Mi bebé llora cuando no estoy con él, ¿es normal?

Fuente: Unsplash

Tengo que admitir que como pediatra una de las revisiones que más me gusta hacer es la de los 6 meses. En la inmensa mayoría de los casos se trata de bebés sanos, preciosos y risueños, que se dejan explorar muy tranquilamente y que casi siempre te regalan una sonrisa al hacerles una pedorreta.

Todo lo contrario suele ocurrir cuando estos angelitos cumplen 12 meses y toca volverles a ver. Donde antes había risas y carantoñas, ahora hay llantos y pataletas, los cuales suelen desaparecer cuando alguno de sus padres les coge en brazos y entonces parece que vuelve la calma.

Algo muy similar nos cuentan las profesoras de las escuelas infantiles, ya que un bebé de muy corta edad (entre los 4 y los 8 meses) suele quedarse con ellas sin mucha queja desde el primer día, mientras que a partir de esa edad dejar a un niño en un entorno que no conoce suele traducirse en un llanto desconsolado.

Pero, ¿qué ocurre en esas pequeñas cabecitas para que casi de un día para otro pasen de tener toda la confianza del mundo hacia un extraño a negarse en redondo a quedarse con alguien al que no están acostumbrados? Hoy os contamos qué es la ansiedad de separación, un hito neurológico muy importante durante la infancia que a muchos padres les trae por la calle de la amargura.

Bebés tranquilos como un angelito

Al nacimiento, los bebés carecen de suficientes experiencias como para poder interpretar el mundo en el que viven y responder ante ellas, más allá de, por ejemplo, algunas respuestas innatas como ponerse a llorar cuando sienten dolor, tienen frio, hambre o necesitan que les cambien.

Por ello, cuando sus necesidades básicas están cubiertas, lo normal es que estos bebés de tan corta edad estén tranquilos y acepten de buen grado estar en brazos de sus padres, algún otro familiar o incluso de un desconocido.

De forma similar, en la mayoría de las revisiones que hacemos durante estos primeros meses en la consulta de pediatría están tranquilos, salvo en momentos muy concretos en los que el llanto suele aparecer, como cuando les desvestimos, porque no les gusta o tienen frio, cuando les cogemos para explorar los reflejos o las caderas o cuando reciben el pinchazo de una vacuna. De nuevo, ese llanto es una respuesta fisiológica a una experiencia desagradable, pero ni la consulta ni el personal sanitario en sí mismo les tiene por qué inspirar temor, ya que por el momento su desarrollo neurológico no les permite interpretar que esas personas o ese entorno son amenazantes para ellos.

Pero los bebés crecen y su desarrollo neurológico avanza poco a poco. Con el paso de los meses afianzan sus figuras de apego, normalmente sus cuidadores más próximos, como personas que les mantienen seguros y cubren sus necesidades. La otra cara de esta moneda es que cuando dejan de estar en ese entorno familiar suelen experimentar miedo o temor y de ahí que se pongan a llorar cuando se enfrentan a personas desconocidas o ante situaciones que no conocen o que en el pasado les pudieron provocar dolor.

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¿Qué es la ansiedad de separación?

A ese hito madurativo en el que el niño se pone a llorar o protesta ante este tipo de situaciones que no son familiares se le conoce como ansiedad de separación y normalmente aparece entre los 8 y los 14 meses de edad.

Es una etapa normal de su desarrollo que debemos conocer para que no nos extrañe que casi de un día para otro nuestros hijos pasen de ser bebés traquilos a los que no les importaba estar en brazos de alguien a quien no conocían a convertirse en unas fierecillas que se ponen a llorar a la mínima en la que ven que sus padres dejan de estar en su entorno más próximo. De hecho, debemos verlo como algo bueno, ya que la ansiedad de separación es un reflejo de que empiezan a comprender el mundo que les rodea.

Como ya apuntábamos, este tipo de reacción se hace muy patente en dos situaciones que hasta cierto punto son cotidianas, como es el hecho de ir al pediatra o en las primeras semanas del inicio de un curso escolar, pero también en otras menos habituales en las que, por ejemplo, dejamos a nuestro bebé con una persona de nuestra total confianza, pero a la que nuestro hijo no está acostumbrado, porque nos tenemos que ir unas horas a hacer un recado o simplemente porque nos apetece estar a solas con nuestra pareja.

Por fortuna, no todo en la vida de un niño pequeño van a ser lágrimas y pataletas cuando sus figuras de apego desaparecen de su vista, ya que hacia los 2 o 3 años su mente es capaz de comprender que sus padres pueden desaparecer de su lado, pero que van a regresar más tarde.

¿Puedo hacer algo para que mi hijo no llore cuando le dejo con otra persona?

