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‘Homunculus Loxodontus’, el inquietante ser al que los rusos adoran

El Homunculus Loxodontus es un ser inquietante por distintos motivos, que sumados nos lanzan la profecía de que nuestra vida transcurre en una sala de espera. La sorpresa inicial nace de su aspecto de humanoide paciente y adorable: una mezcla entre foca y elefante, grandes ojos de ébano, un híbrido marciano en la posición de aguardar algo que no llega. Está sentado además en la entrada de un lugar igualmente extraño: el Hospital Universitario de Leiden (Holanda).

El por qué de que los rusos lo adoren sigue siendo un misterio.

 

Homunculus Loxodontus, en la Universidad de Leiden. Bic. Wikimedia Commons.

Homunculus Loxodontus, en la Universidad de Leiden. Bic. Wikimedia Commons.

 

La criatura es una escultura de la artista Margriet van Breevoort, y simboliza las horas que un ser humano puede aguantar en un centro hospitalario en espera de una solución; pacientes en filas o sillas, en salas, pasillos y ventanillas, esperadores sin remedio.

La obra de arte se encuentra en el citado centro desde el año 2016, cuando fue seleccionada por el hospital por simbolizar a esos enfermos que aguardan su destino en la impronunciable dilatación de las manillas de un reloj.

Sin embargo, en 2017, consiguió fama internacional, y esto resulta aún más inquietante si cabe. Una mujer eslava subió un retrato suyo en el foro de Pikabu, la versión rusa del Reddit. De repente rusos y ucranios empezaron a multiplicar los memes en la Red. Y fue bautizado con el cariñoso nombre de ‘zhdun’ (el esperador).

Lo adoraron.

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El parque mágico de Nikola-Lenivets, donde los rusos queman sus ‘Fallas’

La brújula señala la magia y está al norte, en el invierno alargado, a doscientos kilómetros de Moscú, cuyo centro son los bosques del Ugra.

El lugar se llama Nikola-Lenivets, y es un pueblo que contiene un parque, un festival y unas Fallas. Fallas como las de Valencia, fuego sagrado, o artístico, solo que aquí en vez de ninots arden instalaciones de arte moderno para conmemorar una vieja tradición eslava, la Maslevitsa.

Nikola-Lenivets es descrito como una territorio abierto al arte al aire libre, un lugar para vivir y crear, y su parque lo constituyen seiscientas hectáreas que esconden enigmáticas esculturas (28 objetos de land art).

Parque artístico Nikola Lenivets. Wikimedia Commons.

 

 

Este año ardió sobre la nieve una catedral gótica de madera con 30 metros de altura. Tres meses de construcción que se evaporaron en solo unos minutos y que no vencieron al invierno ruso, que tiene tentáculos y se ríe de la Bestia del Este.

 

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Las últimas fotos de la familia del zar Nicolás II antes de ser asesinada por los bolcheviques

Pierre Gilliard (1879-1962) - Los cinco niños Romanov con la cabeza afeitada tras un ataque de sarampión. Tsarkoje Selo, febrero 1917. © Musée de l’Elysée, Lausanne

Pierre Gilliard (1879-1962) – Los cinco niños Romanov con la cabeza afeitada tras un ataque de sarampión. Tsarkoje Selo, febrero 1917 © Musée de l’Elysée, Lausanne

La foto de los cinco hijos de la dinastía de los Románov con el pelo rapado —una medida higiénica contra una epidemia de sarampión que afectó a la familia— rebosa buen humor pero también está cargada de malos augurios y de una grotesca ventura. Un mes después de tomada la imagen, datada en febrero de 1917, hace ahora un siglo, el padre de los niños y adolescentes, Nicolás II, el último zar del Imperio Ruso, abdicó de la corona y renunció también a los derechos dinásticos de su único hijo varón, el tsesarévich (heredero) Alekséi Nikoláyevich.

Los Románov se dejaron detener sin oponer resistencia —no les quedaba otra: casi todas las unidades militares se habían sublevado contra el zarismo— y las autoridades civiles, todavía no del todo controladas por los aún minoritarios bolcheviques de Lenin, confinaron en primera instancia a la familia real en el suntuoso palacio de Tsárskoye Seló [visita interactiva], al sur de la capital rusa, que entonces era San Petersburgo.

