Entradas etiquetadas como ‘Francia’

Cuando los ‘chalecos amarillos’ incendiaron la autopista de Cortázar

El plan consistía en recorrer la autopista Sur, de París a Marsella, en una Volkswagen Combi sin salir de la vía. Este era el juego. Una odisea poética.

Un mes de trayecto sin abandonar nunca, bajo ningún concepto, la carretera. 65 áreas de servicio. 33 días. Una “expedición un tanto alocada y bastante surrealista”, escribieron los autores al “Señor Director de la Sociedad de las Autopistas”, que vivía (o al menos trabajaba) en 41 bis, Avenue Bosquet, 75007, PARIS.

Le requerían el permiso necesario para poder recorrerla sin contratiempos (la Sociedad había usado en el pasado un cuento de Cortázar, La autopista del Sur, para su publicidad, y ahora el escritor pedía cobrarlo).

Querían escribir un libro de viajes concéntricos. Lanzaron su idea al océano…

Me dirijo ahora a usted para solicitarle a mi vez una autorización de naturaleza muy diferente. (…)

Explorar cada uno de los paraderos, a razón de dos por día, pasando siempre la noche en el segundo sin excepción.

Inspirándonos en los relatos de viajes de los grandes exploradores del pasado, escribir el libro de la expedición (modalidades a determinar)…
Dicho libro se llamará quizá París-Marsella en pequeñas etapas, y está claro que la autopista será su protagonista principal.
Autopista francesa. Wikimedia Commons.

Autopista francesa. Wikimedia Commons.

Entonces, como ahora, la autopista era la síntesis de esta sociedad en tránsito (hoy más vertiginoso, por cierto).

Esta autopista paralela que buscamos sólo existe acaso en la imaginación de quienes sueñan con ella

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El ‘Palacio Ideal’ de un cartero ‘idiota’, monumento nacional en Francia

En 1879 el cartero idiota soñó un palacio. Estaba en ruta, y en su recorrido diario había tropezado con una piedra a la que llamó «Obstáculo». Esta roca le pareció singular. Imitando a profetas y locos, decidió fundar un castillo con ella.

Dedicó su vida al estúpido proyecto (33 años, 10.000 días, 93.000 horas de trabajo, dejó inscrito en uno de los muros). Carecía de conocimientos dignos en arquitectura. Nada sabía de los masones y constructores de iglesias.

El cartero Cheval frente a su trabajo terminado, en una estampa de la época. Wikimedia Commons.

El cartero Cheval frente a su trabajo terminado, en una estampa de la época. Wikimedia Commons.

Historische Bilder vom Palais Idéal du Facteur Cheval in Hauterives, Frankreich. Erbauer des Palais idéal war der französische Postbote Ferdinand Cheval. Wikimedia Commons.

Historische Bilder vom Palais Idéal du Facteur Cheval in Hauterives, Frankreich. Erbauer des Palais idéal war der französische Postbote Ferdinand Cheval. Wikimedia Commons.

Sueño tonto de cartero. Un palacio ideal, se dijo. Sería arquitecto y albañil de una obra maestra. Torres que imitarían la arquitectura hindú, torcidas y abigarradas pirámides, plagadas de iconos bíblicos, árabes y egipcios, en las múltiples fachadas que lo delimitarían. Estatuas de humanos, plantas y animales grotescos. Un delirio que terminó entrando en el catálogo de monumentos artísticos de Francia por venganza vanguardista. Arte naif, pueril, acusaron. Cosa de marginales. Naturalmente.

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La Bestia o la maldición del lobo hombre

De entre todas las criaturas que nos pueden aterrar en la noche oscura dejadme rescatar al licántropo. Es el hombre lobo, esa metáfora del monstruo oculto bajo la niebla epidérmica. La bestia inesperada que aparece y exige sangre inocente, incapaz de contener su frustración o rabia: antes un ciudadano modélico, un vecino más, ahora un padre de familia que no duda en devorarnos, eclipsada su mirada por un turbión de mil aullidos.

