En el año 2002 Steven Spielberg estrenaba Minority Report, una película de ciencia ficción con un argumento muy interesante: en un mundo distópico existen unos seres psíquicos que son capaces de previsualizar el futuro con una alta fiabilidad, habilidad que utiliza la policía para intervenir antes de que se produzca un crimen. Gracias a estos seres y la unidad policial de PreCrimen, en la que trabaja un Tom Cruise recién aterrizado en la cuarentena, han conseguido tasas de asesinato casi nulas.
Pero como sucede con cualquier buen guion, a los pocos minutos de haber comenzado la película, el protagonista es acusado de un crimen que ocurrirá dentro de 36 horas por lo que emprende una huida para salvaguardar su honor y demostrar que le han tendido una trampa.
Sé que todo esto no tiene nada que ver con la pediatría, pero a veces, cuando aparecen por mi consulta padres y madres con niños con síntomas leves que han aparecido hace menos de una hora (o esa misma mañana), me imagino a mí mismo como si fuera Tom Cruise intentado predecir el futuro para tomar una decisión (mandar al niño a Urgencias, pautar un antibiótico, esperar y ver cómo es la evolución…), pero a diferencia de nuestro protagonista, sin tener datos suficientes para conocer con cierta seguridad lo que va a ocurrir en las siguientes horas.
Si tenéis unos minutos me gustaría explicároslo.
Juntar las piezas del puzzle
La fiebre es el síntoma que sin duda alguna más consultas genera en pediatría. Todos los padres (o casi todos, si somos justos) saben que cuando un niño tiene fiebre es debido a una infección. Y también (casi) todos los padres saben que hay infecciones que necesitan antibiótico (las provocadas por bacterias) y otras que no lo necesitan (las que están provocadas por virus).
Lo que ya no tengo tan claro es si los padres saben que para que los pediatras podamos hacer un buen diagnósticos necesitamos datos que nos ayuden a comprender ante qué tipo de infección estamos, como si fueran las piezas de un puzzle que debemos juntar para que se nos revele una imagen.
La fiebre es una de las piezas de ese puzzle, normalmente la primera que cogemos al abrir la caja, ya que suele ser el primer síntoma que aparece durante una infección, sobre todo en niños por debajo de los dos o tres años, aunque si tenemos suerte, durante esos primeros momentos en los que notamos que el niño se está poniendo malo, puede que aparezcan otros síntomas, como la tos y los mocos en el caso de un catarro, la diarrea y los vómitos en el caso de una gastroenteritis o unas manchas inespecíficas en la piel en el caso de un exantema vírico.
Como buenos detectives que somos, además de hacer una buena historia con todos los datos que rodean nuestro crimen (la fiebre, entiéndame), debemos realizar una exploración física en busca de otras pistas que los padres no pueden contarnos: unos ruidos en el pecho, un oído rojo, una tripa que es dolorosa al palparla…
Pero hacer un puzzle lleva un rato, a no ser que sea uno de esos en los que puedes afirmar que es de Pepa Pig y sus amigos montando en bici al coger una de las dos piezas que componen el rompecabezas y que resolvería hasta el más burro de una clase de preescolar. Espero, con todo mi ingenuidad, que si algún día os toca resolver un puzzle de dos piezas no haga falta que acudáis al pediatra a que os eche una mano.
Pero como decía, los puzzles en los que aparece la fiebre suele llevar un tiempo resolverlos, ya que son puzzles en los que no disponemos de todas las piezas desde el principio, si no que se nos van entregando poco a poco. ¡Mira! la fiebre, que ya la hemos colocado en nuestro tablero, se junta con estas otras piezas de aquí que parece que son unos mocos. Y este otro puñadito de piezas que acabamos de conseguir me recuerdan a una tos de perro y encajan a la perfección con las de la fiebre y los mocos. Oye, pues aunque hayamos tardado tres días en terminar el puzzle, nos ha quedado una laringitis la mar de bonita…
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Los crímenes pasionales y la fiebre
Si retomamos el guion de Minority Report, en la película había una serie de crímenes que eran muy difíciles de impedir, ya que los entes psíquicos avisaban con muy poquita antelación a la policía PreCrimen de su existencia debido a su escasa planificación. Se trataba de los crímenes pasionales. En la película este tipo de crímenes estaban representados por una bola roja que caía por un tobogán y que cuando aparecía hacía que todos los policías pusieran los pies en polvorosa intentando evitar ese crimen que ocurriría al cabo de unos pocos minutos.
