¿Es lo mismo criar a los niños con apego que con cariño?

mama

Fuente: Unsplash

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial muchos niños se habían quedado sin hogar y vivían en instituciones que les aseguraban las necesidades básicas de cuidado, como la alimentación y la higiene. Con el tiempo se empezó a observar que si estos niños carecían de un vínculo afectivo con un cuidador podían desarrollar dificultades en el futuro, sobre todo en las relaciones sociales.

Debido a estos hallazgos, la Organización de las Naciones Unidas encargó al psiquiatra John Bowly un informe que tituló privación materna y que dio paso a investigaciones posteriores que se cristalizaron en lo que se conoce como teoría del apego. Esta teoría ha tenido mucho desarrollo y sus planteamientos se extienden hasta nuestros días, sin embargo, muchas personas confunde la teoría del apego con criar a los niños con cariño y, aunque tienen mucho que ver, no son exactamente lo mismo.

En este post repasamos qué es la teoría del apego y cómo influyen los vínculos afectivos en el desarrollo de los niños.

Los experimentos de Harlow con monos

Antes de que Bowly se pusiera a investigar sobre los niños huérfanos y su desarrollo social, allá por los años 30 del siglo pasado, un psicólogo americano llamado Harlow ya se había interesado por cómo se establecían las relaciones madre-hijo. Para sus estudios en la Universidad de Wisconsin llevó a a cabo una serie de experimentos con monos.

El más conocido de ellos fue exponer a unos monos bebés que habían sido separados al nacer de sus madres a una jaula en la que había dos madres artificiales: una de alambre de la que podían mamar (tenía insertada una tetina de un biberón que procuraba alimento) y otra hecha con tela y de aspecto mullido. Durante el desarrollo de estos experimentos se observó como los monos preferían estar en el regazo de las madres de tela la mayoría del tiempo, aunque cuando querían comer se pasaban al otro lado para satisfacer sus necesidades nutricionales. En el siguiente video podéis ver un extracto del experimento.

Lo más curiosos de estos experimentos fue observar que cuando en esa jaula aparecía un muñeco con la intención de dar miedo al monito, este salía corriendo y se abrazaba a la madre de tela (también está en el video, hacia la mitad), es decir, buscaba protección en aquella con la que había establecido un vínculo afectivo y no con la madre que solo satisfacía sus necesidades nutricionales básicas.

A día de hoy, y también durante la época de investigación de Harlow, estos experimentos fueron muy controvertidos porque se consideraban crueles y poco éticos y, a buena seguro, sería prácticamente imposible que se volvieran a realizar en la actualidad. Sin embargo, esas investigaciones sirvieron para sentar las bases de las relaciones de un bebé y sus cuidadores, estableciendo la premisa de que éstos necesitan cariño, además de ver cubiertas sus necesidades más básicas, como la alimentación.

La teoría del apego

Como decíamos en la introducción de este post, tras la Segunda Guerra Mundial y tiempo después de que Harlow llevara a cabo sus experimentos con monos que pusieron el foco en cómo el vínculo con nuestros cuidadores establece una serie de patrones ante ciertos estímulos y situaciones, Bowly investigó como las relaciones interpersonales de los niños pequeños con sus cuidadores principales durante los primeros años de vida eran de vital importancia para el desarrollo de sus relaciones sociales y con el mundo que les rodea.

Durante estas investigaciones observó que desde los 6 meses hasta los 2 o 3 años (aproximadamente) los niños tienen mucha facilidad a realizar vínculos emocionales con sus cuidadores principales, en general la madre (aunque cualquier persona que se comporte de una manera maternal, es decir, que se encargue del cuidado del niño, es fácil que establezca este tipo de vínculo). Los vínculos emocionales con los cuidadores principales establecerían un patrón de experiencias, pensamientos, emociones y comportamientos que serán clave para el desarrollo posterior de las relaciones interpersonales con otras personas (tanto en la infancia como en la edad adulta).

Todo esto de las relaciones interpersonales entre niños pequeños y sus cuidadores es mucho más complejo que un párrafo resumen como el que habéis podido leer, pero de forma muy sintética os explica en qué consiste la teoría del apego, que de forma mucho más resumida establecería cómo influyen las relaciones  de los niños pequeños con las dinámicas a largo plazo en las relaciones interpersonales.

En base a esta teoría se han establecido una serie de patrones de comportamiento en los niños pequeños (por debajo de esos 2-3 años que mencionábamos) que creemos que es interesante que conozcáis. A pesar de que Bowly fue quien sentó las bases de la teoría del apego, la psicóloga Mary Aisworth fue una de las que más la desarrolló y describió esos patrones de apego según la relación del niño con sus cuidadores principales.