La Bestia. © Swen Renault

La Bestia. © Swen Renault

Hoy, caídos bajo el influjo de los zombis que triunfan en la cultura capitalista- parece éste el único terror que nos conmueve, la posibilidad de morir devorados por una manada de estúpidos consumidores de grasas transgénicas-, hemos olvidado a la bestia que nos habita.

Malmetemos los mitos y su enseñanza ancestral. Convertimos a los vampiros en músculos atractivos, son novios y novias de perfecta adolescencia. Hacemos de los fantasmas y de la posesión demoníaca sonoros parques de atracciones. Pero olvidamos en este camino a la alimaña que nunca será doméstica o bien digerida por Hollywood.

El licántropo es un monstruo territorial, suele cazar en espacios conocidos, a gente cercana, y ésta es la maldición: tras el crimen, despierta inocente, desnudo, cubierto por la sangre de su esposa e hijos. Entonces pide perdón, culpa a la luna, a la mala suerte.

A veces va tan cargado de alcohol que no necesita luna llena.

La Bestia. ©Swen Renault.

La Bestia. ©Swen Renault.

La Bestia. © Swen Renault

La Bestia. © Swen Renault

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Las últimas fotos de la familia del zar Nicolás II antes de ser asesinada por los bolcheviques

Pierre Gilliard (1879-1962) - Los cinco niños Romanov con la cabeza afeitada tras un ataque de sarampión. Tsarkoje Selo, febrero 1917. © Musée de l’Elysée, Lausanne

Pierre Gilliard (1879-1962) – Los cinco niños Romanov con la cabeza afeitada tras un ataque de sarampión. Tsarkoje Selo, febrero 1917 © Musée de l’Elysée, Lausanne

La foto de los cinco hijos de la dinastía de los Románov con el pelo rapado —una medida higiénica contra una epidemia de sarampión que afectó a la familia— rebosa buen humor pero también está cargada de malos augurios y de una grotesca ventura. Un mes después de tomada la imagen, datada en febrero de 1917, hace ahora un siglo, el padre de los niños y adolescentes, Nicolás II, el último zar del Imperio Ruso, abdicó de la corona y renunció también a los derechos dinásticos de su único hijo varón, el tsesarévich (heredero) Alekséi Nikoláyevich.

Los Románov se dejaron detener sin oponer resistencia —no les quedaba otra: casi todas las unidades militares se habían sublevado contra el zarismo— y las autoridades civiles, todavía no del todo controladas por los aún minoritarios bolcheviques de Lenin, confinaron en primera instancia a la familia real en el suntuoso palacio de Tsárskoye Seló [visita interactiva], al sur de la capital rusa, que entonces era San Petersburgo.

Menos de un año y medio después, a tiros y tajos de bayoneta, todos los miembros de la familia serían asesinados —es el verbo adecuado: no hubo juicio previo, ni cargos, ni derecho a defensa, solamente una declaración política, casi con seguridad escrita a toro pasado, que justificaba el «fusilamiento» del zar (no de su familia) por «imnumerables crímenes» y ante la posibilidad de que «el verdugo coronado (pueda) escapar al tribunal del pueblo» con la ayuda de «bandas checoslovacas»—.

La fotografía de las cabezas rapadas —que parece un salto adelante temporal y recuerda a las no muy lejanas víctimas de los campos de exterminio de los nazis— fue tomada por el profesor de Francés de los hijos de los zares, el suizo Pierre Gilliard. Forma parte de la exposición De laatste dagen van de Romanovs (Los últimos días de los Románov), que se celebra en el Fotomuseo de La Haya (Holanda) hasta el 11 de junio. Es otro de los muchos eventos en torno al centenario de la Revolución Rusa, uno de los movientos sociales más importantes de la historia. Lee el resto de la entrada »

Cuando el marco se exhibe a sí mismo

'German Neo-Rococo Naturalistic Style' - Taylor Holland - Foto: taylorholland.com

‘German Neo-Rococo Naturalistic Style’ – Taylor Holland – Foto: taylorholland.com

Dentro del espacio que debería ocupar la pintura, se reproducen los motivos florales y geométricos, las volutas y zarcillos enlazándose en secuencias rococó y neorococó… Los listones se repiten y encajan como formando los caminos de un laberinto sin salidas.

