en él. Por tanto, si lo limpias bien, no habrá «caldo de cultivo» y no se contaminarán. Piensa en este ejemplo: antes de beber de un vaso de agua, ¿lo esterilizas?, seguro que no. Por mucho que este ahí en un estante de la cocina, si esta limpio y seco, no se contamina por bacterias del ambiente, ¿no?. Pues con los biberones, si están limpios, pasa lo mismo.

Si eres muy aprensiva de la limpieza y sientes la necesidad de esterilizarlo todo después de cada toma, puedes hacerlo, no estarás haciendo nada perjudicial para tu bebé. Como mucho estarás perdiendo el tiempo…

Lo que sí que debes hacer antes de empezar a preparar el biberón de tu hijo es lavarte bien las manos con agua y jabón, al igual que haría una madre que va a dar el pecho a su hijo o se quiere extraer con un sacaleches.

¿Cómo se prepara un biberón de leche artificial?

Ya tenemos el tipo de la leche en polvo y el recipiente, el biberón. Ahora toca hablar de cómo preparar el bibe para dar de comer al retoño.

Todas las leches, independiente de la marca o de si son de inicio o de continuación, se preparan igual.

La proporción de agua y cacitos es siempre la misma. Se debe poner 30 ml de agua (1 onza) por cada cacito raso de polvo. Y como no se pueden preparar medios cacitos, lo biberones siempre se prepararán «de 30 en 30». De esta forma tendremos biberones de 30ml, 60ml, 90ml, 120ml o 150ml… y así hasta el infinito y ¡¡más allá!!.

¿Qué agua debo utilizar?

Seguro que habrás oído que el agua de los bebés debe ser mineral… pues es una verdad a medias, no siempre es necesario.

Si en donde vives el agua del grifo es apta para consumo humano podéis usarla. Si por el contrario no es potable o sois vosotros mismos los que usáis agua mineral porque «la del grifo no sabe bien» o, como se dice a veces, «tiene mucha cal y sales», solo en estos casos, debéis usar agua mineral para preparar un biberón.

Un ejemplo buenísimo es el agua de Madrid que, como todo el mundo sabe, es una autentica maravilla y se puede usar directamente del grifo al biberón.

En el caso de que decidáis utilizar agua envasada, elegid las que tengan bajo contenido en sales (a veces en el envase pone «de mineralización débil»).

Las diferentes marcas que fabrican leche recomiendan hervir el agua antes de usarla. Esto se debe a que no pueden garantizar que en el proceso de fabricación quede alguna bacteria que contamine le leche. La forma de prevenir esto sería hirviendo el agua para que, con ese agua caliente, se murieran las posibles bacterias que hubiera en los polvos. Si siguiéramos esta recomendación, deberíamos hervir tanto el agua del grifo como la embotellada y hasta que dejáramos de dar leche artificial a nuestro hijo (hacia los 12 meses, ¿verdad?). Sin embargo, la OMS, en su documento de cómo preparar un biberón, nos dice que en caso de no disponer de agua hirviendo no sería imprescindible y que siempre podríamos utilizar agua del grifo (si está es apta para consumo humano) o embotellada y administrar el biberón nada más prepararlo. Aquí te dejo también el link a la web de familias de la Asociación Española de Pediatría en la que tampoco figura que sea imprescindible hervir el agua.

Recuerda que si finalmente hierves el agua, debes esperar a que se enfríe para que tu bebé no se queme al tomarla. Este proceso puede llevarte de 15 minutos a media hora, así que organízate con tiempo.

¿Cómo caliento el agua?

Para poder diluir bien los polvos de leche, debéis calentar primero el agua.

Se puede hacer de varias formas. Por ejemplo, podéis calentar el agua en un cazo al fuego, pero vigilad que no se caliente mucho. Otra forma es en el microondas, el cual es muy útil porque tras unas cuantas veces de haberlo probado sabes los segundos exactos que necesitas para calentar tu biberón (ojo las primeras veces: el agua se calienta muy rápido!!)

Siempre debéis probar la temperatura del agua antes de dar el biberón al crío, por ejemplo en el dorso de la mano, para comprobar que no está muy caliente, y siempre es mejor un poco tibia que muy caliente.

También podéis utilizar un calientabiberones. Son unos cacharros que ocupan mucho espacio y que sirven para meter el biberón con agua y que te lo lleven a la temperatura elegida. Nosotros no hemos tenido nunca uno y dudamos que realmente se le saque partido a la inversión si es que ya tenéis un microondas en casa. Además, solo sirven para calentar el agua, no debéis dejar nunca un biberón preparado con leche en un calientabiberones.

¡¡Añade el polvo y agita!!

Una vez que tengas el agua caliente en el biberón, añade los cacitos correspondientes al volumen que has preparado. Recuerda que los cacitos deben ser rasos, es decir, ni medios cacitos, ni colmados. Es muy importante que tengas en cuenta esta recomendación ya que, si preparas la leche en otra proporción, puede ser perjudicial para tu bebé.

Una vez los cacitos estén junto al agua caliente en el biberón, pon la tetina y ciérralo con la tapa. Si no haces esto, cuando lo agites, saldrá todo volando y lo pondrás todo perdido…. Agita bien el biberón para que la mezcla sea homogénea y no quede con grumosvoila!! Listo para tomar!!

Un truco: comprueba la temperatura del agua del biberón ANTES de echar los polvos. Esto te permitirá corregir la temperatura y no tener que estar esperando a que se enfríe la mezcla. Pero ojo, lo que no vale es tirar un poco de leche preparada y añadir más agua para que se temple, ya que estarías cambiando la proporción de agua-cacitos.

¿Qué cantidad de biberón le doy al niño?, ¿tengo que sacarle los gases?

La cantidad de leche que debes dar a tu hijo es aquella que le proporcione la energía suficiente para que crezca y se desarrolle adecuadamente.

Y dirás, «pero eso, ¿cuánto es?». Pues algo parecido le pasa a las mamás que dan el pecho, que realmente no saben lo que comen sus hijos y se tiene que fiar de que la ganancia de peso y el desarrollo sea adecuada.

Los pediatras, según el peso del niño, sabemos qué cantidad de volumen de leche debe tomar un niño. Sin embargo, son cantidades orientativas porque cada niño es un mundo.

Como norma general, puedes preparar una cantidad y cuando veas que se termina todos los biberones de esa medida, pases a la siguiente.

Por otro lado, los biberones, como el pecho, se deben dar a demanda. Lo que si es verdad es que los niños que toman biberón suelen coger un horario algo más fácil que los niños de pecho, pero esto no significa que tu hijo quiera hacer alguna toma antes de tiempo de lo que os tiene tiene acostumbrados, quiera dejarse un poco de lo que preparasteis o incluso comer más en una toma. Al final lo que importa es que a lo largo del día haya tomado una cantidad adecuada. Así que recuerda, el biberón también es a demanda.

Y volverás a pensar, «vale, yo le voy dando, ¿pero será sufiente?». Pues la respuesta es la misma. Habrá que tener paciencia y confiar en que las cosas están yendo bien, con el paso de las semanas o meses iras viendo si tu hijo crece de manera adecuada. Y ya sabes, si tienes dudas, acude a tu pediatra.

En cuanto a la postura, para darle el biberón al niño, busca una posición cómoda tanto para ti como para él. Las primeras veces te resultará complicado. Respeta su ritmo y dale su tiempo, no hace falta embutirle el biberón en 3 minutos para quitarte la tarea de encima….

