Entradas etiquetadas como ‘violencia de género’

20 historias para cambiar la realidad

Por Patricia Álvarez

Como editora, sé que cada vez que uno de nuestros libros llega a las manos de alguien, a sus ojos impacientes y su curiosidad, se generando un impacto. Elegir lo que publicamos habla de nosotros mucho más que cualquier campaña de comunicación. Igual que el caprichoso orden de las palabras marca la distancia entre la emoción y la indiferencia, el catálogo de una editorial habla de su compromiso con la sociedad a la que decide mostrar su trabajo.

El libro se puede descargar de manera gratuita en libros.com

Editar libros es una aventura maravillosa. Las editoriales somos el ejemplo de que algo puede ser mucho más que la suma de sus partes. Aquí colaboramos editoras, diseñadores, maquetadores, expertas en el marketing y la comunicación… Una suma de talentos e ilusiones para hacer libros.

Un libro es mucho más que letras ordenadas de modo determinado y, a la vez, no es más que eso. Ahí es donde reside su poder, en el núcleo mismo del lenguaje. ¿Por qué cuando las palabras se ordenan de una manera nos conmueven de forma radicalmente diferente a si sus compañeras de viaje fueran otras? Qué bonito es vivir en un mundo en el que las palabras tienen ese poder transformador.

Las palabras son importantísimas, porque son preciosas. Por bonitas y por necesarias. No tenemos mayor refugio cultural, filosófico ni moral. En las palabras encontramos todo lo que somos. Por eso es importante poner nombre a las cosas. En el colegio nos enseñaron que la diferencia entre un nombre propio y un nombre común es lo particular y personal del primero. Y que va en mayúscula.

A la Violencia de Género hay que ponerle letra capital porque, si no, corremos el riesgo de creer que es una violencia más, un delirio, un espejismo. Identificar las cosas ayuda a entenderlas, combatirlas y expulsarlas de la sociedad cuando es necesario.

Por eso el lenguaje es maravilloso. Por eso es la herramienta más poderosa que albergamos. Por eso tenemos una responsabilidad enorme.

Participar junto a la Fundación Luz Casanova en el IV Concurso de Relatos Cortos contra la Violencia de Género y publicarlo en abierto es un orgullo lleno de responsabilidad. Hemos leído decenas de historias cargadas de verdad. Eso es lo más duro de todo: hacernos conscientes de la verdad detrás de cada golpe, detrás de cada desprecio. Detrás de cada palabra. Hemos editado con mucha emoción un libro que reúne los 20 mejores, los que más capacidad transformadora creemos que tienen. 20 historias que pueden ayudar a cambiar la sociedad desde el poder de las palabras.

María Victoria Rosell Aguilar, magistrada Delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, plasma con precisión en una frase la necesidad de hablar de la violencia de género: «Es nuestra responsabilidad colectiva que la realidad silenciada no pase a ser un minuto de silencio». Porque la realidad sin palabras que la sustantiven no es más que un ensueño, un mito colectivo que no somos capaces de abordar.

Gracias a las mujeres valientes que se atrevieron a hablar, estamos aquí. Pero también estamos por las que ya no pueden hacerlo. Por sus familias, que las vieron marchar porque las arrancaron de su vida. Por sus hijas y sus nietas. Somos notarias de su historia para dar fe de una lacra que tenemos la responsabilidad colectiva de erradicar.

Patricia Álvarez es editora de libros.com

Bolivia: 12 feminicidios en 240 horas

Por Rosa M. Tristán

Hace unos años, en una visita a una comunidad de los alrededores de Tarija, en el sur de Bolivia, una mujer joven se me acercó, quizás pensando que era del sector sanitario: “Tengo 24 años y cinco hijos. Doña, yo no quiero más, pero mi marido me obliga y no me deja tomar nada porque dice que quiero la pastilla para irme con otros. ¿Qué puedo hacer? Si se entera que le cuento esto, me pegará fuerte”. No supe qué responder. El marido en cuestión se acercaba ya a curiosear lo que me contaba. Dos días después me la encontré en el centro de salud: aquel energúmeno la había dado una tremenda paliza.