A ningún padre o madre le gusta que su hijo llore, al fin y al cabo el cerebro de los adultos está programado desde tiempos ancestrales para que al oír a un niño llorar se nos despierte el instinto que nos hace querer atenderle por si le pasa algo. Sin embargo, hay momentos en los que ese llanto del niño aparece en respuesta a algo que no le gusta o no comprende, como ocurre cuando tiene ansiedad de separación, y no porque realmente esté en peligro.

Cuando un niño llora ante este tipo de situaciones nuestro objetivo debe ser calmarle, además de ofrecer al niño una experiencia que le permita darse cuenta de que no le pasa nada malo o es simplemente algo pasajero. De esta forma y con el paso del tiempo el cerebro del niño irá acumulando experiencias para conseguir superar esta etapa en la que la ansiedad de separación está tan patente. Alguna de las estrategias para conseguirlo ya las hemos hablado en este blog, en concreto en este post sobre la teoría del apego.

Como ya hemos mencionado, lo habitual es que hacia los 2 años de edad la ansiedad de separación desaparezca o, al menos, tengan más control sobre ella de tal forma que cuando nos separamos de nuestros peques manifiesten algo de descontento, pero que se les pase rápido. No obstante, algunos niños mantienen esta ansiedad de separación más allá de los 2 o 3 años; en estos casos es conveniente trabajar ciertos aspectos para que nuestros hijos tengan herramientas para validar sus emociones y controlar sus experiencias.

Os dejamos a continuación una serie de consejos que podéis poner en práctica para ayudar a vuestros hijos a superar la ansiedad de separación ante situaciones cotidianas como ir a la escuela:

  • Despedidas cortas: aunque os parezca mejor intentar calmar al niño hasta que comprenda que no pasa nada por que mamá o papá se vayan de su lado, prolongar una despedida puede hacer creer al niño que al final sus padres no se irán, lo que en el fondo puede agravar la ansiedad que tiene en esos momentos.
  • Rutinas: una de las cosas que más ansiedad provoca en los niños pequeños es no saber qué les va a ocurrir. Por ello, realizar las mismas rutinas sin que surjan imprevistos antes de dejarle en la escuela suele mitigar la ansiedad de separación. Saber lo que va a ocurrir permite al niño ganar confianza e independencia.
  • No mentir: intentar mitigar la ansiedad de separación diciéndole al niño una mentirijilla bienintencionada lo único que va a conseguir es que el episodio de llanto sea mayor. Es preferible ser franco y que el niño sepa lo que va a ocurrir.
  • Anticipa al niño cuando vas a volver y no llegues tarde: aunque nuestros hijos sean pequeños llega un momento en le que entienden perfectamente que papá o mamá se tienen que ir pero que luego volverán. Decirles cuándo les aporta seguridad y disminuye la ansiedad. Además, es muy adecuado adaptar la forma de decírselo a un lenguaje que puedan comprender y manejar, por ejemplo, es preferible decirles que vais a volver después de la siesta que a las 3 de la tarde.
  • Anímate a dejar al niño con alguien: como has leído en este post, una forma de que el niño supere la ansiedad de separación es teniendo experiencias en las que sus figuras de apego se van de su lado, otras personas les cuidan y finalmente sus padres vuelven. La única forma de que su cerebro madure y adapte es teniendo esas experiencias, por lo que es muy adecuado que desde pequeños pasen tiempo con otras personas (familiares, amigos, cuidadores…) diferentes a sus figuras de apego principal.
  • Periodo de adaptación: durante los primeros días de escuela infantil la ansiedad de separación suele suele ser muy habitual. Los periodos de adaptación permiten al niño conocer el entorno en el que les vamos a dejar, tanto el espacio como a las profesoras, y tener experiencias cortas sobre las que construir una futura confianza en que no les va a pasar nada malo cuando se queden allí. Además, existen escuelas en las que durante el periodo de adaptación se permite que los padres acompañen al niño durante este periodo para que sean ellos los que familiaricen a sus hijos con esta nueva situación. En nuestra opinión, esto puede ser un arma de doble filo, ya que para algunos funcionará, pero para otros, cuando sus padres finalmente dejen de acompañarlos, puede que presenten mayor ansiedad al cambiar la rutina que tenían los días previos.

Estos consejos que os acabamos de dar puede que os resulten muy obvios o que ya los hayáis puesto en práctica y no os hayan funcionado. Al final, cada niño es un mundo y sus necesidades pueden ser muy diferentes a las de otro niño de su misma edad. Sin embargo, la ansiedad de separación no debe verse como algo malo, sino como un respuesta adaptativa del niño hacia situaciones que no conoce y la única forma de superar es ofreciéndole experiencias similares para que poco a poco sean capaces de superarlas.

Fuente: Dos Pediatras en Casa G.O

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