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Voluntarias: un homenaje

Por Cristina Niell Cristina niell

Es así. Ellas son más. Son más las desinteresadas, las altruistas, las solidarias. Por cada 6 voluntarias hay 4 voluntarios, según datos del Observatorio del voluntariado  de 2013.

El 5 de diciembre es el Día Internacional del Voluntariado y hay que agradecerles el trabajo que día a día, ellas y ellos, llevan a cabo para las organizaciones sociales desde diferentes puestos y con responsabilidades bien diversas. Desde Oxfam Intermón, organización para la que trabajo desde hace años, he estado analizando los datos. En nuestro caso, ellas son más que la media del país, ellas son el 77,5% de todo nuestro equipo de voluntarias y voluntarios, un equipo integrado por 1.653 personas.

El 77,5% de los voluntarios de Oxfam Intermón son mujeres. (c) Alejandro Herrero/Intermón Oxfam

El 77,5% de los voluntarios de Oxfam Intermón son mujeres. (c) Alejandro Herrero/Intermón Oxfam

Estos datos me han hecho pensar en el rol de las mujeres, en su tradicional papel de cuidadoras, algo de los que hablaba días atrás Alejandra Luengo, en su post Cuidadoras invisibles. He hablado con algunas de estas voluntarias y los verbos que las mueven a integrarse en organizaciones de la sociedad civil, que describen sus porqués a menudo son: ayudar, colaborar, contribuir, atender, aportar… Y cuando describen la organización para la que trabajan (sin una compensación económica, pero con muchas compensaciones emocionales) lo hacen comparándola, a menudo, con una gran familia.

“Porque sé que con mi pequeña contribución estoy ayudando a que muchas más personas puedan ayudar a otras a mejorar su calidad de vida”, dice Giselle Guevara. “Porque aporto mi granito de arena a la lucha contra la injusticia y la desigualdad”, comenta Laia Arnau. “Para ayudar a que las personas no tengan que dejar su casas por falta de trabajo y puedan vivir con dignidad», añade Pilar Estival. “Para devolver a la sociedad cosas que la sociedad me ha dado”, asegura Consuelo Sánchez.

Todas ellas con una vocación de cambiar, de contribuir a mejorar la vida de los demás, como comenta Assumpció Vidal: “porque necesitamos vivir en un mundo más justo”. Para Charo Magarzo esto “significa compartir” y para Sara Gutiérrez “luchar contra la injusticia”. Porque creen “en las cosas que defienden y por las que luchan”, como dice Julia Nuñez refiriéndose a la organización con la que colabora.

¿Estarán las mujeres trasladando su histórico y ancestral rol de cuidadoras al ámbito público? ¿O estarán imprimiendo el valor del altruismo al resto de la sociedad? De hecho tanto da. Me siento orgullosa de ser mujer y de pertenecer a un colectivo que es capaz de reconocer y atender las necesidades de otros y otras.

Cristina Niell trabaja en Oxfam Intermón. Tiene una vida sin emoción y disfruta oyendo, leyendo y escribiendo historias de otros.

¿Tienes tiempo para luchar y bailar?

Por Susana ArroyoSusana Arroyo

Juana Olivia murió el domingo 17 de agosto. Diez meses atrás, antes de que le diagnosticaran el cáncer, coincidimos en Madrid. Ella y decenas de mujeres avanzadorasde América, África y España nos reunimos para compartir y aprender de nuestras causas. Recuerdo su firmeza, sus huipiles y sobre todo su intervención sobre qué significa ser lideresa. “Supone tomar en cuenta los tiempos de las mujeres, porque no tenemos los mismos tiempos de los hombres: Para poder salir a una asamblea tenemos que dejar al hijo, la comida hecha, tenemos que dejar muchas tareas. Ser lideresa es conocer a las mujeres, a sus demandas, sus propuestas y sus tiempos; es lograr consensos y  dar información, porque la información es poder y construir colectivamente el poder es una base fundamental de los liderazgos de las mujeres.”

Juana Olivia Hernández posa durante el encuentro de mujeres activistas organizado por Oxfam Intermón el pasado octubre en Madrid (c) Jorge París / 20 minutos

Juana Olivia Hernández durante el encuentro de mujeres activistas organizado por Oxfam Intermón el pasado octubre en Madrid (c) Jorge París / 20 minutos

Esa semana hablamos de la importancia de cuidarnos y protegernos, de ver nuestros cuerpos y nuestras mentes como una de las principales causas de lucha. Pero nos cuesta.

