La Bestia o la maldición del lobo hombre

De entre todas las criaturas que nos pueden aterrar en la noche oscura dejadme rescatar al licántropo. Es el hombre lobo, esa metáfora del monstruo oculto bajo la niebla epidérmica. La bestia inesperada que aparece y exige sangre inocente, incapaz de contener su frustración o rabia: antes un ciudadano modélico, un vecino más, ahora un padre de familia que no duda en devorarnos, eclipsada su mirada por un turbión de mil aullidos.

La Bestia. © Swen Renault

La Bestia. © Swen Renault

Hoy, caídos bajo el influjo de los zombis que triunfan en la cultura capitalista- parece éste el único terror que nos conmueve, la posibilidad de morir devorados por una manada de estúpidos consumidores de grasas transgénicas-, hemos olvidado a la bestia que nos habita.

Malmetemos los mitos y su enseñanza ancestral. Convertimos a los vampiros en músculos atractivos, son novios y novias de perfecta adolescencia. Hacemos de los fantasmas y de la posesión demoníaca sonoros parques de atracciones. Pero olvidamos en este camino a la alimaña que nunca será doméstica o bien digerida por Hollywood.

El licántropo es un monstruo territorial, suele cazar en espacios conocidos, a gente cercana, y ésta es la maldición: tras el crimen, despierta inocente, desnudo, cubierto por la sangre de su esposa e hijos. Entonces pide perdón, culpa a la luna, a la mala suerte.

A veces va tan cargado de alcohol que no necesita luna llena.

La Bestia. ©Swen Renault.

La Bestia. ©Swen Renault.

La Bestia. © Swen Renault

La Bestia. © Swen Renault

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

De entre todos los testimonios históricos que tenemos de estas alimañas sangrientas, la más famosa, la que se cobró el mayor número de víctimas, fue la de Gévaudan, que toma el nombre de una antigua región francesa. Aún rebota en la memoria este gentilicio como el aullido en una cueva.

El fotógrafo Swen Renault ha publicado un libro, titulado La Bestia, en el que explora este mito y su permanencia en el inconsciente colectivo de esta zona apartada que hoy llaman distrito de Lozère. Mezcla fotografías y textos. La bestia sigue presente en las estatuas, en los souvenirs, en el nombre de los equipos deportivos…

La Bestia. ©Swen Renault

La Bestia. ©Swen Renault

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En su obra se pregunta qué habrá quedado de inexplicado de un suceso que conmocionó la campiña occitana entre 1764 y 1767. Sigue siendo un enigma, se especula sobre su autenticidad, y el autor indaga en cómo este asesino impregnó los paisajes, cómo permanece agazapada su sombra en la cultura, cuál es el rastro que ha dejado la Bestia de Gévaudan.

La Bestia. © Swen Renault

La Bestia. © Swen Renault

Francia, después de la Guerra de los Siete Años. Ha empezado la matanza en los bosques tupidos cuyas sombras se alargan en un invierno diamantino que alcanza hasta mayo. Cabezas cortadas, miembros desaparecidos, desgarros profundos: vaqueros, pastores, niños y mujeres (principalmente), viajeros, ancianos en sus solitarias cabañas: perlas de rojo rubí sobre la nieve que no conducen a guarida alguna

Fue una convulsión nacional. Como el caso de Diana Quer. La Corona se vio obligada a enviar a sus mejores hombres armados, los dragones, y a contratar a los diestros cazadores del extenso reino. Murieron personas, lobos, zorros, perros, vacas… pero la bestia seguía acechando, chapoteaba en los negros charcos de la paranoia criminal. No menos de 100 personas cayeron asesinadas, y 70 terminaron heridas o mutiladas, si atendemos a las crónicas.

La Bestia. ©Swen Renault

La Bestia. ©Swen Renault

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Se dijo que era un lobo de un tamaño demoníaco. Un hombre lobo, tal vez. Se dijo que era una plaga lanzada por Dios para castigar a los aldeanos. Se dijo que fue un asesino en serie, acaso el primero de la Historia, si obviamos el ejercicio de emperadores, reyes, generales y demás señores feudales.

