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¿Cuál es el origen del término ‘epitafio’?

Se conoce como ‘epitafio’ a la inscripción que suele figurar en la lápida de una tumba o nicho y que suele ser una frase descriptiva sobre la vida u obra de la persona cuyos restos reposan allí.

¿Cuál es el origen del término ‘epitafio?

Normalmente el epitafio suele ser dictado por el finado antes de fallecer, como una de sus últimas voluntades y no solo aparece en inscrito en la losa fúnebre sino también publicada en la esquela del periódico.

Pero, originalmente, en las civilizaciones antiguas lo que se consideraba como epitafio era en realidad una inscripción en la que figuraba una oración dedicada alguna deidad (cada cultura tenía la suya) con el fin de que protegiera al fallecido en el otro mundo.

Con el paso del tiempo y la extensión del catolicismo y otras religiones, ese epitafio era mucho más concreto, siendo destinado a un Dios concreto.

El origen de los epitafios, tal y como los que hoy en día los conocemos (frases alusivas a la personalidad del fallecido), debemos encontrarlo a partir de la Era de la Ilustración (siglo XVIII) en el que una nueva corriente de pensamiento más intelectual y menos religiosa cambió el sentido, convirtiéndolos en epigramas (frase breve e ingeniosa, frecuentemente satírica) como los utilizados durante las antiguas Grecia y Roma.

Etimológicamente el término epitafio proviene del latín tardío ‘epitaphĭum’ (oración fúnebre) y éste del griego ‘epitáphios’ (sobre una tumba).

 

 

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El curioso origen del término ‘sarcófago’

El curioso origen del término ‘sarcófago’

Conocemos como ‘sarcófago’ al sepulcro, normalmente realizado de obra y piedra, que es utilizado para dar sepultura a un cadáver (o varios).

El origen etimológico del término sarcófago lo encontramos en el griego ‘sarkophágos’ (σαρκοφάγος) aunque al castellano llegó desde el latín ‘sarcophăgum’ y cuya traducción literal es el que se come/devora la carne’.

Y es que ese ‘devorar la carne’ provenía del tipo de piedra caliza utilizada en la antigüedad para construir los sarcófagos, la cual tenían el convencimiento que poseía unos poderes especiales para comer y hacer desparecer los cuerpos que ahí se introducían.

Hay que tener en cuenta que en la antigüedad cada pueblo y cultura tenía sus propias costumbres a la hora de despedirse de los cuerpos de sus difuntos: unos los enterraban (tanto bajo tierra, nichos o mausoleos) y otros los momificaban o quemaban.

 

 

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¿Cuál es el origen del término ‘cementerio’?

¿Cuál es el origen del término ‘cementerio’?

Como es habitual en aquellos lugares con predominio del cristianismo, cada primero de noviembre infinidad de personas acuden a los cementerios para visitar las tumbas de sus difuntos, rezarles una oración o llevarles flores. Esta tradición originalmente se realizaba el 2 de noviembre que es la fecha en la que cae el Día de los Santos Difuntos y que la iglesia católica dedicó a las almas de los fallecidos, pero al no caer en festivo se comenzó a realizar el día 1.

Pero, tal y como indico en el título, el post de hoy trata sobre el origen del término ‘cementerio’ que es el nombre con el que conocemos habitualmente al lugar destinado para dar entierro a los fallecidos.

El término cementerio tiene mucho que ver con el cristianismo y cuando éste comenzó su expansión, ya que se impuso a la palabra que, hasta aquel momento, se usaba para designar a los emplazamientos donde se realizaban los entierros: necrópolis.

La palabra necrópolis (de origen griego) significa literalmente ‘ciudad de los muertos’ (necro: muerte, polis: ciudad).

Ante la creencia cristiana de que la muerte solo es un tránsito y, por tanto, al fallecer lo que se hacía era ‘dormir’ para posteriormente ‘resucitar’ se sustituyó el termino necrópolis por el de cementerio, cuyo significado literal es ‘dormitorio’.

Cementerio proviene del latín vulgar cemeteriu’, éste del latín culto ‘coemeterium’ que a la vez venía del griego ‘koimeterion’ -κοιμητήριον-: lugar donde dormir/dormitorio (koimo: dormir/estar echado/acostarse, -terion: sufijo de lugar).

Al castellano nos llegó como ‘cemeterio’ (desde el latín vulgar cemeteriu), pero a través de los siglos se le coló al término una ‘n’ intercalada, la cual los expertos se dividen entre dos motivos las posibles causas de que el término acabase siendo conocido por todos como ‘cementerio’ y no ‘cemeterio’. Por un lado por la facilidad a la hora de ser pronunciada, ya que es mucho menos complicada hacerlo con esa ene extra. Por otro lado, muchos son los que defienden la hipótesis de que hubo quien confundió el origen etimológico de la palabra y se lo adjudicó al término latín ‘caementa’ (piedra quebrada) que derivó en ‘cemento’, al utilizarse esta argamasa para construir y cerrar las tumbas/nichos/mausoleos.

 

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