Taylor Holland pone la artesanía del marco historiado «en el contexto del arte contemporáneo». La serie de trabajos titulada FRA[MES]MAR[COS]— puede interpretarse como un ensayo absurdo, un juego surrealista o un homenaje a la importancia del marco: un complemento casi siempre invisible que damos por sentado cuando admiramos la pintura que encuadra.

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Rosa Bonheur, pintora animalista del siglo XIX

Portrait de Marie-Rosalie dite Rosa Bonheur, 1857 - Édouard Louis Dubufe - Dominio Público

Portrait de Marie-Rosalie dite Rosa Bonheur, 1857 – Édouard Louis Dubufe – Dominio Público

A Marie-Rosalie Bonheur, que adoptó la firma artística de Rosa Bonheur y vivió 77 años, entre 1822 y 1899, le interesaban más los animales que los humanos y las mujeres más que los hombres —era una discreta lesbiana—. Fue la más famosa pintora de los primeros tres cuartos del siglo XIX y logró, en un tiempo en que la condición de artista serio todavía estaba reservada a los hombres, superar el amateurismo que se adjudicaba a las mujeres, con imbécil paternalismo, porque pintando se entretenían.

En el retrato que en 1857 le hizo Édouard Louis Dubufe —autor también de la más lograda imagen de Eugenia de Montijo, la española de palidez transparente que fue mujer de Napoleón II y, por tanto, emperatriz consorte de Francia—, la pintora animalista aparece recostada en un hermoso toro que mira con espontaneidad al espectador, mientras la mujer, que sosteniene un lápiz en una mano y un cartapacio con papel de pintar en la otra, aparece vestida de sobrio negro y con la mirada perdida en no sabemos dónde. El cuadro la define: adusta pero sensible, soñadora pero con los pies en la tierra

En las fotos que se conservan de la artista se aprecia la misma disposición. No es difícil imaginarla consiguiendo todo aquello que se proponía.

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Contraponen menús estándar de pobres y de ricos

Imperio Romano - "Power Hungry" © Henry Hargreaves

Imperio Romano – «Power Hungry» © Henry Hargreaves y Caitlin Levin

En pleno apogeo del Imperio Romano, digamos en el año 117 de nuestra era, cuando los dominios del emperador Trajano eran inmensos —cinco millones de kilómetros cuadrados: desde el Atlántico al Pérsico y desde el Sáhara al Rin— y las riquezas desmesuradas, el 98 por ciento de los entre 8 y 9 milones de vecinos de lo que hoy es Italia comían como animales.

No es una refenncia a los banquetes orgiásticos de los patricios, sino un apunte textual: 98 de cada cien vecinos de la edad de oro del gran imperio se alimentaban, sobre todo, de mijo, un cereal muy usado como pienso para aves. Lo han constatado análisis recientes de tumbas, que no han encontrado presencia de otro alimento entre los romanos de a pie.

¿Qué comían los dos romanos restantes necesarios para completar la centuria? Se alimentaban como dioses: pescado fresco, frutas de temporada o secas, verduras, queso, setas, legumbres, vino, aceite de oliva….

Las fotos de arriba colocan un menú tipo del 2% de los romanos poderosos en un extremo de la mesa y otro del 98% famélico en el lado contrario.

Forman parte del proyecto Power Hungry (Poder Hambre) de los fotógrafos Henry Hargreaves y Caitlin Levin, que suelen mezclar lo mundano con lo artístico y a quienes les encanta el análisis de los hábitos de alimentación y lo que estos revelan de la sociedad —ya habían firmado una serie en la que componían mapas del mundo basados en las dietas de cada zona—.

Los fotógrafos explican sus intenciones en una entrevista en BuzzFeed:

Queremos que las personas se sienten a la mesa, figurada y literalmente, y vean las flagrantes disparidades entre los que tienen y los que no.

 Antiguo Egipto - "Power Hungry" © Henry Hargreaves and Caitlin Levin Antiguo Egipto "Power Hungry" © Henry Hargreaves and Caitlin Levin

Antiguo Egipto – «Power Hungry» © Henry Hargreaves y Caitlin Levin

Tras investigar documentación sobre hábitos, hambre, falta de alimentos y consumo, los fotógrafos proponen la dialéctica del menú pobre / menú rico mediante fotos de bodegones de menús tipo de las clases alta y baja de la población.

Las imágenes pertenecen, en ocasiones, a épocas históricas como el antiguo Egipto, donde la carne era un lujo solo al alcance de las élites del poder político y religioso, mientras que el pueblo llano se alimentaba de vegetales y pan.

Francia 1789 - "Power Hungry" © Henry Hargreaves

Francia 1789 – «Power Hungry» © Henry Hargreaves y Caitlin Levin

Tampoco en el siglo XVII francés, la centuria de las Luces y la pompa, la brecha social de la alimentación era menos profunda. Hargraves señala que los habitantes pobres de las ciudades gastaban la mitad de los ingresos en comida muy básica, de subsistencia.

Mientras los trabajadores no cualificados debían conformarse con mendrugos de pan, la nobleza y las clases adineradas francesas comían delicadezas culinarias exquisitas, entre ellas repostería refinada, y regaban el condumio con vino y champán.

EE UU - "Power Hungry" © Henry Hargreaves and Caitlin Levin

EE UU – «Power Hungry» © Henry Hargreaves and Caitlin Levin

La situación es casi la misma hoy y «cerca de casa», afirma el fotógrafo.

Muchas personas en todo el mundo todavía se ven obligadas a sobrevivir comiendo casi nada en absoluto, mientras que unos pocos poderosos viven en el absurdo culinario del lujo suntuoso.

El ejemplo más claro e irritante es el de los EE UU, donde uno de cada seis habitantes padece hambre. En el país más poderoso del mundo 50,1 millones de personas se sientan en el lado pobre de la mesa. El 40% de la comida del lado rico termina desechada en la basura.

Si quieren asustarse aún más, consulten la página web de World Hunger. Está en inglés pero el hambre es un idioma fácil de entender.

Dejo abajo otro par de fotos de Power Hungry. Son las radiografías alimentarias de dos países que salen mucho en la televisión, casi siempre por razones geoestratégicas (Corea del Norte) o porque algún occidental está secuestrado y en peligro de muerte (Siria).

No conviene ver las fotos antes de preguntar: «¿qué cenamos hoy?».

Jose Ángel González

Siria - "Power Hungry" © Henry Hargreaves

Siria – «Power Hungry» © Henry Hargreaves y Caitlin Levin

Corea del Norte - "Power Hungry" © Henry Hargreaves

Corea del Norte – «Power Hungry» © Henry Hargreaves y Caitlin Levin

El «Desnudo provenzal» de Willy Ronis, la foto de una vida

"Nu provençal" - Wily Ronis, 1936

«Nu provençal» – Wily Ronis, 1936

El suelo de lajas de piedra, los pies descalzos, la ventana desvencijada, la sospecha del agua, el mortero en espera de ajo y orégano, la mañana de verano en la villa de Gordes, en el sur provenzal de Francia, donde el Mediterráneo es más que un presentimiento

Los elementos eran más que suficientes para una buena foto. El amor y el deseo que hacen de la foto un poema lo pusieron el fotógrafo y la modelo. Él, Willy Ronis, había querido ser violinista, pero la prematura muerte del padre por un cáncer le obligó a hacerse cargo del estudio familiar de retratos y durante toda su vida hizo fotos soñando que cortejaba las cuerdas de un violín. Ella, Marie-Anne Lansiaux, era comunista y pintora empleada en un taller de joyería —acaso ambas condiciones, el sueño de la igualdad y el decorado de collares, guarden una relación que no alcancemos a entender, que no importe o que, al contrario, otorgue un sentido musical a la historia—.

