Nos cuesta admitirlo, pero es la realidad: España ya no cuenta con los mejores jugadores del mundo. Buscamos explicaciones vagas cuando no se juega bien, que si el calendario, que si están cansados, que si lo único que falta es el gol… pero no. La realidad es simplemente esa, contamos con un grupo de buenos jugadores, pero lejos de los mejores.
Vamos a pensar en Barcelona y Real Madrid como los dos equipos que siempre fichan a los mejores futbolistas del mundo. Cada vez que brilla algún jugador se lanzan a por él y, si no se lo llevan, el intento al menos está ahí al acecho. Pues bien, ahora pensemos cuánto de deseados para ellos son Pedro (apenas juega en el Barça), Silva (esa vieja aspiración blanca que ya no interesa), Cesc Fábregas (los culés le dejaron ir), Cazorla (sin comentarios) y Morata (gran temporada, pero ni eso acaba por decidir al Madrid). Todos ellos formaron el ataque en el partido en Bielorrusia.
No discuto que son buenos jugadores, y que de Cesc y Silva se pueden esperar grandes cosas, pero no son la élite del fútbol. Cuando España fue campeona de todo contaba con los dos mejores centrocampistas ofensivos del mundo (Iniesta y Xavi) en el mejor momento de sus carreras, con los dos mejores mediocentros de la época (Busquets, Xabi Alonso) y con dos goleadores de talla mundial (Villa, especialmente, y Torres).
La perspectiva de futuro no es mala. Jugadores como Koke, Isco, Thiago y Morata prometen grandes cosas, y a Cesc, Silva, Ramos o Piqué aún les queda mucho por ofrecer. Lograr éxitos es posible. Pero que a nadie le sorprenda ya caer en cuartos de grandes torneos (o antes), descalabros en Eslovaquia o sufrir para ganar a selecciones mediocres. Esto es lo que hay y conviene hacerse a la idea.