  • Apego seguro: en este caso, el niño utiliza a su cuidador (figura de apego) como base para la exploración del mundo. Es habitual que proteste ante la ausencia de este, aunque puede ser consolado por otras personas. El cuidador responde de manera apropiada y consistente hacia las necesidades del niño.
  • Apego ansioso: el niño es incapaz de hacer frente a las ausencias de su cuidador principal, normalmente derivado de un exceso de protección hacia el niño que no le permite avanzar hacia la independencia.
  • Apego ambivalente/resistente: en este caso el niño suele buscar al cuidador ante ciertas necesidades efectivas, pero cuando lo encuentra se resiste a que dichas necesidades sean resueltas. Suele ser consecuencia de un patrón en el que el cuidador no es consiente ante las necesidades del niño, dando en ocasiones respuestas adecuadas y en otras inadecuadas.
  • Apego evitativo: el niño reacciona de manera indiferente a la ausencia del cuidador, tratando de manera similar a los extraños que a su cuidador principal. En general, este no ha establecido un vínculo especial con el niño y le molesta que llore y que no sea independiente.
  • Desorganizado: el niño presenta comportamientos contradictorios en la búsqueda del contacto con el cuidador, y aunque no le rechaza, reacciona de una manera atípica a como lo haría un niño con apego seguro (por ejemplo, se deja abrazar o acariciar, pero no toma él la iniciativa). El adulto suele haber tomado una figura en la que no da respuesta a las necesidades del niño de forma adecuada, aunque sí que responde ante ellas. No siempre, pero suele verse con frecuencia en el caso de niños que han sufrido malos tratos.

Esta clasificaciones es dinámica y no quiere decir que un niño no pueda pasar de una patrón a otro a lo largo del tiempo, cosa que ocurrirá dependiendo de la relación que tenga con sus cuidadores (figuras de apego), ni que no pueda tener patrones de apego diferentes en función del cuidador. En general, el 65% de los niños suelen tener un patrón de apego seguro, mientras que el 35% restante se podría clasificar dentro del apego inseguro (que engloba los otros cuatro patrones). El apego seguro es el que sería deseable, ya que es el que permitirá al niño tener un desarrollo psicosocial más adecuado.

«Yo crío a mi hijo con apego»

Apego es una palabra traicionera en español, de hecho, solo tiene una acepción según la RAE: afición o inclinación hacia algo o alguien, aunque muchas personas la utilizan como sinónimo de cariño o respeto, sobre todo cuando se usa en el contexto de la crianza de los niños.

Como habéis podido leer en el apartado anterior, para que se establezca una  relación de apego entre un niño pequeño y su cuidador, sea este seguro o no, basta que con que el niño y el cuidador tengan la oportunidad de relacionares y pasar tiempo junto. En este sentido, es fácil que los niños establezcan relaciones de apego con sus padres (que suelen ser sus cuidadores principales), los abuelos y otros familiares, los profesores de las escuelas infantiles o cualquiera que se encargue de su cuidado habitual.

Pero establecer una relación de apego seguro no pasa solo por cuidar a un niño con cariño, de hecho, si preguntamos a la mayoría de los padres si cuida a sus hijos con cariño, la gran mayoría respondería que sí, aunque esto no se traduce en un 100% de niños con apego seguro, porque como hemos visto en el apartado anterior conseguir una relación de apego seguro pasa por responder de forma apropiada y consistente con las necesidades del niño, lo que en muchas ocasiones se traducirá en límites que al niño no le gustan o llantos que son difíciles de calmar, aunque en ese momento tratemos al niño con el mayor cariño del mundo.

Otro ejemplo serían los padres o madres hieperprotectores que no toleran o aceptan que sus hijos sufran (aunque ese sufrimiento aparezca como consecuencia lógica y normal de algo que ha sucedido en un momento concreto, como cuando los bebés lloran porque no les puedes coger en brazos mientras de te das una ducha o porque has decidido que ha llegado el momento de retirar el chupete) y al final evitan por todos lo medios llegar a esas situaciones. O padres o madres que son extremadamente cuidadosos y que no permiten que sus hijos exploren el mundo, aunque esto derive de vez en cuando en alguna caída o coscorrón. Esos padres o madres estamos seguros que cuidarán de sus hijos con todo el cariño del mundo, per0 en este caso podría traducirse en un perfil de apego ansioso que no es beneficioso para el niño.