Menos de un año y medio después, a tiros y tajos de bayoneta, todos los miembros de la familia serían asesinados —es el verbo adecuado: no hubo juicio previo, ni cargos, ni derecho a defensa, solamente una declaración política, casi con seguridad escrita a toro pasado, que justificaba el «fusilamiento» del zar (no de su familia) por «imnumerables crímenes» y ante la posibilidad de que «el verdugo coronado (pueda) escapar al tribunal del pueblo» con la ayuda de «bandas checoslovacas»—.

La fotografía de las cabezas rapadas —que parece un salto adelante temporal y recuerda a las no muy lejanas víctimas de los campos de exterminio de los nazis— fue tomada por el profesor de Francés de los hijos de los zares, el suizo Pierre Gilliard. Forma parte de la exposición De laatste dagen van de Romanovs (Los últimos días de los Románov), que se celebra en el Fotomuseo de La Haya (Holanda) hasta el 11 de junio. Es otro de los muchos eventos en torno al centenario de la Revolución Rusa, uno de los movientos sociales más importantes de la historia. Lee el resto de la entrada »

La CIA desclasifica mapas y cartografía de los últimos 75 años

Actividad de misiles tierra-aire en Cuba en 1962 según un mapa de la CIA

Actividad de misiles tierra-aire en Cuba en 1962 según un mapa de la CIA

En octubre de 1962 este mapa de la isla de Cuba estuvo desplegado en la mesa del gabinete de crisis al mando de John Fitzgerald Kennedy. A raíz de la crisis de los misiles en la isla caribeña, los EE UU y la URSS pusieron al mundo a las puertas de la primera guerra atómica por la instalación de rampas de despegue de balística tierra-tierra en terreno cubano que permitirían a los soviéticos atacar territorio estadounidense con facilidad y con ojivas nucelares. Fue el momento más tenso de la Guerra Fría y JFK sería asesinado poco más de un año después, quizá, entre otra madeja de motivos, por su tibieza para acabar con el comunismo antillano.

El mapa, que muestra y detalla dónde la URSS y Cuba tenían a punto instalaciones que, según el espionaje de los EE UU, estaban a punto de ser del todo operativas, es obra del departamento de Cartografía de la Agencia Central de Inteligencia (CIA en las siglas inglesas). La unidad, creada en 1941 [PDF de ocho páginas, en inglés, con historia y fotos, el documento pesa 12,22 MB], ha decidido desclasificar un gran número de mapas para celebrar su 75º aniversario.

No esperen nada ultrasecreto o escandaloso —aunque casi siempre termina escaldada y con las vergüenzas al aire, la CIA ha demostrado que prefiere moverse en las sombras, a veces incluso en la marrullería y la delincuencia del tráfico de drogas y armas o el entrenamiento de grupos paramilitares en técnicas de guerrilla y tortura—, pero sí una reveladora lección de historia desde uno de los platillos de la balanza mundial del poder militar.

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Lágrimas de los jóvenes de Lituania contra el regreso de la mili obligatoria

©  Neringa Rekasiute - Beata Tiskevic-Hasanova

© Neringa Rekasiute – Beata Tiskevic-Hasanova

Según los cálculos y mediciones más recientes, en Lituania está el centro geográfico de Europa, 26 kilómetros al norte de Vilnius, la capital del país báltico. Es una convención que casi nada significa.

Son bastante más decisivas otras característias geográficas —por ejemplo, la frontera de 227 kilómetros con Rusia, 959 con Bielorrusia y 1.576 con Ucrania— y geopolíticas —desde 2004 forma parte de la alianza militar de la OTAN y escuadrones de aviones militares del tratado tienen una base permanente en el aeropuerto de Šiauliai, construido en tiempos de la URSS y uno de los mayores de la zona—. El país, miembro de la UE desde el mismo año y con el euro como moneda oficial, también es fronterizo con el enclave de Kaliningrado, donde Rusia ha reforzado la presencia militar y la de navíos de guerra.

