Mi hijo tartamudea, ¿me tengo que preocupar?

Fuente: Unsplash

Todos hemos visto alguna vez como un niño de corta edad repite palabras o sílabas al hablar, como si se quedara encasillado y le costara tener un discurso fluido, situación que se conoce comúnmente como tartamudeo.

Cuando los niños son pequeños y están en una fase inicial de desarrollo del lenguaje esa falta de fluidez puede ser algo evolutivo que remita espontáneamente al cabo de poco tiempo, pero diferenciar esos niños de los que desarrollarán más tarde un verdadero tartamudeo supone un reto diagnóstico, ya que su detección precoz es clave para poder ofrecer al niño los mejores recursos para el tratamiento de su problema y que este no se cronifique.

En este post os contamos las diferencias entre una disfluencia evolutiva y el tartamudeo infantil.

¿Qué es una disfluencia?

Antiguamente se decía que un niño tartamudeaba cuando le costaba mantener la fluidez del habla. Sin embargo, cuando los niños son pequeños (entre los 2 y los 5 años) y están en la fase de desarrollo del lenguaje es normal que les falte cierta fluidez al hablar y cometan errores cuando intentan organizar sílabas o palabras dentro de una frase. Lo habitual es que en poco tiempo lo hagan mejor y dejen de cometer esos errores a medida que su lenguaje madura.

Por ello, para referirnos a los niños que no mantienen una fluidez normal del habla se prefiere el término disfluencia. Cuando esa disfluencia está acorde con la madurez del niño y, por tanto, es muy probable que se solucione por si sola al cabo de poco tiempo nos debemos referir a ella como disfluencia evolutiva. Por el contrario, debemos reservar la etiqueta tartamudez para aquellos niños que se salen de la norma y presentan disfluencia atípicas y que es muy probable que se cronifique y las mantengan en el futuro.

Por desgracia, los niños y personas que tartamudean pueden ver mermadas su autoestima y autoconfianza, lo que puede suponer para ellos dificultades en el entorno escolar y social, así como menos oportunidades laborales. De hecho, hasta la palabra tartamudo, a pesar de que cada vez nuestra sociedad es más inclusiva, está envuelta en un estigma que hace que a estas personas se las vea diferentes y minusvalore, cuando su única diferencia, si es que ser diferente es un problema, es que no hablan de forma fluida, como el que cojea porque tiene una pierna más corta que otra o el que usa gafas porque es miope.

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¿Cuántos niños hay que tengan difluencias? ¿Hay algún factores de riesgo para que desarrollen tartamudez?

Se calcula que un 5% de niños presenta disfluencias en algún momento de la infancia. Como hemos dicho en el apartado anterior, esos errores en la fluidez del habla pueden ser algo normal dentro del desarrollo del lenguaje, ya que en la mayoría de los casos (80%) remiten al poco tiempo sin hacer ningún tipo de intervención. El 20% restante (lo que supondría un 1% de la población adulta) serán verdaderos tartamudos y mantendrán esos errores al hablar de menor o mayor intensidad.

Como veremos más adelante, diferenciar entre una disfluencia evolutiva de aquellas que no lo son es clave para plantear una intervención precoz en los niños que lo necesitan. Para ello, además de las características propias de la disfluencia, existen una serie de factores de riesgo que nos ayudan a identificar a aquellos niños en los que esa falta de fluidez al hablar pueda deberse a un verdadero tartamudeo:

  • Historia familiar: aunque no se conoce la causa exacta de la tartamudez, se sabe que existe un componente genético, ya que existe mayor riesgo de tartamudez en el caso de que el niño tenga algún familiar con este problema.
  • Edad del niño: si la disfluencia es de aparición precoz, por debajo de los 3 años y medio, hay mayor probabilidad de que se trate de una disfluencia evolutiva y no se cronifique.
  • Duración de la disfluencia: las disfluencias evolutivas suelen remitir en menos de 12 meses. Sin embargo, y para no perder un tiempo de oro en caso de que esa disfluencia sea el primer signo de tartamudez, se recomienda la valoración del niño cuando mantiene esos errores al hablar más de 6 meses.
  • Genero: aunque en la infancia hay mayor número de niñas con disfluencias (4:1), estas tienen mayor probabilidad de remisión, ya que en la edad adulta (verdadera tartamudez) es más frecuente entre el sexo masculino (4 hombres por cada 1 mujer).

A pesar de que todavía no se conoce la verdadera causa de la tartamudez, la neurociencia a descubierto que el cerebro de los niños y los adultos tartamudos presenta un funcionamiento diferente en las áreas del lenguaje motora y premotora, en concreto en el área de Broca, que es la zona cerebral que se encarga del lenguaje expresivo, frente a individuos que no comente estos errores al hablar.

Por desgracia, esas anomalías no son identificables en a través de pruebas rutinarias que podemos solicitar en consulta, por lo que nos debemos de valer de los factores de riesgo y de las características de las disfluencias para tratar de identificar aquellos niños que es muy probable que desarrollen tartamudeo en el futuro.