Creo que no hace falta apuntar que Willy y Marie-Anne vivían en pareja. Estaban casados, pero la foto —a la que Ronis bautizó con la opción más natural: Nu provençal, Desnudo provenzal—  sólo revela la naturaleza física de la relación, no la administrativa-registral. Porque las buenas fotos no entienden de moralina, apunta que el cuarto provenzal era el escenario donde se entregaban al baile de la piel.

Pruebas de Willy Ronis para "Nu provençal"

Las otras tres tomas de Willy Ronis para «Nu provençal»

Ronis, que vivió hasta los 99 años —murió en 2009 y nunca perdió la fe en la humanidad—, explicó con naturalidad el Desnudo provenzal. Como todas las buenas fotos, esta nació de la normalidad:

«Era un verano caluroso y yo estaba intentando reparar el desván. Me hacía falta una paleta y al bajar a por ella encontré a Marie-Anne desnuda, lavándose en la palangana. ‘No te muevas’, dije. Con las manos manchadas de yeso cogí mi Rolleiflex e hice cuatro fotos. Elegí la segunda. Fueron dos minutos. Los milagros existen. Revelé aquellos negativos sabiendo que en ellos estaba el gran momento de mi vida, un momento prosaico pero repleto de extraordinaria poesía».

Pueden anotarse algunas circunstancias añadidas: la pareja estaba en la Provenza porque los nazis habían invadido Francia y el sur parecía un lugar más seguro. Vivieron en la casa hasta que, en 1991, Marie-Anne murió. Willy la retrató con el mismo celo en los últimos momentos, cuando el Alzheimer había avanzado tanto que ella residía en un mundo donde quizá el único excedente de memoria era un suelo de lajas y la luz de las mañanas provenzales.

Ronis hizo fotos durante más de medio siglo desde la moderación y la sonrisa. Retrató a mujeres huelguistas en asambleas, pícaros niños corriendo con una baguete bajo el brazo, marineros y sus mujeres besándose antes de que la sirena convierta en inminente la partida del barco, escenas de vino y carcajadas… En una de sus mejores fotos, se mostró a sí mismo como un fotógrafo-yogui con el aspecto cómico e impenetrable de Buster Keaton.

Allí donde Henri Cartier-Bresson dictaba cátedra, queriendo hacer de cada foto un ensayo teórico, Ronis prefería vincularse. Donde Robert Doisneau meditaba en el rendimiento económico de la foto que acababa de hacer, Ronis vagaba con su mirada de turista eternamente sorprendido. Llevó la cámara en la mano hasta los 85 años y siempre con el mismo ánimo: como si tocara un violín.

Ánxel Grove

Willy Ronis

Willy Ronis

Willy Ronis

Willy Ronis

Willy Ronis

Willy Ronis

Willy Ronis

Willy Ronis

Willy Ronis

Willy Ronis

Willy Ronis

Willy Ronis

Willy Ronis

Willy Ronis

Willy Ronis

Willy Ronis

Willy Ronis - Autorretrato

Willy Ronis – Autorretrato

Constance Mayer y Pier-Paul Proud’hon, la pareja más trágica de la pintura francesa

Pierre Paul Prud'hon y Constance Mayer

Pierre Paul Prud’hon y Constance Mayer

Vivieron juntos, trabajaron juntos y están enterrados en la misma tumba del cementerio Père Lachaise. El túmulo funerario original, era, como ellos hubiesen deseado, alegórico (un león solar, una antorcha purificadora…). Lo han sustituido por una tosca columna de mármol con un capitel que codicia sin fortuna la apariencia de una urna.

Murieron con dos años de diferencia. Ella en 1821, a los 46. Él en 1823, a los 65.

Ambos fueron artistas elegidos por Napoleón para frecuentar la corte imperial y recibir encargos (el diseño de una cuna para el infante, un retrato de la emperatriz…), y el Empereur des Français, para evitarles la contingencia de los inquilinatos, también les pagaba sendos alojamientos en la Sorbona.