Y respecto a los gases… Hay niños muy glotones que tragan aire cuando hacen una toma de biberón. Si tu bebé es uno de ellos, para que se quede más cómodo después de comer puedes «sacarles los gases». Para ello puedes sentártelo en las rodillas y ponértele en el hombro y darle unos golpecitos en la espalda de forma suave. Si no consigues que los eche pero está tranquilo despues de comer, no hace falta que insistas.

¿Qué tetina elijo?

Aquí entra el sentido común.

La mejor tetina que puedes usar es aquella que tenga un flujo lo suficientemente rápido para que la toma no se prolongue hasta el infinito pero sin que el bebé se atragante. Será cuestión de ensayo-error e ir probando cuál es la tetina que encaja mejor con tu hijo.

Ten en cuenta que cuando tu hijo crezca, tendrás que cambiar las tetinas para que el flujo sea más rápido dependiendo de la demandada del niño.

Y si me voy de casa, ¿cómo lo hago?

Aquí si que hay que tener un poco de planificación y logística antes de salir de casa.

Las mamás que dan el pecho lo llevan puesto, pero los padres que deciden dar biberón deben preparar bien las cosas antes de salir de casa para que no falte algo llegado el momento de dar la toma al niño. En caso de olvido, tendréis una visita garantizada a una farmacia o supermercado para comprar algo, que por otro lado ya tenéis en casa.

Lo más adecuado es preparar los biberones justo antes de cada toma siguiendo las recomendaciones que te hemos dicho más arriba. También puedes preparar varios biberones para más de una toma, pero lo que guardes debe estar en nevera, lo que no supone una solución en caso de que os hayáis ido de casa.

Lo que no se puede hacer es preparar un biberón y llevártelo caliente en un termo o dejarlo en un calentador hasta la siguiente toma, ya que en estos casos si que se corre el riesgo de que se contamine la leche y tu hijo se intoxique.

Lo que sí puedes hacer en estos casos es llevarte el agua caliente (solo el agua) en un termo y preparar la mezcla en el momento. Existen unos recipientes pequeños con un embudo en el que puedes añadir los cacitos que sabes que luego vas a usar y de esta forma no hace falta que te lleves todo el bote de leche en el bolso o la mochila.

Si por lo que fuera no te has podido llevar el agua caliente, siempre puedes pedir que te la calienten en algún restaurante. Como ultima medida en caso de que todo lo anterior falle, puedes preparar un biberón con agua del tiempo, lo malo es que a veces quedan grumos y, a muchos bebés, no les gusta.


Esperamos que después de leer este texto te hayan quedado los conceptos claros de lo que necesitas para dar de comer a tu hijo con una fórmula artificial y con biberón. A modo de resumen, ten en cuentas estas cosas:

  1. Elige el tipo de leche.
  2. Añade el agua al biberón.
  3. Calienta el agua (mejor tibia que muy caliente).
  4. Añade los cacitos según la regla de “un cacito por cada 30 ml”.
  5. Agita bien.
  6. Al acabar, limpia bien el biberón con agua y jabón.

El copyright de cabecera de este post pertenece a Jérôme Deco bajo una licencia CC BY 2.0.

Baby Led Weaning: alimentación complementaria dirigida por el bebé

Como ya hemos comentado en este blog, a partir de los 6 meses de edad es necesario que los bebés empiecen a tomar alimentos diferentes a la leche, ya que ésta no cubre correctamente las necesidades de un niño para que crezca y se desarrolle de manera adecuada. A partir de esa edad comenzaría el periodo que se conoce como «alimentación complementaria» en donde el lactante complementaría las tomas de leche con otros alimentos. Este periodo se extiende durante muchos meses hasta que el niño se incorpora de manera definitiva a las comidas familiares en torno a los 18-24 meses.

Los purés, en los que se mezclan todas las verduras o frutas que se ofrecen a un niño en una toma, es la forma tradicional con la que seguramente todos los que leéis este post os iniciasteis en la alimentación complementaria. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, existe una (no tan) nueva tendencia que se conoce como Baby Led Weaning (BLW). Este método fue desarrollado por la nutricionista Gill Reapley en 2002/2003; con él, los lactantes de más de seis meses de edad se alimentarían ellos mismos tomando la comida directamente del plato lo que les conferiría un mayor control de lo que consumen. De hecho, ya figura como una opción válida para llevar a cabo la alimentación complementaria según las recomendaciones de 2017 de la ESPGHAN (Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátricas).

Nosotros la conocemos tanto como padres, ya que la hemos utilizado en nuestro hijo, y también como pediatras, ayudando a aquellos que han decidido utilizarla en sus hijos, pero para este post hemos preferido contar con la Dra. Miryam Triana Junco, (pediatra, consultora de lactancia IBCLC, autora del blog A Demanda y una gran amiga) para desgranar en qué consiste eso de que los niños pequeños coman a trocitos, ya que ella conoce el método a las mil maravillas. Este post no es una guía sobre el BLW aunque podrás extraer un montón de ideas sobre como este método puede encajar en la forma en que das de comer a tu hijo. A continuación puedes leer lo más interesante de lo que hablamos tras quedar con ella para tratar el tema.

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En el BLW, los niños son los que se llevan la comida a la boca

Qué significa Baby Led Weaning

Podemos leer en el blog de Miryam que «la traducción exacta de Baby Led Weaning es destete guiado por el bebé»; sin embargo, se prefiere el término alimentación complementaria dirigida por el bebé para no caer en el error de que el método pretende destetar a los niños. Consistiría en «ofrecer alimentos sanos al bebé y dejar que sea él quien decida cuánto, qué y cómo comer» en cada momento.

Desde cuándo se puede practicar BLW

Para poder dar de comer según el método BLW, los niños han de cumplir una serie de requisitos:

  • Haber cumplido los 6 meses.
  • Ser capaz de sentarse solo (en el regazo de una persona o en una trona).
  • Mostrar interés por la comida.
  • Ser capaz de sujetar alimentos y llevárselos a la boca.
  • Haber perdido el reflejo de extrusión.

Si tu bebé cumple estos criterios podrías utilizar este método para la alimentación complementaria, si no es así deberías esperar. Miryam añade que los niños que empezaron con purés también podrían pasarse al BLW, aunque en tal caso prefiere el nombre de «transición a sólidos«.

Y, ¿es imprescindible hacerlo en todas las comidas?

Para hablar estrictamente del método BLW, debería emplearse en todas las comidas. Sin embargo, Miryam afirma que «los niños que no pueden hacer BLW en todas las comidas (por ejemplo, porque acuden a guardería o los cuidan los abuelos) pueden beneficiarse de aplicar el BLW en algunos momentos del día«. Desde su punto de vista, ofrece ventajas frente a los que solo realizan la alimentación complementaria de forma tradicional.

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El brócoli es una opción habitual en los niños que se alimentan según el BLW

¿Se necesita algo especial para hacer BLW?

Para dar de comer a tu hijo según el método BLW no se necesita nada especial al igual que tampoco lo necesitan los padres que han optado por los purés. Sin embargo, Miryam apunta que lo único que realmente necesita un padre que ha optado por el BLW es informarse bien antes de empezar. «Es muy importante que sepamos cuándo está preparado nuestro hijo para empezar, qué alimentos debemos utilizar y cuáles no, cómo debemos prepararlos para evitar el riesgo de atragantamiento…», afirma. Para ello recomienda que los padres leen y se informen sobre el método antes de comenzar, no descartando una consulta con algún pediatra (u otro profesional sanitario) que les pueda guiar en cómo llevarlo a cabo.

Muchos padres tiene miedo de que sus hijos se atraganten cuando les toca empezar con la alimentación complementaria y, por este motivo, muchos optan por los purés que mantienen hasta pasado el año de vida. En este punto Miryam es tajante ya que «no está demostrado que los niños que practican BLW de manera adecuada presenten más atragantamientos que los que se aliementan con purés» y nos cita un articulo publicado en la revista Pediatrics de la Asociación Americana de Pediatría (link). En este sentido, no sería necesario que los padres que han optado por el BLW recibieran un curso de primeros auxilios en el que se explicara cómo atender un atragantamiento. Sin embargo, tanto Miryam como nosotros, creemos oportuno que todos los padres, empleen el método que empleen para dar de comer a sus hijos, tengan unas nociones básicas de cómo atender a sus hijos ante un evento como éste. Un buen comienzo sería la Guía Práctica de Primeros Auxilios para Padres del Hospital Infantil Universitario del Niño Jesús (link) o la guía de Cómo Actuar ante un Accidente Infantil de la Sociedad Española de Urgencias de Pediatría (link).

«…no está demostrado que los niños que practican BLW de manera adecuada presenten más atragantamientos que los que se aliementan con purés…»

Y aunque nada es imprescindible para hacer BLW, existen muchos cachivaches que podéis ver en este post de Miryam (link).

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Una buena trona facilita mucho las cosas

¿Cómo debe ser la comida que se ofrece en Baby Led Weaning?

Los alimentos en sí no tienen que ser diferentes. Si has leído nuestro blog, sabrás que puedes ofrecer cualquier alimento a tu hijo a partir de los 6 meses de vida, como te comentamos en nuestro post de alimentación complementaria.

Lo que diferencia el BLW con la alimentación con purés es la forma en la que ofrecemos los alimentos al niño. Miryam tiene claro que «deben estar adaptados al desarrollo psicomotriz de cada niño, por ejemplo, siempre será más fácil que un niño de 8 meses agarre alimentos en tiras que muy troceados y siempre deben ser de consistencia blanda y no resbaladiza». En su blog podemos encontrar ejemplos como brócoli cocido, tiras de verduras (calabacín a la plancha, patata cocida, la zanahoria siempre cocinada, nunca cruda), sandía, melón, aguacate, plátano, pera o el pan. Y recordad, que nunca estén muy calientes para que vuestro hijo no se queme.

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Fruta cortada en tiras, una de las opciones más habituales en el BLW cuando el niño es pequeño

Como norma general, y mientras vuestro hijo no tenga muelas o dientes para poder masticar alimentos duros de forma eficaz, deberíais ofrecerle solo alimentos que sean capaces de aplastar con las encías o con la lengua contra el paladar. Por ejemplo, evitaríamos la manzana o la zanahoria cruda.

Pero ojo, no debemos perder de vista que «entre los 6 meses y el año de vida la leche sigue siendo el alimento principal del niño y que se debe seguir respetando que la lactancia sea a demanda» como nos puntualiza Miryam. Para aquéllos que toman fórmula artificial, el método es igualmente válido, debiendo mantener los biberones a demanda. Añade que «debido a que la leche materna no aporta mucho hierro, debemos dar prioridad a alimentos ricos en este mineral y aprender a combinarlos para favorecer su absorción».

¿Qué es lo que hace el niño en el método BLW?

Una de las grandes diferencias entre la alimentación complementaria tradicional con purés frente al BLW es que en este último «el niño se guía por la sensación de hambre y saciedad ya que los adultos ponemos a su alcance alimentos saludables para que decidan qué quieren comer y en cuánta cantidad, siendo él en todo momento quién se lleva los trocitos a la boca» según nos cuenta Miryam. En resumen, el bebé participa del acto de comer y no es un mero espectador de unas cuantas cucharadas de puré que sus padres le introducen en la boca quiera o no. Miryam nos insiste que un niño que come según el BLW también podría tomar un puré si es lo que sus padres han decidido que toca ese día para comer, pero será él el que decida cuánto quiere comer llevándose la cuchara a la boca.

Otro punto importante: con el BLW el niño aprende a identificar sabores y texturas. Miryam opina que «cuando un padre prepara un puré está mezclando 4-5 alimentos diferentes haciendo que todo sepa casi siempre igual, además la textura es siempre la misma, sin embargo, con el BLW el pollo sabe a pollo y el brócoli a brócoli«.

Es habitual que un niño al empezar la alimentación complementaria con el método BLW coma poco o casi nada, pero con el tiempo comerán más y mejor. Recordad que es el niño el que debe llevarse la comida a la boca, si sois vosotros los que le metéis los trocitos en la boca a vuestro hijo no estaréis respetando su sensación de hambre y saciedad.

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Esto no es BLW… La mamá le está metiendo la comida en la boca al niño.

Beneficios del BLW

Ya hemos comentado que el BLW respeta la autonomía del niño, pudiendo evitar la sobrealimentación y creando hábitos saludables. A nosotros nos gusta trasmitir a los padres de nuestros pacientes que lo importante es enseñar a los niños a comer de forma saludable, es decir, además de ofrecer alimentos sanos, es imprescindible inculcar unos hábitos alimentarios adecuados y en ese sentido el BLW es una muy buena opción.

Otro punto a favor del BLW según Miryam es que «permite la integración de los niños en la mesa familiar y les ayuda a entender la comida como un acto social. Además, los niños realizan muchas acciones por imitación y si nos ven comer sano, como fruta o verdura, tienden a comer lo mismo que nosotros, hábitos que perduran de por vida».

Además, desde hace años se sabe que los niños que introducen los sólidos más tarde de los 15 meses pueden presentar problemas al hacer la transición a sólidos. En este sentido, el BLW es el método perfecto para evitarlo.

Miryam apunta que «no se ha demostrado por el momento que los niños que hacen BLW presenten menos tasas de obesidad que los que realizan alimentación tradicional, la cuál no está reñida con que un niño reciba una alimentación sana». Sin embargo, los niños que realizan BLW suelen aceptar de buen grado alimentos saludables que otros niños rechazan como el brócoli troceado o la merluza a la plancha.

Con el BLW no existen muchas desventajas, salvo la duda de si el niño estará comiendo suficientes nutrientes. Por ello, es importante que realicéis un seguimiento con el pediatra para garantizar que vuestro hijo come todo lo que necesita y crece de manera adecuada. Y eso sí, preparaos para limpiar porque los niños suelen mancharse mucho aunque con el tiempo se soluciona. Tenéis que tener en cuenta que un niño que realiza BLW también puede emplear cubiertos siempre y cuando sea él el que los utilice para llevarse la comida a la boca, aunque suele ser difícil que un niño de 6-7 meses sepa utilizarlos correctamente, pero con el tiempo aprenderá.

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En el BLW los cubiertos no están prohibidos…

El BLW como modelo de crianza

En experiencia de Miryam «los padres que tienden a interesarse por el BLW son aquéllos que han optado por crianzas a las que ahora se las llama «respetuosas». Además, en muchos casos son madres que mantienen la lactancia materna durante largos periodos de tiempo y tienen la suerte de poder quedarse en casa con sus hijos durante el primer año de vida».  Sin embargo, es falsa la creencia de que el BLW está pensada solo para un tipo de familia concreto con cierto nivel social o modelo de crianza ya que podría ser empleada por cualquier familia.

Nosotros compartimos la opinión de que el BLW no es un método reservado para unos pocos. El dar de comer con trocitos encaja con cualquier p/madre que quiera favorecer la autonomía de sus hijos.