¿En qué se diferencian las disfluencia evolutivas y el tartamudeo?

Diferenciar cuando una disfluencia se trata de algo evolutivo de los primeros síntomas de una tartamudez puede ser muy complicado, ya que ambas comparten muchas características. Sin embargo, existen una serie de peculiaridades que nos deben hacer saltar la señal de alarma:

  • Disfluencias evolutivas:
    • Aparecen entre los 2 y los 5 años y suelen durar algunas semanas o meses, pero nunca más de 12 meses.
    • Una vez que desaparecen no vuelven a aparecer.
    • Se caracterizan por la repetición de sílabas o palabras  (normalmente no más de dos veces).
    • A pesar de la falta de fluidez al hablar, no muestran signos de tensión (apretar puños, forzar músculos de la cara, estirar el cuello…).
    • No existen conductas de evitación.
    • No realizan movimientos extraños al hablar.
  • Disfluencias atípicas o tartamudeo infantil:
    • Aparecen entre los 2 y los 5 años y persisten más de 12 meses.
    • Pueden ser intermitentes, es decir, que una vez superadas reaparezcan al cabo del tiempo.
    • Además de repetir sílabas y palabras, aparecen prolongaciones de sonidos y bloqueos al hablar.
    • Cuando hablan están claramente en tensión.
    • Evitan hablar ante ciertas situaciones o personas.
    • Pueden realizar movimientos asociados al hablar, sobre todo con la cara, los ojos y el cuello, como si fueran tics.

¿A quién me debo dirigir si creo que mi hijo es tartamudo?

A día de hoy, todavía existen profesionales que ven normal que un niño tenga una disfluencia. Es cierto que en la mayoría de los casos, esa falta de fluidez al hablar se corregirá por si sola y no derivará en un verdadero tartamudeo. Pero como en todo lo que concierne al neurodesarrollo, y el lenguaje es parte de él, el problema radica en que los niños difluentes que serán tartamudos en el futuro deben ser identificados lo antes posible porque cuanto antes se empiece a trabajar con ellos, más probable es que se corrijan los errores que cometen y no se cronifiquen con el paso de los años o, por lo menos, se consigan adaptarlos para que tengan un lenguaje hablado lo más fluido posible.

Existen muchos profesionales que están en contacto con los niños a los que podéis recurrir si creéis que vuestro hijo tiene un problema, como pediatras, maestros, nueropsicólogos, pedagogos, psicólogos infantiles, psicólogos especialistas en el desarrollo del lenguaje o logopedas. Por su cercanía y disponibilidad, tanto los pediatras como los maestros de las escuelas infantiles pueden ser una primera opción para que les comentéis vuestras dudas.

En el caso de que al evaluar a vuestro hijo nos quedaran dudas de que lo que presenta es una disfluencia atípica, habría que recurrir a un especialista, en general a un logopeda con amplia experiencia en niños, ya que al fin y al cabo es el profesional sanitario más indicado para la prevención, evaluación y recuperación de los trastornos del lenguaje.

En el caso de que el logopeda lo considere necesario, establecerá un plan terapéutico individualizado para cada niño y edad enfocado a corregir la disfluencia, o por lo menos a mitigar los efectos que esta tiene en la vida del niño. En la mayoría de los casos, ya que se trata de niños por debajo de los 5 años, lo que se suele hacer es establecer pautas a los padres para que sea ellos los que trabajen con su hijo de una manera lúdica mientras se evalúa cada cierto tiempo la efectividad de estas medidas. En el caso de niños más mayores se entrenan técnicas de control del habla.

La duración de estas intervenciones varía en función de lo afianzado que esté el tartamudeo en el niño. Por lo general, en niños pequeños (de unos 3 años) suele ser suficiente con unos meses de terapia, mientras que en los niños de 6 a 12 años, que serán los que más cronificado tengan el tartamudeo, puede durar un par de años. En cualquier caso, una vez finalizada la terapia es importante hacer un seguimiento del niño para prevenir recaídas.


Esperamos que después de todo lo que habéis leído en este post hayáis entendido la importancia de un diagnóstico precoz en un niño con disfluencias. En la mayoría de los casos se tratará de una fase normal de su desarrollo del lenguaje, pero en otros podría ser debido a un verdadero tartamudeo. En caso de duda o cuando esas disfluencias no son típicas, se debe pedir la opinión de un profesional del desarrollo del lenguaje para que pueda establecer lo antes posible un plan terapéutico que en muchos casos conseguirá corregir el problema.

Desde aquí, en el caso de que os veáis un poco perdidos en este tema, os animamos a consultar la web de Fundación Española de la Tartamudez, ya que cuentan con mucha información de alto valor, tanto para familias como para profesionales, como por ejemplo, su Guía para padres y su Guía para pediatras.

Fuente: Dos Pediatras en Casa G.O

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