Tras la crisis de Ucrania y el belicismo sin contemplaciones de Vladimir Putin, los políticos lituanos —la presidenta es Dalia Grybauskaitė, una política que se define como independiente, estudió Economía en Rusia y los EE UU y ganó las elecciones prometiendo luchar contra dos enemigos, «la corrupción y la oligarquía»— decidieron en febrero que el servicio militar vuelva a ser obligatorio en el país.

La mili por ordeno y mando había sido anulada en 2008, pero el «temor a Moscú» y la falta de efectivos —hay unos 15.000 soldados, una aviciación sólo nomimal para ejercicios de vuelo y casi ningún tanque— han llevado al Parlamento a aprobar la conscripción durante los próximos cinco años: los jóvenes de entre 19 y 27 años tendrán que empezar a alistarse en septiembre, se dijo a la población.

Sin embargo, todo se aceleró compulsiva y alocadamente. El 11 de mayo, 37.000 jóvenes aparecieron en las primeras listas de levas y recibieron órdenes de estar pendientes de la llamada a filas. La idea de las autoridades es que en agosto lleguen a los acuartelamientos los primeros reclutas.

Aunque hubo un poco más de mil chicos que se mostraron dispuestos a hacer el servicio militar voluntariamente, buena parte de los implicados criticaron en las redes sociales el sistema de selección —los nombres fueron, al parecer, elegidos por sorteo— y la opción de fortalecer el Ejército como forma primaria de defensa. Muchos contaron que se sienten vejados por sus conciudadanos y son llamados «cobardes», «desagradecidos» y «poco hombres» por negarse a la incorporación al servicio obligatorio de empuñar un arma para matar por orden del Estado, la patria o cualquiera de los otros clichés usados desde el comienzo de los tiempos para enviar a la carne joven a perder la vida.

La fotógrafa lituana Neringa Rekasiute, con la colaboración de la actriz Beata Tiskevic-Hasanova, retrató a más de una docena de chicos —la conscripción no es para mujeres según los legisladores lituanos— en planos frontales. Vistieron a todos ellos con zamarras militares de camuflaje y les pidieron que razonaran la esencia de su negativa a incorporarse a filas. En algunos casos acentuaron el drama pidiendo a los muchachos que se comportaran como no se espera que lo haga un hombre: que dejaran brotar sus emociones y derramaran lágrimas de tristeza o rabia.

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Los radicales y vibrantes pósters contra la explotación irracional de Laponia

Suohpanterror

Suohpanterror

Para su desgracia, no viven, como buena parte de los pueblos del mundo, bajo el absolutismo de un solo aparato estatal, lo cual ya es bastante en términos de sufrimiento.

Los dos millones de personas de etnia aborigen que viven en Laponia pueblan un gran territorio —tiene casi la extensión de España— sometido a las dispares legislaciones de nada menos que cuatro estados: Suecia, Finlandia, Noruega y Rusia. Son objetivo, por tanto, de cuatro líneas de interés, de cuatro políticas de ambición, de cuatro estrategias de entreguismo al capital, de cuatro posibilidades de ser explotados…

Los nativos, que prefieren ser llamados sami y no lapones, son minoría en la región —sólo el cinco por ciento de la población total—, codiciada por intereses crematísticos por sus riquísimos yacimientos de recursos naturales: hierro, cobre, níquel, apatita —la principal fuente mineral de fósforo y fosfato y, por lo tanto, un componente imprescindible en la fabricación de los abonos minerales—, petróleo (10.000 millones de barriles en reservas no explotadas) y gas natural, con prospecciones ya adjudicadas a empresas como BP, la entidad que sigue por ahí de rositas tras ser causante del mayor vertido de crudo de la historia.

Aunque los sami de Suecia, Finlandia y Noruega tienen parlamentos propios, las instituciones no tienen capacidad de decisión en asuntos estratégicos y son puro maquillaje gubernativo para que los países nórdicos muestren su aparente tolerancia con los nativos. El gobierno de Rusia, cuyo talante ni siquiera guarda las formas, ordena y manda y las minorías, a callar.

Desde hace casi diez años varias grandes corporaciones mineras están abriendo nuevas e invasivas explotaciones a cielo abierto en territorios que los sami consideran no solamente propios sino sagrados, sobre todo por su importancia para los rebaños de renos, el extraordinario mamífero con visión ultravioleta cuya ganadería está reservada a los lapones.

La empresa británica Beowulf ha iniciado un proyecto minero de extracción de cobre en Kallak (Suecia) sin informe de impacto ambiental previo y, desde luego, sin más consulta a los habitantes que el rugido de las taladradoras.

Las protestas contra la mina fueron violentamente reprimidas por la policía sueca y el proyecto sigue adelante, junto con al menos otros cuatro en un radio de sólo doscientos kilómetros y en terrenos de zonas protegidas de la red Natura de la UE o del parque ártico declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco.

Suohpanterror

Suohpanterror

Suohpanterror

Suohpanterror

Suohpanterror

Suohpanterror

El colectivo de artistas anónimos Suohpanterror —la traducción literal del sami, sería ‘el lazo del terror’, utilizando la palabra souhpan, el lazo usado en la ganadería del reno— ha llevado la voz de los sami a las paredes del mundo en una vibrante, radical y bien diseñada colección de pósters.

El material gráfico —que también puede verse en la página de los artistas en Instagram— sorprende no solo por la justicia de las demandas y las respuestas sugeridas —una patada de kung fu en la mejilla es la mejor defensa contra los hombres de los maletines que intentan chantajear a los sami a cambio de un puñado de dólares—, sino porque los nativos lapones, quizá el único pueblo aborigen de Europa que mantiene rasgos sociales y culturales únicos, nunca había destacado por la expresión plástica.

Un portavoz del colectivo de cartelistas-guerrilleros explica en el blog We Make Money Not Art:

Los carteles están llenando un vacío y nos permiten una buena comunicación con otras personas (…) Somos indígenas y también una minoría, así que nos enfrentamos a una gran cantidad de racismo. Es muy difícil vivir como sami hoy cuando tu cultura no es apreciada, cuando tú y tu pueblo son odiados y la mayoría no comparte los mismos valores (…) Vivimos en comunidades pequeñas y queremos protegernos a nostros mismos y a nuestras familias de la violencia física y psíquica y las amenazas que estamos sufriendo.

Hace pocos días, dos artistas sami, Niillas Holmberg y Jenni Laiti, hicieron público un manifiesto titulado Reconectando a través de la resistencia. Presentaron el documento ante el hotel donde se hospedaba el ministro sueco de Cultura y lo leyeron al tiempo que se rapaban el pelo con cuchillos [vídeo de la protesta].

El manifiesto explica las razones que impulsan a los jóvenes creadores sami a pedir la autodeterminación para su pueblo:

Vivimos y trabajamos por esto:

1. Porque tenemos que hacerlo. Porque esta es la única forma de vida que conocemos.

2. Porque todo empieza y termina con Eanan, nuestra tierra. Eanan es la base de todo. Eanan es la pregunta y la respuesta. Nada nos define mejor que ella. Nuestra supervivencia depende de ella. Es nuestra responsabilidad proteger, respetar y cuidar de nuestra madre, para que nosotros y todas las generaciones venideras puedan vivir en unidad con ella.

3. Porque tenemos el derecho a la libre determinación y la libertad en nuestra tierra. Estamos sufriendo la falta de estos derechos. Ha llegado el momento en que nuestra gente empiece a vivir en lugar de sobrevivir. Queremos vivir, no morir.

4. Porque nuestras lenguas maternas son el espejo de nuestras visiones del mundo y una parte esencial de nuestra identidad. Al preservar y desarrollar nuestras lenguas maternas preservamos y desarrollamos nuestras identidades, así como a nosotros mismos. La debilidad del lenguaje socava la capacidad de comunicarse. Los idiomas sami están en peligro. Por ello exigimos que todos los sami tengan los recursos necesarios y el respeto que les permita preservar y desarrollar los idiomas sami. Cuando un idioma desaparece es un signo: la naturaleza y los animales desaparecen con él. Exigimos protección para nuestra Eanan, la tierra, la cultura y nuestras lenguas indígenas con el fin de ser capaces de desarrollarnos de la misma manera que a todos los demás pueblos se les debe permitir desarrollarse.

5. Porque estamos desconectados de la madre tierra y por lo tanto nos sentimos impotentes. Volviendo a conectarnos evitamos la autodestrucción a través del amor por la vida y la libertad para actuar. El poder es ser capaz de preservar y desarrollar la vida. Tenemos que volver a conectar con Eanan, la Tierra. Las personas de todo el mundo deben reflexionar sobre su relación con la naturaleza (…)

6. Porque a las personas que no existen no se les concede ningún derecho. No queremos ser ignorados, queremos que se nos respete como un pueblo indígena por los gobiernos de Suecia y Finlandia, que deben ratificar el Convenio 169 y la aplicación de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. Pedimos respeto por los derechos de los pueblos indígenas a la libre determinación y la existencia. Los explotadores y sus cómplices debe sabar que la vergüenza de sus obras no se mantendrá en silencio.

7. Porque creemos que no habrá cambio sin protesta. Todos tenemos el poder para actuar y cambiar las cosas ahora. Esto es una llamada a la unión, la movilización y la acción, la revolución y la descolonización. Es hora de la liberación.

8. Porque nuestra conexión con la tierra debe ser transmitida a nuestra descendencia. Esto es esencial para seguir el viejo camino de la luz. Hacemos esto por la libertad, la justicia y un futuro mejor. Son los derechos humanos.

9. Porque nuestra voz será seguida por olas de ecos. Porque la valentía alentará la valentía.

Hay muchos recursos en línea para informarse y apoyar la justa lucha de los sami.

Quedan aquí tres vínculos para empezar:

Conviene echarles un vistazo, sobre todo antes de dejarse engatusar por las mentirosas campañas de turismo de Suecia, Noruega y Finlandia sobre unas «vacaciones de ensueño» en Laponia.

Jose Ángel González

Prostitutas yonquis rusas vestidas como divas

Contratar a una prostituta en cualquier ciudad de Rusia cuesta 300 rublos (5 euros), un poco más que el precio de un sandwich y un refresco.

Un gramo de metanfetamina sale por 54 euros; uno de heroína por 90; uno de cocaína por 139.

Una joven de entre 18 y 20 años puede ser comprada como trabajadora sexual a tiempo completo y esclavizada mediate el pago único de 2.000 euros, más o menos lo que te costaría un vestido de la gama más baja que ofrecen en el lujoso Crocus City Mall de la Moscú más refinada («elevamos el shopping a una forma de arte», dicen en la publicidad), donde sólo entras si hueles a tinta fresca de billetes.

Rusia, porque seguimos hablando de Rusia, es el tercer país del mundo con más milmillonarios, 111 —Forbes les pone foto y calcula saldo—. El país sólo es superado en el ranking de los patriarcas de los bolsillos calientes por los EE UU (492) y China (152).

Uno de cada tres ciudadanos de Rusia no tiene acceso a ningún tipo de asistencia médico sanitaria. Si eres de esa casta ni siquiera puedes entrar a un hospital por la puerta de urgencias.

En Moscú hay 100.000 burdeles, seis veces más que en Nueva York.

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

Las mujeres de las fotos y las que aparecen en el vídeo que abre la entrada fueron filmadas y retratadas para Downtown Divas, un proyecto de los artistas Loral Amir and Gigi Ben Artzi.

Los adjetivos espeluznante y turbador quizá sean lícitos, pero no abarcan el estremecimiento.

Las prostitutas, todas yonquis —no es difícil percibirlo: los cardenales de la vía de entrada de las agujas no han sido retocados—, viven y ejercen el comercio sexual en una «pequeña ciudad de Rusia» que los artistas mantienen en el anonimato para preservar la identidad y evitar la localización de las divas.

Para el corto —rodado en película analógica de 16 milímetros— y las sesiones de fotos, han vestido a las modelos con ropa y complementos de marcas de primera fila: Miu Miu, Louis Vuitton, Alexander Wang

Las yonquis son Cenicientas durante el baile previo a las doce campanadas que las llamarán de regreso a la realidad y a la mancillada piel de siempre.

Alegorías de carne maltratada y ausencia de futuro.

Símbolos de la Rusia no milmillonaria.