Miryam también nos cuenta que no cree que «nuestras abuelas y bisabuelas, que solían tener muchísimos hijos, se pudieran permitir el lujo de preparar 4-5 comidas diferentes para cada uno de ellos según su edad. Seguro que lo que hacían era sentar al pequeño en su regazo e irle ofreciendo comida poco a poco hasta que se apañaran». Esto nos tiene que hacer ver el BLW no como una modernidad sino más bien como un vuelta a los orígenes. Una forma de simplificar las cosas.

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«Mamá, gracias por dejarme hacerlo solo»

El BLW es una opción válida

Esperamos que después de lo que has leído te plantees al menos que el BLW es una opción válida para dar de comer a tus hijos. Como sabéis, nosotros respetamos mucho las decisiones de los padres y no nos atreveríamos a decirte que es imprescindible que lo practiquéis. Debéis ser vosotros los que tras plantearos qué queréis para vuestros hijos toméis una decisión que seguro será muy válida decidáis lo que decidáis.


Por último, además del blog de Miryam, nos gustaría comentaros algún recurso que os puede resultar útil en caso de que os estéis planteando realizar BLW:

  1. «El niño ya come solo«, de Gill Rapley. Es el libro de la creadora del método BLW y un must si estáis planteándoos esta opción.
  2. «Se me hace bola«, de Julio Basulto. No es un libro exclusivo de BLW pero merece la pena leerlo si os interesa la alimentación infantil.
  3. «Mi niño no me come«, del pediatra Carlos González en el que también se aborda la alimentación infantil.

Si habláis inglés, este articulo sobre la evidencia científica del método BLW es muy interesante (Link).

En Internet y en RRSS podéis encontrar muchos recursos para coger ideas sobre cómo preparar comidas adaptadas al BLW y encontrar grupos de apoyo, pero tened precaución ya que no toda la información con la que os topéis es 100% fiable. También podéis acudir a algún taller presencial (sobre todo en ciudades grandes) que os pueden servir de punto de inicio.


La imagen de cabecera del post no tiene copyrigth. El copyrigth del resto de las imágenes pertenece a (según orden de aparición): 1) Gail (licencia CC BY 2.0); 2) Simon Wheatley (licencia CC BY-SA 2.0); 3) S0MEBODY 3LSE (licencia CC BY 2.0); 4) Renee Ya (licencia CC BY-NC 2.0); 5) Gail (licencia CC BY 2.0); 6) Tess Dixon (licencia CC BY-NC-ND 2.0); 7) Simon Wheatley (licencia CC BY-SA 2.0).

¿Cómo debería ser un comedor escolar?

Una correcta nutrición es un pilar fundamental que garantiza un buen estado de salud. Los hábitos alimentarios que inculquemos mientras sean pequeños nuestros hijos tendrán un gran impacto en su futuro, tanto en la prevención de enfermedades (obesidad, diabetes, hipertensión…) como en la adquisición de un estilo de vida saludable.

Los comedores escolares juegan un papel fundamental, ya que los niños que se quedan a comer en el colegio o en la guardería, realizan una de las tres comidas principales del día durante cinco días a la semana durante muchos meses. En este sentido, el comedor debe completar los hábitos alimentarios que les inculquen sus padres además de proporcionar un menú saludable.

En este post encontraréis una revisión global de cómo debería funcionar un comedor escolar junto con los principios con los que deben elaborarse los menús escolares.

El comedor escolar. Un espacio en el que educar a los niños

En 2006, la Organización Mundial de la Salud elaboró un documento (OMS, link) en el que se exponía la gran importancia que tiene inculcar a niños y adolescentes unos hábitos alimenticios saludables. Esta afirmación se basa en dos principios:

  1. Por un lado, en que las intervenciones realizadas en estas edades son capaces de prevenir (e incluso revertir) la obesidad infantil, la cuál condiciona a largo plazo un estado de salud más deficiente.
  2. Además, los hábitos alimenticios adquiridos cuando son pequeños tienden a mantenerse en un futuro. De hecho, está demostrado que un niño que come fruta habitualmente tiende a seguir comiendo fruta de manera rutinaria cuando se convierte en adulto.

La OMS añadía en dicho documento que los comedores escolares son el espacio idóneo para desarrollar dicha tarea debido a que son capaces de alcanzar a un gran número de personas (no solo niños, sino también a otros miembros de la comunidad escolar como son los profesores y sus familias) y por ello, el comedor debería de adquirir un papel importante en la planificación escolar. De esta forma, un niño al que se le ofrecen unos conocimientos tanto teóricos (en el aula) como prácticos (en el comedor) mejorará de forma significativa sus hábitos de vida.

En España, la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación, menciona en su artículo 2 la importancia del desarrollo de hábitos saludables, el ejercicio físico y el deporte como uno de los fines a los que se orientará el sistema educativo en España. En este sentido, la alimentación que reciben los niños en el colegio debe verse como una parte fundamental de lo que aprenden en el colegio y no solo como el mero hecho de alimentarse.

¿Qué objetivos debe perseguir un comedor escolar?

Teniendo en cuenta que el comedor de un colegio debe jugar un papel importante en la educación de los niños, a lo largo de toda la vida escolar de un alumno deben perseguirse varios objetivos:

  • La alimentación que reciban debe ir encaminada a reforzar hábitos de vida saludables así como normas y correcto uso de los útiles del comedor.
  • Se debe hacer especial hincapié en que los alumnos adquieran responsabilidades frente a la alimentación en función de su edad que les permita en un futuro ser más autónomos.
  • Potenciar habilidades sociales como el compañerismo y el respeto a sus iguales.

El menú escolar

Además de ese papel en la promoción de unos hábitos de vida saludables, el menú en si debe cumplir unas condiciones nutricionales que lo hagan lo más sano posible.

Estos menús deben ser diseñados para cubrir las necesidades energéticas según las edades de cada niño proporcionando raciones adaptadas a cada edad escolar, ya que no es lo mismo lo que come un niño de 3 años que lo que come un adolescente.

Además de las cantidades que reciba cada niño, los menús deben elaborarse teniendo en cuenta los diferentes grupos alimentarios que deben consumirse. En este blog hicimos una entrada sobre el Plato de Harvard en la que se daban unos consejos sobre cómo organizar cada comida de nuestros hijos para hacerlas más saludables. Sin embargo, esas recomendaciones están basadas en la cultura anglosajona, la cuál suele comer un plato único en cada comida. En nuestro ámbitos, un menú diario suele organizarse en un primero, un segundo y un postre de tal manera que a lo largo de la semana se tomen un número de raciones aproximadas de cada cosa. Vayamos por partes:

  • Cereales y derivados: forman parte de la base de la alimentación. Ejemplos de esto son el arroz y la pasta junto al pan. Se potenciarán el empleo de las variedades integrales por su alto contenido en fibra y otros nutrientes. Deben consumirse 2 raciones a la semana, generalmente como primer plato.
  • Verduras y hortalizas: deben ser consumidas a diario, ya sean como primer plato (1-2 por semana) o como guarnición del segundo (3-4 a la semana).
  • Legumbres: generalmente 1-2 raciones semanales como primer plato para a lo largo del mes alcanzar al menos 6 raciones.
  • Carne: se recomienda 1-3 raciones semanales priorizando las carnes bajas en contenido graso frente a las «preparaciones cárnicas procesadas».
  • Pescado: también de 1-3 veces por semana para alcanza al unas 6 al mes. Se alternará pescado azul y blanco.
  • Fruta: en general será el postre de todas las comidas. Se intentará variar lo suficiente como para no caer en la monotonía priorizando siempre su consumo en crudo respecto a preparados (zumos, compotas, almíbares, …).
  • Lácteos: se ofrecerá como máximo una vez por semana como postre, sustituyendo a la fruta y preferiblemente en forma de yogur.

Con un buen diseño, un menú infantil conseguirá cubrir las necesidades energéticas de los niños cumpliendo con el número de raciones por grupo alimentario a la semana, de tal forma que haya una rotación suficiente entre alimentos para no caer en la monotonía.

La forma de preparar los alimentos será lo más saludable posible evitando fritos y rebozados. También se limitará la frecuencia de productos precocinados a un máximo de 3 al mes. Para aliñar las comidas se empleará aceite de oliva virgen extra en crudo y se moderará el empleo de la sal, al igual que otros potenciadores de sabor como el glutamato sódico.

El agua debe ser la única bebida que se ofrezca a los niños en un comedor escolar.

Los menús diseñados para el centro escolar deben entregarse a las familias de los niños para poder realizar de forma complementaria el menú de la cena.

Cómo organizar la hora de la comida en el colegio

En este sentido la recomendación es muy clara, estableciéndose al menos 30 minutos para que los niños puedan disfrutar de la comida. En este punto es importante recordar que se deben respetar las señales de saciedad y hambre de cada niño sin forzar a comer.

El personal del colegio que supervise las comidas debe tener los conocimientos suficientes sobre educación y promoción de alimentación saludable y vigilarán que éstas se desarrollen en un ambiente emocional y social adecuado. El número de personas que vigilará un comedor variará en función de la edad de los niños.

¿Y si mi hijo tiene alergias?

Siempre que se pueda y las instalaciones lo permitan, el centro escolar deberá proporcionar un menú especial libre de alérgenos para los niños que acrediten alergias o intolerancias. En caso de de no poder garantizarse un menú libre de estos alimentos, el centro deberá disponer de neveras y microondas de uso exclusivo para estos alumnos, siendo la familia la que asuma la preparación de la comida.

Para facilitar un ambiente seguro a estos alumnos, el centro deberá potenciar la formación específica del personal que vigile el comedor para poder atender de forma adecuada un incidente con un niño alérgico.


La gran mayoría de las recomendaciones de este post han sido extraídas del Documento de Consenso sobre la Alimetación en los Centros Educativos que se puede descargar de forma libre en este Link.

El copyrigth de la imagen de portada de este post pertenece al Departamento de Agricultura de Estado Unidos bajo una licencia  CC BY 2.0.

Alimentación complementaria: desde cuándo y cómo

Como ya hemos dicho en numerosas entradas de este blog, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses y de forma complementaria hasta los 2 años o más. Esto es así porque la lactancia materna exclusiva es suficiente para conseguir que un niño crezca y se desarrolle de manera adecuada durante los primeros 6 meses de vida. Pasados estos 6 meses es necesario comenzar con otros alimentos ya que la leche materna no cubre todas las necesidades nutricionales de los niños a partir de esa edad.

En el post de hoy repasaremos todos los conceptos que necesitáis conocer para guiar a vuestros hijos a lo largo de esta etapa de la vida.

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¿Qué es la alimentación complementaria?

En el año 2001 la OMS publicó un documento en el que se recomendaba la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses de vida. El motivo de esta recomendación es que se observó que los lactantes amantados al pecho crecían y se desarrollaban de forma adecuada solamente con leche materna hasta esa edad. Pasados los 6 meses se inicia un periodo llamado de «alimentación complementaria» en el que los niños deben tomar otros alimentos de manera «complementaria» mientras se mantendría la lactancia materna a demanda. Esos alimentos nuevos cubrirían junto con la leche materna el total de las las necesidades nutricionales del niño.

Este periodo de alimentación complementaria, en el que el niño toma lactancia materna a demanda junto con otros alimentos, se prolonga durante los siguientes 18 meses hasta que el niño se incorpora de manera definitiva a las comidas familiares, más o menos a los 2 años de vida del niño.

Pero, ¿y qué pasa con los niños que toman biberón?

De forma estricta, la alimentación complementaria empezaría cuando un niño come o bebe un alimento diferente a la leche materna. En este sentido, los niños que toman lactancia mixta o artificial antes de los 6 meses de vida, ya habrían empezado la alimentación complementaria.

Dejando de lado este aspecto de la definición, el cual fue pensado para proteger y dar más valor a la alimentación con lactancia materna exclusiva, los niños que son alimentados con biberón (ya sea de forma parcial o total) llegados a los 6 meses de vida deben empezar a tomar otros alimentos ya que la leche de fórmula artificial tampoco cubre sus necesidades más allá de esta edad.

En resumen, independientemente de la leche que tome un niño, las recomendaciones de alimentación complementaria para los niños lactados al pecho son igualmente aplicables para los que toman lactancia artificial.

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¿Y por qué a los 6 meses? La madurez del sistema digestivo, renal y neurológico

Para que un niño sea capaz de metabolizar comida distinta a leche requiere que determinados sistemas maduren. Por un lado, el sistema nervioso debe madurar para permitir que un niño trague alimentos diferentes a leche de forma segura, pero además el tubo digestivo y los riñones deben ser capaces de asimilar y metabolizar esa comida.

Esta maduración suele ocurrir entre los 4 y los 6 meses de vida del lactante. En este sentido, los bebés con más de 4 meses estarían «preparados» para empezar a comer otros alimentos diferentes a la leche.

Sin embargo, no existe ningún estudio que haya demostrado beneficios en introducir la alimentación complementaria a los 4 que a los 6 meses desde un punto de vista médico y nutricional. Esto se debe, como ya hemos explicado, a que la lactancia cubriría las necesidades del niño de forma completa hasta los 6 meses.

Debido a todo esto, la recomendación en un niño sano que toma el pecho y crece de manera adecuada es retrasar la alimentación complementaria lo máximo posible para potenciar la lactancia materna y sus beneficios, pero no más allá de los 6 meses de vida. Sin embargo, en los niños con lactancia artificial o mixta, podría iniciarse entre los 4 y los 6 meses, aunque sin ningún beneficio nutricional.

Antes de seguir, un pequeño inciso. El único beneficio demostrado de comenzar la alimentación complementaria entre los 4 y los 6 meses de vida es que disminuye posibles alergias en niños predispuestos (antecedentes en padres o hermanos alérgicos), ya que el contacto precoz con ciertos alimentos produciría tolerancia. Sin embargo, ese es otro tema que daría para un post entero…

¿Qué alimentos puedo dar a partir de los 6 meses?

Antiguamente era habitual que en las consultas de pediatría se pasara una hoja a los padres de los niños, cuando acudían a la revisión de los 6 meses, en las que se les daban unas pautas estrictas de con qué edad introducir este alimento y cuándo este otro.

Estas recomendaciones se hacían por la creencia de que retrasar el contacto con ciertos alimentos eliminaba el riesgo de padecer una alergia. Como ya hemos dicho, tanto el sistema digestivo como renal están preparados a la edad de 6 meses para recibir cualquier alimento y no existe evidencia para recomendar que tal o cual comida se retrase más allá de los 6 meses de vida (salvo excepciones).

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¿Cómo y con qué alimentos empiezo?

Uno de los motivos por los que la alimentación complementaria debe empezarse a los 6 meses es porque la leche no es suficiente para cubrir las necesidades de hierro de los niños a partir de esa edad. De esta forma, si un niño prolongara la lactancia exclusiva más allá de los 6 meses, rápidamente desarrollaría una anemia junto con otros déficits nutricionales.