Las bolivianas alzan estos días la voz frente a la violencia que las mata, de una en una, en sus casas, en sus vecindarios, en el seno de sus familias, siempre a escondidas, sin que puedan escapar de los criminales con los que conviven. En apenas 10 días de este nuevo año, ya han sido 12 las mujeres asesinadas por ser mujeres y cinco los infanticidios. En 2019, hubo 117 muertas y 66 infanticidios, una cifra que superó la de años anteriores y que sitúa a Bolivia, con una población de 11 millones de habitantes, en el tercer puesto de todo el continente en tan funesto ránking. En España, en el mismo periodo se contabilizaron 55 y somos 47 millones. Luego están las que no mueren, como la joven de Tarija cuyo nombre no recuerdo, esposas y novias que son agredidas un día si y otro también: de cada 100 bolivianas, 75 dicen que han sufrido o sufren violencia por parte de sus parejas según los últimos datos oficiales. Sólo en esos mismos 10 primeros días de las 12 muertas, se denunciaron 685 agresiones físicas y 163 agresiones sexuales. El pico del peligroso iceberg de violencia que nunca llegará a una comisaría…

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¿Tenemos Gobierno feminista o no?

Por Lara ContrerasLara Contreras

Por fin y, tras meses de espera, tenemos un gobierno progresista de coalición que pone el feminismo en el centro de sus políticas. ¿Pero será de verdad un gobierno feminista o no lo será? ¿Será un gobierno que cambiará el modelo económico y social para poner a las personas en el centro?

Si valoramos los primeros pasos que van dando, hay luces y sombras. El pacto de gobierno sí incluye medidas feministas tanto en el empleo como en la lucha contra la violencia machista. Pero no define un programa donde el feminismo esté en el centro y que lo impregne todo, sino que propone medidas concretas en estos dos apartados. Desde las organizaciones sociales y de desarrollo hemos echado de menos el compromiso con una política exterior feminista, compromiso que el Presidente sí hizo el pasado septiembre en Naciones Unidas y que, por ejemplo, priorizaba la protección y la voz de las mujeres en los conflictos.

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Del abuso al cuidado. El cambio del sistema

 

Las últimas semanas pasadas del año recibimos diferentes llamadas para actuar urgentemente ante situaciones de injusticia y vulneración de derechos. Con motivo de la cumbre internacional del clima, la llamada COP 25, nos han alertado sobre la emergencia climática y sus consecuencias. A la vez, todavía resuenan en nuestros oídos las acciones en torno al 25N contra la violencia de género. Las dos causas han compartido tiempo en los medios, en las redes sociales y en las calles. Los movimientos ecologistas y feministas han elevado sus voces y nos han pedido actuar y declararnos en estado de emergencia: la situación es insostenible y no podemos esperar más.

Como ciudadanía activa y ante las múltiples demandas, en ocasiones elegimos “nuestra batalla”, la que más nos conmueve, aquella con la que empatizamos por uno u por otro motivo. Pueden ser muchas, pero no hay más que profundizar en la causa de los problemas para darnos cuenta que todas tienen mucha más conexión de lo que podría parecer. Sí, también la emergencia climática y las violencias machistas.

Millecent Fawcett, feminista, intelectual y sufragista, pedía corage para el cambio. Crédito: Pxfuel.

¿Qué estamos haciendo mal? Nos encontramos ante un sistema fallido, un sistema que ha puesto la mirada solo en el beneficio de unas pocas personas, al que poco le ha importado el impacto que el supuesto progreso ha tenido en la mayor parte de la población.  Un sistema que ha menospreciado el cuidado de la vida en pro del crecimiento ilimitado. De personas ricas y pobres, de ganadores y vencidos. Un mundo que excluye.

Y esto es lo que necesitamos cambiar. Convencernos que los parámetros que guían las grandes decisiones tienen que poner a las personas en el centro. Personas dueñas de sus propias vidas, sin subordinación ni dominación de ninguna clase. Un mundo de nuevas relaciones, que no están marcadas por la competición y que ponen en valor las tareas hasta ahora desprestigiadas del cuidado. Nueva distribución del poder y nuevos valores como la empatía, la escucha y la interdependencia. 

