Del abuso al cuidado. El cambio del sistema

 

Las últimas semanas pasadas del año recibimos diferentes llamadas para actuar urgentemente ante situaciones de injusticia y vulneración de derechos. Con motivo de la cumbre internacional del clima, la llamada COP 25, nos han alertado sobre la emergencia climática y sus consecuencias. A la vez, todavía resuenan en nuestros oídos las acciones en torno al 25N contra la violencia de género. Las dos causas han compartido tiempo en los medios, en las redes sociales y en las calles. Los movimientos ecologistas y feministas han elevado sus voces y nos han pedido actuar y declararnos en estado de emergencia: la situación es insostenible y no podemos esperar más.

Como ciudadanía activa y ante las múltiples demandas, en ocasiones elegimos “nuestra batalla”, la que más nos conmueve, aquella con la que empatizamos por uno u por otro motivo. Pueden ser muchas, pero no hay más que profundizar en la causa de los problemas para darnos cuenta que todas tienen mucha más conexión de lo que podría parecer. Sí, también la emergencia climática y las violencias machistas.

Millecent Fawcett, feminista, intelectual y sufragista, pedía corage para el cambio. Crédito: Pxfuel.

¿Qué estamos haciendo mal? Nos encontramos ante un sistema fallido, un sistema que ha puesto la mirada solo en el beneficio de unas pocas personas, al que poco le ha importado el impacto que el supuesto progreso ha tenido en la mayor parte de la población.  Un sistema que ha menospreciado el cuidado de la vida en pro del crecimiento ilimitado. De personas ricas y pobres, de ganadores y vencidos. Un mundo que excluye.

Y esto es lo que necesitamos cambiar. Convencernos que los parámetros que guían las grandes decisiones tienen que poner a las personas en el centro. Personas dueñas de sus propias vidas, sin subordinación ni dominación de ninguna clase. Un mundo de nuevas relaciones, que no están marcadas por la competición y que ponen en valor las tareas hasta ahora desprestigiadas del cuidado. Nueva distribución del poder y nuevos valores como la empatía, la escucha y la interdependencia. 

Y si hablas de relaciones sin dominio, no puedes permitir que las mujeres, que son más de la mitad de la población, no tengan los mismos derechos que los hombres y una vida libre de violencias. 

Y si hablas de personas en el centro, no puedes permitir que millones de ellas tengan que salir de sus hogares por el aumento de las temperaturas globales y la creciente frecuencia de los desastres climáticos.

Pero tampoco puedes permitir que se estén vendiendo armas que perpetúan conflictos, que los beneficios de las empresas no reviertan en causas sociales o que el acceso a la salud y al agua no sea un derecho asegurado. 

Es el sistema y las relaciones que se producen entre las diferentes partes lo que tiene que cambiar y esto se hace evidente cuando vas a la causa, al origen de cada una de las situaciones o problemas que afrontamos a nuestro alrededor y que están perpetuando la pobreza y la desigualdad. Necesitamos pasar del uso y abuso, al cuidado.

Eso sí, una vez que tienes este marco global y asumes con valentía que los cambios son mucho más profundos de lo que parece, bienvenidas las causas que nos ayudan a concretar soluciones y a dar pasos para que las cosas se muevan. Por algún sitio hay que empezar. Estas semanas, los movimientos ecologistas y feministas nos han invitado a hacerlo. Yo pido que lo sigamos haciendo cada día de este recién estrenado 2020. 

Pilar Orenes es Directora General Interina de Oxfam Intermón

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