Teniendo esto en cuenta, parece lógico que la alimentación complementaria se inicie con alimentos con alto contenido en hierro. En nuestro entorno esto se puede conseguir con cereales (los cuales suelen estar enriquecidos con hierro) e introduciendo las legumbres y la carne lo antes posible.

Aunque podamos dar todos los alimentos a partir de los 6 meses (salvo alguna excepción), debemos hacerlo de forma secuencial, es decir, primero uno y luego otro y otro y así sucesivamente. Esto nos permitirá identificar si el niño manifiesta alguna reacción o alergia a algún alimento concreto. Si después de 2-3 días tomando un alimento nuevo el niño lo tolera podemos pasar al siguiente.

En España, por motivos culturales, un niño pequeño suele comer fruta a media mañana, verduras/legumbres (con algo de proteína) al medio día, más fruta en la tarde y una cena con verduras/legumbres. Este es el objetivo hacia el que los padres deberían de conducir a su hijo para «normalizar» su alimentación respecto a los horarios y el tipo de comida que toman los adultos, pero sabiendo que si alteran el orden, tampoco pasa nada.

Si el niño toma todavía el pecho, habrá que mantenerlo a demanda. Por el contrario, si lo que toma es lactancia artificial,se irán sustituyendo tomas de biberón por otros alimentos hasta llegar a medio litro de leche al día. En general, en estos niños se sustituye una toma de biberón por otra comida hasta reducir a dos tomas de leche al día (mañana y noche).

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¿Y qué pasa con el gluten?

Este tema ya lo tratamos en un post anterior, pero en resumen, la recomendación actual es no introducir el gluten antes de los 4 meses pero tampoco después de los 12. Además, durante el primer mes de contacto con el gluten, no deben darse grandes cantidades.

La textura de los alimentos: purés vs. trocitos

Cuando una madre/padre tiene que empezar con la alimentación complementaria suele plantearse una pregunta: «¿y esto cómo lo hago?, ¿todo en puré?, ¿le puedo dar trocitos?».

No existe evidencia de que sea más sano empezar la alimentación complementaria con purés o con comida en trocitos que el niño pueda coger con las manos. Este último método se conoce como Baby Led Weaning (traducido al español como «alimentación complementaria guiada por el bebé») y busca que sea el niño el que decida qué comidas toma para complementar al pecho.

Lo que si que está demostrado es que los niños deberían tomar comidas con texturas grumosas desde los 8-10 meses de edad, ya que el retrasar su introducción pasada esta edad puede conllevar a que se desarrolle en un futuro un trastorno alimenticio con aversión a texturas.

También está claro, independientemente de que sean alimentado con purés o con trocitos, que los padres deben reconocer y respetar el hambre de sus hijos así como la saciedad no forzándoles a comer y evitando utilizar la comida como una recompensa o castigo.

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Pero es que a mi hijo no le gustan las verduras ni la fruta…

Ésta es un consulta muy frecuente en las consultas de pediatría: niños que parecen rechazar un alimento cuando se le introduce por primera vez.

El cerebro de los niños pequeños está programado para tener una predisposición hacia los alimentos dulces y salados. Pero además, los alimentos nuevos suelen requerir hasta de 10 intentos para que el niño no los rechace. Es por ello que los padres deben persistir en el intento de introducir un alimento nuevo a sus hijos pese a que éstos muestren descontento. Tampoco está recomendado añadir sal o azúcar a las comidas.

¿Cuántas comidas debe hacer entonces un niño?

De manera progresiva, los niños lactados al pecho suelen aumentar el número de comidas al día. De forma orientativa, hacia los 6-8 meses conviene que a los niños lactados al pecho se les ofrezca otros alimentos diferentes a la leche en unas 2-3 comidas al día y desde los 9 a los 24 meses unas 3-4 al día. Inicialmente serán tomas escasas que complementan al pecho y progresivamente irán ganando en importancia.

Esto no debería variar mucho de los niños que toman biberón, con la diferencia de que estos suelen reducir las tomas de leche mientras que los lactados al pecho lo siguen tomando a demanda.

Hay que tener en mente que el objetivo final es que los niños acaben incorporándose al horario familiar y coman junto con los adultos.

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Alimentos prohibidos

Como ya hemos dicho, no se debe añadir ni sal ni azúcar a la comida de los niños. Se deben evitar al máximo las comidas precocinadas/envasadas/comerciales (mejor un puré de verduras o papilla de frutas casera que una comercial). También se deben evitar bebidas con sabor dulce.

La introducción de la miel se debe posponer hasta los 12 meses de edad por la posibilidad de botulismo infantil. De todas formas, la miel es un alimento con alto contenido en hidratos de carbono que tampoco es muy recomendable desde el punto de vista nutricional.

Debe retrasarse la introducción de la leche de vaca entera hasta los 12 meses de edad como ya se comentó en un post anterior.

Respecto a las verduras de hoja verde (acelgas o espinacas) se recomienda retrasar su introducción hasta los 12 meses. En caso de que sean utilizadas antes del año de vida no deberían suponer más del 20% de la comida ni darse más de una vez al día.


Si habeís llegado hasta el final de este post es porque estáis lo suficientemente interesados en cómo acompañar a vuestro hijo en este periodo de la vida e intentar hacerlo de la mejor y más sana forma posible. Debido a toda la información que habéis leído puede que necesitéis releer el post un par de veces, pero no queríamos acabar sin un pequeño resumen de las recomendaciones más importantes:

  • La leche, ya sea la materna o la de fórmula, es un alimento suficiente para un niño sano que crece y se desarrolla de forma adecuada hasta los 6 meses de vida.
  • Entre los 4 y los 6 meses de vida se podría iniciar la alimentación complementaria, tanto para los niños lactados la pecho como para los que toman biberón. Sin embargo, si tu hijo crece de forma adecuada, puedes esperar hasta que este cerca de los 6 meses de vida para empezar y siempre individualizando a la situación personal de tu bebé.
  • Los niños que toman pecho lo mantendrán a demanda mientras que los que toman biberón pueden reducir las tomas hasta medio litro de leche al día.
  • Se debe introducir pronto alimentos ricos en hierro (como los cereales, las legumbres o las carnes).
  • No existe ninguna razón médica ni nutricional para retrasar ningún alimento más allá de los 6 meses de vida (salvo miel, leche de vaca o verduras de hoja verde).
  • La introducción de nuevos alimentos debe hacerse de forma ordenada con 2-3 días entre ellos.
  • No se debe añadir azúcar ni sal a la comida de los niños.
  • Tampoco existe ningún motivo para recomendar iniciar la alimentación complementaria con purés o con trocitos. Sin embargo, todos los niños deberían haber empezado a tomar texturas grumosas a los 8-10 meses de vida.
  • Es normal que los niños rechacen alimentos y sabores nuevos. Los padres debemos seguir insistiendo para vencer esa aversión inicial.

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NOTA: además de con el documento de la OMS mencionado, este post ha sido desarrollado con las recomendaciones de la Sociedad europea de gastroenterología, hepatología y nutrición pediátricas (Link)

NOTA 2: Si te has quedado con ganas de conocer más del Baby Led Weaning puedes leer más en este link del blog «A demanda» de la Dra. Trina o en este otro link del blog personal de la Dra. Gloria Colli.

Consejos sobre Lactancia Materna: extracción y almacenaje

Iniciamos nueva sección dedicada a nuestra gran amiga que hemos titulado: Consejos sobre Lactancia Materna. Como ya habréis leído en muchos post de este blog, la lactancia materna está recomendada por la Organización Mundial de la Salud hasta los 6 meses de forma exclusiva y hasta los 2 años o más de forma complementaria, siempre que el bebé y la mamá quieran.