Y si hablas de relaciones sin dominio, no puedes permitir que las mujeres, que son más de la mitad de la población, no tengan los mismos derechos que los hombres y una vida libre de violencias. 

Y si hablas de personas en el centro, no puedes permitir que millones de ellas tengan que salir de sus hogares por el aumento de las temperaturas globales y la creciente frecuencia de los desastres climáticos.

Pero tampoco puedes permitir que se estén vendiendo armas que perpetúan conflictos, que los beneficios de las empresas no reviertan en causas sociales o que el acceso a la salud y al agua no sea un derecho asegurado. 

Es el sistema y las relaciones que se producen entre las diferentes partes lo que tiene que cambiar y esto se hace evidente cuando vas a la causa, al origen de cada una de las situaciones o problemas que afrontamos a nuestro alrededor y que están perpetuando la pobreza y la desigualdad. Necesitamos pasar del uso y abuso, al cuidado.

Eso sí, una vez que tienes este marco global y asumes con valentía que los cambios son mucho más profundos de lo que parece, bienvenidas las causas que nos ayudan a concretar soluciones y a dar pasos para que las cosas se muevan. Por algún sitio hay que empezar. Estas semanas, los movimientos ecologistas y feministas nos han invitado a hacerlo. Yo pido que lo sigamos haciendo cada día de este recién estrenado 2020. 

Pilar Orenes es Directora General Interina de Oxfam Intermón

Abuelas vapuleadas

Por Lula Gómez

“La violencia de género prolongada en el tiempo en mujeres mayores provoca efectos devastadores en la autoestima, en la toma de decisiones y hasta en la pérdida de identidad de quienes la sufren”. Ana Gil Rituerto, psicóloga de la Fundación Luz Casanova, arrancaba así su ponencia hace unos días en el Colegio de Abogados de Madrid. La intención: debatir, exponer y sacar a la luz pública los terribles efectos de las violencias machistas en mujeres que han cumplido los 60. También su invisibilización. También para el Derecho.

Su batalla es enorme. Por un lado se enfrentan a los estereotipos, a la necesidad de cuidar impuestas y hasta autoimpuestas y a las 1.001 incoherencias que toda víctima sufre en un sistema que las enseñó a callar, soportar y ser «buena mujer», señalaron las expertas convocadas, especialistas en tratar a mujeres mayores desde distintas disciplinas. Pero por el otro, jurídicamente hablando, deben resolver las dificultades para demostrar una violencia ocurrida, callada y sufrida durante años, unos hechos no tan sencillos de probar. “Viven la violencia de forma solitaria. No se atreven ni a contar. En ese sentido, el grupo terapéutico donde trabajamos con ellas, se plantea como un espacio para compartir y trata de romper la culpa”, afirmaba Gil Rituerto.

Imagen del proyecto Hazte visible, hazme visible © Fundación Luz Casanova.

María Ángeles Jaime de Palo, presidenta de la Asociación de Juristas Themis, subrayaba la necesidad que tienen muchas de las víctimas de una atención doble: jurídica y psicológica, porque más allá de la denuncia, deben poder resolver asuntos tan vitales como la dependencia económica, la carga de los hijos, las discapacidades o los cuidados no remunerados. Jaime de Pablo destacaba cómo, mientras que las mujeres mayores no suponen la mayoría del porcentaje de víctimas mortales que lamentablemente nos «desayunamos cada año», sí lo son los perpetradores de esas violencias, casi siempre hombres de edades avanzadas. Un punto que lanzó a la sala para estudiar las masculinidades y destacar la importancia de la educación.

