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Contraponen menús estándar de pobres y de ricos

Imperio Romano - "Power Hungry" © Henry Hargreaves

Imperio Romano – «Power Hungry» © Henry Hargreaves y Caitlin Levin

En pleno apogeo del Imperio Romano, digamos en el año 117 de nuestra era, cuando los dominios del emperador Trajano eran inmensos —cinco millones de kilómetros cuadrados: desde el Atlántico al Pérsico y desde el Sáhara al Rin— y las riquezas desmesuradas, el 98 por ciento de los entre 8 y 9 milones de vecinos de lo que hoy es Italia comían como animales.

No es una refenncia a los banquetes orgiásticos de los patricios, sino un apunte textual: 98 de cada cien vecinos de la edad de oro del gran imperio se alimentaban, sobre todo, de mijo, un cereal muy usado como pienso para aves. Lo han constatado análisis recientes de tumbas, que no han encontrado presencia de otro alimento entre los romanos de a pie.

¿Qué comían los dos romanos restantes necesarios para completar la centuria? Se alimentaban como dioses: pescado fresco, frutas de temporada o secas, verduras, queso, setas, legumbres, vino, aceite de oliva….

Las fotos de arriba colocan un menú tipo del 2% de los romanos poderosos en un extremo de la mesa y otro del 98% famélico en el lado contrario.

Forman parte del proyecto Power Hungry (Poder Hambre) de los fotógrafos Henry Hargreaves y Caitlin Levin, que suelen mezclar lo mundano con lo artístico y a quienes les encanta el análisis de los hábitos de alimentación y lo que estos revelan de la sociedad —ya habían firmado una serie en la que componían mapas del mundo basados en las dietas de cada zona—.

Los fotógrafos explican sus intenciones en una entrevista en BuzzFeed:

Queremos que las personas se sienten a la mesa, figurada y literalmente, y vean las flagrantes disparidades entre los que tienen y los que no.

 Antiguo Egipto - "Power Hungry" © Henry Hargreaves and Caitlin Levin Antiguo Egipto "Power Hungry" © Henry Hargreaves and Caitlin Levin

Antiguo Egipto – «Power Hungry» © Henry Hargreaves y Caitlin Levin

Tras investigar documentación sobre hábitos, hambre, falta de alimentos y consumo, los fotógrafos proponen la dialéctica del menú pobre / menú rico mediante fotos de bodegones de menús tipo de las clases alta y baja de la población.

Las imágenes pertenecen, en ocasiones, a épocas históricas como el antiguo Egipto, donde la carne era un lujo solo al alcance de las élites del poder político y religioso, mientras que el pueblo llano se alimentaba de vegetales y pan.

Francia 1789 - "Power Hungry" © Henry Hargreaves

Francia 1789 – «Power Hungry» © Henry Hargreaves y Caitlin Levin

Tampoco en el siglo XVII francés, la centuria de las Luces y la pompa, la brecha social de la alimentación era menos profunda. Hargraves señala que los habitantes pobres de las ciudades gastaban la mitad de los ingresos en comida muy básica, de subsistencia.

Mientras los trabajadores no cualificados debían conformarse con mendrugos de pan, la nobleza y las clases adineradas francesas comían delicadezas culinarias exquisitas, entre ellas repostería refinada, y regaban el condumio con vino y champán.

EE UU - "Power Hungry" © Henry Hargreaves and Caitlin Levin

EE UU – «Power Hungry» © Henry Hargreaves and Caitlin Levin

La situación es casi la misma hoy y «cerca de casa», afirma el fotógrafo.

Muchas personas en todo el mundo todavía se ven obligadas a sobrevivir comiendo casi nada en absoluto, mientras que unos pocos poderosos viven en el absurdo culinario del lujo suntuoso.

El ejemplo más claro e irritante es el de los EE UU, donde uno de cada seis habitantes padece hambre. En el país más poderoso del mundo 50,1 millones de personas se sientan en el lado pobre de la mesa. El 40% de la comida del lado rico termina desechada en la basura.

Si quieren asustarse aún más, consulten la página web de World Hunger. Está en inglés pero el hambre es un idioma fácil de entender.

Dejo abajo otro par de fotos de Power Hungry. Son las radiografías alimentarias de dos países que salen mucho en la televisión, casi siempre por razones geoestratégicas (Corea del Norte) o porque algún occidental está secuestrado y en peligro de muerte (Siria).