La historia no ha sido ecuánime con la mujer, que también es sujeto común de relegación en el mundo del arte, no por refinado menos dado a la discrimación.

Casi todos sabemos quién era Pierre-Paul Proud’hon: uno de los trece hijos de un menesteroso cantero que conquistó a los parisinos con cuadros exuberantes y sensuales dibujos. Pocos saben que muchas de las obras habían sido atribuidas falsamente a Proud’hon cuando eran de su amante y alumna Constance Mayer.

The Sleep of Venus and Cupid (Constance Mayer, 1906)

The Sleep of Venus and Cupid (Constance Mayer, 1906)

Todavía hoy se alienta la sospecha y se difunde el oprobio. La obra de la izquierda, una de las más conocidas de Mayer, es de la Wallace Collection inglesa, que anota desde su web que la «idea inicial del cuadro» es de Prud’hon, que «dejó la ejecución a su alumna y querida», la cual se limitó a «imitar deliberadamente el estilo de su amante».

Los prejuicios no han cambiado en doscientos años. En 1812, cuando Mayer presentó en público el cuadro L’amour séduit l’innocence le plaisir l’entraîne le repentir suit, un crítico escribió: «Una mujer debe limitar sus actos a pintar unas flores o a dibujar sobre el lienzo los rasgos de sus queridos padres. Ir más lejos, ¿no es mostrar una naturaleza rebelde? ¿No es violar las leyes de la decencia?».

Autorretrato - Constance Mayer

Autorretrato – Constance Mayer

Los pormenores de la historia de la pareja merecen una ópera de calado dramático. Vivían y trabajaban juntos desde 1808, pero Proud’hon estaba casado con una mujer que convalecía, desde cinco años antes, en un sanatorio mental. El matrimonio tenía cinco hijos.

En mayo de 1821, desde el lecho de muerte, la esposa hizo prometer al marido que jamás volvería a casarse y el artista, acaso obligado por fidelidad mortuoria o por piedad hacia la tranquilidad de la enferma en el más allá, accedió al juramento. Cuando Mayer supo de la noticia, se cortó la yugular con la navaja barbera del amante. Él, consternado, sólo la sobrevivió dos años.

Tras la muerte de Proud’hon, sus hijos borraron las huellas de Mayer, que no tenía herederos. Lo hicieron textualmente: suprimieron la firma de la mujer de los cuadros y los colocaron en el mercado atribuyéndolos a Proud’hon.

La similitud de estilos —la pareja de artistas trabajaba en hermandad, en ocasiones uno terminaba el óleo que había empezado el otro— y la segregación femenina hicieron el resto: Constance Mayer se convirtió en un fantasma.

Ánxel Grove

El mejor fotógrafo de la historia es un renegado

Robert Frank

Robert Frank, autorretrato

Lo rompió todo y de manera definitiva. Varias veces. Todo lo perdió. Varias veces.

Es desde hace décadas una sombra entre la niebla de Nova Scotia, en el Canadá más norteño. En noviembre cumplió 87 años. Vive como un ermitaño en una antigua cabaña de pescadores. Reaparece por impulsos. Tiene un genio cambiante.

Puede ser calificado como el mejor fotógrafo de la historia porque incluso cuando dejó de hacer fotos (porque le cansaban y nada le decían, porque renegó de ellas) siguió siendo el mejor.

Hoy le dedicamos la sección Cotilleando a… a Robert Frank (Suiza, 1924), cuya larga sombra, que se proyecta sobre toda la fotografía de los últimos sesenta años, es notable incluso en la ausencia.

El arte de Frank, como él mismo predicó, es objeto simple, fácil y teorizable. No se puede decir lo mismo de la persona y su reacción, porque la vida, como la fotografía, es una respuesta contra uno mismo.

Cubierta de "40 Fotos", 1946

Cubierta de "40 Fotos", 1946

1. Nace en una familia judía de buena posición económica que lo había perdido todo durante el nazismo y la II Guerra Mundial.