Para la antropóloga y especialista en gerontología Mónica Ramos Toro, lo primero que debemos hacer es “romper con la sensación –también entre profesionales- de que esas violencias ocurren porque son mayores y, que por lo tanto, son normales. Para resolver esa barbarie, la especialista sugiere pegarse a sus biologías y no biografías y a los muchos años de dolor. No es fácil, ya que hace falta sacarlas de unos relatos de sus vidas escritos por sus maridos y enmarcados en un sistema patriarcal, advertía. “Son mujeres que no han elegido. Antes de la denuncia, tenemos que decirlas que decirles que la vejez es una gran oportunidad y que tienen la posibilidad de hacer lo que quieran”.

Según explicó Isabel Fernández Pérez, psiquiatra, para atender a estas mujeres es necesario “despatologizar” a las mujeres que llegan a sus consultas. No son ansiosas. No están deprimidas. No están enfermas ni sufren psicosis: son mujeres maltratadas y violentadas y hay que tratarlas como tal. Para la experta, los profesionales deben perder miedos para entender el problema y si no temen preguntar si sus pacientes beben o tienen cualquier otra adicción, también deben saber indagar sobre si sufren violencia de género, señaló. La geriatra Ainhoa Esteve incidíó en las familias como una de las dificultades para visibilizar el problema. “Cuanto más dependientes son, más riesgo tienen de sufrir malos tratos”, señalaba.

“Como no se avance en igualdad, se retrocede”, afirmó contundente la fiscal Teresa Peramato en su turno de palabra, que aprovechó para afirmar la necesidad de revisar las normas jurídicas en relación a la violencia de género, donde lógicamente hay que aplicar perspectiva de género y una mirada especializada a la realidad que sufren esas mayores. Un doble enfoque que es responsabilidad del Estado, puntualizó.

Para cerrar, dos de las máximas escuchadas en el foro del Colegio de Abogados de Madrid para estar y apoyar a estas «abuelas vapuleadas»: información, formación y prevención. Y contra su invisibilización en medios de comunicación y publicidad: empezar a contar sus historias y ponerles cara. «Porque, ¿cómo se van a sentir interpeladas si en los carteles, anuncios y spots solo aparecen jóvenes hablando por whatsup», preguntaba Ramos Toro.

Lula Gómezescritora y periodista. Dirige su propia agencia de comunicación desde la que propone contenidos, edita, crea y ejecuta ideas de comunicación. Colabora también con la Fundación Luz Casanova.

Reinventar el amor, un poema a la vez

Por Sandrine Muir-Bouchard

“1000 maneras de amar sin violencia” fue el tema que convocó a artistas de América Latina y el Caribe para escribir poemas y canciones para el 25 de noviembre, Día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer. Se suman a un reto poético global (#DigamosBastaCypher  y #1000ManerasDeAmarpublicando) videos que denuncian las violencias machistas y proponen nuevas formas de amar sin violencia en sus redes sociales, principalmente Instagram.

«Me parece muy importante que las mujeres saquemos la voz para compartir nuestras vivencias, tanto de violencia como de resistencia, pues hemos crecido en sociedades conservadoras que nos quieren calladas”, afirma Rebeca Lane, rapera feminista guatemalteca. “Necesitamos que el hip hop empiece a denunciar lo que pasa en nuestra sociedad, nos están callando, a nuestras niñas las están violando”, agrega La Rola, una de las integrantes de la colectiva colombiana Líricas del Caos. Gaudy Mercy (República Dominicana), La Reyna y La Real (Cuba), Vero Pérez y Camila Torrico (Bolivia), y la colectiva Hip Hop Femenino El Salvador (ELS) son otras de las protagonistas del reto en la región.

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Una sociedad libre de fundamentalismo

Por María Reglero

Las violencias machistas son una de las violaciones de derechos humanos más prevalentes y extendidas en el mundo entero. A estas violencias, que afectan principalmente a mujeres y niñas, también se les denomina violencia de género e incluyen diferentes manifestaciones como son violencia física, psicológica, y sexual. Se producen en el contexto de la familia, en nuestras comunidades y espacios públicos, y son en ocasiones perpetradas o toleradas por los Estados, tanto en tiempos de paz como en tiempos de crisis. Las violencias están arraigadas en un conjunto de normas sociales e imaginarios nocivos en un mundo donde la desigualdad de género es estructural, si bien las desigualdades se manifiestan de forma diversa en diferentes contextos.

