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Fotógrafos griegos hablan desde el ‘subpaís’

Barricaded Building © Yiannis Hadjiaslanis

Barricaded Building © Yiannis Hadjiaslanis

Acaso nada cumpla con tanta exactitud como esta foto la tarea de explicar qué pasa en Grecia, ese subpaís, colonia de la troika, laboratorio neoliberal con ciudadanos-cobaya.

Edificio parapetado, se titula la foto. Parece un dogma de obligado cumplimiento y lo es: se trata de la antigua sede del Ministerio de Educación, hoy evacuada y tabicada, achabolada. El inmueble es propiedad de la iglesia. El Estado no tiene dinero para el alquiler y la iglesia es una casera como cualquier otra: sin caridad.

Desde que el zumbido mediático sobre Grecia ha dejado de ser de altísima intensidad, sabemos esto y aquello: los suicidios aumentaron un 43% en los últimos seis años; la televisión pública fue cerrada aunque emite (nadie cobra), pero seis clanes mandan en los cinco canales privados —por supuesto, protroika y, en algún caso, cercanos a Amanecer Dorado, el partido nazi—; movilizan forzosamente a los docentes; los usureros se frotan las manos en Berlín: los rescates (asistencia financiera, les llaman) suman 240.000 millones

Tratando de captar los sentimientos de angustia, el abandono y la decadencia, he elegido fotografiar durante la noche. Los edificios públicos, estatuas, parques, los símbolos de la ciudad adquieren un carácter que refleja con mayor claridad su estado actual y su significado.

El fotógrafo Yiannis Hadjiaslanis (1974) ve su país a oscuras. En After Dark (Tras la oscuridad) muestra la que quizá sea la forma más adecuada para ver Atenas: con nocturnidad, con la luz negra para guiarnos. El reportero comparte su narrativa:

Una estatua de un Sátiro mítico, medio hombre medio cabra se levanta sobre un arbusto en los Jardines Nacionales con una sonrisa siniestra. Un circuito cerrado de televisión vigila la entrada del Museo Arqueológico, un lugar de reunión de yonquis (…) Una bolsa de plástico llena de pan colocada en el exterior de la Sociedad Arqueológica, donde ahora residen personas sin hogar.

© Yiannis Hadjiaslanis

© Yiannis Hadjiaslanis

© Panos Kokkinias

© Panos Kokkinias

Panos Kokkinias (1965) responde a la incertidumbre y la rabia con un trabajo antiturístico: Leave Your Myth in Greece (Deja tu mito en Grecia), una colección de cartelería absurda para un país donde ya no queda hueco para el sentido del humor, el esmeralda del Jónico, la vagancia por la arcadia…

En mi trabajo trato de abordar lo que es más importante en mi vida. Por consiguiente era imposible ignorar la crisis, ya que ha afectado a mi vida, mi familia y mi país. Esta serie es mi primera reacción a la crisis, un esfuerzo para poner en imágenes el estado actual de la mente y el alma, una manera de entender lo que está pasando. Es un intento de ver dónde estamos y hacia dónde vamos desde aquí.

El fotógrafo padece la misma desubicación del hombre vestido de ejecutivo ante los restos de un templo y con la humeante central térmica en segundo plano. Una crisis de ansiedad, una pestilencia repentina, un cuadro clínico de shock…, cualquier cosa es posible excepto la risa.

Man With Apples © Petros Efstathiadis

Man With Apples © Petros Efstathiadis

El Hombre con manzanas de Petros Efstathiadis (1982) está apartado del mundo por un retal de plástico. No es poca cosa: el pueblo montañoso y casi balcánico en el que nació y creció el fotógrafo sabe bien que las fronteras, sean del material que sean, son difíciles de evadir porque son absurdas y a veces están en la mente de los hombres.

La idea de Grecia de cielos azules, arenales con playas y gente feliz, todos esos clichés, no son el corazón de este país.

Irracional. Así es la nación lejana que retrata este reportero de la demencia. Un infrapaís dentro de un subpaís.

Fluttering Curtains © Petros Kloubis

Fluttering Curtains © Petros Koublis

 Petros Koublis (1981) narra en Lamenta la «soledad de los suburbios» y la «colisión» entre los símbolos domésticos —unas cortinas, una lancha abandonada, un jardín asilvestrado…— y la crisis aún más honda de las ciudades, donde nada es posible, ni siquiera la apariencia de normalidad.

El choque entre dos espacios diferentes, lo urbano contra lo natural, crea un nuevo espacio intermedio, donde la naturaleza parece derrumbarse a la misma velocidad que nuestras ciudades en crisis. Pero también es la colisión entre dos tipos diferentes de tiempo, del centro contra los bordes, la creación de un nuevo tiempo paralelo.

© Dimitris Michalakis

© Dimitris Michalakis

Finalmente, sobre el negro paño de una casa de compraventa, las fundas de oro que una vez recubrieron tres molares de un ciudadano griego. El fotógrafo, Dimitris Michalakis (1977), encabeza Burnout (Agotamiento), con una declaración que deberíamos memorizar o, si la memoria no nos alcanza, reproducir en loop en algún gadget fabricado por los esclavos chinos de Silicon Valley.

  • El 20% de la población griega vive por debajo del umbral de la pobreza.
  • El desempleo juvenil oficial (entre 15 y 24 años) es del 50%.
  • 180.000 empresas, especialmente pequeñas y medianas, han cerrado cada año por la reticencia de los bancos a conceder créditos.
  • Las únicas empresas realmente florecientes son las tiendas de compra de oro.
  • Recortes drásticos en el gasto público han desmantelado las instituciones del Estado de bienestar y han llevado a la marginación de los estratos sociales más vulnerables.
  • Se ha producido un aumento del 25% en el número de personas sin hogar.
  • La Archidiocesis de Atenas distribuye 10.000 comidas cada día.
  • Se han dado casos de niños que se desmayan en las aulas por desnutrición.
Captura de la web depressionera.org

Captura de la web depressionera.org

El colectivo Depression Era, con una treintena de artistas y creadores implicados, aventura que no hay final feliz posible. Su manifiesto, escrito con el arrebato al que tiene derecho un subciudadano griego, dice:

Con ojos claros en el aire borroso nos ponemos a ello, sin mirar nunca más hacia el futuro, hacia el progreso, hacia la idea de crecimiento, pero juntos, con la cabeza alta aunque rota, más allá del ruido blanco de las manifestaciones porno, el shopping, el nuevo feudalismo, los reportajes de hashtags, el desastre de los media, la parálisis del análisis, el urbanismo de Photoshop y la crisis constante, a caballo entre la línea roja de una Europa dividida, construyendo un arca de imágenes y textos (un mosaico de lentes: una antipantalla, un museo-acera, una ventana de lo por venir) mientras Occidente se hunde en nuestra Era de la Depresión.

Volvamos a Grecia. También nosotros somos subpaís.

Jose Ángel González

Contraponen menús estándar de pobres y de ricos

Imperio Romano - "Power Hungry" © Henry Hargreaves

Imperio Romano – «Power Hungry» © Henry Hargreaves y Caitlin Levin

En pleno apogeo del Imperio Romano, digamos en el año 117 de nuestra era, cuando los dominios del emperador Trajano eran inmensos —cinco millones de kilómetros cuadrados: desde el Atlántico al Pérsico y desde el Sáhara al Rin— y las riquezas desmesuradas, el 98 por ciento de los entre 8 y 9 milones de vecinos de lo que hoy es Italia comían como animales.

No es una refenncia a los banquetes orgiásticos de los patricios, sino un apunte textual: 98 de cada cien vecinos de la edad de oro del gran imperio se alimentaban, sobre todo, de mijo, un cereal muy usado como pienso para aves. Lo han constatado análisis recientes de tumbas, que no han encontrado presencia de otro alimento entre los romanos de a pie.

¿Qué comían los dos romanos restantes necesarios para completar la centuria? Se alimentaban como dioses: pescado fresco, frutas de temporada o secas, verduras, queso, setas, legumbres, vino, aceite de oliva….

Las fotos de arriba colocan un menú tipo del 2% de los romanos poderosos en un extremo de la mesa y otro del 98% famélico en el lado contrario.

Forman parte del proyecto Power Hungry (Poder Hambre) de los fotógrafos Henry Hargreaves y Caitlin Levin, que suelen mezclar lo mundano con lo artístico y a quienes les encanta el análisis de los hábitos de alimentación y lo que estos revelan de la sociedad —ya habían firmado una serie en la que componían mapas del mundo basados en las dietas de cada zona—.

Los fotógrafos explican sus intenciones en una entrevista en BuzzFeed:

Queremos que las personas se sienten a la mesa, figurada y literalmente, y vean las flagrantes disparidades entre los que tienen y los que no.