A través de diferentes capítulos iremos repasando conceptos básicos y muy útiles para todas aquellas madres que hayan decidido dar el pecho a su hijos. Dedicamos este primer post a los métodos de extracción y almacenaje de la leche materna.

¿Es necesario tener un sacaleches desde el inicio de la lactancia materna?

Durante los primeros días de vida del recién nacido será muy importante tanto el adecuado enganche al pecho como la frecuencia de las tomas. En la medida de lo posible debe haber sido supervisado por un profesional antes del alta para asegurar que el inicio de lactancia es óptima.

Para que se establezca una adecuada producción de leche materna es necesario respetar la demanda del niño, es decir ofrecer al bebé tantas tomas como quiera y durante el tiempo que requiera, con un mínimo recomendado de 8-10 tomas al día.

El empleo del sacaleches durante estos primeros días puede dar lugar a una estimulación por encima de las necesidades del niño que, en el caso de no ser estaría puede dar lugar a complicaciones mamarias como la mastitis. Por tanto, no debemos recomendar el uso del sacaleches en los primeros días e incluso hasta el primer mes.

En ocasiones cuando existen problemas en la alimentación bien sea por inadecuada técnica de enganche (con la consiguiente inadecuada producción de leche materna) , bajo peso del recién nacido o excesiva pérdida, separación madre-hijo, etc. , será necesaria la utilización del sacaleches con el objetivo de aumentar la producción o mantener la existente y poder retomar posteriormente la lactancia materna exclusiva.

En el caso de separación madre-hijo en los primeros momentos tras el nacimiento, puede resultar útil la estimulación con extracción del calostro tan pronto como sea posible: se recomienda no demorarla más allá de las primeras 6 horas tras el nacimiento, ya que se ha demostrado que se correlaciona con una buena producción de leche posterior.

Pasado el primer mes e instaurada la lactancia materna la necesidad de un sacaleches y su uso habitual debe ser valorado por la madre teniendo en cuenta el modelo de vida de cada familia.

Diferentes métodos de extracción

La extracción de leche materna puede ser tanto manual (con sacaleches o directamente con las manos) o bien eléctrica con sacaleches de una o dos copas extractoras:

  • La extracción manual sin sacaleches será la más útil para el calostro de los primeros días en el caso de necesitarlo.
  • Cuando el volumen de leche a extraer es mayor o se utiliza de forma rutinaria (por ejemplo durante la jornada laboral una vez la madre está incorporada al trabajo) se puede optar por el sacaleches manual o eléctrico. Éste último será siempre más eficaz y rápido. Se recomienda un tiempo de extracción no menor a 10-15 minutos o bien hasta que la salida de la leche sea de tan solo gotas. Existen extractores de dos copas que ahorrarán mucho tiempo además de ser más eficaz ya que se estimulan los dos pechos a la vez. Es muy importante elegir un tamaño adecuado de copa que evite el roce del pezón con el plástico y utilizar siempre una presión de extracción que sea cómoda para la madre (no debe producir dolor).

Cómo guardar la leche extraída

Una vez extraída la leche materna puede utilizarse para el consumo inmediato o almacenarse para ser utilizada en los siguientes días o incluso meses. Dependiendo del tiempo que vaya a ser guardada la leche deberemos emplear unos medios de conservación u otros.

Según el Comité de Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría, los tiempos de conservación y congelación de la leche materna son los siguientes dependerán si la leche es calostro o madura. En el caso el calostro puede converse a temperatura ambiente (27-32ºC) unas 12 horas. En la siguiente tabla tiene los tiempos para la leche madura.

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La leche almacenada debe estar guardada en recipientes específicos para el consumo de alimentos infantiles (libres de bisfenol) y rotulada con el día de extracción. La leche extraída en un mismo día puede guardarse en un mismo recipiente pero siempre mezclada cuando esté a la misma temperatura (por ejemplo guardaremos en la nevera las extracciones de un mismo día y cuando estén todas frías podrán juntarse en un mismo recipiente para ser congelado). Es preferible almacenar en varios botes que en uno muy grande, ya que esto permitirá luego descongelar el volumen de leche que necesites.

Utilización de la leche materna extraída: métodos de alimentación con leche materna sin ofrecer el pecho

La leche materna puede calentarse o bien ofrecerse a temperatura ambiente: se recomienda no sobrecalentar por el riesgo de quemaduras, por lo que la temperatura debe comprobarse SIEMPRE antes de ofrecer la leche al bebé. Si ésta se había congelado o enfriado en la nevera lo más útil será calentarla con agua corriente caliente bajo el grifo, al baño maría o bien en el microondas. El uso de este último siempre es controvertido y en general no debe utilizarse rutinariamente. Tenéis que tener en cuenta que el proceso de sobrecalentamiento es más alto que con los otros métodos lo que puede provocar que la leche materna pierda propiedades. En cualquier caso, debe agitarse bien antes de ofrecerla para repartir bien el calor.

Muchos niños rechazan el consumo de leche materna en biberones con tetina (sobretodo por encima de los 3-4 meses de edad) pero aceptarán bien el uso de cuchara o vasito por lo que siempre será posible mantener la lactancia exclusiva aunque la madre inicie el trabajo. Solo habrá que averiguar cuál es la forma favorita de tomar leche para vuestro bebé.

Como hemos dicho antes, es preferible que la leche sea congelada en botes pequeños que en uno muy grande. Esto garantiza que no vas a desperdiciar leche en el caso de que tu hijo, en una toma concreta no la quiera.


Por último, es importante  conocer que la leche materna va a perder cualidades tanto inmunológicas como biológicas tras el proceso de extracción-enfriamiento-congelación-calentamiento pero siempre será mejor la leche materna extraída que ofrecer una fórmula infantil artificial.

Cómo comer sano: el Plato de Harvard

Hace unos días subimos a las redes sociales una foto con un plato en el que habíamos escrito las recomendaciones actuales para hacer una comida sana según el Plato de Harvard. Tuvo muy buena acogida por lo que hemos decidido hacer un post más extenso en el que desarrollemos la idea.

Lo primero es presentar al protagonista del día de hoy: el Plato de Harvard (o como lo han traducido ellos «El Plato para Comer Saludablemente«. Aquí os lo dejamos:

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Vamos a analizarlo por partes porque es más sencillo de lo que parece.

¿De dónde viene la idea?

Todos conocemos la idea de las pirámides de alimentación que tanto vemos en revistas y libros de qué es más adecuado para comer sano: que si 2 raciones de esto al día, 3 de estas a la semana, cosas ocasionales… Son herramientas divulgativas muy útiles pero que en ocasiones son difíciles de interpretar. A continuación puedes ver la pirámide de la Escuela de Salud Pública de Harvard y los editores en Publicaciones de Salud de Harvard:

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Si siguiéramos a raja tabla esta pirámide estaríamos realizando una alimentación más que correcta. Estas pirámides están pensadas tanto para niños como para adultos, ya que lo importante no es la la cantidad sino de la calidad de las comidas que realizamos a lo largo del día. Como hemos dicho, las pirámides son difíciles de aplicar a diario por lo que debemos usarlas mas como lista de la compra que como guía de preparación de comidas, es decir como una idea global de la alimentación.

Sin embargo el día a día no es un pirámide, sino que es una sucesión de comidas (o platos) que no llevamos a la boca. Para facilitar la labor de interpretación de las pirámides, la propia escuela de Salud de Harvard ha diseñado «un plato» que sirve de guía para realizar comidas saludables y balanceadas diarias. Esta guía para preparar comidas sirve tanto para adultos como para niños, modificando la cantidad que requiera cada uno.