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Solo sí es sí; lo demás es violación

Por Virginia Álvarez y Carmen López

Si hay algo que vuelve a quedar claro con la última sentencia sobre la violación en grupo de una menor de 14 años en Manresa es una cosa: las palabras importan e importan porque construyen imaginarios en la sociedad. Importan porque según lo que se diga o se deje de decir, las mujeres sentiremos, en mayor o menor medida, que se lucha contra la impunidad y el silencio que ha envuelto a las agresiones sexuales, en parte por la acción o inacción de las autoridades que deberían protegernos.

Las palabras importan y mucho, porque no estamos ante violencia doméstica cuando un hombre, bien sea el marido o cualquiera con el que se tiene una relación afectiva, pega, maltrata o mata a una mujer. Estamos ante violencia de género, estamos ante una violencia contra las mujeres por el mero hecho de ser mujeres. Empezar a llamar a las cosas por su nombre permite dimensionar el fenómeno, pensar, desarrollar políticas públicas y leyes que incorporen este enfoque: nos matan porque somos mujeres. 

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Las profesionales ya están, solo falta voluntad política

Por Lola Liceras 

 

«¡Es de sentido común!» Lo dijo con aplomo Marta Fernández, responsable policial del Ayuntamiento de Madrid. Hablábamos de violencia sexual hacia las mujeres y de la necesidad de poner en común y articular todas las políticas, instituciones y procedimientos que entran en juego.  La violencia sexual es violencia de género y una vulneración de los derechos humanos. Estos conceptos deben estar en la base de toda política pública y atravesar los procesos que atienden esta problemática, desde la educación para la prevención en las escuelas, hasta el mismísimo tribunal que juzga al agresor.

Queremos que las particularidades, necesidades y tiempos de las mujeres estén en el centro de cualquier intervención pública. Porque los estereotipos de género contaminan las instituciones, desde el hospital que rechaza atender a la mujer agredida porque no es el asignado o porque primero es la denuncia en comisaría, hasta la valoración forense o la asistencia letrada. 

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Que no te vuelvan del revés

Por Soledad Murillo

¿Cuántas veces tenemos la seguridad de que nos están engañando, y aun así no nos atrevemos a decir nada? Pensamos, para qué. O bien, evitamos meternos en el lío de dar explicaciones. Pero las falsas ideas son como las bacterias, sobreviven si no les ponemos remedio. Por ejemplo, una falsa idea se basa en pensar que los hombres extranjeros representan un número mayor que los españoles, en el asesinato de mujeres. Pero no es cierto, la violencia machista la ejercen, en su gran mayoría, hombres españoles en nuestro país. Los datos siempre ganan la partida, y cuando alguien se vuelve cabezota, nos sirven para callarles la boca. Incluso, disponemos de ellos de forma tan fácil, como por twitter @delgobvg (Delegación de Gobierno para la Violencia de Género).

Pero hay mentiras envueltas en papel de celofán, y como no les quitemos el envoltorio seguirán vivas, como las serpientes. Voy a poner un ejemplo, seguro que es fácil de reconocer, cuando se dice que todas las mujeres son vulnerables, como si fuéramos de porcelana cuando, precisamente, es todo lo contrario: las mujeres “solucionan” los problemas de todos. Muchas mujeres de otros países trabajan el doble que sus maridos, porque se ocupan tanto de la casa como de los trabajos, que a salto de mata, no les queda más remedio que aceptar. Y, por si fuera poco, envían dinero a su familia de origen. Y el resto de las mujeres también se dedican a cuidar de criaturas, de ancianos, incluso a aunque sean de la familia de su marido. ¿Alguien se le ocurre pensar que son débiles? Son auténticas heroínas. Pero no siempre se las ve, porque las primeras que restan importancia a su trabajo, son las propias mujeres. Estaría bien, que seamos las primeras en ponernos medallas.

Soledad Murillo es profesora de la Universidad de Salamanca. Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales.