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El fotógrafo no asimilable

Eslovaquia, 1966

Eslovaquia, 1966

Al ingeniero aeronáutico Josef Koudelka (1938), hijo de una aldea diminuta de Moravia, le gustaba bien poco su trabajo. Estudió porque tenía que hacerlo, porque la fortuna era equívoca en el inmenso teatro del comunismo demencial de Europa del Este, porque o eras obediente o el Estado te tiraba de las orejas y te marcaba a fuego el estigma de los incómodos.

Koudelka prefería hacer fotos. De adolescente había retratado a su familia y a los habitantes del micromundo moravio con una cámara de baquelita. En 1961 alguien le prestó una Rolleiflex de segunda mano. La cámara dió el tiro de gracia al título de ingeniero.

Cinco años antes, en las cómodas y bien decoradas salas del Museo de Arte Moderno de Nueva York, Edward Steichen había montado The Family of Man, la exposición fotográfica más ambiciosa jamás organizada: 503 fotografías de 273 fotógrafos de 68 países, profesionales y aficionados, famosos y desconocidos, nueve millones de visitantes, todavía viva (fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 2003)… La lista de participantes en la muestra quita el hipo.

Una pregunta distópica: ¿hubiera participado Koudelka, de estar activo, en la ambiciosa exposición sobre la humanidad?

Durante la primera mitad de los años sesenta el ingeniero aburrido de ser ingeniero se dedicó a retratar a las comunidades gitanas de Eslovaquia. El Estado quería asimilarlos, forma con que todos los Estados se refieren, en aras de la corrección semántica, al aniquilamiento de los débiles.

Bohemia, 1966

Bohemia, 1966

Expuso las fotos en Praga en 1967. Tuvieron éxito. Los comisarios políticos rotularon al autor como incómodo. Koudelka respondió abordando un tren hacia Rumanía, donde había un montón de gitanos esperando.

Al año siguiente los tanques rusos entraron en Checoslovaquia para abortar la Primavera de Praga. Las mejores fotos de la revolución aplastada las hizo Koudelka. Sacó las imágenes del país con métodos de contrabandista, sin pretender cobrar por su publicación.

En 1970 se fue de su patria y el Estado le quitó la nacionalidad. Le admitieron como refugiado en Inglaterra, le invitaron a entrar en la agencia Magnum. Aceptó el halago pero impuso condiciones: nada de encargos periodísticos. Prefería vagar por Europa, por los límites, a su propio ritmo.

A Koudelka no le gusta rendir cuentas. «Muchas de mis fotografías», ha declarado, «las hago sin mirar el objetivo. Es como si no existiera la cámara, un acto sumamente mecánico». Si no miras, no te pagan. Si no miras y no te explicas, te patean.

"Gypsies"

"Gypsies"

Acaban de reeditar Gypsies en una versión ampliada (30 fotos inéditas) con respecto a la original de 1975. Los gitanos -gracias al cielo nunca asimilados– son de Bohemia, Moravia, Eslovaquia, Rumanía, Hungría, Francia y España.

Era un libro tan difícil de encontrar como necesario. Uno de los foto-ensayos más bellos de la historia.

He leído en algún lugar que Koudelka, que tiene 73 años, vive en un humilde apartamento de Praga y se dedica, sobre todo, a ordenar sus negativos.

Teniendo en cuenta que se trata de uno de los mejores reporteros del siglo XX -ojo: reportero-emocional, no de staff, no de acreditación en el bolsillo y chaleco de Coronel Tapioca-, la situación admite seguir ejerciendo la esperanza: no todos somos asimilables.

¿Hubiera participado Koudelka en The Family of Man junto a los muy asimilables (y cojonudos) Richard Avedon, Robert Doisneau o Garry Winogrand, por citar a tres sin más ánimo que establecer extremos?

"Bohemia, 1966"

"Bohemia, 1966"

Me atrevo a soñar que, como en el caso de Magnum, se sentiría halagado pero diría que los deadline no van con él, que le gustaría dar una vuelta por alguna zona tan despoblada como olvidada antes de decidirse, que quizá pero más tarde, que por qué no nos vamos a tomar café y fumar cigarrillos…

Acaso en su fuero interno pensase que la idea de compendiar a la humanidad y su interés humano sólo podría ser aceptada viniendo de una deidad celestial, jamás de un hombre tan doliente como cualquiera.

Acaso Koudelka intentaría, con los ojos cerrados, hacer otra foto inmensa, definitiva, ciega de tan luminosa, como ésta de la izquierda. Una foto no asimilable.

Ánxel Grove

 

Veinte razones para seguir aullando

Emile Cioran (1911- 1995) Foto: Editions del'Herneok

Emile Cioran (1911- 1995) Foto: Editions del'Herneok

1. Emile Cioran, el «filósofo aullador», como el mismo gustaba de llamarse, nació hace un siglo, el 8 de abril de 1911, en un pueblo de la rumana Transilvania, Rasinari. La zona pertenecía entonces al Imperio Austrohúngaro. Su padre era sacerdote ortodoxo.

