Por María Reglero
Las violencias machistas son una de las violaciones de derechos humanos más prevalentes y extendidas en el mundo entero. A estas violencias, que afectan principalmente a mujeres y niñas, también se les denomina violencia de género e incluyen diferentes manifestaciones como son violencia física, psicológica, y sexual. Se producen en el contexto de la familia, en nuestras comunidades y espacios públicos, y son en ocasiones perpetradas o toleradas por los Estados, tanto en tiempos de paz como en tiempos de crisis. Las violencias están arraigadas en un conjunto de normas sociales e imaginarios nocivos en un mundo donde la desigualdad de género es estructural, si bien las desigualdades se manifiestan de forma diversa en diferentes contextos.
Estas violaciones de derechos humanos que sufrimos las mujeres y las niñas por el mero hecho de serlo están reconocidas por las Naciones Unidas, la Unión Europea, y por diversos instrumentos internacionales específicos sobre la problemática, además de otros como la CEDAW, la Plataforma de Beijín, la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Es decir, nombrar la realidad de una violencia dirigida a las mujeres por el hecho de serlo es algo consensuado a nivel internacional por países con muy diversas culturas y tradiciones democráticas. Y como dice la filósofa Celia Amorós ´conceptualizar es politizar´, quizá por eso hay tanto énfasis por parte de la ultra derecha en nuestro país a través de su propaganda en negar la existencia de la violencia de género, para despolitizarla.
Que el ayuntamiento y la comunidad de Madrid no vayan a realizar una declaración conjunta para condenar las violencias machistas y expresar su compromiso para prevenirlas y erradicarlas debido a la postura de ciertos partidos me produce tristeza y mucha rabia. Si bien las palabras son la parte fácil de la política pública, la unidad frente a esta violación de derechos humanos es fundamental para mostrar tolerancia cero como sociedad. Está claro que la vida de las mujeres no les importa y al no posicionarse contra las violencias machistas están reproduciendo los imaginarios y las normas sociales que las normalizan. Es decir, son parte del problema y están faltando el respeto a todas las mujeres, a las supervivientes de violencia y a las personas allegadas de las víctimas de feminicidios. Los y las dirigentes tienen que dejar claro su compromiso con una política de tolerancia cero y tienen la debida diligencia de desarrollar e implementar leyes y políticas públicas para prevenir y responder a las violencias.
Un partido que intenta ridiculizar a activistas feministas que hacen incidencia política para que todas vivamos una vida libre de violencias llamándoles ´feminazis´, y que acusa al movimiento feminista de intentar imponer una ´ideología de género´ por defender la libertad, está ahora acampando en nuestras instituciones, ganando en influencia para difundir su narrativa anti-derechos sexuales y reproductivos, anti-feminismo, anti-movilidad humana. Como si no tuviéramos poco con los fracasos de nuestro sistema político y judicial en el abordaje de la problemática de las violencias machistas, ahora desde las propias instituciones permean con fuerza discursos sobre denuncias falsas, o que la ley 1/2004 discrimina a los hombres.
Pero activistas feministas y mujeres del mundo entero continuamos movilizándonos para que las mujeres y las niñas vivamos una vida libre de violencias, en un contexto donde seguimos constatando la creciente tendencia de ataques a defensoras de derechos humanos, de los territorios y del medioambiente, un contexto de cierre de espacios de la sociedad civil y de captura del Estado por parte de elites que a menudo promocionan como la pólvora una narrativa anti-derechos como está sucediendo en nuestro país. ¡Todas a la calle!
María Reglero es responsable de Justicia de Género de Oxfam Intermón