Lo que está claro es que para que se establezca una relación de apego seguro primero necesitamos pasar tiempo con nuestros hijos. Difícilmente vamos a conseguir ese tipo de vínculo si no estamos ahí cuando nos necesitan, o al menos no hay alguien que les acompañe en esos momentos aunque nosotros no estemos (como puede ser durante la escuela infantil con un profesor o con un cuidador o los abuelos mientras estamos trabajando), que es lo que pasaba con los niños huérfanos después de la Segunda Guerra Mundial.

Pero además de dedicar tiempo a nuestros hijos, ese tiempo debe ser tiempo de calidad, es decir, momentos en los que se produzcan interacciones entre niño y cuidador que permitan establecer un vínculo de apego seguro.


Como habéis podido leer en este post, cualquier relación lo suficientemente cercana con un niño pequeño establecer un vínculo de apego, pero tratar a un niño con cariño con es garantía de que se establezca en un apego seguro. En cualquier caso, el cariño y el amor siempre desde estar presente en la relación con nuestros hijos, pero también debemos ser consistentes con las respuestas que damos a sus necesidades, aunque esto supone a veces establecer límites que derivan en consecuencias que al niño no le gustan cuando los sobrepasa.

Libros

Para los que no lo sepáis estamos de lanzamiento, ya que el 19 de enero de 2022 salieron a la venta dos libritos en cartón con texto rimado para que los niños aprendan a lavarse las manos y lavarse los dientes. los tenéis disponibles en librerías y plataformas on-line:

Además, en septiembre de 2021 echó a rodar «Sin Cita Previa», un podcast del que somos presentadores y que seguro que también te pude gustar. Puedes escucharlo en:

3 comentarios · Escribe aquí tu comentario

  1. Dice ser Gemma

    Me preocupa ver identificado a mi hijo con la frase “por ejemplo, se deja abrazar o acariciar, pero no toma él la iniciativa”. Siempre he pasado con él mucho tiempo y cuando estamos juntos, salvo momentos como atender una llamada o similar, estamos jugando o haciendo cosas juntos (incluso limpiar, coge un trapito y lo hacemos juntos).

    Creo, o quiero creer, que le doy seguridad, ya que me busca en muchas ocasiones (se cae, le da vergüenza algo, está cansado y me pide que lo acune en bracitos) o considero que tiene otras demostraciones de afecto hacia mí (hace pocos días después de una llamada que me dejó preocupada y que el niño notó, se me sentó al lado y me acaricia la cara y me decía ‘no te preocupes’) o busca él hacer cosas conmigo (ej: le encanta ver la lavadora, quizá estoy yo recogiendo algo mientras está en ello y me dice ‘mamá, te sientas aquí conmigo?’).

    Sin embargo, es anecdótico el hecho de que dé un beso o un abrazo de forma espontánea. Siempre lo había relacionado con su personalidad, pues es bastante independiente y con genio, pensaba ‘bueno, pues no me ha salido cariñoso…’ es así con todo el mundo en general.

    Me da qué pensar ¿es siempre señal de que no se ha establecido un correcto vínculo afectivo? Si es así, ¿qué se puede hacer? Ya que repaso sus consejos en este artículo y creo que describe lo que hacemos en casa… Gracias.

    07 abril 2022 | 12:43 pm

  2. dospediatrasencasa

    Hola Gemma,
    Sin conoceros es difícil hacer una valoración, pero tal y como describes cómo te relacionas con tu hijo me parece que hables desarrollado un apego seguro. Puede que el no tome la iniciativa siempre, pero esta claro que la toma (como cuando te intenta consolar) o te busca cuando algo no le gusta o siente vergüenza. A medida que los niños crecen van ganando en independencia y cada vez «buscan» menos a sus padres, pero eso es algo normal y natural, ya que sabes que si realmente os necesitan vana a acudir a vosotros.
    Un beso grande y gracias por leernos.

    07 abril 2022 | 12:49 pm

  3. Dice ser Gloria

    Totalmente de acuerdo con el cierre de vuestro artículo. El apego no es lo mismo que el cariño; el apego depende de la dedicación y el cuidado de la integridad de los hijos, tanto presente como futura, y esto, como bien indicáis, implica poner límites que, por lo general, en el momento, no son capaces de valorar, de ahí que sea fundamental saber gestionar sus frustraciones.

    Me parece muy interesante, también, la taxonomía de los patrones de apego formulados por Mary Aisworth; soy abogada de un pequeño despacho ( http://gloriahidalgoabogados.es ), especialmente abogada de familia –lo cual implica cierta psicología– y he encontrado ido encontrando cada uno de los casos que la psicóloga apunta.

    Me guardo vuestro artículo y me apunto vuestro podcasts.

    Un abrazo.

    07 abril 2022 | 2:25 pm

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