2. De niño a Cioran le gustaban las manzanas, los libros de Diderot y Tagore, las caminatas y las visitas al cementerio en busca de calaveras para jugar con ellas al fútbol.

3. Desde que dejó Rumanía, en 1937, nunca regresó. Confesaba que sólo estaría dispuesto a hacerlo para volver a Rasinari. En la aldea hay una Pensión Cioran donde aseguran que contarán al visitante anécdotas de la niñez del escritor. Es dudoso que sea cierto.

4. Sufrió de insomnio desde la adolescencia, una etapa que pasó “entre bibliotecas y burdeles”.

5. A los 23 años, en su primer libro, En las cimas de la desesperación, escribió: “Soy uno de esos que, por millones, se arrastran sobre la superficie de la tierra. Uno más solamente. Esa banalidad justifica cualquier conclusión, cualquier conducta: libertinaje, castidad, suicidio, trabajo, crimen, pereza, rebeldía. Cada cual tiene razón en hacer lo que hace”.

5. En 1935, cuando ya se había manifestado como un nihilista convencido de la futilidad de la vida y de que «cada ser es un himno destruido», su madre le dijo: “Si supiese que ibas a sufrir tanto, habría abortado”.

6. En 1937 flirteó con el ideario fascista de la Guardia de Hierro. Fue un acercamiento sólo teórico del que se arrepintió toda su vida («era un pretencioso y un estúpido»). Le han crucificado por aquellos pecados de pensamiento.

7. Ese mismo año se fue a Francia con una beca. En París, como era de prever, no pisó la Sorbona. Empleó el dinero de la beca en recorrer el país en bicicleta. En cada ciudad universitaria pedía que le invitasen en el comedor de las facultades de Filosofía. No dormía ni un minuto. Caminaba o pedaleaba durante a la luz de la luna.

8. Una noche, ante un matadero, comprobó como las vacas se negaban a avanzar hacia la cuchillada final y se sintió como una de ellas:  “Esta escena es la misma que cuando, rechazado por el sueño, no tengo fuerzas para afrontar el suplicio cotidiano del tiempo”.

9. Un amanecer, al borde del mar, le torturó el griterío de una bandada de gaviotas. Las espantó a pedradas. “No necesitaba a nadie, pero esos chillidos estridentes y sobrenaturales me hicieron entender que sólo lo siniestro podía apaciguarme”.

10. Escribía sin pausa, siempre en francés. El insomnio eran un buen aliado. Los libros fueron muchos y demoledores: El ocaso del pensamiento (1940), Breviario de podredumbre (1949), Silogismos de la amargura (1952), La tentación de existir (1956), El aciago demiurgo (1969)…

11. Durante un tiempo meditó con seriedad hacerse español. «Uno tras otro, he adorado y execrado a muchos pueblos: nunca se me pasó por la cabeza renegar del español que hubiera querido ser», escribió.

12. Escuchaba flamenco y tangos («quien ame el tango es mi cómplice»), se veía con Samuel Beckett para ir de putas. Algunos intelectuales le admiraban (Susan Sontag, Saint-John Perse), otros, la mayoría, le consideraban un “filósofo de taberna”. A él le importaban poco unas u otras consideraciones.

13. En 1941, en un comedor universitario al que había entrado para mendigar un plato de sopa, conoció a Simone Boué, profesora de Licéo. Se casaron y vivieron juntos cincuenta años, siempre en el mismo domicilio, un pequeño apartamento en el número 21 de la rue de l’Odeon, en el Distrito Latino.

14. Adoraba a Proust, Dostoievski y, sobre todo, a Borges.

15. Despreciaba a la humanidad entera («¡el hombre debe desaparecer!»), pero, sobre todo, a los incapaces de emocionarse con la música: «Si dios le debe todo a alguien es a Bach».

16. Nunca concedió entrevistas. «Cuanta más cultura tiene uno, más peligroso resulta el periodismo», escribió en una carta a un amigo en 1932

17 . Nos dejó aforismos a todos los vencidos. Uno: «Amar al prójimo es algo inconcebible. ¿Acaso se le pide a un virus que ame a otro virus?».  Otro: «No hago nada, es cierto. Pero veo pasar las horas, lo cual vale más que tratar de llenarlas». Un tercero: «Toda literatura empieza con himnos y acaba con ejercicios«.

18. El Alzheimer que padeció Cioran en los últimos años de su vida le impidió consumar el suicidio que había planeado.

19. Murió el 20 de junio de 1995. Simone Boué falleció ahogada en la playa francesa de Dieppe dos años después. Ambos están enterrados en la misma tumba en Montparnasse.

20. Hace un par de días el empresario rumano George Brailoiu compró por 405.000 euros  unos manuscritos de Emil Cioran subastados en París. «Los donaré al Estado rumano», dijo el comprador a la prensa. Brailoiu es propietario de la empresa KDF Energy, líder del mercado de certificados de emisiones de dióxido de carbono en Rumanía, con filiales en Bulgaria, Grecia y Lituania. Es lícito imaginar la sonrisa sardónica de una de las calaveras de Montparnasse.

Ánxel Grove