Muchas de nosotras llevamos meses diciéndonos “esta semana programo mi cita médica”.

Pero llega la reunión urgente, llama nuestro jefe para que redactes el documento que no puede esperar, aparece un viaje de última hora que es “vital” atender. Se enferman tus hijos, tu pareja sale de la ciudad, tu familia viene a visitarte.

Y no sacas la cita. O la cancelas, como cancelaste el corte de cabello, la cena con tus amigos y el masaje aquel que llevabas tiempo esperando. Se apilan los libros sin leer, las canciones sin bailar, los meses sin días para nosotras mismas.

Es muy duro esto de cuidar y cambiar el mundo. No importa si somos voluntarias en una organización barrial, madres de familia o presidentas de una federación que agrupa a millones de militantes. El activismo y la lucha –política y personal- nos exigen energía, tiempo y dinero; nos llenan de dicha pero también de miedos, culpas y dolores.

Culpa por hacer una siesta. Por no hacerla. Por no ir a la marcha. Por preferir una tarde de televisión o sexo antes que a una conferencia de especialistas. Preocupación por las historias que te contaron las mujeres con las que trabajas. Dolor por las injusticias que enfrentan. Miedo de que les pase algo, de que te pase algo.

Hace unos años, Jane Barry y Jelena  Đorđević publicaron ¿Qué sentido tiene la revolución si no podemos bailar?, un libro donde activistas de todo el mundo comparten las dificultades físicas y mentales que enfrentan debido al agotamiento que supone el trabajo de cuidar a otros, el trabajo de luchar por un mundo más justo y el trabajo de vivir. Sus testimonios lo dejaban claro: el autocuidado y la seguridad eran herramientas urgentes para asegurar la sobrevivencia de las mujeres y del movimiento por la defensa de nuestros derechos. Es un texto que interpela y conmueve.

Volví a leerlo esta semana y pensé en Olivia. Yo sé que ella luchaba y bailaba.

Lo hará por siempre.

 

Susana Arroyo es responsable de comunicación de Oxfam en América Latina. Tica de nacimiento, vive en Lima. Quiere que cambiar el mundo nos valga la alegría, no la pena.

Miradas de mujeres: ¿por qué un festival así?

Por Naiara Valdano Naiara Valdano

En 1989 un grupo de activistas feministas que se hacían llamar Guerrilla Girls colocaron un llamativo cartel frente al Metropolitan Museum. En él aparecía una figura simulando la famosa Odalisca de Ingres, tumbada y de espaldas a los espectadores. Pero a diferencia de la pintura original, esta mujer tenía su rostro tapado con una máscara de gorila y compartía espacio con una frase que decía: ‘¿Tienen que estar desnudas las mujeres para entrar en el Met Museum? Menos del 5% de los artistas de la Sección de Arte Moderno son mujeres, pero el 85% de los desnudos son femeninos’. Con esta y otras acciones similares, este grupo quería denunciar la visión machista que había dominado toda la historia del arte. Y pretendía conseguir, sobre todo, que el arte expuesto en los museos, centros de arte y otras instituciones culturales mostrara la diversidad sexual y racial del momento.

Cartel de Guerrilla Girls: ¿Tienen que estar desnudas las mujeres para entrar en el Met Museum? Menos del 5% de los artistas en las secciones de Arte Moderno son mujeres, pero el 85% de los desnudos son femeninos. http://www.guerrillagirls.com/posters/nakedthroughtheages.shtml

Cartel de Guerrilla Girls: ¿Tienen que estar desnudas las mujeres para entrar en el Met Museum? Menos del 5% de los artistas en las secciones de Arte Moderno son mujeres, pero el 85% de los desnudos son femeninos. http://www.guerrillagirls.com/posters/nakedthroughtheages.shtml

En aquella época no me di cuenta de la importancia de las acciones de este grupo y pasé por alto sus protestas por mi corta edad: a finales de los ochenta tenía solo cuatro años y era todavía una niña inconsciente ante cualquier desigualdad. Pero han pasado 25 años desde la creación de ese famoso cartel y, aunque han mejorado ciertos aspectos, todavía es posible darse cuenta de la complicada situación que siguen afrontando las mujeres en el sector de las artes visuales. Sólo tenemos que leer los datos presentados por la asociación Mujeres en las Artes Visuales en sus últimos estudios: el 65% de los graduados en Bellas Artes, por ejemplo, son mujeres, pero éstas representaron sólo un 7% del número total de artistas expuestos durante la feria ARCO en 2013. Estos porcentajes entristecen y desesperan, pero lamentablemente no son los únicos que muestran la desigualdad.

La representación de las mujeres en el sistema del arte.

La representación de las mujeres en el sistema del arte. Gráfica publicada por El País. Fuente: Centro de Documentación de Mujeres en las Artes Visuales.

Ante esta situación, el Festival Miradas de Mujeres nació hace unos años con la intención de reivindicar el papel de las mujeres profesionales en las artes visuales y mostrar su trabajo al público. Este año este festival cumple su tercera edición y he tenido la oportunidad (y suerte) de trabajar en la gestión de un evento tan necesario. Gracias a un amplio equipo (tan profesional como humano), se ha conseguido organizar un extenso programa de exposiciones y otros proyectos que se celebrarán a lo largo del mes de marzo en varias ciudades de nuestro país (ver aquí el catálogo de actividades).

El hecho de haber podido organizar todos los proyectos que se celebrarán durante esta edición puede considerarse un éxito y un paso más contra la desigualdad. Pero tengo que terminar diciendo algo que me corroe: el verdadero triunfo se conseguirá cuando iniciativas como ésta no sean necesarias para visibilizar nuestro trabajo. Ese será nuestra verdadera conquista.

 

Naiara Valdano es responsable del blog Art Gossips y gestora cultural. Actualmente trabaja como codirectora del Festival Miradas de Mujeres en Madrid y responsable de galerías en esta comunidad. 

Nos queda la palabra

Por Lucía Esteso Lucía_Esteso_pe

La poesía es un arma cargada de futuro‘ decía Gabriel Celaya. Con esta idea pusimos en pie el año pasado el espectáculo ‘MUJERES, aquí estamos y parece que nos quedamos‘. Lo que pretendía ser una lectura de poesías para conmemorar el Día de la Mujer, se convirtió en un espectáculo, un viaje femenino a través de la música, la prosa y la poesía.

Y este año no podía ser menos: ‘MUJERES, aquí volvemos’,  así es como cinco actrices se reúnen de nuevo levantando las voces de millones de mujeres para homenajearlas con motivo del Día de la Mujer. Son mujeres madres, esposas, maestras, compañeras, amigas. Mujeres que aman, odian, luchan, sufren y disfrutan. En definitiva, mujeres que viven.

Para empezar el viaje Ani, la pianista, acaricia un ‘Gracias a la vida‘ que por suerte a muchas nos ha dado tanto, y se convertirá en el motor para que el resto del elenco salga con fuerza para recitar palabras de Virgina Woolf:

‘Como mujer no tengo patria

como mujer no quiero patria

como mujer mi patria es el mundo entero’.

Y al mundo entero cantamos, el dolor de escribir, hacemos versos con Gloria Fuertes, incluso hablamos de sexo y nos liberamos. Llegamos a combatir una gran marea, el amor, un amor que se convierte en una caricia perdida, un amor que nos mata, un amor que nos amenaza.

Me seguía sintiendo acorralada por la violencia con que me gritabas tu amor, la misma violencia con la que me amenazabas‘. Palabras de Dulce Chacón en Algún amor que no mate.

Y en este viaje también nos acompañan los hombres, y con ellos inventamos el camino al andar. Y nos reímos, las olas nos traen una risa esperanzadora, llena de magia. Pero también aparece el abandono, las rivales, y llora una desgarrada Alfonsina y el mar, hasta el agua profunda.

Y nos damos cuenta de que nos queda la palabra, con la que pedimos la paz, la libertad y la igualdad.

Para algunos son palabras, para otros podrán ser miradas, para nosotras son emociones que salen del corazón envueltas en melodías. Una lucha en escena con voces que se liberan al viento. Un cruce de caminos entre mujeres. Un universo entero.

Os invitamos a que nos acompañéis, a que olvidemos las voces extrañas y hablemos en voz alta, aunque nos dé miedo, porque estamos seguras de que habrá una luz, a la vuelta de la esquina.

Mujer.

Compañera.

Amiga.

Nuestra marcha hará retroceder el horizonte.

Tenemos la palabra’

Mujeres, aquí volvemos’ es un homenaje a todas las mujeres que de una u otra manera se han atrevido a levantar sus voces. 
Tres únicas funciones en la Sala Bululú 2120 de Madrid, los días, 7, 8 y 9 de marzo. Calle Canarias, 16. Metro Palos de la frontera.

 

Lucía Esteso es periodista y actriz. Amante de la cultura a través de la que se levantan las voces. Cree que existe una luz poética en cada esquina. La imaginación es un arma cargada de futuro.

Disney da miedo

Por Laura Hurtadolaura

Como todas las Navidades, Disney estrena película. Hordas de familias acuden a ver Frozen, el reino del hielo, se venderán camisetas, tazas y mochilas y nuestros hijos e hijas tendrán una nueva historia con la que soñar. Pero detrás de ese dibujo amable y esa música pegadiza, el filme, igual que el resto de dibujos de la factoría Disney transmite unos mensajes que, de forma consciente, jamás dejaríamos que llegaran a las nuevas generaciones.

Cartel promocional de la película Frozen

Cartel promocional de la película Frozen

Terror y pavor. Eso es lo que debería provocarnos. Os invitamos por ejemplo a escuchar una de las canciones de Mulan (1998) donde un grupo de guerreros explican cómo es la mujer ideal: “mi chica se maravillará de mi fuerza, adorará mis cicatrices de batalla, no me importa cómo vista o como luzca, sino cómo cocine”.  En Aladdin (1992), el rey se lamenta de haber tenido una hija, porque es desobediente y no quiere casarse con quién le toca.

 

Con el paso del tiempo, las protagonistas de Disney son más “rebeldes” pero hay cosas que no cambian. Por ejemplo, siguen teniendo curvas pronunciadas, pechos prominentes (incluso adolescentes como Brave o la protagonista de Frozen), melenas estupendas y pestañas centelleantes. Además, siempre son seductoras y parece que solo tengan un único objetivo: el amor, el maldito amor romántico. En algunos casos hasta extremos “peligrosos” como en el caso de la Sirenita (1989), que está dispuesta a cambiar su cuerpo y a separarse de su familia, para vivir con su príncipe querido. O de la protagonista de la Bella y la Bestia (1991) que decide ignorar la violencia de la que es víctima (la Bestia la tiene encerrada en su castillo y le prohíbe que vea a su padre) porque descubre la “belleza interior” del monstruo. Los héroes masculinos de Disney tampoco evolucionan. Todos son musculosos, valientes y a menudo violentos. En el Rey León (1994) está clarísimo: tienes que pelear si quieres “salvar el mundo”.

Pero que nadie se asuste ni se amargue. No queremos que dejéis de ver los dibujos animados de la factoría Disney, simplemente que los veáis con “las alarmas” puestas para poder desactivar los mensajes más nocivos, tanto para niñas como para niños. En este sentido, aprovechamos este espacio para recomendaros películas infantiles con otros enfoques y procedencias. Si tenéis alguna propuesta más, no dudéis en compartirlas.

Chicken Run: Evasión en la granja y otras producciones de los estudios Aardman, basados en Reino Unido, autores de la serie La Oveja Shaun (Shaun the Sheep en ingles) y Timmy y sus amigos (Timmy Time en ingles).

El viaje de Chihiro y todas las películas del gran creador japonés Miyazaki, la mayoría protagonizadas por mujeres que no necesitan que las rescate nadie.

Laura Hurtado es periodista y trabaja en Oxfam Intermón

 

No tengo amigos padres

Por Irantzu Varela Irantzu Varela n

O eso parece.

No es que no tenga amigos que se hayan reproducido. Pero no conozco hombres que vean condicionada su existencia por la presencia en su vida de criaturas. Al menos, como lo están las madres.

Me explico. Como estoy en edad de merecer, aunque no tengo hijas ni hijos, estoy rodeada de mujeres y hombres que sí los tienen. Pero, así como la vida de ellas se ve constantemente condicionada por el hecho de ser madres, no veo que en el caso de ellos lo sea en la misma medida.

Para quedar para comer, tomar un café o dar una vuelta con una madre treintañera, hay que planificar la cita con más antelación que con una especialista de la sanidad pública. Ellas organizan su vida en torno a los horarios de escuela, las extraescolares, la pediatra, los deportes de fin de semana, el parque, los baños, las cenas.

www.alafuente.es

Imagen: dibujo de Ana Sara Lafuente. www.alafuente.es

Pero a mis amigos padres, me los encuentro en el gimnasio, de copas, haciendo deporte el sábado por la mañana, brindando con los amigos el sábado por la noche. Se van de viaje, salen tarde de trabajar, se reservan fines de semana para “ellos”, tienen aficiones. En definitiva, tienen una vida propia, más allá de hacer malabares para utilizar todo el tiempo disponible en cuidar a su prole.

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Imagen: dibujo de Ana Sara Lafuente. www.alafuente.es

¿Y es porque los hombres de mi entorno son unos cerdos egoístas que no se preocupan de la sangre de su sangre? ¿Porque las mujeres de mi entorno son unas acaparadoras gallinas que quieren responsabilizarse solas de la crianza?

Pues ni lo uno ni lo otro. Es porque vivimos en una sociedad patriarcal, que sigue imponiéndonos a las mujeres el papel de cuidadoras principales, y que reserva a los hombres el papel de “apoyo” o “ayuda”. De manera que convivimos con una generación de mujeres que se han incorporado al mercado laboral, pero que no han podido compartir las labores de cuidado. Y de hombres que han vivido con cierta naturalidad hacernos un hueco en el mundo profesional, pero que no han encontrado un espacio en la crianza y el trabajo reproductivo.

En el estado español existe la posibilidad de que las madres “transfieran” hasta 10 semanas del permiso por maternidad a los padres.  Según datos del INE, sólo el 1,8% de los hombres hizo uso de esta posibilidad en 2010. En el mismo año, sólo el 4,8% de las reducciones de jornada por cuidado fueron pedidos por hombres. Y sólo el 57% de los padres solicitaron los 13 días del permiso de paternidad intransferible y remunerado.

En esto, como sociedad, hemos fracasado. Porque no hemos sido capaces de construir una crianza basada en la corresponsabilidad, que se libere de unos estereotipos sexistas y nocivos para unas y otros, que sólo pretenden mantener la posición de desigualdad de las mujeres y los privilegios de los hombres. Y hacernos creer que es “lo natural”.

 

Irantzu Varela es periodista, feminista, experta en género y comunicación, y (de)formadora en talleres sobre igualdad en Faktoría Lila.

Hazlo tú misma: fanzines en el movimiento Riot Grrrl

Por Lupe Blissett Lupe Blissett

Ahora mismo, esto trata sobre la frustración. Frustración en la música. Frustración en la vida. En ser una chica, en ser homosexual, en ser una inadaptada. En ser una idiota, ya sabéis, la última niña a la que escogen en los equipos de la escuela. Que es de donde viene todo esto del punk, por otro lado.

Lo escribía Donna Dresch, una joven de Washington, a principios de los 90. Lo hacía en su propia publicación amateur, ‘Chainsaw’, un puñado de fotocopias grapadas y mal maquetadas pero cargadas de sensibilidad, rabia y honestidad. Como ella, decenas de mujeres en todo Estados Unidos estaban imprimiendo sus sentimientos sobre papel. Y lo hacían en un marco que lo dotaba todo de sentido: Riot Grrrl.

 

Riot Grrrl Zine

 

Riot Grrrl fue un movimiento feminista que se originó hace dos décadas en el marco de la escena musical hardcore-punk de California. Diversos grupos formados por chicas, como Bikini Kill, Bratmobile o Tiger Trap, dieron un paso al frente para romper con la hegemonía masculina en el rock. Ya sabéis, la que marca que los chicos hablan de música y las chicas escuchamos; ellos forman grupos y nosotras clubs de fans.

Pero hubo algo más que música. La explosión de creatividad que liberaron esas bandas, combinada con la cultura DIY del punk (Do It Yourself, es decir Hazlo Tú Misma) propició que chicas de todo Estados Unidos creasen su propia red de expresión artística. Los fanzines, publicaciones no profesionales realizadas y distribuidas con pocos medios, fueron su principal canal de intercambio de información.

Una buena selección de aquellos fanzines quedan recogidos ahora en The Riot Grrrl Collection, un volumen editado hace apenas un mes por la editorial estadounidense Feminist Press. El conjunto es apabullante: 370 páginas de artículos, cartas, flyers, postales, cubiertas de cassette… Un testimonio vivo de cómo se configuró un movimiento cultural en una era previa a la extensión de Internet.

 

The Riot Grrrl Collection

 

A fecha de hoy encontraréis muchos fanzines de cómic, ilustración, políticos, musicales; pero los editados en los 90 por riot grrrls sorprenden por su sinceridad radical. El movimiento fue abiertamente reivindicativo, por lo que abundan los artículos de denuncia. Pero fue también liberador como medio de expresión íntimo y personal, por lo que eran frecuentes los escritos sobre sexualidad, aislamiento social, discriminación o sencillamente la narración de sueños, confesiones y esperanzas.

El tono confesional de estos fanzines adquiere tintes sorprendentes en textos como ‘Fuck Off Man’, en el que una autora anónima relata cómo su padre abusó sexualmente de ella en su infancia y cómo se niega a sentirse víctima, a sentir un estigma por algo que ella no cometió. Un texto que conmueve y empodera al mismo tiempo y que se cierra así: “Todo el peso de esta experiencia debe ser sólo mía, pero ahora que la has leído te pertenece. Ahora lidia con ella.”. Intimidad que despierta conciencias. Puro estilo Riot Grrrl.

 

Lupe Blissett es artista.

Agente secreta

Por Belén de la Banda @bdelabanda

Estoy disfrutando mucho la lectura de verano de la última novela de Ian McEwan, titulada en inglés Sweet Tooth, que en español está editada por Anagrama bajo el título de Operación Dulce. Una historia personal, la de la joven agente del MI5 Serena Frome, a quien su habilidad para las matemáticas y su buen gusto literario sirven de extraño camino para entrar en el servicio secreto, lo que permite al autor británico llevarnos a la versión cultural de la guerra fría a finales de los 60 y principios de los 70.

Portada de la edición inglesa de Sweet Tooth, Operación Dulce, de Ian McEwan.

Portada de la edición inglesa de Sweet Tooth, Operación Dulce, de Ian McEwan.

Más allá de la verosimilitud o no de la historia –hay que reconocerle a McEwan que se documenta hasta el extremo, como muestra la lista de títulos finales- y que eso le ha costado no pocos disgustos ajenos a lo literario, como en el caso de Expiación-, la lectura de este libro es deliciosa, se mire por donde se mire.

McEwan muestra hasta qué punto la mayor parte de los espías son poco más que chupatintas durante su tiempo de oficina, y cómo reproducen en su fuero interno los peores hábitos del bloque soviético (secretismo, delación, jerarquismo hasta los límites del ridículo) mientras trabajan sobre la materia prima del sufrimiento en Irlanda del Norte o la represión en el bloque soviético.

La mezcla de hechos reales, rutinas laborales, personajes inovidables, el estado de emergencia en la Gran Bretaña de los primeros años 70… Lo mejor de todo son los protagonistas. Serena tiene pocas referencias de otras mujeres que hayan estado en su situación, y lo que ve a su alrededor es que sólo se valora la disciplina silenciosa.

No me gustaría estropear el libro a nadie, mientras está en proceso de publicación en español –me pregunto cómo traducirán el juego de palabras del título- , pero sí hablar de un aspecto útil para cualquier carrera profesional: el manido prejuicio, que ya en los 70 parecía estar en su apogeo, que pregona la incapacidad de las mujeres para separar su vida personal de la laboral. Mi experiencia es que es un problema –o una oportunidad- de las personas, no sólo de las mujeres. Y que cuando la separación se sublima, es cuando más se tocan los dos ámbitos por los extremos. Una de las posibles lecciones del libro, plasmadas en varios personajes, va en esa dirección. El bagaje personal que cargamos nos hace anodinos o brillantes. Nos coarta o nos da alas, para bien o para mal.

Una novela gruesa, de las buenas para leer sin prisa,  y que da muchas pistas para reflexionar contra los prejuicios, también los que señalan una y otra vez las diferencias entre hombres y mujeres en el entorno laboral, por peculiar que éste sea. Un dulce bocado para leer en verano.

 

Belén de la Banda es periodista y trabaja en Intermón Oxfam

Motera

Por Sara Martín Sara motera mini

Actualmente la mayoría de gente piensa que las mujeres hemos alcanzado ya la igualdad frente a los hombres en España. Yo misma siempre lo he visto así: tuve las mismas oportunidades en toda mi infancia, sacándome la ingeniería en informática en la universidad, jugando a los mismos videojuegos, practicando los mismos deportes y encontrando trabajo sin ningún tipo de traba por el hecho de ser mujer.

Y entonces decidí comprar una moto, una custom (estilo Harley) y empecé a conocer a otros moteros, a ir a las concentraciones… en seguida me di cuenta de que en el 90% de las rutas era la única mujer del grupo (después averiguaría que sólo el 7% de los motoristas españoles son mujeres), en las concentraciones la gente me hacía fotos y me miraba como si fuera un extraterrestre… pero todo esto no hacía más que beneficiarme: tenía a todos los moteros dispuestos a ayudarte con cualquier avería e inevitablemente ser el centro de atención siempre nos sube el ego un poco a todas.

Entonces empecé a relacionarme con los Clubs moteros… y la cosa cambió. Ya no era admirada sino rechazada, con las típicas excusas de «porque sois unas liantas» «porque no sabéis defenderos»… se me cerraron muchas puertas por el simple hecho de ser mujer, dejé de sentirme como una orgullosa pionera y empecé a verlo todo desde otra perceptiva.

Conocí a muchas moteras en mi misma situación y a otras tantas chicas que pese a encantarles las motos nunca se atrevían a llevar la suya propia porque «eso es cosa de hombres» o «seguro que pesa demasiado».

En cada concentración acabábamos hablando con unas y otras, intentando darles ánimos, demostrarles que cualquiera puede disfrutar de la libertad que aporta una moto… y entonces se nos ocurrió la idea.

Necesitábamos una forma de poder demostrar a todas esas chicas que montar en moto no es sólo cosa de hombres, que cualquiera, sea cual sea su complexión física puede montar en moto sin problema, que no estaban solas en este entorno tan hostil. Y para eso ideamos la «moto de nombres».

Imagen de la campaña 'Una moto para todas'

Imagen de la campaña ‘Una moto para todas’

La idea inicial era poder conseguir, con la ayuda de gente de todos los rincones del mundo, financiar una moto y después pintarla con todos los nombres de cada uno de los participantes. Finalmente creamos la iniciativa mediante Indiegogo con toda la información en inglés para que fuera algo internacional, desarrollamos un plan de acción a largo plazo, cómo dirigiríamos la campaña una vez tuviéramos la moto, qué panfletos podíamos repartir, cómo diseñaríamos una página web con foro para todas, si podríamos crear nuestro propio club… dejamos volar nuestra imaginación y acabamos creando una iniciativa completa y compacta con el objetivo de ser cada vez más y superar los obstáculos del machismo juntas.

Éste es el enlace a la campaña, mediante Paypal o tarjeta todo el mundo puede aportar lo que buenamente pueda.

La campaña de recolección de fondos lleva pública sólo unos días. Para que todo el mundo pudiera aportar algo ideamos una «moto virtual» para poner en ella los nombres de las aportaciones más pequeñas (entre 1 y 5€), también creamos recompensas para los que tendrían su nombre en la moto real: camisetas, dibujos, fotos y hasta una ruta por España.

De la misma forma nos gustaría que todas las mujeres u hombres que quieran formar parte activa de la campaña se pongan en contacto con nosotras, ya que llevaremos a cabo numerosos eventos en los que cuantos más seamos mejores resultados obtendremos.

Esta es nuestra historia y nuestro sueño pero necesitamos la ayuda de todos para hacerlo realidad.

Gracias a todos.

 

Sara Martín es una joven madrileña aficionada al mundo de las motos. Trabaja como informática y gracias a Internet pretende conseguir el apoyo necesario para poder impulsar el que cada día sean más y mejor valoradas las mujeres moteras de España.