¿En que consiste el Plato de Harvard?

Como hemos dicho es una guía de qué es lo que deberíamos tomar en cada comida. Para que te hagas una idea, lo que deberías ver en el plato cada vez que fueras a comer. Para hacer un «Plato de Harvard perfecto» deberías seguir estas recomendaciones:

  • La mitad del plato deberían ser vegetales o frutas. Cuantos más colores y variedades mejor, y recuerda que las patatas no se consideran vegetales.
  • Un cuarto del plato deberían ser cereales, y mejor si son integrales.
  • Otro cuarto del plato debería ser proteína. Mejor pescado, pollo o legumbres que carne roja y evitar al máximo posible los embutidos y carnes procesadas.

A estas tres partes del plato se podría añadir, como fuente de grasas, aceites vegetales (oliva, girasol) pero siempre con moderación. Como bebida lo mejor para los niños es agua (y solo agua).

Solo falta añadir ejercicio diario (en el plato pone «mantenerse activo) para que cumplas con todas sus recomendaciones, así que no tienes excusa para que tus hijos realicen actividades que les mantengan en forma.

Debes tener en cuenta que el Plato de Harvard no sustituye a las pirámides, sino que las complementa.

¿Y si no sigo a estrictamente las recomendaciones en todas las comidas?

A veces es muy difícil preparar una comida para un niño con tres o cuatro ingredientes, incluso puede ser que no quiera una parte de lo que le has puesto. No pasa nada. Recupera en la siguiente.

Por ejemplo, si para comer le has puesto macarrones con atún (es decir, cereales y proteína), deberías darle de postre fruta y en la cena hacer una cena más ligera con muuuucha verdura. Lo importante es que al final del día la suma de todos los platos que haya tomado tu hijo sumen esas tres parte que te hemos contado.

Una imagen vale más que mil palabras

Volviendo al inicio del post os dejamos una foto de una cena de nustro hijo de 21 meses en la que se puede ver como hemos aplicado los principios del Plato de Harvard: brócoli, arroz integral y pescado al vapor.

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La imagen del Plato para Comer Saludable esta protegida por Derechos de autor © 2011 Universidad de Harvard. Para más información sobre El Plato para Comer Saludable, por favor visite la Fuente de Nutrición, Departamento de Nutrición, Escuela de Salud Pública de Harvard, http://www.thenutritionsource.org y Publicaciones de Salud de Harvard, health.harvard.edu. Su traducción al español la puedes encontrar en este LINK

¿Desde cuándo puedo dar cereales con gluten a mi hijo?

Hace unos días hablamos en el blog de cuándo se podía introducir la leche de vaca entera en la alimentación de un niño (Link) y a raíz de esa publicación hemos recibido varias preguntas acerca de los cereales con gluten, la enfermedad celiaca y la alimentación de los niños menores de un año.

En el post de hoy te contamos en que consiste esta enfermedad y su relación con los cereales. También te detallamos las recomendaciones actuales sobre cuándo y cómo introducir el gluten en la dieta de un lactante según la ESPGHAN (Sociedad Europea de gastroenterología, hepatología y nutrición infantil).

¿Qué es el gluten?

El gluten es un conjunto de proteínas que se encuentran en los cereales de secano, fundamentalmente en el trigo, cebada, centeno y avena. Estas proteínas confieren al pan y a otras masas elasticidad lo que da lugar al aspecto esponjoso tras su horneado. Además es un excelente aglutinante/espesante por lo que también se utiliza para otros aspectos en la industria alimentaria (se puede encontrar en multitud de comidas en los que no esperarías que estuviera). En la siguiente tabla puedes ver cuáles son los cereales más habituales que contienen gluten y los que no.

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El gluten es una proteína de bajo valor biológico, ya que su capacidad para administrar aminoácidos a la persona que lo ingieren es muy limitada.

¿Qué es la enfermedad celiaca?

Esta enfermedad consiste en una intolerancia al gluten junto con una atrofia de las vellosidades del intestino delgado, la cual lleva a una malasbosrción de nutrientes y un consiguiente estado de desnutrición.

Se dice que no es celiaco el que quiere sino el que puede, ya que se ha visto una predisposición genética en aquellas personas portadoras de los genes DQ2 y DQ8 para las moléculas HLA de clase II (complejo de histocompatibilidad), sin que sea obligatorio ser celiaco solo por ello, además es excepcional padecer esta enfermedad en el caso de no presentarlas.

Entonces, ¿por qué comemos las personas cereales?

Como hemos dicho, la enfermedad celiaca puede desarrollarse en sujetos susceptibles genéticamente que están en contacto con el gluten, es decir que comen gluten. Sin embargo, todos en nuestro día a día consumimos en mayor o menor medida cereales (con o sin gluten).

La Organización Mundial de la Salud recomienda la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses de edad (no nos cansaremos de decirlo). A partir de esa edad, la leche resulta insuficiente para cubrir las necesidades nutricionales de los lactantes por lo que se hace indispensable iniciar la alimentación complementaria y tradicionalmente los cereales han sido elegidos como uno de los primeros alimentos a introducir tras la leche.

Desde hace cientos de años los cereales han sido uno de los pilares de la alimentación humana, debido principalmente a su alto contenido en hidratos de carbono (nutriente principal en una dieta equilibrada) y fibra, junto con una baja carga proteica y grasa, pero además son fuente importante de otros nutrientes como hierro, minerales (fósforo y calcio) y vitamina B. A todo ello se une la facilidad para su cultivo en casi todo el mundo.  Por tanto se hace inevitable que antes o después un niño entre en contacto con el gluten.

¿Por qué es importante la introducción del gluten a una edad determinada?

Solo esta indicado hacer una dieta exenta de gluten en pacientes con diagnóstico de enfermedad celiaca. El resto de personas serán libres de comer tantos cereales con gluten como ellos quieran.

Sin embargo, desde hace años se ha relacionado el consumo inicial de cereales con gluten en la época de lactante con la posibilidad de padecer en un futuro enfermedad celiaca. Por ello la ESPGHAN ha desarrollado una serie de recomendaciones que merece la pena conocer para desmitificar el cómo, cuándo y cuánto gluten deben comer los niños al iniciar la alimentación complementaria:

Gluten y lactancia materna

La introducción del gluten mientras el niño todavía toma el pecho no ha demostrado reducir el riesgo de enfermedad celiaca. Por ello no está recomendado realizar ninguna modificación sobre la duración de las recomendaciones habituales sobre la lactancia materna.

Cuándo introducir el gluten

La recomendación actual es introducir el gluten entre los 4 meses (cumplidos) y los 12 meses. La introducción del gluten en niños en este rango de edad no influye en el riesgo de padecer enfermedad celiaca en el futuro.

¿Hay algún tipo de gluten más recomendable?

No existe evidencia de que la administración de un tipo de gluten en concreto disminuya el riesgo de enfermedad celiaca por lo que puede realizarse con cualquier cereal que lo contenga.

Cuánta cantidad de gluten hay que administrar al principio

No existe un consenso claro sobre la cantidad adecuada de con cuánto gluten debe iniciarse su introducción.  La ESPGHAN recomienda evitar el consumo excesivo, lo que de forma practica podría traducirse como un cacito de cereales con gluten al día (el resto deberían ser cereales sin gluten).


Las recomendaciones que figuran en este post han sido extraídas del documento de posicionamiento de la ESPGHAN sobre la introducción del gluten y la enfermedad celiaca que puedes consultar en el siguiente Link.