La Bestia. © Swen Renault

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hoy sabemos que el lobo es un animal tímido, hermoso, de poético llanto. Hoy decimos que es una suerte encontrarse con uno, y no una maldición. Sin embargo, hubo un tiempo en que se le culpó de todo, y el licántropo era concebido como un hombre maldito por su parte animal. Un perfecto símbolo que nos explica como raza homicida o energúmena, fuimos concebidos como mitad bestia y mitad ángel de raciocinio. Es la parte animal la que nos empuja a la violencia, dijeron moralistas y filósofos, y así resolvimos este conflicto entre el agua y el aceite que nos compone.

Pero yo creo que fue al revés, y ese es el secreto: fue el lobo, pobre animal, el que estaba en realidad maldito por su parte de hombre. Un lobo guiado por su instinto humano. Es la parte de hombre la que obliga a matar al licántropo. Es el humano el que mata sin razón. Es una cultura la que impregna a los hombres-lobos.

Si el licántropo fuera solo un cánido, un animal sin cultura, vagaría solitario por los prados y collados, y esquivaría los hogares, seguiría el latido natural de aquellos seres vergonzosos que, precavidos, saben que la pulsión criminal puebla las ciudades y no los bosques. Cuando el lobo es solo lobo no asesina a los aldeanos, no vomita el odio dentro de los hogares.

El día en que se cazó al último cánido terminó la matanza en Gévaudan. Jean Chastel, granjero y tabernero, dio muerte a un enorme animal el 19 de junio de 1767 en el Monte Mouchet. Le disparó al corazón dos balas de plata extraídas de una medalla de la Virgen.

Ese día desapareció la Bestia. Muerto el lobo, muerta la rabia. Pero nadie se preguntó qué humano podría haber desaparecido. Qué hombre podría haberse marchado hacia otra región. A dónde se fue la parte humana que lanzó a asesinar al presunto lobo.

Trabajos como el de Swen Renault nos recuerdan que la Bestia sigue habitando en Gévaudan. Y que Gévaudan puede usarse como sinónimo de nuestro corazón, un corazón que late bajo una luna enferma que nos quema la piel desde un firmamento interior.

Ahora que en vez de la plata manda el silicio, y que solo tememos al zombi como irresponsabilidad colectiva y nunca individual, quizás estemos peor protegidos contra esos humanos que se apoderan del lobo. Como en la Francia de los mitos pervive la cultura de los licántropos entre nosotros. Lo bueno de entenderlo así es que en vez de balas o cazadores solo necesitaremos educación para exterminarlos a todos.

La Bestia. © Swen Renault

La Bestia. © Swen Renault

La Bestia. © Swen Renault

La Bestia. © Swen Renault

 

 

4 comentarios

  1. Dice ser cual bestias en un mundo ajeno

    A qué tipo de humanos pertenecemos..
    «adopted a fox cub whose other was somebody´s coat…»

    https://www.youtube.com/watch?v=8JDhRvdNk_o

    09 enero 2018 | 22:58

  2. Dice ser juventus

    La apariencia humana, el corazón de la bestia

    10 enero 2018 | 03:18

  3. Dice ser Fernando Julio

    Prometo que he entrado a leer el texto… y he hecho un gran esfuerzo…pero no lo he logrado.
    Javier dedicate a otra cosa… o por dios mejora. El meter datos subliminales no es lo que buscamos al leer…. mas que nada xq al no ser de la misma opinon y no poder tener replica nos pareces peor de lo que seguramente seas.

    10 enero 2018 | 09:53

  4. Dice ser El Lobo, qué gran turrón

    Por Dios, Fernando Julio ( nombre telenovelesco), a mi lo que me parece es que te expresas muy mal. Ni estás en un chat con tus coleguis para que escribas «xq» en lugar de «porque», ni sabes si » nos pareces peor de lo que seguramente seas».

    13 enero 2018 | 09:44

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