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

Loral Amir y Gigi Ben Artzi dan este razonamiento para Downtown Divas en una entrevista en Bullet Media:

Lo que nos atrajo del proyecto es la posición extraterritorial de estas mujeres como parte de un grupo que existe fuera de la sociedad pero es un producto fabricado por la misma sociedad (…) Hemos querido integrar a estas mujeres a la sociedad y hacer caso omiso de la etiqueta de ‘drogadictas’ que les aplican.

Hay, por supuesto, una premeditada referencia a la moda de las heroin chic de las top model de mediados de los años noventa, con Kate Moss a la cabeza como símbolo de adoración universal: aquellas chicas andrónginas, de piel extrablanca, delgadez acentuada y ojeras.

La heroína chic es un espejismo de los editoriales de moda, pero cuando te enfrenas a adictos reales que tienen las mismas características que las modelos chic (…) el contraste es absolutamente asombroso. En ningún un momento tuvimos el deseo de ensalzar las drogas, sólo quisimos mostrar la realidad.

En Rusia, según cálculos no oficiales —la prostitución es ilegal en el país, aunque la Policía saca tajada por mirar hacia otro lado— hay entre 1,5 y  2 millones de mujeres que se dedican o son obligadas a prostituirse.

Tres de cada cien son menores edad. Un porcentaje indeterminado de las prostitutas, según los observadores y analistas, muy alto, está formado por yonquis engachadas a drogas, sobre todo metanfetamina y otros productos caseros de ínfima pureza.

Ánxel Grove

La crónica de tres años con los pastores de renos de la Europa ártica

© Erika Larsen

© Erika Larsen

El pueblo sami —que en español suele denominarse lapón— reivindica la condición de etnia indígena de Escandinavia. Aunque no hay censos precisos, los sami son unas 130.000 personas y viven en un área de casi 400.000 kilómetros cuadrados de las zonas árticas de Noruega, Finlandia, Suecia y Rusia. Hablan diversas formas de la lengua sami, donde, con ecos del lenguaje vigoroso de las sagas nórdicas, vârrâ significa sangre; jiegηa, hielo, y goatte, casa.

Los sami gozan del asombro frecuente de las auroras boreales; veneran a la diosa Beiwe de la fertilidad, el sol y la cordura; deben luchar, sobre todo en Noruega, contra intentos de asimilación invasiva promovidos desde el poder central del Estado, y todavía se dedican a la ganadería y pastoreo del reno, ese majestuoso animal cuyo rango de visión alcanza el ultravioleta.

La fotógrafa Erika Larsen (EE UU, 1976), hija de noruego, vivió durante tres años en la población sami de Kautokeino, situada tres grados de latitud por encima del Círculo Polar Ártico. La localidad, donde viven menos de tres mil personas, tiene relevancia histórica: en 1852 estalló en el lugar una rebelión contra las autoridades noruegas que culminó con el homicidio de dos comerciantes y la posterior ejecución de los líderes de la revuelta.

Las fotos que Larsen ha reunido en la serie Sami, Walking with Reindeer (Sami, caminando con los ganaderos de renos) son una declaración de amor y un ejercicio de nostalgia por una arcadia nevada y de escasa luz solar. Cuando la fotógrafa regresó a Nueva York, cuenta en un texto con carácter confesional, sintió que «estaba dejando atrás el verdadero hogar, Kautokeino».

Acogida por una familia, los Gaups, Larsen se vió integrada en el círculo invulnerable que para los sami representan los lazos de sangre. Ayudaba en casa, asistió a clase, aprendió a hablar sami y a entender el blando poder que contienen las canciones yoik, que algunos estudiosos consideran la forma de canto folklórico más antigua de Europa. También, por supuesto, se convirtió en una experta en cocinar platos con reno, entre ellos el gamsu: el estómago del animal relleno de sangre y después cocido.

En las fotos se aprecia un poder vinculante. Siendo la familia el sostén primario de la sociedad en una región donde el clima nunca es un aliado, los retratos son un elemento de constancia de paso, reverencia hacia el pasado y reivindicación de la procedencia y en todo hogar se guardan con mimo extremo imágenes de los antepasados. De ahí que no haya afectación en las poses y que las miradas de los sami tengan una textura que concierne al ambiente: nitidez boreal.