2. Se foguea como aprendiz de fotografía en Suiza. Autoedita su primer libro, 40 Fotos, en 1946. Es un portfolio para intentar venderse como fotógrafo. El estilo, demasiado ecléctico: contiene incluso fotos de otros autores retocadas por Frank. Fue reeditado hace unos años.

3. Viaja por Europa, pero en el continente desolado por la guerra no encuentra receptividad. En febrero de 1947 embarca en Holanda hacia los EE UU («me voy a América, ¿cómo puede ser uno suizo?», escribe). Sobrevive en Nueva York hasta que encuentra trabajo como colaborador habitual de la revista Harper’s Bazaar, donde hace bodegones de bolsos, zapaatos y otros accesorios de moda como protegido del gran Alexey Brodovitch, que dió cancha un puñado de los mejores fotógrafos de la segunda mitad del siglo XX (Richard Avedon, Irving Penn, Lisette Model…).

4. Brodovitch le convence para que abandone la poco ágil Rolleiflex bifocal de medio formato y se pase a la Leica III de 135 milímetros, que permite hacer fotos con una sola mano. Esta decisión cambiará la historia de la fotografía.

"Horse and Sun" - Perú, 1948

"Horse and Sun" - Perú, 1948

5. En 1948 comienza el nomadismo de Frank. Entre junio y diciembre recorre Brasil, Cuba, Panamá y, sobre todo, Perú. Autoedita dos cuadernos de espiral con las fotos. El libro Peru, publicado años más tarde, es su primera obra maestra y predice lo que vendrá.

6. Cruza el Atlántico varias veces. Traba amistad con otros buscadores de verdad (Elliott Erwitt y Bill Brandt) y viaja a Francia, Italia, Reino Unido y España. Entre marzo y agosto de 1952 vive con su mujer, la pintora Mary Lockspeiser, y el primer hijo de la pareja, Pablo, en El Grao (Valencia). Hace fotos sobre corridas de toros. Se hospedan en el hotel El Sol y, como no tienen dinero, pagan al propietario con fotos que hace Frank y que nunca han sido localizadas.

"Sobre Valencia", 1950

"Sobre Valencia", 1950

7. En el casi inencontrable catálogo Sobre Valencia, 1950, el parco Frank -muy poco amigo de teorizar- incluye una de sus más detalladas declaraciones de principios: «Blanco y negro son los colores de la fotografía. Para mí simbolizan las alternativas de esperanza y desesperación a las que la humanidad está eternamente sujeta. La mayoría de mis fotografías son de gente, vista de un modo muy simple, como a través de los ojos del hombre de la calle. Eso es algo que la fotografía debe contener: la humanidad del momento. Esa clase de fotografía es realismo. Pero el realismo no es suficiente: ha de estar lleno de visión, y las dos cosas juntas pueden hacer una buena fotografía. Es difícil describir esa tenue línea donde acaba el tema y empieza la propia mente».

"Funeral. St. Helena, South Carolina, 1955" ("The Americans")

"Funeral. St. Helena, South Carolina, 1955" ("The Americans")

8. En 1954, con el padrinazgo de Walker Evans, fundador del moderno fotoperiodismo, Frank solicita una beca de la fundación Guggenheim. En la memoria indica que desea fotografiar en profundidad, en ciudades y pueblos de los EE UU, el rostro de una «nación cambiante». Le dan 3.600 dólares (que amplirán en una cantidad similar dos años más tarde). Frank compra un Ford de segunda mano y se embarca en un recorrido de decenas de miles de kilómetros a través de 48 estados del país, que atraviesa de este a oeste, de norte a sur, de oeste a este y en varias direcciones erráticas más. Armado con su fiel Leica dispara 767 rollos de película (unas 27.000 fotos) durante dos años y medio. El resultado será con los años el libro de fotografía más importante de la historia, Los americanos.