 Antiguo Egipto - "Power Hungry" © Henry Hargreaves and Caitlin Levin Antiguo Egipto "Power Hungry" © Henry Hargreaves and Caitlin Levin

Antiguo Egipto – «Power Hungry» © Henry Hargreaves y Caitlin Levin

Tras investigar documentación sobre hábitos, hambre, falta de alimentos y consumo, los fotógrafos proponen la dialéctica del menú pobre / menú rico mediante fotos de bodegones de menús tipo de las clases alta y baja de la población.

Las imágenes pertenecen, en ocasiones, a épocas históricas como el antiguo Egipto, donde la carne era un lujo solo al alcance de las élites del poder político y religioso, mientras que el pueblo llano se alimentaba de vegetales y pan.

Francia 1789 - "Power Hungry" © Henry Hargreaves

Francia 1789 – «Power Hungry» © Henry Hargreaves y Caitlin Levin

Tampoco en el siglo XVII francés, la centuria de las Luces y la pompa, la brecha social de la alimentación era menos profunda. Hargraves señala que los habitantes pobres de las ciudades gastaban la mitad de los ingresos en comida muy básica, de subsistencia.

Mientras los trabajadores no cualificados debían conformarse con mendrugos de pan, la nobleza y las clases adineradas francesas comían delicadezas culinarias exquisitas, entre ellas repostería refinada, y regaban el condumio con vino y champán.

EE UU - "Power Hungry" © Henry Hargreaves and Caitlin Levin

EE UU – «Power Hungry» © Henry Hargreaves and Caitlin Levin

La situación es casi la misma hoy y «cerca de casa», afirma el fotógrafo.

Muchas personas en todo el mundo todavía se ven obligadas a sobrevivir comiendo casi nada en absoluto, mientras que unos pocos poderosos viven en el absurdo culinario del lujo suntuoso.

El ejemplo más claro e irritante es el de los EE UU, donde uno de cada seis habitantes padece hambre. En el país más poderoso del mundo 50,1 millones de personas se sientan en el lado pobre de la mesa. El 40% de la comida del lado rico termina desechada en la basura.

Si quieren asustarse aún más, consulten la página web de World Hunger. Está en inglés pero el hambre es un idioma fácil de entender.

Dejo abajo otro par de fotos de Power Hungry. Son las radiografías alimentarias de dos países que salen mucho en la televisión, casi siempre por razones geoestratégicas (Corea del Norte) o porque algún occidental está secuestrado y en peligro de muerte (Siria).

No conviene ver las fotos antes de preguntar: «¿qué cenamos hoy?».

Jose Ángel González

Siria - "Power Hungry" © Henry Hargreaves

Siria – «Power Hungry» © Henry Hargreaves y Caitlin Levin

Corea del Norte - "Power Hungry" © Henry Hargreaves

Corea del Norte – «Power Hungry» © Henry Hargreaves y Caitlin Levin

¿Son «inmorales» las fotos en blanco y negro?

Color y blanco y negro

Color y blanco y negro

De las fotos de arriba tenemos muy presente, por fresca y cotidiana, a la situada a la derecha. La hizo Samuel Aranda (Santa Coloma de Gramanet, 1979) y la publicó hace unos días, junto con otras sobre la miseria interior del país, el diario The New York Times en el reportaje In Spain, Austerity and Hunger (En España, austeridad y hambre).

La de la izquierda la hizo un sargento de la Aviación de los EE UU —Michel Michaud, su nombre consta— el 16 de marzo de 2003 en las Islas Azores, donde los cuatro clientes del mismo sastre se reunieron para organizar una guerra ilegal, sucia, contraria al derecho internacional, basada en pruebas falsas, apoyada por grandes grupos industriales y financieros y causante hasta la fecha de más de un millón de muertos y casi dos millones de refugiados. De los cuatro, el más débil e inculto, que ya es decir con George Bush en la pelea, es José María Aznar, a la derecha, presidente de España. Entonces y ahora es un importante cómplice del sindicato invisible del hiperpatriotismo y la edificación de estados dirigidos según pautas ultraconservadoras y deshumanizadas.

Cada jueves en este blog hablo de fotografía, por tanto pregunto: ¿qué foto es más inmoral?