La fotógrafa afirma que sus años sami le han cambiado la vida y enseñado una nueva forma  de relacionarse con el mundo y participiar de su engranaje. «Encontré una profunda paz mental y me propuse tener hijos, construir una familia. Todavía me mantengo en contacto esporádicamente con los Gaups, pero llevo a diario conmigo lo que aprendí de ellos. Me siento más cercana a mis instintos y necesito salir al campo… Los sami me enseñaron una forma nueva de vida».

Ánxel Grove

Un fotógrafo del cielo y el infierno rusos

© Rafal Milach

© Rafal Milach

Gala: «Me gusta Rusia porque es impredecible. Nunca sabes lo que va a pasar cuando te despiertas cada mañana».

Lena: «Soñé con Putin. La sensación era cálida y brillante».

Mira: «Para los ortodoxos sólo hay cielo e infierno. No hay nada en medio. Rusia es igual».

Vasya: «Ahora nos sentimos más libres. La diferencia es que antes sabías qué decir pero no podías decirlo y ahora puedes decir lo que quieras, pero nadie sabe qué decir«.

Saha y Nastya: «La única forma de morir es morir juntos».

© Rafal Milach

© Rafal Milach

El fotógrafo Rafal Milach (Polonia, 1978) añade testimonios escuetos pero resonantes a algunas de las fotos de la serie 7 Rooms (7 habitaciones), una indagación en el turbio, desolado y ansioso panorama de la vida diaria en Rusia. Esas palabras bastan para que el reportaje adquiera sentido.

El proyecto, al que Milach ha dedicado seis años de trabajo y sobre el cual ha autoeditado un fotolibro, presenta la vida de siete personas que residen en las muy distintas ciudades de Moscú, la caótica capital del país; Ekaterimburgo, la más poblada del distrito de los Urales, y Krasnoyarsk, en el oriente de Siberia.

Fascinado por el caos de los antiguos países de la URSS, vinculado por procedencia y edad a su melancolía orgullosa y fatalista, Milach presenta fotos que permiten visualizar la perturbadora sensación de vacío de un territorio al que, obsesionados con nuestros problemas domésticos, seguimos considerando ajeno y distinto.

© Rafal Milach

© Rafal Milach

Cofundador del colectivo Sputnik Photos, dedicado a ahondar en la exploración fotográfica de Europa del Este, el trabajo de Milach es delicado, poético y está marcado por el amor sin condiciones hacia el tema que retrata de manera sutil: la admiración y la melancolía.

Ánxel Grove

© Rafal Milach

© Rafal Milach

© Rafal Milach

© Rafal Milach

© Rafal Milach

© Rafal Milach

© Rafal Milach

© Rafal Milach

© Rafal Milach

© Rafal Milach

© Rafal Milach

© Rafal Milach

Haz que tu hija sea una muñeca

© Ilona Szwarc 2012

© Ilona Szwarc 2012

Dicen que las muñecas American Girl son las anti-Barbie«un canto a las niñas y todo lo que pueden llegar a ser». Esa es la idea que venden, y el verbo revela los oscuros significados y significantes habituales, en la compañía Pleasant Doll, fabricante del juguete.

Desde 1998, la empresa que «ayuda a que las niñas brillen» (¿es casualidad la isotópica metáfora?) es una división del grupo Mattel, mega corporación —ganancias en 2010: 5.800 millones de dólares, unos 4.400 millones de euros— que sintetiza, en sincronía con los tiempos desprovistos de matices en los que vivimos, el yin y el yang para comerse todo el bacalao y no dejar resquicios a una opción diferencial. Mattel fabrica y comercializa a las enemigas: Barbie, la muñeca pija de Beverly Hills, y American Girl, la muñeca que, según el lema de la mercadotecnia del producto, propone a las crías de entre nueve y once años que persigan los designios de su «estrella interior» (más semántica radiante).

© Ilona Szwarc 2012

© Ilona Szwarc 2012

La fotógrafa Ilona Szwarc  vive en los Estados Unidos desde hace cuatro años. Nacida en 1968 y educada en el ambiente brumoso de Varsovia, se bregó en los platós de cine trabajando como ayudante de las dos glorias nacionales de la filmografía polaca, Roman Polanski y Andrzej Wajda. También asistió a Mary Ellen Mark, la fotógrafa que se acercó más que ninguna en los EE UU a los niños de la calle y la prostitución infantil.