A algunos padres les pasa con la fiebre lo mismo que a los policías de Minority Report con una bola roja: salen corriendo al pediatra a las primeras de cambio intentando obtener una respuesta de qué le pasa a su hijo. Y cuando me refiero a las primeras de cambio, me refiero a esos padres que deciden pasarse con el Centro de Salud después de recoger a su retoño de la escuela infantil porque les han llamado porque estaba un poco calentito o a esos otros que no esperan al día siguiente desde el inicio de la fiebre. Entiendo la preocupación, pero desde el punto de vista médico no es lo más adecuado.
Lo que quizá los padres no sepan es que las bolas rojas en pediatría no son la fiebre de reciente aparición, sino otros síntomas que en el caso de que aparezcan deben ser vistos sin demora, como es el caso de las petequias (unas manchitas rojas que salen en la piel y que al pasar el dedo por encima no desaparecen), la dificultad respiratoria, el decaimiento excesivo y el malestar general (pero el malestar de verdad, no el que todos tendríamos por estar malos y tener fiebre), los vómitos que no cesan, una somnolencia desmedida o la fiebre en un menor de tres meses.
En el resto de los casos en los que un niño tiene fiebre se puede esperar (y se debe esperar) al menos 24 o 48 horas antes de que el pediatra haga una primera valoración, ya que así tendréis más piezas que ofrecernos para poder resolver el puzzle de lo que le pasa a vuestro hijo de una sola vez. Si aparecéis por Urgencias con una fiebre de muy corta evolución sin ningún otro síntoma estoy seguro de que la respuesta que os dé el pediatra que os atienda va a ser la misma en el 99,9% de los casos: «hay que esperar un par de días a ver como evoluciona la cosa».
Adivinar el futuro
Hace unos días Tamara Falcó decidió poner fin a su romance con Iñigo Onieva después de que salieran a la luz unas imágenes de su prometido despachándose a gusto con otra mujer en un festival de esos a los que van los infleuncers. La pobre Tamara tuvo que tomar una decisión cuando toda esa información salió a la luz, ya que antes le hubiera sido imposible, porque, si no me equivoco, la Marquesa de Griñón será muchas cosas (o pocas, según se mire), pero no una pitonisa que te amenaza a las primeras de cambio con ponerte dos velas negras.
Y es que adivinar el futuro es muy difícil, de hecho, los que se dedican al noble arte de la bola de cristal suelen ser tachados de estafadores y engañabobos.
Los pediatras somos más como Tamara Falcó, ya que nos gusta tomar decisiones cuando la cosa esta clara cristalina y no especulamos con futuribles como haría la Pitonisa Lola. Y eso mismo es lo que hacemos en la consulta cuando nos enfrentamos a la fiebre de un niño: juntamos las piezas que tenemos en ese momento y si lo vemos claro damos un diagnóstico y planteamos un tratamiento. A Tamara le debió pasar algo parecido y hasta que no vio a su (ex)pareja dándose el lote con otra no pudo ver la verdadera imagen que su puzzle quería mostrarle. Para ella, antes de ese día, las piezas mostraban una imagen de cuento de hadas y si esas imágenes no hubieran salido a la luz seguramente la marquesa seguiría comprometida con Iñigo, aunque también es muy probable que el galán hubiera cometido algún desliz en el futuro y el desenlace, aunque más doloroso después de pasar por el altar, hubiera sido el mismo (al final hubiera encontrado otras piezas de su puzzle que le hubieran permitido ver de qué se trataba).
Aunque parezcan muy lejanas a la pediatría, de esta anécdota de la prensa rosa y de nuestro pequeño cien fórum de hoy hay algo que sí que podemos aprender y es que los pediatras no podemos predecir el futuro por mucho que lo intentemos. Si pudiéramos habríamos advertido a Tamara para que dejara al susodicho antes de que saltara el escándalo o estaríamos montando esa unidad PreCrimen para evitar asesinatos innecesarios o estaríamos a la puerta del Centro de Salud extendiendo recetas de antibiótico nada mas ver al niño sin que hiciera falta hablar con sus padres y explorarle.
Pero somos pediatras, simple y llanamente. Y cuando veamos a un niño con fiebre de una hora de evolución con buen estado general y un exploración anodina, no nos queda otra que decir a esos padres «váyanse ustedes a casa y estén atentos por si aparece alguna bola roja o por si Tamara Falcó nos sorprende con una exclusiva».
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