Mientras Don Juan Carlos de Borbón, con la obstinación de todo aficionado cinegético, sea cual sea su nivel, se iba directo a la redacción del New York Times tras la publicación de las fotos en blanco y negro de Aranda para mostrar su real protesta en persona porque le habían hecho pupa en la marca España, algunos cófrades del Tea Party español en la sombra —no puedo hipervincularlos, sus púlpitos son para lectores de pago— hablan desde sus comederos, casi siempre blogs muy bien pagados por empresas que se dicen periodísticas pero actuan como negociados de la Stasi, sobre la «inmoralidad» del reportaje fotográfico del Times porque está publicado en blanco y negro. El hambre y la miseria serían más pasables, con perfil de colores; tendrían matices y bokeh,  parecen dar a entender.

Hace pocos años, en 2005, los jefes de Arte de los principales diarios de pago españoles hablaban en un debate universitario de la «connotación de credibilidad» y «seriedad» del blanco y negro y el «sensacionalismo» asociado al color. Tal como se nos ha ido de las manos la realidad por la aceleración tecnológica, aquella reunión suena a medieval, pero resulta jocoso encontrar esta predicción en boca del representante de ABC: «La prensa es sensacionalista o amarilla en función de sus contenidos, no en función de sus formas. Son los contenidos los que clasifican este tipo de prensa. El color no».

El reportaje de Aranda, según ABC «apocalíptico» y conformado por «rebuscadas imágenes de exclusión social», fue atacado desde el diario conservador y progubernamental español como dando una castiza bofetada: «ABC constata que el New York Times confirma que progresismo y sensacionalismo pueden resultar compatibles» e intenta «ocultar una realidad doméstica que, en plena campaña electoral estadounidense, se le ha traspapelado».

¿Cómo lo constataron? ¿Enviaron a una reportera literaria y un fotoperiodista a recorrer EE UU como hizo el Times para su reportaje español? No, que no están las cuentas para ese modelo con lo barato que es el e-periodismo. ¿Publicaron fotos propias y a color? No, todas en blanco y negro y de agencia, sin fecha, sin intención editorial y con pies de foto de circunstancias, sin nombres propios, sin alma, sin verdad.

Volvamos al asunto: ¿qué foto es más inmoral: Bush, Blair, Aznar y Barroso jugando al Risk o un ciudadano rebuscando en un contenedor? Sea cual sea la respuesta, incluso si opinan, como yo, que ambas son inmorales —aunque los actores de la primera van con premeditación alevosa y el de la segunda está empujado por la pobreza—, ¿tiene algo que ver en la calificación ética que una sea en color y otra en blanco y negro?

«Algo así como Campos de Níjar, pero sin Goytisolo. Ni siquiera el Times es capaz de resistirse a la españolada. El ejemplo más reciente es esa colección de fotografías del especialista en piedades Samuel Aranda, cuyo reportaje sobre la pobreza en España solo prueba la inmoralidad del blanco y negro (…) La clave del oficio del periodismo no es más que la de practicar con acierto la figura de la sinécdoque. Y caer en el miserabilismo para describir la España de hoy es tan preciso y riguroso como caer en la tauromaquia», dice con el salero habitual y el rifle cargado con la munición de siempre Arcadi Espada, uno de los más contumaces críticos con el blanco y negro.

En algún lugar de sus muchos cuadernos, Franz Kafka escribió que «fotografiamos para cerrar los ojos». Algunos escriben abriéndolos tanto que dejan abierta una ventana a través de la cual queda a la vista su ropa interior. Suele ser de colores. Pero siempre del mismo. No es blanco ni tampoco negro.

Ánxel Grove

Manuel Lourerio, inmigrante cubano, en su casa rodante cerca de Barcelona, en la que vive desde hace año y medio. Trabajaba en la construcción y le despidieron (Foto: Samuel Aranda para The New York Times)

Manuel Lourerio, inmigrante cubano, en su casa rodante cerca de Barcelona, en la que vive desde hace año y medio. Trabajaba en la construcción y le despidieron (Foto: Samuel Aranda para The New York Times)

Comedor de beneficencia en Gerona, donde el Ayuntamiento ha anunciado que cerrará los contenedores de basura para evitar que la gente rebusque en ellos (Foto: Samuel Aranda para The New York Times)

Comedor de beneficencia en Gerona, donde el Ayuntamiento ha anunciado que cerrará los contenedores de basura para evitar que la gente rebusque en ellos (Foto: Samuel Aranda para The New York Times)