"Elevator. Miami Beach, 1955" ("The Americans")

"Elevator. Miami Beach, 1955" ("The Americans")

9. Proteico y metafórico, real y humano, el foto-ensayo habla de política, religión, pobreza, racismo, riqueza, alienación, redención, música, juventud, medios de comunicación, nacimiento, muerte… Pese a todo, es autobiográfico: la mirada de Frank, que fue detenido varias veces por la policía, expulsado de pueblos y amenazado, está en cada foto. «Trabajo todo el tiempo, hablo poco, trato de no ser visto», escribe en su diario. En algunas etapas embarca a su esposa y sus dos hijos (Andrea, la segunda, había nacido en 1954) en un viaje que parece comenzar eternamente y no tener fin. Duermen en el coche o en moteles baratos, se mueven por impulsos, entran en tiendas y bares, conviven con las paradojas y registran las grandezas. Nunca nadie, ni antes ni después, se tomó tan en serio un recorrido anatómico-fotográfico para diseccionar un país con ternura pero sin piedad.

"City Hall. Reno, Nevada, 1955" ("The Americans")

"City Hall. Reno, Nevada, 1955" ("The Americans")

10. Los americanos -83 imágenes seleccionadas por Frank tras un meticuloso y agotador proceso- provoca miedo. Es un espejo demasiado exacto. Las editoriales califican el libro de «perverso», «siniestro» y «antiamericano» y ninguna se atreve a publicarlo. En 1958 Frank logra editarlo en Francia. La introducción la escribe Jack Kerouac: «Después de ver estas imágenes, terminas por no saber si un jukebox es más triste que un ataúd (…) Robert Frank, suizo, discreto, amable, con esa pequeña cámara, que levanta y dispara con una mano, se tragó un triste poema desde la misma América y lo pasó a fotografía, haciéndose un sitio entre los grandes poetas trágicos del mundo», dice. En 1959, cuando el libro aparece en los EE UU, ofende a los críticos. La revista Popular Photography publica siete reseñas en un mismo número. Todas son malas menos una, que destaca el uso del contraste.

Hoja de contactos de "The Americans"

Hoja de contactos de "The Americans"

11. «Una decisión: meto la Leica en el armario. Basta de espiar, de cazar, de atrapar a veces la esencia de lo que es negro, de lo que es blanco, de saber dónde se encuentra el Buen Dios», escribe Frank en 1960. Había empezado a tantear con el cine el año anterior, con Pull My Daisy, inspirada en un texto de Kerouac.

12. Desde entonces se dedica a destruir lo descriptivo para ahondar en su propio estado de ánimo. Ha vuelto a hacer fotos con película Polaroid o cámaras desechables, pero las interviene, superpone, raya, dibuja y escribe sobre ellas. De vez en cuando acepta encargos extraños, como fotografiar un catálogo de camisas, una convención política o la contraportada para un disco de Tom Waits, pero se muestra esquivo y prefiere pasar el tiempo grabando vídeos en los alrededores de su cabaña de pescador.

13. Andrea, la hija, murió en 1974 en un accidente de avión en Guatemala; Pablo, el primogénito, padeció esquizofrenia y murió en 1994 en un centro siquiátrico. Frank vive desde 1970 con su segunda esposa, la artista June Leaf.

Fotos para el disco "Exile on Main St." (The Rolling Stones, 1972)

Fotos para el disco "Exile on Main St." (The Rolling Stones, 1972)

14. En 1972 hizo las fotos de la portada y las cubiertas interiores del mejor disco de los Rolling Stones, Exile on Main St. Siguió al grupo en la gira de ese mismo año por los EE UU y filmó el documental Cocksucker Blues (El blues de la felación), que fue estrenado en 1975 y proyectado una docena de veces antes de que Mick Jagger y Keith Richard prohibiesen la exhibición por la imagen de brutal amoralidad que se desprende del film. A la hora de escribir esta entrada, el documental está disponible online a partir de este vínculo.

15. Casi todas las películas de Frank también pueden ser encontradas en la red. Son introspectivas y radicales. «Son los mapas de mis viajes por esta vida», dijo de ellas. Inserto para terminar el bellísimo clip que rodó Frank en 1996 para Patti Smith.

Ánxel Grove