Uno de los proyecto que desarrolla Szwarc como fotógrafa se titula American Girls y tiene más de un punto de contacto con la descarnada visión de Mark: la edad de las protagonistas, la superficialidad, los puntos suspensivos de un futuro que tal vez sea lóbrego o tal vez no, la niñez entendida malignamente como una miniatura de la edad adulta

© Ilona Szwarc 2012

© Ilona Szwarc 2012

La fotógrafa confronta a niñas estadounidenses con su muñeca American Girl personalizada: My American Girl se llama la gama y la gólem plástica puede diseñarse a voluntad —desde la etnia hasta la ropa interior y los accesorios— en un simulador en línea que permite jugar al Doctor Frankenstein dando vida a un trozo de plástico de 46 centímetros de alto por el que puedes pagar, si te pones caprichoso con el ajuar, hasta 600 dólares (unos 455 euros). Se da por sentado que los papás y mamás que aforan pertenecen al 1% y pueden.

«Todas las niñas en los EE UU parecen estar creciendo para ser futuras estrellas y sienten que tienen derecho. Estas muñecas lo ponen de manifiesto», acaba de declarar en una entrevista la fotógrafa, interesada en los «valores culturales», bastante truculentos, del fenómeno. «Cada muñeca puede ser customizada para parecerse con exactitud a su dueña, pero en realidad todas son iguales», añade.

© Ilona Szwarc 2012

© Ilona Szwarc 2012

Las niñas y sus muñecas —el orden de los factores es accidental— rozan la simbiosis, quizá enfatizada con intención demasiado evidente por la fotógrafa, que dicta la coreografía de cada imagen con el nada velado propósito de mostrar como una y la otra podrían intercambiar papeles en el libreto de la existencia diaria.

La meta tiene un fondo que sobrecoge: las niñas y podemos asegurar, ya que tienen entre nueve y once años, también sus padres, que han dado el consentimiento para que sean retratadas unas menores de edad, aceptan el juego perverso de Szwarc. No es una parodia, es la verdad doméstica, de cada día; el encierro en la envoltura de celofán como norma metafísica; la detención ilusoria del tiempo para que nada suceda, para que ninguno de los monstruos (el negro, el musulmán, el latino, el crack, la metanfetamina, el sexo sucio, el asesino en serie, el maltratador, la enfermedad mental…) entre en la escena.

© Ilona Szwarc 2012

© Ilona Szwarc 2012

El catálogo de niñas-muñeca es un columna uniformada, un continuum de estereotipos, una pesadilla febril: la niña-muñeca-caballista en el cesped ondulado, frente a la decorosa casa de campo; la niña-muñeca-urbana tomando el sol en la terraza en un bikini de dos piezas no muy diferente al de una miss; la niña-muñeca-hipster; la niña-muñeca-suburbana en la burbuja de raso de la urbanización; la niña-muñeca-doméstica en el salón con blondas en las cortinas y marcos de plata en torno a los rostros de la familia…

No hay frontera entre la piel y el plástico. Los fabricantes del juguete son los amos en este contrato de vasallaje:  «La misión de American Girl es rendir homenaje a las niñas.  Aceptamos quienes son y estamos atentos a quienes serán en el mañana». De vivir en este tiempo, Goethe hubiese asignado el entrecomillado a Mefistófeles.

© Ilona Szwarc 2012

© Ilona Szwarc 2012

El proyecto que hoy asomo a Xpo, la sección que cada jueves dedicamos a fotografía, recuerda a Litte Adults (Pequeños adultos), donde Anna Skaldmann retrata a niños privilegiados en Rusia, hijos de millonarios que se «comportan como adultos» y posan como una proyección de sus padres.

Me parece que hay líneas de conexión entre los críos rusos de niñez perdida y las niñas-muñeca de los EE UU. No recuerdo cuándo, pero en algún momento del pasado reciente, alguien consintió —y quizá yo esté entre los culpables del delito colectivo, porque, como decía Ambrose Bierce, el jersey es «una prenda que llevan los niños cuando los padres tienen frío»— que los críos empezasen a vivir como si el Valium lo tomasen ellos.

Ánxel Grove