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¿Por qué si metes en el congelador una botella de una bebida alcohólica el contenido no se congela?

Muchas son las personas que tienen por costumbre guardar las botellas de algún tipo de licor alcohólico (también llamadas ‘bebidas espirituosas’) en el congelador con el fin de que estén bien frías a la hora de servir, sin tener así que utilizar cubitos de hielo que aguaría la bebida.

¿Por qué si metes en el congelador una botella de una bebida alcohólica el contenido no se congela?

Pero es curioso comprobar que, por mucho tiempo que una botella de whisky, ron, ginebra o vodka e tire dentro de un congelador nunca llegará a congelarse (al igual que si rellenamos las cubiteras con el propósito de hacer cubitos de hielo con esas bebidas, nunca lo conseguiremos.

Y es que para que uno de eso licores pudiera llegar a congelarse necesitaríamos una temperatura mínima de -45º y nuestro congelador suele tener (por norma) una temperatura que no baja de los 18º o 20º, motivo por el que es prácticamente imposible conseguir congelar una bebida alcohólica.

Además, mucho más complicado lo tendríamos si lo que queremos es congelar una botella de alcohol de 96º (el típico que tenemos en casa para desinfectar las heridas), ya que en ese estado, prácticamente puro, el etanol (o alcohol etílico) tiene su punto de fusión (o congelación) en los -114º.

 

 

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Fuente de la imagen: anokarina (Flickr)

Draquecito, el antepasado del popular Mojito

De todos es conocida la afición de los antiguos piratas, que surcaban los mares del Caribe, por ingerir unos buenos lingotazos de ron, aunque en aquella época no estaba suficientemente destilado y era más un aguardiente que tal y como hoy conocemos a este licor obtenido a partir de la caña de azúcar.

Pero había quien prefería mezclar el aguardiente con otros ingredientes para que así el trago fuese más ligero. Uno de esos combinados era el Draquecito, una bebida que contenía el mencionado aguardiente, lima, unas hojas de menta y azúcar.

Era una bebida que cumplía la función de calmar la sed a la vez de usarse como antiséptico para curar enfermedades como el escorbuto, motivo por el que se le incorporaba el zumo de la lima. La función de la menta era refrescar y el azúcar endulzaba el fuerte sabor del aguardiente.

Todo hace suponer que el nombre de Draquecito lo había adquirido, allá por el siglo XVI, de uno de sus más ilustres consumidores, el famoso corsario inglés Sir Francis Drake, al cual le gustaba beber dicho combinado tras cada batalla y que le era preparado por un subordinado con su mismo apellido.

Con la aparición del ron destilado, a mediados del siglo XIX, se comenzó a utilizar este licor, que le aportaba al coctel un sabor menos áspero que el que le daba el aguardiente. Fue evolucionando hasta originarse lo que hoy conocemos con el nombre de Mojito, la bebida más popular del Caribe.

 

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