No conviene ver las fotos antes de preguntar: «¿qué cenamos hoy?».

Jose Ángel González

Siria - "Power Hungry" © Henry Hargreaves

Siria – «Power Hungry» © Henry Hargreaves y Caitlin Levin

Corea del Norte - "Power Hungry" © Henry Hargreaves

Corea del Norte – «Power Hungry» © Henry Hargreaves y Caitlin Levin

Prostitutas yonquis rusas vestidas como divas

Contratar a una prostituta en cualquier ciudad de Rusia cuesta 300 rublos (5 euros), un poco más que el precio de un sandwich y un refresco.

Un gramo de metanfetamina sale por 54 euros; uno de heroína por 90; uno de cocaína por 139.

Una joven de entre 18 y 20 años puede ser comprada como trabajadora sexual a tiempo completo y esclavizada mediate el pago único de 2.000 euros, más o menos lo que te costaría un vestido de la gama más baja que ofrecen en el lujoso Crocus City Mall de la Moscú más refinada («elevamos el shopping a una forma de arte», dicen en la publicidad), donde sólo entras si hueles a tinta fresca de billetes.

Rusia, porque seguimos hablando de Rusia, es el tercer país del mundo con más milmillonarios, 111 —Forbes les pone foto y calcula saldo—. El país sólo es superado en el ranking de los patriarcas de los bolsillos calientes por los EE UU (492) y China (152).

Uno de cada tres ciudadanos de Rusia no tiene acceso a ningún tipo de asistencia médico sanitaria. Si eres de esa casta ni siquiera puedes entrar a un hospital por la puerta de urgencias.

En Moscú hay 100.000 burdeles, seis veces más que en Nueva York.

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

Las mujeres de las fotos y las que aparecen en el vídeo que abre la entrada fueron filmadas y retratadas para Downtown Divas, un proyecto de los artistas Loral Amir and Gigi Ben Artzi.

Los adjetivos espeluznante y turbador quizá sean lícitos, pero no abarcan el estremecimiento.

Las prostitutas, todas yonquis —no es difícil percibirlo: los cardenales de la vía de entrada de las agujas no han sido retocados—, viven y ejercen el comercio sexual en una «pequeña ciudad de Rusia» que los artistas mantienen en el anonimato para preservar la identidad y evitar la localización de las divas.

Para el corto —rodado en película analógica de 16 milímetros— y las sesiones de fotos, han vestido a las modelos con ropa y complementos de marcas de primera fila: Miu Miu, Louis Vuitton, Alexander Wang

Las yonquis son Cenicientas durante el baile previo a las doce campanadas que las llamarán de regreso a la realidad y a la mancillada piel de siempre.

Alegorías de carne maltratada y ausencia de futuro.

Símbolos de la Rusia no milmillonaria.

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

© Loral Amir and Gigi Ben Artzi

Loral Amir y Gigi Ben Artzi dan este razonamiento para Downtown Divas en una entrevista en Bullet Media:

Lo que nos atrajo del proyecto es la posición extraterritorial de estas mujeres como parte de un grupo que existe fuera de la sociedad pero es un producto fabricado por la misma sociedad (…) Hemos querido integrar a estas mujeres a la sociedad y hacer caso omiso de la etiqueta de ‘drogadictas’ que les aplican.

Hay, por supuesto, una premeditada referencia a la moda de las heroin chic de las top model de mediados de los años noventa, con Kate Moss a la cabeza como símbolo de adoración universal: aquellas chicas andrónginas, de piel extrablanca, delgadez acentuada y ojeras.

La heroína chic es un espejismo de los editoriales de moda, pero cuando te enfrenas a adictos reales que tienen las mismas características que las modelos chic (…) el contraste es absolutamente asombroso. En ningún un momento tuvimos el deseo de ensalzar las drogas, sólo quisimos mostrar la realidad.

En Rusia, según cálculos no oficiales —la prostitución es ilegal en el país, aunque la Policía saca tajada por mirar hacia otro lado— hay entre 1,5 y  2 millones de mujeres que se dedican o son obligadas a prostituirse.

Tres de cada cien son menores edad. Un porcentaje indeterminado de las prostitutas, según los observadores y analistas, muy alto, está formado por yonquis engachadas a drogas, sobre todo metanfetamina y otros productos caseros de ínfima pureza.

Ánxel Grove