¡Mi hijo bebe mucha agua!

Fuente: Pexels

La sed es un mecanismo maravilloso que ha diseñado la naturaleza para que no nos deshidratemos y compensemos las pérdidas de líquidos y sales minerales que tiene nuestro cuerpo. Normalmente bebemos cuando tenemos sed y, en el caso de que tomemos más líquido del que corresponde, lo eliminamos a través de la orina.

Sin embargo, muchas familias consultan con el pediatra cuando observan que su hijo pequeño bebe más de la cuenta, ya que, no en vano, existen algunas enfermedades que cursan con un aumento de sed o una ingesta de líquidos desproporcionada.

En el post de hoy repasamos cómo actúa el mecanismo de la sed, y qué enfermedades pueden dar lugar a más ingesta de líquidos de lo habitual.

El mecanismo de la sed

El agua es un componente esencial del cuerpo humano. De hecho, el agua representa cerca de dos tercios de nuestro peso corporal e interviene en multitud de procesos metabólicos, desde la respiración hasta mantener la tensión arterial o eliminar toxinas. Debido a las pérdidas que se producen constantemente de este líquido (sobre todo por la orina), tenemos que ser capaces de compensarlas para no deshidratarnos.

Y aquí es donde nuestro cuerpo funciona como una máquina perfecta, ya que cuando nos falta agua se pone en marcha el mecanismo de la sed para reponer lo que nos falta.

El centro de la sed se ubica en el cerebro, concretamente en el hipotálamo, una de sus partes más primitivas. Cuando las neuronas de esta zona detectan que existe una pérdida de líquido corporal o que la concentración de sales minerales aumenta en sangre, se dispara la señal que nos indica que debemos beber. En concreto se trata de unos osmorreceptores, los cuales son capaces de notar si la proporción entre agua y sales minerales de nuestro cuerpo son es la adecuada.

De esta forma, por ejemplo, si hacemos una comida salada y la cantidad de sales minerales aumenta en sangre, nuestro cerebro nos dice que debemos beber agua para compensar ese exceso de sal que acabamos de tomar. O simplemente, sin comida de por medio, esa señal aparece a lo largo del día para que repongamos los líquidos que perdemos por la orina.

Este mecanismo de la sed está presente desde el nacimiento y funciona sin tener que pensarlo. A medida que envejecemos, sobre todo a partir de los 50 años, es menos sensible, motivo por el que las personas mayores pueden deshidratarse sin darse cuenta. Sin embargo, si un bebé pide de beber es porque tendrá sed, aunque sea muy pequeño, y nos lo hará saber a través del llanto o diciendo esa palabra mágica que aparece de las primeras en el desarrollo del lenguaje: «agua, agua…»; del mismo modo, si a un niño pequeño que todavía no habla le ofrecemos agua, lo normal es que beba si tiene sed y que la rechace si en ese momento no la tiene.

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Enfermedades en las que se bebe mucha agua

La polidipsia, del griego «muy» y «sediento», es un síntoma al que los pediatras damos mucha importancia, ya que lo normal es que los niños beban una cantidad de líquidos más o menos constante cada día dependiendo de su edad y peso. Por tanto, diríamos que un niño tiene polidipsia cuándo bebe más de lo que consideramos normal.

Este síntoma puede estar presente en muchas enfermedades entre las que cabe destacar:

  • La gastroenteritis: en este caso se produce una pérdida de líquidos y sales minerales a nivel intestinal. Si esas pérdidas son significativas, nuestro cerebro disparará la señal de sed y tendremos más ganas de beber de lo habitual. Como ya sabréis, en estos caso nos gusta que para reponer esas pérdidas se utilicen soluciones de rehidratación oral de venta en farmacias, ya que lleven las proporciones adecuadas para que el intestino afectado las asimile y nuestro cuerpo se mantenga bien hidratado. En el caso de un niño mayor que tiene diarrea es habitual que nos pida de beber, mientras que en bebés debemos ser nosotros los que les ofrezcamos de manera frecuente líquidos para asegurarnos de que lo que ingieren es mayor de lo que pierden por las heces.
  • Diabetes Mellitus: el famosos azúcar, como lo llaman las abuelas. En esta enfermedad existe un déficit de insulina, una hormona que transporta la glucosa desde el torrente sanguíneo a las células. Al acumularse la glucosa en sangre, ésta es eliminada por la orina, lo que arrastra agua y da como resultado un niño que hace mucho pis (poliuria). Además, ese exceso de concertación de glucosa en sangre es capaz de estimular el centro de la sed, a lo que se suma la deshidratación por estar produciendo más orina de lo normal. Resumiendo mucho, para sospechar una una diabetes mellitus necesitamos a un niño con síntomas (poliuria y polidipsia), que habitualmente se acompaña de mucha hambre (polifagia) y de pérdida de peso; para realizar el diagnóstico se requiere de una muestra de sangre en la que ante esos síntomas detectemos un exceso de azúcar en sangre. El tratamiento de esta enfermedad es dar al cuerpo lo que le falta, es decir, insulina.
  • Diabetes Insípida: este tipo de diabetes no tiene nada que ver con el azúcar y se produce porque porque existe un déficit de  hormona antidiurética (ADH) o esta no funciona correctamente. Esto da como resultado una orina en la que hay una pérdida exagerada de agua, lo que da lugar a que en sangre se dispare la concentración de sales minerales y que esto lleve a que nuestro cerebro quiera beber. Esta enfermedad da también como resultado un niño que orina mucho y que bebe mucha agua, pero con un nivel de glucosa en sangre normal; su diagnóstico es complejo y requiere de una analítica de sangre en la que las sales minerales no se encuentran en la proporción adecuada, la cual debe ser comprobada mediante una prueba en la que al niño no se le deja beber y se observa si se mantiene la pérdida de orina y aumentan las sales minerales en sangre. Esta prueba se realiza en las unidades de endocrinología de los hospitales.

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¿Y qué debo hacer si mi hijo bebe mucha agua?

A pesar de lo que habéis leído en el apartado anterior, existen muchos niños que beben mucha agua y que no tienen ninguna enfermedad. Simplemente son niños que, quizá por hábito, están acostumbrados a beber mucha agua, llegando incluso a lo que en medicina se llama potomanía: beber agua en exceso sin una enfermedad que lo justifique.

Como os podéis imaginar, si un niño (o un adulto) bebe mucha agua sin ningún tipo de enfermedad, lo que hará su cuerpo es eliminar el exceso de líquidos, lo que se traduce en un gran volumen de orina. Todo lo contrario de lo que se produce en la diabetes mellitus, en la que, como hemos dicho, bebemos mucha agua para compensar la que estamos perdiendo por la orina.

No es raro que de vez en cuando aparezcan por consulta padres y madres preocupados porque creen que su hijo bebe más de lo normal. En estos casos es fundamental la historia clínica en búsqueda de otros síntomas (la poliuria, la polifagia y la pérdida de peso de la que hablábamos), además de preguntar si el niño pide de beber tanto de día como de noche cuando está dormido. Por otro lado, también es muy importante la exploración física para detectar casos de deshidratación.

Es habitual que para descartar las enfermedades a las que hemos hecho referencia los pediatras midamos a los niños el azúcar en sangre o solicitemos una analítica de sangre y orina más completa. En el caso de que todo sea normal, lo más probable es que se trate de un niño sin ningún tipo de enfermedad que simplemente bebe una gran cantidad de agua, pero que no reviste importancia.


En resumen, la ingesta de líquidos de nuestro cuerpo está regulada por el mecanismo de la sed. En la mayoría de los casos en los que un niño bebe muchos líquidos no existe una enfermedad subyacente que lo justifique, aunque la polidipsia puede ser un síntoma cardinal de algún tipo de enfermedad que requiere de una buena historia clínica y exploración física y que, a menudo, implica la realización de pruebas complementarias.

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